La expresión “buscar al Señor” se refiere al deseo
de conocerle, al hambre y a la sed ardientes de tener una relación íntima con
nuestro Creador. Implica la maravillosa sensación de desarrollar unidad con Él,
donde Jesucristo no es ya nuestro distante Salvador y Señor, sino un amigo
íntimo que camina con nosotros día tras día. En Mateo 12:39, Jesús llamó “mala y adúltera” a
su generación: “La
generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada”. Ellos buscaban señales y prodigios en vez de buscar
al Señor.
Hoy, vivimos en un
clima espiritual muy parecido, en el que las personas quieren demostraciones
del poder divino, pero se conforman con una simple relación superficial con
Jesús. Les satisface saber que son salvas, asistir a la iglesia y recibir
respuestas a sus escasas oraciones; sin embargo, prefieren no ahondar en su
relación con su Salvador ni buscarle más efectivamente.
Los beneficios de
buscar a Dios son maravillosos; la Biblia nos dice que “Los que buscan a Jehová no tendrán falta
de ningún bien”. Salmo 34:10. Pero no seremos llevados por inercia,
de manera accidental a una relación significativa con Él; el secreto para
desarrollar intimidad con Dios es actuar decididamente teniendo ese fin en
mente. Como dice en 1 Crónicas 22:19: “Poned, pues, ahora vuestros corazones y vuestros ánimos
en buscar a Jehová vuestro Dios”.
¿Cómo
podemos, entonces, buscar con tesón conocerle mejor? Por la Biblia—La Biblia es
la relación escrita de los atributos de Dios y de la manera como Él actúa.
Muchos cristianos leen uno o dos pasajes cada mañana, pero buscar al Señor
exige mucho más que eso. Cuando abra la Palabra de Dios, dígale al Señor: “Quiero conocerte mejor. Háblame, Señor, y
muéstrame la verdad sobre Ti”. Usted puede tener la seguridad de que
“muéstrame la verdad” es una oración que Dios siempre responderá.
Cuando usted se
enamora de alguien, anhela desarrollar una relación para conocer más a esa
persona. Cuando se produce la intimidad verdadera, las barreras desaparecen y
la ignorancia es sustituida por un conocimiento que tiene un nivel más profundo
que lo físico o lo emocional: se produce una conexión con el espíritu de la
otra persona. De manera parecida, si usted quiere buscar a Dios, abra su Biblia
con el propósito de hallar respuestas a las siguientes preguntas: ¿Quién es
este Dios? ¿Quién es este Cristo? ¿Quién es este Espíritu Santo que mora dentro
de mí y que expresa la vida de Jesús a través de mi ser?
Lo más importante en mi vida no es mi servicio, ganar
personas para Cristo, predicar sermones, o ser un pastor. Lo más importante en
mi vida es desarrollar mi relación con Cristo.
Por tanto, cuando
usted se acerque a Él en oración, dígale: “Señor, abre mi corazón a Ti y
háblame; muéstrate a mí, y ayúdame a entender Tus caminos”. Por la adoración—No
vaya a la iglesia simplemente porque es domingo. Por el contrario, valla con un
corazón hambriento y una actitud de: “Señor, ¿qué quieres decirme? ¿Qué quieres
hacer en mí y a través de mí?” Venga listo para escucharle; tenga una Biblia abierta,
una libreta y un esfero, para que pueda anotar lo que el Señor le revele lo que
Él está tratando de hacer en su vida. Usted se marchará habiendo aprendido
verdades que influenciarán su futuro si las acepta y las aplica.
No puedo imaginar que
alguien vaya a un culto para sólo estar allí sentado, y pensando: ¡Qué sermón
tan maravilloso! El propósito de la iglesia no es entretenerle sino más bien
dejar que Dios cause un impacto en su corazón, que cambie su vida, y que lo
haga cada vez más parecido a Jesucristo. Esto comenzará a suceder cuando usted
lo invite decididamente a hablarle a su corazón.
Jeremías 29:11-14. Porque yo sé
los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de
paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y
vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque
me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová,
y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones, y de todos
los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde
os hice llevar.
La Biblia nos dice
que cuando nuestra prioridad máxima es conocer a Dios, podemos esperar una
serie de beneficios, además de la gran bendición de tener intimidad con Él:
Primero. No tendremos
falta de ningún bien. El salmo 37:4
dice que si Dios es lo primero en nuestro amor e interés, Él nos concederá los deseos de nuestro
corazón. Como nuestro Creador omnisciente, el Señor nos conoce mejor
que lo que nos conocemos a nosotros mismos; Él está muy consciente de nuestros
anhelos más profundos, incluso de algunos de los que no nos hemos dado cuenta. Aún
más, al buscarle aprendemos como piensa Él, nuestros pensamientos comienzan a
alinearse con los Suyos, y desearemos solamente lo que Él desea. De esa manera,
las bendiciones que Dios decide amorosamente para nosotros, satisfarán
verdaderamente los deseos de nuestro corazón.
Segundo. Tendremos
éxito en la vida. 2 Crónicas 31:21
nos ofrece el ejemplo de Zacarías: “En todo cuanto emprendió en el servicio de la casa de
Dios, de acuerdo con la ley y los mandamientos, buscó a su Dios, lo hizo de
todo corazón, y fue prosperado”. Igualmente, el Señor le dijo a
Josué que obedeciera el libro de la ley para que pudiera prosperar y tener éxito
en todas sus empresas (Josué 1:7, 8).
El principio es que, al meditar en la Palabra de Dios, llegamos a entender Sus
caminos y Su voluntad, y nuestra relación con Él se profundizará. Si conocemos
más a Dios, haremos decisiones correctas en número cada vez mayor, y eso lleva
al éxito.
Tercero. Adquiriremos
entendimiento. Proverbios 28:5 dice:
“Los hombres
malos no entienden el juicio; mas los que buscan a Jehová entienden todas las
cosas”. Un corazón malo es tenebroso e impuro, y en él se aloja un
espíritu rebelde. Pero cuando ansiamos conocer a Dios, nuestro corazón se
vuelve limpio, nuestra mente se aclara, y nuestro espíritu se hace obediente;
seremos, entonces, capaces de discernir lo que es moralmente bueno y lo que es
moralmente malo, y entonces acataremos obedientemente la dirección divina.
Cuarto. Sabremos lo
que es el contentamiento. Por su experiencia en el desierto, David sabía lo que
era ansiar con vehemencia el agua; por eso usó la imagen de la sed en el salmo 63:1 para expresar la ansiedad
con que él buscaba al Señor. En el
versículo 5, expresa un genuino y profundo contentamiento: “Como de meollo
y de grosura será saciada mi alma, y con labios de júbilo te alabará mi boca”. Es que en el corazón de una persona que busca con
afán al Señor, hay una sensación de profunda satisfacción.
La experiencia más
emocionante que yo he tenido, es postrarme delante de Dios y tener comunión con
Él. Ninguna otra cosa hará en favor del corazón humano lo que hará Su
presencia; ninguna otra cosa satisfará su espíritu como el estar a solas con el
Señor Jesucristo. En eso consiste el contentamiento.
¿Qué anhela su
corazón? Al despertar cada mañana, ¿en qué piensa y qué desea en la vida? Si es
capaz de responder: “A Jesucristo”, eso es evidencia de que usted está buscando
verdaderamente al Señor. Si usted desea tener más comprensión y mayor
conocimiento de la voluntad de Dios para su vida, no espere entonces. Ya sea
que tenga 5 años o 95, comience a aprender cómo buscar, obedecer, y seguirle.
Ése es el camino que conduce al éxito y al verdadero contentamiento.
Muchas personas
tienen la idea de que el cristianismo consiste en orar, ofrendar, compartir su
fe y ser buenas. Pero la verdadera fe es también el anhelo diario de tener un
mayor conocimiento de, e intimidad con, el Señor. El espíritu de un creyente
puede estar satisfecho con la presencia de Jesucristo viviendo dentro de él y,
sin embargo, seguir sediento. Uno de los principios básicos de la fe cristiana
es que cuanto más conocemos al Señor, más querremos aprender de Él. Debemos
buscar al Señor en vez de las riquezas y los deseos del mundo, nuestro deseo de
Él debe ser más fuerte que cualquier otro anhelo que tengamos.
Recibimos las “cosas
buenas” de la vida, es decir, lo que Dios desea para nosotros, cuando lo buscamos
a Él. Una mente puesta en el éxito material no conocerá la senda de la plenitud
espiritual. Sin embargo, buscar al Señor no implica abandonar los planes y los
sueños; significa solamente que sometemos sinceramente nuestras esperanzas a Su
voluntad.
Cuando nos esforzamos
por conocer a Dios, nuestros deseos cambian para reflejar los Suyos. Nuestro
Padre, a cambio, se responsabiliza por Sus hijos y pone nuestras metas a
nuestro alcance. Nos da todas las cosas buenas que desea nuestro corazón
moldeado por Dios.
¿Cómo puede un creyente buscar al Dios que suplirá sus
necesidades?
Estudiando Su Palabra y pidiéndole Su revelación. Todo cristiano que quiera
conocer la voluntad de Dios, puede esperar Su enseñanza. Cuando recibimos un
nuevo conocimiento de Él, nuestro deseo de Dios se convertirá en una gran
llama. Cuanto más busquemos aprender de Dios, más querremos conocerlo.
En el Salmo 27, David le ruega a Dios en
una plegaria urgente e intensa. Le ruega en
el verso 7, “¡Oye,
Jehová, mi voz con que a ti clamo! ¡Ten misericordia de mí y respóndeme!” Su oración está enfocada en un solo deseo, una
ambición, algo que se había convertido en algo que lo consumía totalmente: “Una cosa he demandado a Jehová, esta
buscaré”. Salmo 27:4.
David está
testificando, “Tengo una oración, Señor, una petición. Es mi único más
importante objetivo en mi vida, mi plegaria constante, la única cosa que deseo.
Y lo buscaré con todo lo que está en mí. Esta sola cosa me consume como mi
objetivo continuo.”
¿Qué era esta acosa
que David deseaba sobre todas las cosas, el objeto que su corazón deseaba
obtener? Él nos dice: “Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi
vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para buscarlo en su templo.”. Salmo
27:4.
No te equivoques.
David no era ascético, evitando el mundo exterior. No era una ermita, buscando
esconderse en un lugar desierto y solitario. No, David fue un hombre apasionado
de acción. Él fue un gran guerrero, con grandes multitudes cantando de sus
victorias en batalla. También era apasionado en su oración y su devoción, con
un corazón que añoraba a Dios. Y el Señor había bendecido a David con muchos de
los deseos de su corazón.
Ciertamente, David
había probado todo lo que un hombre podría desear en la vida. Había conocido
riquezas y bienes, poder y autoridad. Había recibido el respeto, alabanzas y la
adulación de los hombres. Dios le había dado Jerusalén como la capital del
reino. Y David estaba rodeado de hombres devotos quienes estaban dispuestos a
morir por él.
Sobre todo, David era
un adorador. Era un hombre que alababa quien le dio gracias a Dios por todas
sus bendiciones. Él testificó, “El Señor me ha dado bendiciones diariamente.” Sin
embargo, a la misma vez, David era un guerrero. Enfrentaba enemigos y
tribulaciones a través de su vida. Todo el infierno estaba comprometido a
destruir a este hombre de Dios. De hecho, David ahora enfrentaba un grupo
entero acampado a su alrededor, enemigos malvados quienes juraron “comer mis
carnes”. Salmo 27:2.
Pero David no tenía
miedo. En el primer verso de este Salmo, él declara, “¿De quién temeré? Salmo 27:1. Él
confiaba en la gracia y misericordia de Dios, y sabía que el Señor le daría
fortaleza: “Jehová
es la fortaleza de mi vida.” Salmo 27:1.
Es claro que David
iba a continuar como siempre había hecho, viviendo su vida apasionadamente. Sin
embargo, a pesar de las bendiciones que había experimentado, algo todavía
faltaba. Al mirar su vida, David vio una necesidad en su alma que no había sido
llenada. Su vida entera se resumía en este asunto, y le clamó a Dios sobre
ello.
David dijo, en
efecto, “Hay un modo de vida que busco ahora—un lugar establecido en el Señor
que mi alma anhela. Quiero una intimidad ininterrumpida con mi Dios.” Esto es
lo que David quiso decir cuando oró, “Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi
vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para buscarlo en su templo.” Salmo
27:4.
David no estaba
hablando de dejar su trono para mudarse físicamente al templo de Dios. No, su
corazón anhelaba algo que vio en el espíritu. Para David, tenía que haber algo
más que la reunión de adoración. Sentía que había algo del Señor que no había
obtenido, y no iba a descansar hasta que lo encontrara.
Dijo, en resumen,
“Hay un esplendor, una gloria, un entusiasmo del Señor que no he visto aun en
mi vida. Quiero saber cómo es tener una comunión ininterrumpida con mi Dios. He
conocido victorias, he sido liberado, he visto su mano obrar milagros—pero
todavía anhelo algo firme. Quiero que mi vida sea una plegaria viviente.
Creo que David estaba
hastiado del ritual muerto religioso. Este hombre piadoso estaba cansado de
ceremonia vacía, mirando a sacerdotes y adoradores siguiendo formas religiosas
sin vida. David vio en sus rituales, solo una forma de religión, uno que no
tenía poder. Su corazón clamaba, “Esto está todo mal. Es la razón por la cual
la gente deja la adoración y se tornan a ídolos. No hay belleza en esto,
ninguna pasión. Amo la casa de Dios, ¿pero qué pasó con la vida? La ley todavía
es enseñada, pero se ha convertido en conocimiento muerto. Hoy en día salgo del
templo con mi alma acongojada.”
Quería conocer
la vida, la realidad, detrás de los rituales religiosos. ¿Quién era la oveja de
sacrificio? ¿Cuál era la realidad detrás del incienso, los candelabros? El
corazón de David anhelaba saber, y tomó una decisión: “Ya no puedo más—no puedo
seguir así. Simplemente no estoy satisfecho. No pasaré el resto de mi vida con
estos anhelos espirituales insatisfechos.
Desde ahora en adelante, tengo un
objetivo, una búsqueda en mi vida. Viviré
en la presencia del Señor y le preguntaré a él hasta que obtenga lo que mi
corazón anhela.”
Creo que hoy en día hay millones de cristianos piadosos que
aman al Señor, pero sienten que hay algo que les falta en sus vidas.
Así que David fue a
su propia casa y oró, ¡Oye, Jehová, mi voz con que a ti clamo! ¡Ten misericordia
de mí y respóndeme!” Salmo 27:7. En otras palabras: “Señor, quiero
tener comunión ininterrumpida contigo. Por favor, ¿qué debo hacer para alcanzar
mi deseo?”
Dios le contestó con
estas simples palabras: “Buscad mi rostro” Salmo 27:8. ¿Cómo respondió
David a esto? Él contestó, “Señor, cuando dijiste, “Buscad mi rostro,” mi
corazón saltó como respuesta.” “Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro, Tu rostro
buscaré, Jehová” Salmo 27:8.
El rostro de Dios es su semejanza, su reflejo. Al
contestar como lo hizo, el Señor le reveló a David como satisfacer sus ansias:
reflejando a Dios en su propia vida. Él estaba instruyendo a David, “Aprende de
mí. Escudriña mi Palabra y ora por entendimiento a través del Espíritu, para
que seas igual que yo. Quiero que tu vida refleje mi belleza al mundo.”
Esto no era meramente
un llamado a la oración; David ya estaba orando siete veces al día. De hecho,
las oraciones de David fueron las que crearon esa pasión en él de conocer al
Señor. No, este llamado de Dios era para tener hambre por un estilo de vida que
totalmente refleja quien es el Señor Jesucristo.
Dios tomó un rostro
humano. Jesús vino a la tierra como hombre, Dios encarnado. Y él hizo esto para
que pudiese sentir nuestro dolor, ser tentado y probado como lo somos nosotros,
y mostrarnos al Padre. La Escritura dice que Jesús es la imagen expresa
(significando la semejanza exacta) de Dios. Él es la misma esencia y sustancia
de Dios el Padre. Hebreos 1:3. El cual, siendo
el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta
todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación
de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad
en las alturas. En resumen, él es
“igual que” el Padre en todas las maneras.
Hasta este mismo día,
Jesucristo es el rostro, o la misma semejanza de Dios en la tierra. Y debido a
Él, tenemos comunión ininterrumpida con el Padre. A través de la Cruz, tenemos
el privilegio de “ver su rostro,” de tocarlo. Hasta podemos vivir como él lo
hizo, testificando.
Hoy, cuando Dios dice, “Busca mi rostro,” sus palabras
tienen más implicaciones que en cualquier otro tiempo en la historia.
¡Lo debemos buscar
con un propósito: para que seamos como él! Para que seamos su imagen expresa,
para que aquellos que buscan al Cristo verdadero lo vean en nosotros. Todo el evangelismo,
toda ganancia de almas, todas los alcances misioneros son en vano, a menos que
contemplemos el rostro de Jesús y somos continuamente cambiados a su imagen.
Ninguna alma puede ser tocada excepto por tales cristianos. Y Jesús nos llamó a
reflejar ese rostro a un mundo perdido sin Dios y sin salvación. Bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario