Vengan hijos míos, escúchenme y dejen que les
enseñe el temor del SEÑOR. ¿Desean larga y próspera vida? ¡Pues cuidado con la
lengua! No mientan. Apártense del mal y hagan el bien. Procuren vivir en paz
con todo el mundo; esfuércense en ello. Porque los ojos del SEÑOR observan
detenidamente a los que viven como se debe, y sus oídos están contra los que
hacen el mal cuando claman a él. (NBD Sal 34:11-15)
Al hablar del temor a Dios, pensamos en miedo, pero Dios no quiere que
el hombre le tenga esa clase de miedo, al contrario, lo que Él más desea de
nosotros es que nos acerquemos a Él confiadamente, que lo respetemos, que lo
obedezcamos en todo lo que Él nos manda. Cuando aprendemos a confiar en Él y lo
respetamos obtenemos sabiduría.
En el judaísmo y el cristianismo, el temor de Dios es un don del
Espíritu Santo, el cual inspira reverencia a Dios y cuidado de ofenderlo, y
aparta del mal al ser humano, moviéndolo a hacer el bien.
Hay un miedo con respecto a nuestra relación con Dios que es el que se
manifiesta cuando el ser humano peca contra lo que Dios ha establecido y es aquí
donde la palabra "miedo" aparece por primera vez en la Biblia: "Oí tu voz en el huerto y tuve miedo". Esta experiencia emocional humana aparece como una consecuencia de la
desobediencia del hombre.
Dios ha provisto su temor para ayudarnos porque nos ama, nos revela, primeramente, la fuente o el origen del “temor de Dios” es Dios mismo.
Les daré un solo corazón y un solo propósito:
adorarme para siempre para su propio bien y el bien de todos sus descendientes.
Y haré un pacto eterno con ellos: nunca dejaré de hacerles bien. Pondré en el
corazón de ellos el deseo de adorarme, y nunca me dejarán. Me gozaré en
hacerles bien, y con fidelidad y de todo corazón los volveré a plantar en esta
tierra. (NTV Jr
32:39-41)
Dios siempre está interesado en que sus hijos anden por el buen camino, que se guarden del mal, que busquen la paz para que sean bendecidos. A Dios no le agrada que el hombre sea insensato por eso hace hincapié en Su temor. Dios está interesado en nuestra sabiduría que seamos inteligentes, de buen entendimiento. El temor de Dios es de naturaleza divina; mientras que el miedo es de naturaleza humana. Existe un temor de Dios y un temor humano.
Es al temor
humano al que Cristo se dirige cuando dice: “No
se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”. El
temor de Jehová es de naturaleza espiritual:
Y reposará sobre él (sobre Jesucristo) espíritu de temor de Jehová. ¿Cómo debe de ser el temor de Jehová? Debe de ser limpio. El miedo
humano natural implica distancia y falta de relación, mientras que el temor a
Dios implica una relación personal con el Padre Eterno Creador: en otras
palabras El temor de Dios es la medicina perfecta contra el miedo natural humano
y la muerte eterna.
El temor de Dios capacita al ser humano para que éste pueda ser fiel y
sincero con Dios en todos sus caminos.
La ley del Señor es perfecta, es remedio para el
alma, toda declaración del Señor es cierta y da al sencillo la sabiduría. Las
ordenanzas del Señor son rectas y para el corazón son alegría. Los mandamientos
del Señor son claros y son luz para los ojos. El temor del Señor es un
diamante, que dura para siempre; los juicios del Señor son verdad, y todos por
igual se verifican. Son más preciosos que el oro, valen más que montones de oro
fino; más que la miel es su dulzura, más que las gotas del panal. También son
luz para tu siervo, guardarlos es para mí una riqueza. (BL Sal 19:7-11)
Pues la sabiduría es más valiosa que las perlas,
ninguna joya se le puede comparar. Yo, la Sabiduría, convivo con la prudencia y
he encontrado el arte de la discreción. (Respetar al Señor es odiar el mal). Aborrezco la soberbia y la arrogancia, el mal
proceder y la mentira. (BLP Pr 8:11-13)
Cuando tenemos este conocimiento de Él es que somos inteligentes, debe
de ser enseñanza de sabiduría, es fuerte confianza, es ser manantial de vida. El principio de la sabiduría consiste en el temor
de Dios, y conocer al Santo es inteligencia. (PL Pr 9:10)
El que escucha la corrección que da la vida,
habitará entre los sabios. El que rechaza la corrección se daña él mismo; el
que atiende la reprensión gana entendimiento. El honrar al SEÑOR enseña
sabiduría; primero viene la humildad y luego la honra. (NBV Pr 15:31-33)
El temor del SEÑOR es un baluarte seguro que sirve
de refugio a los hijos. El temor del SEÑOR es fuente de vida, y aleja al hombre
de las redes de la muerte. (NVI Pr 14:26-27)
Pero lamentablemente la mayoría de los seres humanos escoge todo lo
contrario, porque deciden no obedecer a Dios, no obedecer a sus preceptos, no
obedecer a su Palabra Eterna, a su Palabra Viva.
Cuando el miedo les sobrevenga como una tormenta y
la desgracia los arrastre como un torbellino. Entonces me llamarán, pero no les
responderé; me buscarán, pero no me encontrarán. Por cuanto aborrecieron el
conocimiento y no quisieron temer al SEÑOR; por cuanto no siguieron mis
consejos, sino que rechazaron mis reprensiones, cosecharán el fruto de su
conducta, se hartarán con sus propias intrigas; ¡su descarrío e inexperiencia
los destruirán, su complacencia y necedad los aniquilarán! Pero el que me
obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal. (NVI Pr 1:27-33)
La Biblia nos exhorta, a través de muchas escrituras tanto en el AT como
en el NT, a andar en el temor de Dios. Sin embargo, la enseñanza sobre el temor
de Dios es una de las que menos se predica en nuestras iglesias hoy en día. El
concepto del “Temor de Dios” puede sonar
contradictorio con la idea de un Dios amoroso y misericordioso. Sin embargo,
veremos a través de este mensaje que el temor de Dios es esencial para tener un
concepto apropiado de Dios, para vivir de una manera digna del Señor y para
disfrutar plenamente de la libertad y la vida abundante que Cristo nos ofrece.
A continuación repasemos acerca del temor de Dios en al AT.
Ante ese espectáculo de truenos y relámpagos, de
sonidos de trompeta y de la montaña envuelta en humo, los israelitas temblaban
de miedo y se mantenían a distancia. Así que le suplicaron a Moisés: — Háblanos
tú, y te escucharemos. Si Dios nos habla, seguramente moriremos. — No tengáis
miedo — les respondió Moisés —. Dios ha venido a poneros a prueba, para que sintáis
temor de él y no pequéis. Entonces Moisés se acercó a la densa oscuridad en la
que estaba Dios, pero los israelitas se mantuvieron a distancia. (BAD Éx 20:18-21)
Después de haberlos liberado de la esclavitud en Egipto, Dios se reveló
al pueblo de Israel de una manera majestuosa, porque quería crear en ellos una
impresión permanente, una sensación imborrable de Su majestad y poder. Dios
quería enseñarle a Su pueblo a temerle, a servirle y obedecerle con temor y
reverencia, y apartarse del pecado. Los israelitas entendieron lo que era el
temor de Dios. No mostraron presunción ni orgullo. Ellos entendieron que Dios
es digno de ser temido y obedecido, y que aún sus propias vidas dependían de la
misericordia de Dios.
El Señor escuchó cuando vosotros me hablabais, y me
dijo: “He oído lo que este pueblo te dijo. Todo lo que dijeron está bien.
¡Ojalá su corazón esté siempre dispuesto a temerme y a cumplir todos mis
mandamientos, para que a ellos y a sus hijos siempre les vaya bien!” Ve y diles
que vuelvan a sus tiendas. Pero tú quédate aquí conmigo, que voy a darte todos
los mandamientos, preceptos y normas que has de enseñarles, para que los pongan
en práctica en la tierra que les daré como herencia. Tened, pues, cuidado de
hacer lo que el Señor vuestro Dios os ha mandado; no os desviéis ni a la
derecha ni a la izquierda. Seguid por el camino que el Señor vuestro Dios os ha
trazado, para que viváis, prosperéis y disfrutéis de larga vida en la tierra
que vais a poseer. (BAD Dt 5:28-33)
Éstos son los mandamientos, preceptos y normas que
el Señor tu Dios mandó que yo te enseñara, para que los pongas en práctica en
la tierra de la que vas a tomar posesión, para que durante toda tu vida tú y
tus hijos y tus nietos honréis al Señor tu Dios cumpliendo todos los preceptos
y mandamientos que te doy, y para que disfrutes de larga vida. Escucha, Israel,
y esfuérzate en obedecer. Así te irá bien y serás un pueblo muy numeroso en la
tierra donde abundan la leche y la miel, tal como te lo prometió el Señor y
Dios de tus padres.
Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades. (BAD Dt 6:1-9)
Dios no es egoísta ni cruel. Aquí se demuestra lo que está en el corazón
de Dios: El desea que le temamos y le reverenciemos para nuestro propio bien. Es
importante que tengamos un concepto apropiado y equilibrado de Dios. Dios es
amoroso y bueno, pero también es un Dios santo, que odia el pecado. Dios nos
ama tanto, que nos cela como un esposo a su esposa. El no desea que le seamos
infieles.
Es importante para nosotros saber que Dios tiene todo poder para
bendecirnos, pero también tiene el poder para juzgar y castigar al que hace lo
malo. UN CONCEPTO
EQUIVOCADO DE DIOS ES PELIGROSO PARA LOS SERES HUMANOS.
El temor de Dios es una actitud de reverencia y respeto hacia Dios, que
pasa progresivamente por las siguientes etapas:
ü
Una conciencia de que Dios es el Creador
y dueño de nuestra vida, y tiene el poder de otorgarnos la salvación eterna o
condenarnos eternamente. Aunque la motivación que genera este temor es
completamente egoísta, es preferible a no tener ningún temor de Dios.
ü
Una conciencia de que Dios está
permanentemente mirando todo lo que pensamos, decimos y hacemos, y que Él tiene
el poder para premiarnos o castigarnos de acuerdo a nuestra conducta; lo cual
nos debería motivar a ser cuidadosos y apartarnos del mal.
ü
Un deseo consciente y permanente de
agradar a Dios en todo lo que hacemos y no ofender Su santidad.
ü
Un reconocimiento humilde de que Él es
Dios y nosotros somos Sus criaturas y por lo tanto, Él es digno de ser temido y
reverenciado.
ü
El temor de Dios expresado en la
conducta diaria, en cada una de nuestras decisiones.
El temor de Dios es aborrecer el mal y Dios no desea que simplemente seamos
indiferentes ante el mal, y mucho menos que guardemos en nuestro corazón una
atracción íntima hacia el pecado. Lo que Dios desea es producir en nuestros
corazones un aborrecimiento profundo hacia el pecado y un amor por hacer lo
bueno.
El temor de Dios es sabiduría. La sabiduría nos llevará a ser precavidos
y evitar meternos en situaciones que puedan inducirnos a pecar. No debemos
tentar al Señor, ni abusar de Su gracia. El temor de Dios trae confianza y
seguridad a los que andan en integridad. ¡El temor de Dios es fuente de vida
porque trae verdadera libertad!
Debemos entender que en el corazón de Dios no existe el deseo de
rechazar a nadie, sino que la persona que no teme a Dios voluntariamente se
excluye a sí misma de recibir el favor de Dios y cosecha las consecuencias de
su propio pecado.
Algunos piensan que es en vano temer a Dios, ya que los impíos y los que
hacen toda clase de maldad prosperan en muchas cosas de las que emprenden según
el punto de vista humano y que los justos padecen. Sin embargo, no debemos olvidar que
Dios es el Juez final, y que nuestro temor a Dios tendrá algún día su
recompensa, en esta vida o en la venidera.
El temor de Dios debe inspirar al creyente, a los hijos e hijas de Dios,
a los que hemos entregado nuestro corazón al Señor Jesucristo a perfeccionarnos
en la santidad, a vivir para agradar el corazón del Padre Celestial en nuestra
manera de vivir, en nuestra conducta diaria: esa es la verdadera doctrina
bíblica.
En otras palabras, el temor de Dios nos hace conscientes de nuestra
propia pecaminosidad y de la necesidad que tenemos de que haya cambios
progresivos en nuestro corazón y nuestra conducta, para agradar a Dios en
nuestra forma de vivir. Un cristiano que no siente la necesidad de crecer en
santidad es un cristiano estancado, que se ha vuelto complaciente con el
pecado. En otras palabras, no está andando en temor de Dios.
Para un cristiano espiritual, “ocuparse
de la salvación con temor y temblor”
no significa vivir en temor de perder la
salvación. Los cristianos podemos tener seguridad de que Cristo llevó en Su
cuerpo el castigo por todos nuestros pecados, que hemos sido lavados por Su
sangre, y que nuestros nombres están escritos en el Libro de la Vida. Sin
embargo, no debemos asumir la salvación ligeramente.
Si alguno piensa que la salvación y la gracia de Dios son una garantía y
una licencia para pecar y andar descuidadamente, si alguno toma el pecado con
ligereza y abusa de la misericordia de Dios, lo más probable es que no haya
comprendido en qué magnitud sus pecados ofenden a Dios, ni ha entendido lo que
significa la salvación.
El temor de Dios es el
fundamento que inspira la vida en santidad y consagración a Dios. La santidad
no es un llamado a unos pocos, sino un mandato de Dios a todos los creyentes.
Cristo mismo, mientras vivió en la tierra, anduvo en temor de Dios y nos
dio ejemplo de andar en temor y reverencia. Si El mismo tuvo que hacerlo así,
nada debería hacernos pensar que nosotros podemos ser diferentes.
Cuando Cristo estuvo aquí en el mundo, oró mucho a
Dios, y con lágrimas le rogó que lo librara de la muerte, pues Dios tenía poder
para hacerlo. Y como Cristo siempre fue obediente, Dios contestó su oración.
Aunque él era Hijo de Dios, por medio del sufrimiento aprendió lo que significa
obedecer siempre a Dios. Así, una vez que Cristo hizo todo lo que Dios le
mandó, se convirtió en el salvador que da vida eterna a todos los que lo
obedecen. (BLS Heb
5:7-9)
Por todo eso, no debemos dejar de confiar
totalmente en Dios. Si la vida es como una carrera, y ustedes tienen ya
cansadas las manos y débiles las rodillas, cobren nuevas fuerzas. Corran por un
camino recto y parejo, para que el pie que esté cojo se sane y no se tuerza
más. Advertencia Traten de vivir en paz con todos y de obedecer a Dios, porque
si no lo hacen, jamás lo verán cara a cara. No dejen que nadie se aleje del
amor de Dios. Tampoco permitan que nadie cause problemas en el grupo, porque
eso les haría daño; ¡sería como una planta amarga que los envenenaría! (BLS Heb 12:12-15)
Por todo esto, debemos servir a Dios con temor y reverencia,
absteniéndonos de toca clase de mal, cuidándonos de no entretener el pecado ni
abusar de la gracia de Dios. El temor a Dios no es miedo, es un temor santo, un
temor por querer agradarlo y hacerlo feliz. La forma de vivir, el carácter y la
forma en que manejamos todos nuestros asuntos manifiesta el temor a Dios; es
tiempo de alinear nuestra vida para agradar a Dios y temerle en todos nuestros
caminos.
Bendiciones.
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