Los ojos del SEÑOR recorren toda la tierra para fortalecer a los que
tienen el corazón totalmente comprometido con él. (NTV 2Cr 16:9a)
En la Biblia encontramos un constante testimonio de que todo aquel cuyo corazón
está dedicado a Dios recibe sus bendiciones y también sus recompensas. Este
versículo es parte de un pasaje que relata la historia del rey Asa de Judá. En
este contexto, Asa había buscado la ayuda de Ben-adad, rey de Siria, en lugar
de confiar en Dios para proteger a su reino de los ataques del rey de Israel,
Baasa. El profeta Hanani confronta a Asa y le dice que ha actuado locamente al
confiar en el poder humano en lugar de confiar en Dios.
En este versículo, se destaca la omnisciencia de Dios, ya que sus ojos
están sobre toda la tierra y ve todo lo que sucede. Dios está atento a aquellos
que tienen un corazón perfecto hacia Él, es decir, aquellos que le son fieles y
confían plenamente en Él. En resumen, 2 Crónicas 16:9 nos enseña la importancia de confiar en Dios en todas las circunstancias
y no depender de nuestras propias fuerzas o de la ayuda de otros. Dios está
atento a aquellos que le son fieles y muestra su poder a favor de ellos.
Es necesario recordar lo que conocemos de Dios acerca de sus atributos
que nos han sido revelados en la Biblia y que por la obra del Espíritu Santo nos
ha dado entendimiento y así poder asimilar de una mejor manera la revelación de
que el cuida de nosotros y de todos los que quieren agradarlo.
El amor de Dios por sus hijos es un tema central en la Biblia y se puede
encontrar en numerosos pasajes. La Biblia nos enseña que Dios es amor (1 Juan 4:8) y que su amor es incondicional, eterno y abundante. El amor de Dios se
manifiesta de diferentes maneras en la vida de sus hijos. En primer lugar, Dios
nos ama de manera personal e individual. Él conoce cada detalle de nuestras
vidas y se preocupa por nosotros de manera única. En el Salmo 139:1-4, el
salmista expresa: "Señor, tú me has
examinado y me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la
distancia me lees el pensamiento. Mis trajines y descansos los conoces; todos
mis caminos te son familiares. No me llega aún la palabra a la lengua, y tú,
Señor, ya la sabes toda".
Además, el amor de Dios se muestra a través de su provisión y cuidado.
En Mateo 6:26, Jesús nos
enseña que Dios cuida de las aves del cielo y que nosotros, como sus hijos, somos
aún más valiosos para él. Dios provee nuestras necesidades físicas, emocionales
y espirituales. En Filipenses
4:19, el apóstol Pablo afirma: "Mi Dios
les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que
tiene en Cristo Jesús". El amor de Dios también se
manifiesta en su perdón y reconciliación. A pesar de nuestras faltas y pecados,
Dios nos ama lo suficiente como para enviar a su Hijo Jesús a morir en la cruz
por nosotros.
En Romanos 5:8, se nos dice: "Pero Dios demuestra su
amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió
por nosotros". A través de la fe en Jesús,
podemos experimentar el perdón de nuestros pecados y ser reconciliados con
Dios.
Finalmente, el amor de Dios nos llama a amar a los demás. En Juan 13:34-35, Jesús nos
dice: "Un mandamiento nuevo les doy: que se amen
los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse
los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se
aman los unos a los otros".
El amor de Dios nos capacita para amar a los demás de manera
desinteresada y sacrificial. El amor de Dios por sus hijos es profundo,
incondicional y eterno. Nos ama de manera personal, nos provee, nos perdona y
nos llama a amar a los demás. Es un amor que trasciende nuestras limitaciones
humanas y nos invita a vivir en comunión con él y con nuestros semejantes.
En el Antiguo Testamento, en el libro de Isaías 40:28, se nos
dice: "¿No has sabido, no has oído que el Dios
eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se
fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance". Esta referencia nos muestra que Dios el Padre es eterno, es decir, no
tiene principio ni fin. Él es el Creador de todo lo que existe y su poder y
sabiduría son infinitos. Además, en el Nuevo Testamento, en el libro de Juan 4:24, Jesús
mismo nos enseña que "Dios es Espíritu", lo cual implica que Dios el Padre no tiene una forma física limitada,
sino que es un ser espiritual. Otro aspecto importante de Dios el Padre Eterno
es su amor y cuidado por sus hijos. En el libro de Juan 3:16, se nos
dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se
pierda, sino que tenga vida eterna".
Esta declaración muestra el amor inmenso de Dios el Padre al enviar a su
Hijo Jesús para salvar a la humanidad. Su naturaleza trasciende nuestra
comprensión humana, pero a través de la revelación en la Biblia, podemos
conocer y experimentar su amor y cuidado por nosotros.
La Biblia nos enseña que tener un corazón que agrada a Dios trae consigo
muchas recompensas. Veamos algunas de ellas:
1. Comunión con Dios: Cuando nuestro
corazón está en sintonía con el corazón de Dios, experimentamos una relación
íntima y cercana con Él. En el Salmo 37:4 se nos dice: "Deléitate asimismo en
Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón". Esto significa que cuando buscamos agradar a Dios, Él se complace en
bendecirnos y responder nuestras oraciones.
2. Paz y gozo: En Filipenses 4:7 se nos promete que "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará
vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús". Cuando vivimos en obediencia a los mandamientos de Dios y buscamos
agradarle, experimentamos una paz y un gozo que trascienden las circunstancias.
3. Sabiduría y discernimiento: En Proverbios 2:6-7 se nos dice que "Jehová da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus
labios. El provee de sana sabiduría a los rectos; es escudo a los que caminan
rectamente". Cuando nuestro corazón está alineado con el corazón de Dios, Él nos guía
y nos da discernimiento para tomar decisiones sabias y prudentes.
4. Protección y provisión: En Mateo 6:33 Jesús nos enseña: "Mas buscad primeramente
el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Cuando buscamos agradar a Dios y vivir conforme a sus principios, Él se
encarga de proveer nuestras necesidades y protegernos de todo mal.
5. Recompensas eternas: En Apocalipsis 22:12, Jesús dice: "He aquí yo vengo pronto,
y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra". Aquellos que tienen un corazón que agrada a Dios recibirán recompensas
eternas en el cielo. Estas recompensas pueden incluir una mayor responsabilidad
y autoridad en el reino de Dios, así como la alegría de estar en la presencia
de Dios por toda la eternidad.
Tener un corazón que agrada a Dios trae consigo una comunión íntima con
Él, paz y gozo, sabiduría y discernimiento, protección y provisión, y recompensas
eternas. Es importante recordar que estas recompensas no son el motivo
principal para agradar a Dios, sino que son el resultado natural de una
relación genuina y sincera con Él.
La afirmación de que Dios es el creador de todo lo que hay en los cielos
y en la tierra se basa en las enseñanzas bíblicas. La Biblia nos revela que
Dios es el origen y la fuente de toda la creación. En el libro del Génesis, se
relata la historia de la creación, donde se nos muestra cómo Dios creó los
cielos y la tierra. En Génesis
1:1-2, leemos: "En
el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y
vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios
se movía sobre la faz de las aguas".
A lo largo de los siguientes versículos, se describe cómo Dios creó la
luz, separó las aguas, formó la tierra seca, creó los cuerpos celestes, las
plantas, los animales y finalmente al ser humano. Además, en el Nuevo
Testamento, encontramos afirmaciones similares sobre la creación. Por ejemplo,
en el libro de Colosenses
1:16-17, se nos dice: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los
cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean
dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y
para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él
subsisten".
Estos pasajes nos enseñan que Dios es el creador supremo y soberano de
todo lo que existe. Él es el origen de la vida y tiene el poder para dar forma
y sustentar toda la creación. Esta enseñanza nos invita a reconocer la grandeza
y la autoridad de Dios como Creador, y a adorarlo y confiar en él como el
sustentador de nuestras vidas. También nos recuerda nuestra responsabilidad de
cuidar y preservar la creación que Dios nos ha confiado.
La confianza en Dios y en sus promesas es un tema fundamental en la vida de los hijos de Dios, de los llamados cristianos o creyentes. La Biblia nos enseña que Dios es fiel y digno de confianza en todo momento. A lo largo de las Escrituras, encontramos numerosos ejemplos de personas que confiaron en Dios y vieron sus promesas cumplidas.
En primer lugar, es importante entender que la confianza en Dios implica
reconocer su soberanía y su sabiduría. Proverbios 3:5-6 nos exhorta: "Confía en el Señor de
todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos,
y él allanará tus sendas".
Confiamos en que Dios tiene el control de todas las circunstancias y que
su plan es perfecto, incluso cuando no entendemos lo que está sucediendo. Además,
la confianza en Dios se basa en su carácter y en sus promesas.
La Biblia está llena de promesas de Dios para sus hijos, y podemos
confiar en que él las cumplirá. Por ejemplo, en Jeremías 29:11, Dios dice: "Porque yo sé muy bien
los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no
de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza". Podemos confiar en que Dios tiene un propósito y un plan para nuestras
vidas, incluso en medio de las dificultades.
La confianza en Dios también implica depositar nuestra fe en él y no en
las circunstancias o en nuestras propias fuerzas. En Salmo 37:5, se nos
anima a "encomendar al Señor nuestro camino;
confiar en él y él actuará". Confiamos en que
Dios nos guiará y nos dará la fuerza y la sabiduría necesarias para enfrentar
cualquier situación. Es importante destacar que confiar en Dios no significa
que no enfrentaremos dificultades o pruebas.
Sin embargo, podemos confiar en que Dios estará con nosotros en medio de
esas dificultades y nos dará la fortaleza para superarlas. En Isaías 41:10, Dios nos
dice: "No temas, porque yo estoy contigo; no te
angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con
mi diestra victoriosa". En resumen, confiar en Dios
y en sus promesas implica reconocer su soberanía, depositar nuestra fe en él y
no en las circunstancias, y creer en su carácter fiel y digno de confianza. A
medida que cultivamos una relación íntima con Dios a través de la oración, el
estudio de la Biblia y la comunión con otros creyentes, nuestra confianza en él
se fortalecerá y podremos experimentar su fidelidad en nuestras vidas.
En Hebreos 11:6, donde se nos dice: "Y sin fe es imposible
agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él
existe y que recompensa a los que lo buscan". La fe que agrada a Dios implica creer en su existencia y confiar en
sus promesas. Es una fe activa y viva que se manifiesta en acciones y
obediencia.
En el capítulo
11 de Hebreos, conocido como el capítulo de
la fe, se mencionan ejemplos de hombres y mujeres de fe que confiaron en Dios y
vieron sus promesas cumplidas. La fe que agrada a Dios no se basa en la
evidencia tangible o en las circunstancias visibles, sino en la confianza en la
fidelidad y el carácter de Dios.
En 2 Corintios 5:7, se nos dice: "Porque por fe andamos,
no por vista". La fe nos permite confiar en
Dios incluso cuando no entendemos completamente su plan o cuando las
circunstancias parecen adversas. Además, la fe que agrada a Dios se manifiesta
en la obediencia a su Palabra. En Santiago 2:17, se nos dice: "Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma". Nuestra fe debe ser acompañada por acciones que demuestren nuestra
confianza en Dios y su voluntad. La obediencia a los mandamientos de Dios y el
amor hacia los demás son evidencias de una fe viva y activa.
Es importante destacar que la fe no es un logro humano, sino un regalo de Dios. Efesios 2:8-9 nos enseña: "Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte". La fe que agrada a Dios es un don que recibimos de él y que nos capacita para creer y confiar en él. La fe que agrada a Dios implica creer en su existencia, confiar en sus promesas y manifestar esa fe a través de acciones y obediencia. Es una fe que se basa en la confianza en el carácter y la fidelidad de Dios, y que nos capacita para vivir de acuerdo con su voluntad. A medida que cultivamos una relación íntima con Dios y nos sumergimos en su Palabra, nuestra fe se fortalecerá y podremos agradarle en todas las áreas de nuestra vida. Bendiciones.
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