Jesús le contestó: —Créeme, mujer, que llega la
hora en que ustedes adorarán al Padre sin tener que venir a este monte ni ir a
Jerusalén. Ustedes no saben a quién adoran; pero nosotros sabemos a quién
adoramos, pues la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y es ahora
mismo, cuando los que de veras adoran al Padre lo harán de un modo verdadero,
conforme al Espíritu de Dios. Pues el Padre quiere que así lo hagan los que lo
adoran. Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo de un modo
verdadero, conforme al Espíritu de Dios. (DHH Jn 4:21-24)
Después de nuestra conversión a Dios
para seguir el camino de salvación, lo que para muchos es el haber dejado atrás
una vida de pecado y de los deseos de la carne. Como seres sociales buscamos identidad
dentro del entorno donde nos movemos y más como cristianos, que somos parte del
cuerpo de Jesucristo como resultado del nuevo nacimiento, nace un deseo genuino
y transparente por agradar al Creador, a nuestro Padre Celestial.
Esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y
para todos los que nuestro Dios quiera salvar en otras partes del mundo. Pedro
siguió hablando a la gente con mucho entusiasmo. Les dijo: "Sálvense del
castigo que les espera a todos los malvados". Ese día, unas tres mil
personas creyeron en el mensaje de Pedro. Tan pronto como los apóstoles los
bautizaron, todas esas personas se unieron al grupo de los seguidores de Jesús
y decidieron vivir como una gran familia. Y cada día los apóstoles
compartían con ellos las enseñanzas acerca de Dios y de Jesús. También
celebraban la Cena del Señor y oraban juntos. (BLS Hch 2:39-42)
Por ello Dios instituyo el plan de Salvación
para la humanidad y dentro ese plan instituyó la Iglesia, cuya cabeza es
nuestro Señor Jesucristo y que se rige por la Palabra de Dios. Su verdadero
sentido, lo reveló nuestro Señor Jesucristo y sólo podemos entenderlo a través
de la persona y obra de nuestro Señor el Espíritu Santo.
Les aseguro que si dos de ustedes se
ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedirle algo a Dios que está en el
cielo, él se lo dará. Porque allí donde dos o tres de ustedes se reúnan en mi
nombre, allí estaré yo. (BLS Mt 18:19-20)
Antes de entrar de lleno en el mensaje
de este sermón, quiero trabajar sobre el fundamento de algunas verdades
eternas, sabiendo como siempre que la base de nuestra fe es Cristo, él es
nuestra Roca Eterna.
Porque tres son los que dan testimonio en el cielo:
el Padre, el Verbo (Jesucristo), y el Espíritu Santo, y estos tres son uno. Y
tres son los que dan testimonio en la tierra: (NBLH 1 J
5:7)
Algo muy importante para los hijos e hijas de Dios es el tener comunión
dentro del cuerpo de Cristo, es el de tener crecimiento y desarrollo dentro de
la iglesia de Cristo, el de poder cumplir con el plan de Dios para nuestras
vidas. Por eso es necesario poder estar cerca de los demás hermanos en Cristo
en la unidad del Espíritu Santo, por eso es necesario tener amistad y
compañerismo con otros creyentes. Esa es la razón por lo que vemos iglesias en
todas las naciones de la tierra, en donde habitualmente se congregan los
cristianos para recibir instrucción y tener compañerismo.
Sólo hay un Dios, y es Padre de todos: gobierna
sobre todos, actúa por medio de todos, y está en todos. A cada uno de nosotros
Cristo nos dio las capacidades que quiso darnos. Como dice la Biblia: "Cuando
subió al cielo, llevó muchos prisioneros, y dio capacidades a la gente".
Pero, ¿qué significa eso de que "subió"? Pues significa que primero
bajó a las partes más profundas de la tierra. Y el que bajó es el mismo que
después subió a lo más alto del cielo, para llenar todo el universo. Él fue
quien les dio a unos la capacidad de ser apóstoles; a otros, la de ser
evangelistas; y a otros, la de ser pastores y maestros. Hizo esto para que
todos los que formamos la iglesia, que es su cuerpo, estemos capacitados para
servir y dar instrucción a los creyentes. Así seremos un grupo muy unido y
llegaremos a tener todo lo que nos falta; seremos perfectos, como lo es Cristo,
porque conocemos al Hijo de Dios y hemos confiado en él. (BLS Ef 4:6-13)
Partiendo de lo anterior, podemos aplicar la lógica a nuestras vidas y ver
con entendimiento espiritual lo que NO es sano,
en especial el de continuar con aquellas costumbres y amistades que nos conducían
al pecado, a esas vidas desenfrenadas llenas de vicios, de lujuria y de maldad,
de placeres mundanos que no suman nada a nuestra eternidad.
La vida de templo como se ve en la Biblia y quedó registrada en el Antiguo
Testamento: consistía en estar en constante comunión entre los creyentes, en asistir
a las reuniones de las sinagogas de una manera colegial y ordenada para recibir
las instrucciones de parte de los maestros quienes eran llamados para esas tareas
esenciales de educar al pueblo en lo referente a los parámetros del reino y de
la Palabra de Dios.
Inicialmente, como cristianos debemos comprender que nuestras raíces están
en Israel. Por eso es necesario ver nuestro trasfondo y el porqué esta nación
es parte de nuestra herencia espiritual. Dios estableció a Israel como nación
por varias razones: La primera razón fue su amor por Abraham, el patriarca de
los israelitas. Dios le prometió a Abraham que haría de su descendencia una
gran nación y que les daría la tierra de Canaán como herencia. Esta promesa fue
incondicional, lo que significa que no dependía de que los israelitas fueran
dignos o merecedores.
Escúchenme, todos los que tienen esperanza de ser
liberados, todos los que buscan al SEÑOR. Consideren la piedra de la que fueron
tallados, la cantera de la que fueron extraídos. Sí, piensen en Abraham, su
antepasado, y en Sara, que dio a luz a su nación. Cuando llamé a Abraham, era
un solo hombre; pero, cuando lo bendije, se convirtió en una gran nación. (NTV Is 51:1-2)
Un día el Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra,
tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a
mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y
hacerte famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a los que te
bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas
las familias del mundo. (DHH Gn 12:1-3)
La segunda razón por la que Dios estableció a Israel como nación fue
para ser un testimonio a las demás naciones. Dios quería que Israel fuera un
pueblo diferente, una nación que viviera según sus leyes y principios. Israel
debía ser un ejemplo de justicia, misericordia y amor para el resto del mundo.
Vendrá gente de muchas naciones y dirán: «Vengan,
subamos al monte del SEÑOR, a la casa del Dios de Jacob. Allí él nos enseñará
sus caminos, y andaremos en sus sendas. Pues de Sión saldrá la enseñanza del
SEÑOR; de Jerusalén saldrá su palabra». (NTV Is 2:3)
La tercera razón por la que Dios estableció a Israel como nación fue
para preparar el camino para la venida de Jesús. Jesucristo, el Mesías, nació
de una mujer israelita, María. Dios eligió a Israel para ser el pueblo de Jesús
porque quería que su mensaje de salvación fuera accesible a todos los pueblos. Las
razones específicas por las que Dios eligió a Israel como nación se pueden ver
en las siguientes citas bíblicas:
"Así dice el Señor, el Rey de Israel y su Redentor,
el Señor de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el último; fuera de mí
no hay Dios. ¿Quién, como yo, proclamará lo venidero, y lo declarará desde el
principio? Que les diga lo que ha de venir, y lo que ha pasado." (Isaías
44:6-8)
El establecimiento de Israel como nación fue un acto de amor, gracia y
misericordia por parte de Dios. Dios quería que Israel fuera un pueblo
especial, un pueblo que lo representara en el mundo.
Veamos el concepto de Sinagoga
para entrar un poco más en el tema y para ver el desarrollo del pueblo de Dios.
Ahora volvamos a contextualizar sobre nuestra ascendencia espiritual, porque
para nosotros es muy importante entender nuestras raíces espirituales de nuestra
fe: somos hijos e hijas de Dios por haber aceptado a Jesucristo como Señor y
Salvador, somos descendencia espiritual del pueblo judío, somos descendencia de
Abraham, nuestra Biblia cómo la conocemos fue revelada al pueblo judío para que
la diera a conocer a todas las naciones; tanto el Antiguo Testamento, así como
el Nuevo Testamento fueron escritos por judíos.
Sinagoga: Templo o congregación de los judíos, en el que el propósito principal
fue el estudio de las sagradas escrituras, en el pasado era uno de los lugares
más importantes y organizados, estaba dirigido por una estructura jerárquica
que mantenía y supervisaba el orden, todo lo que se hacia dentro de ella era
bajo una disciplina estricta.
En las sinagogas se impartía la enseñanza de la ley de Moisés, en este
lugar aparte de aprender sobre las escrituras, se tomaban decisiones morales y
hasta judiciales, era un lugar religioso al cual se le dio un valor muy grande
ante la sociedad; en ella se podía tomar la decisión de juzgar y condenar a las
personas, tal acción era aprobada por una organización y por el pueblo, todo
pecado se condenaba de manera inmediata.
Hoy en día podemos decir
que las iglesias tradicionales tienen similitud refiriéndose a sus estructuras,
con la diferencia de que no se vive conforme a ley de Moisés, si no conforme a
la gracia de Cristo, conforme a todo lo que está escrito en los evangelios, en
el Nuevo Testamento y en General en toda la Biblia pero entendiendo que muchas
cosas han sido cumplidas y que otras tantas eran para tiempos y dispensaciones específicos.
Pero ustedes son miembros de la familia de Dios;
son sacerdotes al servicio del Rey; son su pueblo. Fue Dios quien los sacó de
la oscuridad del pecado y los hizo entrar en su luz maravillosa. Por eso,
anuncien las maravillas que Dios ha hecho. Antes, ustedes no eran nada, pero
ahora son el pueblo de Dios. Antes, Dios no les tenía compasión, pero ahora los
ama mucho. (BLS 1P
2:9-10)
Todo esto es importante para
tenerlo muy en claro y así poder comprender que cómo todas las cosas que Dios
creó en esta tierra, el pueblo de Dios ha tenido un desarrollo junto con todo el
plan de Salvación y son varias las dispensaciones en la que ha avanzado. En la
de estos tiempos los cristianos somos llamados a manifestarnos en nuestra
manera de pensar, en nuestra manera de hablar, en nuestra manera de hacer las
cosas, debemos ser sal y luz, debemos ser ejemplo y testimonio en nuestra
manera de vivir, debemos hacer las cosas a la manera de Dios haciendo la
diferencia; pero muchas personas, cientos de miles no lo han entendido aún,
llevan vidas religiosas, vidas enmarcadas en costumbres calcadas de las sinagogas
y que se transmitieron por tradiciones a la iglesia.
La creación espera con gran impaciencia el momento
en que se manifieste claramente que somos hijos de Dios. Porque la creación
perdió su verdadera finalidad, no por su propia voluntad, sino porque Dios así
lo había dispuesto; pero le quedaba siempre la esperanza de ser liberada de la
esclavitud y la destrucción, para alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de
Dios. (DHH Ro
8:19-21)
Denominaciones, iglesias, grupos que mantienen una religiosidad y
misticismo en todo lo que hacen, creando formatos y enseñando mal al pueblo de
Dios. Lo que digo les puede parecer a muchos no puy agradable y popular, pero
debemos comprender la esencia de las verdades que nuestro Señor Jesucristo nos
vino a revelar.
Siempre vemos personas que dicen ser hijos e hijas de Dios, pero su manera
de pensar, de hablar, de actuar y de manejar todos sus asuntos dejan mucho que
decir. Se comportan de la manera vieja y pecaminosa, no han entendido la vida
en Cristo, en sus negocios, en sus empresas, en sus entornos, en sus hogares,
los vemos con actitudes egoístas, pasan por encima de los otros por buscar sus
propios intereses, dicen amar a Dios, pero sus acciones demuestran todo lo
contario, o como nos dice nuestro Señor Jesucristo, por sus frutos podremos
saber si son de verdad hijos e hijas de Dios.
Durante años he visto a personas, hombres y mujeres de diferentes iglesias,
de diferentes denominaciones y de diferentes grupos religiosos, en el que su fe
sólo es conocimiento bíblico y estructuras religiosas de sus organizaciones
pero que no han cambiado y manejan todos los asuntos y relaciones de manera carnal,
de manera mundana, no teniendo en cuenta que lo que más valora Dios que es a
las personas y la vida.
Cuídense de esos mentirosos que pretenden hablar de
parte de Dios. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son
lobos feroces. Ustedes los pueden reconocer por sus acciones, pues no se
cosechan uvas de los espinos ni higos de los cardos. Así, todo árbol bueno da
fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. El árbol bueno no puede dar
fruto malo, ni el árbol malo dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto,
se corta y se echa al fuego. De modo que ustedes los reconocerán por sus acciones.
(DHH Mt
7:15-20)
Miremos detenidamente en los registros de los evangelios lo que nuestro
Señor Jesucristo nos mostró. Una cosa que siempre recalcó fue que saliéramos a
mostrar a nuestras familias, a nuestros entornos todo lo que Dios había hecho
por nosotros, lo que es realmente la manifestación del Reino de Dios en medio
nuestro, que no nos quedáramos encerrados en la vida de templo, que lo que
aprendemos en las reuniones debemos ponerlo en práctica con nuestros seres
queridos, con nuestros hogares y comunidades. Nuestro deber es mostrar el amor
de Dios con una vida de servicio, con actitudes que construyan vidas, que construyan
amor, el verdadero amor.
—Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de
la ley? Jesús le dijo: —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu
alma y con toda tu mente.” Éste es el más importante y el primero de los
mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a éste; dice: “Ama a tu prójimo
como a ti mismo.” En estos dos mandamientos se basan toda la ley y los
profetas. (DHH Mt
22:36-40)
Bendiciones.
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