Es tiempo de
sumergirnos en Dios y su Palabra buscando el amor, la gracia, la misericordia y
la fortaleza que vienen del Padre Celestial en estos tiempos; es por eso que
empezamos con el estudio de los módulos del Seminario Bíblico Reina
Valera: TEOLOGÍA
SISTEMÁTICA 1 y TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 2.
Juan 5:39. Escudriñad las
Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 1. Es el estudio de las
doctrinas acerca de la Biblia: su revelación, inspiración, iluminación e
infalibilidad; las doctrinas de Dios: la Trinidad, los atributos y los nombres
de Dios; las doctrinas de Cristo: Su persona, deidad, humanidad y carácter; las
doctrinas del Espíritu Santo: Su deidad, persona, obra en la elección, la
regeneración y la Santificación, más el fruto, los dones, el bautismo y la
plenitud del Espíritu; y las doctrinas acerca del hombre: su creación original
y su caída en pecado.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA
2. Es el
estudio de las doctrinas bíblicas de la salvación: expiación, sustitución,
redención, reconciliación, propiciación, justificación, elección,
predestinación, regeneración, conversión, arrepentimiento, la adopción y la
unión mística del creyente con Cristo. Incluye el estudio de las
doctrinas acerca de la iglesia: sus miembros, propósito, comisión, culto,
organización y ordenanzas. Incluye el estudio de las profecías de la
Biblia: principalmente las no cumplidas todavía como el arrebatamiento de la
iglesia, la Tribulación, la segunda venida de Jesucristo, el reino milenial,
los juicios finales y el estado eterno.
Clase 37. La Iglesia: Su
Servicio y Mayordomía por Lewis Sperry Chafer
A. Su servicio a Dios.
Servicio es cualquier
trabajo realizado en beneficio de otra persona. Cuando se estudia este tema en
la Biblia, se observa una serie de similitudes y contrastes entre el Antiguo
Testamento y el Nuevo. Casi cada doctrina se encuentra anunciada en el Antiguo
Testamento y casi cada doctrina del Antiguo Testamento es acabada hasta la
perfección en el Nuevo. El tema del servicio no es excepción; se vera que su
estudio será en gran parte el reconocimiento del tipo del Antiguo Testamento y
su relación con el antitipo del Nuevo Testamento.
El servicio que Dios
pide, ya sea en el Antiguo Testamento o en el Nuevo, es entregado primariamente
a un sacerdocio divinamente preparado. En el orden del Antiguo Testamento el
sacerdocio era una jerarquía que estaba sobre la nación, y servían bajo la
autoridad del sumo sacerdote. En el orden del Nuevo Testamento cada creyente es
un sacerdote para Dios. 1 P 2:5-9. Vosotros también, como piedras
vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual
también contiene la Escritura: he aquí, pongo en Sión la principal piedra del
ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. Para
vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la
piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo y:
piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra,
siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados. Más vosotros sois
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para
que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable;
Ap. 1:6. Toda la compañía de sacerdotes que ministran
en el Nuevo Testamento está bajo la autoridad de Cristo, que es el verdadero
Sumo Sacerdote, de quien todos los demás sumos sacerdotes solo eran tipos. Por
lo tanto, en conformidad con el orden del Nuevo Testamento, el servicio ha sido
entregado a todos los creyentes por igual y sobre la base de su relación
sacerdotal con Dios. En su ministerio sacerdotal los sacerdotes del Nuevo
Testamento, al igual que los sacerdotes del Antiguo, eran designados para
servir a Dios y al hombre.
Como no habla un
evangelio que predicar a las naciones en el Antiguo Testamento, el servicio
sacerdotal durante el período que abarca consistió solamente en la realización,
en el tabernáculo o en el templo, del ritual divinamente ordenado. En contraste
con esto, el ministerio sacerdotal en el Nuevo Testamento es mucho más amplio
en su alcance, e incluye no solamente el servicio a Dios y a sus hermanos en la
fe, sino a todos los hombres en todo lugar.
1. El servicio de sacrificio es asombrosamente similar en el Antiguo y el
Nuevo Testamento. El sacerdote del Antiguo Testamento era santificado o
apartado por el hecho de que había nacido en la familia sacerdotal de Leví y
por el hecho de que él, tras la debida ceremonia, era investido sacerdote,
oficio con carácter de continuo mientras viviera. Además, era purificado al
principio de su ministerio por medio de un baño definitivo. Ex. 29:4. En el cumplimiento del antitipo, el creyente sacerdote es
purificado de una vez para siempre en el momento que recibe la salvación y, en
virtud de su salvación, es apartado para Dios. Col. 2:13. Tito 3:5.
Así también es introducido en la familia de Dios
por el nuevo nacimiento. Además de esto, se exige particularmente del sacerdote
del Nuevo Testamento que se dedique a Dios en forma voluntaria.
Tocante a su auto-dedicación,
leemos: “Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional
culto" (Ro. 12:1). La frase "las
misericordias de Dios" se refiere a los grandes hechos de la salvación que han
sido planteados en los capítulos precedentes del libro de Romanos,
misericordias a las que todo creyente ingresa en el momento de ser salvo;
mientras que la presentación del cuerpo como sacrificio vivo es la auto-dedicación
a la voluntad de Dios de todo lo que el creyente es o tiene. Lo que de esta
manera se dedica a Dios, Él lo acepta y lo pone donde Él quiere en su campo de
servicio.
Ef. 2:10. Según las Escrituras, este acto divino de
aceptar y dar un lugar de servicio es la consagración. Por lo tanto, el
creyente sacerdote puede dedicarse a sí mismo, pero nunca consagrarse a Dios.
En conexión con el acto divino de la consagración, debiera observarse que la
obra actual de Cristo como Sumo Sacerdote —recibir, dirigir y administrar el
servicio de los creyentes— cumple lo que era tipificado por el ministerio del
sacerdote del Antiguo Testamento en la consagración de los hijos de Leví. Habiéndose
rendido a Dios y al no conformarse más a este mundo, el creyente sacerdote
experimentará la vida transformada por el poder del Espíritu que mora en él, y
por aquel poder experimentará "cuál
sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Ro. 12:2).
Según el orden del Nuevo
Testamento el servicio sacerdotal en el sacrificio hacia Dios es cuádruple:
a) La dedicación de sí, que es, según se declara, un servicio racional, o
más literalmente un "culto espiritual" Ro. 12:1. Como
Cristo mismo era el sacrificador y el sacrificio, así el creyente puede
glorificar a Dios ofreciendo todo su cuerpo como un sacrificio vivo a Dios;
b) El sacrificio de labios que es la voz de alabanza y debe ser ofrecido
continuamente. He. 13:15.
c) El sacrificio de sustancia. Fil. 4:18.
d) El sacrificio de buenas obras. He. 13:16.
En cuanto a la
purificación de los sacerdotes, debe notarse nuevamente que el sacerdote del
Antiguo Testamento al entrar en su santo oficio fue purificado de una vez por
todas por un baño completo, que fue administrado por otro. Ex. 29:4. Sin
embargo, aunque estaba completamente bañado, se requería que se limpiara con un
lavamiento parcial en el lavatorio de bronce, y esto antes de emprender
cualquier servicio sacerdotal. Al cumplir el significado típico de esto, el
sacerdote del Nuevo Testamento, aunque enteramente purificado y perdonado al
ser salvo, tiene que cumplir con la exigencia de confesar todo pecado conocido
en todo tiempo a fin de mantenerse puro y en buenas condiciones para tener
comunión con Dios. 1 Jn. 1:9. Así
como la ordenación sacerdotal del sacerdote del Antiguo Testamento era para
toda la vida, el sacerdote del Nuevo Testamento es un sacerdote de Dios para
siempre.
2. El servicio de adoración, que será presentado
detalladamente en un capitulo posterior, puede ser considerado aquí como parte
del servicio de cada creyente sacerdote en la era actual, así como era parte de
la adoración y el servicio de todo sacerdote del Antiguo Testamento. Así como
en el orden del Antiguo Testamento los muebles del lugar santo simbolizaban la
adoración sacerdotal y todo aspecto y utensilio de aquel lugar hablaba de
Cristo, la adoración del creyente es por Cristo y solamente por medio de Él.
Repetimos que en el
servicio hacia Dios la adoración del creyente puede ser el ofrecimiento de si
mismo a Dios. Ro. 12:1. El reconocimiento de todo corazón que la alabanza y la
acción de gracias pertenecen al Señor, o la presentación de ofrendas. He.
13:15. En conexión con la adoración de los
sacerdotes del Antiguo Testamento había dos prohibiciones, y éstas también
tienen un significado típico. No debían llevar incienso extraño, lo que
típicamente habla de la pura formalidad en el servicio a Dios. Ex. 30:9. Y no
se permitía fuego extraño, lo que simbolizaba el dejarse llevar por las
emociones carnales como sustituto de la verdadera devoción a Cristo, o el amor
a las cosas de menor importancia con exclusión del amor a Cristo. Lev.
10:1. 1 Co. 1:11-13. Col. 2:8. Col 2:16-19.
3. El servicio de intercesión, que consideraremos en un capítulo posterior,
es una importante función del creyente sacerdote. Como el profeta es el
representante de Dios ante el pueblo, así el sacerdote es el representante del
pueblo ante Dios. Como el sacerdocio era una institución divina, siempre habla
acceso a la presencia de Dios; sin embargo, ningún sacerdote de la antigua
dispensación podía entrar en el lugar Santísimo salvo el sumo sacerdote, y
esto, una sola vez en el año y con la sangre de un sacrificio. He. 9:7.
En esta dispensación
Cristo, como sumo sacerdote, ha entrado con su propia sangre en el santuario
celestial. He. 4:14-16. He. 9:24. He.
10:19-22. Y está intercediendo por los suyos que están en el mundo.
Ro. 8:34. He. 7:25. Cuando Cristo
murió el velo del templo se rasgó, lo que significa que ahora está abierto el
camino hacia el lugar Santísimo, no para el mundo, sino para todo aquel que
acuda a Dios sobre la base de la sangre derramada por Cristo. He.
10:19-22. Teniendo un acceso sin impedimentos a
la presencia de Dios a causa de la sangre de Cristo, el sacerdote del Nuevo
Testamento tiene el privilegio de ministrar en la intercesión. Ro.
8:26-27. He. 10:19-22. 1Ti. 2:1. Col. 4:12.
B. Servicio al hombre.
Hay un arreglo divino en
el orden de la verdad. Ro. 12:1-8. Aquí, como en todas las Escrituras, el
servicio cristiano no se menciona hasta que han sido presentadas las grandes
cuestiones de la dedicación y la consagración. Inmediatamente después del
mensaje acerca de estos puntos fundamentales se introduce el tema de la
concesión de dones para el servicio, y en relación a esto es importante
observar la amplia diferencia que hay entre el uso bíblico de la palabra "don"
y el sentido que se le da en el lenguaje común. Generalmente se entiende por
don alguna habilidad natural recibida por nacimiento y que lo capacita a uno
para hacer cosas especiales. Según el uso bíblico de la palabra, don es un
ministerio del Espíritu que mora en el creyente. Es el Espíritu que realiza un
servicio y usa al creyente como un instrumento. En ningún sentido es algo que
el creyente obra solo, ni siquiera algo hecho por el creyente con ayuda del
Espíritu. El servicio cristiano se presenta como una "manifestación del Espíritu" (1Co. 12:7), del mismo modo que el carácter cristiano es un fruto
del Espíritu. Ga. 5:2-23. Aunque cada
creyente posee algunos dones divinamente otorgados. 1 Co. 12:7. Ef.
4:7. Hay una diversidad de dones.
Ro. 12:6. 1 Co. 12:4-11. Ef. 4:11. Los creyentes no han sido todos designados para hacer la
misma cosa. En esto hay un contraste con el oficio sacerdotal en que todos los
creyentes sacrifican, adoran e interceden. Aunque algunos dones representativos
que son generales han sido nombrados en las Escrituras.
Ro. 12:6-8. 1 Co. 12:8-11. Ef. 4:11. Y aunque algunos de éstos evidentemente han cesado, es
probable que el ministerio del Espíritu a través de los creyentes sea variado
según las circunstancias en medio de las cuales deben servir. 1 Co.
13:8. Los dones son otorgados para que el
siervo de Dios sea para "provecho", y está, por lo tanto, implícito
que el servicio brindado en la fuerza de la carne no es provechoso. 1
Co. 12:7. Jn. 7:37-39. Ef. 2:10.
Sin necesidad de
exigencia alguna, los creyentes llenos del Espíritu Santo están constantemente
activos en el ejercicio de sus dones. Los cristianos carnales, aunque poseen un
don, no están activos en su ejercicio, ni responden a las exhortaciones
humanas. Sin embargo, cuando arreglan cuentas con Dios por la confesión del
pecado, la rendición de su vida y el caminar en dependencia del Espíritu que
mora en ellos, inmediatamente son llenos del Espíritu y como resultado desean
hacer la voluntad de Dios, y por su poder suficiente que obra en ellos llegan a
ser útiles en el servicio para el que fueron ordenados por Dios. Los cristianos
no son llenos del Espíritu Santo como resultado de estar activos en el
servicio; la verdad es que están activos en el servicio porque están llenos del
Espíritu. Asimismo, a veces es la voluntad de Dios que toda actividad cese y
que el siervo fatigado descanse. Fue Cristo quien dijo: "Venid vosotros aparte...
y descansad."
C. Su mayordomía.
La responsabilidad del
cristiano en la mayordomía puede ser considerada bajo tres aspectos: 1) ganar
dinero, 2) poseer dinero, 3) dar dinero.
Puesto que el dinero
obtenido por medio del trabajo es vida humana en forma concreta, y por cuanto
el dinero así ganado es un factor vital en la vida espiritual y en el progreso
material, el hijo de Dios debe enfrentar su responsabilidad como mayordomo que
será juzgado ante el tribunal de Cristo. Ro. 14:10-12.
1. El cristiano debe ganar el dinero de una manera que sea
digna de la relación que el cristiano tiene con Dios. Como nos amonesta el
mandamiento, "hacedlo todo para la
gloria de Dios" (1Co. 10:31).
Ha sido ordenado
divinamente que todos trabajen, y el cristiano no ha sido exceptuado. Gn. 3:19. 2 Ts. 3:10. Sin embargo, para el creyente espiritual e instruido el
trabajo es más que sólo ganarse la vida; es hacer la voluntad de Dios. Todo
empleo, por sencillo que sea, debe ser aceptado por el hijo de Dios coma una
tarea específicamente asignada por Dios, y debe ser hecha para El, o no
hacerse.
El hecho incidental de
que a Dios le haya placido dar el pan y el vestido a sus hijos por medio del
trabajo cotidiano no debe oscurecer la verdad mayor de que Dios, en su infinito
amor, está preocupado del cuidado de sus hijos, y esto sin referencia a su
poder de ganar dinero. Fil. 4:19. He. 13:5. 1S. 2:7.
En las relaciones entre
los hombres hay que reconocer la necesidad de los contratos y salarios, porque "el obrero es digno de su salario" (Lc.
10:7); pero, en relación con su Padre, el ideal más alto del cristiano acerca
de su trabajo es que, sea lo que fuere que haga, lo hace por voluntad de Dios,
por amor a Él y coma expresión de su devoción a Él. Del mismo modo, lo que
recibe no lo ha ganado, sino que es la expresión del cuidado amoroso del Padre.
Tal actitud no es sentimental ni poca práctica; es la misma base sobre la que
el creyente puede santificar todo su trabajo haciéndolo para la gloria de Dios,
o puede estar en condiciones de “estar siempre gozoso” (1Ts. 5:16) en medio de las cargas de la vida.
2. La
posesión de dinero constituye una gran responsabilidad para todo cristiano
sincero. En vista de la gran necesidad que se observa en todas las direcciones
y del inmensurable bien que el dinero puede hacer, todo cristiano espiritual
debe enfrentar la cuestión práctica relativa a la retención de sus posesiones en
su poder. Sin duda, con frecuencia la voluntad de Dios es que uno conserve la
propiedad; pero el cristiano rendido no da esto por concedido. Solo debe
quedarse con su propiedad cuando Dios le orienta específicamente al respecto, y
debiera estar sometido a su control. Los motivos que obran sobre los hombres,
ricos y pobres, el deseo de ser ricos.
1 Ti. 6:8-9. 1 Ti. 6:17-18. Stg. 1:11. He. 13:5. Fil.
4:11. El deseo de prevenir algo para el día de la necesidad y el deseo de
proveer para los demás, son dignos de elogio solo en la medida que cumplan la
voluntad de Dios específicamente revelada a cada individuo. Mt. 6:25-34.
3. El dar dinero que el cristiano ha ganado es un aspecto
importante de cualquier servicio que el creyente brinda a Dios. El yo y el
dinero son raíces de muchos males, y en el gasto del dinero, como en su
adquisición y posesión, se espera que el cristiano esté en una relación de
gracia con Dios. Esta relación supone que él primero se ha entregado a Dios con
una dedicación sin restricciones. 2 Co. 8:5. Y una verdadera dedicación a Dios del yo incluye todo lo
que uno es y tiene, su vida, tiempo, fuerzas, capacidades, ideales y
posesiones. 1 Co. 6:20. 1 Co. 7:23. 1 P 1:18-19. En lo referente a dar dinero, el principio de la gracia
incluye el reconocimiento, por parte del creyente, de la autoridad soberana de
Dios sobre todo lo que el creyente es y tiene, y contrasta con el sistema legal
del Antiguo Testamento de los diezmos que estaban en vigor coma una parte de la
ley hasta que la ley fue puesta a lado. Jn. 1:16-17. Ro. 6:14. Ro.
7:1-6. 2 Co. 3:1-18. Ga. 3:19-25. Ga. 5:18. Ef. 2:15. Col. 2:14.
Aunque algunos principios
de la ley han seguido y se han reafirmado bajo la gracia, coma la observancia
del sabbat, el diezmo no se ha impuesto sobre el creyente de ésta dispensación.
Así coma el día del Señor superó al reposo legal y se ha adaptado a los
principios de la gracia de una manera que el sabbat no podía, el diezmo ha sido
superado par un sistema nuevo de dar que se adapta a las enseñanzas de la
gracia de una manera que el diezmo no podía hacerlo.
En 2 Co. 8:1-9:15. Se resume lo que es el dar baja la gracia, ilustrada par
la experiencia de los santos de Corinto. En este pasaje descubrimos:
a) Cristo era su ejemplo. La forma en que el Señor se dio a
sí mismo es el patrón de toda dádiva baja la gracia. El no dio una décima
parte; lo dio todo. 2 Co. 8:9.
b) Su dádiva fue de su profunda pobreza. Aquí se emplea una sorprendente
combinación de frases para describir lo que los corintios experimentaron en su
acción de dar (2 Co. 8:2): "en grande prueba de
tribulación", la abundancia de su gozo, "su profunda
pobreza", riquezas de su generosidad. Además, acerca de la liberalidad a pesar de
la gran pobreza, debemos recordar que la ofrenda de la viuda, que fue objeto de
elogio de parte de nuestro Señor, no era una parte, sino todo lo que ella
tenla. Lc. 21:1-4.
c) La donación de ellos no fue par mandamiento ni por necesidad. Bajo la
ley, el diezmo era un mandamiento y su pago era una necesidad; baja la gracia
Dios no está buscando el don, sino una expresión de devoción de parte del
dador. Bajo la gracia no se impone ley alguna, y no se estipula ninguna
proporción en el dar; y aunque es cierto que Dios obra en el corazón rendido
así el querer coma el hacer, por su buena voluntad, El solamente se agrada en
la ofrenda dada con alegría. Fil. 2:13. 2 Co. 9:7.
Si existiera una ley que
determinara el monto que debe darse, indudablemente habría quienes tratarían de
cumplir con el pago aun contra sus propios deseos. Así la ofrenda de ellos
sería hecha "con tristeza" y "por necesidad". Si se dice
que para sostener la obra del evangelio debe tenerse dinero sin importar si fue
dado con alegría a con tristeza, podemos responder que lo que cumple con el
propósito deseado no es la cantidad dada, sino la bendición divina sobre la
ofrenda.
Cristo dio de comer a cinco
mil personas con cinco panes y dos peces. Hay evidencias abundantes como para
demostrar que, dondequiera que los hijos de Dios han cumplido su privilegio de
dar baja la gracia, su liberalidad ha dado coma resultado tener "siempre
en todas las cosas todo lo suficiente", lo que ha hecho que los creyentes
abunden en buenas obras, porque Dios es poderoso para hacer qué aun la gracia
de dar "abunde en
cada creyente” (2 Co. 9:8).
d) Los cristianos primitivos "a sí mismos" se
dieron primeramente. La ofrenda aceptable es precedida de una completa entrega
de sí mismo. 2 Co. 8:5. Esto sugiere
la importante verdad de que el dar baja la gracia, al igual que el dar bajo la
ley, está limitado a una cierta clase de personas. El diezmo jamás fue impuesto
por Dios a otra nación fuera de Israel. Así la ofrenda cristiana está limitada
a los creyentes y es más aceptable cuando es dada por creyentes que han
ofrendado sus vidas al Señor.
e) Además, los cristianos de la iglesia primitiva daban
sistemáticamente. Al igual que con los diezmos, se sugiere una regularidad
sistemática en el dar bajo la gracia. "Cada
primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya
prosperado" (1 Co. 16:2). Esta
orden ha sido dirigida a "cada
uno" (cada cristiano), y esto no excusa a nadie; el dar debe ser de lo que
se ha apartado para ello.
f) Dios sostiene al dador. Dios sostendrá la ofrenda de
gracia con sus ilimitados recursos temporales. 2 Co. 9:8-10. Lc. 6:38.
En esta conexión se puede ver que los que dan tanto
como la décima parte, normalmente prosperan en las cosas temporales; pero coma
el creyente no puede tener relación con la ley, es evidente que esta
prosperidad es el cumplimiento de la promesa baja la gracia, y no el
cumplimiento de promesas baja la ley. Así ninguna bendición es dependiente de
un diezmar con exactitud. Ga. 5:1.
Las bendiciones son otorgadas
porque el corazón se ha expresado a través de la ofrenda. Es clara que no habrá
ofrenda hecha a Dios de corazón que El en su gracia no reconozca. En esto no
hay oportunidad para que personas astutas se hagan ricos. La ofrenda debe ser
de corazón, y la respuesta de Dios será según su perfecta voluntad hacia su
hijo. Él puede responder concediendo riquezas materiales, o por medio de
bendiciones temporales según Él lo estime conveniente.
g) Las verdaderas riquezas son de Dios. Los cristianos corintios fueron
enriquecidos con posesiones celestiales. Se puede ser rico en posesiones de
este mundo y no ser rico para con Dios. Lc. 12:21. Ap. 3:18. 2 Co. 8:9. Stg. 2:5. 1 Ti.
6:18. Ef. 1:7. Ef. 3:16.
PREGUNTAS
1. ¿A quién se ha
entregada primariamente el servicio divino?
2. Hacer un contraste
entre los sacerdocios del Antiguo y del Nuevo Testamento en el carácter de su
servicio.
3. ¿En qué sentido era
similar el servicio de los sacrificios en ambos Testamentos?
4. ¿En qué forma en
particular se espera que el sacerdote del Nuevo Testamento se dedique a sí
mismo a Dios en forma voluntaria?
5. ¿Qué diferencia hay
entre dedicación y consagración?
6. ¿Qué puede
experimentar el sacerdote creyente en el Nuevo Testamento si se rinde a Dios?
7. Nombrar los cuatro
sacrificios del sacerdote del Nuevo Testamento.
8. Hacer un contraste
entre la ceremonia del baño del sacerdote del Antiguo Testamento y el lavado
parcial en el lavatorio de bronce.
9. ¿En qué forma la
purificación del sacerdote del Antigua Testamento anuncia la purificación del
sacerdote del Nuevo?
10. ¿En qué forma está
relacionado el sacerdote con la adoración?
11. ¿Qué prohibiciones
fueron dadas acerca de la adoración en el Antiguo Testamento, y coma se aplican
al sacerdote del Nuevo Testamento?
12. Comparar la obra del
sacerdote del Antiguo Testamento con la de los otros sacerdotes.
13., Comparar la obra de
Cristo coma nuestro sumo sacerdote y nuestra obra coma sacerdotes.
14. ¿Cómo se relaciona la
diversidad de dones con el servicio del sacerdote del Nuevo Testamento?
15. ¿.Cómo afecta la
carnalidad al ejercicio de un don espiritual?
16. ¿Cuáles son las tres
fases de la mayordomía del cristiano?
17. ¿Cómo se relaciona la
obtención del dinero con el caminar can Dios del cristiano?
18. ¿En qué sentido la
posesión del dinero se convierte en una responsabilidad de todo cristiano
sincero?
19. ¿En qué sentida el
dar dinero refleja la relación de gracia del cristiano con Dios?
20. ¿En qué sentido es
Cristo nuestro modela en el dar?
21. ¿Qué relación hay
entre el dar y la pobreza?
22. ¿Cómo se relaciona el
dan con el mandamiento y la necesidad?
23. ¿Cómo se relaciona el
dar con el darse a si mismo primeramente?
24. ¿Que es dar
sistemáticamente?
25. ¿Cómo sostiene Dios
al dador?
26. Establecer un
contraste entre las riquezas terrenales y las riquezas celestiales.