Salmo 31:15 (VRV60). En tu
mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos y de mis
perseguidores.
Todos los
que confían en el Señor y lo buscan de corazón reciben su amor y misericordia a
cada momento. Dios quiere ser el centro tu vida, el principal motivo de
confianza y adoración. Por eso hoy tendrás un día de gozo en el corazón, de
felicidad y plenitud interior, porque el gozo del Señor es nuestra fortaleza.
La
mano de Dios ha tomado la tuya, como un padre toma la mano de su hijo y se ha
propuesto llevarte al propósito de lo que Él ha planeado para ti en Cristo
Jesús.
Jeremías 29:11-14. (VBLS). Mis
planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su
bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar. Cuando ustedes me pidan algo
en oración, yo los escucharé. Cuando ustedes me busquen, me encontrarán,
siempre y cuando me busquen de todo corazón. Estaré con ustedes y pondré fin a
su condición de esclavos. Los reuniré de todas las naciones por donde los haya
dispersado, y los haré volver a Jerusalén. Les juro que así lo haré.
En el Salmo 16:5 (TLA) dice: “Tú eres mi Dios, eres todo lo que tengo; tú llenas mi vida y me
das seguridad”. No hay nada mejor que podamos hacer con nuestras vidas que poner
todo lo que somos y todo lo que tenemos bajo la protección de Dios en el nombre
de Jesucristo. Él desea gobernarnos por completo, conoce lo que es mejor para
nosotros, tiene el poder de protegernos de forma sobrenatural. Quiere ser parte
de cada detalle de nuestra vida.
Necesitamos
abrirles las puertas de par en par a la presencia de Dios en nuestras vidas y
en nuestros hogares. No pongamos la confianza en personas o situaciones políticas
o sociales, la bendición de una ciudad o nación viene porque Dios se agrada de
ella. Cuando una persona o una nación toman un rumbo en contra de la voluntad
de Dios se abren las puertas a Satanás y provoca una serie de males que traen
dolor y sufrimiento. Por eso hoy decide confesar de corazón que Dios es todo
para ti y vivir de esa manera.
Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los
ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios
resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la
poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda
vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 1 Pedro 5.5-7 (VRV60).
La mano de
Dios es la mano protectora, es la mano del Padre que ama a su hijo y lo dirige
por sendas correctas. El Señor nos da la sensación de paz y de tranquilidad, cuando
caminamos por lugares donde nunca hemos transitado. Cuando habla de sujeción,
cuando habla de humillarse bajo la mano de Dios, está diciendo: “confía en su poderosa mano porque Él sabe
lo que hace, Él cuida de ti”.
Uno de los
resultados de estar tomado de la mano de Dios es que no tengamos ansiedad y la
ansiedad es el fruto de lo desconocido. Cuando uno tiene planes, metas, sueños,
cuando uno quiere que algo suceda y no conoce lo que viene comienza una
ansiedad. La ansiedad es el resultado de lo que desconocemos. También podemos
decir que hay una ansiedad espiritual, una ansiedad producto de lo que no
sabemos, de lo que esperamos y parece que se retarda, que no llega.
Todos
nosotros muchas veces pasamos por circunstancias, donde necesitamos confiar en
esa mano protectora que nos dice: “No
temas, yo te llevo, yo te tomo por mi mano derecha y no te dejaré hasta que
llegue y haga contigo aquello que me he propuesto hacer”.
La mano de
Dios necesita tu sujeción. Necesita de que estés dispuesto a no soltarte, a
tomarte de la mano de Él, aunque parezca que Él no está haciendo nada. Dios
nunca jamás actuará en una forma contraria a la que dice su Palabra de que va a
actuar. Dios nunca contradecirá lo que está escrito, y Él no quiere que te
pierdas en tus propios errores, de que te extravíes en tus malas decisiones.
Su mano ha
tomado la tuya y se ha unido a la tuya y se ha propuesto llevarte al destino,
al propósito de lo que Él ha planeado para ti en Cristo Jesús. Él te dice que
no temas, que no estés ansioso, te dice que esperes porque Él es tu Padre
amoroso, que aunque te hayan dejado padre, madre, tíos, abuelos, esposo o
esposa, aunque estés en la calle, Él dice: “Yo soy tu Padre que te ayuda, yo soy tu Padre que te sostiene,
soy tu Padre que te guía a todo paso”.
Números 11:23. (VRV60). “Entonces
Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás
si se cumple mi palabra, o no”.
Háblele a
su motivo de ansiedad, a su problema, a su gigante, a su fantasma, a su temor,
a sus dudas y dígale: ¿Acaso
se ha cortado la mano de Dios?
El Señor
dice prepárate como dice el Salmo 23, estarás
comiendo en frente de tus enemigos.
Tus
enemigos no te podrán tocar. Dios no dice que te sacará los enemigos, Dios no
dice que no tendrás problemas, sino que dice que te sentarás a comer, que
estarás bajo la provisión, que estarás bajo el cuidado, en medio de los
enemigos y ellos no te podrán tocar: “Extenderás mesa delante de mí, en presencia de mis
angustiadores. Unges mi cabeza con aceite, mi copa está rebosando”.
Esdras 8:22. (VRV60). “...La
mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan; mas su poder y
su furor contra todos los que le abandonan”.
Cuando
Dios te dice que su mano es confiable, realmente es confiable. La mano de Dios
te llevará a todo lo bueno. La mano de Dios está contigo y Él quiere tu bien.
Jeremías 1:9. (VRV60). “Y
extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis
palabra en tu boca”.
La mano de
Dios viene cuando Él cambia tu actitud y tu lenguaje. El Señor dice que cuando
confías en su mano, Él cambia tu lenguaje. Ya no es tiempo de críticas, ya no
es tiempo de hablar cosas que desaniman, no es tiempo de queja, de hablar de
otros, sino que es tiempo de hablar bendición.
Romanos 12:1-2. (VDHH2002). Por
tanto, hermanos míos, os ruego por la misericordia de Dios que os presentéis a
vosotros mismos como ofrenda viva, consagrada y agradable a Dios. Este es el
verdadero culto que debéis ofrecer. No viváis conforme a los criterios del
tiempo presente; por el contrario, cambiad vuestra manera de pensar, para que
así cambie vuestra manera de vivir y lleguéis a conocer la voluntad de Dios, es
decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.
Su mano va
a cambiar tu forma de hablar, tu forma de proclamar las cosas. Si proclamabas
desgracia, proclamabas temor, ahora su mano hará que hables palabras de fe. No
proclames temor, no proclames ansiedad, proclama que el brazo de Jehová no se
ha acortado y que Dios no se ha olvidado de ti, ni de tu casa.
Ezequiel 3:14. (VRV60). “Me
levantó, pues, el Espíritu, y me tomó; y fui en amargura, en la indignación de
mi espíritu, pero la mano de Jehová era fuerte sobre mí”.
El Señor
le había encomendado a Ezequiel cierto ministerio, el cual sabía Dios que le
iba a ser difícil, humanamente imposible. Sin embargo la Biblia dice que aunque
Ezequiel estaba indignado, aunque no se sentía fuerte, aunque estaba en
amargura de espíritu, la mano de Dios era fuerte sobre él.
Dios nos
pide cosas que humanamente usted dice: “no estoy preparado para olvidar mi
pasado, para perdonar a aquella persona que me estafó, que arruinó mi vida, no
estoy preparado para enfrentar el mañana, no estoy preparado para enfrentar los
problemas”, pero Él te dice: “La
mano de Jehová será fuerte sobre ti”. En aquello que Dios ha puesto en
tu mano, no temas porque Él está contigo para tomarte de la mano y llevarte a
la meta. Hay fortaleza en Dios, hay victoria en Él.
Juan 10:28. (VRV60). “Y yo
les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”.
Él tiene tu nombre escrito en la palma de su mano. Él dice que
ningún demonio, ninguna tribulación podrá arrebatarte de su mano. Nadie podrá
arrebatarte de su mano.
La mano de
Dios te promueve: “él te
exaltará” (1 Pedro 5:6). Tarde o temprano usted alcanzará aquello por lo cual el
Señor lo ha llamado. El Señor dice que te exaltará aunque eres débil, aunque no
tienes fuerzas, pero estás tomado de la mano de Dios por lo tanto Él te va a
promover. Ahora, en el reino de Dios para ser promovido primeramente muchas
veces ocurre que uno da unos pasos hacia atrás.
Así
sucedió con la vida de José cuando Dios le dio una visión de un liderazgo
delante de sus padres y de sus hermanos y los hermanos lo tomaron por loco, por
orgulloso, y lo vendieron, lo encerraron en un pozo y su vida fue poco a poco
perdiendo el brillo de lo que parecía que una vez iba a ser el propósito de
Dios. Sin embargo cuando parece que uno va para atrás, cuando uno está promovido
por Dios no importa el tiempo que ha pasado, ni que parece que estás retrocediendo
porque allí es donde Él se encargará de levantarte.
Daniel
también fue probado en su fe, cuando se prohibió la adoración a todo otro Dios
que no fuera Nabucodonosor. Daniel oraba tres veces por día y a causa de eso
terminó en el foso de los leones. Pero el Señor lo sacó de allí, lo levantó y
humilló a los que lo habían engañado, porque Dios promueve, Dios levanta y Dios
avergüenza a aquellos que estaban esperando que las cosas te vayan bien, viendo
que Él pone mesa en presencia de tus enemigos. Aunque parece que vas para
atrás, es porque vas a ir para adelante.
Aunque
parezca que el sueño, la visión se está demorando y parece que vas para atrás,
pero el Señor te dice: “yo te
voy a exaltar en presencia de tus angustiadores”.
La mano de
Dios te protege, la mano de Dios da propósitos: Dios tiene un propósito para tu
vida, Dios te creó para algo (Salmo 91).
Jeremías 29:11. (RVR60). “Porque
yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos
de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”.
Dios dice:
“mis pensamientos hacia ti son
pensamientos de paz, y no de mal”. El enemigo quiso su mal, pero
Jesús lo venció, lo ató. Si el enemigo le quiere hacer mal, le tiene que pedir
permiso a su dueño, y su dueño es Jesucristo, el Hijo del Dios Viviente. Jesús
pagó por usted y usted ha sido sellado con la sangre de Cristo. Dios nos lleva de su mano, para
que conozcamos su perfecto plan.
Jeremías 1:5 (RVR60)
dice: “antes que te formase en el vientre te conocí, y antes
que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones”.
Tú eres un
regalo, eres un don, no eres un problema, no eres un quiste, no eres alguien en
el mundo que lastima, que hiere. No eres un problema, sino que eres una
bendición para este mundo, estás lavado, santificado y enviado para que sea
bendición. Dios lo ha puesto en este mundo para bendecir a los demás.
1 Samuel 22:1-2 (RVR60). “Yéndose
luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la
casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él. Y se juntaron con él todos
los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en
amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como
cuatrocientos hombres”.
Todos
estos hombres en algún momento pensaron, que la vida no se le iba a modificar
jamás. Vivían en una realidad constante, unos afligidos, otros endeudados,
otros rechazados, amargados, hasta que un día pasaron por una cueva donde
estaba David huyendo por sus propios problemas y se encontraron con el ungido
de Dios. Dice la Escritura que esa actitud de gente increíblemente dañada,
herida, terminó cambiando, siendo transformada en gente valiente.
2 Samuel 23.8 en adelante nos
habla de que esos hombres afligidos, endeudados, amargados, débiles, terminaron
siendo valientes, porque se juntaron con el ungido de Dios. Y el propósito para
ellos era tan grande que terminaron siendo valientes renombrados. Dios tiene
grandes cosas para usted, porque desde el día en que se encontró con Jesús
usted cambió de ser una persona amargada, endeudada, afligida, temerosa a ser
un valiente, a ser un guerrero conquistador de Dios.
Tómese de
la mano de Jesucristo y usted terminará siendo un valiente de Dios, una persona
transformada para grandes cosas
Salmos 31. Tú eres quien me protege. Versión lenguaje
actual. Himno de David.
Dios de Israel, tú eres un Dios justo; no
me dejes pasar vergüenza. ¡Sálvame, pues confío en ti! Préstame atención, ven
pronto a socorrerme. Protégeme como una enorme roca, rodéame como una alta
muralla. ¡Tú eres la roca que me protege! ¡Tú eres la muralla que me salva!
Guíame y dirígeme, pues así lo prometiste. No me dejes caer en la trampa que me
han puesto mis enemigos; ¡tú eres mi protector! Tú eres un Dios fiel.
¡Sálvame! ¡Mi vida está en tus manos! Odio
a los que adoran ídolos, pues éstos no sirven para nada; ¡pero yo en ti confío!
Tu bondad me llena de alegría, pues me viste sufrir y me cuidaste, me libraste
de mis enemigos, y me diste libertad. Dios mío, tenme compasión, pues estoy muy
angustiado, siento dolor en todo el cuerpo y mis ojos ya no aguantan más. Toda
mi vida he sufrido, toda mi vida he llorado; mi maldad me debilita, mis huesos
no me sostienen.
Amigos y enemigos me ven como poca cosa; al
verme en la calle se espantan y huyen de mí. Me tienen olvidado, como si ya me
hubiera muerto; ¡parezco un vaso hecho pedazos! Mucha gente habla mal de mí, y
hasta mí llegan sus chismes de que parezco un fantasma. Todos se han puesto en
mi contra, y hasta quieren matarme. ¡Pero tú eres mi Dios! ¡En ti he puesto mi
confianza! Mi vida está en tus manos; ¡sálvame de mis enemigos!, ¡sálvame de
los que me persiguen! Yo estoy a tu servicio: ¡muéstrame tu buena voluntad!
¡Por tu gran amor, sálvame! Dios mío, mira que te estoy llamando; no me dejes
pasar vergüenza. ¡Que pasen vergüenza los malvados! ¡Échalos a la tumba! ¡Calla
a esos mentirosos, que me desprecian y me humillan! Tú eres muy bondadoso con
la gente que te honra; a la vista de todo el mundo derramas tu bondad sobre los
que en ti confían. Tu presencia los pone a salvo de los planes malvados; tú los
proteges de la maldad como protege la gallina a sus pollitos.
¡Bendito seas, Dios mío! Cuando yo estuve
en problemas me mostraste tu gran amor. Estaba yo tan confundido que hasta
llegué a pensar que no querías ni verme. Pero a gritos pedí tu ayuda, y tú
escuchaste mis ruegos. Ustedes, los que aman a Dios, ¡demuéstrenle su amor!
Nuestro Dios protege a los que merecen su confianza, pero a los orgullosos les
da su merecido. Todos ustedes, los que confían en Dios, ¡anímense y sean
valientes!
Al decir,
"en tu mano están mis tiempos", David estaba expresando simplemente
su creencia de que todas las circunstancias de la vida están bajo dominio de
Dios. Saber que Dios nos ama y tiene cuidado de nosotros nos permite
mantenernos firme en nuestra fe a pesar de las circunstancias. Nos guarda de
pecar tontamente al tomar los asuntos en nuestras propias manos o resentirnos
por los tiempos de Dios.
La fe y la
oración deben ir juntas, porque la oración de fe es la oración que prevalece.
David entregó su alma a Dios en forma especial. Y con sus palabras, versículo
5, nuestro Señor Jesús dio su último aliento en la cruz, e hizo de su alma una
ofrenda voluntaria por el pecado, entregando su vida como rescate.
Pero aquí
David es un hombre confundido y con problemas. Su mejor parte es su gran
cuidado por su alma, por su espíritu. Muchos piensan que si están confundidos
por sus asuntos mundanos y se multiplican sus preocupaciones, pueden ser
excusados si descuidan su alma; pero somos los más interesados por cuidar de
nuestra alma para que el hombre interior no sufra daño, aunque el hombre
exterior se deshaga. La redención del alma es tan preciosa, que hubiera cesado
para siempre, si Cristo no la hubiera emprendido.
Es
probable que David compusiese este salmo cuando era perseguido por Saúl, ya sea
en lo de Queilá, o en el desierto de Maón cuando Saúl iba por una ladera del
monte, y David y los suyos iban por la otra (1
Samuel 23:13,26).
Es una mezcla de plegarias, alabanzas y profesiones de
confianza en Dios.
David
expresa su gozosa confianza en Dios y, con esta confianza, ruega ser librado
del apuro presente (v.1-8). Se queja de la deplorable condición en que se halla, pero
sigue orando para que Dios se manifieste a favor de él y en contra de sus
perseguidores (v.9-18). Concluye el salmo con alabanzas y expresiones de triunfo,
dando gloria a Dios y animándose a sí mismo, y también a otros, a poner su
confianza en Dios (v.19-24).
Habiendo
confiado en la misericordia de Dios, uno se alegra y regocija en eso. Dios mira
nuestra alma cuando estamos atribulados, para ver si se humilla por el pecado y
mejora por la aflicción. Todo creyente enfrentará peligros y liberaciones,
hasta que sea librado de la muerte, su postrer enemigo. Vemos que la fe y la
oración deben ir de la mano. David, en su apuro, ora fervientemente a Dios para
que le socorra y alivie; que, como Justo Juez, le libre de sus perseguidores,
no sólo por misericordia, sino también por justicia.
También ora que le libre
cuanto antes, no sea que, si se demora demasiado su liberación, desfallezca su
fe: «...líbrame pronto; sé tú mi
roca fuerte y ciudadela para salvarme.» Dios es una ciudadela inexpugnable
para los que ponen su confianza en El. Y añade (v.3): «...Por tu nombre me guiarás y me encaminarás.» Quienes
están decididos a seguir la dirección de Dios, bien pueden orar con fe de que
de cierto la han de conseguir.
En su
oración, glorifica a Dios al repetir su profesión de total confianza en El y de
absoluta dependencia de El: «En ti,
oh Señor, he confiado, no en mí ni en ninguna otra criatura; no sea yo
confundido jamás, no quede yo decepcionado por faltarme la ayuda que me has
prometido» (v. 1). «Sé tú mi roca» (v.2);
«Tú eres mi roca» (v.3). En virtud de la misma lógica de la
fe, David dice a Dios (v.5): «En tus manos encomiendo mi espíritu», sabiendo
que su vida y todos sus asuntos en este mundo estaban así en buenas manos. El
hecho de que el Señor Jesucristo repitiese esa misma frase (Lucas 23:46) demuestra que tenía
en su mente este salmo cuando se hallaba expirando en la cruz.
Desecha
David toda complicidad con los idólatras, pues a ellos se refiere en el v.6:
«Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias (lit. ídolos de
inutilidad). Declara enfáticamente que
Dios es su única esperanza (v.6): «Mas yo en Señor he esperado» y, por eso, se goza y se alegra en su misericordia (v.7).
Se anima a
conservar esta esperanza, basado en las experiencias que del favor de Dios ha
tenido recientemente (v.7-8): «...Porque has visto mi aflicción, sabio, condescendiente
y compasivo para darte cuenta del aprieto en que se hallaba tu siervo, has
conocido mi alma en angustias, esto es, en estrechura, con tierno interés por
mí. No me has dejado encerrado.
En los
versículos anteriores, David había apelado a la justicia de Dios; aquí apela a
su misericordia, pues su propia miseria es terrible, lo cual hace de su caso un
objeto apropiado de la misericordia divina. Su queja del aprieto en que se
encuentra (v. 9): «Ten
misericordia de mí, oh Señor, porque estoy en angustia. Sus aflicciones le
habían convertido en «varón de dolores».
Su
confianza en Dios en medio de su aflicción. Todo aparecía oscuro y deprimente
en derredor de él: «Mas yo
en ti confío, oh Señor» (v.14), dice él.
Eso es bastante para impedir que se hunda. Sus enemigos le habían despojado de
la reputación que tenía entre los hombres, pero no le habían podido arrebatar
su confianza en Dios. « Yo
digo: Tú eres mi Dios, pues yo te he escogido por Dios mío, y tú me has prometido
ser mi Dios.» «En tu mano están mis tiempos, mi destino y las circunstancias
todas de mi vida» (v. 15). Si se une esto con lo de «tú eres mi Dios» (v. l4b), tenemos una fuente perfecta de consuelo. Si Dios tiene en
sus manos nuestro destino, puede ayudarnos; y si es nuestro Dios, querrá
ayudarnos; y entonces, ¿qué podrá desanimarnos?
Sus
peticiones a Dios, con esa fe y esa confianza que muestra. Nuestras
oportunidades y nuestras circunstancias están en las manos de Dios y, por
consiguiente, El sabe cómo escoger lo mejor y más oportuno y conveniente para
nuestra liberación; debemos, pues, estar dispuestos a esperar el tiempo que
Dios tenga señalado. Cuando David tuvo a Saúl a merced de su mano en la cueva,
los que estaban con David le dijeron:
«He aquí el día de que te dijo Señor: He
aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, etc.» (1
Samuel 24:4).
« ¡No!, vino a decir David, no ha llegado el día de mi
liberación mientras ésta no pueda ser llevada a cabo sin pecado, y yo voy a
esperar hasta ese día, pues ése será el tiempo de Dios, que es el mejor tiempo.
»
Ahora pide
David en especial que Dios tape la boca a los que reprochan y calumnian al
pueblo de Dios (v. 18): «Enmudezcan los labios mentirosos, que
profieren insolencias contra el justo, con soberbia y menosprecio»
David
reconoce la bondad de Dios hacia su pueblo en general, Dios es bueno para todos (Salmo 145:9), pero es especialmente bueno para
su pueblo Israel. Aquí son descritos como objeto especial de su bondad los que
le temen y los que esperan en El, los que reverencian su majestad y dependen de
su gracia.
David
agradece a Dios la bondad que ha tenido para con él en, una preservación
especial demanda una gratitud también especial. En el interior de David había temores
(decía yo en mi inquietud), pero Dios le resultó mejor y más fiel que sus
temores. Aunque flaqueaba la fe de David, no flaqueó la promesa de Dios: Pero
tú oías la voz de mis ruegos. Menciona esta debilidad de su fe, para mejor
poner de relieve la admirable fidelidad de Dios, haciendo así que resaltase
como admirable la misericordia de Dios para con él.
Con
ocasión de esto, exhorta y anima a todos los creyentes (v.23-24): Amad a Señor, todos vosotros sus santos. Aunque se supone que los fieles han de amar a su Dios, se
les ha de exhortar a que le amen más y mejor, y a que den pruebas sinceras de
tal amor. Con ese amor, y espoleados por la promesa de Dios de que les ha de
guardar y recompensar, les anima a ser fuertes y valientes en el servicio del
Señor (v.24): Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Señor, y
tome aliento vuestro corazón.
Cualquiera que sean las dificultades que hayamos de enfrentar en nuestra vida, tomemos aliento en nuestro corazón, sabiendo que el Dios en quien esperamos, en quien confiamos, nos fortalecerá en Jesucristo y mediante esa confianza perseveremos en los caminos de Dios para llegar a nuestro destino eterno: el Padre Celestial, con la ayuda del Espíritu Santo. Bendiciones.
Cualquiera que sean las dificultades que hayamos de enfrentar en nuestra vida, tomemos aliento en nuestro corazón, sabiendo que el Dios en quien esperamos, en quien confiamos, nos fortalecerá en Jesucristo y mediante esa confianza perseveremos en los caminos de Dios para llegar a nuestro destino eterno: el Padre Celestial, con la ayuda del Espíritu Santo. Bendiciones.
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