Pues Dios no es injusto. No olvidará con cuánto esfuerzo han trabajado para él y cómo han demostrado su amor por él sirviendo a otros creyentes como todavía lo hacen. (NTV Heb 6:10)
En esta porción
de la Biblia, el autor de la carta a los Hebreos está animando a los creyentes
(a los cristianos) a seguir sirviendo a Dios y a los demás con amor y
fidelidad. El autor destaca que Dios es justo y no olvida las obras de amor y
servicio que sus hijos realizan en su nombre.
Es
importante recordar que la salvación no se obtiene por obras, sino por la
gracia de Dios a través de la fe en Jesucristo. Sin embargo, las obras son el
fruto natural de una fe genuina y demuestran la transformación interior que ha
tenido lugar en la vida de cada hijo de Dios nacido del Espíritu Santo.
En el
contexto cultural de la época, la idea de hacer obras de caridad y ayudar a los
necesitados era muy valorada en la sociedad. Los cristianos eran conocidos por
su amor y generosidad hacia los demás, y esto era una forma de testimonio de su
fe en Jesucristo. En cuanto a la etimología de la palabra utilizada en griego
para "ayudado" en este versículo, la palabra original es
"diakoneo", que significa servir o ministrar. Esta palabra se
relaciona con el concepto de servir a los demás con humildad y amor, siguiendo
el ejemplo de Jesús, quien vino a la tierra no para ser servido, sino para
servir y dar su vida en rescate por muchos. Esto nos recuerda la importancia de
seguir sirviendo a Dios y a los demás con amor y fidelidad, sabiendo que Dios
no olvida nuestras obras de amor y servicio en su nombre.
Jesús
recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas proclamando el
nuevo mensaje del reino y sanando toda clase de enfermedades y dolencias.
Cuando Jesús veía a todos los que lo seguían, sentía compasión por ellos, pues
estaban agobiados e indefensos. Eran como ovejas que no tienen pastor. Entonces
Jesús les dijo a sus seguidores: —La cosecha es mucha, pero los trabajadores
son pocos. Por eso, pidan al Señor dueño de la cosecha que envíe trabajadores
para recogerla. (PDT Mt 9:35-38)
El llamado ministerial de parte de Dios es una convocatoria divina que una persona recibe para servir en un ministerio específico dentro de
la iglesia de Cristo. Este llamado puede manifestarse de diferentes maneras,
como a través de una profunda convicción interior, confirmación por parte de
líderes espirituales, dones espirituales evidentes, o circunstancias
providenciales que indican la dirección de Dios.
En la Biblia, vemos ejemplos de personas que fueron llamadas por Dios para cumplir una tarea específica, como Moisés, quien fue llamado para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, o Pablo, quien fue llamado para ser apóstol de los gentiles. En el Nuevo Testamento, encontramos referencias al llamado ministerial en pasajes como Romanos 12:4-8 y Efesios 4:11-13, donde se mencionan los diferentes dones y ministerios que Dios otorga a los creyentes para edificar el cuerpo de Cristo.
Es importante
que aquellos que sienten un llamado ministerial busquen confirmación y
orientación a través de la oración buscando a Dios en el lugar secreto, a través
del estudio de la Palabra de Dios, a través de la presencia y la guia del
Espíritu Santo, el consejo de líderes espirituales y la confirmación de la
comunidad de fe. El llamado ministerial implica un compromiso serio y una
dedicación total al servicio de Dios y su iglesia, y aquellos que lo reciben
deben estar dispuestos a seguir la voluntad de Dios en todo momento.
El llamado
ministerial es una vocación que viene de la voluntad y los planes de Dios para
los pueblos y las personas; según la Biblia, conlleva tanto responsabilidades
como recompensas. Para entender las recompensas del llamado ministerial, es
importante considerar varios pasajes bíblicos que abordan este tema.
Así,
cuando regrese Cristo, que es el Pastor principal, ustedes recibirán un
maravilloso premio que durará para siempre. (BLS 1P 5:4)
Trasfondo Histórico y Contexto Cultural: La Primera Epístola de Pedro fue escrita en un contexto de persecución y
sufrimiento para los cristianos. Pedro, como líder de la iglesia, exhorta a los
ancianos y líderes a pastorear el rebaño de Dios con diligencia y humildad.
Explicación Teológica: La "corona
incorruptible de gloria" es una metáfora que se refiere a la
recompensa eterna que recibirán aquellos que han servido fielmente en el
ministerio. La imagen de la corona era familiar en el contexto grecorromano,
donde se otorgaban coronas a los vencedores en competiciones atléticas.
Interpretación Simbólica: La corona simboliza la
recompensa eterna y la aprobación divina. Es incorruptible, lo que significa
que no se desvanecerá ni se deteriorará con el tiempo, a diferencia de las
recompensas terrenales.
Etimología:
La palabra griega para "corona" es "στέφανος" (stéphanos), que se
refiere a una corona de laurel otorgada a los vencedores en los juegos. La
palabra "incorruptible" es "ἀμάραντος" (amárantos), que
significa "inmarchitable" o "imperecedero".
Una persona
que ha sido llamada a trabajar en la obra de Dios y que ha dedicado su vida a
guiar, a servir y cuidar de las personas que forman parte de la iglesia de
Cristo, enfrentando desafíos y sacrificios, puede encontrar consuelo y
esperanza en la promesa de una recompensa eterna que no se desvanecerá:
Cada vez
él me dijo: «Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la
debilidad». Así que ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el
poder de Cristo pueda actuar a través de mí. (NTV 2 Co 12:9)
Ustedes
no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y
produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi
nombre. (NTV Jn 15:16)
El Creador
de los cielos, de todo el universo y de todo lo que hay en ellos, nuestro Padre
Celestial, es justo, bueno y generoso; ha decidido darnos recompensas de
diferentes tipos de acuerdo con su voluntad y de acuerdo con las leyes que ha
establecido desde antes de la fundación de este mundo que es la tierra, nuestro
hábitat natural y el único que conocemos como humanidad.
Fuimos
creados y establecidos con los propósitos y los planes de Dios para desarrollar
y dar frutos para vida eterna dentro de toda su creación; nos hace entender por
medio del Señor el Espíritu Santo que la tierra es un lugar específico dentro
de la eternidad de Dios en la que la humanidad (esta generación, cómo hace
referencia nuestro Señor Jesucristo) en la que fuimos sembrados, somos semilla
del Hombre como está revelado en Biblia, y que como humanidad y como plantío de
Dios, hemos pasado varias dispensaciones y que todo se va a seguir cumpliendo
para completar la redención que nos fue provista en nuestro Señor Jesucristo.
Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no
envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea
salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha
sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y
ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más
las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que
hace lo malo, aborrece la luz y no se acerca a la luz, para que sus obras no
sean reprendidas. Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que sea
evidente que sus obras son hechas en Dios. (RVC Jn 3:16-21)
Recordemos que,
de acuerdo con el inmenso amor de Dios, su Hijo Jesucristo se encarnó en un
cuerpo humano y dio su vida y su sangre en sacrificio por la humanidad, porque
era la única manera de redimirnos y sacarnos de la condenación eterna. En
nuestra humanidad hemos empezado a entender por medio de la ayuda y la obra del
Señor Espíritu Santo, que lo que percibimos con nuestros sentidos naturales y
nuestra mente, es sólo una diminuta fracción del conocimiento de cómo son las
leyes que gobiernan toda la creación de Dios.
La
salvación y redención ha sido dada a toda la raza humana, pero no para todos
seres humanos por todo lo que hemos aprendido; sólo hay dos caminos y dos
posiciones en la que cada persona tiene que tomar una decisión. Hay personas
que tienen inclinado su corazón hacia la maldad y otros que tienen su corazón
inclinado hacia la bondad.
Muchos son
los llamados y pocos son los escogidos; sólo los que perseveren hasta el fin
serán salvos; si a duras penas y con mucho esfuerzo se salvan los justos
entonces donde quedaran los impíos y pecadores.
Por las
anteriores razones Dios elige personas específicas en tiempos y lugares específicos para llevar a cabo sus propósitos
en favor de la humanidad a través de su Hijo Jesucristo y es por eso por lo que
dio dones e hizo llamamientos a labores o ministerios específicos a la iglesia
y a las personas que forman parte del cuerpo de Jesucristo.
Todos los dones y los llamados son por causa de
la salvación, de la restauración y la edificación del cuerpo de Cristo (de cada
persona que ha sido alcanzada por medio de la Palabra de Dios y del evangelio
eterno)
El que descendió, es el mismo que también
ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. Y él mismo
constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a
otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos
a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que
lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud
de Cristo. (RVC Ef 4:10-13)
Ahora bien, de acuerdo con lo que hemos
repasado sobre el porqué de los dones, de los llamados ministeriales, vemos que
la generosidad y el cuidado de Dios por aquellos que le sirven en su obra (como
nos lo revela la Biblia: la viña de Dios) ha sido establecida de acuerdo con
los resultados de cada uno y de acuerdo con los parámetros del reino de los
cielos. Descansemos en la voluntad de Dios, nuestro Creador, el Padre Eterno,
sabiendo que el prometió tener cuidado de nosotros, prometió que estaría en
todo momento y que pelearía por nosotros en cada circunstancia.
No se angustien por nada; más bien, oren;
pídanle a Dios en toda ocasión y denle gracias. Y la paz de Dios, esa paz que
nadie puede comprender, cuidará sus corazones y pensamientos en Cristo. Por
último, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, todo lo que es
respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es digno
de admiración; piensen en todo lo que se reconoce como virtud o que merezca
elogio. Practiquen lo que han aprendido, recibido y oído de mí, y lo que han
visto en mí. Y obrando así, el Dios de paz estará con ustedes. (NBV Fil 4:6-9)
Bendiciones
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