Que el Espíritu Santo y la revelación de la Palabra
de Dios, sean en estos tiempos, guiándonos, mostrándonos el camino por el cual
debemos andar: nuestro Señor Jesucristo.
Mateo 5:1-12. Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
Mateo capítulos del 5 al 7 es denominado el Sermón
del Monte porque Jesús lo pronunció en una colina cercana a Capernaum. Este
"sermón" probablemente resume varios días de predicación. En él,
Jesús proclamó su actitud hacia la Ley. La posición social, la autoridad y el
dinero no son importantes en su Reino; lo que importa es la obediencia fiel del
corazón.
El Señor iniciaba su ministerio de proclamación del
reino y acababa de llamar a sus primeros discípulos (Mateo 4:17-22. Desde entonces comenzó Jesús
a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado. Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón,
llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran
pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos
entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a
otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con
Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al
instante la barca y a su padre, le siguieron) y con este discurso nos enseña el verdadero
significado del discipulado y se enfoca en los principios y valores del reino
de Dios en contraste con los del mundo
Los
verdaderos discípulos de Jesucristo construyen su vida sobre el firme
fundamento de la Palabra de Dios y su obediencia
a ella. El
Señor predicó un profundo sermón que mostraba cómo debían vivir los cristianos
en su diario vivir: las palabras de este sermón son tan importantes en la
actualidad como lo eran cuando Jesucristo las dijo, porque: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace,
le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió
lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y
no cayó porque estaba fundada sobre la roca” (Mateo 7:24-25)
El Sermón del Monte desafió al orgullo de los
líderes religiosos legalistas de ese entonces. Era un llamado a regresar al
mensaje de los profetas del Antiguo Testamento que, como Jesús, enseñaban que
la obediencia de corazón es más importante que la observancia legalista.
Multitudes numerosas seguían a Jesús; era el
comentario del pueblo y todos querían verlo. Los discípulos, que eran personas
bien cercanas a este hombre popular, se vieron tentados a sentirse importantes,
orgullosos y a ser posesivos. Estar con Jesús les daba prestigio y una gran
oportunidad para obtener riqueza.
La multitud estaba otra vez reunida, pero antes de
dirigirse a ella, Jesús llamó a sus discípulos a un lado y les advirtió acerca
de la tentación que enfrentarían como ayudantes suyos, no esperen fama y
fortuna, les dijo Jesús, sino aflicción, hambre y persecución. Sin embargo, les
aseguró que serían recompensados, aunque quizás no en esta vida.
Habrá momentos en que seguir a Jesús traerá consigo
gran popularidad. Si no vivimos tomando en cuenta las palabras de Jesús en este
sermón, nos hallaremos usando el mensaje de Dios solo para promover nuestros
intereses personales.
Lo que
realmente cuenta ante Dios. Mateo 5:3-12. RVR1960.
Bienaventurados
los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados
los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Todos los que están familiarizados con la
fraseología del Antiguo Testamento, conocen cuán frecuentemente el pueblo
verdadero de Dios se designa como “los pobres”, o sean los oprimidos, los
afligidos, los miserables y “los necesitados”, o con los dos términos juntos).
La explicación de esto la hallamos en el hecho de que generalmente son “los
pobres de este mundo” los que son “ricos en fe. De modo que los pobres en
espíritu se enriquecen con la plenitud de Cristo, que es el reino en sustancia;
y cuando él les diga desde su gran trono blanco: “Venid, benditos de mi Padre,
heredad el reino preparado para vosotros”
Bienaventurados
los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Cuando los creyentes se deleitan en el Señor, él les
da los deseos de su corazón; cuando le encomiendan su camino, él los prospera,
exhibe la justicia de ellos como la luz, y sus derechos como el medio día: lo
poco que ellos tienen, aun después de haber sido despojados, es mejor que las
riquezas de muchos impíos (Salmo 37). En resumen, todo es
de ellos, al poseer ese don que es la vida, v esos derechos que les corresponden
como hijos de Dios, ya sea el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o
lo porvenir; todo es de ellos (1 Corintios 3:21-22); y, finalmente, al vencer heredan “todas las cosas” (Apocalipsis
21:7). De esta manera los mansos son los únicos legítimos
ocupantes de la tierra prometida en Cristo Jesús.
Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Es decir, serán saturados. El hambre y la sed son
dos condiciones trágicas para un número creciente de personas en el mundo.
Desde el punto de vista médico, sin embargo, el hambre y la sed son señales de
vida y de salud. Son términos que expresan una conciencia de aguda necesidad de
algo esencial para la vida. El término “justicia” es un verdadero camaleón en
cuanto a su significado en el NT. En este contexto, parece que hay por lo menos
dos enfoques contemplados. El primero sería la sed por la justicia personal, el
ser y hacer lo que es recto según las normas de Dios. También incluye la pasión
por establecer y extender el reino de Dios entre los hombres. El apetito por la
justicia personal y por la extensión del reino de Dios conduce al crecimiento
espiritual y a la felicidad.
Así como Jesús satisfizo el hambre de las multitudes
cuando estaba en la tierra, promete satisfacer el hambre y sed de sus
discípulos que anhelan la justicia de Dios en sus vidas. Son dichosos porque
ellos tendrán la completa satisfacción de ver la manifestación de la justicia
de Dios en su propia vida y en el mundo, parcialmente ahora y perfectamente en
la vida más allá. Las profecías de Isaías y Jeremías abundan con promesas de
Dios de establecer su justicia en el mundo por medio del Mesías que vendría.
Los súbditos del reino de Dios tienen el privilegio, gozo y dicha de participar
en la concreción de la justicia de Dios en el mundo.
Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
El término “misericordioso” describe el carácter de
una persona que es altamente sensible a las necesidades de otros, se identifica
con ellos y responde con los recursos a su alcance para aliviar o satisfacer la
necesidad. En casos de ofensas personales, describe la disposición de perdonar.
Se traduce con sinónimos tales como “compasivo”, “simpatizante” y que tiene
lástima de otro”. Jesús revela la misericordia del Padre, que manifiesta
predilección por los pobres, pecadores y gente menospreciada. Dios demanda la
misericordia de sus hijos.
Son dichosos los que manifiestan misericordia hacia
otros porque ellos, y solamente ellos, recibirán misericordia de Dios.
Generalmente, aunque no siempre, serán tratados con misericordia por sus
semejantes. A pesar de su gran misericordia hacia otros, Jesús fue crucificado
por los hombres sin misericordia, pero librado de la muerte y resucitado por el
Padre misericordioso.
Bienaventurados
los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
El corazón es el asiento de pensamientos y motivos,
mente y emociones. El énfasis en la condición del corazón está en contraste con
el concepto farisaico . La pureza de corazón no es el estado natural del hombre;
es distintivamente una virtud cristiana. El término “limpio” significa “no
mezclado”, “no adulterado”. Jesús mismo dijo que nadie puede servir a dos
señores (Filipenses 6:24), lo cual resultaría
en motivos y lealtades mezclados y en un corazón contaminado. La pureza de
corazón es poder concentrar todo el ser en Dios. Solo el limpio de manos y puro
de corazón podrá entrar en la presencia de Dios y contemplarlo. El poder ver a
Dios no es un asunto de una visión óptica, sino de comunión y compañerismo con
Dios.
Bienaventurados
los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
El mundo considera que la paz es esencialmente
ausencia de conflicto, es decir, cuando no hay guerra. Si fuera así, el
cementerio sería el mejor ejemplo de perfecta paz. La paz es más bien armonía y
tranquilidad en el corazón para con Dios y los semejantes. El saludo judío,
shalom, significa “paz” y es la expresión de un deseo por las bendiciones de
Dios sobre otra persona. Dios es conocido como el Dios de paz; Jesús es el
Príncipe de Paz (Isaías 9:6) y su venida al mundo significaba paz para los
hombres de buena voluntad.
Jesús prometió su paz a los discípulos. La paz es el
fruto del Espíritu. Dios toma la iniciativa para hacer la paz con los hombres:
Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo (2 Corintios 5:19).
Los que han sido reconciliados con Dios, por fe en
Cristo, se convierten en reconciliadores, pacificadores. Jesús dijo: ¡Paz a
vosotros! Como me ha enviado el Padre, así
también yo os envío a vosotros (Juan 20:21). Jesús es nuestra paz
y vino para lograr la paz entre Dios y los hombres y nos manda llevar adelante
esa misión en el mundo. La dicha y recompensa de los pacificadores es que serán
reconocidos por lo que son: hijos de Dios, pues demuestran el carácter y misión
de Dios. Su parentesco con Dios es visible.
Bienaventurados
los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos.
Los pacificadores serán también los perseguidos.
Parecería que el mundo debiera felicitar a los discípulos por su aporte al
bienestar social y moral de la humanidad. Sin embargo, durante gran parte de la
historia del cristianismo ha sido todo lo contrario. Jesús advirtió a los
discípulos del costo de seguirlo, parte del cual sería la persecución. Como su
vida y enseñanzas chocaron con el sistema de valores de la humanidad y le
crucificaron, los que se identifican con él frecuentemente recibirán el mismo
trato. Por causa de la justicia (v. 10) es sinónimo de por
causa de mí (v. 11). Se refiere a la
identificación de los discípulos con Cristo y su reino. El v. 11 especifica dos tipos comunes de persecución: vituperios y
mentiras.
La paradoja es evidente y sorprendente. Jesús llama
a los perseguidos dichosos, todo lo contrario a lo que normalmente se piensa.
La razón para esta dicha es triple: El reino pertenece a ellos, tendrán una
recompensa grande en los cielos y forman parte de una gran compañía de profetas
que fueron perseguidos. Por estas razones, el discípulo debe enfrentar la
persecución con gozo y alegría. Gozaos y alegraos (v. 12) son
imperativos del tiempo presente, indicando una acción continua, en todo
momento.
Bienaventurados
sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal
contra vosotros, mintiendo.
La persecución purifica la iglesia, fortalece el
testimonio y produce un crecimiento numérico. Esta verdad ha sido confirmada
desde el primer siglo hasta nuestros días. Bienaventurados sois cuando os
vituperaren—es decir, os insulten en vuestra propia cara, en contraste con la
calumnia y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa,
mintiendo—Observemos que había dicho antes: “por causa de la justicia”.
Aquí, al decir “mi causa”, él se identifica a sí
mismo y a su causa con la de la justicia, uniendo la causa de la justicia en el
mundo con la recepción de él mismo. ¿Se habrían expresado así Moisés, o David,
o Isaías, o Pablo? ¡Nunca! Sin duda ellos sufrieron por causa de la justicia.
Pero que hubiesen designado a esto como “su causa”, habría estado fuera de
lugar como cualquiera puede ver.
Gozaos
y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
Gozaos y alegraos, como si él quisiese que el
regocijo interno venciese y absorbiese el sentimiento de todas las afrentas y
sufrimientos y no hay ninguna otra cosa que pueda hacerlo.
Jesús empezó su sermón con palabras que
aparentemente se contradecían. Pero la forma en que Dios quiere que vivamos
muchas veces contradice la del mundo. Si quiere vivir para Dios debe estar
dispuesto a decir y hacer lo que para el mundo parecerá raro. Deberá estar
dispuesto a dar cuando otros desean quitar, amar cuando otros odian, ayudar
cuando otros abusan. Al hacerlo, un día recibirá todo, mientras los otros
terminarán sin nada. Aquí tenemos por lo menos cuatro maneras de entender las
bienaventuranzas:
Son un código de ética para los discípulos y norma
de conducta para todos los creyentes.
Contrastan los valores del Reino (lo que es eterno)
con los valores mundanos (lo que es temporal).
Contrastan la "fe" superficial de los
fariseos con la fe verdadera que Cristo quiere.
Muestran que las expectativas del Antiguo Testamento
se verían cumplidas en el Reino nuevo. Estas Bienaventuranzas no pueden ser
tomadas selectivamente. Uno no escoge lo que quiere y deja el resto, sino que
deben tomarse como un todo. Describen lo que debemos ser como seguidores de
Cristo.
Cada Bienaventuranza habla de cómo ser afortunado y
feliz. Algunas versiones dicen felices o dichosos en vez de bienaventurados.
Estas palabras no prometen carcajadas, placer ni prosperidad terrena. Jesús
pone de cabeza el concepto terreno de la felicidad. Para Jesús, felicidad es
esperanza y gozo, independientemente de las circunstancias externas. Para
hallar esperanza y gozo, la forma más profunda de la felicidad, sigue a Jesús a
cualquier costo.
Con el anuncio de Jesús de que el Reino se había
acercado (4.17) naturalmente, la gente preguntaba: "¿Qué
necesito hacer para ser parte del Reino de Dios?" Jesús dijo que en el
Reino de Dios las cosas no son como en los reinos terrenales. Debían buscar
beneficios y recompensas muy distintas de los que los fariseos y publicanos
estaban buscando. Mucha gente busca felicidad pero esta fácilmente se
desvanece. Muy pocos buscan el gozo de Dios que nunca se desvanece. ¿Son sus
actitudes una copia del egoísmo, el orgullo y las ansias de poder del mundo, o
reflejan el ideal al que Dios lo llamó?
Sal y luz
del mundo.
Mateo 5:13-16.
»Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal
deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así
que se la tira a la calle y la gente la pisotea. »Ustedes son la luz de este
mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende
una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que
alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procuren ustedes que
su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen,
todos alaben a su Padre que está en el cielo.
Si la sazón
no da sabor, no tiene valor. Si los cristianos no se esfuerzan por hacer un
impacto en el mundo que los rodea, son de poco valor para Dios. Si somos muy
parecidos a los del mundo, no tenemos valor. Los cristianos no deben
confundirse con los demás. En su lugar, debemos impactarlos positivamente, como
el condimento que da mejor sabor a la comida. ¿Se puede ocultar una ciudad que
está en la cima de una montaña? Por las noches su luz se ve a la distancia. Si
vivimos por Cristo, vamos a brillar como luces, mostrando a otros como es Cristo.
Jesús enseña sobre la ley.
Mateo 5:17-19.
No crean ustedes que yo he venido a suprimir la ley
o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino a darles su pleno valor. Pues
les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, no se le quitará a la
ley ni un punto ni una letra, hasta que todo llegue a su cumplimiento. Por eso,
el que no obedece uno de los mandatos de la ley, aunque sea el más pequeño, ni
enseña a la gente a obedecerlo, será considerado el más pequeño en el reino de
los cielos. Pero el que los obedece y enseña a otros a hacer lo mismo, será
considerado grande en el reino de los cielos.
Dios nos dio las leyes morales y ceremoniales para
ayudarnos a amarle con todo el corazón. A través de la historia de Israel, sin
embargo, estas leyes fueron citadas inexactamente y aplicadas erróneamente. En
el tiempo de Jesús, los líderes religiosos habían convertido la Ley en una masa
confusa de reglas. Cuando Jesús se refirió a una nueva forma de comprender la
Ley de Dios, no estaba sino llevando a la gente a su propósito original. No habló
contra la Ley en sí misma, sino contra los abusos y excesos a los que ella
estaba sujeta.
Si Jesús no hubiera venido a abolir la Ley,
¿estarían todas las leyes del Antiguo Testamento todavía en vigencia? En el
Antiguo Testamento, había tres categorías de Ley: ceremonial, civil y moral.
La ley ceremonial estaba relacionada específicamente
con la adoración de Israel. Su propósito primario fue señalar a Cristo Jesús.
Estas leyes, sin embargo, dejaron de ser necesarias después de la muerte y
resurrección de Jesús. Si bien es cierto que ya no estamos atados por las leyes
ceremoniales, los principios que los respaldan, adorar y amar al Dios Santo,
son todavía aplicables. Los fariseos con frecuencia acusaban a Jesús de violar
las leyes ceremoniales.
La ley civil era la Ley de Dios que tenía que ver
con el vivir diario de Israel. Por el hecho de que la cultura y la sociedad
modernas son radicalmente diferentes, todas estas directivas no pueden seguirse
al pie de la letra. Pero los principios que las sustentan no tienen fin y deben
guiar nuestra conducta. Jesús los cumplió para dar el ejemplo.
La ley moral (como los Diez Mandamientos) es mandato
directo de Dios y requiere obediencia estricta (Éxodo 20:13). Como revela la naturaleza y la voluntad de Dios, se aplica todavía hoy.
Jesús obedeció la ley moral en su totalidad.
Algunos en el grupo eran expertos en decir a los
demás lo que debían hacer, pero pasaban por alto lo más importante de las Leyes
de Dios. Jesús clarificó que obedecer la Ley de Dios era más importante que
explicarla. Es mucho más fácil estudiar la Ley de Dios y decir a otros que la
obedezcan que ponerla en práctica. ¿Cómo le va a usted en su obediencia a Dios?
Los fariseos eran exigentes y escrupulosos en el
cumplimiento de la Ley. ¿Cómo puede Jesús, razonablemente, llamarnos a una
mayor justicia que la de ellos? La debilidad de los fariseos radicaba en que se
sentían satisfechos obedeciendo la Ley en lo exterior sin permitir que cambiara
sus corazones (actitudes). Jesús dijo que la calidad de nuestra piedad tiene
que ser superior a la de los fariseos. Podemos aparentar piedad y seguir lejos
del Reino de Dios.
El juzga nuestros corazones y nuestras obras. Es en
el corazón donde en verdad radica la sumisión. Cuidemos nuestras actitudes, que
la gente no ve, y las acciones que todos ven.
Jesús decía a sus oyentes que necesitaban una piedad
totalmente distinta (amor y obediencia), no una versión más intensa de la
piedad de los fariseos. Nuestra bondad debe proceder de lo que Dios hace en
nosotros, no de lo que podemos hacer nosotros mismos, estar centrada en Dios,
no en nosotros, estar basada en la reverencia a Dios, no en la aprobación de la
gente, e ir más allá del solo hecho de cumplir con la Ley amando los principios
que la respaldan.
Cuando Jesús dijo: "Pero yo os digo" no
estaba aboliendo la Ley ni agregando sus propias opiniones. Más bien estaba
ofreciendo una explicación completa de por qué Dios hizo tal Ley. Por ejemplo,
refiriéndose a que Moisés dijo: "No matarás", Jesús enseñó que
"cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio".
Los fariseos leían esta Ley y, como jamás habían matado, se sentían muy rectos.
Sin embargo estaban tan enojados con Jesús que ya
pronto estarían planeando matarlo, aunque no con sus propias manos. Perdemos la
verdadera intención de la Palabra de Dios cuando leemos sus normas para la vida
sin procurar comprender por qué las dio. ¿Cuándo guarda uno las normas de Dios
pero pasa por alto su verdadera intención?
De cada de nosotros depende que el gobierno de Dios
esté en medio nuestro, de nuestra obediencia a la Palabra de Dios es que
podemos ver si realmente amamos a Dios o sólo tenemos una vida religiosa.
¿Quieres amar a Dios realmente de corazón? Entonces empieza ahora mismo ¿En
dónde quieres pasar el resto de la eternidad después de que partas de esta
tierra? Veamos ahora la siguiente reflexión.
¡Si hay
vacantes para trabajar en la obra del ministerio, en la viña del señor!
El cristiano es la persona dedicada a producir un
despertamiento moral y social; con esto en mente dedica su vida a Cristo
comparte el amor de Dios con todos los hombres en todas partes y enseña a otros
a hacer lo mismo. ¡SI HAY VACANTES! La mejor forma de recibir el futuro es
hacer un buen presente y olvidar el pasado. La más grande empresa del Universo,
la empresa de Dios requiere para su departamento de proclamación personas que
reúnan los siguientes requisitos.
Personas valientes que crean en Dios y que estén
dispuestas a servirle aunque se le caiga el mundo encima. Personas que digan
siempre la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad aunque por ello
tengan que perder la simpatía y el afecto de quienes lo rodean. Personas que
huyan de las pasiones juveniles y que tengan el firme propósito de no
contaminarse con las costumbres de un mundo corrompido.
Personas que tengan en su corazón una profunda
vocación de servicio a su prójimo y una determinación completa de agradar a
Dios por encima de todo. Personas que estén listas en donde el Señor de la
empresa así lo determine sin pensar en su comodidad, ni en sus intereses
personales. Personas que se atrevan a vivir y hablar como Dios lo manda aunque
sean tildados de locos, fanáticos, rebeldes o peligrosos. Personas que estén
dispuestos a perderlo todo, que duerman menos, que trabajen más, que hablen
poco y sirvan mucho.
Personas que se muevan siempre con la sinceridad de
Dios y no con la diplomacia e hipócrita conveniencia de los hombres. Personas
honradas, ejemplares y comprometidas con los valores cristianos que nuestra
sociedad ha extraviado. Personas que se preparen para dirigir los destinos del
país, no con la soberbia de grandes reyes, sino con la actitud de grandes
servidores.
Si usted llena estos requisitos será bienvenido a
esta gigantesca empresa de Dios, en ella se trabaja para conquistar el mundo
entero con el único mensaje que puede salvarlo y para decirle a los hombres que
no todo está perdido, que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Si hay
vacantes, esta es una gran oportunidad y no hay otra igual. Necesitamos un
liderazgo que ame y no que manipule, que sirva y no que lucre, que comparta y
no que amarre, que anime y no que oprima, que levante y no que aplaste.
Mateo 6:33. Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y
todas estas cosas os serán añadidas. Hechos 5:29. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron es necesario
obedecer a Dios antes que a los hombres. Bendiciones.
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