Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

No debemos retroceder en la vida espiritual°


Hebreos 10:38-39. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.

Cada uno de nosotros libra una constante lucha espiritual; Dios quiere que como hijos suyos, estemos preparados para enfrentarnos y pelear la batalla espiritual todos los días sin desmayar, perseverando en cada paso que damos y para esto debemos estar atentos “con ojos abiertos”, no debemos dormirnos espiritualmente, porque el enemigo le puede tomar ventaja hasta rodearlo, emboscarlo y lo puede matar o llevarlo cautivo.

Mateo 24:13. Pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo. 

Efesios 6:10. Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.



Perseverar en el Griego original del N.T. se dice jupomeno (πομένω, G5278) , lit., morar bajo (jupo, bajo), significa quedarse en un lugar en vez de abandonarlo o perseverar (Mateo 10:22: «el que persevere»; Mateo 24:13; Marcos 13:13); en cada uno de estos tres pasajes se utiliza con la frase «hasta el fin»; o sufrir con valentía y confianza (p.ej., Hebreos 12:2-3, Hebreos 12:7), sugiriéndose perseverancia bajo condiciones penosas. Santiago 1:12; Santiago 5:11; 1 Pedro 2:20. 

Según la RAE (Real Academia Española) perseverar es "Mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión". Para muchas personas la perseverancia es de gran valor ya que esta es la que puede llevar a las personas al éxito fácilmente. Un sinónimo de perseverar es nunca rendirse. El esfuerzo está estrechamente relacionado con la perseverancia, por lo que para perseverar es necesario esforzarse.

Aquí todas las cosas no son sino sombras de lo que está por venir y de lo que se mueve en el mundo espiritual. La felicidad de los santos, aquellos que hemos creído y aceptado a nuestro Señor Jesucristo en nuestro corazón, durará para siempre en el cielo; los enemigos nunca podrán quitarla, como pueden quitar los bienes terrenales. Esto hará muy rica la restauración por todo lo que perdimos y sufrimos aquí. 

La parte más grande de la dicha de los santos está todavía en la promesa. Es una prueba de la paciencia de los cristianos el tener que contentarse con vivir después que su obra esté hecha, y seguir en pos de su recompensa hasta que llegue el tiempo de Dios para darla.

Dios pronto vendrá a ellos, para terminar todos sus sufrimientos y darles la corona de vida. El actual conflicto del cristiano puede ser muy agudo, pero pronto terminará. Dios nunca se complace con los deberes y servicios externos de los que no perseveran, sino que los contempla con mucho desagrado. 

Los que han sido mantenidos fieles en las grandes pruebas del tiempo pasado, tienen razón para esperar que la misma gracia les ayude aún a vivir por fe hasta que reciban el objetivo de su fe y paciencia, la salvación misma de sus almas. Viviendo por fe y muriendo por fe, nuestras almas están a salvo para siempre.

Hebreos 10:26-39. Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? 

Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos.

No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará.  Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.

Hubo un tiempo en el que los destinatarios de esta carta se encontraban enfrentando situaciones muy difíciles. Cuando se convirtieron, experimentaron persecución; aprendieron lo que suponía identificarse con los que eran sospechosos, delincuentes e impopulares. Se habían enfrentado con esa situación con nobleza y honor; y ahora, cuando se encontraban en peligro de desviarse, el autor de Hebreos les recuerda su fidelidad anterior. Es un hecho innegable que, en muchos casos, es más fácil arrostrar la adversidad que la prosperidad. Las facilidades han arruinado muchas más vidas que las dificultades. El ejemplo clásico es lo que sucedió con el ejército de Aníbal.

El cartaginés Aníbal era el único general que había derrotado a las legiones romanas. Pero llegó el invierno, y la campaña tuvo que interrumpirse. Aníbal y sus tropas invernaron en la lujosa ciudad de Capua, que habían capturado. Y un invierno en Capua hizo lo que no habían podido hacer las legiones romanas: el lujo drenó de tal manera la moral de las tropas cartaginesas que, cuando llegó la primavera y se reanudó la campaña, no pudieron resistir al ejército romano. La vida fácil debilitó a los que la lucha había endurecido. Eso pasa a menudo en la vida cristiana. Muchas veces una persona puede arrostrar con honor la gran hora de la prueba y de la lucha; y, sin embargo, deja que el tiempo de los vientos favorables debilite sus fuerzas y reduzca su fe.

La llamada del autor de la carta a los Hebreos va dirigida a todos. En efecto, dice: «Sé como fuiste en tus mejores momentos.» Si fuéramos siempre como somos en nuestros mejores momentos, la vida sería muy diferente. El Evangelio no nos exige lo imposible, porque está escrito: Filipenses 4:13.  Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

Nuestras vidas están llenas de momentos buenos, de alegría, de gozo, etc. pero también tenemos problemas. Cuando estábamos en el mundo los problemas los resolvíamos de la mejor manera que podíamos, muchas veces sin importarnos la voluntad de Dios. Pero cuando llegamos a ser  cristianos, vemos que tenemos problemas, pero con una condicionante: tenemos que resolverlos sin irrespetar la voluntad de Dios. 

El camino de la fe, es difícil, lleno de altibajos, de problemas, de tropiezos, etc. Cuando estamos en medio del problema, que parece un gigante, nuestra fortaleza espiritual se debilita y nos desanimamos y vemos que no tenemos la capacidad por nuestras propias fuerzas de resolver el problema y hacerlo como Dios requiere.

El camino de la fe. Cuando decidimos obedecer el evangelio, entramos en un compromiso con Dios, en un pacto, en el cual nosotros cumplimos la voluntad de Dios y Dios cumple su pacto. Ese camino nos lo abrió Jesús a través de su muerte y resurrección, Juan 14:6. Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Como cristianos necesitamos guardar todas las cosas que Dios ha mandado. Mateo 28:20. Enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Las pruebas. A nuestras vidas llegan los problemas que nos ponen a prueba. Aunque somos hijos de Dios siempre se presentan problemas, algunos son sencillos y otros son difíciles. El asunto está en cómo nos sentimos ante el problema y como lo resolvemos. Los problemas pueden hacer que nos apartemos y abandonemos la fe. Muchos hermanos cuando vienen los problemas no lo resisten y se apartan, estos los describió Cristo como tierra de pedregales aunque tengan tiempo en el camino de la fe, cuando viene la aflicción se apartan.  

Mateo 13:20-21. Y aquel en quien se sembró la semilla en pedregales, éste es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo; pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que sólo es temporal, y cuando por causa de la palabra viene la aflicción o la persecución, enseguida tropieza y cae. 

Pero los problemas también pueden llevarnos a tratar de resolverlos desobedeciendo la voluntad de Dios y caemos en el pecado, algunos se percatan y se arrepienten pero otros sencillamente cometen los pecados y siguen con su conciencia tranquila como si no hubieran hecho nada: mentiras, engaños, no someterse a las leyes de los hombres, fornicación, etc. Las causas por las cuales vienen los problemas pueden ser muchas: malas decisiones, nuestro libre albedrio, el pecado, leyes naturales de Dios, el diablo también nos puede perjudicar y también nuestros problemas pueden ser causados porque estamos siendo disciplinados por Dios. Por ejemplo sobre Adán y Eva vino el sufrimiento por sus pecados, lo mismo le ocurrió a David.  

Hechos 10:38. Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con El.  

Hebreos 12:5-8. Además, habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige: HIJO MIO, NO TENGAS EN POCO LA DISCIPLINA DEL SEÑOR, NI TE DESANIMES AL SER REPRENDIDO POR EL; PORQUE EL SEÑOR AL QUE AMA, DISCIPLINA, Y AZOTA A TODO EL QUE RECIBE POR HIJO. Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos.

No debemos retroceder. Retroceder es apostatar. Las expresiones que Dios utiliza para aquellos que se apartan de la fe, son muy duras, Él no se agrada de aquellos que retroceden para perdición. 

2 Pedro 2:20-22. Porque si después de haber escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo son enredados en ellas y vencidos, su condición postrera viene a ser peor que la primera. Pues hubiera sido mejor para ellos no haber conocido el camino de la justicia, que habiéndolo conocido, apartarse del santo mandamiento que les fue dado. Les ha sucedido a ellos según el proverbio verdadero: EL PERRO VUELVE A SU PROPIO VOMITO, y: La puerca lavada, vuelve a revolcarse en el cieno.

Hay muchas maneras de retroceder en nuestra fe. En todas ellas es por causa del pecado, ya sea actos cometidos o porque dejamos de hacer lo que Dios manda o porque nos apartamos de la verdad tras enseñanzas de hombres. Muchas veces nos aferramos a lo que fuimos mientras estábamos en el mundo y nos cuesta cambiar o sencillamente no queremos cambiar. 

Efesios 4:22-24.  Que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad. 

Colosenses  3:5-13. (LA VIDA VIEJA Y LA VIDA NUEVA). Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora desechad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, lenguaje soez de vuestra boca. 

No mintáis los unos a los otros, puesto que habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, y os habéis vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó; una renovación en la cual no hay distinción entre griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo o libre, sino que Cristo es todo, y en todos.Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.

Necesitamos mantener nuestra esperanza siempre delante de nosotros. El atleta puede hacer el gran esfuerzo porque la meta le espera y le inspira. Se someterá a la disciplina del entrenamiento porque tiene el fin a la vista. Si la vida no consiste nada más que en hacer día tras días las cosas rutinarias, podemos dejarnos llevar por la corriente; pero si vamos a recibir la corona del Cielo, siempre hemos de dar el máximo. 

Necesitamos entereza. La constancia es una de las virtudes menos románticas. La mayor parte de la gente sabe empezar bien, y casi todos podemos tener buenas rachas. A todos se nos concede a veces remontarnos como las águilas; en nuestros mejores momentos todos podemos correr sin agotarnos; pero la mejor cualidad es saber mantener la marcha sin desmayar.

Hebreos 13:9. No os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas, porque buena cosa es para el corazón el ser fortalecido con la gracia, no con alimentos, de los que no recibieron beneficio los que de ellos se ocupaban. 

El que perseveré hasta el fin será salvo. No mantenerse en el camino de Cristo, no perseverar en la fe que tenemos implica que no nos salvaremos, perderemos la vida eterna y seremos condenados eternamente. Mateo 24:13. Pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo. La biblia nos anima a perseverar, a mantenernos firmes, a no fluctuar en la fe. Hebreos 10:23. Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es el que prometió. A pesar de los problemas, de los gigantes que se levantan contra nosotros, debemos seguir firmes, entendiendo que Dios está con nosotros. Como dice el salmo 23: aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno porque Tú estás conmigo.  

Aunque todo se vea mal, negro en nuestro alrededor, en nuestra vida y en nuestro corazón, no desmayemos, no nos apartemos. Tengamos la misma firmeza que tenía el apóstol Pablo: 2 Corintios 4:14-18. Sabiendo que aquel que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. Porque todo esto es por amor a vosotros, para que la gracia que se está extendiendo por medio de muchos, haga que las acciones de gracias abunden para la gloria de Dios. Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

Hebreos 12:1-3. La carrera del cristiano. Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de El soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón.

No pongamos la atención en las cosas que se ven: los problemas, las pruebas, las riquezas, el mundo, sino poniendo la mirada, nuestra atención en las cosas que no se ven, las eternas, las espirituales. Necesitamos tener presente el final. El autor de Hebreos hace una cita de Habacuc 2:3. Porque es aún visión para el tiempo señalado; se apresura hacia el fin y no defraudará. Aunque tarde, espérala; porque ciertamente vendrá, no tardará. 

El profeta le dice a su pueblo que, si se mantienen firmes en su lealtad, Dios los sacará de la situación angustiosa del presente. La victoria sólo llega a la persona que se mantiene fiel. Para el autor de Hebreos la vida consistía en estar en camino a la presencia de Cristo. Por tanto, no era nunca algo que se podía dejar que fuera a la deriva; lo que hacía tan importante el proceso de la vida era su objetivo, y sólo el que perseverara hasta el fin sería salvo, Marcos 13:13. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo. 

Aquí tenemos el reto a no ser nunca menos de lo mejor que podemos ser; y a recordar siempre que ha de llegar el fin. Si la vida es el camino a Cristo, nadie puede permitirse perderlo ni detenerse a mitad de camino. Aunque andemos en valle de muerte, aunque estemos atribulados, desnudos, pobres, enfermos, tristes, solos, no retrocedamos en el camino de la fe. Aunque no lo veamos podemos estar seguros de que Dios está con nosotros, nos cuida y nos ayuda.

1 Pedro 1:3-5. La esperanza viva del cristiano. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para vosotros, que sois protegidos por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo.  

A pesar de nuestra condición, digamos con firmeza, levantando nuestro rostro, enderezando la senda, para que lo cojo no se salga del camino:

Romanos 8:35-39. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Tal como está escrito: POR CAUSA TUYA SOMOS PUESTOS A MUERTE TODO EL DIA; SOMOS CONSIDERADOS COMO OVEJAS PARA EL MATADERO. Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

¿Quién nos separará del amor de Cristo? La carta a los Hebreos anima a los creyentes a perseverar en su fe y conducta cristiana en medio de la persecución y de las presiones. Por lo general no pensamos que el sufrimiento sea bueno para nosotros, pero puede edificar nuestro carácter y nuestra paciencia. Durante tiempos de grandes pruebas, podemos sentir la presencia de Dios con claridad y encontrar ayuda de creyentes que nunca hubiéramos pensado que nos ayudarían. El saber que Jesucristo está con nosotros en nuestro sufrimiento, y el esperar su próximo regreso para poner fin a todo dolor, nos ayuda a crecer en nuestra fe y en nuestra relación con El.

Romanos 5:3-5. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado.

Apocalipsis 2:7. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios.

Apocalipsis 2:11. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda. 

Apocalipsis 2:17. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe. 

Apocalipsis 2:26-29. Y al vencedor, al que guarda mis obras hasta el fin, LE DARE AUTORIDAD SOBRE LAS NACIONES; Y LAS REGIRA CON VARA DE HIERRO, COMO LOS VASOS DEL ALFARERO SON HECHOS PEDAZOS, como yo también he recibido autoridad de mi Padre; y le daré el lucero de la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. 

Apocalipsis 3:5-6. Así el vencedor será revestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. 

Apocalipsis 3:12-23.  Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. 

Apocalipsis 3:21-22. Al vencedor, le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Bendiciones.

No amen el mundo, ni coloquen su amor en las cosas que están en el mundo°


1 Juan 2:15-17. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.


¿Qué es el mundo? He aquí una pregunta de suma importancia, que forzosamente se presenta al atento examen de todo creyente serio y reflexivo. ¿Qué es este mundo, del cual la Palabra le exhorta a conservarse sin mancha?

Santiago 1:27. (BLS). Creer en Dios el Padre es agradarlo y hacer el bien, ayudar a las viudas y a los huérfanos cuando sufren, y no dejarse vencer por la maldad del mundo.

La Escritura usa la palabra mundo en tres sentidos diferentes. En primer lugar significa, literalmente, el orden, el sistema, la organización de la vida humana; luego, la tierra en sí misma es llamada el mundo, porque constituye la escena en la cual se desarrolla aquel sistema; por fin, llamamos mundo al conjunto de los individuos que viven conforme a este sistema. Se puede, pues, distinguir entre la escena del mundo, las personas del mundo, o el sistema del mundo.

Juan 3:17-21. (BLS). Porque Dios no me envió a este mundo para condenar a la gente, sino para salvarla. El que cree en mí, que soy el Hijo de Dios, no será condenado por Dios. Pero el que no cree ya ha sido condenado, precisamente por no haber creído en el Hijo único de Dios. Y así es como Dios juzga: yo he venido al mundo, y soy la luz que brilla en la oscuridad, pero como la gente hacía lo malo prefirió más la oscuridad que la luz. Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella, para que no se descubra lo que están haciendo. Pero los que prefieren la verdad sí se acercan a la luz, pues quieren que los demás sepan que obedecen todos los mandamientos de Dios.

Vivir en el mundo sin participar del espíritu del mundo es el llamado cristiano, es vivir apartado para Dios, siendo luz a aquellos que están en tinieblas por medio de la vida que nos imparte el Espíritu Santo en nuestros corazones por la Palabra de Dios y la obra redentora del Señor Jesucristo en la cruz del calvario.

Cuando el Espíritu de Dios nos revela la verdadera pobreza espiritual en que vive el mundo, es más fácil vencer las tentaciones que buscan seducirnos a volver a esa condición. Cuando comprendemos la plenitud de nuestra herencia en Cristo, se revela toda la pobreza de la oferta del mundo. Cuando depositamos de verdad nuestros sentimientos en Dios, los deseos de la carne dejan de ser un problema.

En la vida de cada hijo de Dios se da una batalla continua entre el llamado del mundo y el llamado de Dios a sujetarnos a Él y vivir una vida de santidad y de conformidad a los valores del Reino de Dios. Esta batalla se da continuamente. Debemos entender que este mundo no nos va a amar y nosotros no debemos amar a este mundo porque hay una lucha a muerte entre esos dos polos de la existencia humana.

A diferencia de la mujer de Lot, que rechazaba renunciar al mundo, levantemos nuestra vista hacia la esperanza gloriosa del amor, la vida y la luz donde Dios eternamente reina.

Dios exhorta a los creyentes a través de la primera carta de Juan para que los cristianos permanezcan separados y apartados del mundo y de todo lo que el sistema del mundo ofrece, ya que el amor de Dios y el amor del mundo son incompatibles. Aquí se toma el mundo como el sistema mundano de criterios y actitudes que se oponen al Creador y que están bajo el dominio de Satanás; el mundo como sistema diabólico opuesto a Dios, sólo ofrece cosas que son pecado o cosas que incitan al pecado y que son totalmente contrarias a la voluntad de Dios.

En otras palabras el amor de Dios no puede coexistir en el corazón de las personas con el amor al mundo y a las cosas que este ofrece.

Mateo 6:24. (PDT). Nadie puede servir a dos patrones al mismo tiempo. Odiará a uno y amará al otro, o se dedicará a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y a las riquezas.

Las cosas del mundo pueden desearse y poseerse para los usos y propósitos que Dios concibió, y hay que usarlas por su gracia y para su gloria; pero los creyentes no deben buscarlas ni valorarlas para propósitos en que el pecado abusa de ellas.

Juan 1:2. (DHH).  Querido hermano, pido a Dios que, así como te va bien espiritualmente, te vaya bien en todo y tengas buena salud.

El sistema del mundo aparta de Dios el corazón de las personas y mientras más prevalezca el amor al mundo, más decae el amor a Dios. Está claro que Dios quiere que sus hijos prosperen. ¿Cómo puede alguien atreverse a negar esto? Sin embargo, la prosperidad no debiera ser un fin en sí misma, sino el resultado de una calidad de vida, entrega, dedicación y acción que esté en correspondencia con la Palabra de Dios. En este versículo, la palabra «prosperado» (gr. euporia) literalmente significa «ayudar sobre la marcha» o «tener éxito en alcanzar, ganancia, riqueza».

Claramente implica que la prosperidad divina no es un fenómeno momentáneo o pasajero, sino que es más bien un estado continuo y progresivo de buen éxito, de bienestar. Se aplica a todas las áreas de nuestra vida: espiritual, física, emocional y material. Sin embargo, Dios no quiere que pongamos un énfasis indebido en ninguna de estas esferas. Hay que mantener un equilibrio espiritual y mental para no dejarnos llevar por los deseos de la concupiscencia de la carne.

Mateo 22:34-40. (BLS).  Cuando los fariseos se dieron cuenta de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se reunieron y fueron a ver a Jesús. Uno de ellos, que sabía mucho acerca de la ley de los judíos, quiso ponerle una trampa y le preguntó: Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento, y el más importante, es el que dice así: “Ama a tu Dios con todo lo que piensas y con todo lo que eres.” Y el segundo mandamiento en importancia es parecido a ese, y dice así: “Cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo.” Toda la enseñanza de la Biblia se basa en estos dos mandamientos.

Las cosas del mundo se clasifican conforme a las tres inclinaciones reinantes de la naturaleza depravada: La concupiscencia de la carne, del cuerpo, los malos deseos del corazón, el apetito de darse el gusto con todas las cosas que excitan e inflaman los placeres sensuales.

Cuando es fuerte nuestro afecto por los bienes materiales, es difícil creer que un día se desvanecerá lo que deseamos. Y puede parecer aún mucho más difícil creer que la persona que hace la voluntad de Dios vivirá para siempre. Pero esa era la convicción de Juan basada en los hechos de la vida, muerte, resurrección y promesas que Jesús hizo. Al saber que este mundo de maldad y su pecado tendrán fin, nos da ánimo para controlar nuestra codicia, conducta desenfrenada y continuar haciendo la voluntad de Dios.

Por lo tanto, amar el mundo y sus cosas es una locura, porque el mundo pasa, y también sus concupiscencias; en cambio, el fiel que cumple la voluntad de Dios participa de su eternidad. La fugacidad de las cosas mundanas es un motivo más para evitar el amor del mundo. Por el contrario, el que pone en práctica los mandamientos, el que hace la voluntad de Dios, ése posee la vida eterna. La comunión con Dios, que se realiza aquí mediante la gracia, se perpetuará en el cielo, en la comunión de la gloria eterna.

La concupiscencia de los ojos: los ojos se deleitan con las riquezas y las posesiones; esta es la concupiscencia de la codicia. La soberbia de la vida: el hombre vano ansía la grandeza y la pompa de una vida de vanagloria, lo cual comprende una sed de honores y aplausos. Las cosas del mundo se desvanecen rápidamente y mueren; el mismo deseo desfallecerá y cesará dentro de poco tiempo, pero las cosas santas no son como la lujuria pasajera.

El amor de Dios nunca desfallecerá. La concupiscencia de los ojos se refiere a la mala inclinación existente en el hombre de servirse de los ojos para cometer pecados. Los ojos son las ventanas del alma, y a través de estas ventanas entran las mayores excitaciones, que incitan al alma al mal.

Los deseos de la carne, significan satisfacer nuestros deseos carnales. Los deseos de los ojos indica un fuerte deseo por lo que se ve, por lo exterior de las cosas; es el deseo de lo superficial. La soberbia de la vida es la altivez de los que tienen la mente puesta en las cosas del mundo. Ninguna de estas cosas se origina en Dios, no proviene del Padre, son del mundo, ese mundo que no es más que un espectáculo pasajero en su camino a la ruina espiritual y eterna de cualquier persona.

Todas estas pasiones que se encuentran en el mundo son evidente que no provienen del Padre, no se inspiran en su Espíritu Santo. Tales concupiscencias proceden del mundo, es decir, del desorden que el pecado ha introducido en toda la creación.

Por eso, el cristiano, engendrado por Dios, no ha de tener otro amor que el del Padre Celestial. El amor del Padre tiene sus objetivos determinados, que sus hijos no pueden cambiar. Los fieles, nacidos de Dios, están en plena dependencia de Él, unidos a El de pensamiento y de corazón por la Palabra de Dios y por el Espíritu Santo. La decisión es personal. Nosotros decidimos qué camino tomar.

1 Corintios 7:31. (PDT). Los que disfrutan de las cosas de este mundo, no se apeguen a ellas, porque este mundo, así como lo ven, está por terminarse.

Cuando nosotros entramos a los caminos del Señor tenemos que entender que tenemos que decirle adiós al mundo, debemos estar en continua enemistad con el mundo. Eso no quiere decir que no podemos amar a nuestros semejantes, todo lo contrario. Debemos nosotros proyectar una vida de simpatía, de gracia, de bondad, de misericordia para con los demás, pero también debemos saber que somos extranjeros y peregrinos como dice la Palabra, estamos de paso y participamos del mundo en la medida que podemos y debemos y tenemos que participar pero nuestra lealtad no está con el mundo, nuestro amor no está fijado en el mundo.

Proverbios 27:20. (DHH).  La muerte, el sepulcro y la codicia del hombre jamás quedan satisfechos.

No nos apegamos a las cosas materiales, no nos dejamos controlar por la opinión o el pensamiento de los demás, no dejamos que lo que los demás digan o controlen nuestras decisiones, ni los valores a los cuales nosotros nos sujetamos o las cosas a las cuales les damos prioridad; no amamos el dinero, no amamos las cosas pasionales o sensuales, preferimos las cosas de Dios antes que las cosas del mundo, nuestras prioridades y nuestro dinero lo invertimos en cosas que redundan en beneficio para el Reino de Dios y que promueven las causas del Reino de Dios, nuestro tiempo, nuestra energía, nuestros talentos.

Romanos 12:1-2. (DHH). Por tanto, hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que deben ofrecer. No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.

Cualquier cristiano que ama al mundo, cualquier cristiano que proyecta apego a las cosas del mundo, una carrera o lo que sea, las cosas que caracterizan al mundo tiene que entender que no está en afinidad con los valores del Reino de Dios y tiene que buscar ese sentido de consagración a las cosas de la eternidad.

Santiago 4:4. (DHH).  ¡Oh gente infiel! ¿No saben ustedes que ser amigos del mundo es ser enemigos de Dios? Cualquiera que decide ser amigo del mundo, se vuelve enemigo de Dios.

Yo creo que un cristiano carnal, banal, vanidoso es una contradicción viviente. Los hijos de Dios tenemos que ir apartándonos más y más de los reclamos del mundo y mirando más y más hacia las cosas de Dios para poder verdaderamente agradar al Señor.

Romanos 13:14. (DHH).  Al contrario, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no busquen satisfacer los malos deseos de la naturaleza humana.

Entonces tenemos que estar continuamente en vigilia cuando el mundo quiere moldearnos y eso es una adoctrinación continua que se da. Continuamente el mundo va a intentar encarcelarnos en su visión y en su forma de ver las cosas y nosotros tenemos que estar en perpetua vigilancia renovándonos con la Palabra del Señor, de la comunión con los santos, de congregarnos, de meditar continuamente en las cosas del Espíritu Santo, en otras palabras de rodearnos de la atmósfera espiritual del reino de los cielos.

Podemos ser gente culturalmente avanzada, podemos ser gente bien educada y todo lo demás pero todas esas cosas las aguantamos livianamente en nuestra mano porque sabemos que nuestra lealtad no está allí y que finalmente como dice la Palabra, todas estas cosas van a perecer. El mundo pasa y sus deseos, sus luchas, sus afanes, sus lealtades falsas pero el que hace la Voluntad del Señor ese permanece para siempre.

El mundo es engañoso y pasajero, pero siempre estamos tratando de resistir la influencia del mundo como cristianos; esa es la actitud de un verdadero hijo de Dios, una verdadera mujer de Dios madura y convencida, de cómo son las cosas en la eternidad. 

La fe salvadora por el Amor de Dios en nuestros corazones (Jesucristo) y la obra vivificadora del Espíritu Santo.

Nos han enseñado muy bien que ¡somos salvos por la fe! "¡Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo!" (Hechos 16:31). El tema de este texto es el amor por Dios o el amor por el mundo, y el resultado es si se muere con el mundo o se tiene vida eterna con Dios. Sin embargo, Juan sabe que la vida eterna viene por la fe.

Juan dice en 1 Juan 5:13, "Os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna". Así que la vida eterna si depende de creer en Cristo. Pero ¿qué es esto de "creer"? Cuando él dice que no amar al mundo, sino amar a Dios, tanto que hacemos su voluntad; esto es lo que lleva a la vida eterna.

En Juan 5:42-44 Jesús se enfrenta a los líderes judíos que no creen en él con estas palabras: "Pero os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése recibiréis. ¿Cómo podéis creer, cuando recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?". En otras palabras, la razón por la que no reciben o creen en Jesús es que no aman a Dios. Les encanta el mundo, la gloria de los hombres, sin la gloria de Dios. Así que Jesús enseñó a sus apóstoles que, cuando no hay amor a Dios, no puede haber una fe salvadora.

Romanos 8:28. (RV60). Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito".

1 Corintios 2:9. (RV60). Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre... Dios ha preparado para los que le aman".

1 Corintios 16:22. (RV60). Si alguno no ama al Señor, que sea anatema.

Santiago 2:5. (RV60). ¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que Él prometió a los que le aman?"

Podemos ver lo que Juan nos está diciendo en esta carta y es  que el amor por el Padre realmente se trata de un asunto de vida eterna y muerte eterna. Nada en todo el mundo es más importante que experimentar el amor por Dios en nuestros corazones.

Este es el primer y gran mandamiento, Jesús dijo: Mateo 22:34-40. (BLS).  Cuando los fariseos se dieron cuenta de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se reunieron y fueron a ver a Jesús. Uno de ellos, que sabía mucho acerca de la ley de los judíos, quiso ponerle una trampa y le preguntó: Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento, y el más importante, es el que dice así: “Ama a tu Dios con todo lo que piensas y con todo lo que eres.” Y el segundo mandamiento en importancia es parecido a ese, y dice así: “Cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo.” Toda la enseñanza de la Biblia se basa en estos dos mandamientos.

Bendiciones.

Fijemos nuestra mirada en Jesús°


Hebreos 12:2. (DHH). Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del trono de Dios.


Es nuestro deseo de que con el estudio del día de hoy sobre la epístola a los Hebreos podamos ser fortalecidos en nuestro hombre interior, para afirmarnos en las verdades del evangelio llegando a comprender cuál es nuestra verdadera posición en Jesucristo en los lugares celestiales y que de esa manera podamos accionar en fe en nuestro diario caminar por este mundo, que podamos alinear nuestra mente y corazón con el corazón de Dios.

Puestos los ojos, Strong #872; de «lejos de», y, «ver». La palabra significa atención no dividida, alejar la mirada de todas las distracciones, con el fin de contemplar un objeto, en Hebreos 12:2 es poner los ojos en Jesús y no en ningún otro.

“Y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.” El autor del libro de Hebreos confirmó el valor de la fe y la paciencia del cristiano en Hebreos 6:10-12. Siempre habrá trabajos duros, dificultades y necesidades grandes, y problemas que parecen sin solución, de toda índole en la iglesia. Hechos 14:21-23. A través los trabajos, dificultades, necesidades, y problemas en la iglesia vamos a acecarnos a Dios y Su voluntad. Santiago 1:2-4. Mantengamos la fe con toda paciencia, y vamos a dar la gloria a Dios en todo, y esperemos en Él por todo. Santiago 4:13-15. Vamos seguir constantes en oración. Santiago 5:16. “La oración del justo puede mucho.” Pidamos como la Biblia nos enseña. Santiago 4:2-4. Orar sin cesar. 

¿Qué situación está viviendo en estos momentos mi hermano y mi hermana? ¿Qué pensamientos pasan por su mente? ¿Qué decisiones está por tomar? ¿Está dependiendo del Espíritu Santo para ser guiado, pastoreado y ministrado? ¿Tiene en su corazón agradar a Dios en su manera de pensar, hablar y de vivir? ¿Es Dios el centro de su vida y su familia? ¿Ha entendido el deseo de Dios para su vida y su familia? ¿Ha entendido las verdades del evangelio? ¿Está buscando el reino de Dios y su justicia? ¿En su corazón está el deseo de amar a Dios por lo que él es y no por el temor de que su alma se pueda ir al infierno?

Hebreos 12:1-3. Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.

Aunque la epístola a los Hebreos está dedicada específicamente a los judíos cristianos, sus enseñanzas y amonestaciones prácticas también eran aplicables a los creyentes gentiles. En Cristo no hay distinción entre judío y gentil.

Colosenses 3:11. Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.

Esta carta fue escrita a un grupo de judíos cristianos, probablemente alrededor del año 64 d.C. antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Esta epístola nos muestra el ministerio de nuestro Señor Jesucristo y su propósito en la tierra a favor de todo aquel que deposita su fe y su confianza en Dios y su Palabra Eterna. 

Estos cristianos, que habían pasado por la persecución, se estaban alejando de su fe y estaban cediendo a la tentación de volver al judaísmo. El autor escribe esta carta para señalar la superioridad del cristianismo y animarles en la fe. Como hijos de Dios debemos perseverar en los caminos del Señor y no volver atrás. Cada creyente sabe de dónde ha sido rescatado, es por eso que en medio de las circunstancias se debe poner en acción la fe en la Palabra de Dios y continuar caminando en obediencia a los planes y propósitos de Dios dependiendo en todo momento del Espíritu Santo.

Mateo13:16-23. Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron. Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:

Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.

Mateo 13:37-43. Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

Enfáticamente el autor de la carta a los Hebreos señala que Cristo es superior a los profetas, los ángeles, Moisés, Josué, y Aarón. Dios había hablado a través de cada uno de ellos, ¡pero ahora Él ha hablado a través de Su Hijo! Después de Romanos, Hebreos ha ejercido la influencia más grande en el pensamiento de las generaciones sucesivas de cristianos.

La iglesia (Todo creyente que ha puesto su confianza y esperanza en Jesucristo y su obra redentora) necesita hoy en día las enseñanzas ofrecidas por las leyes y prescripciones del Antiguo Testamento, que Hebreos relaciona tan bellamente con Cristo y el evangelio de eterna salvación.

El cristianismo no es algo añadido al judaísmo, es la revelación de Dios a través del Señor Jesucristo por medio del Espíritu Santo. Mateo 5:17-18. No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla.

Esta verdad es algo nuevo para la humanidad; sin embargo, un conocimiento profundo del Antiguo Testamento, proporciona una apreciación más rica y maravillosa del nuevo pacto de la gracia de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Aunque la epístola es fundamentalmente doctrinal en su contenido, también es extremadamente práctica para cada creyente sin importar la época o el contexto en el que se mueva.

La Epístola a los Hebreos describe en detalle cómo Jesucristo no solo cumple las promesas y las profecías del Antiguo Testamento, sino también cómo Jesucristo es mejor que todo el sistema de pensamiento judío. Los judíos aceptaron el Antiguo Testamento, pero muchos de ellos rechazaron a Jesús como el Mesías por tanto tiempo anhelado. Los destinatarios de esta carta dan la impresión de haber sido judíos cristianos. Tenían un buen conocimiento de las Escrituras y habían profesado su fe en Cristo. Ya sea debido a la duda, a la persecución o a la falsa enseñanza, pudieron haber estado en peligro de abandonar su fe cristiana y regresar al judaísmo.

El énfasis en el sacerdocio Levítico y en los sacrificios, como también en la ausencia de cualquier referencia a los gentiles, apoyan la conclusión de que una comunidad de hebreos era la destinataria de la epístola. Aunque estos hebreos eran primordialmente convertidos a Cristo, probablemente había un número de incrédulos en medio de ellos, quienes fueron atraídos por el mensaje de salvación, pero quienes aún no habían hecho un compromiso total de fe en Cristo. Una cosa es clara a partir del contenido de la epístola: la comunidad de Hebreos estaba enfrentando la posibilidad de una persecución intensificada (10:32-39;12:4).

Conforme confrontaban esta posibilidad, los hebreos estaban siendo tentados a deshacerse de cualquier identificación con Cristo. Quizás consideraron reducir a Cristo de ser el Hijo de Dios a un mero ángel. Tal precedente ya había sido establecido por la comunidad Qumrán de judíos mesiánicos viviendo cerca del Mar Muerto. Ellos se habían dado de baja de la sociedad, estableciendo una comuna religiosa, e incluyeron la adoración de ángeles en su rama de judaísmo reformado. La comunidad Qumrán había llegado al punto de decir que el ángel Miguel era más alto en estatus que el Mesías venidero. Este tipo de aberraciones doctrinales podrían explicar el énfasis en hebreos capítulo uno de la superioridad de Cristo sobre ángeles.

Nuestro Señor Jesucristo atravesó muchas pruebas mientras estaba en la tierra. ¿Qué le ayudó a lograr la victoria? El gozo puesto delante de Él. (v.2). Esta era su meta: el gozo de presentar su Iglesia ante el Padre en el cielo un día (Judas 24). Nótese también Juan 15.11; 16.20–24 y 17.13. Su batalla contra el pecado le llevó a la cruz y le costó la vida. ¡Considerad a aquel! ¡Mire a Jesús! Estas palabras son el secreto del aliento y la fuerza cuando la carrera se pone difícil. Necesitamos apartar los ojos de nosotros mismos, de otras personas, de las circunstancias y ponerlos en Cristo solamente.

La obediencia perseverante por fe en Cristo era la carrera puesta ante los hebreos en la cual debían ganar la corona de gloria o tener la miseria eterna como su porción.

Por el pecado que tan fácilmente nos asedia, entendamos que el pecado es a lo que más nos inclinamos, a lo cual estamos más expuestos, por costumbre, edad o circunstancias. Esta es una exhortación de suma importancia, porque mientras permanezca sin ser subyugado el pecado favorito, sea cual sea, de un hombre o una mujer, le impedirá correr la carrera cristiana, porque le quita toda motivación para correr y da entrada al desaliento más completo.

Cuando estén agotados y débiles en sus mentes, recuerden que el Señor Jesucristo sufrió para salvarlos de la desgracia eterna. Mirando fijamente a Jesús, sus pensamientos se fortalecerán y subyugarán los deseos carnales; entonces, pensemos frecuentemente en Él. ¿Qué son nuestras pequeñas pruebas comparadas con sus agonías o siquiera con nuestras desolaciones? ¿Qué son en comparación con los sufrimientos de tantos otros? Hay en los creyentes una inclinación a agotarse y debilitarse cuando son sometidos a pruebas y aflicciones; esto es por la imperfección de sus virtudes y los vestigios de la corrupción.

Los cristianos no deben desmayar bajo sus pruebas. Aunque sus enemigos y perseguidores sean instrumentos para infligir sufrimientos, son de todos modos, disciplina divina; su Padre celestial tiene su mano en todo y su fin sabio es responder por todo. No deben tomar con liviandad sus aflicciones ni entristecerse bajo ellas, porque son la mano y la vara de Dios, su reprimenda por el pecado. No deben deprimirse ni hundirse bajo las pruebas, afanarse ni irritarse, sino soportar con fe y paciencia. Dios puede dejar solos a los demás en sus pecados, pero corregirá el pecado en sus propios hijos. Actúa en esto como corresponde a un padre.

Nuestros padres terrenales nos castigan a veces para satisfacer sus propias pasiones más que para reformar nuestros modales. Pero el Padre de nuestras almas nunca quiere apenar ni afligir a sus hijos. Siempre es para nuestro provecho. Toda nuestra vida aquí es un estado infantil e imperfecto en cuanto a las cosas espirituales; por tanto, debemos someternos a la disciplina de tal estado. Cuando lleguemos al estado perfecto estaremos plenamente reconciliados con todas las disciplinas presentes de Dios para con nosotros.

La corrección de Dios no es condenación; el castigo puede ser soportado con paciencia y fomenta grandemente la santidad. Entonces, aprendamos a considerar las aflicciones que nos acarrea la maldad de los hombres como correcciones enviadas por nuestro bondadoso y santo Padre para nuestro bien espiritual.

Estos cristianos se habían olvidado de las verdades básicas de la Palabra (5:12); y el versículo 5 nos dice que hasta habían olvidado lo que Dios dice respecto a la disciplina. El escritor citó Proverbios 3:11ss y les recordó que el sufrimiento en la vida del cristiano no es un castigo, sino disciplina. La palabra «disciplina» significa literalmente la «disciplina de criar o educar a un niño». Eran bebés espirituales; una manera en que Dios los hacía madurar era permitir que atravesaran pruebas.

El castigo es obra de un juez; la disciplina es la obra de un padre.

El castigo se aplica para confirmar la ley; la disciplina se aplica como prueba de amor, para el bien del niño. Demasiado a menudo nos rebelamos contra la mano amorosa de Dios que aplica la disciplina; en lugar de eso debemos someternos y crecer. Satanás nos dice que nuestras pruebas son evidencia de que Dios no nos ama; ¡pero la Palabra de Dios nos dice que los sufrimientos son la mejor prueba de que Él en realidad nos ama!

Cuando el sufrimiento viene sobre los creyentes, estos pueden responder de diferentes maneras. Pueden resistir las circunstancias y luchar contra la voluntad de Dios, amargarse en lugar de mejorarse. ¿Por qué tiene que ocurrirme esto a mí? ¡A Dios ya no le interesa! ¡De nada sirve ser cristiano! Esta actitud no producirá sino tristeza y amargura del alma. El escritor argumenta: «Tuvimos padres terrenales que nos disciplinaban, y los respetábamos. ¿No deberíamos, entonces, respetar a nuestro Padre celestial que nos ama y desea hacernos madurar? Después de todo, la mejor prueba de que somos hijos de Dios, y no hijos ilegítimos, es que Dios nos disciplina. Lo que el versículo 9 sugiere es que si no nos sometemos a Dios, podemos morir.

El cristiano puede también darse por vencido y dejarse derrotar. Esta es una actitud incorrecta (vs. 3,12,13). La disciplina de Dios tiene el propósito de ayudarnos a crecer, no a destrozarnos. La actitud correcta es que soportemos por fe (v.7), permitiendo que Dios realice su perfecto plan.

Punto fundamental es “Puestos los ojos en Jesús.” Cristo es nuestra vida. Colosenses 3:4. Cristo vive en nosotros, y vivimos en la fe de Cristo. Gálatas 2:20Enseñamos a Jesús. Mateo 28:18-20. Permanezcamos en la palabra de Jesús. Juan 8:31-31. Y permanezcamos hasta el fin para ser salvos. Mateo 10:22; 24:13. “Despojémonos de todo peso.” Mateo 13:22. “El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 

Despojémonos del pecado que nos asedia.

Dejar el pecado es una decisión que muestra que escogimos a Dios, Su palabra y Su voluntad en lugar de nuestra. Santiago 1:21-25. Es cosa en que la Biblia enseña que se ocupa cada cristiano y cristiana en todas las naciones. Filipenses 2:13. 2 Corintios 13:5. Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? Nuestra meta es ser libre de nuestros pecados y tener dominio propio de todo nuestro ser y nuestro diario vivir. Mateo 5:48; Efesios 4:12. Pero para nuestros pecados tenemos remedio. 1 Juan 1:5-10.

La fe acepta las verdades bíblicas sobre la vida de Jesús y lo que Él ha realizado por nosotros. También nos acerca a Dios y hace que nos aferremos al Señor con tenacidad. El creyente acepta los beneficios del sacrificio de Jesús y entra con confianza en la presencia de Dios. La fe cree implícitamente en la Biblia, la considera la expresión viva de Dios y así se somete a su juicio. Por último, la fe es querer sufrir junto con Cristo, sabiendo que se recibirá la mejor recompensa por la eternidad.

Reconoce que Jesús ha destruido el temor a la muerte venciendo al diablo. Mantén constantemente el valor y la esperanza que están implícitos en tu confesión de fe por la Palabra Viva y Eterna de Dios. Permite a la Palabra de Dios juzgar las intenciones y pensamientos de tu corazón. Sé tenaz al aferrarte a las promesas de Dios. Busca activamente a Dios, estudia su Palabra, y edifica tu fe. Acércate confiadamente a Dios cuando estés en necesidad. Cree que Él comprende tus sufrimientos. ¡Mantén la esperanza! Desarrolla el sentido de que un gran futuro te espera. 

Debes tener muy presente que seguir a Cristo provoca reproches de las personas que te rodean, pero no temas al ridículo, al rechazo y al desprecio humanos, por que lo más hermoso sobre la tierra es tener la gracia y la bondad de la presencia de Dios sobre nuestras vidas, Jesucristo nuestro Señor, ya ha vencido al mundo por nosotros y nos ha dado la victoria. Bendiciones.