Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

El Espíritu Santo en nuestras vidas°


Estamos viviendo en el tiempo del Espíritu Santo, porque hoy más que nunca sentimos la necesidad de una presencia viva y fuerte que oriente nuestra vida por el camino seguro que nos conduzca a la verdadera realización de nuestro ser y a la consecución de una meta sólida y definitiva.

Zacarías 4:6. Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.

2 Corintios 3:17. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.

El mismo que a través del tiempo ha venido actuando en tantas y diversas formas, generación tras generación, hoy por hoy no ha perdido fuerza ni actualidad y sigue animando y santificando a cuantos quieren dejarse guiar por sus impulsos y le permiten ejercer su acción renovadora en la vida propia, porque el Espíritu de Dios es para beneficio de cada persona que viene a este mundo.

La presencia viva está  allí, el Señor Jesús lo prometió y Él no falla; el Espíritu Santo está siempre a nuestro lado, nos guía, nos acompaña, nos inspira y nos explica todas las cosas que necesitamos para desterrar de nuestra vida el miedo, la incertidumbre, los temores... y para darnos seguridad, fortaleza, claridad de mente y buenos deseos.

1 de Juan 5:1-7. Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre.

Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno.

Es imposible agradar a Dios sin la ayuda y dirección del Espíritu Santo, Él es esencial para la vida y enseñanza cristiana. El Espíritu Santo es una de las tres personas de la Santísima Trinidad. Sin la ayuda y poder del Espíritu Santo todos nuestros esfuerzos para agradar a Dios como para enseñar a otros a hacerlo carecen de sentido y por lo tanto, los resultados son insignificantes. Debemos hacernos las siguientes preguntas como cristianos, como creyentes y discípulos: ¿dependemos completamente en el poder y guía del Espíritu Santo? Si no es así, ¿por qué no lo hacemos?

Hay buenas noticias y son que la presencia y el poder de Dios están a nuestro alcance. Quizá lo más importante que podemos hacer es reconocer que sin la ayuda de Dios no podemos logar absolutamente nada. ¡Gracias a Dios que nos ha dejado a su Espíritu!

2 de Crónicas. 7:14-17. Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos, y atentos mis oídos, a la oración en este lugar: Porque ahora he elegido y santificado esta casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre. Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, e hicieres todas las cosas que yo te he mandado, y guardares mis estatutos y mis decretos.

El que lee la Biblia sinceramente podrá descubrir en poco tiempo que la Biblia está llena de enseñanzas sobre el Espíritu Santo. Vemos al Espíritu Santo como Creador  en el primer capítulo de la Biblia y también en el último capítulo en forma del revelador de Jesucristo. Así como el Espíritu Santo tomó parte en la creación del universo, también tomó parte en la creación de la iglesia. Igualmente, el Espíritu Santo ayuda a crear al hombre nuevo y a crear en él la semejanza de Dios.

El Espíritu Santo ha estado presente en el mundo y la vida, desde antes que todo lo creado y visible tomara forma.

Al hablar de una persona enseguida nos viene a la mente preguntar: ¿quién es?, ¿de dónde viene?, ¿cuál es su origen, su nacionalidad, su estirpe…?

Pero al referirnos al Espíritu Santo, se nos rompen los moldes y tenemos que echar mano de la fe para trasladarnos a los planos divinos en donde lo incomprensible se estrella con nuestras limitaciones mentales y con la carencia datos históricos.

No obstante, el Espíritu Santo ha estado presente en el mundo y la vida, desde antes que todo lo creado y visible tomara forma. El primer verso de la Biblia afirma que el Espíritu Santo existía ya desde antes; y aún más, cuando todo era oscuridad y caos, ya el Espíritu de Dios se mecía  sobre las aguas. 

Génesis 1:1-2. En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.

El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. Juan 7:3-39.

El Espíritu Santo el que produce en nosotros el tipo de vida que agrada a Dios cuando le dejamos el control total de nuestras decisiones en lo que la Biblia denomina como “ser lleno del Espíritu Santo”. Efesios 5:18. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu. Cuando dejamos que sea el Espíritu Santo el que dirija nuestras vidas, entonces nuestra conducta reflejará las siguientes características: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.

Es muy fácil reconocer a quienes viven en el Espíritu, porque los dones del Espíritu Santo se manifiestan en la vida como: sabiduría, ciencia, inteligencia, fortaleza, piedad, capacidad de aconsejar y un sano temor de ofender a Dios. Bien lo dice el Señor Jesús: “por sus frutos los conocerán”

Gálatas 5:14-2. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

El Espíritu Santo es la persona indispensable para todo lo que concierne a nuestra relación con Dios y con su servicio. El Espíritu Santo hace posible la salvación de los creyentes ya que él convence de pecado.

Juan 16:7-15. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.

Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.

El Espíritu Santo convence al mundo del pecado, justicia, y juicio. Sin el Espíritu Santo no podemos ver nuestro pecado. Con la ayuda del Espíritu Santo, podemos ver claramente nuestro pecado en contraste a la santidad del Espíritu. Esto nos humilla y nos trae a un lugar de rendición. El Espíritu Santo nos guiará a la verdad.

Y regenera a los pecadores para que la relación con Dios rota por el pecado sea restablecida. Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo. Tito 3:5. El Espíritu Santo incorpora a los creyentes en el cuerpo de Cristo, en lo que se denomina como el bautismo del Espíritu Santo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. 1 Corintios 12:13.

Una de las cosas que distingue al cristiano es que tiene la presencia del Espíritu Santo. Jesús dijo que el mundo no puede recibir al Espíritu Santo. En la carta a los Romanos 8:16 dice, "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios."

El Espíritu Santo viene a nosotros cuando nacemos de nuevo: Jesús le dijo a Nicodemo, un líder religioso de los judíos, "Os es necesario nacer de nuevo" (Juan 3:7). Jesús no ofrece aquí una sugerencia, sino una necesidad. Sin haber nacido del Espíritu, no entraremos en el reino de Dios que es "justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Romanos 14:17). Jesús dijo, "Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Juan 3:6).

En el mismo sentido que los padres de un bebé transmiten sus cromosomas, el Espíritu Santo entra en nosotros en el momento de nuestro renacimiento. En ese momento la personalidad del bebé es influenciada por los padres. Igualmente, como nuevos cristianos recibimos la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo por medio del renacimiento espiritual. Sin el Espíritu Santo, no podemos vivir una vida cristiana. Una de las consecuencias de esta nueva vida es el reconocimiento y rechazo del pecado.

Como dice Juan, "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios". 1 Juan 3:9. Cuando nuestras mentes dejan de discernir el pecado en nuestras vidas, la vida del Espíritu Santo salido de nosotros.

El Espíritu Santo es nuestro Santificador. Después de nuestra conversión, debemos ser limpiados de nuestra naturaleza carnal que nos dirige hacia el pecado. Esta limpieza total es la santificación entera y es lo que Pablo tenía en mente cuando oro lo siguiente, "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará". 1 Tesalonicenses 4:23-24. La obra de santificación es posible solo por medio del poder del Espíritu Santo obrando en nosotros. Solo el poder del Espíritu puede librarnos de nuestra naturaleza carnal.

Jesús habla en la Biblia de otra gran función del Espíritu Santo. "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra". Hechos 1:8.

Después del primer derramamiento del Espíritu Santo, hombres que antes vivían en temor de los judíos los confrontaron con el evangelio de Jesucristo. Luego otros fueron empoderados por el según derramamiento. "Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios". Hechos 4:31. Para ser testigos efectivos necesitamos la confianza y el poder del Espíritu Santo.

Tenemos una gran necesidad del bautismo del Espíritu Santo. Juan dijo que Jesús bautizaba con el Espíritu y fuego (Mateo 3:11). Hay varios ejemplos de este tipo de bautismo en el libro de Hechos. Desde los tiempos bíblicos muchos cristianos han experimentado el bautismo del Espíritu.

Es imperativo que nuestra doctrina se encuentre basada en nuestra necesidad del Espíritu Santo y no nuestras experiencias emocionales. Si no sentimos la llenura del Espíritu debemos examinar nuestros corazones para eliminar cualquier desobediencia o tendencias mundanas. Estos pecados hieren y contristan al Espíritu y si seguimos cometiéndolas apagaremos la llama del Espíritu completamente. No apaguéis al Espíritu. 1 Tesalonicenses 5:19.

Jesús dijo, "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Mateo 6:33. Si cumplimos este mandato nos vaciaremos para permitir la llenura del Espíritu.

El Espíritu Santo es el administrador de los dones del ministerio. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. 1 Corintios 12:7. Y nos quiere dirigir a las personas indicadas con el mensaje del evangelio. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Romanos 8:14.

Es el Espíritu Santo quien mueve los corazones hacia el bien, para que hagamos lo que es bueno. Hay cosas incomprensibles para los seres humanos. No podemos explicarnos ciertos comportamientos generosos, de personas que se desprenden de lo suyo, o que se dedican en cuerpo y alma a hacer el bien a sus semejantes en forma desinteresada, ¿sólo por gusto?, ¿sólo por el placer de hacerlo?

Efesios 2:13. Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

Es realmente porque el deseo del corazón de Dios es el bendecir a la humanidad a través de personas llenas del Espíritu Santo y del Perfecto Amor. Hay sacrificios verdaderamente heroicos, que proceden de una fuerza superior a la que dictan los instintos humanos, cosas que verdaderamente proceden de Dios y no los percibimos sino desde una óptica superior. Personas que renuncian a sus propios deseos y que dejan su tierra para comunicar el Evangelio a sus semejantes, porque saben que en el Evangelio están la salvación y la alegría para todos, tanto en esta vida como de la futura.

En el proceso de enseñanza-aprendizaje, el Espíritu Santo también es indispensable en la educación cristiana ya que se relaciona directamente en todos los elementos involucrados. El Espíritu Santo guía y usa al maestro para que pueda enseñar las verdades de Dios. Es increíble que el Dios del universo decida cooperar con nosotros para proclamar su mensaje de redención al mundo. Dios no nos necesita realmente, pero decide usarnos por su gracia. ¡Qué gran privilegio! El contenido de nuestra enseñanza debe estar basado en la revelación escrita de Dios, la Biblia.

El Espíritu Santo inspiró a los autores bíblicos por lo que el Espíritu Santo también está involucrado directamente en el contenido de nuestra enseñanza. El Espíritu Santo ilumina y motiva a nuestros alumnos para que entiendan y reciban las enseñanzas divinas. La Biblia es el único libro que existe en el que todos los cristianos tienen acceso directo a su autor (el Espíritu Santo) y además su deseo es ayudarnos a entenderlo y aplicarlo a nuestra vidas.

Finalmente, el propósito final de la enseñanza bíblica es nuestra transformación a la imagen de Jesucristo. La Biblia no se escribió para nuestra información solamente sino para nuestra transformación. Este cambio solamente es posible por el Espíritu Santo. De hecho, él es el único que puede cambiar nuestras vidas. Así que, el Espíritu Santo es vital en el maestro, contenido, alumno y la meta de la educación cristiana

Apropiémonos de las palabras de Pablo en la carta a los Romanos: capítulo 15, verso 13: “El Dios de la esperanza os colme  de todo gozo y paz en la fe, hasta rebosar  de esperanza por la fuerza del Espíritu  Santo.”  

Aquí no termina la obra del Espíritu Santo en el cristiano. Dios nos da dones y ministerios para extender el Reino de los cielos en la tierra y ayudar a otros en necesidad. Hechos 1:8 menciona la palabra “poder", que representa al Espíritu Santo SOBRE nosotros para ser testigos vivientes de la Gracia del Señor. Este poder es conocido como UNCION, que viene sobre el cristiano siempre por una razón y es la de servir a Dios y servir a las personas.

Todo creyente puede ser lleno del Espíritu, pues habita en su ser, pero no todos los creyentes tienen la Unción para servir a Dios eficazmente y con resultados tangibles. Es por eso que en todo momento tenemos la presencia del Espíritu Santo en nosotros, pero solamente cuando servimos a Dios la Unción o poder se activa.


La Presencia del Espíritu Santo revela en el cristiano la naturaleza del Señor. Manifiesta el fruto del Espíritu Santo y el señorío de Cristo. La Presencia del Espíritu es la que nos cambia. Debemos pedir la presencia y la llenura del Espíritu Santo en nuestras vidas en todo momento y hasta que Dios nos llame a su presencia. Bendiciones.

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