Es tiempo de
sumergirnos en Dios y su Palabra buscando el amor, la gracia, la misericordia y
la fortaleza que vienen del Padre Celestial en estos tiempos; es por eso que
empezamos con el estudio de los módulos del Seminario Bíblico Reina
Valera: TEOLOGÍA
SISTEMÁTICA 1 y TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 2.
Juan 5:39. Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 1. Es el estudio de las doctrinas acerca de la Biblia: su revelación, inspiración, iluminación e infalibilidad; las doctrinas de Dios: la Trinidad, los atributos y los nombres de Dios; las doctrinas de Cristo: Su persona, deidad, humanidad y carácter; las doctrinas del Espíritu Santo: Su deidad, persona, obra en la elección, la regeneración y la Santificación, más el fruto, los dones, el bautismo y la plenitud del Espíritu; y las doctrinas acerca del hombre: su creación original y su caída en pecado.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA
2. Es el
estudio de las doctrinas bíblicas de la salvación: expiación, sustitución,
redención, reconciliación, propiciación, justificación, elección,
predestinación, regeneración, conversión, arrepentimiento, la adopción y la
unión mística del creyente con Cristo. Incluye el estudio de las
doctrinas acerca de la iglesia: sus miembros, propósito, comisión, culto,
organización y ordenanzas. Incluye el estudio de las profecías de la
Biblia: principalmente las no cumplidas todavía como el arrebatamiento de la
iglesia, la Tribulación, la segunda venida de Jesucristo, el reino milenial,
los juicios finales y el estado eterno.
Clase 21. Los Pactos por
Lewis Sperry Chafer
La Biblia revela que a Dios le ha placido
establecer pactos con los hombres. Ocho de estos pactos se hallan mencionados
en las sagradas páginas y ellos incorporan los hechos más vitales en la
relación que el hombre ha tenido con Dios a través de toda la historia de la
raza humana. Cada pacto representa un propósito divino y la mayoría de ellos
constituyen una absoluta predicción tanto como una promesa inalterable del
cumplimiento de todo lo que Dios ha determinado. Si llevamos nuestra
consideración del tema hasta el tiempo cuando los pactos fueron hechos,
descubrimos que ellos siempre anticiparon el futuro y tenían el propósito de
ser un mensaje de certidumbre para aquellos con quienes el pacto era
establecido. Además de los pactos bíblicos, los teólogos han sugerido tres
pactos teológicos que tienen que ver con la salvación del hombre.
A. Los pactos teológicos.
Para definir el eterno propósito de Dios, los
teólogos han sostenido la teoría de que es el propósito central de Dios el
salvar a los elegidos, aquellos escogidos para salvación desde la eternidad
pasada. De acuerdo a ello, consideran la historia primeramente como la obra
exterior para el plan de Dios en cuanto a la salvación. Desarrollando esta
doctrina, ellos han expuesto tres pactos teológicos básicos.
1. Se dice que con
Adán se estableció un pacto de obras. La provisión del pacto era tal que si
Adán obedecía a Dios, él sería guardado seguro en su estado espiritual y
recibiría la vida eterna. Se afirma que este pacto es sostenido por la
advertencia concerniente al árbol del conocimiento del bien y del mal, «porque el día
que de él comieres, morirás» (Gn. 2:17). Se
deduce que si él no hubiera comido del árbol, no hubiese muerto y, como los
santos ángeles, hubiese sido confirmado en su estado santo. Este pacto está
basado casi totalmente en la deducción y no es llamado un pacto en la Biblia, y
por esta razón es rechazado por muchos estudiosos de la Escritura por tener
poca base.
2. Otro pacto
sugerido es el pacto de la redención, en el cual se insinúa la enseñanza de que
fue establecido un pacto entre Dios el Padre y Dios el Hijo en relación a la
salvación del hombre en la eternidad pasada. En este pacto el Hijo de Dios se
comprometió en proveer la redención para la salvación de aquellos que creyeran,
y Dios prometió aceptar su sacrificio.
Este pacto tiene más sostenimiento en las
Escrituras que el pacto de obras en que la Biblia declara claramente que el
plan de Dios para la salvación es eterno, y que en aquel plan Cristo tenía que
morir como un sacrificio por el pecado y Dios tenía que aceptar aquel
sacrificio como una base suficiente para salvar a aquellos que creyeran en
Cristo. De acuerdo a Efesios 1:4: «Según
nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y
sin mancha delante de él.» También en referencia a nuestra posición en Cristo,
se declara en Efesios 1:11: «En
él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito
del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad.»
De estas y de otras Escrituras está claro que el
propósito de DIOS para la salvación es eterno. Se sugiere que un pacto formal
fue acordado entre Dios el Padre y Dios el Hijo del hecho de que el propósito
de Dios es también una promesa.
3. Aun otra tentativa es el
contemplar el eterno propósito de Dios en la salvación como un pacto de gracia.
En este punto de vista Cristo es contemplado como el Mediador del pacto y el
representante de aquellos quienes ponen su confianza en Él. Los individuos
encuentran las condiciones de este pacto cuando colocan su fe en Jesucristo
como Salvador. Aunque este pacto es también una deducción del plan eterno de
salvación, tiende a enfatizar el carácter de gracia de la salvación de Dios. El
pacto de la redención y el pacto de gracia, en consecuencia, tienen algunas
bases escriturales y son más aceptables para la mayoría de los estudiosos de la
Biblia que el concepto del pacto de obras, el cual no tiene base escritural.
Sin embargo, se ha levantado el problema de que
aquellos que son adeptos a estos pactos teológicos siempre hacen del plan de
Dios para la salvación su propósito primordial en la historia humana. Así ellos
tienden a ignorar los particulares sobre el plan de Dios para Israel, el plan
de Dios para la Iglesia y el plan de Dios para la nación. Mientras que es
verdad que el plan de Dios para la salvación es un aspecto importante de su
propósito eterno, no es la totalidad del plan de Dios. Un punto de vista mejor es
que el plan de Dios para la historia es revelar su gloria, y Él no hace esto
solamente salvando a los hombres, sino que también por medio del cumplimiento
de sus propósitos y revelándose a sí mismo a través de sus tratos con Israel,
con la iglesia y con las naciones.
De acuerdo a ello, es preferible contemplar la
historia a través de ocho pactos bíblicos, los cuales revelan los propósitos
esenciales de Dios a lo largo de la historia de la Humanidad y que incluye el
plan de Dios para la salvación. Aquellos que enfatizan los pactos teológicos
son llamados a menudo «teólogos de los pactos», mientras que, por el contrario,
aquellos que enfatizan los pactos bíblicos son llamados «dispensacionalistas»,
porque los pactos bíblicos revelan las distinciones en las varias etapas en la
historia humana, las cuales están manifiestas en las dispensaciones.
B. Los pactos bíblicos.
Los pactos de Dios contenidos en la Biblia se
clasifican en dos clases, aquellos que son condicionales y los que son
incondicionales. Un pacto condicional es uno en el cual la acción de Dios es en
respuesta a alguna acción de parte de aquellos a quienes va dirigido el pacto.
Un pacto condicional garantiza que Dios hará su parte con absoluta certeza
cuando se satisfacen los requisitos humanos, pero si el hombre fracasa, Dios no
está obligado a cumplir su pacto.
Un pacto incondicional, mientras que puede incluir
ciertas contingencias humanas, es una declaración de cierto propósito de Dios,
y las promesas de un pacto incondicional serán ciertamente cumplidas en el
tiempo y a la manera de Dios. De los ocho pactos bíblicos sólo el edénico y el
mosaico eran condicionales. Sin embargo, aún bajo los pactos incondicionales
hay un elemento condicional como si se aplicara a ciertos individuos. Un pacto
incondicional se distingue de uno condicional por el hecho de que su
cumplimiento esencial es prometido por Dios y depende del poder y la soberanía
de Dios.
1. El pacto edénico fue el
primer pacto que Dios hizo con el hombre y fue un pacto condicional con Adán en
el cual la vida y bendición o la muerte y la maldición dependían de la
fidelidad de Adán.
Gn. 1:26-31. Gn. 2:16-17. El pacto edénico incluía
el dar a Adán la responsabilidad de ser el padre de la raza humana, sojuzgar la
tierra, tener dominio sobre los animales, cuidar del huerto y no comer del
árbol del conocimiento del bien y del mal. Por haber fracasado Adán y Eva al
comer de la fruta prohibida, fue impuesta la pena de muerte para la
desobediencia. Adán y Eva murieron espiritualmente de inmediato y necesitaron
nacer de nuevo para poder ser salvos. Más tarde también murieron físicamente.
Su pecado hundió a toda la raza humana en un molde de pecado y muerte.
2. El pacto adámico fue
hecho con el hombre después de la caída.
Este es un pacto incondicional en el que Dios
declara al hombre lo que será su porción en la vida por causa de su pecado.
Aquí no hay lugar para ninguna apelación, ni se implica responsabilidad alguna
de parte del hombre.
Gn. 3:16-19. Como un todo, el
pacto provee importantes rasgos, los cuales condicionan la vida humana desde
este punto en adelante. Incluido en este pacto está el hecho de que la serpiente
usada por Satanás es maldita. Gn.
3:14. Ro. 16:20. 2 Co. 11:3,14. Ap. 12:9. Se da
la promesa del Redentor, la cual es luego cumplida en Cristo. Gn. 3:15. Se
detalla el lugar de la mujer en cuanto a estar sujeta a una concepción
múltiple, al dolor y la pena en la maternidad, y en cuanto a la posición del
hombre como cabeza.
Gn. 1:26-27. 1 Co. 11:7-9. Ef.
5:22-25. 1 Ti. 2:11-14. El hombre debería, en lo sucesivo, de ganar
el pan con el sudor de su frente. Gn.
2:15. Gn. 3:17-19. La vida del hombre sería
dolorosa y con la muerte por final. Gn.
3:19. Ef. 2:5. Por un período bastante extenso,
el hombre continúa desde ese punto en adelante viviendo bajo el pacto adámico.
3. El pacto de Noé fue hecho
con Noé y sus hijos. Este pacto, mientras que repite algunos de los rasgos del
pacto adámico, introdujo un nuevo principio de gobierno humano como un medio de
frenar el pecado.
Gn. 9:1-18. Como el pacto
adámico, era incondicional y revelaba el propósito de Dios para la generación
subsiguiente a Noé. Las provisiones del pacto incluían el establecimiento del
principio del gobierno humano, en el que se instituyó la pena capital para
aquellos que tomaran la vida de otro hombre. Fue reafirmado el orden normal de
la Naturaleza. Gn. 8:22. Gn. 9:2.
Y al hombre le fue permitido comer carne fresca de
animales en lugar de vivir solamente de vegetales, como parece haberlo hecho
antes del diluvio. Gn. 9:3-4. El pacto con Noé incluía la profecía concerniente a los
descendientes de sus tres hijos y designaba a Sem como el único de quien
vendría la línea divina que seguiría hasta que el Mesías viniera. Gn. 9:25-27.
El dominio de las naciones gentiles en la historia
del mundo está implicado en la profecía concerniente a Jafet. Así como el pacto
adámico introdujo la dispensación de la conciencia, así el pacto con Noé
introdujo la dispensación del gobierno humano.
4. El pacto
abrahámico es una de las grandes revelaciones de Dios concernientes a la
historia futura, y en él fueron dadas profundas promesas a lo largo de tres
líneas.
Gn. 12:1-4. Gn. 13:14-17. Gn.
15:1-7. Gn. 17:1-8. Primero de todo, fueron dadas promesas a Abraham de
que él tendría gran descendencia. Gn. 17:16. Que tendría mucha
bendición personal, que su nombre sería grande
y que él personalmente sería una bendición. Gn. 13:14-15,17. Gn.
15:6,18. Gn. 24:34-35. Jn. 8:56. Gn. 12:2.
Segundo, a través de Abraham fue hecha la promesa
de que emergería una gran nación (Gn. 12:2). En el propósito
de Dios esto tiene referencia primeramente a Israel y a los descendientes de
Jacob, quienes formaron las doce tribus de Israel. A esta nación le fue dada la
promesa de la tierra. Gn. 12:7. Gn.
13:15. Gn. 15:18-21. Gn. 17:7-8. Una tercera
área principal del pacto fue la promesa de que por medio de Abraham vendría
bendición al mundo entero. Gn.
12:3.
Esto tendría su cumplimiento en que Israel sería el
canal especial de la revelación divina de Dios, la fuente de los profetas
quienes revelarían a Dios y proveerían de la Escritura a los escritores
humanos. En forma suprema, la bendición a las naciones sería provista a través
de Jesucristo, quien sería un descendiente de Abraham. Dada la relación
especial de Israel con Dios, Dios pronunció una solemne maldición sobre
aquellos que maldijeran a Israel y una bendición sobre aquellos quienes
bendijeran a Israel (Gn. 12:3).
El pacto con Abraham, como el adámico y el de Noé,
es incondicional. Mientras que cualquier generación particular de Israel podría
disfrutar de sus provisiones con sólo ser obedientes, y podrían, por ejemplo,
ser guiados hacia la cautividad si ellos eran desobedientes, el propósito
esencial de Dios para bendecir a Israel, para revelarse a sí mismo a través de
Israel, para proveer redención a través de Israel y para traerle dentro de la
Tierra Prometida es absolutamente cierto, porque depende del soberano poder y
voluntad de Dios, más que del hombre.
A pesar de los muchos fracasos de Israel en el
Antiguo Testamento, Dios se reveló a sí mismo y encauzó la escritura de los
textos sagrados, y finalmente nació Cristo, vivió y murió y se levantó
resucitando exactamente como la Palabra de Dios lo había anticipado. A pesar
del fracaso humano, los propósitos de Dios son ciertos en su cumplimiento.
5. El pacto mosaico fue dado a
través de Moisés para los hijos de Israel mientras que estaban viajando desde
Egipto hacia la Tierra Prometida. Ex. 20:1. Ex. 31:18. En Éxodo, y
ampliado en muchas otras porciones de las Escrituras, Dios le dio a Moisés la
ley que era para gobernar su relación con el pueblo de Israel. Los
aproximadamente seiscientos mandamientos específicos están clasificados en tres
divisiones principales:
a) Los mandamientos,
conteniendo la voluntad expresada de Dios. Ex. 20:1-26.
b) Los juicios,
relacionados a la vida social y cívica de Israel. Ex. 21:1. Ex. 24:11.
c) Las ordenanzas. Ex. 24:12. Ex. 31:18. La ley mosaica era un pacto condicional e
incorporaba el principio de que si Israel era obediente, Dios les bendeciría,
pero si Israel era desobediente, Dios les maldeciría y les disciplinaría. Esto
es destacado especialmente en Deuteronomio
28. Aunque ya se había anticipado que Israel
fracasaría, Dios prometió que Él no abandonaría a su pueblo. Jer. 30:11. El
pacto mosaico también fue temporal y terminaría en la cruz de Cristo. Aunque
contenía elementos de gracia, era básicamente un pacto de obras.
6. El pacto palestino era un pacto incondicional en
conexión con la posesión final de la tierra por parte de Israel. Dt. 30:1-10. Este pacto se ilustra como un pacto básicamente
incondicional y seguro en su cumplimiento; sin embargo, tiene elementos
condicionales para cualquier generación en particular. La promesa dada a
Abraham en Gn. 12:7, y reafirmada luego a
través del Antiguo Testamento, sería que la simiente de Abraham poseería la
tierra.
No obstante, a causa de la desobediencia y el
fracaso, Jacob y sus descendientes vivieron en Egipto cientos de años antes del
Éxodo. Así, manteniendo el propósito de Dios, ellos volvieron y poseyeron, por
lo menos, una porción de la tierra. Más tarde, a causa de la desobediencia y la
negligencia a la ley de Dios, ellos fueron sometidos a los cautiverios asirio y
babilónico. Otra vez en la gracia de Dios, les fue permitido volver después de
setenta años del cautiverio babilónico y reposeer la tierra hasta que Jerusalén
fue destruida en el 70 d.C. Sin embargo, a pesar de todos los fracasos, a
Israel se le promete que volverá a la tierra, vivirá allí en seguridad y con
bendición y nunca será dispersada nuevamente.
Ez. 39:25-29. Am. 9:14-15. El retorno
presente de Israel a la tierra es, por lo tanto, altamente significativo porque
cumple la primera etapa del regreso de Israel, necesario para establecer el
escenario para el fin de los tiempos. La vuelta de Israel será completada hasta
el último hombre después de que Jesucristo vuelva y establezca su reino (Ez. 39:25-29). Mientras que cualquier generación pudiera haber sido sacada fuera de
la tierra por su desobediencia, el propósito final de Dios de traer a su pueblo
dentro de su Tierra Prometida es incondicional y cierto en su cumplimiento.
El pacto palestino, de acuerdo a ello, incluye la
dispersión de Israel por la incredulidad y la desobediencia. Gn. 15:13. Dt. 28:63-68. Tiempos de arrepentimiento y restauración. Dt. 30:2. La
recolección de Israel. Dt. 30:3. Jer.
23:8. Jer. 30:3. Jer. 31:8. Ez. 39:25-29. Am. 9:9-15. Hch. 15:14-17. Is.
11:11-12. Jer. 23:3-8. Su conversión espiritual
y restauración nacional. Os.
2:14-16. Ro. 11:26-27. Su seguridad y
prosperidad final como nación y el juicio divino para sus opresores. Am. 9:11-15. Is. 14:1-2. Jl. 3:1-8. Mt. 25:31-46.
7. El pacto
davídico era un pacto incondicional en el cual Dios prometió a David un linaje
real sin fin, un trono y un reino, todos ellos para siempre. 2 S. 7:4-16. 1 Cr. 17:3-15. En la declaración de este pacto Jehová se reserva el
derecho de interrumpir el actual reinado de los hijos de David si era necesario
el castigo, pero la perpetuidad del pacto no podía ser quebrantada. 2 S. 7:14-15. Sal. 89:20-37. Como el pacto abrahámico garantizaba a Israel una
identidad eterna como nación. Jer.
31:36. Y la posesión eterna de la tierra. Gn. 13:15. 1 Cr. 16:15-18. Así el pacto davídico les garantizaba un trono eterno y
un reino eterno. Dn. 7:14. Desde el día en que el pacto fue establecido y confirmado
por el juramento de Jehová. Hch.
2:30. Hasta el nacimiento de Cristo, a David no
le faltó un hijo que se sentase en el trono. Jer. 33:21.
Y Cristo el eterno Hijo de Dios e Hijo de David,
siendo el justo heredero de aquel trono y el Único que se sentaría en aquel
trono, completa el cumplimiento de esta promesa hecha a David de que un hijo se
sentaría en este trono para siempre. Lc. 1:31-33. El pacto davídico es el
más importante en asegurar el reino milenial, en el cual Cristo reinará sobre
la tierra. David, resucitado, reinará por debajo de Cristo como un príncipe
sobre la casa de Israel. Jer. 23:5-6. Ez. 34:23-24. Ez. 37:24. El pacto
davídico no es cumplido por Cristo reinando en su trono en los cielos, puesto
que David nunca se ha sentado ni se sentará en el trono del Padre. Es más bien
un reino terrenal y un trono terrenal. El pacto davídico es, por consiguiente,
la clave del programa profético de Dios que aún está por cumplirse. Mt. 25:31.
8. El nuevo pacto,
profetizado en el Antiguo Testamento y que tendrá su cumplimiento primario en
el reino milenial, es también un pacto incondicional. Jer. 31:31-33. Como lo describe Jeremías, es un pacto
hecho «con
la casa de Israel y con la casa de Judá» (v. 31). Es un nuevo pacto en contraste con el pacto mosaico, el
cual fue roto por Israel (v. 32).
En el pacto Dios promete: «Después de
aquellos días, dice Jehová: Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las
escribiré; y seré yo a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo» (v.
33).
A causa de esta íntima y personal revelación de
Dios, y su voluntad para con su gente, continúa en Jeremías 31:34 para declarar: «y no enseñará
más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová:
porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande,
dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su
pecado.»
Este pasaje anticipa las circunstancias ideales del
reino milenial donde Cristo reinará, y todos conocerán los hechos acerca de
Jesucristo. De acuerdo a ello, no será necesario para una persona evangelizar a
su vecino, porque los hechos acerca del Señor serán universalmente conocidos.
También será un período en el cual Dios perdonará el pecado de Israel y les
bendecirá abundantemente. Debería estar claro, dada esta descripción de la
promesa del pacto como se da en Jeremías, que esto no se está cumpliendo hoy
día, puesto que la iglesia ha sido instruida para ir por todo el mundo y
predicar el evangelio a causa de que hay una casi universal ignorancia de la
verdad.
Sin embargo, dado que el Nuevo Testamento también
relaciona a la Iglesia con un nuevo pacto, algunos han enseñado que la iglesia
cumple el pacto dado a Israel. Aquellos quienes no creen en un futuro reino
milenial y en una restauración de Israel, por tanto encuentran el completo
cumplimiento ahora en la iglesia, espiritualizando las provisiones del pacto y
haciendo de Israel y de la Iglesia una misma cosa. Otros que reconocen la
restauración futura de Israel y el reino milenial consideran que el Nuevo
Testamento se refiere al nuevo pacto tanto como para ser una aplicación de las
verdades generales del pacto futuro con Israel a la iglesia, o para distinguir
dos nuevos pactos (uno para Israel como está dado en Jeremías, y el segundo, un
nuevo pacto dado a través de Jesucristo en la era presente de gracia proveyendo
salvación para la iglesia). Actualmente el nuevo pacto, ya sea para Israel o
para la iglesia, se desprende de la muerte de Cristo y de su derramamiento de
sangre.
El nuevo pacto garantiza todo lo que Dios se
propone hacer para los hombres en el terreno de la sangre de su Hijo. Esto
puede verse en dos aspectos:
a) Que Él salvará, preservará
y presentará en la gloria, conformados a la imagen del Hijo Unigénito, a todos
los que creen en el Señor Jesús. El hecho de que sea necesario creer en Cristo
para ser salvo, no es una condición en este pacto. El acto de creer no es una
parte del pacto, sino más bien la base sobre la cual el creyente es admitido
para disfrutar de las bendiciones eternas que el pacto ofrece. El pacto no es
hecho con los no redimidos, sino con los que creen, y promete que en favor de
ellos estará la fidelidad de Dios. «El que comenzó en vosotros
la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Fil. 1:6), y toda otra promesa semejante a ésta, relacionada
con el poder que Dios manifiesta en la salvación y preservación de los suyos,
es parte de este pacto de gracia.
En la presente edad no se tiene en vista para el
hombre una salvación que no garantice una perfecta preservación aquí en el
mundo, y una presentación final allá en la gloria, de todos los que son salvos
por la sangre de Cristo Jesús. Es posible que haya en la vida diaria del hijo
de Dios algún impedimento para su comunión con el Padre; y como aconteció en el
caso de David, el pecado del cristiano puede hacer que Dios levante su mano
para castigo del hijo desobediente; pero estos asuntos que son propios de la
experiencia cotidiana del creyente, no llegan nunca a ser determinantes para el
cumplimiento de la promesa de Dios en lo que se refiere a la eterna salvación
de los que Él ha recibido en su gracia.
Hay quienes recalcan la importancia y el poder de
la voluntad humana, y declaran enfáticamente que la salvación y preservación
deben tener como condición la libre cooperación de la voluntad humana. Esto
puede ser razonable para la mente del hombre, pero no está de acuerdo con la
revelación que Dios nos ha dado en las Escrituras. En cada caso Dios ha
declarado incondicionalmente lo que Él hará en favor de todos aquellos que
confían en Él. Jn. 5:24. Jn. 6:37. Jn. 10:28.
Esta es en verdad una empresa enorme que necesariamente
tiene que incluir el dominio absoluto aun de los pensamientos e intentos del
corazón humano; pero, por así decirlo, esto no es más irrazonable que el hecho
de declarar a Noé que su descendencia seguiría los caminos que Dios había
decretado, o que el de prometer a Abraham que él sería el progenitor de una
nación grande y que de su simiente nacería el Cristo.
En cada uno de estos casos tenemos la manifestación
de la autoridad y del poder soberano del Creador. Es vidente que Dios ha dejado
lugar para el libre ejercicio de la voluntad humana. Él ayuda a la voluntad de
los hombres, y los ya salvos son conscientes de que tanto su salvación como su
servicio están en completa armonía con la elección que ellos mismos han hecho
en lo más profundo de su ser. Se nos dice que Dios gobierna la voluntad del
hombre.
Jn. 6:44. Fil. 2:13. Pero al mismo
tiempo vemos que Él apela a la voluntad humana y hace que en cierto sentido
dependa de ella el disfrute de su divina bendición. Jn. 5:40. Jn. 7:17. Ro. 12:1. 1 Jn. 1:9. Las
Escrituras hablan en forma incuestionable y enfática de la soberanía de Dios.
Él ha predestinado perfectamente lo que vendrá, y su determinado propósito
tendrá que realizarse; porque es imposible que Él sea sorprendido o sufra
alguna desilusión.
De igual manera, las Escrituras enfatizan que entre
estos dos grandes aspectos de la soberanía divina -el propósito eterno y la
perfecta realización del mismo- Él ha permitido suficiente lugar para cierto
ejercicio de la voluntad humana. Y al actuar de esta forma no está poniendo en
peligro, de ninguna manera, los fines que Él se ha propuesto alcanzar. El tener
sólo uno de los dos aspectos de esta verdad puede guiarnos o bien al fatalismo,
en el cual no hay lugar para pedir en oración ni motivo alguno para buscar el
amor de Dios, ni base para la condenación de los pecadores, ni fundamento para
la invitación del Evangelio, ni significado para gran parte de las Escrituras,
o bien a la pretensión de querer desalojar a Dios de su trono. Es razonable
creer que la voluntad humana está bajo el dominio de Dios; pero sería lo más
irrazonable creer que la soberanía de Dios está bajo el dominio de la voluntad
humana. Los que creen son salvos y seguros para siempre, porque así está determinado
en el pacto incondicional de Dios.
b) La salvación futura de
Israel es prometida en el nuevo pacto incondicional. Is. 27:9. Ez. 37:23. Ro. 11:26-27. Esta salvación se
efectuará sobre la base única de la sangre que Cristo derramó en la cruz. Por
medio del sacrificio de su Hijo, Dios es tan libre para salvar a una nación
como lo es para salvar a un individuo. Israel es representado por Cristo como
un tesoro escondido en el campo. El campo es el mundo. Y creemos fielmente que
fue Cristo quien vendió todo lo que Él tenía, a fin de poder comprar el campo y
poseer así el tesoro que allí estaba oculto. Mt. 13:44.
En la consideración de estos ocho grandes pactos
nunca podrá decirse que se está dando demasiado énfasis a la soberanía de Dios
en relación con los pactos incondicionales, o al absoluto fracaso humano en lo
que toca a los pactos condicionales. Y podemos estar seguros de que todo lo que
Dios se ha comprometido a hacer incondicionalmente Él lo hará con toda la
perfección de su infinito Ser.
PREGUNTAS.
1. De acuerdo a los pactos teológicos, ¿cuál es el
propósito central de Dios y cómo afecta a la historia?
2. ¿Cuál es el pacto de las obras y cuál es su base
escritural?
3. ¿Cuál es el pacto de la redención y cuál es su
base escritural?
4. ¿Cuál es el pacto de la gracia y cuál es su base
escritural?
5. ¿Cuál es el problema originado por los pactos
teológicos en relación al plan de Dios para Israel, para la Iglesia y para las
naciones?
6. ¿Por qué es preferible tener una visión de la
historia a través de los ocho pactos, más bien que desde el punto de vista de
los pactos teológicos?
7. Distinguir los pactos condicionales, de los
incondicionales.
8. ¿Qué era el pacto edénico, y cuál fue el
resultado del fracaso bajo el mismo?
9. ¿Qué era el pacto adánico, y hasta qué grado
condiciona la vida hoy día?
10. ¿Cuáles eran las provisiones importantes del
pacto de Noé, y hasta qué grado continúa hoy?
11. ¿Qué promesas se dieron al mundo entero en el
pacto abrahámico?
12. ¿Qué promesas se dieron concernientes a la
nación de Israel en el pacto abrahámico?
13. ¿Qué promesas se dieron al mundo entero en el
pacto abrahámico?
14. ¿En qué sentido el pacto con Abraham era
incondicional?
15. ¿Hasta qué punto el pacto mosaico era
condicional y temporal?
16. ¿Hasta qué punto el pacto palestino era
incondicional?
17. ¿Cómo explica las cautividades asiria y
babilónica y la dispersión mundial de Israel a la vista del carácter
incondicional del pacto palestino?
18. ¿Cómo podría resumir todas las provisiones del
pacto palestino en relación a la desobediencia de Israel, su recolección,
restauración y seguridad final en prosperidad como una nación?
19. ¿Qué fue prometido incondicionalmente en el
pacto davídico?
20. ¿Cómo se relaciona el pacto davídico con el
futuro reino milenial?
21. De acuerdo al Antiguo Testamento, ¿qué se
proveyó en el nuevo pacto para Israel?
22. ¿Cuándo será cumplido el nuevo pacto para
Israel?
23. ¿Por qué algunos han enseñado que el nuevo
pacto tiene una aplicación presente, y cómo puede ser explicado esto?
24. ¿Cómo se relaciona el nuevo pacto con la
seguridad de la salvación de los creyentes?
25. ¿Cómo se relaciona el nuevo pacto con la
soberanía de Dios?
26. ¿Cómo se relaciona el nuevo pacto con la futura
salvación de Israel?
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