La paternidad en el
reino de Dios es una de las cosas por las que el Señor Jesucristo vino a la
tierra y en los siguientes versículos nos muestran la relación especial que
tenemos con Dios como sus hijos a través de la fe en Jesucristo. La mayoría de
los seres humanos decimos ser hijos e hijas de Dios y cada uno desde su
perspectiva y desde su religión o de su código moral, pero vamos a
contextualizar un poco más acerca de esta verdad espiritual de acuerdo a lo que
el Padre Celestial nos ha dejado revelado en su Palabra, la Biblia.
A todos los que
lo recibieron, a quienes creen y tienen una fe por identidad en su nombre, les
dio la autoridad de ser hijos de Dios. (TCB Jn. 1:12)
Porque los que
son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. (TCB Ro. 8:14)
Porque que todos
ustedes son hijos de Dios, mediante la fe en Jesucristo; (TCB Gá. 3:26)
Miren, el Dios
Padre por medio de Jesucristo nos regaló un perfecto amor sacrificial, con el propósito
de ser llamados hijos de Dios y realmente lo somos. Por esta razón el mundo nos
rechaza y no nos entiende, porque tampoco el mundo conoció y entendió a Dios en
Cristo. Mis amados, ahora somos hijos de Dios y aún no tenemos claro lo mucho
que eso significa, pero sabemos que cuando Él sea revelado totalmente, seremos
semejantes a Él por medio de Jesucristo, pues vamos a experimentar a Dios tal
como Él es. (TCB 1 Jn. 3:1-2)
Y ustedes no
recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al temor, sino el Espíritu
que los adopta como hijos y nos permite clamar: “¡Abba! ¡Padre! ”. El Espíritu
mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos
hijos, también somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo,
pues si ahora sufrimos con Él, también seremos glorificados con Él. (TCB Ro. 8:15-17)
La paternidad
espiritual es un concepto que se encuentra en la Biblia y se refiere a la
relación que un creyente puede tener con otros en el contexto de la fe, donde
uno actúa como guía, mentor o figura paterna en la vida espiritual de otro y
sólo hay dos opciones dentro de la creación de Dios y se adquiere por la decisión
de cada uno, por su forma de hacer las cosas, por su forma de actuar con sus
semejantes, por su conducta moral y espiritual.
La paternidad
espiritual dentro del reino de Dios implica responsabilidad, amor y un
compromiso de ayudar a otros a crecer en su relación con Dios, es un llamado a
confiar en Dios, a ser un ejemplo y a guiar a otros en
su caminar de fe. Debemos tener en cuenta que hay una paternidad
oscura y diabólica atribuida al diablo y en la que la mayoria de los seres humanos
están caminando o viviendo.
Entren por la
puerta estrecha, ya que la puerta ancha, conduce al amplio camino de la
destrucción, y son muchos los que entran por este camino; pues estrecha es la
puerta y angosto el camino que conduce a una vida íntegra, y son pocos los que
encuentran este camino. (TCB Mt. 7:13-14)
Yo soy la
puerta, si alguno entra a través de mí, será salvo, entrará y saldrá para
encontrar alimento. El ladrón viene para robar, matar y destruir; Yo vine para
que tengan vida plena, y la tengan en abundancia. Yo soy un pastor bueno, el
pastor bueno sacrifica su vida en favor de las ovejas. (TCB Jn. 10:9-11)
En la Biblia, Dios
es frecuentemente descrito como un Padre amoroso. En Mateo 6:9, Jesús enseña a
sus discípulos a orar diciendo: Ustedes oren de
la siguiente manera: Padre nuestro que estás en los cielos; sea santificado tu
nombre a través de mi buen testimonio. (TCB Mt. 6:9). Esto muestra la relación cercana que los creyentes pueden tener con
Dios. La paternidad espiritual: En (TCB Gá. 4:6-7) se dice: Ahora, como ustedes son sus
hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones. Por eso
cuando oramos a Dios, se nos permite llamarlo: ¡Abbá Padre! Es decir, ¡Papito
querido! Así pues, ya no eres esclavo sino hijo, y por ser hijo, Dios te ha
hecho su heredero. Esto indica que los creyentes son considerados hijos de Dios y herederos
de su reino.
La responsabilidad
de los padres la vemos en (TCB Ef. 6:4) en donde se instruye a los padres: Padres,
no hagan enojar a sus hijos, sino edúquenlos con la disciplina y la enseñanza
del Señor. Esto resalta la importancia de
educar a los hijos en los caminos de Dios.
En (TCB 1 Jn. 3:1) se dice: Miren, el
Dios Padre por medio de Jesucristo nos regaló un perfecto amor sacrificial, con
el propósito de ser llamados hijos de Dios y realmente lo somos. Por esta razón
el mundo nos rechaza y no nos entiende, porque tampoco el mundo conoció y
entendió a Dios en Cristo. Esto muestra que la comunidad de creyentes es vista como una
familia bajo la paternidad de Dios.
En (TCB'22 Ro. 5:8-11) se menciona: en
cambio, Dios nos demostró su amor sacrificial en que Cristo murió por nosotros
aun cuando éramos pecadores. Por tanto, ahora que hemos sido justificados por
su sangre, ¡con cuánta más razón, por medio de Él, seremos salvados del castigo
de Dios! Porque, si cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con Él
mediante la muerte de su Hijo, ¡con mayor razón, ahora que fuimos hechos amigos
de Dios, seremos salvados y recibiremos la vida plena por medio de la vida de
Cristo! Y no solo esto, ya que gracias a nuestro Señor Jesucristo, ahora que ya
disfrutamos de la reconciliación, tenemos profunda felicidad y somos
dignificados en Dios. Este versículo resalta el amor incondicional de Dios como
Padre hacia sus hijos.
Todas estas verdades
reflejan la importancia de la paternidad en el reino de Dios, tanto en la
relación personal con Él, como en la responsabilidad hacia los demás. Aunque
Dios no es llamado explícitamente "Padre" de manera frecuente en el AT de acuerdo, hay referencias que sugieren
una relación paternal.
Él es padre del
huérfano; él hace justicia a las viudas, es Dios en su santa morada. (NBV Sal 68:5)
El pueblo de
Israel oró a Dios y le dijo: ¡Oh SEÑOR, mira desde el alto cielo y contémplanos
desde tu santa y gloriosa morada! ¿Dónde está el amor que nos tenías, tu poder,
misericordia y compasión? ¿Dónde están ahora? ¡Ciertamente aún eres nuestro
Padre! Aunque Abraham y Jacob nos desconocieran, tú serías nuestro Padre,
nuestro Liberador desde la antigüedad. (NBV Is 63:15-16)
Sin embargo, la
paternidad se enfoca más en el pueblo de Israel como nación. Así que tú le dirás: “El SEÑOR dice: ‘Israel es mi hijo primogénito. (NBV Éx 4:22)
En el, cumplimiento
del Nuevo Testamento nuestro Señor Jesucristo revela plenamente a Dios como
Padre, especialmente en el Evangelio de Juan y en cada una de las las
enseñanzas del Reino. Dios es el Creador de todos, es el Padre de los espíritus,
pero esto no implica una relación redentora automática de adopción espiritual.
Para que busquen
a Dios y aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, Él no está lejos de
ninguno de nosotros, “en Él vivimos, nos movemos y existimos”. Como dicen
algunos de sus poetas: “Porque somos hijos de Dios”. Puesto que somos hijos de
Dios, Él nos creó, por eso no debemos comparar ni reducir a Dios a alguna
estatua de oro, plata ni piedra o a ninguna imagen que sea producto del ingenio
o creación humana. (TCB Hch. 17:27-29)
La paternidad se
activa mediante la fe en Cristo. A todos los que
lo recibieron, a quienes creen y tienen una fe por identidad en su nombre, les
dio la autoridad de ser hijos de Dios; hijos que no nacieron por sangre, ni por
voluntad de la carne, ni por voluntad de hombre, sino que nacieron por la
voluntad Dios. Y la Palabra de vida se encarnó y plantó su tabernáculo en
nosotros, y hemos contemplado su gloria, la gloria del Unigénito que procede
del Padre, lleno de gracia y de verdad. (TCB Jn. 1:12-14)
Solo los
"nacidos de nuevo" entran al Reino y reciben la adopción divina.
Jesús le respondió diciendo: — En verdad, en verdad te digo, el que no
nace de nuevo, no puede vivir, tampoco experimentar el reino de Dios. Nicodemo
le contestó a Jesús: — ¿Cómo puede un hombre, siendo viejo, nacer de nuevo?
¿Acaso puede entrar por segunda vez al vientre de su madre y nacer? — En verdad
te digo, si alguien no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar al reino
de Dios. — Le dijo Jesús. Lo que es nacido de la carne, carne es; lo que es
nacido del Espíritu, espíritu es. (TCB Jn. 3:3-6)
Así que, por los
frutos los conocerán. No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!” entrará en el
reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre Celestial, que
consiste en vivir la ética que les estoy enseñando. En aquel día, muchos me
dirán: “¡Señor, Señor!”, “en tu nombre profetizamos”, “en tu nombre echamos
fuera demonios” y “en tu nombre hicimos muchos milagros”. Entonces yo les diré:
“Nunca los conocí íntimamente, apártense de mí, hacedores de maldad”. (TCB Mt. 7:20-23)
La paternidad de
Dios está ligada a la Trinidad: el Padre envía al Hijo (Juan
3:14-21) y al Espíritu (Romanos
8:15-16), quien testifica de la adopción. Ser
hijos de Dios implica vivir en santidad (1 Pedro 1:13-16) y amor fraternal (1 Juan 3:1-3; 4:7-8). La paternidad de Dios no es solo un título, sino una relación
viva que implica amor, disciplina (Hebreos 12:5-11) y herencia eterna. Invita a los seres humanos a vivir como
hijos, no como esclavos, y a reflejar el carácter del Padre en un mundo
fragmentado por el pecado y la maldad.
Como Moisés
levantó la serpiente en el desierto, así también es necesario que sea levantado
el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en Él, tenga vida eterna. En efecto,
de tal manera amó Dios al mundo, con amor sacrificial, que entregó a su Hijo,
el Unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga
vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo con el propósito de juzgar al
mundo, sino para salvarlo por medio de Él. El que cree en su Hijo no es
juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no creyó en el nombre del Hijo
único de Dios. Este es el juicio de condenación: que la luz ha venido al mundo,
y la humanidad amó más las tinieblas que la luz, porque la humanidad siempre
practicó las malas obras. Porque el que practica la maldad, odia la luz y no la
busca, porque no quiere ser reprendido por las obras de su maldad. Pero el que
vive la verdad siempre está en la luz, con el propósito de que Dios se
manifieste en sus obras. (TCB Jn. 3:14-21)
Por lo tanto
preparen sus mentes para servir, tengan dominio propio, esperen la consumación
de los tiempos por medio de la gracia que ha sido otorgada a través de la
revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no se amolden a los deseos
conducidos por el pecado, los cuales son producto de su ignorancia. Dios los ha
llamado a vivir una vida de santidad; por eso, las conductas de ustedes deben
ser santas como la de Jesucristo. Como está escrito: “Sean santos, porque Yo
soy santo”. Porque si oran al Padre, Él no tiene favoritos y juzga a cada uno
según su conducta. Entonces, permanezcan en respeto y temor a Dios mientras
vivan en esta tierra; (TCB 1 P. 1:13-17)
Ahora veamos la
otra paternidad que se ve en la creación de Dios, aquella que no es la biológica,
no es la genética, sino es identidad moral y espiritual. La idea de que el
diablo tiene "hijos" o descendientes entre los seres humanos es un
concepto que aparece en algunas interpretaciones religiosas y teológicas,
particularmente dentro del cristianismo bíblico.
Según la Biblia y
la teología cristiana tradicional, no existe una "paternidad física"
del diablo sobre los seres humanos, ya que el diablo (Satanás) es un ángel
caído (un espíritu sin cuerpo) y, por lo tanto, no puede engendrar descendencia
biológica. Sin embargo, la Biblia usa el término "hijos del diablo" en
un sentido espiritual o moral, refiriéndose a aquellos que siguen sus obras, a
quienes imitan su maldad y rechazan a Dios. Los fariseos que rechazaban a
Cristo mostraban el carácter de Satanás (mentira, engaño, homicidio) y cualquier
persona que vive en pecado y rechaza a Jesús y sus enseñanzas está bajo la
influencia del diablo.
Antes vivían
practicando la injusticia, dominados por las fuerzas de maldad que gobiernan
este mundo, con el mismo espíritu de las personas que desobedecen a Dios. (TCB Ef. 2:2)
Jesús dice a
algunos líderes religiosos: ¿Por qué no entienden mi
enseñanza? ¿Por qué no pueden escuchar mi palabra? Ustedes son de su padre, el
diablo, y quieren hacer los deseos de su padre. El diablo fue homicida desde el
principio, y la verdad nunca habitó en él, pues él es enemigo de la verdad; él
siempre habla con mentira, pues es su propia naturaleza, ya que es padre de
mentira. Pero a mí, que digo siempre la verdad, no me creen. (TCB Jn. 8:43-45).
Esto se trata de la sobre la influencia espiritual del mal en quienes
rechazan la verdad y actúan con maldad. La idea de "hijos" se refiere
a quienes siguen su influencia moral o espiritual.
Por medio de las
obras se revela quienes son los hijos de Dios y quienes son los hijos del
diablo; todo aquel que no practica la justicia, la cual consiste en dignificar
y construir al prójimo, no pertenece a Dios y, por ende, no vive un amor
sacrificial hacia su hermano. (TCB 1 Jn. 3:10): Habla de que "los hijos de Dios y los hijos del diablo" se
distinguen por sus acciones, no por un linaje literal o por tener un código
moral, o por pertenecer a alguna religión en particular.
Saulo, que en
griego era llamado Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijó sus ojos en el brujo y
dijo: — ¡Oh, hijo del diablo! Estás lleno de engaños y mentiras, eres enemigo
de la justicia, ¿no te cansas de tergiversar los caminos rectos del Señor? (TCB Hch. 13:9-10)
Pablo usa esta
frase para marcar la oposición al Evangelio, no un linaje literal. se hace
"hijo del diablo" por decisiones conscientes, no por destino. A
continuación en el siguiente capítulo vemos de manera clara como se profetizaba
estos tiempos que estamos viviendo como humanidad, las características de las
personas en esos tiempos, así como la importancia de la Escritura: La
Biblia.
Deben saber
esto: en los últimos días habrá tiempos difíciles. Porque existirán personas
ególatras, tacañas, orgullosas, arrogantes, blasfemas, desobedientes a sus
padres, ingratas, malvadas, crueles, despiadadas, calumniadoras, violentas, sin
amor, apartadas del bien, traidoras, imprudentes, soberbias, más amigas de los
placeres que de Dios, teniendo apariencia de vida espiritual, pero negando su
eficacia; a estas personas, evítalas. Estas personas en forma discreta, se
meten en los hogares e influyen negativamente en las mujeres con baja
autoestima, cargadas de problemas y conductas inmorales. Estas mujeres
constantemente están aprendiendo y nunca pueden llegar al conocimiento de la
verdad. De la manera que Janes y Jambres se opusieron a Moisés, así también
estos se oponen a la verdad, personas corruptas en su mente, incoherentes en la
fe por identidad. Pero ellas no avanzarán más allá, porque su insensatez fue
notoria para todos, como también fueron esas personas en la época de Moisés. (TCB 2 Ti. 3:1-9)
Los últimos días:
El capítulo comienza advirtiendo que en los últimos días habrá tiempos
difíciles. Las personas serán egoístas, avariciosas, vanidosas, desobedientes a
los padres, ingratas, impías, etc. (2 Timoteo 3:1-5). Versículo 1: "Pero debes saber esto:
que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos." Se describen las actitudes y comportamientos de las personas,
enfatizando que tendrán apariencia de piedad, pero negarán su poder (2
Timoteo 3:5).
Versículo 5: "Teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella; a
estos evita." La persecución de los creyentes: Pablo también menciona que los que
desean vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos (2
Timoteo 3:12). Versículo 12: "Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús
padecerán persecución."
La importancia de
las Escrituras: El capítulo concluye enfatizando la importancia de las
Escrituras, que son útiles para enseñar, redargüir, corregir e instruir en
justicia.
Pero tú me has
sido fiel en cuanto a la enseñanza, la conducta, el propósito, la fe por
identidad, la paciencia, el amor sacrificial, la constancia. También en las
persecuciones, en los padecimientos que me tocó vivir en Antioquía, en Iconio y
en Listra; todas estas persecuciones las soporté y de todas me libró el Señor.
En verdad, todos los que quieran vivir un testimonio cristiano, serán
perseguidos; pero las malas personas e impostoras, cosechan su propio fracaso,
engañando y siendo engañadas. Pero tú, continúa perseverando en la doctrina que
aprendiste y en la que fuiste instruido, sabiendo de quienes lo aprendiste; y
que desde niño conocías las Sagradas Escrituras, las que te hacen sabio para la
salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es producto de la
inspiración divina, es provechosa para enseñar, para iluminar, para corregir,
para instruir a practicar la justicia; con el propósito de perfeccionar al
creyente y prepararlo para el cumplimiento de la misión. (TCB 2 Ti. 3:10-17)
Este capítulo nos recuerda la necesidad de estar firmes en la fe y en la enseñanza de la Palabra de Dios, especialmente en tiempos difíciles; en conclusión, cada uno de nosotros es quien decide que adopción espiritual quiere tener, si la de Dios el Padre Celestial, el Creador de todo lo que existe en los cielos y en en la tierra, o la adopción del diablo quien ya está condenado al castigo eterno por su maldad. Bendiciones.
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