Y
si el evangelio que anunciamos está como cubierto por un velo, lo está
solamente para los que se pierden. Pues como ellos no creen, el dios de este
mundo los ha hecho ciegos de entendimiento, para que no vean la brillante luz
del evangelio del Cristo glorioso, imagen viva de Dios. No nos predicamos a
nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor; nosotros nos declaramos
simplemente servidores de ustedes por amor a Jesús. (DHH 2 Co 4:3-5)
Primero
tenemos que ver qué es la realidad existencial en el universo sobre la
existencia del mundo espiritual y los reinos que gobiernan e influyen en los seres
humanos. La ceguera espiritual es aquella que no reconoce que Jesucristo es
Dios sobre todas las cosas, que es el autor de la vida, que es el autor de la
salvación para la humanidad; esa segura espiritual es aquella que lleva a las personas
a vivir en oposición a Dios y a su Palabra Eterna revelada por los profetas en
la Biblia.
Ahora
empecemos por tener conciencia de las enfermedades espirituales que atacan a la
humanidad. Enfermedades espirituales hay muchas, pero una de ellas es la ceguera
espiritual que afecta a millones de personas que no siguen a Jesucristo y también
afecta en diferentes medidas a los cristianos, a aquellas personas que han tenido
el nuevo nacimiento por medio del Señor el Espíritu Santo y que le han
entregado su corazón a Jesucristo.
La
referencia que hace Pablo en la carta a los Corintios es la de confrontar a aquellos
para los cuales nuestro evangelio está encubierto y que no comprendían que las
Escrituras señalaban a Cristo y cuyo entendimiento ha sido cegado por el dios de
este mundo (Satanás). Sin embargo, en base a otras referencias en esta carta es
claro que Pablo no consideraba que la actividad del dios de este mundo
(Satanás) estuviera limitada a los judíos, sino también al resto de la humanidad,
aquellos cuyas mentes han sido cegadas y que no pueden ver el resplandor del
evangelio en sus propias vidas.
Andamos
a tientas, como ciegos junto a una pared, como si no tuviéramos ojos; en pleno
mediodía tropezamos como si fuera de noche; teniendo salud, estamos como
muertos. (DHH Is 59:10)
Vemos
hombres y mujeres que saben algo del evangelio, que han leído algún pasaje de
la Biblia o que simplemente pertenecen a alguna religión; estos aparentan ser
creyentes, pero el Señor Jesucristo no se ve en ellos de ninguna manera fruto
alguno. Encontramos muchas personas creyendo y predicando a un Jesús diferente
de nuestro señor Jesucristo, el que no ha sido revelado en la Biblia, se
predica a un Jesús bombero, apaga fuegos, se predica a un Jesús administrador
de empresas, que solo bendice negocios, se predica a un Jesús curandero, que sana
toda enfermedad para que no me muera, y todas estas cosas se dan por la ceguera
tanto del que predica como del que escucha.
Hay
varias causas que afectan los seres humanos y que dejan ver la ceguera
espiritual operando y bloqueándolos para que no puedan llegar a alcanzar la
salvación y la vida eterna.
La incredulidad: esta es una de las
principales causas de la ceguera espiritual en las personas, porque lo hace
pensar que Dios solo está en los servicios religiosos y por tal razón su
comportamiento fuera del templo es totalmente contrario a cuando está en la
congregación. Este mal hizo que Israel pensara que Dios solo era un Dios
nacional (solo Dios de Israel) y no lo reconoció cuando los visito para
pagar por el pecado de judíos y gentiles. Significa no sólo la negación abierta
de Dios, sino también la actitud de quien no da crédito a su Palabra, a sus
enviados, a sus obras.
Después
de la caída, la humanidad constituye una «generación incrédula y perversa» (Mt. 17:17), que pone en tela de juicio la palabra de Dios, y aún su misma
existencia (Sal. 53:1-4). No se trata que el hombre sea ignorante o incapaz de creer: Dios le
habla mediante la triple revelación de la naturaleza (Ro. 1:18-21), de la conciencia (Ro. 2:14, 15), y de las Escrituras (Ro. 2:17-20; 2 Ti.
3:16-17).
El
que, a pesar de todo ello, se aleja del Señor, no tiene excusa (Ro. 1:20; 2:1; 3:19); en realidad lo hace porque «ama más las tinieblas que la luz», porque «todo aquel
que hace lo malo, aborrece la luz» (Jn. 3:19-20).
La
incredulidad no proviene en absoluto de la imposibilidad de resolver una
multitud de problemas intelectuales. Su origen es moral y espiritual: en su
soberbia, el hombre elige deliberadamente permanecer independiente con respecto
a Dios. No quiere abandonar su pecado, o su propia justicia, y sobre todo
rehúsa abdicar de hacer sólo su rebelde voluntad.
La
incredulidad es algo tan arraigado en nuestra naturaleza caída que en principio
se halla en todos (Jn. 3:11, 32); «el hombre no regenerado no percibe
las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura» (1 Co. 2:14). Jesús vino a los suyos, y los suyos no le recibieron (Jn. 1:11); no recibió honor en su patria (Mt. 13:57- 58),
los príncipes de su pueblo lo rechazaron (Jn. 7:48),
y ni aun sus hermanos creían en Él (Jn. 7:5). Incluso sus discípulos
se mostraron frecuentemente incrédulos (Jn. 6:60, 66; 20:24-29; Mt. 17:17). La primera manifestación
de la incredulidad es de naturaleza negativa: al no aceptar la
palabra de Dios, las personas se alejan de Él (Jn. 1:5; 5:43; 6:66).
El soborno: nubla la mente y llena
el corazón de avaricia; encontramos hombre y mujeres que viven sobornando y
aceptando sobornos en todos los niveles de nuestras sociedades, en los ámbitos políticos,
en los ámbitos religiosos, en los estamentos del estado, en las empresas
públicas, etc.
No
aceptes soborno, porque el soborno vuelve ciegos a los hombres y hace que los
inocentes pierdan el caso. (DHH Ex 23:8)
No
perviertan la justicia; no hagan ninguna diferencia entre unas personas y
otras, ni se dejen sobornar, pues el soborno ciega los ojos de los sabios y
pervierte las palabras de las personas justas. La justicia, y sólo la justicia,
es lo que ustedes deben seguir, para que vivan y posean el país que el Señor su
Dios les da. (DHH Dt
16:19-20)
La obstinación: la palabra en griego
tiene la idea de “alguien que
hace lo que quiere” (siempre se sale con la suya); se complace a sí mismo sin importarle los demás. Se vuelve terco porque
quiere que su pensamiento prevalezca por encima de los demás. En el fondo es
creerse mejor que otros y de allí que se vuelve arrogante, presumido y
orgulloso. La obstinación es lo contrario de la humildad. Humildad es dar su
brazo a torcer, preferir la opinión de los demás, valorar a otros como mejores
que nosotros mismos, ceder, aceptar otras ideas.
La ignorancia: La ignorancia se puede definir como FALTA DE CONOCIMIENTO. Muchos prefieren la ignorancia, pues piensan que, si no lo saben, no son responsables. Pero la ignorancia de la ley no es una excusa para quebrantarla. Otros son ignorantes debido a sus prejuicios, pues sus mentes están cerradas a cualquier idea que sea nueva o vaya en contra de lo que ya creen. La condenación viene a consecuencia de RECHAZAR la LUZ y la CORRECCIÓN, y de ACEPTAR la OBSTINACIÓN como parte de la manera de vivir.
La
Ignorancia nos lleva a CONCLUSIONES ERRÓNEAS. Al no conocer bien el camino, somos propensos a equivocarnos y el
destino será un desastre.
La jactancia: Este
tipo de ceguera es muy común hoy día, vemos personas en todo el planeta que se
jactan de pertenecer a tal o cual organización religiosa o social, pero su
conducta es contraria a los principios de Dios revelados en la Biblia, predican
pero no aplican, este mal lo tenían los judíos de la época de Pablo que se
confiaban y se jactaban de ser judíos o de pertenecer al pueblo de Dios, pero
en ellos no había transformación, tomaban el conocer la ley como escudo y eran
hasta maestros pero solo eran infractores jactanciosos de la ley, así hay
muchos hoy en día en todas nuestras sociedades.
Muchos
hoy día piensan que la salvación viene por pertenecer a tal o cual iglesia o
religión, que fuera de su organización nadie puede ser salvo. Se jactan de
ello, y ven a los demás como pobres miserables porque no están en su
organización, eso fue lo que les pasó a los religiosos judíos.
La negligencia: la vida cristiana es
de desarrollo, de crecimiento y de frutos en todas las áreas; la falta de
conocimiento en cuanto a Dios Padre, en cuanto a Jesucristo y la Palabra de Dios
producen ceguera espiritual.
La tibieza espiritual: Cuando probamos líquidos tibios que no son agradables, buscamos la
manera de que tengan la temperatura correcta, si los queremos frías las
llevamos a la nevera o si es calientes los llevamos al fuego. Pero en el caso
de los cristianos Jesús no nos puede enfriar o calentar, depende de nosotros
llegar a la “temperatura” que agrada a Dios. Nuestras obras, nuestras
decisiones son las que determinan si somos fríos, calientes o tibios. Allí
radica la dificulta, la mayoría de nosotros no somos capaces de autoevaluarnos,
y darnos cuenta de que somos tibios. (Apocalipsis 3:16).
El odio al hermano. (1 Jn 2:9 RV) El que dice que está en la luz, y aborrece a su
hermano, está todavía en tinieblas.
(1 Jn 2:11 RV). Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas,
y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado
los ojos.
La gran noticia para la humanidad es que para sanar
todo tipo de ceguera espiritual se debe tener un arrepentimiento genuino y un
volverse a Dios para empezar la nueva vida en Cristo, ya que es la única forma
en la que podemos llegar a estar por la eternidad en la presencia del Padre Celestial
con la ayuda del Señor el Espíritu Santo; es entregar nuestro corazón al Rey de
reyes y Señor de señores Jesucristo.
Jesús
se dirigió otra vez a la gente, diciendo: —Yo soy la luz del mundo; el que me
sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad. (DHH Jn 8:12)
En
el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y
era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas
las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. En él estaba la vida, y la
vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las
tinieblas no han podido apagarla. … La luz verdadera que alumbra a toda la
humanidad venía a este mundo. Aquel que es la Palabra estaba en el mundo; y,
aunque Dios hizo el mundo por medio de él, los que son del mundo no lo
reconocieron. … Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el
privilegio de llegar a ser hijos de Dios. … Aquel que es la Palabra se hizo
hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió
del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad. (DHH Jn 1:1-5,9-10,12,14)
Bendiciones.
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