Que la Palabra de Dios y el Espíritu Santo sean en estos tiempos, guiándonos, mostrándonos el camino por el cual debemos andar, dándonos aliento y sosteniéndonos en el resto de nuestro caminar por esta tierra para que seamos hallados dignos de estar en su presencia por la eternidad.
Que el Espíritu Santo y la revelación de la Palabra
de Dios, sean en estos tiempos, guiándonos, mostrándonos el camino por el cual
debemos andar: nuestro Señor Jesucristo. Juan 14:5-7. Tomás le dijo:
Señor, si no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino? Jesús le
dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por
mí. Si me hubierais conocido, también hubierais conocido a mi Padre; desde
ahora le conocéis y le habéis visto.
Que el Espíritu Santo sea dándonos aliento,
fortaleza y sosteniéndonos en el resto de nuestro caminar por esta tierra para
que seamos hallados dignos de estar en su presencia por la eternidad y de esa
manera poder tener al comunión con el Padre Celestial por la eternidad.
Isaías
43:18-19. No os acordéis de las cosas pasadas,
ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva;
pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto,
y ríos en la soledad. Salmos
100:4. Entrad por Sus puertas con acción de
gracias, y a Sus atrios con alabanza. Dadle gracias, bendecid Su nombre. Lamentaciones
3:21-23. Esto traigo a mi corazón, por esto tengo
esperanza: Que las misericordias del SEÑOR jamás terminan, pues nunca fallan
sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡grande es tu fidelidad!
La
vida cristiana normal, bajo el punto de vista de la Palabra de Dios, es una
vida de victoria, no de acuerdo a los parámetros humanos sino a los de Dios. La
vida de victoria sobrenatural es aquella que triunfa en medio de las
dificultades y luchas de la vida. A los ojos
de Dios la victoria no es necesariamente resultadista sino cuestión de
carácter.
Cualquier
persona cuando todo le sale bien está contenta y se siente un "gigante
triunfador", pero Dios se agrada más de aquél que aún en medio de su
problema o dolor mantiene una actitud victoriosa. Esa actitud de victoria es la que necesitamos aprender,
independientemente de las circunstancias que nos rodean. VICTORIA es firmeza
para no caer; constancia para no detenerse; crecimiento para no debilitarse.
Veamos la
definición de “Victoria”: “Es la actitud interior de fe que nos impulsa a vivir
independientemente de las circunstancias que nos rodean, creyendo en el
cumplimiento de las promesas fieles de Dios”
Quiero compartir la siguiente ilustración:
Un
campesino, que luchaba con muchas dificultades, poseía algunos caballos para
que lo ayudasen en los trabajos de su pequeña hacienda. Un día, su capataz le
trajo la noticia de que uno de los caballos había caído en un viejo pozo
abandonado. El pozo era muy profundo y seria extremadamente difícil sacar el
caballo de allí. El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y
revisó la situación, asegurándose que el animal no se había lastimado. Pero,
por la dificultad y el alto precio para sacarlo del fondo del pozo, creyó que
no valía la pena invertir en la operación de rescate. Tomó, entonces, la
difícil decisión: Determinó que el capataz sacrificase al animal tirando tierra
en el pozo hasta enterrarlo, allí mismo. Y así se hizo. Los empleados, comandados
por el capataz, comenzaron a lanzar tierra adentro del pozo de forma de cubrir
al caballo.
Pero,
a medida que la tierra caía en el animal, éste la sacudía y se iba acumulando
en el fondo, posibilitando al caballo para ir subiendo. Los hombres se dieron
cuenta que el caballo no se dejaba enterrar, sino al contrario, estaba subiendo
hasta que finalmente, consiguió salir!
Si estas
"allá abajo", sintiéndote poco valorado, y los otros lanzan sobre ti
la tierra de la incomprensión, la falta de oportunidad y de apoyo, recuerda el
caballo de esta historia. No aceptes la tierra que tiraron sobre ti, sacúdela y
sube sobre ella. Y cuanto más tiraren, más iras subiendo, subiendo, subiendo...
alabando, adorando, confiando en el que todo lo puede por nosotros: nuestro
Hacedor y Dios, Padre, Hijo (Jesucristo) y Espíritu Santo.
Muchos
creen que estar atribulados, en apuros, perseguidos y derribados significa
estar derrotados, pero no, podemos evitar la derrota si nos levantamos con el
Espíritu de victoria en Cristo Jesús. Una cosa es perder un round de una pelea,
y otra muy distinta es perder toda la pelea. No nos dejemos asustar e intimar
por las tribulaciones, apuros, persecuciones y todo lo que nos quiere derribar,
sino resistamos en el Nombre del Señor sabiendo que nuestra actitud de victoria
nos guiará a la puerta de la victoria final.
Proverbios
24:16. Porque siete veces cae el justo, y
vuelve a levantarse. Salmo 37:23-24. Por
Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino. Cuando el
hombre cayere, no quedará postrado porque Jehová sostiene su mano.
No
importa cuales sean las situaciones que hoy nos quieren derrotar y abatir, en
el Nombre del Señor Jesucristo, y por obediencia a la Palabra de Dios,
cambiemos la actitud de derrota, negativa por una nueva y bendecida: El
Espíritu de victoria de nuestro Dios. No importa lo que estés atravesando,
por más difícil que parezca. Decide ahora
mismo levantarte en el Nombre del Señor y adoptar una actitud victoriosa en
medio de los tiempos difíciles. Esa es la actitud que el Señor espera de
aquellos que anhelan llegar a disfrutar la bendición final.
Demos
una mirada a la vida de un personaje de la Biblia al que en algún momento de la
vida tuvo en contra todas las circunstancias. La Biblia nos dice que Josafat
amaba mucho a Dios. Josafat seguía a Dios con todo su corazón. Un día cuando
Josafat era rey de Israel, tuvo la oportunidad de verdaderamente confiar en
Dios. El rey Josafat recibió unas noticias que causaron temor. Un día el
guardia que estaba como atalaya de la ciudad trajo una nuevas muy terribles. Un
enemigo venía. Estaban muy cerca de la ciudad los soldados de ese enemigo. El
ejército era grande y poderoso. La situación aparentaba ser temerosa. Lo primero que hizo Josafat fue orar y pedir la ayuda de Dios. Josafat
le pidió a toda la gente que no comiera por un día entero. En lugar de comer
iban a orar y pedir la ayuda de Dios. Después Josafat se paró ante el pueblo y
oró a Dios. Josafat alabó a Dios porque es poderoso y maravilloso. Pidió a Dios
que le ayudara a derrotar a su enemigo. Josafat le dijo a Dios que no haría
nada sin la ayuda de Dios.
Dios
escuchó la oración de Josafat. Dios envió un mensajero llamado Jahaziel para
hablar con toda la gente. Les dijo que escucharan el mensaje de Dios. Dijo: No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese
gran ejército, porque la batalla no es de ustedes sino mía. Dios
les dijo que esperaran hasta al día siguiente para pelear. Dios les dijo que
cuando marcharan a la pelea iban a ver como Dios iba a ganar la batalla por
ellos. Cuando Josafat escuchó las nuevas, se arrodilló y adoró a Dios.
Estaba
muy agradecido por la ayuda de Dios y por la benignidad de Dios para con él y
con el pueblo. Le dio gracias a Dios por ser maravilloso. Temprano la siguiente
mañana, Josafat y su ejército fueron a la pelea como les había dicho Dios. El
rey Josafat le dijo al pueblo que tuvieran confianza en Dios y que le
obedecieran. La gente salió a cantar cantos a Dios y empezaron a tocar música
muy hermosa. Cantaron ante el ejército de enemigos. Los músicos dijeron: “Den gracias al Señor; su gran amor perdura para
siempre.”
Mientras
cantaban Dios puso emboscadas contra los enemigos. Esto quiere decir que vino
otro enemigo y peleó en contra de ellos. Estaban sorprendidos. Los dos enemigos
pelearon hasta que habían sido derrotados los dos. Cuando Josafat y su ejército
llegaron a la orilla donde podían ver, quedaron atónitos con lo que Dios hizo.
Dios había ganado la batalla. Cuando el ejército regresó a la ciudad, alabaron
a Dios y le dieron gracias por haber ganado la batalla por ellos. Tocaron
flautas, panderos y arpas en el templo como alabanza a Dios y para darle las
gracias por haber liberado al pueblo de sus enemigos.
Porque
Josafat amaba a Dios, tuvo paz durante su vida y su reinado. Como Josafat, hay
veces que tenemos miedo. Cuando estamos en esta situación, debemos orar y pedir
la ayuda de Dios como lo hizo Josafat. Josafat no solo pidió la ayuda de Dios
sino que también alabó a Dios diciéndole que era bueno y maravilloso por todas
las cosas que había hecho. También cuando Dios les dijo que hicieran,
obedecieron. Cuando Dios les dijo que esperaran hasta al día siguiente para
marchar a la pelea en contra de sus enemigos, confiaron en Dios y obedecieron
sus mandamientos. Ellos siguieron a Dios y vieron a Dios obrar un milagro.
Josafat amaba a Dios con todo su corazón. Josafat sabía que Dios es el único
que podía salvar al pueblo de su enemigo. Dios ha proveído la manera de
salvarnos a nosotros también.
Nosotros
no tenemos un enemigo como Josafat. Nuestro pecado nos separa de Dios y nos
trae consecuencias. Para salvarnos y quitar la pared que nos separa de Él envió
a Cristo a morir en la cruz por nuestros pecados. Si creemos en Cristo y que
Dios lo resucitó, Él vendrá a nuestras vidas y nos perdonara. Un día nos
llevará al cielo.
Ayer
ya es pasado, ¿Llorar por lo pasado, traerá resultados positivos?, no lo creo,
y es que somos número uno para recordarnos del pasado y permitir que eso nos
afecte para mal. Tu mejor que nadie sabes que no te fue bien, que
hubieras querido que las cosas fueran de otra manera, que nunca te imaginaste
el resultado que daría todo lo que se veía venir, pero ya está, se dio, sucedió, las cosas se dieron no como pensaste, pero ahora el panorama es otro.
Quizá
en algún momento te preguntes: ¿Por qué Dios permitió?, pero yo te invito a que
puedas hacerte otra pregunta: ¿Qué decisiones o acciones tuyas propiciaron
esto?, y es que a veces pareciera que le queremos echar la culpa a Dios por lo
que nosotros mismos hemos decidido, como que Dios tuviera la culpa de que me
haya equivocado o que las cosas me hubieran salido totalmente contrarias a como
hubiera querido. Y es que Dios no tiene la culpa de tus decisiones, tu eres
libre de decidir qué es lo que quieres hacer o no, y eso también implica que
cada decisión que tomes traerá consecuencias; buenas, si son decisiones buenas;
malas, si son decisiones malas, lo más recomendable es ir delante del Señor y
pedirle que nos guie y esperar a que pueda responder. Lastimosamente la mayoría de veces tomamos nuestras propias decisiones
basados en lo que creemos que es lo correcto, olvidándonos de consultar a Dios
y esperar una respuesta de Él.
Algunos
otros se enojan con Dios porque dicen que le consultaron, y es que hay una gran
diferencia entre consultar a Dios y esperar a que El responda a la consulta. La
mayoría quizá pueda consultarle al Señor sobre algo en específico, pero son
pocos los que esperan la respuesta de Dios para esa decisión y se dejan llevar
por lo que creen que es lo mejor. Por todo eso quizá últimamente te sientes un
poco derrotado, como que al no salir las cosas como quisieras te has sentido
defraudado y con un sentimiento de impotencia frente a todo, mas Dios en este
día en especial a través de los versos que leímos al inicio te dice lo
siguiente:
Primero, “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a
memoria las cosas antiguas”, en pocas palabras, olvida de una vez por todas esos malos
episodios, su voluntad no es que estés lamentándote todo el tiempo sobre “lo
que hubiera sido”.
Segundo, “He aquí que yo hago cosa nueva…”, que
difícil asimilar lo que Dios puede y quiere hacer, más cuando nuestra mente
esta nublada por recuerdos del pasado, por eso el Señor en primera lugar nos
insta a olvidar lo pasado, y ahora nos promete que “hará cosa nueva”. Y es que así es el
Señor, mi Dios es un Dios de nuevas oportunidades, que a pesar de nuestros
constantes errores está dispuesto a hacer nuevamente algo precioso en nuestra
vida.
Tercero, “Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la
soledad”, además
de prometernos que hará algo nuevo, también nos recuerda su poder sobrenatural,
en pocas palabras para El no hay nada imposible, lo que para nosotros puede ser
algo que jamás podrá volver a ser, para Dios es de lo más fácil y lo puede
volver a hacer y aun mejor que lo primero. Hoy Dios quiere que olvides el
pasado, te promete que hará algo nuevo y te confirma que su poder es un Poder
Sobrenatural, frente a todo esto, ¿Por qué temer?, ¿Por qué dudar?, ¿Por qué
desfallecer?, lo que Dios dice, lo cumple.
Es
hora de levantarnos y comenzar a creer en lo que Dios puede hacer en nuestra
vida, no limitemos el Poder de Dios, no pensemos que todo está perdido pues El
hace de lo perdido algo NUEVO. Sonríe, sécate las lágrimas, date cuenta que tu Dios es
un Dios Poderosos, Omnipotente y Soberano. La Palabra que Dios quiere que
tu mente y corazón guarden en este día es: “He
aquí que yo hago cosa nueva”.
La
Biblia dice que el cristiano puede vivir en victoria constante: 2 Corintios 2:14. Mas a Dios gracias,
el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros
manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. 1 Corintios 15:57. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria. Dios
nos impregna de victoria para que manifestemos en todo lugar olor a victoria.
El olor “espiritual” es la fragancia percibida por los demás, y no depende de
lo que uno haga sino de lo que fluye de su ser.
Esto
es lo que diferencia al cristiano que vive sobre sus dificultades de aquél que
se rinde vencido debajo de sus dificultades. Deuteronomio 28:1 y 13 dicen: Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de
Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te
prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltara sobre todas las naciones de
la tierra. Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima
solamente, y no estarás debajo, si obedeciereis los mandamientos.
Como
creyentes podemos caracterizarnos por tener una actitud diferente ante las
adversidades de la vida. Esta es una actitud que puede ser aprendida. La vida
del Apóstol Pablo también es un ejemplo de aquellos que vivieron una vida de
victoria. Este hombre de Dios tuvo todo para ser un derrotado y miserable en su
vida, pero vamos a ver en los siguientes pasajes, que de su vida fluía un
espíritu de victoria (no exitista o resultadista, que es otra cosa). El pasaje
de 2 Corintios 4:7-10 revela varias actitudes victoriosas que
podemos aprender:
2 Corintios
4:8-10. Afligidos en
todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no
abandonados; derribados, pero no destruidos; llevando siempre en el cuerpo por
todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se
manifieste en nuestro cuerpo. Entonces,
según la Biblia podemos como creyentes estar: Atribulados mas NO
ANGUSTIADOS; En apuros, mas NO DESESPERADOS; Perseguidos, mas NO
DESAMPARADOS; Derribados, mas NO
DESTRUIDOS.
Recordemos lo que Dios nos habla en la carta a los Romanos en el capítulo 8.
Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, porque la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte. Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne,
Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado,
condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en
nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Los
que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del
Espíritu, en las cosas del Espíritu. El ocuparse de la carne es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz, por cuanto los designios de la carne son
enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco
pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Pero
vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu
de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de
él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa
del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de
aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de
los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su
Espíritu que está en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la
carne, para que vivamos conforme a la carne, porque si vivís conforme a la
carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis.
Todos
los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios, pues no habéis
recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que
habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!»
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si
es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Tengo
por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la
gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse, porque el anhelo ardiente
de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. La
creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del
que la sujetó en esperanza. Por tanto, también la creación misma será libertada
de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto
hasta ahora. Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las
primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos,
esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo, porque en esperanza
fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; ya que lo que
alguno ve, ¿para qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con
paciencia lo aguardamos.
De
igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de
pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles. Pero el que escudriña los corazones sabe cuál
es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede
por los santos.
Más que
vencedores.
Sabemos,
además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es,
a los que conforme a su propósito son llamados. A los que antes conoció, también
los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para
que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a
estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que
justificó, a estos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es
por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas
las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también
resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia,
persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? 36 Como está escrito: «Por
causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de
matadero.»
Antes,
en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por
lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados
ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús, Señor nuestro.
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