La idea de salvación se expresa en el idioma hebreo con toda una serie de raíces que se refieren a la misma experiencia fundamental: salvarse es verse sustraído de un peligro en que se estaba expuesto a perecer. Según la naturaleza del peligro, el acto de salvar tiene afinidad con la protección, la liberación, el rescate, la sanidad; y la salvación tiene relación con la victoria, la vida y la paz... Dios salva a los hombres, Jesucristo es nuestro Salvador, el Evangelio aporta el camino a la salvación a todo y Él Espíritu Santo es quien hace la obra en nosotros y por nosotros.
Hoy les ha nacido en el pueblo de
David un salvador, que es el Mesías, el Señor. (DHH Lc 2:11)
Pues Dios amó tanto al mundo, que dio
a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga
vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para salvarlo por medio de él. El que cree en el Hijo de Dios, no está
condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo
único de Dios. Los que no creen, ya han sido condenados, pues, como hacían
cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz.
Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se
descubra lo que están haciendo. Pero los que viven de acuerdo con la verdad, se
acercan a la luz para que se vea que todo lo hacen de acuerdo con la voluntad
de Dios. (DHH Jn
3:16-21)
La humanidad como es sabido quedó
inmersa en la maldición del pecado y la muerte espiritual por la eternidad desde
sus comienzos de la creación; lo evidenciamos en todo momento y en todos los
lugares del planeta por los comportamientos de las personas; somos una creación
caída de la gracia y de la bendición de Dios, somos una raza que está en
involución constante.
Sin embargo, hay que entender esta
verdad y esta realidad espiritual desde la óptica de Dios, de cómo es la creación, de
cómo se desarrolla, pero sobre todo entender el papel que los seres humanos
tenemos en todo esto y sólo lo podemos lograr si tenemos la mente de
Cristo en nosotros.
Pero a quienes lo recibieron y
creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son
hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los
ha engendrado. Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y
hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único,
abundante en amor y verdad. Juan dio testimonio de él, diciendo: «Éste es aquel
a quien yo me refería cuando dije que el que viene después de mí es más
importante que yo, porque existía antes que yo.» De su abundancia todos hemos
recibido un don en vez de otro; porque la ley fue dada por medio de Moisés,
pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie
ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión
con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer. (DHH Jn 1:12-18)
Lo anterior no es posible comprenderlo
para la mayoría de la humanidad porque su espíritu y su conciencia están muertos en delitos y pecados
espirituales, aunque millones dicen tener una religión y unas creencias
espirituales, están muy lejos de tener la vida eterna. La mayoría de los seres
humanos tienen una mente natural, una mente carnal, en muchos casos una mente
malvada, diabólica y destructiva que solo piensa en satisfacer sus propios
deseos egoístas.
La maldad, el orgullo y el egoísmo
imperan en la mayoría de los seres humanos; podemos ver como las tinieblas
gobiernan los corazones de las personas, de las familias, de los pueblos,
naciones y ciudades. No hay amor verdadero, sino pasiones fingidas que son seducidos
por los deseos de la naturaleza caída de la humanidad, lo que se denomina la concupiscencia
de la carne. Estas son trampas que usa el diablo para llevar a la muerte eterna y
la destrucción a los seres humanos.
También debes saber que en los
tiempos últimos vendrán días difíciles. Los hombres serán egoístas, amantes del
dinero, orgullosos y vanidosos. Hablarán en contra de Dios, desobedecerán a sus
padres, serán ingratos y no respetarán la religión. No tendrán cariño ni
compasión, serán chismosos, no podrán dominar sus pasiones, serán crueles y
enemigos de todo lo bueno. Serán traidores y atrevidos, estarán llenos de
vanidad y buscarán sus propios placeres en vez de buscar a Dios. Aparentarán
ser muy religiosos, pero con sus hechos negarán el verdadero poder de la
religión. No tengas nada que ver con esa clase de gente. (DHH 2Ti 3:1-5)
La salvación no es para toda la humanidad, sino para aquellos que Dios sabe que son su pueblo. La mayoría de las personas
en la tierra piensan que sólo con creer en Dios o pertenecer a alguna religión
o a alguna iglesia, o por hacer buenas obras tienen ya la salvación de Dios.
Eso no es la verdad de Dios, es más bien la mentira diabólica que quieren
creer.
Y así como todos han de morir una
sola vez y después vendrá el juicio, así también Cristo ha sido ofrecido en
sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos. Después aparecerá
por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo
esperan. (DHH Heb
9:27-28)
En el fondo de nuestro ser la mayoría
de las personas queremos ir al cielo a estar en la presencia de Dios Padre por
la eternidad, pero no hay un sincero conocimiento y entendimiento de las cosas espirituales y
mucho menos de como funciona el universo, los cielos y la tierra en que hemos sido
plantados.
Aquí no se trata de tener alguna religión, o el de mantener ciertos ritos y prácticas religiosas o de tener algunos códigos morales y éticos, sino realmente tener una comprensión de las verdades espirituales que Dios ha establecido en todo el universo y tomar la decisión de aceptarlas o rechazarlas.
Para una verdadera comprensión espiritual es
necesario nacer de nuevo del Espíritu Santo y tener en nosotros la mente de Cristo,
pero sobre todo tener hambre y sed de conocer a Dios; es muy necesario
tener entendimiento espiritual por es la única manera de comprender las verdades de Dios.
Dios dará las cosas necesarias para
que vayamos a su encuentro, pues en realidad es Dios quien nos busca, quien nos
acerca a la Salvación por medio de la presencia y la ayuda del Señor el Espíritu
Santo.
No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para que todos los que creen alcancen la salvación, los judíos en primer lugar, pero también los que no lo son. Pues el evangelio nos muestra de qué manera Dios nos hace justos: es por fe, de principio a fin. Así lo dicen las Escrituras: «El justo por la fe vivirá.» Pues Dios muestra su ira castigando desde el cielo a toda la gente mala e injusta, que con su injusticia mantiene prisionera la verdad. Lo que de Dios se puede conocer, ellos lo conocen muy bien, porque él mismo se lo ha mostrado; pues lo invisible de Dios se puede llegar a conocer, si se reflexiona en lo que él ha hecho. En efecto, desde que el mundo fue creado, claramente se ha podido ver que él es Dios y que su poder nunca tendrá fin. Por eso los malvados no tienen disculpa. Pues aunque han conocido a Dios, no lo han honrado como a Dios ni le han dado gracias. Al contrario, han terminado pensando puras tonterías, y su necia mente se ha quedado a oscuras. Decían que eran sabios, pero se hicieron tontos; porque han cambiado la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, y hasta por imágenes de aves, cuadrúpedos y reptiles. Por eso, Dios los ha abandonado a los impuros deseos que hay en ellos, y han cometido unos con otros acciones vergonzosas. En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, y han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no a Dios mismo, que las creó y que merece alabanza por siempre. Amén.
Por eso, Dios los ha abandonado a
pasiones vergonzosas. Hasta sus mujeres han cambiado las relaciones naturales
por las que van contra la naturaleza; de la misma manera, los hombres han
dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos
por los otros. Hombres con hombres cometen acciones vergonzosas, y sufren en su
propio cuerpo el castigo merecido por su perversión. Como no quisieron
reconocer a Dios, él los ha abandonado a sus perversos pensamientos, para que
hagan lo que no deben. Están llenos de toda clase de injusticia, perversidad,
avaricia y maldad. Son envidiosos, asesinos, pendencieros, engañadores,
perversos y chismosos. Hablan mal de los demás, son enemigos de Dios,
insolentes, vanidosos y orgullosos; inventan maldades, desobedecen a sus
padres, no quieren entender, no cumplen su palabra, no sienten cariño por
nadie, no sienten compasión. Saben muy bien que Dios ha decretado que quienes
hacen estas cosas merecen la muerte; y, sin embargo, las siguen haciendo, y
hasta ven con gusto que otros las hagan. (DHH Ro 1:16-32)
La Salvación de Dios para la
humanidad es integral, es liberación del mal, de la enfermedad, del dolor, de
la muerte, de la opresión, del error, del engaño, del hambre, de la injusticia,
del desánimo, de la inseguridad, del miedo, etc.,... Toda religión busca una
"salvación" respecto a esas limitaciones humanas, pero especialmente
respecto al pecado (con sus consecuencias), a la culpabilidad, a las contingencias de
la vida.
La salvación integral del hombre, a
partir de la religión, quiere abarcar todos los aspectos de la vida. Para conseguir esta salvación, toda experiencia religiosa
tiene sus propios criterios, valores y actitudes. Toda religión ofrece un
concepto de salvación y unos medios para alcanzarla según ellos, en relación con Dios o con
la verdad y el bien absoluto que la óptica humana ofrece.
Por esto, la "salvación religiosa", en general, se puede conseguir en todas partes pero que es superficial y no lleva realmente a la vida eterna. En realidad, al buscar la salvación, se intenta siempre llegar a una respuesta a los diversos aspectos de la existencia humana, en relación con su fuente que es Dios.
La religión son las diferentes formas creadas por el hombre de acercarse a Dios y obtener los favores divinos. Jesucristo es el único camino al Padre Celestial y la fuente de la verdadera Salvación para la humanidad.
La Salvación en Cristo no prescinde
de ninguno de esos aspectos que hablan las religiones del mundo, sino que
propone una salvación especial, integral y más allá de toda expectativa, puesto
que se trata de la "vida nueva" en Cristo y de perdón de los pecados por
la redención de Cristo.
La salvación provista por nuestro Señor Jesucristo nos lleva hacia una plenitud que arrastra consigo todos los aspectos de la vida personal, de la vida en sociedad, y de la vida eterna. La salvación en Cristo es el volvernos a Dios, a estar en paz con Él, es el restaurar la comunión de nuestro ser con nuestro Creador.
El Señor Jesucristo nos salva del
pecado y de la muerte por el proceso del nuevo nacimiento, por la participación del
Señor el Espíritu Santo ,haciéndonos hijos de Dios con una nueva naturaleza: la genética
divina.
En el principio ya existía la
Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el
principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que
existe fue hecho sin él. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la
humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido
apagarla. … Aquel que es la Palabra estaba en el mundo; y, aunque Dios hizo el
mundo por medio de él, los que son del mundo no lo reconocieron. Vino a su
propio mundo, pero los suyos no lo recibieron. Pero a quienes lo recibieron y
creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son
hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los
ha engendrado. Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y
hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único,
abundante en amor y verdad. … Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que
es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a
conocer. … Al día siguiente, Juan vio a Jesús, que se acercaba a él, y dijo: ¡Miren, ése es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! (DHH Jn 1:1-5,10-14,18,29)
Pues el que ha sido enviado por Dios,
habla las palabras de Dios, porque Dios da abundantemente su Espíritu. El Padre
ama al Hijo, y le ha dado poder sobre todas las cosas. El que cree en el Hijo,
tiene vida eterna; pero el que no quiere creer en el Hijo, no tendrá esa vida,
sino que recibirá el terrible castigo de Dios. (DHH Jn 3:34-36)
Para resumir este tema de la Salvación, recordemos que esta es la liberación del pecado y de la condenación eterna. Cuando
alguien recurre a Dios y busca el perdón en Jesucristo, sus pecados le son quitados,
es limpiado y recibe unas vestiduras espirituales nuevas, blancas y resplandecientes;
su relación con Dios es restaurada, y es hecho una nueva criatura (2 Corintios 5:17). Todo esto es obra de Dios, no del hombre (Efesios 2:8-9). La salvación es un don gratuito (Romanos 6:23).
Somos salvados de una justa
condenación; cuando alguien peca, y todos lo hemos hecho (Romanos 3:23;6:23), merece la eterna separación de Dios (Isaías 59:2). No obstante, debido a su amor y misericordia,
Dios se hizo hombre (Juan 1:1,14) y cargó con los pecados del mundo en su cuerpo aquel día en que murió crucificado (1 Pedro 2:24;1 Juan 2:2).
Somos perdonados cuando reconocemos
que nada podemos hacer para merecer el favor de Dios, y en cambio ponemos
nuestra fe en lo que Cristo hizo todo por nosotros en la cruz (Efesios 2:8-9;1 Corintios
15:1-4). Solamente Dios salva; lo único que
podemos llevar a la cruz es nuestro pecado.
Tanto Dios el Padre Celestial (Isaías 14:21) como el Señor Jesucristo (Juan 4:42) son llamados
"Salvador", es decir, el que libera del pecado. Debe recordarse que
fue el Padre quien envió al Hijo para ser nuestro Salvador (1 Juan 4:10). También debemos recordar que es por la presencia
y la obra de Dios el Espíritu Santo, que somos alcanzados, salvados, redimidos
y nacidos de nuevo en el reino de los Cielos.
Pero les digo la verdad: es mejor para ustedes que yo me vaya. Porque si no me voy, el Defensor no vendrá para estar con ustedes; pero si me voy, yo se lo enviaré. Cuando él venga, mostrará claramente a la gente del mundo quién es pecador, quién es inocente, y quién recibe el juicio de Dios. Quién es pecador: el que no cree en mí; quién es inocente: yo, que voy al Padre, y ustedes ya no me verán; quién recibe el juicio de Dios: el que gobierna este mundo, que ya ha sido condenado.
Tengo mucho más que
decirles, pero en este momento sería demasiado para ustedes. Cuando venga el
Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará por su
propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que
van a suceder. Él mostrará mi gloria, porque recibirá de lo que es mío y se lo
dará a conocer a ustedes. Todo lo que el Padre tiene, es mío también; por eso
dije que el Espíritu recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a
ustedes. (DHH Jn
16:7-15)
Bendiciones
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