Con frecuencia usamos la palabra intercesión como
sinónimo de oración. En las conversaciones comunes y corriente es aceptable
pero no cuando la usamos en el enfoque adecuado. La oración en sentido general
significa hablar con Dios. La intercesión es acercarse a Dios a favor de
otro. Toda
intercesión es una oración, pero no toda oración es una intercesión.
Cuando Dios te muestra un problema puede ser que te está pidiendo que
seas parte de la solución.
Veamos la definición de MEDIADOR o INTERCESOR. Alguien que se interpone entre dos o más partes
en desacuerdo a fin de reconciliarlas; agente intermediario o medianero. En las
Escrituras el término se aplica a Moisés y a Jesucristo, mediadores del pacto
de la Ley y del nuevo pacto, respectivamente. (Gálatas 3:19. Entonces,
¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que
viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de
ángeles en mano de un mediador. 1
Timoteo 2:5. Porque hay un solo Dios, y
un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre).
Este término se puede definir de una manera amplia
como aquel que actúa entre dos partes, bien para reconciliarlas, bien entre
partes en las que no se dé hostilidad, con el propósito de que concierten un
acuerdo o pacto. Evidentemente, el mediador debe estar en relación con ambas
partes. En su sentido bíblico, el mediador es aquella
persona que interviene entre Dios y el hombre, con el fin de comunicar la mente
de Dios al hombre, y con el fin de representar al hombre a Dios abogando por su
causa.
Jesucristo, el gran de intercesor. Vamos a estudiar acerca de nuestra posición en
Cristo respecto al tema de la oración y la intercesión para que de esa manera
con la ayuda del Espíritu Santo entendamos y desarrollemos el llamado de servir
a los demás en el mundo espiritual. Primero que todo veremos el papel de
nuestro Señor Jesucristo como el gran intercesor y luego nuestro papel como
cristianos.
Es muy importante que entendamos que nuestra
posición como intercesores depende de nuestra relación personal con Cristo, es
a través de nuestra relación con Él que tendremos acceso completo al Padre
Celestial. Juan 15:7. Si
permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que
queréis, y os será hecho. ¡Esta es la llave maestra para orar e
interceder! Para tener poder de Dios en la
oración, debemos vivir en una comunión inquebrantable con Cristo. Jesús dijo: “si permanecéis
en mí“, debemos grabar su Palabra en
nuestros corazones y hacerla parte de nuestra vida diaria, andando de acuerdo a
ella, de lo contrario nuestras oraciones serán solo palabras y vanas
repeticiones.
Mateo 6:7. Y orando, no uséis vanas
repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. Romanos 8:26-29. Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad;
pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es
la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por
los santos. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos.
Jesús y la oración. Lucas 11:1-13. Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando
terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también
Juan enseñó a sus discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro
que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada
día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros
perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos
del mal.
Les dijo
también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice:
Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no
tengo qué ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me
molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no
puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por
ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo
que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y
se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al
que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le
dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O
si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos,
sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial
dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
La oración verdadera requiere la entrega de la
persona entera delante de Dios con todo su ser, no solo repitiendo vanas
palabras o siguiendo una fórmula de oración. Es a través de su relación con
Cristo como Sumo Sacerdote Intercesor que usted tendrá acceso completo al lugar
Santísimo y podrá venir ante la presencia de Dios. Nuestro total y libre acceso
a la presencia de Dios es posible a través de la sangre de Cristo derramada en
la cruz por nosotros. La vida entera de Jesús fue un acto de
intercesión, él se puso en la
brecha entre Dios y el hombre ya que no había ningún ser humano que pudiera
salvar de la muerte y el pecado.
Isaías 59:15-17. Y la verdad fue detenida, y
el que se apartó del mal fue puesto en prisión; y lo vio Jehová, y desagradó a
sus ojos, porque pereció el derecho. Y vio que no había hombre, y se maravilló
que no hubiera quien se interpusiese; y lo salvó su brazo, y le afirmó su misma
justicia. Pues de justicia se vistió como de una coraza, con yelmo de salvación
en su cabeza; tomó ropas de venganza por vestidura, y se cubrió de celo como de
manto.
Como nuestro intercesor Jesucristo se identificó con el hombre, no se exaltó a si
mismo sobre nosotros, Él se despojó de sus propios atributos divinos haciéndose
como uno de nosotros, compartiendo la naturaleza humana y siendo como nosotros
en todos los aspectos, Hebreos 2:14-17. Así que, por cuanto los hijos participaron de carne
y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la
muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a
todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a
servidumbre. Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a
la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus
hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a
Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.
Como nuestro intercesor, el Señor Jesús quiso
ponerse en nuestro lugar. En nuestra condición de pecado estamos separados de
Dios. El hombre le dio la espalda a Dios y decidió seguir sus propios caminos,
nos encontrábamos muertos, pero Jesús, como nuestro Intercesor, quiso venir a
la tierra y colocarse en la brecha, Él quiso dar su propia vida y morir en
nuestro lugar, para reconciliarnos con Dios. Como nuestro intercesor lloró por
nuestro pecado y el juicio que venía sobre nosotros. Nuestra salvación no fue
adquirida fácilmente, le costó todo al Señor Jesús: Isaías 53: 10-11. Con
todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya
puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días,
y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la
aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi
siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
2 Timoteo 2:5. Porque hay un solo Dios,
y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. Juan 14:14. Si
algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. Hebreos 7:25. Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que
por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. 1 Juan
2:6. El que dice que permanece en él,
debe andar como él anduvo.
La mediación de Cristo se ejerce, en consecuencia,
en todas las fases de la redención, desde la elección en el consejo eterno de
Dios hasta la consumación de la salvación. Él es Mediador en humillación y exaltación. Por lo tanto, su
actividad mediadora es multiforme, y no puede definirse en función de una sola
idea o actividad. Su mediación tiene tantas facetas como su persona, su oficio
y su obra. Y así como hay diversidad en los oficios y las tareas que lleva a
cabo, y en las relaciones que mantiene con los hombres como Mediador, así también hay diversidad en las relaciones
que mantiene con el Padre y el Espíritu Santo en el asunto de la redención.
La fe y el culto de adoración por parte del hombre
requieren que reconozcamos esta diversidad. Y su gloria única como Mediador
exige que no atribuyamos a otro ni siquiera la sombra de esa acción divina, que
a él le pertenece como único Mediador entre Dios y el hombre.
Cuando Dios te muestra un problema puede ser que te está pidiendo que
seas parte de la solución.
1 Timoteo 2:1-8. Exhorto
ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de
gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en
eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.
Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual
quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.
Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual
se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y
apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y
verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos
santas, sin ira ni contienda. Efesios
6:18-20. Orando
en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con
toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al
abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio
del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de
él, como debo hablar.
"¿Qué es la oración intercesora?" Es el acto de
orar en favor de otros. El papel del mediador en la oración era común en el
Antiguo Testamento (como con
Abraham, Moisés, David, Samuel, Ezequías, Elías, Jeremías, Ezequiel y Daniel).
Pero Cristo es señalado en el Nuevo Testamento como el
intercesor fundamental: y es por ello que toda la oración cristiana se
convierte en intercesora, puesto que es ofrecida a Dios por y a través de
Cristo. Jesús cerró la brecha entre Dios y nosotros cuando Él murió en la
cruz. Romanos 8:34. “¿Quién es el
que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que
además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.”
Un maravilloso modelo de oración intercesora se
encuentra en Daniel 9, mientras oraba por su pueblo quien se había alejado
de Dios. Tiene todos los elementos de una verdadera oración intercesora. Es en
respuesta a la Palabra (v.2); caracterizada por
el fervor (v.3) y la
auto-negación (v.4);
identificándose sin egoísmo con el pueblo de Dios (v.5); e intensificada por la confesión (v.5-15); dependiente del carácter de Dios (vs.
4,7,9,15); y teniendo como meta la gloria de
Dios (vs.16-19).
Como Daniel, los cristianos debemos venir ante Dios intercediendo por
otros con un corazón contrito y una actitud de arrepentimiento, reconociendo
nuestra propia insignificancia y con el sentido de auto-negación. Daniel no fue y
dijo, “Tengo el derecho de demandar esto de Ti, Dios, porque yo soy uno de tus
especialmente elegidos intercesores.” El fue y dijo, “Soy un pecador,” y en
efecto, él dice, “No tengo el derecho de demandar nada.” La
verdadera oración intercesora, busca no sólo conocer la voluntad de Dios y ver
que se cumpla, sino verla cumplida, sin importar si nos beneficia y sin
importar lo que nos cueste. Se busca la gloria de Dios, no la nuestra.
La siguiente, es sólo una lista parcial de aquellos
por quienes debemos ofrecer oraciones intercesoras: Todos los que están en
autoridad (1 Timoteo
2:2); ministros (Filipenses 1:19); la iglesia (Salmos 122:6); amigos (Job 42:8); compatriotas (Romanos 10:1); los enfermos (Santiago 5:14); enemigos (Jeremías 29:7); por quienes nos persiguen (Mateo 5:44); aquellos que nos abandonan (2 Timoteo 4:16); y por todos los hombres (1 Timoteo 2:1).
Hay una idea errónea en
el cristianismo contemporáneo, de que aquellos que ofrecen oraciones
intercesoras por otros, son una clase especial de super-cristianos, llamados
por Dios para un ministerio de intercesión. La Biblia es clara en que
todos los cristianos son llamados a ser intercesores. Todos los cristianos
tenemos al Espíritu Santo en nuestros corazones, y, así como Él intercede por
nosotros de acuerdo con la voluntad de Dios (Romanos 8:26-27), nosotros debemos interceder
unos por otros. Esto no es un
privilegio limitado a una exclusiva élite de cristianos; este es un mandato para todos. De hecho, el no ofrecer intercesión por
otros, es pecado. 1 Samuel 12:23. “Así que, lejos sea de mí
que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros.”
Ciertamente, cuando Pedro y Pablo le pedían a otros
que intercedieran por ellos, no limitaban su petición a aquellos con un llamado
especial a la intercesión. Hechos 12:5. “Así que Pedro estaba
custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por
él.” Nótese
que era toda la iglesia la que oraba por él, no sólo aquellos con el don de la
intercesión.
En Efesios 6:16-18, Pablo exhorta a los creyentes efesios –a todos
ellos— sobre los fundamentos de la vida cristiana. “Sobre todo, tomad el escudo
de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad
el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios,
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en
ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.” Más aún, Pablo solicitó a los creyentes en Roma
que oraran por él: Romanos 15:30. “Pero os ruego, hermanos, por
nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis, orando por
mí a Dios.” Él también urgía a los colosenses a interceder
por él: Colosenses 4:2-3. “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de
gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos
abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por
el cual también estoy preso.”
En ninguna parte, en ninguna petición bíblica de
intercesión, hay alguna indicación de que sólo cierto grupo de gente pudiera
interceder. Por el contrario, aquellos que buscan a otros para interceder por
ellos, pueden usar toda la ayuda que puedan conseguir. La idea de que la intercesión es el privilegio y
llamado de sólo algunos cristianos, carece de base bíblica. Peor aún, es una
idea destructiva que con frecuencia conduce al orgullo, a un sentido de
elitismo, y al gnosticismo.
El amor preside la oración intercesora. Para interceder legítimamente hemos de ser
hombres y mujeres llenos del amor de Dios. Miremos la iglesia primitiva. Hechos 12:5. "Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel, pero
la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él" iQue
fidelidad! En medio del peligro los hermanos
dejaron ver su amor por Pedro. Tenían fe en Dios, pero tenían un gran amor por
Pedro, (todos) la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. Arrancaron un
importante milagro de la mano de Dios a favor de Pedro que fue librado de la
cárcel y de la muerte. Moisés intercede por el pueblo con estas palabras: "Borrame
de tu libro si no has de perdonar a este pueblo". Es el amor del pastor que está dispuesto a morir por sus
ovejas. El mucho amor que Pablo le tenía a los hermanos en Cristo le hacía
rogar por ellos constantemente, y escribir a las iglesias, con las dificultades
que esto suponía, para que todos recibieran de sus revelaciones, su fe y su
profundo amor.
La intercesión: un deber de
los hijos de Dios. La
oración nos lleva a la vida adulta en Cristo: 1 Corintios 13:11. Cuando
yo era niño, pensaba corno niño, juzgaba como niño, mas cuando fui adulto deje
lo que era de niño. Asimismo el amor nos lleva a oraciones adultas. El
niño ora por los suyos, por sí mismo, pero no se acuerda de interceder por los
demás, simplemente no los ama. En Juan 17 Jesús intercede por sus discípulos y luego por
los que habríamos de creer por la palabra de ellos. Su amor iba más allá del
presente a amar a los que no conoció en la carne.
Los grandes evangelistas que han visto verdaderos
avivamientos, sentían pasión y compasión por los perdidos. De más está decir
que eran intercesores que derramaban sus almas con gemidos y lágrimas. Y este
amor que nace de una intensa relación con Dios, lleva a los creyentes maduros a
amar a sus hermanos y aún al mundo.
Nuestra oración intercesora, es un área de acción
de la vida cristiana, en la cual, nosotros debemos poner mucha atención. Porque
a través de la oración intercesora, nosotros podemos ser un canal de bendición
para tantas personas que necesitan del favor de Dios. Por tal razón, hermanos,
dediquémonos a interceder por las iglesias, pastores, misioneros, evangelistas,
por las naciones y por los seres humanos en sentido general, para que
disfrutemos de las bendiciones del Señor Jesús en nuestras vidas y de esa
manera podamos ser un instrumento de bendición para las demás personas. ¡Que el Dios Todopoderoso nos ayude a sumergirnos en tan ardua labor de
interceder en oración delante del Señor a favor de nuestro prójimo!
La Biblia no sólo nos proporciona muchos ejemplos
de la oración, sino nos instruye una y otra vez a orar: 1 Tesalonicenses 5:17. Orad sin cesar; Lucas 18:1. La necesidad de
orar siempre, y no desmayar; Efesios 6:8. Orando en todo tiempo; Romanos 12:12. Constantes
en la oración; Santiago
5:16. Orad
unos por otros; El apóstol Pablo
mostraba su apreciación de la oración intercesora al solicitar que los
creyentes orasen por él: Romanos 15:30. “que me ayudéis orando por mí a Dios”; 2 Tesalonicenses 3:15. Orad por nosotros; 2 Corintios 1:11. Cooperando también vosotros a favor nuestro con la
oración; Colosenses 4:3. Orando al mismo
tiempo por nosotros; 1
Tesalonicenses 5.25. Hermanos, orad por
nosotros.
No sólo se nos exhorta a orar, sino se nos da toda
suerte de estímulo por las promesas de Dios que Él contestará la oración. Mateo 21.22. “Pedid,
y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”, Las promesas de Dios son vastas y explícitas.
Por ejemplo: Juan 14:13. Todo lo que pidiereis al Padre
en mi nombre, lo haré; Juan 15:7. Si permanecéis en mí, y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. Juan
16.23-24. En aquel día no me preguntaréis nada. De
cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os
lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para
que vuestro gozo sea cumplido. Él nos invita a entrar en sociedad plena con él.
Grandes bendiciones Dios quiere derramar sobre la
humanidad, su iglesia, nuestros hogares y nuestras vidas, pero es necesario que
nosotros los hijos de Dios busquemos su rostro en oración e intercesión
ferviente, misericordiosa y benevolente la pregunta en este momento es ¿será
que tenemos el amor y la fe necesaria para orar por los demás y así cumplir con
el llamado de Dios en nuestras vidas en esta área? Pues si la respuesta es
afirmativa mis hermanos y hermanas, entonces, manos a la obra y que el Seños
sea ayudándonos en esta hermosa y santa labor. Mateo 6:6. Mas tú,
cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está
en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Bendiciones.
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