Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

El sermón del monte de nuestro Señor Jesucristo°


Que el Espíritu Santo y la revelación de la Palabra de Dios, sean en estos tiempos, guiándonos, mostrándonos el camino por el cual debemos andar: nuestro Señor Jesucristo.

Mateo 5:1-12. Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Mateo capítulos del 5 al 7 es denominado el Sermón del Monte porque Jesús lo pronunció en una colina cercana a Capernaum. Este "sermón" probablemente resume varios días de predicación. En él, Jesús proclamó su actitud hacia la Ley. La posición social, la autoridad y el dinero no son importantes en su Reino; lo que importa es la obediencia fiel del corazón.

El Señor iniciaba su ministerio de proclamación del reino y acababa de llamar a sus primeros discípulos (Mateo 4:17-22. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron) y con este discurso nos enseña el verdadero significado del discipulado y se enfoca en los principios y valores del reino de Dios en contraste con los del mundo

Los verdaderos discípulos de Jesucristo construyen su vida sobre el firme fundamento  de la Palabra de Dios y su obediencia a ella. El Señor predicó un profundo sermón que mostraba cómo debían vivir los cristianos en su diario vivir: las palabras de este sermón son tan importantes en la actualidad como lo eran cuando Jesucristo las dijo, porque: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó porque estaba fundada sobre la roca” (Mateo 7:24-25)

El Sermón del Monte desafió al orgullo de los líderes religiosos legalistas de ese entonces. Era un llamado a regresar al mensaje de los profetas del Antiguo Testamento que, como Jesús, enseñaban que la obediencia de corazón es más importante que la observancia legalista.

Multitudes numerosas seguían a Jesús; era el comentario del pueblo y todos querían verlo. Los discípulos, que eran personas bien cercanas a este hombre popular, se vieron tentados a sentirse importantes, orgullosos y a ser posesivos. Estar con Jesús les daba prestigio y una gran oportunidad para obtener riqueza.

La multitud estaba otra vez reunida, pero antes de dirigirse a ella, Jesús llamó a sus discípulos a un lado y les advirtió acerca de la tentación que enfrentarían como ayudantes suyos, no esperen fama y fortuna, les dijo Jesús, sino aflicción, hambre y persecución. Sin embargo, les aseguró que serían recompensados, aunque quizás no en esta vida.

Habrá momentos en que seguir a Jesús traerá consigo gran popularidad. Si no vivimos tomando en cuenta las palabras de Jesús en este sermón, nos hallaremos usando el mensaje de Dios solo para promover nuestros intereses personales.

Lo que realmente cuenta ante Dios. Mateo 5:3-12. RVR1960.

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

Todos los que están familiarizados con la fraseología del Antiguo Testamento, conocen cuán frecuentemente el pueblo verdadero de Dios se designa como “los pobres”, o sean los oprimidos, los afligidos, los miserables y “los necesitados”, o con los dos términos juntos). La explicación de esto la hallamos en el hecho de que generalmente son “los pobres de este mundo” los que son “ricos en fe. De modo que los pobres en espíritu se enriquecen con la plenitud de Cristo, que es el reino en sustancia; y cuando él les diga desde su gran trono blanco: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros”


Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

Cuando los creyentes se deleitan en el Señor, él les da los deseos de su corazón; cuando le encomiendan su camino, él los prospera, exhibe la justicia de ellos como la luz, y sus derechos como el medio día: lo poco que ellos tienen, aun después de haber sido despojados, es mejor que las riquezas de muchos impíos (Salmo 37). En resumen, todo es de ellos, al poseer ese don que es la vida, v esos derechos que les corresponden como hijos de Dios, ya sea el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo porvenir; todo es de ellos (1 Corintios 3:21-22); y, finalmente, al vencer heredan “todas las cosas” (Apocalipsis 21:7). De esta manera los mansos son los únicos legítimos ocupantes de la tierra prometida en Cristo Jesús.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Es decir, serán saturados. El hambre y la sed son dos condiciones trágicas para un número creciente de personas en el mundo. Desde el punto de vista médico, sin embargo, el hambre y la sed son señales de vida y de salud. Son términos que expresan una conciencia de aguda necesidad de algo esencial para la vida. El término “justicia” es un verdadero camaleón en cuanto a su significado en el NT. En este contexto, parece que hay por lo menos dos enfoques contemplados. El primero sería la sed por la justicia personal, el ser y hacer lo que es recto según las normas de Dios. También incluye la pasión por establecer y extender el reino de Dios entre los hombres. El apetito por la justicia personal y por la extensión del reino de Dios conduce al crecimiento espiritual y a la felicidad.

Así como Jesús satisfizo el hambre de las multitudes cuando estaba en la tierra, promete satisfacer el hambre y sed de sus discípulos que anhelan la justicia de Dios en sus vidas. Son dichosos porque ellos tendrán la completa satisfacción de ver la manifestación de la justicia de Dios en su propia vida y en el mundo, parcialmente ahora y perfectamente en la vida más allá. Las profecías de Isaías y Jeremías abundan con promesas de Dios de establecer su justicia en el mundo por medio del Mesías que vendría. Los súbditos del reino de Dios tienen el privilegio, gozo y dicha de participar en la concreción de la justicia de Dios en el mundo.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

El término “misericordioso” describe el carácter de una persona que es altamente sensible a las necesidades de otros, se identifica con ellos y responde con los recursos a su alcance para aliviar o satisfacer la necesidad. En casos de ofensas personales, describe la disposición de perdonar. Se traduce con sinónimos tales como “compasivo”, “simpatizante” y que tiene lástima de otro”. Jesús revela la misericordia del Padre, que manifiesta predilección por los pobres, pecadores y gente menospreciada. Dios demanda la misericordia de sus hijos.

Son dichosos los que manifiestan misericordia hacia otros porque ellos, y solamente ellos, recibirán misericordia de Dios. Generalmente, aunque no siempre, serán tratados con misericordia por sus semejantes. A pesar de su gran misericordia hacia otros, Jesús fue crucificado por los hombres sin misericordia, pero librado de la muerte y resucitado por el Padre misericordioso.

Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

El corazón es el asiento de pensamientos y motivos, mente y emociones. El énfasis en la condición del corazón está en contraste con el concepto farisaico . La pureza de corazón no es el estado natural del hombre; es distintivamente una virtud cristiana. El término “limpio” significa “no mezclado”, “no adulterado”. Jesús mismo dijo que nadie puede servir a dos señores (Filipenses 6:24), lo cual resultaría en motivos y lealtades mezclados y en un corazón contaminado. La pureza de corazón es poder concentrar todo el ser en Dios. Solo el limpio de manos y puro de corazón podrá entrar en la presencia de Dios y contemplarlo. El poder ver a Dios no es un asunto de una visión óptica, sino de comunión y compañerismo con Dios.

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

El mundo considera que la paz es esencialmente ausencia de conflicto, es decir, cuando no hay guerra. Si fuera así, el cementerio sería el mejor ejemplo de perfecta paz. La paz es más bien armonía y tranquilidad en el corazón para con Dios y los semejantes. El saludo judío, shalom, significa “paz” y es la expresión de un deseo por las bendiciones de Dios sobre otra persona. Dios es conocido como el Dios de paz; Jesús es el Príncipe de Paz (Isaías 9:6) y su venida al mundo significaba paz para los hombres de buena voluntad.

Jesús prometió su paz a los discípulos. La paz es el fruto del Espíritu. Dios toma la iniciativa para hacer la paz con los hombres: Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo (2 Corintios 5:19).

Los que han sido reconciliados con Dios, por fe en Cristo, se convierten en reconciliadores, pacificadores. Jesús dijo: ¡Paz a vosotros! Como me ha enviado el Padre, así también yo os envío a vosotros (Juan 20:21). Jesús es nuestra paz y vino para lograr la paz entre Dios y los hombres y nos manda llevar adelante esa misión en el mundo. La dicha y recompensa de los pacificadores es que serán reconocidos por lo que son: hijos de Dios, pues demuestran el carácter y misión de Dios. Su parentesco con Dios es visible.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Los pacificadores serán también los perseguidos. Parecería que el mundo debiera felicitar a los discípulos por su aporte al bienestar social y moral de la humanidad. Sin embargo, durante gran parte de la historia del cristianismo ha sido todo lo contrario. Jesús advirtió a los discípulos del costo de seguirlo, parte del cual sería la persecución. Como su vida y enseñanzas chocaron con el sistema de valores de la humanidad y le crucificaron, los que se identifican con él frecuentemente recibirán el mismo trato. Por causa de la justicia (v. 10) es sinónimo de por causa de mí (v. 11). Se refiere a la identificación de los discípulos con Cristo y su reino. El v. 11 especifica dos tipos comunes de persecución: vituperios y mentiras.

La paradoja es evidente y sorprendente. Jesús llama a los perseguidos dichosos, todo lo contrario a lo que normalmente se piensa. La razón para esta dicha es triple: El reino pertenece a ellos, tendrán una recompensa grande en los cielos y forman parte de una gran compañía de profetas que fueron perseguidos. Por estas razones, el discípulo debe enfrentar la persecución con gozo y alegría. Gozaos y alegraos (v. 12) son imperativos del tiempo presente, indicando una acción continua, en todo momento.

Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.

La persecución purifica la iglesia, fortalece el testimonio y produce un crecimiento numérico. Esta verdad ha sido confirmada desde el primer siglo hasta nuestros días. Bienaventurados sois cuando os vituperaren—es decir, os insulten en vuestra propia cara, en contraste con la calumnia y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo—Observemos que había dicho antes: “por causa de la justicia”.

Aquí, al decir “mi causa”, él se identifica a sí mismo y a su causa con la de la justicia, uniendo la causa de la justicia en el mundo con la recepción de él mismo. ¿Se habrían expresado así Moisés, o David, o Isaías, o Pablo? ¡Nunca! Sin duda ellos sufrieron por causa de la justicia. Pero que hubiesen designado a esto como “su causa”, habría estado fuera de lugar como cualquiera puede ver.

Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Gozaos y alegraos, como si él quisiese que el regocijo interno venciese y absorbiese el sentimiento de todas las afrentas y sufrimientos y no hay ninguna otra cosa que pueda hacerlo.

Jesús empezó su sermón con palabras que aparentemente se contradecían. Pero la forma en que Dios quiere que vivamos muchas veces contradice la del mundo. Si quiere vivir para Dios debe estar dispuesto a decir y hacer lo que para el mundo parecerá raro. Deberá estar dispuesto a dar cuando otros desean quitar, amar cuando otros odian, ayudar cuando otros abusan. Al hacerlo, un día recibirá todo, mientras los otros terminarán sin nada. Aquí tenemos por lo menos cuatro maneras de entender las bienaventuranzas:

Son un código de ética para los discípulos y norma de conducta para todos los creyentes.

Contrastan los valores del Reino (lo que es eterno) con los valores mundanos (lo que es temporal).

Contrastan la "fe" superficial de los fariseos con la fe verdadera que Cristo quiere. 

Muestran que las expectativas del Antiguo Testamento se verían cumplidas en el Reino nuevo. Estas Bienaventuranzas no pueden ser tomadas selectivamente. Uno no escoge lo que quiere y deja el resto, sino que deben tomarse como un todo. Describen lo que debemos ser como seguidores de Cristo.

Cada Bienaventuranza habla de cómo ser afortunado y feliz. Algunas versiones dicen felices o dichosos en vez de bienaventurados. Estas palabras no prometen carcajadas, placer ni prosperidad terrena. Jesús pone de cabeza el concepto terreno de la felicidad. Para Jesús, felicidad es esperanza y gozo, independientemente de las circunstancias externas. Para hallar esperanza y gozo, la forma más profunda de la felicidad, sigue a Jesús a cualquier costo.

Con el anuncio de Jesús de que el Reino se había acercado (4.17) naturalmente, la gente preguntaba: "¿Qué necesito hacer para ser parte del Reino de Dios?" Jesús dijo que en el Reino de Dios las cosas no son como en los reinos terrenales. Debían buscar beneficios y recompensas muy distintas de los que los fariseos y publicanos estaban buscando. Mucha gente busca felicidad pero esta fácilmente se desvanece. Muy pocos buscan el gozo de Dios que nunca se desvanece. ¿Son sus actitudes una copia del egoísmo, el orgullo y las ansias de poder del mundo, o reflejan el ideal al que Dios lo llamó?

Sal y luz del mundo.

Mateo 5:13-16. »Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea. »Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.

Si la sazón no da sabor, no tiene valor. Si los cristianos no se esfuerzan por hacer un impacto en el mundo que los rodea, son de poco valor para Dios. Si somos muy parecidos a los del mundo, no tenemos valor. Los cristianos no deben confundirse con los demás. En su lugar, debemos impactarlos positivamente, como el condimento que da mejor sabor a la comida. ¿Se puede ocultar una ciudad que está en la cima de una montaña? Por las noches su luz se ve a la distancia. Si vivimos por Cristo, vamos a brillar como luces, mostrando a otros como es Cristo.
Jesús enseña sobre la ley.

Mateo 5:17-19. No crean ustedes que yo he venido a suprimir la ley o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino a darles su pleno valor. Pues les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, no se le quitará a la ley ni un punto ni una letra, hasta que todo llegue a su cumplimiento. Por eso, el que no obedece uno de los mandatos de la ley, aunque sea el más pequeño, ni enseña a la gente a obedecerlo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedece y enseña a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.

Dios nos dio las leyes morales y ceremoniales para ayudarnos a amarle con todo el corazón. A través de la historia de Israel, sin embargo, estas leyes fueron citadas inexactamente y aplicadas erróneamente. En el tiempo de Jesús, los líderes religiosos habían convertido la Ley en una masa confusa de reglas. Cuando Jesús se refirió a una nueva forma de comprender la Ley de Dios, no estaba sino llevando a la gente a su propósito original. No habló contra la Ley en sí misma, sino contra los abusos y excesos a los que ella estaba sujeta.

Si Jesús no hubiera venido a abolir la Ley, ¿estarían todas las leyes del Antiguo Testamento todavía en vigencia? En el Antiguo Testamento, había tres categorías de Ley: ceremonial, civil y moral.

La ley ceremonial estaba relacionada específicamente con la adoración de Israel. Su propósito primario fue señalar a Cristo Jesús. Estas leyes, sin embargo, dejaron de ser necesarias después de la muerte y resurrección de Jesús. Si bien es cierto que ya no estamos atados por las leyes ceremoniales, los principios que los respaldan, adorar y amar al Dios Santo, son todavía aplicables. Los fariseos con frecuencia acusaban a Jesús de violar las leyes ceremoniales.

La ley civil era la Ley de Dios que tenía que ver con el vivir diario de Israel. Por el hecho de que la cultura y la sociedad modernas son radicalmente diferentes, todas estas directivas no pueden seguirse al pie de la letra. Pero los principios que las sustentan no tienen fin y deben guiar nuestra conducta. Jesús los cumplió para dar el ejemplo.

La ley moral (como los Diez Mandamientos) es mandato directo de Dios y requiere obediencia estricta (Éxodo 20:13). Como revela la naturaleza y la voluntad de Dios, se aplica todavía hoy. Jesús obedeció la ley moral en su totalidad.

Algunos en el grupo eran expertos en decir a los demás lo que debían hacer, pero pasaban por alto lo más importante de las Leyes de Dios. Jesús clarificó que obedecer la Ley de Dios era más importante que explicarla. Es mucho más fácil estudiar la Ley de Dios y decir a otros que la obedezcan que ponerla en práctica. ¿Cómo le va a usted en su obediencia a Dios?

Los fariseos eran exigentes y escrupulosos en el cumplimiento de la Ley. ¿Cómo puede Jesús, razonablemente, llamarnos a una mayor justicia que la de ellos? La debilidad de los fariseos radicaba en que se sentían satisfechos obedeciendo la Ley en lo exterior sin permitir que cambiara sus corazones (actitudes). Jesús dijo que la calidad de nuestra piedad tiene que ser superior a la de los fariseos. Podemos aparentar piedad y seguir lejos del Reino de Dios.

El juzga nuestros corazones y nuestras obras. Es en el corazón donde en verdad radica la sumisión. Cuidemos nuestras actitudes, que la gente no ve, y las acciones que todos ven.

Jesús decía a sus oyentes que necesitaban una piedad totalmente distinta (amor y obediencia), no una versión más intensa de la piedad de los fariseos. Nuestra bondad debe proceder de lo que Dios hace en nosotros, no de lo que podemos hacer nosotros mismos, estar centrada en Dios, no en nosotros, estar basada en la reverencia a Dios, no en la aprobación de la gente, e ir más allá del solo hecho de cumplir con la Ley amando los principios que la respaldan.

Cuando Jesús dijo: "Pero yo os digo" no estaba aboliendo la Ley ni agregando sus propias opiniones. Más bien estaba ofreciendo una explicación completa de por qué Dios hizo tal Ley. Por ejemplo, refiriéndose a que Moisés dijo: "No matarás", Jesús enseñó que "cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio". Los fariseos leían esta Ley y, como jamás habían matado, se sentían muy rectos.

Sin embargo estaban tan enojados con Jesús que ya pronto estarían planeando matarlo, aunque no con sus propias manos. Perdemos la verdadera intención de la Palabra de Dios cuando leemos sus normas para la vida sin procurar comprender por qué las dio. ¿Cuándo guarda uno las normas de Dios pero pasa por alto su verdadera intención?

De cada de nosotros depende que el gobierno de Dios esté en medio nuestro, de nuestra obediencia a la Palabra de Dios es que podemos ver si realmente amamos a Dios o sólo tenemos una vida religiosa. ¿Quieres amar a Dios realmente de corazón? Entonces empieza ahora mismo ¿En dónde quieres pasar el resto de la eternidad después de que partas de esta tierra? Veamos ahora la siguiente reflexión.

¡Si hay vacantes para trabajar en la obra del ministerio, en la viña del señor!

El cristiano es la persona dedicada a producir un despertamiento moral y social; con esto en mente dedica su vida a Cristo comparte el amor de Dios con todos los hombres en todas partes y enseña a otros a hacer lo mismo. ¡SI HAY VACANTES! La mejor forma de recibir el futuro es hacer un buen presente y olvidar el pasado. La más grande empresa del Universo, la empresa de Dios requiere para su departamento de proclamación personas que reúnan los siguientes requisitos.

Personas valientes que crean en Dios y que estén dispuestas a servirle aunque se le caiga el mundo encima. Personas que digan siempre la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad aunque por ello tengan que perder la simpatía y el afecto de quienes lo rodean. Personas que huyan de las pasiones juveniles y que tengan el firme propósito de no contaminarse con las costumbres de un mundo corrompido.

Personas que tengan en su corazón una profunda vocación de servicio a su prójimo y una determinación completa de agradar a Dios por encima de todo. Personas que estén listas en donde el Señor de la empresa así lo determine sin pensar en su comodidad, ni en sus intereses personales. Personas que se atrevan a vivir y hablar como Dios lo manda aunque sean tildados de locos, fanáticos, rebeldes o peligrosos. Personas que estén dispuestos a perderlo todo, que duerman menos, que trabajen más, que hablen poco y sirvan mucho.

Personas que se muevan siempre con la sinceridad de Dios y no con la diplomacia e hipócrita conveniencia de los hombres. Personas honradas, ejemplares y comprometidas con los valores cristianos que nuestra sociedad ha extraviado. Personas que se preparen para dirigir los destinos del país, no con la soberbia de grandes reyes, sino con la actitud de grandes servidores.

Si usted llena estos requisitos será bienvenido a esta gigantesca empresa de Dios, en ella se trabaja para conquistar el mundo entero con el único mensaje que puede salvarlo y para decirle a los hombres que no todo está perdido, que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Si hay vacantes, esta es una gran oportunidad y no hay otra igual. Necesitamos un liderazgo que ame y no que manipule, que sirva y no que lucre, que comparta y no que amarre, que anime y no que oprima, que levante y no que aplaste.


Mateo 6:33. Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas. Hechos 5:29. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Bendiciones. 

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