Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

La ceguera espiritual

Y si el evangelio que anunciamos está como cubierto por un velo, lo está solamente para los que se pierden. Pues como ellos no creen, el dios de este mundo los ha hecho ciegos de entendimiento, para que no vean la brillante luz del evangelio del Cristo glorioso, imagen viva de Dios. No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor; nosotros nos declaramos simplemente servidores de ustedes por amor a Jesús. (DHH 2 Co 4:3-5)

Primero tenemos que ver qué es la realidad existencial en el universo sobre la existencia del mundo espiritual y los reinos que gobiernan e influyen en los seres humanos. La ceguera espiritual es aquella que no reconoce que Jesucristo es Dios sobre todas las cosas, que es el autor de la vida, que es el autor de la salvación para la humanidad; esa segura espiritual es aquella que lleva a las personas a vivir en oposición a Dios y a su Palabra Eterna revelada por los profetas en la Biblia.

Ahora empecemos por tener conciencia de las enfermedades espirituales que atacan a la humanidad. Enfermedades espirituales hay muchas, pero una de ellas es la ceguera espiritual que afecta a millones de personas que no siguen a Jesucristo y también afecta en diferentes medidas a los cristianos, a aquellas personas que han tenido el nuevo nacimiento por medio del Señor el Espíritu Santo y que le han entregado su corazón a Jesucristo.

La referencia que hace Pablo en la carta a los Corintios es la de confrontar a aquellos para los cuales nuestro evangelio está encubierto y que no comprendían que las Escrituras señalaban a Cristo y cuyo entendimiento ha sido cegado por el dios de este mundo (Satanás). Sin embargo, en base a otras referencias en esta carta es claro que Pablo no consideraba que la actividad del dios de este mundo (Satanás) estuviera limitada a los judíos, sino también al resto de la humanidad, aquellos cuyas mentes han sido cegadas y que no pueden ver el resplandor del evangelio en sus propias vidas.

Andamos a tientas, como ciegos junto a una pared, como si no tuviéramos ojos; en pleno mediodía tropezamos como si fuera de noche; teniendo salud, estamos como muertos. (DHH Is 59:10)

Vemos hombres y mujeres que saben algo del evangelio, que han leído algún pasaje de la Biblia o que simplemente pertenecen a alguna religión; estos aparentan ser creyentes, pero el Señor Jesucristo no se ve en ellos de ninguna manera fruto alguno. Encontramos muchas personas creyendo y predicando a un Jesús diferente de nuestro señor Jesucristo, el que no ha sido revelado en la Biblia, se predica a un Jesús bombero, apaga fuegos, se predica a un Jesús administrador de empresas, que solo bendice negocios, se predica a un Jesús curandero, que sana toda enfermedad para que no me muera, y todas estas cosas se dan por la ceguera tanto del que predica como del que escucha.

Hay varias causas que afectan los seres humanos y que dejan ver la ceguera espiritual operando y bloqueándolos para que no puedan llegar a alcanzar la salvación y la vida eterna.

La incredulidad: esta es una de las principales causas de la ceguera espiritual en las personas, porque lo hace pensar que Dios solo está en los servicios religiosos y por tal razón su comportamiento fuera del templo es totalmente contrario a cuando está en la congregación. Este mal hizo que Israel pensara que Dios solo era un Dios nacional (solo Dios de Israel) y no lo reconoció cuando los visito para pagar por el pecado de judíos y gentiles. Significa no sólo la negación abierta de Dios, sino también la actitud de quien no da crédito a su Palabra, a sus enviados, a sus obras.

Después de la caída, la humanidad constituye una «generación incrédula y perversa» (Mt. 17:17), que pone en tela de juicio la palabra de Dios, y aún su misma existencia (Sal. 53:1-4). No se trata que el hombre sea ignorante o incapaz de creer: Dios le habla mediante la triple revelación de la naturaleza (Ro. 1:18-21), de la conciencia (Ro. 2:14, 15), y de las Escrituras (Ro. 2:17-20; 2 Ti. 3:16-17).

El que, a pesar de todo ello, se aleja del Señor, no tiene excusa (Ro. 1:20; 2:1; 3:19); en realidad lo hace porque «ama más las tinieblas que la luz», porque «todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz» (Jn. 3:19-20).

La incredulidad no proviene en absoluto de la imposibilidad de resolver una multitud de problemas intelectuales. Su origen es moral y espiritual: en su soberbia, el hombre elige deliberadamente permanecer independiente con respecto a Dios. No quiere abandonar su pecado, o su propia justicia, y sobre todo rehúsa abdicar de hacer sólo su rebelde voluntad.

La incredulidad es algo tan arraigado en nuestra naturaleza caída que en principio se halla en todos (Jn. 3:11, 32); «el hombre no regenerado no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura» (1 Co. 2:14). Jesús vino a los suyos, y los suyos no le recibieron (Jn. 1:11); no recibió honor en su patria (Mt. 13:57- 58), los príncipes de su pueblo lo rechazaron (Jn. 7:48), y ni aun sus hermanos creían en Él (Jn. 7:5). Incluso sus discípulos se mostraron frecuentemente incrédulos (Jn. 6:60, 66; 20:24-29; Mt. 17:17). La primera manifestación de la incredulidad es de naturaleza negativa: al no aceptar la palabra de Dios, las personas se alejan de Él (Jn. 1:5; 5:43; 6:66).

El soborno: nubla la mente y llena el corazón de avaricia; encontramos hombre y mujeres que viven sobornando y aceptando sobornos en todos los niveles de nuestras sociedades, en los ámbitos políticos, en los ámbitos religiosos, en los estamentos del estado, en las empresas públicas, etc.

No aceptes soborno, porque el soborno vuelve ciegos a los hombres y hace que los inocentes pierdan el caso. (DHH Ex 23:8)

No perviertan la justicia; no hagan ninguna diferencia entre unas personas y otras, ni se dejen sobornar, pues el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de las personas justas. La justicia, y sólo la justicia, es lo que ustedes deben seguir, para que vivan y posean el país que el Señor su Dios les da. (DHH Dt 16:19-20)

La obstinación: la palabra en griego tiene la idea de “alguien que hace lo que quiere” (siempre se sale con la suya); se complace a sí mismo sin importarle los demás. Se vuelve terco porque quiere que su pensamiento prevalezca por encima de los demás. En el fondo es creerse mejor que otros y de allí que se vuelve arrogante, presumido y orgulloso. La obstinación es lo contrario de la humildad. Humildad es dar su brazo a torcer, preferir la opinión de los demás, valorar a otros como mejores que nosotros mismos, ceder, aceptar otras ideas.

La ignorancia: La ignorancia se puede definir como FALTA DE CONOCIMIENTO.  Muchos prefieren la ignorancia, pues piensan que, si no lo saben, no son responsables.  Pero la ignorancia de la ley no es una excusa para quebrantarla.  Otros son ignorantes debido a sus prejuicios, pues sus mentes están cerradas a cualquier idea que sea nueva o vaya en contra de lo que ya creen.  La condenación viene a consecuencia de RECHAZAR la LUZ y la CORRECCIÓN, y de ACEPTAR la OBSTINACIÓN como parte de la manera de vivir.

La Ignorancia nos lleva a CONCLUSIONES ERRÓNEAS.  Al no conocer bien el camino, somos propensos a equivocarnos y el destino será un desastre. 

La jactancia: Este tipo de ceguera es muy común hoy día, vemos personas en todo el planeta que se jactan de pertenecer a tal o cual organización religiosa o social, pero su conducta es contraria a los principios de Dios revelados en la Biblia, predican pero no aplican, este mal lo tenían los judíos de la época de Pablo que se confiaban y se jactaban de ser judíos o de pertenecer al pueblo de Dios, pero en ellos no había transformación, tomaban el conocer la ley como escudo y eran hasta maestros pero solo eran infractores jactanciosos de la ley, así hay muchos hoy en día en todas nuestras sociedades.

Muchos hoy día piensan que la salvación viene por pertenecer a tal o cual iglesia o religión, que fuera de su organización nadie puede ser salvo. Se jactan de ello, y ven a los demás como pobres miserables porque no están en su organización, eso fue lo que les pasó a los religiosos judíos.

La negligencia: la vida cristiana es de desarrollo, de crecimiento y de frutos en todas las áreas; la falta de conocimiento en cuanto a Dios Padre, en cuanto a Jesucristo y la Palabra de Dios producen ceguera espiritual.

La tibieza espiritual: Cuando probamos líquidos tibios que no son agradables, buscamos la manera de que tengan la temperatura correcta, si los queremos frías las llevamos a la nevera o si es calientes los llevamos al fuego. Pero en el caso de los cristianos Jesús no nos puede enfriar o calentar, depende de nosotros llegar a la “temperatura” que agrada a Dios. Nuestras obras, nuestras decisiones son las que determinan si somos fríos, calientes o tibios. Allí radica la dificulta, la mayoría de nosotros no somos capaces de autoevaluarnos, y darnos cuenta de que somos tibios. (Apocalipsis 3:16).

El odio al hermano. (1 Jn 2:9 RV) El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. (1 Jn 2:11 RV). Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

La gran noticia para la humanidad es que para sanar todo tipo de ceguera espiritual se debe tener un arrepentimiento genuino y un volverse a Dios para empezar la nueva vida en Cristo, ya que es la única forma en la que podemos llegar a estar por la eternidad en la presencia del Padre Celestial con la ayuda del Señor el Espíritu Santo; es entregar nuestro corazón al Rey de reyes y Señor de señores Jesucristo.

Jesús se dirigió otra vez a la gente, diciendo: —Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad. (DHH Jn 8:12)

En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla. … La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo. Aquel que es la Palabra estaba en el mundo; y, aunque Dios hizo el mundo por medio de él, los que son del mundo no lo reconocieron. … Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. … Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad. (DHH Jn 1:1-5,9-10,12,14)

Bendiciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario