Es tiempo de
sumergirnos en Dios y su Palabra buscando el amor, la gracia, la misericordia y
la fortaleza que vienen del Padre Celestial en estos tiempos; es por eso que empezamos
con el estudio de los módulos del Seminario Bíblico Reina
Valera: TEOLOGÍA
SISTEMÁTICA 1 y TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 2.
Juan 5:39. Escudriñad las
Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 1. Es el estudio de las
doctrinas acerca de la Biblia: su revelación, inspiración, iluminación e
infalibilidad; las doctrinas de Dios: la Trinidad, los atributos y los nombres
de Dios; las doctrinas de Cristo: Su persona, deidad, humanidad y carácter; las
doctrinas del Espíritu Santo: Su deidad, persona, obra en la elección, la
regeneración y la Santificación, más el fruto, los dones, el bautismo y la
plenitud del Espíritu; y las doctrinas acerca del hombre: su creación original
y su caída en pecado.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA
2. Es el
estudio de las doctrinas bíblicas de la salvación: expiación, sustitución,
redención, reconciliación, propiciación, justificación, elección,
predestinación, regeneración, conversión, arrepentimiento, la adopción y la
unión mística del creyente con Cristo. Incluye el estudio de las
doctrinas acerca de la iglesia: sus miembros, propósito, comisión, culto,
organización y ordenanzas. Incluye el estudio de las profecías de la
Biblia: principalmente las no cumplidas todavía como el arrebatamiento de la
iglesia, la Tribulación, la segunda venida de Jesucristo, el reino milenial,
los juicios finales y el estado eterno.
Clase 19. Dios el Espíritu:
Su Plenitud por Lewis Sperry Chafer
http://www.seminarioabierto.com/doctrina119.htm
A. Definición de la
Plenitud del Espíritu Santo.
En contraste con la obra del Espíritu Santo en la
salvación tales como la regeneración, el morar, el sellado y el bautismo, la
plenitud del Espíritu se relaciona a la experiencia cristiana, al poder y al
servicio. Las obras del Espíritu en relación a la salvación son de una vez y
para siempre, pero la plenitud del Espíritu es una experiencia repetida y se
menciona frecuentemente en la Biblia.
En una escala limitada, se puede observar la
plenitud del Espíritu en ciertos individuos antes de Pentecostés. Ex. 28:3. Ex. 31:3. Ex. 35:31. Lc. 1:15,41,67. Lc. 4:1. Sin lugar a dudas, hay
muchos otros ejemplos donde el Espíritu de Dios vino sobre individuos y los
capacitó en poder para el servicio. En el total, sin embargo, unos pocos fueron
llenos del Espíritu antes del día de Pentecostés, y la obra del Espíritu parece
estar relacionada al soberano propósito de Dios de cumplir alguna obra especial
en los individuos. No hay indicación de que la plenitud del Espíritu hubiera
estado abierta a cada uno que rindiera su vida al Señor antes de Pentecostés.
Comenzando con el día de Pentecostés, amaneció una
nueva edad en la cual el Espíritu Santo obraría en cada creyente. Entonces
todos fueron hechos morada del Espíritu y podrían ser llenos si El encontraba
las condiciones propicias. Esta conclusión está confirmada por numerosas ilustraciones
en el Nuevo Testamento. Hch. 2:4. Hch. 4:8,31. Hch. 6:3,5. Hch. 7:55.
Hch. 9:17. Hch. 11:24. Hch. 13:9,52.
La plenitud del Espíritu puede definirse como un
estado espiritual donde el Espíritu Santo está cumpliendo todo lo que El vino a
hacer en el corazón y vida del creyente individual. No es un asunto de adquirir
más del Espíritu, sino más bien que el Espíritu de Dios vaya tomando control
del individuo. En lugar de ser una situación anormal y poco frecuente, como lo
era antes de Pentecostés, el ser lleno por el Espíritu en la edad presente es
normal, si bien no es lo usual, en la experiencia del cristiano. A cada
cristiano se le ordena ser lleno del Espíritu y el no estar llenos del Espíritu
es estar en un estado de desobediencia. Ef. 5:18.
Hay una diferencia apreciable en el carácter y
calidad en la vida diaria de los cristianos. Pocos pueden caracterizarse por
estar llenos del Espíritu. Esta falta, sin embargo, no se debe a una falla de
parte de Dios en su provisión, sino más bien es falla del individuo en
apropiarse de esta provisión y permitir al Espíritu Santo llenar su vida. El
estar lleno del Espíritu debería contrastarse con la madurez espiritual. Un
cristiano nuevo quien haya sido salvo recientemente puede ser lleno con el
Espíritu y manifestar el poder del Espíritu Santo en su vida.
Sin embargo, la madurez viene sólo a través de
experiencias espirituales, las cuales pueden extenderse toda una vida y abarcan
un crecimiento en el conocimiento, la continua experiencia de ser lleno con el
Espíritu, y una madurez en juicio sobre cosas espirituales. Así como un niño
recién nacido puede ser vehemente, de la misma manera un cristiano puede ser
lleno con el Espíritu; pero, al igual que un recién nacido, sólo la vida y la
experiencia pueden sacar a relucir las cualidades espirituales que pertenecen a
la madurez. Este es el porqué de que numerosos pasajes de la Biblia hablen del
crecimiento. El trigo crece hasta la cosecha.
Mt. 13:30. Dios obra en su
iglesia a través de hombres dotados con dones personales para perfeccionar a
los santos para la obra del ministerio y para edificar el cuerpo de Cristo de
manera que los cristianos puedan crecer en la fe y en estatura espiritual.
Ef. 4:11-16. Pedro habla de
los bebés espirituales, que necesitan la leche espiritual para crecer, y
exhorta «crecer
en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2
P. 3:18). 1 P. 2:2. Hay una relación obvia entre la plenitud del Espíritu y
la madurez espiritual, y un cristiano lleno del Espíritu madurará más rápidamente
que uno que no lo está. La plenitud del Espíritu y, la madurez espiritual como
resultado, son los dos factores más importantes en la ejecución de la voluntad
de Dios en la vida de un cristiano y también en el propósito de Dios de crearle
para buenas obras. Ef. 2:10.
Por consiguiente, la plenitud del Espíritu se
cumple en cada creyente cuando él está completamente rendido al Espíritu Santo,
el cual mora en él, resultando en una condición espiritual en la cual el
Espíritu Santo controla y dota de poder al individuo. Mientras que puede haber
varios grados en la manifestación de la plenitud del Espíritu y grados en el poder
divino, el pensamiento central en la plenitud es que el Espíritu de Dios es
capaz de operar en y a través del individuo sin obstáculo, cumpliendo la
voluntad perfecta de Dios para aquella persona.
El concepto de la plenitud del Espíritu es sacado a
luz en un número de referencias en el Nuevo Testamento. Es ilustrado
preeminentemente en Jesucristo, quien, de acuerdo a Lucas, era continuamente
«lleno del Espíritu Santo». Lc. 4:1. Juan el Bautista
tuvo la experiencia excepcional de ser lleno con el Espíritu desde que estaba
en la matriz de su madre y ambos, su madre Elizabet y su padre Zacarías, fueron
temporalmente llenos del Espíritu. Lc.
1:15. Lc. 1:41,67.
Estos ejemplos están aún dentro del molde del
Antiguo Testamento, en el cual la plenitud del Espíritu era una obra soberana
de Dios que no estaba al alcance de cada individuo. Comenzando con el día de
Pentecostés, sin embargo toda la multitud fue llena con el Espíritu. En la
Iglesia primitiva el Espíritu de Dios llenaba repetidamente a aquellos que
buscaban la voluntad de Dios, como en el caso de Pedro. Hch. 4:8. El grupo de cristianos quienes oraban por valor y el poder de Dios. Hch. 4:31.
Y Pablo después de su conversión. Hch. 9:17. Algunos se caracterizan por estar en un
continuo estado de plenitud del Espíritu, como se ilustra en los primeros
diáconos. Hch. 6:3. Y Esteban el mártir. Hch. 7:55. Y Bernabé. Hch. 11:24. Pablo
fue lleno con el Espíritu repetidas veces. Hch. 13:9. Hch. 13:52. En cada caso
solamente los cristianos rendidos a Dios fueron llenos con el Espíritu. A los
creyentes del Antiguo Testamento nunca se les ordenaba ser llenos con el
Espíritu, aunque en algunas ocasiones fueron amonestados, como Zorobabel, que
la obra del Señor se cumple, «no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha
dicho Jehová de los ejércitos» (Zac. 4:6).
En la era presente a cada cristiano se le ordena
ser lleno con el Espíritu, como en Efesios 5:18: «No os
embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del
Espíritu.» El ser llenos con el
Espíritu, así como el recibir la salvación por fe, no se cumple, sin embargo,
por esfuerzo humano, más bien es por permitir a Dios que cumpla su obra en la
vida del individuo. En la Escritura está claro que un cristiano puede ser
genuinamente salvo sin ser lleno con el Espíritu, y, por lo tanto, la plenitud
del Espíritu no es una parte de la salvación misma.
La plenitud del Espíritu
también puede ser contrastada con la obra hecha de una vez y para siempre que
es cumplida en el creyente cuando éste es salvo. La plenitud del Espíritu, si
bien puede ocurrir en el momento de la salvación, ocurre una y otra vez en la
vida de un cristiano consagrado, y debería ser una experiencia normal de que
los cristianos tuviesen esta constante plenitud del Espíritu.
El hecho de que la plenitud del Espíritu es una
experiencia repetida, se hace notorio en el tiempo presente del mandamiento en Efesios 5:18: «sed llenos del Espíritu». Traducido literalmente es
«manteneos siendo llenados por el Espíritu». En el texto se compara con un
estado de intoxicación en el cual el vino afecta al cuerpo entero, incluyendo a
la actividad mental y a la actividad física del cuerpo.
La plenitud del
Espíritu no es, por lo tanto, una experiencia que sucede una vez y para
siempre. No es correcto llamarla una segunda obra de gracia, puesto que ocurre
una y otra vez. Indudablemente, la experiencia de ser lleno con el Espíritu por
primera vez es muy fuerte en la vida del cristiano y puede ser un hito que
eleve la experiencia cristiana a un nuevo nivel. Sin embargo, el cristiano
depende de Dios para la continua plenitud del Espíritu, y ningún cristiano
puede vivir en el poder espiritual de ayer.
De la naturaleza de la plenitud del Espíritu puede
concluirse que la amplia diferencia en la experiencia espiritual observada en
cristianos y los varios grados de conformidad a la mente y voluntad de Dios
pueden ser atribuidos a la presencia o ausencia de la plenitud del Espíritu. El
que desea hacer la voluntad de Dios debe, por consiguiente, entrar por completo
en el privilegio que Dios le ha dado al ser morada del Espíritu y tener la
capacidad de rendir completamente su vida al Espíritu de Dios.
B. Condiciones Para La
Plenitud Del Espíritu.
Frecuentemente se han señalado tres sencillos
mandamientos como la condición para ser llenos con el Espíritu. En 1 Ts. 5:19 se da el mandamiento: «No apaguéis al
Espíritu.» En Efesios 4:30 se
instruye a los cristianos: «y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual
fuisteis sellados para el día de la redención.» Un tercero, como
instrucción más positiva, se da en Gálatas
5:16: «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne.» Aunque otros pasajes arrojan luz sobre estas básicas
condiciones para ser llenos con el Espíritu, estos tres pasajes resumen la idea
principal.
1. El mandamiento
de «no
apaguéis el Espíritu», en 1 Ts. 5:19,
aunque no se explique en su contexto, está usando en forma obvia la figura del
fuego como un símbolo del Espíritu Santo. En la forma en que se hace mención de
apagar el fuego en Mt. 12:20 y He. 11:34
se ilustra lo que se quiere decir.
De acuerdo a Ef. 6:16, «el escudo de la fe» es
capaz de «apagar los dardos de fuego del maligno». Por consiguiente, apagar el
Espíritu es ahogar o reprimir al Espíritu y no permitirle que cumpla su obra en
el creyente. Puede definirse simplemente como el decir «No», o de no tener la
voluntad de dejar al Espíritu conducirse a su manera. El pecado original de
Satanás fue la rebelión contra Dios. Is. 14:14. Y cuando un
creyente dice «yo quiero» en lugar de decir como Cristo dijo en Getsemaní: «No se haga mi
voluntad, sino la tuya» (Lc. 22:42),
entonces está apagando al Espíritu.
Para que pueda experimentarse la plenitud del
Espíritu es necesario para un cristiano que rinda su vida al Señor. Cristo
observó que un hombre no puede servir a dos señores. Mt. 6:24. Y a los cristianos se les exhorta constantemente a
que se rindan a sí mismos a Dios. Al hablar de la rendición a la voluntad de
Dios en la vida de un cristiano, Pablo escribió en Ro. 6:13: «Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como
instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de
entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.» Aquí se declara claramente
la opción ante cada cristiano: él puede rendirse a sí mismo tanto a Dios como
al pecado.
Un pasaje similar se encuentra en Ro. 12:1-2. Al presentar la obra de salvación y
santificación en la vida del creyente, Pablo encarece a los romanos: «Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación
de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de
Dios, agradable y perfecta.»
En ambos pasajes -Romanos 6:13 y 12:1- se usa la misma
palabra griega. El tiempo del verbo está en aoristo, lo cual significa
«rendirse a Dios de una vez y para siempre». De acuerdo a esto, la experiencia
de ser lleno con el Espíritu sólo puede ser llevada a cabo cuando un cristiano
toma el paso inicial de presentar su cuerpo en sacrificio vivo. El cristiano ha
sido preparado para esto por medio de la salvación, lo cual hace al sacrificio
santo y aceptable delante de Dios. Es razonable de parte de Dios esperar esto
habiendo muerto Cristo por este individuo.
Al presentar su cuerpo, el cristiano
debe enfrentar el hecho de que no debe de conformarse exteriormente al mundo,
sino que interiormente debe de ser transformado por el Espíritu Santo con el
resultado de que su mente sea renovada para reconocer los valores espirituales. El es capaz de distinguir lo que no es la voluntad
de Dios, de lo que es la «buena, agradable y
perfecta voluntad de Dios» (Ro. 12: 2).
La rendición no se hace en referencia a algún punto
en particular, sino que más bien discierne la voluntad de Dios para la vida en
cada asunto particular. Es, por lo tanto, una actitud de estar deseoso de hacer
cualquier cosa que Dios quiera que el creyente haga. Es el hacer la voluntad
final de Dios en su vida y estar dispuesto a hacer cualquier cosa cuando sea,
donde sea y como Dios pueda dirigirla. El hecho de que la exhortación «no apaguéis el Espíritu» está en tiempo presente
indica que ésta debería ser una experiencia continua iniciada por el acto de la
rendición.
Un cristiano que desea estar continuamente rendido
a Dios encuentra que esta rendición se relaciona con varios aspectos. Es, en primer
lugar, una rendición a la Palabra de Dios en sus exhortaciones y su verdad. El
Espíritu Santo es el Maestro, y a medida que va conociendo la verdad, un
creyente debe rendirse a ésta a medida que la va comprendiendo. El rehusar
someterse a la Palabra de Dios hace que la plenitud del Espíritu sea imposible.
La rendición también se relaciona con la guía. En
muchos casos la Palabra de Dios no es explícita en cuanto a decisiones que un
cristiano tiene que enfrentar. Aquí el creyente debe de ser guiado por los
principios de la Palabra de Dios, y el Espíritu de Dios puede darle la guía
sobre las bases de lo que la Escritura revela. De acuerdo a ello, la obediencia
a la guía del Espíritu es necesaria para la plenitud del Espíritu. Ro. 8:14.
En algunos casos el Espíritu puede ordenar a un
cristiano que haga algo y en otras ocasiones puede prohibirle que siga el curso
de una acción. Una ilustración es la experiencia de Pablo, quien fue impedido
de predicar el evangelio en Asia y Bitinia en las primeras etapas de su
ministerio y más tarde se le instruyó que fuera a estas mismas áreas a
predicar. La plenitud del Espíritu incluye el seguir la guía del Señor. Hch. 16:6-7. Hch. 19:10.
Un cristiano también debe de estar rendido a los
hechos providenciales de Dios, los cuales a menudo acarrean situaciones o
experiencias que no son deseadas por el individuo. De acuerdo a ello, un
creyente debe de entender lo que es ser sumiso a la voluntad de Dios aun cuando
ello implique el sufrimiento y sendas que en sí mismas no son placenteras.
La suprema ilustración de lo que significa ser
lleno con el Espíritu y rendido a Dios es el Señor Jesucristo mismo. En
Filipenses se revela que Jesús, al venir a la tierra y morir por los pecados
del mundo, estaba deseando ser lo que Dios había escogido, deseando ir donde
Dios había elegido y deseando hacer lo que Dios había decidido. Un creyente que
desea ser lleno con el Espíritu debe tener una actitud similar en cuanto a
rendición y obediencia. Fil. 2:5-11.
2. En conexión con
la plenitud del Espíritu, se le exhorta también a «no contristar al Espíritu» (Ef.
4:30). Aquí se presume que el pecado ha entrado
en la vida de un cristiano y como un hecho de su experiencia ha sobrevenido la
falta de rendición. Para poder entrar en un estado en el que pueda ser lleno
con el Espíritu, o para volver a tal estado, se le exhorta a que no continúe en
su pecado, el cual contrista al Espíritu Santo. Cuando en el creyente, el Espíritu
de Dios es contristado, la comunión, guía, instrucción y poder del Espíritu es
estorbado; el Espíritu Santo, aunque está morando, no está libre para cumplir
su obra en la vida del creyente. La experiencia de la plenitud del Espíritu
puede ser afectada por las condiciones físicas.
Un cristiano que físicamente está cansado,
hambriento o enfermo puede no experimentar el gozo normal y la paz, los cuales
son frutos del Espíritu. El mismo apóstol que exhorta a ser llenos con el
Espíritu confiesa en 2 Corintios 1: 8-9 que ellos
estuvieron «abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de
tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida». De acuerdo a ello,
aun un cristiano lleno con el Espíritu puede experimentar algún trastorno
interior. Sin embargo, cuanto más grande sea la necesidad en las circunstancias
del creyente, mayor es la necesidad de la plenitud del Espíritu y la rendición
a la voluntad de Dios para que el poder del Espíritu pueda ser manifestado en
la vida individual. Cuando un cristiano toma conciencia del hecho de que ha
contristado al Espíritu Santo, el remedio está en cesar de contristar al
Espíritu, como se expresa en Efesios traducido literalmente.
Ef. 4:30. Esto puede
cumplirse obedeciendo 1 Jn. 1:9, donde se instruye al hijo de Dios: «Si confesamos
nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad.» Este pasaje
se refiere a un hijo de Dios que ha pecado contra su Padre Celestial. La vía de
restauración está abierta porque la muerte de Cristo es suficiente, para todos
sus pecados. 1 Jn. 2:1-2.
Así, la manera de volver a la comunión con Dios
para un, creyente es confesar sus pecados a Dios, reconociendo nuevamente las
bases para el perdón en la muerte de Cristo y deseando la restauración a una
comunión íntima con Dios el Padre, así como también con el Espíritu Santo. No
es un es un asunto de justicia en una corte legal, sino más bien una relación
restaurada entre padre e hijo que se había descarriado. El pasaje asegura que
Dios es fiel y justo para perdonar el pecado y quitarlo como una barrera que se
interpone en la comunión cuando un cristiano confiesa sinceramente su iniquidad
a Dios.
Mientras que en algunas situaciones la confesión
del pecado puede requerir que se vaya a los individuos que han sido ofendidos y
corregir las dificultades, la idea principal es establecer una nueva relación
íntima con Dios mismo. Confesando sus pecados, el cristiano debe de estar
seguro de que del lado divino el perdón es inmediato. Cristo, como el
intercesor del creyente y como el que murió en la cruz, ha hecho ya todos los
ajustes necesarios del lado celestial.
La restauración a la comunión está
sujeta, por lo tanto, sólo a la actitud humana de confesión y rendición. La
Biblia también advierte al creyente contra los serios resultados de estar
contristando continuamente al Espíritu. Esto, a veces, resulta en el castigo de
Dios para con el creyente con el propósito de restaurarle, como se menciona en:
He. 12:5-6. 1 Co. 11:31-32. En cualquier caso, hay una
pérdida inmediata cuando un cristiano está caminando fuera de la comunión con
Dios, y existe el constante peligro del juicio severo de Dios como un padre
fiel que trata con su, hijo errado.
3. El andar en el Espíritu es
un mandamiento positivo, en contraste a los mandamientos previos, los cuales
son negativos. Caminar en el Espíritu es un mandamiento para apropiarse del
poder y la bendición que es provista por el Espíritu que mora en el creyente.
El andar en el Espíritu es un mandamiento en el tiempo presente, esto es, un
cristiano debe de mantenerse andando por medio del Espíritu.
Ga. 5:16. El nivel
cristiano de la vida espiritual es alto, y él no es capaz de cumplir la
voluntad de Dios aparte del poder de Dios. De acuerdo a ello, la provisión del
Espíritu, que mora, hace posible para el cristiano el estar andando por medio
del poder y la guía del Espíritu que vive en él.
El andar en el Espíritu es un acto de fe. Depende
del Espíritu el hacer lo que sólo el Espíritu puede hacer. Las altas normas de
la era presente, donde se nos ordena amar como Cristo ama. Jn. 13:34. Jn. 15:12. Y donde se ordena que cada pensamiento sea
traído a la obediencia en Cristo, son imposibles aparte del poder del Espíritu.
2 Co. 10:5. De igual manera, las otras manifestaciones de vida
espiritual, tales como el fruto del Espíritu Ga. 5:22-23.
Y mandamientos como «estad
siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la
voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Ts. 5:16-18), son imposibles a menos que uno esté andando en el
Espíritu. Obtener una norma alta de vida espiritual es de lo más difícil porque
el cristiano está viviendo en un mundo pecador y está bajo constante influencia
maligna. Jn. 17:15. Ro. 12:2. 2 Co. 6:14. Ga. 6:14. 1 Jn.
2:15. De
igual manera, el cristiano tiene oposición por el poder de Satanás y está
comprometido en una lucha incesante con este enemigo de Dios. 2 Co. 4:4. 2 Co. 11:14. Ef. 6:12.
Además del conflicto con el sistema mundial y con
Satanás, el cristiano tiene un enemigo de dentro, su antigua naturaleza, la
cual desea conducirle de vuelta a la vida de obediencia a la carne pecaminosa. Ro. 5:21. Ro. 6:6. 1 Co. 5:5. 2 Co. 7:1. 2 Co. 10:2-3. Ga. 5:16-24. Ga.
6:8. Ef. 2:3.
Por estar la antigua naturaleza constantemente en
guerra con la nueva naturaleza en el cristiano, sólo la continua dependencia en
el Espíritu de Dios puede traer victoria. Así es que, aunque algunos han
llegado a la conclusión errónea de que un cristiano puede alcanzar una
perfección sin pecado, existe la necesidad de caminar constantemente en el
Espíritu para que este poder pueda llevar a cabo la voluntad de Dios en la vida
de un creyente. Al creyente le espera la perfección final del cuerpo y el
espíritu en el cielo, pero la lucha espiritual continúa sin disminuir hasta la
muerte o el traslado espiritual. Todas estas verdades enfatizan la importancia
de apropiarse del Espíritu andando en su poder y guía y dejando que el Espíritu
tenga control y dirección de una vida cristiana.
C. Los Resultados De La
Plenitud Del Espíritu.
Cuando uno está rendido a Dios y lleno con el
Espíritu vienen imprevisibles resultados.
1. Un cristiano que
camina en el poder del Espíritu experimenta una santificación progresiva, una
santidad de vida en la cual el fruto del Espíritu está cumplido. Esta es la
suprema manifestación del poder del Espíritu y es la preparación terrenal para
el tiempo cuando el creyente, en los cielos, será completamente transformado a
la imagen de Cristo. Ga. 5:22-23.
2. Uno de los
importantes ministerios del Espíritu es el de enseñar al creyente las verdades
espirituales. Sólo mediante la guía e iluminación del Espíritu un creyente
puede comprender la infinita verdad de la Palabra de Dios. Así como el Espíritu
de Dios es necesario para revelar la verdad concerniente a la salvación, antes
de que una persona pueda ser salva, así el Espíritu de Dios guía también al
cristiano a toda verdad. Jn.
16:7-11. Jn. 16:12-14. Las cosas profundas de
Dios, verdades que sólo pueden ser comprendidas por un hombre enseñado por el
Espíritu, son reveladas a uno que está andando por el Espíritu. 1 Co. 2:9. 1 Co. 3:2.
3. El Espíritu
Santo es capaz de guiar a un cristiano y aplicar las verdades generales de la
Palabra de Dios a la situación particular del cristiano. Esto es lo que se
expresa en Romanos 12:2, demostrando «cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta». Como el siervo de Abraham, un cristiano puede experimentar la
declaración «guiándome Jehová en el camino» (Gn. 24:27). Una guía tal es la
experiencia normal de los cristianos que están en una relación correcta con el
Espíritu de Dios. Ro. 8:14. Ga.
5:18.
4. La seguridad de la salvación es otro resultado
importante de la comunión con el Espíritu. De acuerdo a Ro. 8:16, «el Espíritu mismo da testimonio a
nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios». Es normal para un cristiano
el tener la seguridad de su salvación, como lo es para un individuo el saber
que está físicamente vivo. Ga. 4:6. 1 Jn. 3:24. 1 Jn. 4:13.
5. Toda la adoración y el
amor de Dios son posibles solamente cuando uno está andando por el Espíritu. En
el contexto de la exhortación de Efesios 5: 18 los versículos siguientes
describen la vida normal de adoración y comunión con Dios. Una persona fuera de
la comunión no puede adorar verdaderamente a Dios aun cuando asista a los
servicios de la iglesia en bellas catedrales y cumpla con el ritual de la
adoración. La adoración es un asunto del corazón, y como Cristo le dijo a la
mujer samaritana: «Dios es Espíritu; y los
que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren» (Jn. 4:24). Efe 5:18-21.
6. Uno de los
aspectos más importantes de la vida de un creyente es su oración de comunión
con el Señor. Aquí nuevamente el Espíritu de Dios debe guiar y dirigir si la
oración ha de ser inteligente. Aquí también debe de comprenderse la Palabra de
Dios si la oración ha de ser de acuerdo a la Palabra de Dios: La verdadera
alabanza y acción de gracias son imposibles aparte de la capacitación del
Espíritu. Además de la oración del creyente mismo, el Espíritu intercede por el
creyente. De acuerdo a ello, una vida de oración efectiva depende del andar en
el Espíritu. Ro. 8:26.
7. Además de todas las
cualidades ya mencionadas, toda la vida de servicio y el ejercicio de sus dones
naturales y espirituales dependen del poder del Espíritu. Cristo se refirió a
esto en Jn. 7:38-39, donde describió la obra
del Espíritu como un río de agua viva fluyendo del corazón del hombre. De
acuerdo a esto, un cristiano puede tener grandes dones espirituales y no
usarlos por no estar andando en el poder del Espíritu. En contraste, otros con
relativamente pocos dones espirituales pueden ser usados grandemente por Dios
porque están andando en el poder del Espíritu. La enseñanza de la Escritura
sobre la plenitud del Espíritu es, por lo tanto, una de las líneas de verdad
más importantes que un cristiano deben comprender, aplicar y apropiarse de
ella.
PREGUNTAS.
1. ¿Qué diferencia hay entre la plenitud del
Espíritu y la obra del Espíritu en la salvación?
2. ¿Qué ejemplos de plenitud del Espíritu pueden
observarse antes del día de Pentecostés?
3. ¿Estaba la plenitud del Espíritu al alcance de
todo aquel que se rindiera a Dios antes de Pentecostés?
4. ¿Cómo la venida del Espíritu en el día de
Pentecostés cambió la posibilidad de ser llenos con el Espíritu?
5. Definir la plenitud del Espíritu.
6. Contrastar el ser llenado con el Espíritu con la
madurez espiritual.
7. ¿Cualquier cristiano puede ser lleno del
Espíritu?
8. ¿Cuál es la relación entre la plenitud del
Espíritu y la madurez espiritual?
9. ¿En qué sentido hay tres grados de manifestación
de la plenitud del Espíritu?
10. ¿Qué ilustraciones destacables de ser llenos
con el Espíritu se encuentran en el libro de los Hechos?
11. ¿A qué, y porqué, compara Pablo el ser lleno
con el Espíritu en Efesios 5.18?
12. ¿Por qué es inexacto referirse a la plenitud
del Espíritu como una segunda obra de gracia?
13. ¿Qué significa el mandamiento de «no apaguéis
el Espíritu»?
14. ¿Por qué es necesario rendirse a Dios para ser
lleno con el Espíritu?
15. Contrastar el paso inicial de presentar el
cuerpo como un sacrificio vivo con la vida de continua rendición.
16. Nombrar los varios aspectos de la rendición de
un cristiano a Dios.
17. ¿Por qué Cristo es el ejemplo supremo de la
rendición a Dios?
18. ¿Cuál es el significado del mandamiento «no
contristéis al Espíritu»?
19. ¿Cómo las circunstancias de un cristiano
afectan su experiencia de ser lleno con el Espíritu?
20. ¿Cuál es el remedio al haber contristado al
Espíritu?
21. ¿Por qué un cristiano confiesa su pecado
confiando que será perdonado?
22. ¿Cuáles son algunos de los serios resultados de
continuar contristando al Espíritu?
23. Definir lo que significa andar en el Espíritu.
24. ¿Por qué la elevada norma de vida espiritual en
el cristiano hace que el andar en el Espíritu sea necesario?
25. ¿Por qué es necesario andar en el Espíritu a la
luz del hecho de que los cristianos viven en un mundo pecador?
26. ¿Por qué el andar en el Espíritu es necesario
en vista de la naturaleza pecaminosa del cristiano?
27. ¿Por qué la necesidad de andar en el Espíritu
demuestra que es imposible para un cristiano alcanzar la perfección sin pecado
en esta vida?
28. Nombrar y definir brevemente siete resultados
de la plenitud del Espíritu.
29. Nombrar las razones importantes para que un
cristiano sea lleno del Espíritu.
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