Todos
los cristianos anhelamos ser iguales a Cristo, ese es un deseo que está latente
en cada uno de nosotros y es porque es el deseo del corazón de Padre Celestial:
esa es una de las razones por la que el Señor Jesucristo vino a la tierra y se
hizo uno de nosotros para darnos ejemplo y habitar por la fe en nuestros
corazones por medio de la obra del Espíritu Santo. Pero para que esto ocurra
debemos vaciar nuestro corazón de aquellas cosas y aquellas actitudes que nos
separan de Dios.
Gálatas 4:18-19. La Biblia de las Américas (LBLA). Es bueno mostrar celo con buena intención siempre, y no
sólo cuando yo estoy presente con vosotros. Hijos míos, por quienes de nuevo
sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros.
Gálatas 5:22-23. Nueva Biblia Latinoamericana de
Hoy (NBLH). Pero el fruto del Espíritu es amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio
propio; contra tales cosas no hay ley.
Cuando
le entregamos nuestro corazón al Señor Jesucristo empezamos a dar los primeros
pasos de nuestra vida cristiana y nuestros primeros pasos hacia la eternidad.
Pero eso es el inicio de nuestra regeneración, de nuestra nueva vida y debe ser
entendido como un proceso que culminara hasta cuando seamos llamados a dar cuentas
a Dios, pero eso no sucede en un instante, requiere tiempo, de disposición
propia, de la ayuda del Espíritu Santo y de que su fruto se produzca en
nosotros, depende de que Cristo sea formado en nosotros.
Gálatas 1:15-16. (RVR1960). Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre,
y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase
entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre
Nuestro
deseo de ser igual a Cristo es muy noble desde el punto de vista humano, pero
no lo suficiente para estar en la presencia del Padre Celestial, porque todo
intento humano es insuficiente para para ser aceptados en la presencia de Dios
Padre; necesitamos rendir totalmente nuestro corazón al Señor Jesucristo,
entregarnos voluntariamente, entregar nuestro ser, rendirnos a su señorío.
1 Pedro 2:21. (RVR1960). Pues
para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros,
dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;
Romanos 8:29. (RVR1960).
Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que el sea el primogénito entre muchos
hermanos.
Que
lleguemos a ser conformarse a su imagen es igual a decir que el carácter de Cristo
sea formado en nosotros y que produzcamos vidas llenas del fruto del Espíritu
Santo. Ahora veamos lo que significa la palabra carácter: se define como el conjunto
de cualidades y circunstancias por las que una persona o cosa se distingue de
las demás.
Salmos 40:8. (DHH). A
mí me agrada hacer tu voluntad, Dios mío; llevo tu enseñanza en el corazón.
Nuestro
Señor Jesucristo anduvo en la santidad mientras estuvo en la tierra en un
cuerpo humano, nunca cometió pecado y siempre hizo lo correcto y lo puro. Jesucristo
manifestó su santidad al amar la justicia y odiar la iniquidad. Esto se ve en
su limpieza del tempo y su denuncia del pecado y la hipocresía. Jesús odiaba
tanto el pecado que estuvo dispuesto a morir en el Calvario para derrotar el
pecado y ofrecer justicia a todos los que crean en él. (Gálatas 3:13, Romanos 4:6,
Apocalipsis 19:8b)
Jesucristo
fue amoroso. El amor del Salvador se manifestó en dos direcciones pues manifestó
este amor por obediencia al Padre. Juan 6:38. (DHH). Porque he descendido del
cielo, no para hacer voluntad, sino para hacer la voluntad del que me envió. Terminó la obra que el
Padre le pidió como testimonio.
Cristo
ama a la humanidad. Efesios 5:25. (DHH). Esposos, amén a sus esposas como
Cristo amó a la iglesia y dio su vida por ella. Jesús vino como el Buen Pastor a buscar las ovejas tanto judías como
gentiles (Juan 10:16). Jesús amó a las multitudes (Juan 3:16). Su
ministerio fue mayormente para ganar las almas individualmente, alcanzándolas
una por una. Con Pedro, Andrés, Felipe, y Natanael sus discípulos, con
Nicodemo, con la mujer del pozo de Samaria, con el ciego de nacimiento.
Reveló
los sentimientos de su corazón por ir a buscar al perdido (Lucas 15:4, Lucas 15:5-7,24). Se sintió profundamente apesadumbrado ante cada alma que lo rechazó (Lucas 19:41-42). Jesús fue compasivo, pues el versículo más
breve de la Biblia dice "Jesús lloró" (Juan 11:35). La compasión de Jesús
se manifestó hacia las multitudes (Marcos
6:34) La compasión de Jesús le hizo preocuparse
por la necesidad física de la gente (Juan
6:5).
Jesús
se dedicó a la oración y los cuatro evangelios nos muestran facetas de la vida
de oración del Salvador y específicamente en el capítulo 17 del evangelio de
Juan tenemos el testimonio verdadero del carácter de nuestro Salvador derramado en una de las más hermosas oraciones que la humanidad le ha escuchado al Hijo
de Dios.
Filipenses 2:5. (LBLA). Haya,
pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús. Reproduzcamos la
santidad, el amor, la compasión, mansedumbre y humildad del Salvador. Seamos
como Jesús, no solo en el exterior sino también en el interior, puros, veraces,
dedicados a la oración, como Él es. Él anhela vivir otra vez esta vida de
carácter en nosotros al rendirnos nosotros a él.
Romanos 6:19. (NBD). Hablo
en términos humanos, por las limitaciones de su naturaleza humana. Antes de
recibir los miembros de su cuerpo para servir a la impureza, que llevan más y
más a la maldad; ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la
santidad.
El
Carácter en un ser humano se desarrolla a partir de la interacción con el mundo
que los rodea, se cree también que biológicamente que cuando los cromosomas son
heredados, estos poseen una especie de data en la que está incluida una
personalidad definida de los padres y que se ve envuelta en transformaciones a
medida que va de generación en generación. Hay quienes afirman que esto se
trata simplemente de un proceso natural a nivel psicológico en el que la
convivencia y compartir con el entorno suponen las únicas razones lógicas para
desarrollar el carácter.
El
carácter se cataloga en varios tipos y se hace llamar en ciertos modos la
personalidad de las personas, ya que en muchos casos, el carácter es el que
define las capacidades de dominio o control que puede tener el ser humano
frente a los demás. Carácter es lo que verdaderamente somos, no la apariencia externa,
sino la realidad interna. Es la expresión de nuestro corazón, no de nuestra
mente. Podemos tener ideas buenas pero acciones equivocadas. Nuestro carácter
no son las buenas ideas sino la realidad de nuestras acciones.
El
carácter no es algo que tenemos de una vez y para siempre. Es posible cambiarlo
y desarrollarlo. Ese es el propósito de Dios expresado en Romanos 8:29 y Romanos 12:1-2.
Que nuestro carácter cambie de tal manera que refleje el carácter de Cristo.
Ello implica, entre otras cosas, la adquisición de sabiduría y conocimiento (Juan 8:31-32) y
el desarrollo de la habilidad de tomar buenas decisiones, morales, justas y
equitativas. El carácter es el fundamento sobre el cual las personas edificamos
nuestras vidas y a través de ello, las de nuestras familias, organizaciones y
la sociedad entera.
Romanos 12:1-2:
los resultados de nuestra vida y la calidad de ella, dependen de nuestros
pensamientos de tal manera que para cambiar los resultados de nuestra vida y
alcanzar la voluntad de Dios (buena, agradable y perfecta) necesitamos cambiar
nuestra manera de pensar.
Efesios
4:22-24. Implica despojarnos de la forma de pensar de la vieja persona que
éramos (carnal, mundana) y revestirnos de una nueva forma de pensar conforme al
Espíritu (la Palabra de Dios). Dios es nuestro ayudador si queremos desarrollar
carácter santo.
Mateo 22:37-40: el carácter que
Dios quiere formar en nosotros se caracteriza porque su elemento central es el
amor (1 Juan 4:8, 1 Corintios
13:1-8, Mateo 7:12, Gálatas 5:14). Salmo 15:1-5: un
carácter como el de Cristo implica integridad. Gálatas 5:22-23: el carácter como el de
Cristo produce el fruto del Espíritu. Miqueas 6:8: un carácter como el de
Cristo practica la justicia, ama la misericordia y se humilla (reconoce que
necesita) ante Dios. Salmo
24:3-4: un carácter como el de Cristo solo se
logra cuando nos mantenemos en intimidad con el Señor.
Mateo 15:11-20, Marcos 7:18-23, Proverbios 4:23: el carácter tiene su base, su fundamento, en el corazón de
la persona. Por ello es necesario guardarlo de las obras de la carne y
entregarlo completamente al Espíritu, para que produzca el fruto del Espíritu (Juan
3:30: “es necesario que yo mengüe y que El
crezca”).
El
carácter maduro no llega de la noche a la mañana, no aparece de repente (Proverbios 4:18). Es el resultado de
un proceso intencional y consistente de cambio para amoldarnos a lo que Dios
espera de nosotros según Su Palabra y la guianza del Espíritu, venciendo todas
las dificultades que se nos puedan presentar en el camino y confiando en que
Dios nos ayudará en el proceso (Filipenses
1:6, 1 Tesalonicenses 5:23). Jesús mismo es
nuestro ejemplo. El aprendió la obediencia por el sufrimiento (Hebreos 5:8) y
soportó y venció todo tipo de tentaciones (Hebreos 4:15).
La Palabra
de Dios es nuestra brújula. Aunque los tiempos y las costumbres cambian, la
Palabra de Dios, sus principios, sus valores, y por lo tanto, las cualidades
del carácter de bien, justo, ético, moral, etc., no cambian: integridad, respeto,
bondad, dominio propio.
El
desarrollo del carácter maduro implica la necesidad de ser un discípulo de
Cristo (Mateo 28:18-20) y ello requiere:
Disciplina: desechar hábitos y
establecer nuevos.
Responsabilidad: es tarea nuestra no
de Dios ni de otros.
Persistencia: requiere mantenerse
firme a pesar de las dificultades.
Paciencia: toma tiempo, es un
proceso, no un evento.
Convicción: estar totalmente
decididos a lograrlo, sin ninguna sombra de duda.
Compromiso: pagar el precio sin
bajar las estándares o las metas que nos propusimos.
Intencionalidad: mantenernos con la
mente fija en la meta.
La
sociedad es una plataforma de constante interacción, en la que el ser humano
trabaja en sus actitudes y aptitudes a fin de ganarse un puesto profesional y
respetable dentro de esta, con esto, se supone que los caracteres no son más
que modos de comportarse del ser humano, por lo que estar molesto, feliz,
alegre, triste o emocionado en situaciones determinadas, generan caracteres
molestos, apáticos, sentimentales y en algunos casos hasta exagerados, pero es
claro que la dependencia de estos respecto a los demás generan un constante
intercambio en las formas de expresarse y comunicarse. Hablamos del carácter
como uno de los pilares de la interacción humana y de cómo las personas se
individualizan con el propósito de relacionar por medio de símil y convivencia
dentro de los grupos de personas.
Es Dios que conoce las voces interiores de angustia
de cada hombre porque Él es omnipresente. Él conoce lo que sientes y piensas
porque Él está en todo lugar.
Veamos
quién es Dios de acuerdo a su palabra, que expresa su carácter en diferentes
versículos y pasajes bíblicos del Antiguo y Nuevo testamento: "Yo soy el que
soy" (Éxodo 3:14). "Yo soy el Señor, y
no hay otro, fuera de mí no hay Dios" (Isaías 45:5). "Yo soy la puerta, si alguien entra por mí será
salvo, entrará saldrá y hallará pasto" (Juan 10:9). "Soy el pan de la vida, el que viene a mí no tendrá
hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed" (Juan
6:35). "Yo soy la vid verdadera y mi
Padre es el viñador" (Juan 15:1). "Yo soy el alfa y la omega, principio y fin... el que es y el que
era y que ha de venir, el Todopoderoso" (Apocalipsis
1:8). "Yo soy la resurrección y la vida.
El que cree en mí, aunque muera vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí no
morirá para siempre" (Juan 11:25-26). "Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene
al Padre si no es por mí" (Juan 14:6). "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mi nada
podéis hacer" (Juan 15:5). "Yo
soy el buen pastor, el buen pastor da su vida por las ovejas" (Juan
10:11) "Yo soy el Señor" (Éxodo
6:6).
Debemos
tener claro que Dios es eterno, personal y espiritual en tres personas: La
Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo: Jesucristo es el hijo unigénito de Dios
Padre. Él es Dios y hombre, por eso puede entenderte y puedes llegar a El
confiadamente. Él es quien te guía por su camino para restaurarte y darte paz
por medio de la obra de su Santo Espíritu en tu corazón. Jesús es Dios Hijo, el
camino de tu salvación eterna que lleva a la presencia de Dios Padre.
En el Libro de Isaías vemos una profecía en
relación a los atributos del Señor Jesús: Porque
un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre
sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios poderoso, Padre
Eterno, Príncipe de Paz" (Isaías 9:6. RR1960). Él es el principio y
el fin, Él está en tu ayer, en tu hoy, en tu mañana. Está en tu mundo interior
porque es omnipresente. Él es el buen pastor que cuida sus ovejas y sana sus
heridas: Él es tu Salvador, Tu libertador, tu sanador emocional, quien puede
restaurar tu vida fragmentada por el dolor de tu pasado a causa del pecado en
tu vida. Es la única luz que te puede librar de la prisión de tus tinieblas y
que te impide sentir paz interior. Jesús se expresa en el siguiente
versículo: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará
en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida (Juan 8:12).
El
ministerio de liberación y sanidad interior del Señor para tu vida se encuentra
en él siguiente pasaje y versículos bíblicos: El espíritu del Señor Dios, está
sobre mí, porque me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas a los
afligidos. Me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para
proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros. Para
proclamar el año favorable del Señor, y el día de la venganza de nuestro Dios.
Para consolar a todos los que lloran, para conceder que a los que lloran en
Sión se les dé diadema en vez de ceniza, aceite de alegría en vez de luto,
manto de alabanza en vez de espíritu abatido, para que sean llamados robles de
justicia, plantío del Señor, para que Él sea glorificado. (Isaías 61:1-3).
Conduciré a los ciegos por un camino
que no conocen, por sendas que no conocen los guiaré, cambiaré delante de ellos
las tinieblas en luz y lo escabroso en llanura, estas cosas haré. (Isaías 42:16).
Con llanto vendrán, y entre súplicas
los guiaré; los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el
cual no tropezarán; porque soy un padre para Israel, y Efraín es mi
primogénito. (Jeremías 31:9).
Porque yo he de satisfacer el alma
cansada y he de saciar a toda alma atribulada. (Jeremías 31:25).
He aquí yo le traeré salud y sanidad;
los sanaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Restauraré el
bienestar de Judá y el bienestar de Israel y los reedificaré como eran al
principio. Los limpiaré de toda maldad que cometieron contra mí, y perdonaré
todas las iniquidades con que pecaron contra mí y con las que se rebelaron
contra mí. (Jeremías 33:6-8).
El
Espíritu Santo actuando en la mente y corazón de la persona, cuando ha recibido
a Jesucristo en su corazón de acuerdo a lo que la Biblia expresa: ¿No sabéis que sois
templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (1 Corintios 3:16). Vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, sí en
verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, él tal no es de Él. (Romanos 8:9).
El
Espíritu Santo opera en el mundo interior de la persona renovándolo
paulatinamente a través de la revelación de las verdades Bíblicas que
confrontan las mentiras construidas en el pasado y que esclavizan su vida. La
verdad que revela el Espíritu Santo es lo que libera al hombre: Y conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:32). Ahora
bien, el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. (2
Corintios 3:17).
El Espíritu Santo es el que todo lo escudriña (1 Corintios 2:10). El
consolador (Juan 14:16-17). El que convence de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:8). El que regenera (Tito 3:5). El que liberta de la ley
del pecado y de la muerte (Romanos
8:2). El que guía (Romanos 8:14). El que da fortaleza (Efesios 3:16). El que da el
fruto (Gálatas 5:22-23). El que da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos
de Dios. (Romanos 8:16) El que nos recuerda las cosas de Dios (Juan 14:26). Es
una de las tres personas de la Trinidad. Es eterno (Hebreos 9:14). Omnipotente y con poder (Lucas 1:35). Omnipresente (Salmo 139:7-8). Omnisciente (todo lo sabe) (1 Corintios 2:10,11).
El Espíritu de verdad, os guiará a
toda verdad. (Juan 16:13). El Espíritu todo lo
escudriña, aún las profundidades de Dios. (1 Corintios 2:10).
El
Espíritu Santo utiliza la palabra de Dios, la oración personal y de intercesión
así como la oración dirigida a través del tiempo. Confronta toda mentira y
rompe los mecanismos de defensa para que la persona se enfrente a su realidad
de pecado que lo esclaviza.
¡Levántate y resplandece porque ha
llegado tu luz y la gloria del Señor ha amanecido para ti, porque he aquí,
tinieblas cubrirán la tierra y densa oscuridad los pueblos, pero sobre ti
amanecerá el Señor y sobre ti aparecerá su gloria! (Isaías 60:1-2).
Más yo he sido el Señor tu Dios desde
la tierra de Egipto. No reconocerás a otro Dios fuera de mí pues no has más
salvador que yo. (Oseas 13:4). Yo soy Jehová tu Dios que
te enseña provechosamente y que te conduce por el camino en que andas. (Isaías
48:17). Porque el Señor oye a los necesitados y no
menosprecia a los suyos que están presos. (Salmo 69:33).
En Dios podemos restaurar
nuestras vidas, podemos alcanzar salvación y paz interior, cuando Cristo sea
formado en nosotros. Es la cualidad del carácter que implica ser siempre el mismo, en
todas las circunstancias, en público y en privado. Ser el mismo en su hablar,
en su sentir, en sus pensamientos y en su hacer (conducta). No cambiar en
ninguna circunstancia, aún cuando ello implique consecuencias en contra de sí. Lo
que mantiene la integridad en una persona es la total rendición y dependencia
de Dios, reconociéndolo en todos los hechos de su vida para que El lo dirija y
lo corrija, no solo oye la Palabra de Dios sino que la pone en práctica en todo
tiempo, en todo lugar, en toda circunstancia. Bendiciones.
Mateo 5.1-16. Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy
(NBLH). Cuando Jesús vio a las multitudes, subió al
monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a El. 2 Y abriendo Su
boca, les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados (Felices) los pobres
en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, pues
ellos serán consolados.
Bienaventurados los humildes, pues
ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre
y sed de justicia, pues ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
pues ellos recibirán misericordia.
Bienaventurados los de limpio
corazón, pues ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que procuran la
paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados aquéllos que han sido
perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados serán cuando los
insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por
causa de Mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los
cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que
ustedes.
Ustedes son la sal de la tierra; pero
si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve
para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. Una
ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y
se pone debajo de una vasija (un almud), sino sobre el candelero, y alumbra a
todos los que están en la casa. Así brille la luz de ustedes delante de los
hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en
los cielos.
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