El
llamado de un profeta es dado solamente por el Señor. Fue su Espíritu Santo
quien llamó y habló por medio de cada profeta del Antiguo Testamento (Hebreos
1:1. La Biblia de las Américas. Dios, habiendo
hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres
por los profetas).
Efesios 4:11-16. "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a
otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros,
pastores y maestros. A fin de perfeccionar a los
santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de
Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera por todo viento
de doctrina, por estratagemas de hombres que para engañar emplean con astucia
las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en
todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien
concertado unido entre si por las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la
actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para irse edificando en
amor."
Siguió
siendo igual en los tiempos del Nuevo Testamento y sigue siendo así en la
actualidad, aunque existe una diferencia. Ahora, el llamado del profeta debe
ser independientemente confirmado por el Señor por medio del Cuerpo, y ese
Cuerpo debe sostener y mantener al profeta tanto en su formación como a lo
largo de su ministerio. Parece que el pueblo no confirmaba el llamado de un
profeta en el Antiguo Testamento. El profeta del Antiguo Testamento estaba por
encima de todos los demás. El profeta del Nuevo Testamento no sólo es llamado
dentro del Cuerpo, sino que también todo el Cuerpo se basa sobre el fundamento
de apóstoles y profetas (Efesios 2:20. La Biblia de las Américas. Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular).
Nadie
por decidirlo, o desear serlo, puede convertirse en profeta. Uno no puede
heredar el manto de un profeta; no puede ser dado por una persona a otra,
aunque un individuo puede ser el instrumento del Señor para tal cosa. No hay
modo en que un individuo pueda convertirse en profeta por medio de la carne.
(Mateo
22:14. La Biblia de las
Américas. Porque muchos son llamados, pero pocos
son escogidos).
Eso no
sólo es cierto de los profetas, sino también de convertirse en cristiano. Juan
escribió: "Los cuales no son
engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino
de Dios" (Juan 1:13). Muchos
han pensado que podrían escoger acudir a Dios en su propio momento. No pueden
hacerlo. Nadie puede hacerlo. Acudimos a Dios cuando Él nos llama, o no
acudimos en absoluto. Somos nacidos de nuevo del Espíritu, no por ningún
hombre. Si lo escogemos a Él, lo hacemos
solamente cuando Él nos ha escogido y llamado.
Juan 15:12-17. La Biblia de las Américas. Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros,
así como yo os he amado. Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida
por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os
llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he
llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre. Vosotros no me escogisteis a mí, sino que
yo os escogí a vosotros, y os designé para que vayáis y deis fruto, y que
vuestro fruto permanezca; para que todo lo
que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Esto os mando: que os améis los
unos a los otros.
El
llamado de un profeta normalmente, pero no siempre, incluye su descripción de
trabajo. Así sucedió tanto con Jeremías como con Isaías. El llamado de
Ezequiel, sin embargo, no contiene su descripción de trabajo. Ezequiel fue
único. En él, la profecía entró en una nueva dimensión. Ezequiel realizó actos
especiales que no eran meras señales como habían sido con Isaías, Jeremías y
Oseas, por ejemplo, sino el "soportar una carga" por la casa de
Israel.
Ningún
profeta antes de Ezequiel había llevado conscientemente el pecado del pueblo.
Esto fue tanto un preludio como una preparación para la cruz. Ezequiel fue
llamado "hijo de hombre"; se convirtió en un título mesiánico porque
Ezequiel inició el llevar la carga que fue central para la eficacia de la cruz.
Jesús se identificó a sí mismo con esa
nueva tarea comenzada por Ezequiel. Sería su principal propósito para venir a
la tierra: hacerse pecado por la humanidad y morir en nuestro lugar. Sin
embargo, esa misión de ser el iniciador de llevar la carga no estaba contenida
en el llamado de Ezequiel. A veces, el Señor incluye la descripción de trabajo
del profeta en su llamado, y otras veces no lo hace.
Aunque
el Señor es un Dios de principios, Él intencionadamente ha hecho que esos
principios vayan contracorriente unos con otros para que no podamos reducir la
vida a ser manejada por completo ni tampoco perder la espontaneidad de la
continua sorpresa en Él. Siempre que pensemos que tenemos vida contenida en términos
predecibles, Dios desbaratará nuestros elaborados moldes. Lo que establecemos
como principios bíblicos a ser observados por el Cuerpo, son la regla general
para su seguridad; pero ninguno de ellos limitará a Dios. Él, que da vida por
medio de una virgen y trae victoria definitiva para la vida por medio de la
muerte, no se detendrá ante nuestro entendimiento sobre cómo funciona la vida.
Los
principios son para seguridad, a fin de que no haya confusión, sino orden, en
la vida del rebaño. Sin embargo, debemos recordar que Jesús es nuestro orden y
seguridad, y no esos principios. Nuestra seguridad nunca está limitada a
recordar qué regla se aplica dónde. No somos dependientes del conocimiento ni
salvos mediante él. Somos salvos mediante la persona de nuestro Señor
Jesucristo. A Él nos referimos constantemente, y no meramente a la Palabra
escrita por Él y sobre Él. Así, queremos conocer y observar, hasta donde
podamos, sus ordenanzas para el llamado de un profeta, pero con humildad, por
si Él invoca algún principio alternativo que esté por encima de nuestro
entendimiento. Quien piense que esto es demasiado ligero y confuso tiene razón,
porque no debemos primeramente seguir el conocimiento o el principio, sino que
siempre debemos depender de un Señor cuyos pensamientos no son nuestros
pensamientos.
Ese es
el camino de un profeta Elías. Él debe mantener a hombres y mujeres en la
Palabra, y luego aplastar la Palabra sobre ellos, para que Cristo pueda ser
todo en todos. Uno debe haber aprendido que no necesita otra cosa sino a Jesús
antes de poder continuar andando como un profeta Elías. Cuando permanezcamos
claros en Él, y sólo en Él, y no en algún principio o ley, entonces nuestra paz
es segura (Isaías 26:3. La Biblia de las Américas. Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque
en ti confía).
El llamado de un profeta
Los
profetas son llamados de distintas maneras, en momentos diferentes y bajo
circunstancias diferentes. "Era
Moisés de edad de ochenta años, y Aarón de edad de ochenta y tres, cuando
hablaron a Faraón" (Éxodo 7:7). "Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando
salió de Harán"(Génesis 12:4).
Samuel,
sin embargo, era sólo un niño que dormía sobre el piso del templo cuando Dios
lo llamó (1 Samuel 3:1-10). Jeremías no sólo era un niño (Jeremías 1:6), sino que también fue
llamado y ordenado desde antes de su nacimiento (v.5). Juan el Bautista fue anunciado
antes de su concepción (igual lo fue Isaac, en Génesis 17:16) y fue también lleno del
Espíritu Santo desde su nacimiento (Lucas
1:13, 15).
El
llamado del Señor puede llegar sobre un individuo directamente, al hablarle el
Espíritu Santo a él mientras escucha; o puede llegar por medio de otra persona,
como Elías llamó a Eliseo (1 Reyes 19:19). Puede llegar mientras se está despierto o dormido, por
visión, sueño o conversación interior. Samuel estaba dormido, pero fue
despertado y oyó al Señor. José fue llamado a aceptar a María mientras dormía (Mateo 1:20). Isaías
estaba en el templo, parece que en su servicio regular como sacerdote, porque
parecía estar dentro del lugar santo cuando tuvo su visión.
Isaías 6. La Biblia de las Américas. En el año de la muerte del rey Uzías vi yo al Señor
sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba el templo.
Por encima de Él había serafines; cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus
rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba
voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, es el
Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra
de su gloria. Y se estremecieron los
cimientos de los umbrales a la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.
Entonces dije: ¡Ay de mí! Porque perdido
estoy, pues soy hombre de labios inmundos
y en medio de un pueblo de labios inmundos habito,
porque han visto mis ojos al Rey, el Señor de los
ejércitos.
Entonces voló hacia mí uno de los serafines
con un carbón encendido en su mano, que había tomado del altar con las tenazas;
y con él tocó mi boca, y dijo: He aquí, esto ha tocado tus labios, y es quitada
tu iniquidad y perdonado tu pecado. Y oí la voz del Señor que decía: ¿A quién
enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí: Heme aquí; envíame a mí.
Y Él dijo: Ve, y di a este pueblo: “Escuchad bien, pero no entendáis; mirad
bien, pero no comprendáis.” Haz insensible el corazón de este pueblo, endurece
sus oídos, y nubla sus ojos, no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos,
y entienda con su corazón, y se arrepienta y sea curado. Entonces dije yo: ¿Hasta
cuándo, Señor? Y El respondió: Hasta que las ciudades estén destruidas y sin
habitantes, las casas sin gente, y la tierra completamente desolada; hasta que
el Señor haya alejado a los hombres, y sean muchos los lugares abandonados en
medio de la tierra. Pero aún quedará una décima parte en ella, y ésta volverá a
ser consumida como el roble o la encina, cuyo tronco permanece cuando es
cortado: la simiente santa será su tronco).
El
Señor no ha cambiado. Él llama a sus siervos de cualquier manera que escoja,
aunque con más frecuencia por medio de visiones o sueños. Pablo fue derribado
al suelo en una visión (Hechos 9:3-4.
La Biblia de las Américas. Y sucedió que mientras viajaba, al acercarse a Damasco,
de repente resplandeció en su derredor una luz del cielo; 4 y al caer a tierra,
oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?). Juan, el amado, fue llevado al cielo para darle la visión
del profeta de escribir el libro de Apocalipsis (Apocalipsis 1:1-3, 9-10). En Hechos 10,
Pedro fue guiado a una nueva misión por medio de un "trance" estando
medio dormido, medio despierto. Cornelio, en el mismo capítulo, fue guiado por
una visión. Deuteronomio 13 habla de un profeta como un "soñador de
sueños".
Alguno
puede tener algún otro oficio y ser ascendido al oficio de profeta. Bernabé,
Simeón, Lucio, Manaen y Saulo (Pablo) eran maestros y profetas cuando el
Espíritu Santo ordenó que Bernabé y Pablo fueran apartados para el oficio de
apóstoles. Así, se cumplió la palabra del Señor. (Hechos
13:1-3. La Biblia de las Américas. En la iglesia
que estaba en Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simón llamado Niger,
Lucio de Cirene, Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca, y Saulo. Mientras
ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: Apartadme a Bernabé y
a Saulo para la obra a la que los he llamado. Entonces, después de ayunar, orar
y haber impuesto las manos sobre ellos, los enviaron).
Con
frecuencia, los pastores y maestros son elevados para convertirse en profetas,
y los profetas para convertirse en apóstoles. Al hacerlo, ellos no siempre
abandonan su oficio anterior. Sin embargo, un profeta, cuando es llamado, puede
ser un maestro, sanador, o evangelista. Puede cumplir cualquier función que
esté por debajo de él en autoridad. A pesar de ello, puede que no actúe como
apóstol. Un apóstol puede actuar en cualquier posición dentro de la iglesia.
¿Cómo
reconoceremos el llamado de Dios en nosotros? Con frecuencia, es después de que
el llamado se haya aclarado, cuando la mente ve cómo incidente tras incidente
en nuestras vidas, como filas de fichas de dominó que caen, fueron sucediendo
hasta llegar a ese momento. La disciplina de Dios no llega a menos que
persistentemente hayamos ignorado su voz, ya sea consciente o
inconscientemente. Dios nos dará señales claras y regresará, una y otra vez,
con paciencia. Él nos conoce lo suficientemente bien para comenzar con mucho
tiempo.
Una vez
que hayamos oído, Él confirmará el llamado mediante su Palabra, señales
personales y luego mediante otras personas.
Disciplina y formación
La
formación de un profeta del Antiguo Testamento se realizaba poniéndolo bajo el
cuidado y la disciplina de un profeta más viejo. Las lecciones no eran sesiones
formales en aulas de clase, aunque los profetas a veces literalmente se
sentaban a los pies del maestro. La enseñanza más contundente se producía
siempre que incidentes en la vida proporcionaban una oportunidad. El programa
de televisión de la década del setenta Kung Fu, retrataba el modo en que los
sabios de oriente eran en realidad formados. La vida era el maestro; y el
maestro, el ayudante.
Aunque
hay unas cuantas oportunidades hoy día para entrar en el ministerio profético,
los profetas, en la actualidad, siguen siendo formados principalmente por el
Señor Jesucristo mismo por medio de su Santo Espíritu. Su formación se produce
tanto en la vida como en el salón de clase. Por consiguiente, cuando hablamos
de una escuela para profetas, nos referimos solamente a ese tipo de terreno
formativo que puede preparar la Iglesia en general para entender y alimentar a
los profetas emergentes que hay en medio de ella. El Espíritu Santo es el
maestro, quien levanta a sus profetas. Él ya no los separa para que se sienten
bajo un maestro, como en el Antiguo Testamento. El profeta ahora es una parte
integral dentro del Cuerpo; el Cuerpo se convierte en su matriz y lugar de
formación. Muchos profetas se pierden su llamado o no entienden su formación
por la falta de apoyo de la Iglesia. La Iglesia necesita reconocer a sus
profetas y proporcionar el entorno en el cual ellos puedan madurar.
Es
difícil reconocer a un profeta en sus inicios. Sin embargo, hay pistas que
deberían alertar a los ancianos. Grandes tragedias pueden señalar una especial
preparación de Dios en una vida. Las personas que son soñadoras y visionarias,
al recibir el Espíritu, deberían ser observadas, porque entre ellas puede haber
un profeta. Quienes llevan la carga, o quienes con frecuencia se identifican a
sí mismos con las cargas de otros, pueden ser profetas en formación. Quienes
tienen dones de enseñanza pueden ser escogidos por el Señor para profetizar.
Pero estas son sólo indicaciones. Nada puede ser conclusivo aparte del llamado
y la confirmación del Espíritu Santo.
Un
pastor puede ser o no un profeta. Un profeta puede ser o no un pastor. Pero es
casi imposible llevar ambos sombreros al mismo tiempo. Un pastor necesariamente
debe tener al rebaño en su corazón de una manera especial. No debe alimentar a
su rebaño en aguas rápidas o exponerlo a lo que aún no puede asimilar. Sin
embargo, el profeta con frecuencia es llamado a hacer precisamente esas cosas.
El profeta debería entender cómo lo que él dice afectará al pastor, pero eso no
debe silenciarlo. Si ambos llamados están en un sólo corazón, esa persona casi
se ve partida en dos.
Dios
puede tocar a cualquiera. Pero, con frecuencia, es difícil ver a quienes toca,
porque el Señor a menudo los esconde. Moisés estaba oculto entre los juncos y
luego en la casa de Faraón. Jesús tuvo que ser ocultado en Egipto. Tanto
nuestra carne como Satanás destruirían a los elegidos de Dios si fueran
descubiertos demasiado pronto. Por tanto, cuando el Espíritu revela a un
profeta en sus inicios, la Iglesia debería estar alerta y preparada para
protegerlo.
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