2 Crónicas 16:9ª. (LBLA) Porque los
ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón
es completamente suyo.
La concepción hebrea de la palabra
“corazón” lo señala como el centro que gobierna todo el ser y, por
consiguiente, todas sus acciones. La Biblia usa la palabra corazón para
referirse a los aspectos emocionales, intelectuales y volitivos, entre otros
usos. Sabemos que estas tres partes se encuentran en el alma, por lo tanto,
bien podría decirse que el corazón es también el alma, de acuerdo a las
Escrituras. En el Nuevo Testamento, la palabra corazón es sinónimo de persona.
Desde el Antiguo Testamento, Dios
muestra al hombre la necesidad de arrepentimiento y conversión del corazón,
haciendo notar que se necesita un corazón nuevo: “Y les daré un corazón nuevo, y un espíritu nuevo pondré dentro de
ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un
corazón de carne” (Ezequiel 11:19).
Sabemos que el corazón del hombre es
contrario al corazón de Dios. El corazón del hombre es arrogante, duro,
rebelde, egoísta y engañoso, entre otros muchos defectos. El de Dios, en
cambio, es un corazón manso y humilde.
Un corazón completamente suyo es aquel
que es conforme al corazón de Dios. ¿Qué quiere decir ser una persona conforme
al corazón de Dios? Quiere decir vivir la vida en armonía con el Señor. Lo que
es importante para Él, es importante para uno. Lo que a Él le interesa, le
interesa a uno. Cuando Él dice: “Ve a la derecha,” uno va a la derecha. Cuando
Él dice: “Deja eso en tu vida,” uno lo deja. Cuando Él dice: “Esto está mal, y
tienes que cambiar,” uno lo resuelve porque uno tiene el corazón dedicado a
Dios. Eso es cristianismo básico y bíblico.
Cuando uno es un hombre o mujer conforme
al corazón de Dios, uno es profundamente sensible a las cosas espirituales.
¿Qué es lo que Dios está buscando? Está buscando hombres y mujeres que tienen su
corazón perfecto para con Él. Eso quiere decir que cuando uno hace algo malo,
lo admite y lo resuelve. Uno anhela complacer a Dios con las acciones. Uno se
preocupa profundamente por los motivos detrás de las acciones. Dios no está
buscando especímenes imponentes de humanidad. Está buscando siervos
profundamente espirituales, genuinamente humildes, honestos, que tengan
integridad.
Algunos de los sinónimos de la palabra
hebrea que se traduce “integridad”: “completo, total, inocente, teniendo
sencillez de vida, integral, sólido, sin estorbos.” Es lo que uno es cuando
nadie lo está viendo. Vivimos en un mundo que dice, de muchas maneras: “Si
simplemente das una buena impresión, eso es todo lo que importa.” Pero usted
nunca será un hombre o mujer de Dios si esa es su filosofía. Nunca. No se puede
fingir ante el Todopoderoso. Él no se impresiona con lo externo. Él siempre
enfoca las cualidades internas, como el carácter y el corazón; esas cosas
exigen disposición, tiempo y disciplina.
Los tiempos peligrosos han llegado, los
tiempos de las profecías del cumplimento de las cosas finales antes de la
segunda venida del Señor Jesucristo. Es nuestra responsabilidad obedecer las
órdenes de avanzar hacia la presencia de Dios y mostrarles a otros el amor de
Cristo. Siga el modelo de los adoradores en espíritu y en verdad. Manténgase en
la verdad de la Biblia. Proclame el mensaje de Cristo. Mantenga una vida
ejemplar, sea sal y luz en medio del lugar en el que Dios le ha permitido vivir
y moverse, en su hogar, en su familia, en su vecindario, en su trabajo, en su
colegio, en su universidad, en su empresa.
Lo más preciado y hermoso sobre la
tierra es la presencia de Dios, porque Dios es amoroso, perfecto, santo, justo,
compasivo. La maldad que hay sobre la tierra es consecuencia de los malos
pensamientos y los malos actos que salen de los corazones de las personas.
Mateo 15:16-19 (LBLA) 16 Y Él dijo: ¿También vosotros estáis aún faltos de entendimiento? 17 ¿No entendéis
que todo lo que entra en la boca va al estómago y luego se elimina? 18 Pero lo
que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre.
19 Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios,
fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias.
Génesis 6:5 (LBLA) Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y
que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el
mal.
La forma en que Dios quiere acercarnos a
su presencia es sólo una: a través del Señor Jesucristo, de su sacrificio en la
cruz de calvario, de su señorío sobre nuestro corazón, de vivir vidas rendidas
con una conciencia de la realidad de su presencia. Este es un asunto del
corazón de cada uno de nosotros, de nuestra disposición a acercarnos a Dios.
Dios ha provisto que con la ayuda y obra del Espíritu Santo podamos entender la
realidad del Reino de los cielos, de quien es Jesucristo y que es lo que
debemos hacer.
¿Realmente tenemos conciencia de la
presencia de Dios y de quién es Él? Todos los seres humanos vamos a estar
delante de Dios en un juicio cómo nos lo afirma la Biblia en la carta a los Hebreos 9.27 (LBLA) así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después
de esto, el juicio. ¿Estás preparado para encontrarte
con Dios? Amós 4:12 (LBLA) Por tanto,
así haré contigo, Israel; y porque te he de hacer esto, prepárate para
encontrarte con tu Dios, oh Israel.
Hay varios juicios a los que cada ser
humano sin importar la condición debe presentarse; uno de ellos es el juicio
del gran trono blanco y el otro es el juicio del tribunal de Cristo. Nuevamente
hago la pregunta ¿Estás preparado para encontrarte con Dios? ¿Qué significarán
para nosotros la Segunda Venida y el tribunal de Cristo? En otros sermones
trataremos el tema de los juicios. El asunto del mensaje de hoy es
confrontarnos para saber qué clase de corazón tenemos y que cambios debemos
hacer si en verdad estamos dispuestos a vivir para Dios por lo que Él es.
Al hombre le fue delegado por parte del
Señor la administración de la tierra, de los recursos que se encuentran en
ella, se le dio autoridad sobre todos los animales, se dio la responsabilidad
del hogar, de guiar a su familia a los caminos de Dios, de guiar a otros al
conocimiento del Rey de Reyes, el Señor Jesucristo, porque Adán y Eva perdieron
el Jardín del Edén con todos sus beneficios y responsabilidades. Allí en ese
jardín la humanidad estaba destinada a habitar. Todo fue restaurado a través de
Cristo y para acceder a esto debemos rendir nuestro corazón al señorío del Hijo
de Dios. Lucas 23:43 (LBLA) Entonces
Él le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.
Génesis 1:26-28 (LBLA) Creación del
hombre y de la mujer. 26 Y dijo Dios: Hagamos
al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio
sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre
toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. 27 Creó,
pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra
los creó. 28 Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y
llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre
las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.
El corazón del hombre ¡Cuántas veces encontramos a Dios reprochando el corazón de los
israelitas! A través de los profetas, Dios persuadía a Israel una y otra vez
para que se volvieran de sus malos caminos y de su malvado corazón; pero ellos,
haciendo caso omiso, se marchaban en pos de sus ídolos, cometiendo toda clase
de pecados contra Dios.
El corazón de los israelitas es el
prototipo del corazón de todo el género humano, con excepción del Señor
Jesucristo. Esteban reprochó a los judíos: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de
corazón y de oídos!” (Hechos7:51). El corazón incircunciso es el corazón no regenerado, no convertido. Es
aquel que aún no ha experimentado el nuevo nacimiento. El Espíritu Santo de
Dios es el que regenera el corazón llenándolo de la vida de Cristo. Nacer del
Espíritu es volver a nacer: Dios ha derramado el Espíritu Santo para que donde
quiera que se predique el evangelio las almas sean regeneradas. El Espíritu
Santo redarguye de pecado trayendo al convencimiento del pecado a los hombres
que han vivido lejos de Dios.
Una vez que la persona está regenerada,
ha de aprender a ser manso y humilde de corazón. Es un camino largo y constante
que hay que recorrer, pues, aunque tenemos un corazón nuevo y un espíritu nuevo
dentro de nosotros, aún quedan los surcos y las huellas que dejó el dominio del
antiguo corazón. El nuevo corazón es Cristo morando en nosotros.
Antes de la conversión, nuestro espíritu
estaba muerto para Dios. Ahora, con el espíritu renacido, hacemos morar a
Cristo por la fe en él. Entonces, el cambio de corazón consiste en que antes no
teníamos vida eterna porque no habíamos recibido a Cristo; pero ahora que le
hemos recibido, Él mora en nuestros corazones y ha pasado a ser la Vida de
nuestra vida.
Después de caminar un tiempo hermoso con
el nuevo corazón, empezamos a ver las contradicciones de lo antiguo con lo
nuevo. Vemos que la vida natural que está en el alma quiere actuar
independientemente de la vida de Dios que mora en nuestro espíritu. Es la lucha
entre la carne y el Espíritu. Antiguos pecados que estaban vencidos, vuelven a
la carga para atacar. El carácter heredado de nuestros padres vuelve a
manifestarse. Se pierde de vista el carácter de Cristo, y los demás nos ven a
nosotros y no al Señor en nosotros. ¿Qué pasa? Jeremías dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas” (Jeremías 17:9) Salomón
dice a su hijo: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón” (Proverbios 4:23). El Señor Jesucristo dice a
las iglesias: “Yo soy el que escudriña la mente y el corazón” (Apocalipsis 2:23).
Cuatro tipos de corazones. En la parábola del sembrador (Mateo capítulo 13) encontramos cuatro tipos de terrenos que representan cuatro tipos de
corazones. El sembrador salió a sembrar la semilla del reino. Parte de la
semilla cayó junto al camino; otra parte cayó en tierra de pedregales; otra
parte cayó entre espinos y abrojos; y finalmente, otra parte de la semilla cayó
sobre la buena tierra, la cual dio fruto a treinta, a sesenta y a ciento por
uno.
Ninguno de nosotros era naturalmente una
buena tierra. El Señor ha estado haciendo una excelente labor en nuestros
corazones, pues él sabe, como todo agricultor, que echar semilla en un terreno
endurecido, o pedregoso, o lleno de malezas, sería completamente inútil. Él
espera que la lluvia de su Palabra remoje y ablande la tierra endurecida que,
el tránsito de las personas, la había convertido en camino.
Lo mismo pasó con el corazón que se
había llenado del cascajo de la religión. Este tipo de corazón representa a los
cristianos superficiales. En ellos la palabra del reino no puede penetrar,
porque el suelo de tierra es poco profundo, entonces viene el sol y quema las
raíces. Así, la siembra se hace infructuosa. El cascajo representa el lastre de
la religión, cualquiera sea su nombre.
Se puede tener la mejor religión, pero
ésta sólo mantiene a los hombres en una apariencia de piedad. Algunos ponen el
acento en la vestimenta, otros en las comidas, otros en el estudio de la Biblia
(el estudio de la Biblia es bueno pero no como un fin en sí mismo, sino como un
medio para que nos muestre a Cristo; de lo contrario es pura letra). Algunos
repiten canciones; otros oran con repeticiones. Sin embargo, los peores son los
que tienen una justicia propia. Sacar este lastre religioso es más difícil que
sanar el corazón de los maltratados. Pero hay esperanza. Son muchos los que
vienen en estas condiciones, y el Señor tiene poder para limpiarlos hasta
dejarlos aptos.
El terreno con malezas es un tipo de
corazón mezclado. Este es el tipo de cristiano que convive con el mundo y la
iglesia. Quiere la semilla del reino pero también quiere la semilla de otras
filosofías. Mantiene compromisos con sistemas políticos, alimentando esperanzas
de un mundo mejor a través de la ciencia, el arte y la cultura. Viene a las
reuniones, pero no se compromete; observa a los demás cómo andan en el camino
del Señor, los juzga, emite opiniones, no está conforme. Él es un espectador
que ve la carrera desde las tribunas. Cree tener la razón en todo. “Ni muy
adentro ni muy afuera” es su manera de conducirse.
Hasta que llega el día en que es
alcanzado por la palabra del reino. En este punto es de suma importancia el
ministerio de la palabra en las iglesias. Los pastores tienen que darse cuenta
que ellos solos no son suficientes para edificar a los hermanos. Se necesita el
modelo de Efesios 4 para llevar a cabo esta siembra.
Por lo expuesto hasta aquí, queda claro
que no hay terrenos naturalmente buenos y que todos necesitamos los oficios del
agricultor divino. Le diremos: “¡Señor, envía la
lluvia, ablanda nuestros corazones con tu palabra, mete tu arado, quebranta
nuestros corazones!”. Sólo entonces los terrenos estarán
aptos para recibir la palabra del reino. Tal vez Dios utilizará la palabra de
la gracia para ablandar los corazones, sanarlos y limpiarlos, antes de que la
palabra del reino pueda ser sembrada y recibida, y dar así el fruto anhelado.
El corazón de Jesús. El Evangelio de Mateo nos presenta a Jesús como el Rey. Nos dirá que la
característica de este Rey es que su corazón es manso y humilde. Él es distinto
a todos los demás reyes de la tierra. Ellos son arrogantes autoritarios,
soberbios, prepotentes, dominantes etc., pero el Señor Jesucristo es diferente.
Y es que su reino no es de este mundo. El viene a formar súbditos que
compartirán con él –por ahora– un reinado sobre el pecado, el mundo, la carne y
Satanás; y –en un futuro cercano– reinarán con El sobre las naciones en un
reinado de paz.
Sus enseñanzas se encuentran en Mateo 5 al 7, y comienzan con el famoso Sermón de la
Montaña: “Bienaventurado los pobres en
espíritu porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que
lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurado los mansos porque
ellos recibirán la tierra por heredad... Bienaventurados los de limpio corazón,
porque ellos verán a Dios”.
“Pobres de espíritu” son aquellos que reconocen que en sí
mismos no tienen la solvencia moral para ajustarse a los requerimientos de
Dios. Se dan cuenta de que por más sinceros que quieran ser para con Dios, no
logran agradarlo acatando sus demandas. Cuando comparan su carácter con el
carácter del Rey se juzgan a sí mismos confesando su debilidad, diciendo:
“¡Señor, yo no puedo ser como tú eres!”. Entonces lloran su pecado y lamentan
no poder ser como es su Señor. Es ahí cuando reciben consolación. Dios había
declarado: “Yo habito en la altura y en la santidad, y con el quebrantado y humilde
de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el
corazón de los quebrantados” (Isaías57:15).
Así se va formando el carácter del
Rey en nosotros y se va purificando el corazón. Mateo nos muestra
el corazón de nuestro Rey: “...Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis
descanso para vuestras almas” (Mateo
11:29). El Rey nos
invita para aprender de Él. Estamos siendo conformados a su imagen. Bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario