Buscar el Reino de Dios es una tarea
fundamental para todo cristiano, pero hay maneras erróneas de hacerlo que
pueden desviar a las personas de la verdadera esencia del Reino.
Después que Juan había sido
encarcelado, Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios, y diciendo:
El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed
en el evangelio. (LBLA Mr 1:14-15)
Así que no se preocupen ni digan:
“¿Qué vamos a comer?” o “¿Qué vamos a beber?” o “¿Qué ropa vamos a usar?” La
gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a
su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto. Así que, primero busquen
el reino de Dios y su justicia, y se les dará todo lo que necesitan. No se
preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias
preocupaciones. Cada día tiene ya sus propios problemas. (PDT Mt 6:31-34)
La mayoría de las personas de diferentes
países y creencias quieren ir al reino de Dios porque para muchos, este lugar
representa la máxima felicidad, paz y vida eterna. Independientemente de su
cultura o religión, muchas personas anhelan un lugar donde no existan el sufrimiento
ni el dolor, donde puedan estar en armonía con Dios y sus seres queridos; además,
el reino de Dios es visto como un lugar de justicia, seguridad y amor perfecto,
características que todos buscan en su vida.
Por eso, aunque las creencias y
tradiciones pueden variar, el deseo de alcanzar un lugar mejor como el reino de
Dios es algo que une a personas de todo el mundo: en esencia, el Reino de Dios
es el símbolo de la esperanza máxima para superar las limitaciones
humanas y alcanzar la perfección. Sin embrago son muchos caminos y formas
erróneas que la humanidad ha inventado para entrar al reino de Dios y sólo una
forma y un camino correcto, que es a la manera de Dios, a la manera de la
revelación de las Sagradas Escrituras “La Biblia”.
Buscar el Reino de Dios a través de
religiones falsas es un camino que puede desviar a las personas de la verdad
revelada en la Palabra de Dios. Las Escrituras nos advierten sobre estas
prácticas, y es importante ser conscientes de las formas erróneas en las que
alguien puede intentar acercarse a Dios desde perspectivas que no están
fundamentadas en la verdad bíblica.
Muchas religiones falsas promueven la
adoración de elementos creados, como imágenes, esculturas o deidades que no son
el Dios verdadero. La Biblia dice en Éxodo
20:3-4: "No tendrás dioses ajenos
delante de mí. No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en
el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra".
Algunas religiones enseñan que la
salvación se obtiene a través de buenas obras o actos rituales, en lugar de
aceptar la gracia de Dios. Efesios 2:8-9
nos recuerda: "Porque por gracia sois salvos
por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras,
para que nadie se gloríe".
La idea de que todas las religiones son
igualmente válidas o que conducen al mismo Dios es una visión errónea. Jesús afirmó en Juan 14:6: "Yo
soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí". Esto demuestra que la única vía hacia el Reino de Dios es a través
de Cristo.
Algunas personas buscan el Reino de Dios
siguiendo filosofías o sistemas de creencias que no tienen fundamento bíblico. Colosenses 2:8 advierte: "Mirad
que nadie os engañe por filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los
hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo".
Muchas religiones falsas recurren a
prácticas ocultas, como la astrología, misticismo, la adivinación o
supersticiones, tratando de encontrar respuestas espirituales. La Biblia
prohíbe estas prácticas en Deuteronomio
18:10-12, donde se nos
advierte que no debemos involucrarnos en ellas.
Cualquier religión que no reconozcan la
Trinidad de Dios y que no reconozca a Jesucristo como el Hijo de Dios y el
Salvador del mundo está enseñando un camino erróneo y. En 1 Juan 2:22-23 se señala que "todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al
Padre".
Este es el que vino mediante agua y
sangre, Jesucristo; no sólo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu
es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los
que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos
tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el
agua y la sangre, y los tres concuerdan. Si recibimos el testimonio de los
hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio de Dios:
que El ha dado testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios
tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, ha hecho a Dios
mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado respecto a su
Hijo. Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida
está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo
de Dios, no tiene la vida. (LBLA
1Jn 5:6-12)
Buscar el Reino de Dios es una búsqueda
que debe fundamentarse en la verdad de Jesucristo y en el poder del Espíritu
Santo. Las religiones falsas pueden ofrecer consuelo o respuestas, pero solo en
Cristo encontramos la plena verdad que nos lleva al Reino eterno. En Juan 8:32, Jesús nos dice: "Y conoceréis
la verdad, y la verdad os hará libres".
Perseveremos en la verdad del Evangelio y mantengamos nuestros corazones
enfocados en el único camino hacia el Reino de Dios.
Es muy importante saber en qué consiste
el Reino de Dios es el reinado y la soberanía de Dios sobre la creación y sobre
el corazón de las personas. Es un lugar donde se vive de acuerdo con la
voluntad de Dios, donde reina el amor, la paz y la justicia. En el Nuevo
Testamento, Jesús habla constantemente sobre el Reino de Dios, invitando a las
personas a entrar en él mediante la fe y el arrepentimiento
El Reino de Dios no es solo un lugar
futuro en el cielo, sino que también está presente aquí y ahora en la vida de
aquellos que siguen a Cristo. Tiende a transformarnos y a guiarnos para vivir
conforme a los principios de su Palabra. La Biblia dice en Lucas 17:21 que "el
Reino de Dios está entre vosotros", indicando que está disponible a través
de una relación personal con Jesús.
En resumen, el Reino de Dios es la obra
de Dios en el mundo y en nuestros corazones, y es una invitación a vivir de una
manera que refleje su amor y su justicia. Al aceptar a Cristo, nos convertimos
en parte de ese Reino, experimentando su paz y su propósito en nuestras vidas.
Los siguientes pasajes bíblicos nos
ofrecen una rica perspectiva sobre el Reino de Dios: su cercanía, la necesidad
de arrepentimiento, la importancia de la fe y la forma en que se manifiesta en
nuestras vidas. Al buscar el Reino, recordemos las enseñanzas de Jesucristo,
quien nos invita a vivir en justicia, paz y gozo a través del Espíritu Santo.
Desde entonces Jesús comenzó a
predicar y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. (LBLA Mt 4:17)
Habiéndole preguntado los fariseos
cuándo vendría el reino de Dios, Jesús les respondió, y dijo: El reino de Dios
no viene con señales visibles, ni dirán: “¡Mirad, aquí está!” o: “¡Allí está!”
Porque he aquí, el reino de Dios entre vosotros está. (LBLA Lc 17:20-21)
Respondió Jesús y le dijo: En verdad,
en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. (LBLA Jn 3:3)
Porque el reino de Dios no es comida
ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo. (LBLA Ro 14:17)
Pero cuando Jesús vio esto, se
indignó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis, porque
de los que son como éstos es el reino de Dios. En verdad os digo: el que no
reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. (LBLA Mr 10:14-15)
El reino de los cielos es semejante a
un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a
esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel
campo. (LBLA Mt 13:44)
Entonces el Rey dirá a los de su
derecha: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros
desde la fundación del mundo. (LBLA
Mt 25:34)
Digo, pues: Andad por el Espíritu, y
no cumpliréis el deseo de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el
Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al
otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis. Pero si sois guiados por el
Espíritu, no estáis bajo la ley. Ahora bien, las obras de la carne son
evidentes, las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría,
hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones,
sectarismos, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, contra las
cuales os advierto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio;
contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado
la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también
por el Espíritu. (LBLA Gl 5:16-25)
El deseo de alcanzar el reino de Dios o
un estado espiritual superior es universal y trasciende fronteras geográficas y
religiosas. Este anhelo común surge de varias razones fundamentales: Todas las
personas, independientemente de su origen, comparten ciertas necesidades
espirituales profundas:
· La búsqueda de un significado y
propósito que va más allá de la existencia material
· El anhelo de experimentar paz perfecta,
justicia absoluta y amor incondicional
· El deseo de trascender el sufrimiento,
el dolor y las limitaciones de la vida terrenal
· La esperanza de reunirse con seres
queridos que han fallecido
Aunque es un deseo universal el de
alcanzar el reino de Dios y que refleja las aspiraciones más profundas del
corazón humano para encontrar paz perfecta, amor eterno, justicia absoluta y
liberación del sufrimiento, estas aspiraciones unen a la humanidad más allá de
cualquier diferencia cultural o religiosa, mostrando que en lo más profundo,
todos buscamos lo mismo: un hogar espiritual donde podamos experimentar
plenitud y felicidad eternas.; pero también debemos comprender y aceptar la
verdad espiritual que hay millones de personas que no quieren nada que ver con
Dios, prefieren el reino de la tinieblas, el reino de maldad de su padre
adoptivo el diablo.
Jesús les dijo: Si Dios fuera vuestro
Padre, me amaríais, porque yo salí de Dios y vine de El, pues no he venido por
mi propia iniciativa, sino que El me envió. ¿Por qué no entendéis lo que digo?
Porque no podéis oír mi palabra. Sois de vuestro padre el diablo y queréis
hacer los deseos de vuestro padre. El fue un homicida desde el principio, y no
se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira,
habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira. (LBLA Jn 8:42-44)
En relación con la Escritura que dice
que no todos son hijos de Dios, encontramos en Juan 1:12 que "a
todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho
de ser hijos de Dios." Esto
indica que ser hijo de Dios no es automático para todos los seres humanos, sino
que requiere una respuesta de fe y aceptación de Jesucristo. El reino está
abierto a todos, pero no todos llegan a ser parte de él, ya que solo aquellos
que ponen su fe en Cristo entran en esta relación especial con Dios como sus
hijos.
Asimismo, en Mateo 7:21-23, Jesús habla de aquellos que le dirán “Señor, Señor” y que, a pesar de hacer muchas obras en Su nombre, no
entrarán en el Reino de los cielos.
Esta advertencia nos recuerda que la
autenticidad de nuestra relación con Dios no se basa únicamente en las obras o
en un reconocimiento verbal, sino en una genuina fe en Jesucristo que se
expresa en una vida transformada por Su Espíritu. El Reino de Dios no se trata
solo de palabras, sino de una relación viva y activa con Él que se manifiesta
en nuestra vida diaria a través del amor verdadero, a través del perfecto amor de
Dios. Al entender que no todos son hijos de Dios y que las obras sin fe no
garantizan nuestra entrada al Reino, nos motivamos a buscar una relación
auténtica y profunda con nuestro Señor. Es aquí donde una fe demostrada es
requerida y necesaria para poder ser aceptados, es donde reflejamos de que
reino somos en la manera en que vivimos, en la manera en que pensamos, en la
manera en que hablamos, en la manera en que tratamos a nuestros semejantes,
familiares, vecinos, amigos, etc., es de esa manera que mostramos nuestra verdadera
naturaleza.
Entrad por la puerta estrecha, porque
ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son
los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que
lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Cuidaos de los falsos profetas,
que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos
rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o
higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol
malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un
árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado
y echado al fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me
dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día:
“Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé:
“Jamás os conocí; APARTAOS DE MI, LOS QUE PRACTICAIS LA INIQUIDAD.” (LBLA Mt 7:13-23)
Cuando el Reino empieza a crecer,
transforma no solo a individuos, sino también a comunidades. La iglesia es como
la "colonia del cielo" en la tierra (Filipenses 3:20). Es un lugar donde se
viven los valores del Reino: amor, justicia, paz y esperanza. En 1
Pedro 2:9, somos descritos como un "pueblo adquirido por Dios" para anunciar sus
maravillas y ser conscientes de nuestra identidad como representantes del Reino
en donde cada creyente tiene un papel fundamental que desempeñar en la
expansión del Reino. Esto puede ser a través del servicio a los demás, de la
auto disciplina espiritual personal, el de compartir el evangelio o incluso
involucrarse en obras de justicia social y también el de ser un ejemplo de
buenas obras y de buen trato hacia los demás.
En estos tiempos desafiantes y
peligrosos que estamos viviendo, es vital que los creyentes mantengamos nuestra
identidad en el Reino de Dios, reflejando su luz y esperanza en medio de las
oscuridades que nos rodean. Como ciudadanos del Reino, llevamos el mensaje de
salvación, amor, y restauración a un mundo que lo necesita desesperadamente.
Esto también nos debe motivar a caminar firme en la verdad y a ser instrumentos
de paz y reconciliación en un mundo donde se está viviendo con mucha intensidad
las obras de maldad del reino de las tinieblas, en donde millones de personas
de todas las naciones buscan la oscuridad en toda su manera de vivir. En el capítulo 3 de 2 Timoteo es un pasaje clave que
describe las características de los últimos tiempos y el comportamiento de las
personas en esos días. Esto puede relacionarse muy bien con el sermón sobre el
Reino de Dios al contrastar el carácter de los ciudadanos del Reino con las
actitudes y comportamientos de aquellos en el mundo que no siguen a Cristo.
El apóstol Pablo escribe esta carta a
Timoteo, su hijo espiritual, mientras enfrenta tiempos difíciles y la
persecución del cristianismo. Su propósito es advertir a Timoteo sobre los
peligros de los últimos tiempos y animarlo a ser firme en su fe a pesar de las
dificultades.
Pablo inicia advirtiendo que habrá
tiempos difíciles. "Postreros
días" hace referencia a un periodo antes de la
segunda venida de Cristo "Porque
habrá hombres amantes de sí mismos, ávaros, vanagloriosos, soberbios,
blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos…" Pablo enumera diversos rasgos negativos:
egoísmo, arrogancia, desobediencia y falta de gratitud. Estas actitudes
reflejan un alejamiento de los valores del Reino de Dios, que enfatizan el
amor, la humildad y el servicio. "Teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de
ella." Aquí se
menciona una religiosidad formal sin genuina devoción. En contraste con el
Reino de Dios, que es justicia y paz, estas personas pueden parecer religiosas
pero carecen de una verdadera relación con Dios. Pablo menciona cómo estos hombres engañan a otros y se
infiltran en los hogares, que es una clara referencia a la manipulación y el
engaño que pueden ser comunes en los últimos tiempos. Esto puede relacionarse
con el Reino de las Tinieblas, que busca llevar a la gente a la confusión y a
la separación de Dios.
Pablo anima a Timoteo a seguir su
ejemplo y al modelo de vida que ha recibido de él. La vida de un creyente
refleja los valores del Reino de Dios y debe ser un testimonio poderoso para
aquellos que los rodean.
"Toda la Escritura es inspirada
por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena
obra." Esta
afirmación subraya la importancia de la Palabra de Dios en formar y equipar a
los creyentes para vivir de acuerdo con los principios del Reino de Dios.
Debemos tener en cuenta los siguientes pasajes
bíblicos si es que de verdad queremos ser parte del reino de Dios.
Dijo entonces el Señor: Por cuanto
este pueblo se me acerca con sus palabras y me honra con sus labios, pero aleja
de mí su corazón, y su veneración hacia mí es sólo una tradición aprendida de
memoria, (LBLA Is 29:13)
¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías de
vosotros cuando dijo: “ESTE PUEBLO CON LOS LABIOS ME HONRA, PERO SU CORAZON
ESTA MUY LEJOS DE MI. “MAS EN VANO ME RINDEN CULTO, ENSEÑANDO COMO DOCTRINAS
PRECEPTOS DE HOMBRES.” (LBLA Mt
15:7-9)
En el contexto de Isaías, el pueblo de
Israel estaba en un estado de hipocresía y que a pesar de participar en
rituales religiosos y ceremonias, sus corazones no estaban verdaderamente
comprometidos con Dios. La nación estaba enfrentando desafíos, tanto internos
como externos, pero a menudo se aferraba a las tradiciones y a una religiosidad
externa en lugar de buscar una relación genuina con Dios.
Las palabras y rituales externos pueden
ser engañosos, así como todo tipo de reuniones ceremoniales. El pueblo de
Israel parecía estar físicamente presente en la adoración y hablaba las
palabras correctas, pero su adoración no provenía de un corazón sincero. Dios
está más interesado en la condición del corazón que en las aparentes acciones
externas.
La verdadera adoración se origina en un
corazón transformado y lleno de amor hacia Dios. Nuestro Señor Jesucristo, al citar a Isaías, enfatiza que la
hipocresía y la falta de sinceridad en la adoración llevan a que la adoración
sea inútil. Esto implica que Dios no acepta adoración que no provenga de un
corazón veraz y sincero. Y en su crítica a los fariseos, señala que se enfocan
en tradiciones humanas (como reglas y regulaciones) en lugar de lo que Dios
realmente desea: una relación auténtica, en un amor genuino hacia el prójimo: esto
es una advertencia para los creyentes de hoy día a no caer en el ritualismo y
legalismo religioso vacío.
¿Qué es para mí la abundancia de
vuestros sacrificios? — dice el SEÑOR. Harto estoy de holocaustos de carneros,
y de sebo de ganado cebado; y la sangre de novillos, corderos y machos cabríos
no me complace. Cuando venís a presentaros delante de mí, ¿quién demanda esto
de vosotros, de que pisoteéis mis atrios? No traigáis más vuestras vanas
ofrendas, el incienso me es abominación. Luna nueva y día de reposo, el
convocar asambleas: ¡no tolero iniquidad y asamblea solemne! Vuestras lunas
nuevas y vuestras fiestas señaladas las aborrece mi alma; se han vuelto una
carga para mí, estoy cansado de soportar las. Y cuando extendáis vuestras
manos, esconderé mis ojos de vosotros; sí, aunque multipliquéis las oraciones,
no escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, limpiaos, quitad
la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; cesad de hacer el mal,
aprended a hacer el bien, buscad la justicia, reprended al opresor, defended al
huérfano, abogad por la viuda. Venid ahora, y razonemos — dice el SEÑOR —
aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos;
aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán. Si queréis y
obedecéis, comeréis lo mejor de la tierra; pero si rehusáis y os rebeláis, por
la espada seréis devorados. Ciertamente, la boca del SEÑOR ha hablado. (LBLA Is 1:11-20)
Este sermón es un llamado a una fe viva, verdadera, transformadora y obediente y no se trata de una simple adhesión verbal a creencias religiosas, sino de una relación personal con Dios que se manifiesta en acciones concretas que reflejan su amor y voluntad para poder llegar a ser aceptados como hijos de Dios en su reino celestial. Bendiciones.

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