Mateo 21:43. Nueva Biblia
Latinoamericana de Hoy (NBLH). Por eso les digo que
el reino de Dios les será quitado a ustedes y será dado a una nación que
produzca los frutos del reino.
El reino de los cielos se manifiesta a través de las vidas rendidas
al Señor Jesucristo, y al señorío del Espíritu Santo; nos es necesario que
entendamos que Dios es el Creador de todo lo que existe y que el señorea sobre
toda la creación; que ha enviado a su Hijo y al Espíritu Santo para restaurar
todas las cosas en esta tierra y en la humanidad por medio de Jesucristo.
Mateo 3:2-3. Dios Habla Hoy (DHH). En su proclamación decía: «¡Vuélvanse a Dios, porque el
reino de los cielos está cerca!» Juan era aquel de quien Dios había dicho por
medio del profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: “Preparen el camino
del Señor; ábranle un camino recto.”»
Pero cada uno de los llamados y escogidos debe cumplir con el plan,
con el llamado y la voluntad divina para que se extienda el reino de los cielos
a través de la predicación del evangelio y de vidas llenas de la plenitud del
Espíritu Santo, así lo ha determinado el Padre Celestial.
Lucas 6:1-5. Nueva Biblia
Latinoamericana de Hoy (NBLH). Jesús, Señor del Día
de Reposo. Aconteció que un día de reposo Jesús pasaba por unos sembrados, y
Sus discípulos arrancaban y comían espigas, restregándolas entre las manos. Pero
algunos de los Fariseos dijeron: “¿Por qué hacen ustedes lo que no es lícito en
el día de reposo?”
Jesús les respondió: “¿Ni
siquiera han leído lo que hizo David cuando tuvo hambre, él y los que con él
estaban; cómo entró en la casa de Dios, y tomó y comió los panes consagrados,
que a nadie es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y dio también a sus
compañeros?”
También les decía: “El
Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.”
Apocalipsis 19:16. Nueva Biblia
Latinoamericana de Hoy (NBLH). En Su manto y en Su
muslo tiene un nombre escrito: “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.”
Juan 1:1-3. Dios Habla Hoy (DHH). En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la
Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo
todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él.
Dios el Padre Celestial ha determinado desde la eternidad y hasta
la eternidad que todo el reino de la creación en los cielos y en esta tierra, son
de él por medio de su Hijo Jesucristo y por la manifestación y poder de su Espíritu
Santo; nos es necesario rendirnos completamente al Señor el Espíritu Santo, para
que fluyan los ríos de agua viva prometido a todos los creyentes, a su iglesia,
a las piedras vivas del cuerpo de Cristo, a cada hijo e hija de Dios en cada
nación de la tierra.
Juan 1:14-18. Dios Habla Hoy (DHH). Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre
nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su
Hijo único, abundante en amor y verdad. Juan dio testimonio de él, diciendo:
«Éste es aquel a quien yo me refería cuando dije que el que viene después de mí
es más importante que yo, porque existía antes que yo.»
De su abundancia todos
hemos recibido un don en vez de otro; porque la ley fue dada por medio de
Moisés, pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima
comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.
Apocalipsis 17:14. La Biblia de las
Américas (LBLA). Estos pelearán contra el Cordero,
y el Cordero los vencerá, porque Él es Señor de señores y Rey de reyes, y los
que están con El son llamados, escogidos y fieles.
La voluntad de Dios es que la vida de su Hijo Jesucristo sea
manifestada por su Espíritu Santo en la vida y los corazones de todos los que
hemos sido elegidos y llamados a servirle y amarle, para anunciar las virtudes
de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable, anunciando el
evangelio, las buenas nuevas de salvación y que enseñemos su justicia a
multitudes, que prediquemos a tiempo y fuera de tiempo, para que se cumplan los
planes y propósitos en cada uno de nosotros y de esa manera tener el privilegio
de ser parte de la voluntad de Dios para la humanidad en los tiempos y en el
lugar que nos ha tocado vivir.
Isaías 9:6-7. La Biblia de las Américas
(LBLA). Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos
ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre
Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento
de su soberanía y de la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su
reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces
y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto.
El Padre Celestial nos ha hecho partícipes de su reino a través de
la salvación que es en Cristo Jesús; Él nos busca, nos perdona, nos sana, nos
restaura, nos bendice para que seamos instrumentos para todas las personas que
nos rodean. Nos ha hecho parte de la iglesia de Jesucristo, nos ha hecho un
llamado, nos ha dado dones y siempre está con nosotros a través del Espíritu
Santo, quien nos llena de su presencia, quien nos da la revelación de su palabra, quien nos llena de sabiduría y de
entendimiento para vivir la vida que agrada a Dios, la vida que nos conviene;
es el Espíritu Santo quien nos consuela, quien nos redarguye, quien nos da los
dones espirituales y los dones ministeriales e imparte vida espiritual.
Lucas 12:32. Nueva Traducción Viviente
(NTV). Así que no se preocupe, pequeño rebaño. Pues
al Padre le da mucha felicidad entregarles el reino.
Según las escrituras, todos los que somos de Cristo Jesús, somos
ciudadanos del reino de Dios. No es algo que hemos elegido, sino que en la
sabiduría de Dios, el cambio de ciudadanía es un resultado de nuestra
conversión (Colosenses 1:13.
El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino
de su amado Hijo y Filipenses
3:20. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de
donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo).
Podemos decir que el reino de Dios es la atmósfera producida por
nuestra relación de obediencia y sumisión al Él. Si tenemos una relación
correcta con nuestro Padre celestial, experimentaremos la atmósfera espiritual
del cielo en la tierra y podremos transmitir esa atmósfera a quienes están a
nuestro alrededor.
Romanos 14:17. Porque
el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el
Espíritu Santo.
El reino de Dios primero debe entrar y gobernar a través del Señor
Jesucristo en nosotros, en nuestros corazones, en toda nuestra manera de pensar
y actuar, para que luego pueda manifestarse externamente y así podamos cumplir
la gran comisión, ganar almas para Dios. Es de esa manera que brillamos para
salvación a otros a través del evangelio.
¿Qué es el reino de Dios? Es su gobierno soberano en la tierra. En
el Nuevo Testamento, el vocablo griego para “reino” es basileía, que significa
“realeza”, “gobierno”, “un reino” o “soberanía”, “poder real”. Veamos lo que es
un reino terrenal para seguir comprendiendo nuestra posición delante de Dios y
de todo lo creado: es influencia, dominio, voluntad y gobierno de un rey o
príncipe sobre cierto territorio, con el propósito de gobernar a sus
habitantes. No puede haber un rey sin dominio, ni súbditos.
Romanos 11:29. Nueva Biblia
Latinoamericana de Hoy (NBLH). Porque los dones y
el llamamiento de Dios son irrevocables.
El reino de Dios, es su ámbito y su cimiento de poder en la tierra.
Es su dominio o señorío, en el cual Él establece su voluntad en las vidas de su
pueblo, aquí y ahora, por medio de la obra redentora de su Hijo Jesucristo.
Dios gobierna sobre territorios, entidades, y seres humanos. Él gobierna sobre
la enfermedad, la pobreza y la opresión. Él es soberano sobre su enemigo
espiritual, Satanás (el diablo), quien busca expandir su propio reino de
oscuridad en el mundo, para oponerse al reino de la luz de Dios.
1 Pedro 2:9-10. Nueva Biblia
Latinoamericana de Hoy (NBLH). Pero ustedes son
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión
de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquél que los llamó de las
tinieblas a Su luz admirable. Ustedes en otro tiempo no eran pueblo, pero ahora
son el pueblo de Dios; no habían recibido misericordia, pero ahora han recibido
misericordia.
Muchas personas confunden la iglesia que es el cuerpo de Cristo con
el reino de Dios. La iglesia está formada por las personas que Dios ha salvado
y a quienes le ha revelado un llamamiento y el plan o voluntad divina para sus
vidas; es la iglesia la que está llamada a proclamar el mensaje del reino de
Dios, es llamada a extender el reino de Dios en medio de las naciones a través
de los dones y de los llamamientos. Para ver en operación el reino de Dios en
nuestras vidas debemos tener un arrepentimiento genuino y una vida consagrada a
Dios en obediencia. Sin la experiencia del arrepentimiento y el lavamiento de
nuestros pecados por la sangre que se derramó en la cruz, las buenas obras no
valen nada delante de Dios.
Son las vidas santas, limpiadas por la sangre de Jesucristo quienes
pueden ser instrumentos para ser llenadas de la presencia y unción de Dios; es
la presencia de Dios que destruye toda obra del diablo, destruye toda obra de
pecado y maldad que ataba las vidas. Cuando aparece Dios en una vida, en una
congregación todo cambia. Él es nuestro Creador, el Dios Santo, Poderoso,
Amoroso y lleno de misericordia.
Es necesario que el Señor nos abra nuestros ojos espirituales: hemos sido diseñados como pueblo de Dios para ser el canal de bendición, la sal de
la tierra y la luz del mundo, a fin de extender el Reino de Dios. Esto significa
hacer que cada persona reciba a Cristo como su Salvador personal y aprenda a
vivir de acuerdo a los principios de la Palabra de Dios para tenerlo también
como El Señor de sus vidas. Esta es la manera bíblica de extender el reino de los cielos en
la tierra.
El Espíritu Santo nos está haciendo un nuevo llamado como iglesia
para ponernos en la brecha espiritual y trabajar en la extensión del reino de
los cielos en la tierra.
Es necesario comprender que el reino de Dios sólo se puede hacer
palpable en nuestras vidas cuando nos rendimos al Señor el Espíritu Santo y
dejamos que nos guie y nos pastoree. En la Biblia encontramos revelaciones
acerca de la presencia y la unción del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el Consolador que el Padre ha enviado para que
esté con nosotros para siempre, es el Espíritu de verdad que el mundo no
conoce, pero que mora con todo aquél que ama a Dios. El Espíritu Santo es
quien nos lleva por el camino que es nuestro Señor Jesucristo, es quien nos
conducirá hacia el destino Eterno: nuestro Padre Celestial, el Creador de todas
las cosas que existen en los cielos, en el universo y en esta tierra.
Fue enviado en el nombre de Jesús para enseñarnos todas las cosas y
recordarnos su Palabra. Está escrito en la Biblia que el Señor Jesucristo se
presentó vivo con muchas pruebas apareciéndoseles durante cuarenta días. El
ministerio de nuestro Señor Jesucristo durante 40 días tenía un doble objetivo.
Primero: dar una demostración positiva de la realidad de su resurrección.
Segundo: ampliar más la enseñanza acerca del reino de Dios.
Lucas nos dice que los discípulos fueron testigos presenciales de
todo lo que le sucedió a Jesucristo, su vida antes de la crucifixión y los 40
días donde les enseño más cerca del reino de Dios. Los preparo. Jesús dijo os conviene que
yo me valla. (Juan
16:7). Si Jesús se hubiera quedado en
la tierra hubiera estado limitado por su cuerpo físico. Pero después de su
ascensión podría estar presente espiritualmente en todo lugar a través del
Espíritu Santo.
La Promesa del Espíritu Santo. Vamos a ver la importancia que nuestro Salvador le da a la
comunión entre nosotros sus hijos, y Dios; esa relación es real, y la llenura y
presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas también es real. El Señor
Jesucristo ha enseñado de manera clara y contundente sobre el amor de Dios
hacia los discípulos y también el deber de amarse los unos a los otros; nos
habla a todos que el amarlo a Él constantemente debe ser con acciones
demostrativas de parte nuestra, es guardando sus mandamientos con un corazón
sincero que mostramos verdaderamente que amamos al Señor.
Juan 14:15-31. (RVR1960). Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al
Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el
Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le
conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en
vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el
mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también
viviréis.
En aquel día vosotros
conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que
tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama,
será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. Le dijo Judas
(no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al
mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no
guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que
me envió. Os he dicho estas cosas estando con vosotros.
Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las
cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os
doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga
miedo. Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais,
os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor
es que yo. Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis.
No hablaré ya mucho con
vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí. Mas
para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago.
Levantaos, vamos de aquí.
El amor a Dios, y el guardar sus
mandamientos son una misma cosa. Sería
engañarse a uno mismo si se piensa que el amor a Dios y el guardar Sus
Mandamientos no son esenciales, o que son dos asuntos muy diferentes. La
verdadera relación con Dios no es por actos religiosos, el evangelio eterno de
nuestro Señor Jesucristo debe ser vivido de una manera práctica y con un
corazón recto; no es un evangelio religioso, o un evangelio místico o romántico.
Hay tantos que creen que el Señor Jesucristo nunca habló de ciertos
pecados, y que solamente habló del amor. Los que creen así, casi siempre
defienden un comportamiento inmoral delante de Dios. El Señor muchas veces
habló e hizo énfasis en la obediencia, y el comportamiento de cada uno de
nosotros frente a cada una de las situaciones y circunstancias que se nos
presenten, es el resultado de una vida en sujeción a Dios por la Palabra y la
presencia del Espíritu Santo.
El Señor Jesucristo tuvo miles y miles de personas que asistían a
sus enseñanzas y lo rodeaban, pero que no llegaron a ser “discípulos”, en la
forma que el discípulo bíblico es. Eso quiere decir que hubo miles que no
decidieron hacerse sus discípulos, por no querer comprometerse con una vida de
obediencia en santidad, con una vida consagrada a Dios, con una vida con un
corazón dispuesto a cambiar a la manera de Dios.
Nuestro Señor Jesucristo dijo a los discípulos la obra que tenían
que hacer, pero les hizo entender que sin Dios no la podían hacer, que
humanamente, por más y mejores intenciones, no se lograría: los apóstoles se
reunieron en Jerusalén y se les ordenó que no se fueran de ahí hasta que
viniera el derramamiento del Espíritu Santo sobre sus vidas.
Esto sería un
bautismo por el Espíritu Santo, que les daría poder para vivir la vida
cristiana que agrada a Dios y cumplir la gran comisión: la salvación de almas y
la extensión del Reino de los cielos en medio de las naciones de la tierra.
Esto confirma la promesa divina y nos anima para depender de ella,
porque la oímos del Señor Jesucristo y en Dios todas las promesas son sí y
amén. El bautismo en agua de los cristianos es un mandamiento para testimonio
de lo que ocurre en el ámbito Espiritual; representa la unidad y la
identificación con Cristo que se establece por medio del bautismo con el Espíritu
Santo: es nuestro testimonio de fe.
Hechos 1:1-9. (RVR1960). En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas
las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue
recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los
apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se
presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante
cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.
Y estando juntos, les
mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre,
la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas
vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor,
¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
Y les dijo: No os toca a
vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola
potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo
último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado,
y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
Para vivir la vida cristiana bíblica en estos tiempos finales y
peligrosos de cumplimiento de la Palabra de Dios, nosotros, los que hacemos
parte de la iglesia de Cristo en las naciones de la tierra, nos es necesario
ser llenos del presencia del Espíritu Santo, nos es necesario recibir la unción
de Dios, no es necesario ser enseñados y guiados por Dios, nos es necesario
recibir la sabiduría divina y el entendimiento espiritual para poder enfrentar
todas las circunstancias y situaciones que se nos presenten en nuestro diario
vivir. Es necesario que seamos bautizados en el Espíritu Santo
Necesitamos la presencia, la vida y la llenura del Espíritu Santo,
porque sin Dios nada podemos hacer conforme a la voluntad del Padre Celestial.
Necesitamos la presencia de Dios en nosotros y con nosotros para cumplir con el
llamado y los propósitos de Dios en nuestras vidas y también poder enfrentar
todos los ataques del diablo; no debemos ignorar que el enemigo de Dios quiere
destruir las vidas de todos aquellos que hemos aceptado al Señor Jesucristo
como nuestro Salvador personal, quienes voluntariamente hemos decidido que el
Reino de los cielos gobierne nuestros corazones por Jesucristo y su Palabra.
1 Corintios 12:13. (RVR1960). Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un
cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a
beber de un mismo Espíritu.
Romanos 6:3-4. (RVR1960). ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en
Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados
juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo
resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos
en vida nueva.
El Ministerio el Espíritu Santo nos muestra la gran realidad para
todo creyente, ya que la regeneración y restauración solo puede ser posible solo
por Él, por el nuevo nacimiento, por la vida del Espíritu en nosotros y a través
de nosotros: eso es lo que produce un estilo de vida en el reino de los cielos.
Es el mismo poder y autoridad del Espíritu Santo que operó en nuestro Señor
Jesucristo, el que hoy en día actúa en los hijos de Dios, capacitándolos para
predicar las buenas nuevas de salvación, para la sanidad de los enfermos, para
ejercer con la autoridad divina la expulsión de demonios y la liberación de los
cautivos, en otras palabras para cumplir con lo que se conoce como la gran comisión,
para vivir la vida cristiana en el lugar dónde nos encontremos.
Es en su presencia que vamos a encontrar el poder para llevar una
vida fructífera delante de Dios, es en dependencia a Dios que podemos encontrar
la verdadera vida espiritual, es por el deseo de su buena voluntad que Dios
coloca en nuestro ser, que seremos hacedores de los planes Dios en estos
tiempos, es en su presencia en el lugar secreto que lo vamos a encontrar, es
bebiendo de la fuente de vida eterna, es en lo íntimo de nuestro ser, de
nuestro corazón que podemos recibir esa unción y poder del Espíritu Santo para
vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.
El poder del Espíritu Santo nos da la energía que proviene de Dios
e involucra valor, entrega, confianza, conocimiento, habilidad y autoridad.
Nosotros como discípulos, necesitamos de todo esto para cumplir con su misión,
necesitamos ser llenos del Señor el Espíritu Santo. Necesitamos mostrar y
decirle a otros lo que Dios ha hecho por nosotros, lo que es revelado en la
Biblia para la humanidad.
Romanos 8. Nueva Biblia Latinoamericana
de Hoy (NBLH). No hay Condenación para los que Creen.
Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que
no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha
libertado de la ley del pecado y de la muerte.
Pues lo que la Ley no pudo
hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a Su
propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó
al pecado en la carne, para que el requisito de la Ley se cumpliera en
nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Porque los que viven
conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que
viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la mente puesta
en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz. La
mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la Ley de
Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden
agradar a Dios.
Viviendo según el Espíritu. Sin embargo, ustedes no están en la carne sino en el
Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en ustedes. Pero si alguien
no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El. Y si Cristo está en
ustedes, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el
espíritu está vivo (es vida) a causa de la justicia. Pero si el Espíritu de
Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que
resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a sus cuerpos
mortales por medio de Su Espíritu que habita en ustedes.
Así que, hermanos, somos
deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne. Porque si ustedes
viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir
las obras de la carne (del cuerpo), vivirán. Porque todos los que son guiados
por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.
Pues ustedes no han
recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que han
recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: “¡Abba, Padre!”
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.
Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con
Cristo, si en verdad padecemos con El a fin de que también seamos glorificados
con El.
La Gloria Futura. Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son
dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. Porque el
anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los
hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia
voluntad, sino por causa de Aquél que la sometió, en la esperanza de que la
creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la
libertad de la gloria de los hijos de Dios.
Pues sabemos que la
creación entera gime y sufre hasta ahora dolores de parto. Y no sólo ella, sino
que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun
nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la
adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos
sido salvados, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué
esperar lo que uno ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia
(perseverancia) lo aguardamos.
Victoriosos en Cristo. De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en
nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y Aquél que escudriña los
corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque El intercede por los
santos conforme a la voluntad de Dios.
Y sabemos que para los que
aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados
conforme a Su propósito. Porque a los que de antemano conoció, también los
predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que El sea el
primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, a ésos también llamó.
A los que llamó, a ésos también justificó. A los que justificó, a ésos también
glorificó. Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién
estará contra nosotros? El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que Lo entregó
por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con El todas las cosas? ¿Quién
acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que
condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que
además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién
nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o
hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Tal como está escrito:
“Por causa tuya
somos puestos a muerte todo el día; somos considerados como ovejas para el
matadero.” Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de
Aquél que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni
ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo
alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de
Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Bendiciones.
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