Estamos viviendo en el tiempo del Espíritu Santo, porque hoy
más que nunca sentimos la necesidad de una presencia viva y fuerte que oriente
nuestra vida por el camino seguro que nos conduzca a la verdadera realización
de nuestro ser y a la consecución de una meta sólida y definitiva.
Zacarías 4:6. Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de
Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi
Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.
2 Corintios 3:17. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu
del Señor, allí hay libertad.
El mismo que a través del tiempo ha venido actuando en tantas
y diversas formas, generación tras generación, hoy por hoy no ha perdido fuerza
ni actualidad y sigue animando y santificando a cuantos quieren dejarse guiar
por sus impulsos y le permiten ejercer su acción renovadora en la vida propia,
porque el Espíritu de Dios es para beneficio de cada persona que viene a este
mundo.
La presencia viva está allí, el Señor Jesús lo prometió
y Él no falla; el Espíritu Santo está siempre a nuestro lado, nos guía, nos
acompaña, nos inspira y nos explica todas las cosas que necesitamos para
desterrar de nuestra vida el miedo, la incertidumbre, los temores... y para
darnos seguridad, fortaleza, claridad de mente y buenos deseos.
1 de Juan 5:1-7. Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de
Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido
engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando
amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que
guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo
que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al
mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús
es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no
mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre.
Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu
es la verdad. Porque tres son
los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y
estos tres son uno.
Es imposible agradar a Dios sin la ayuda y dirección del
Espíritu Santo, Él es esencial para la vida y enseñanza cristiana. El Espíritu
Santo es una de las tres personas de la Santísima Trinidad. Sin la ayuda y
poder del Espíritu Santo todos nuestros esfuerzos para agradar a Dios como para
enseñar a otros a hacerlo carecen de sentido y por lo tanto, los resultados son
insignificantes. Debemos hacernos las siguientes preguntas como cristianos,
como creyentes y discípulos: ¿dependemos completamente en el poder y guía del
Espíritu Santo? Si no es así, ¿por qué no lo hacemos?
Hay buenas noticias y son que la presencia y el poder de Dios
están a nuestro alcance. Quizá lo más importante que podemos hacer es reconocer
que sin la ayuda de Dios no podemos logar absolutamente nada. ¡Gracias a Dios
que nos ha dejado a su Espíritu!
2 de Crónicas. 7:14-17. Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es
invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos
caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré
su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos, y atentos mis oídos, a la oración
en este lugar: Porque ahora he elegido y santificado esta casa, para que esté
en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para
siempre. Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, e
hicieres todas las cosas que yo te he mandado, y guardares mis estatutos y mis
decretos.
El que lee la Biblia sinceramente podrá descubrir en poco
tiempo que la Biblia está llena de enseñanzas sobre el Espíritu Santo. Vemos al
Espíritu Santo como Creador en el primer capítulo de la Biblia y también
en el último capítulo en forma del revelador de Jesucristo. Así como el
Espíritu Santo tomó parte en la creación del universo, también tomó parte en la
creación de la iglesia. Igualmente, el Espíritu Santo ayuda a crear al hombre
nuevo y a crear en él la semejanza de Dios.
El Espíritu Santo ha estado presente en el mundo y la vida,
desde antes que todo lo creado y visible tomara forma.
Al hablar de una persona enseguida nos viene a la mente
preguntar: ¿quién es?, ¿de dónde viene?, ¿cuál es su origen, su nacionalidad,
su estirpe…?
Pero al referirnos al Espíritu Santo, se nos rompen los
moldes y tenemos que echar mano de la fe para trasladarnos a los planos divinos
en donde lo incomprensible se estrella con nuestras limitaciones mentales y con
la carencia datos históricos.
No obstante, el Espíritu Santo ha estado presente en el mundo
y la vida, desde antes que todo lo creado y visible tomara forma. El primer
verso de la Biblia afirma que el Espíritu Santo existía ya desde antes; y aún
más, cuando todo era oscuridad y caos, ya el Espíritu de Dios se mecía
sobre las aguas.
Génesis 1:1-2. En
el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y
vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios
se movía sobre la faz de las aguas.
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los
que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no
había sido aún glorificado. Juan 7:3-39.
El Espíritu Santo el que produce en nosotros el tipo de vida
que agrada a Dios cuando le dejamos el control total de nuestras decisiones en
lo que la Biblia denomina como “ser
lleno del Espíritu Santo”. Efesios
5:18. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución;
antes bien sed llenos del Espíritu. Cuando dejamos que sea el Espíritu Santo el que dirija
nuestras vidas, entonces nuestra conducta reflejará las siguientes
características: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
humildad y dominio propio.
Es muy fácil reconocer a quienes viven en el Espíritu, porque
los dones del Espíritu Santo se manifiestan en la vida como: sabiduría,
ciencia, inteligencia, fortaleza, piedad, capacidad de aconsejar y un sano
temor de ofender a Dios. Bien lo dice el Señor Jesús: “por sus frutos los conocerán”
Gálatas 5:14-2. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros,
mirad que también no os consumáis unos a otros. Digo, pues: Andad en el
Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne
es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen
entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el
Espíritu, no estáis bajo la ley.
Y manifiestas son las obras de la carne, que son:
adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las
cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios.
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos
vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
El Espíritu Santo es la persona indispensable para todo lo
que concierne a nuestra relación con Dios y con su servicio. El Espíritu Santo
hace posible la salvación de los creyentes ya que él convence de pecado.
Juan 16:7-15. Pero
yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el
Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él
venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por
cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis
más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las
podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a
toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo
lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará;
porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío;
por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
El Espíritu Santo convence al mundo del pecado, justicia, y
juicio. Sin el Espíritu Santo no podemos ver nuestro pecado. Con la ayuda del
Espíritu Santo, podemos ver claramente nuestro pecado en contraste a la
santidad del Espíritu. Esto nos humilla y nos trae a un lugar de rendición. El
Espíritu Santo nos guiará a la verdad.
Y regenera a los pecadores para que la relación con Dios rota
por el pecado sea restablecida. Nos
salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia,
por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo. Tito
3:5. El Espíritu Santo incorpora a los creyentes en el cuerpo de
Cristo, en lo que se denomina como el bautismo del Espíritu Santo. Porque
por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o
griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo
Espíritu. 1 Corintios 12:13.
Una de las cosas que distingue al cristiano es que tiene la
presencia del Espíritu Santo. Jesús dijo que el mundo no puede recibir al
Espíritu Santo. En la carta a los Romanos 8:16 dice, "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu,
de que somos hijos de Dios."
El Espíritu Santo viene a nosotros cuando nacemos de nuevo:
Jesús le dijo a Nicodemo, un líder religioso de los judíos, "Os es necesario nacer de nuevo" (Juan 3:7). Jesús
no ofrece aquí una sugerencia, sino una necesidad. Sin haber nacido del
Espíritu, no entraremos en el reino de Dios que es "justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Romanos
14:17). Jesús dijo, "Lo
que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu
es" (Juan 3:6).
En el mismo sentido que los padres de un bebé transmiten sus
cromosomas, el Espíritu Santo entra en nosotros en el momento de nuestro
renacimiento. En ese momento la personalidad del bebé es influenciada por los
padres. Igualmente, como nuevos cristianos recibimos la vida del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo por medio del renacimiento espiritual. Sin el
Espíritu Santo, no podemos vivir una vida cristiana. Una de las consecuencias
de esta nueva vida es el reconocimiento y rechazo del pecado.
Como dice Juan, "Todo
aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios". 1
Juan 3:9. Cuando nuestras mentes dejan de discernir el pecado en
nuestras vidas, la vida del Espíritu Santo salido de nosotros.
El Espíritu Santo es nuestro Santificador. Después de nuestra conversión, debemos ser limpiados de
nuestra naturaleza carnal que nos dirige hacia el pecado. Esta limpieza total
es la santificación entera y es lo que Pablo tenía en mente cuando oro lo
siguiente, "Y
el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor
Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará". 1
Tesalonicenses 4:23-24. La obra
de santificación es posible solo por medio del poder del Espíritu Santo obrando
en nosotros. Solo el poder del Espíritu puede librarnos de nuestra naturaleza
carnal.
Jesús habla en la Biblia de otra gran función del Espíritu
Santo. "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre
vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaria, y hasta lo último de la tierra". Hechos
1:8.
Después del primer derramamiento del Espíritu Santo, hombres
que antes vivían en temor de los judíos los confrontaron con el evangelio de
Jesucristo. Luego otros fueron empoderados por el según derramamiento. "Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban
congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con
denuedo la palabra de Dios". Hechos 4:31. Para
ser testigos efectivos necesitamos la confianza y el poder del Espíritu Santo.
Tenemos una gran necesidad del bautismo del Espíritu Santo.
Juan dijo que Jesús bautizaba con el Espíritu y fuego (Mateo 3:11). Hay
varios ejemplos de este tipo de bautismo en el libro de Hechos. Desde los
tiempos bíblicos muchos cristianos han experimentado el bautismo del Espíritu.
Es imperativo que nuestra doctrina se encuentre basada en
nuestra necesidad del Espíritu Santo y no nuestras experiencias emocionales. Si
no sentimos la llenura del Espíritu debemos examinar nuestros corazones para
eliminar cualquier desobediencia o tendencias mundanas. Estos pecados hieren y
contristan al Espíritu y si seguimos cometiéndolas apagaremos la llama del
Espíritu completamente. No
apaguéis al Espíritu. 1
Tesalonicenses 5:19.
Jesús dijo, "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Mateo
6:33. Si cumplimos este mandato nos vaciaremos para permitir la
llenura del Espíritu.
El Espíritu Santo es el administrador de los dones del
ministerio. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu
para provecho. 1 Corintios 12:7. Y nos quiere dirigir a las personas indicadas con el mensaje
del evangelio. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios,
éstos son hijos de Dios. Romanos 8:14.
Es el Espíritu Santo quien mueve los corazones hacia el bien,
para que hagamos lo que es bueno. Hay cosas incomprensibles para los seres
humanos. No podemos explicarnos ciertos comportamientos generosos, de personas
que se desprenden de lo suyo, o que se dedican en cuerpo y alma a hacer el bien
a sus semejantes en forma desinteresada, ¿sólo por gusto?, ¿sólo por el placer
de hacerlo?
Efesios 2:13. Porque
Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad.
Es realmente porque el deseo del corazón de Dios es el
bendecir a la humanidad a través de personas llenas del Espíritu Santo y del
Perfecto Amor. Hay sacrificios verdaderamente heroicos, que proceden de una
fuerza superior a la que dictan los instintos humanos, cosas que verdaderamente
proceden de Dios y no los percibimos sino desde una óptica superior. Personas
que renuncian a sus propios deseos y que dejan su tierra para comunicar el
Evangelio a sus semejantes, porque saben que en el Evangelio están la salvación
y la alegría para todos, tanto en esta vida como de la futura.
En el proceso de enseñanza-aprendizaje, el Espíritu Santo
también es indispensable en la educación cristiana ya que se relaciona
directamente en todos los elementos involucrados. El Espíritu Santo guía y usa
al maestro para que pueda enseñar las verdades de Dios. Es increíble que el
Dios del universo decida cooperar con nosotros para proclamar su mensaje de
redención al mundo. Dios no nos necesita realmente, pero decide usarnos por su
gracia. ¡Qué gran privilegio! El contenido de nuestra enseñanza debe estar
basado en la revelación escrita de Dios, la Biblia.
El Espíritu Santo inspiró a los autores bíblicos por lo que
el Espíritu Santo también está involucrado directamente en el contenido de nuestra
enseñanza. El Espíritu Santo ilumina y motiva a nuestros alumnos para que
entiendan y reciban las enseñanzas divinas. La Biblia es el único libro que
existe en el que todos los cristianos tienen acceso directo a su autor (el Espíritu Santo) y además su deseo es ayudarnos a entenderlo y aplicarlo a
nuestra vidas.
Finalmente, el propósito final de la enseñanza bíblica es
nuestra transformación a la imagen de Jesucristo. La Biblia no se escribió para
nuestra información solamente sino para nuestra transformación. Este cambio
solamente es posible por el Espíritu Santo. De hecho, él es el único que puede
cambiar nuestras vidas. Así que, el Espíritu Santo es vital en el maestro,
contenido, alumno y la meta de la educación cristiana
Apropiémonos de las palabras de Pablo en la carta a los Romanos:
capítulo 15, verso 13: “El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz
en la fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu
Santo.”
Aquí no termina la obra del Espíritu Santo en el cristiano.
Dios nos da dones y ministerios para extender el Reino de los cielos en la
tierra y ayudar a otros en necesidad. Hechos
1:8 menciona la palabra “poder", que representa al Espíritu Santo SOBRE nosotros para ser testigos
vivientes de la Gracia del Señor. Este poder es conocido como UNCION, que viene sobre el cristiano siempre por una razón y es la
de servir a Dios y servir a las personas.
Todo creyente puede ser lleno del Espíritu, pues habita en su
ser, pero no todos los creyentes tienen la Unción para servir a Dios
eficazmente y con resultados tangibles. Es por eso que en todo momento tenemos
la presencia del Espíritu Santo en nosotros, pero solamente cuando servimos a
Dios la Unción o poder se activa.
La Presencia del Espíritu Santo revela en el cristiano la
naturaleza del Señor. Manifiesta el fruto del Espíritu Santo y el señorío de
Cristo. La Presencia del Espíritu es la que nos cambia. Debemos pedir la
presencia y la llenura del Espíritu Santo en nuestras vidas en todo momento y
hasta que Dios nos llame a su presencia. Bendiciones.
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