Todo buen creyente que lucha y
que se esfuerza por la causa de Cristo está expuesto desalentarse a medida que
avanza a causa de las dificultades, de las pruebas, de sus propios errores o también
por la ausencia de amor y la maldad que impera en el mundo actual. El desánimo o
depresión viene a los hijos de Dios como un arma que utiliza el diablo para
destruir el alma y el corazón y es por eso que debemos levantarnos de esa
condición con la ayuda del Espíritu Santo.
El desánimo es un mal que
ataca a toda clase de persona, y lo hace en cualquier área de su vida, llámese
trabajo, familia, matrimonio, iglesia, estudio, etc. Todos en algún momento,
tenemos que luchar con este enemigo que es el desánimo, el problema es, que
este es uno de los enemigos más peligrosos del hombre y más aún de los
cristianos, que no siempre podemos derrotar. La confusión, el desespero, la
falta de capacidad para tomar decisiones acertadas, los pensamientos se llenan
de temores y deseos hasta de quitarse la vida en algunos casos.
Salmo 42:1-6: Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así
clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de
día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? Me
acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; de cómo yo fui con la
multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de
alabanza del pueblo en fiesta. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas
dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios
mío. Dios mío, mi alma está abatida en mí; me acordaré, por tanto, de ti desde
la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.
Una persona desanimada o
deprimida, literalmente puede perder su trabajo, su familia, su matrimonio, sus
estudios, e incluso su vida. Las personas que luchan con la depresión por lo
general muestran una serie de síntomas que las perturban y a veces las
incapacitan. Algunos de los síntomas clásicos son la pérdida de la energía, la
pérdida del apetito o el comer en exceso, la dificultad para dormir o el dormir
demasiado, y la incapacidad de concentrarse. Tan peligroso es el desánimo que
la Biblia entera está llena de textos que nos dicen: no temas, no desmayes,
levántate, esfuérzate, yo estoy contigo, yo te ayudo. En cuanto a la vida
cristiana el desánimo intenta parar los planes de Dios en cada uno de los hijos
de Dios; pero tenemos de nuestro lado a Dios quien es el que va con nosotros y
en nosotros.
Toda nuestra esperanza y toda nuestra confianza deben ser puestas en él y
en sus promesas reveladas en la Palabra de Dios a través del Espíritu Santo,
nuestro maestro y nuestro ayudador. Filipenses
4:13. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Veamos lo que les sucedió a los
dos discípulos que venían de Emaús y que erraron
en su comprensión de la más grande historia,
porque se preocupaban demasiado de sus desalientos y problemas. Por eso no se
dieron cuenta que la persona que iba con ellos era Jesús. Para colmo, iban en
la dirección equivocada, lejos del compañerismo de los creyentes en Jerusalén.
Nosotros también estamos a punto de perder a Jesús y propensos a alejarnos de
la fortaleza que se halla en otros creyentes, cuando nos preocupan nuestras esperanzas
y planes frustrados. Solo cuando reconocemos a Jesús en medio de
nosotros, será posible experimentar el poder y la ayuda
que Él
puede darnos.
Lucas 24:1-32.
Versión Lenguaje Sencilla (VLS). El domingo, al
amanecer, las mujeres fueron a la tumba de Jesús para llevar los perfumes que habían
preparado. Cuando llegaron, vieron que la piedra que tapaba la entrada de la
tumba ya no estaba en su lugar. Entonces entraron en la tumba, pero no
encontraron el cuerpo de Jesús. Ellas no sabían qué hacer ni qué pensar. De
pronto, dos hombres se pararon junto a ellas. Tenían ropa muy blanca y
brillante. Las mujeres tuvieron tanto miedo que se inclinaron hasta tocar el
suelo con su frente. Los hombres les dijeron: ¿Por qué buscan entre los muertos
al que está vivo? Recuerden lo que Jesús, el Hijo del hombre, les dijo cuando
todavía estaba en la región de Galilea. Él les dijo que sería entregado a
hombres malvados que lo matarían en una cruz, pero que al tercer día iba a resucitar.
Ellas recordaron
esas palabras, y salieron de aquel lugar. Cuando llegaron a donde estaban los
once apóstoles y los otros discípulos, les contaron lo que había pasado. Pero
ellos no les creyeron, sino que pensaron que ellas se habían vuelto locas.
Entre las mujeres estaban María Magdalena, Juana y María, la madre del
discípulo que se llamaba Santiago. Sin embargo, Pedro salió corriendo hacia la
tumba. Al llegar, miró hacia dentro, pero sólo vio las telas con que habían
envuelto el cuerpo de Jesús. Entonces regresó a la casa, asombrado por lo que
había pasado.
Ese mismo día,
dos de los seguidores de Jesús iban a Emaús, un pueblo a once kilómetros de
Jerusalén. Mientras conversaban de todo lo que había pasado, Jesús se les
acercó y empezó a caminar con ellos, pero ellos no lo reconocieron. Jesús les
preguntó: ¿De qué están hablando por el camino? Los dos discípulos se
detuvieron; sus caras se veían tristes, y uno de ellos, llamado Cleofás, le
dijo a Jesús: ¿Eres tú el único en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado en
estos días? Jesús preguntó: ¿Qué ha pasado? Ellos le respondieron: ¡Lo que le
han hecho a Jesús, el profeta de Nazaret! Para Dios y para la gente, Jesús
hablaba y actuaba con mucho poder. Pero los sacerdotes principales y nuestros
líderes lograron que los romanos lo mataran, clavándolo en una cruz. Nosotros
esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Pero ya hace tres días que
murió.
Esta mañana,
algunas de las mujeres de nuestro grupo nos dieron un gran susto. Ellas fueron
muy temprano a la tumba, y nos dijeron que no encontraron el cuerpo de Jesús.
También nos contaron que unos ángeles se les aparecieron, y les dijeron que
Jesús está vivo. Algunos hombres del grupo fueron a la tumba y encontraron todo
tal como las mujeres habían dicho. Pero ellos tampoco vieron a Jesús. Jesús les
dijo: —¿Tan tontos son ustedes, que no pueden entender? ¿Por qué son tan lentos
para creer todo lo que enseñaron los profetas? ¿No sabían ustedes que el Mesías
tenía que sufrir antes de subir al cielo para reinar?
Luego Jesús les
explicó todo lo que la Biblia decía acerca de él. Empezó con los libros de la
ley de Moisés, y siguió con los libros de los profetas. Cuando se acercaron al
pueblo de Emaús, Jesús se despidió de ellos. Pero los dos discípulos
insistieron: ¡Quédate con nosotros! Ya es muy tarde, y pronto el camino estará
oscuro. Jesús se fue a la casa con ellos. Cuando se sentaron a comer, Jesús
tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos.
Entonces los dos
discípulos pudieron reconocerlo, pero Jesús desapareció. Los dos se
dijeron: ¿No es verdad que, cuando él nos hablaba en el camino y nos explicaba
la Biblia, sentíamos como que un fuego ardía en nuestros corazones?
La noticia de la
crucifixión de Jesús se esparció por toda Jerusalén ya que era la semana de
Pascua y peregrinos judíos visitaban la ciudad,
provenientes de todo el Imperio Romano, así se enteraron de su muerte. Este no
era un acontecimiento de poca importancia, que afectara solo a los discípulos,
toda la nación estaba interesada. Los
discípulos de Emaús esperaban que Jesús libraría a Israel de sus enemigos.
Muchos judíos creían que las profecías del Antiguo Testamento señalaban a un
Mesías político o militar; no se dieron cuenta que el Mesías vino para rescatar
a la gente de la esclavitud del pecado. Cuando Jesús murió, por lo tanto,
perdieron toda ilusión. No entendieron que la muerte de Jesús ofrecía la más
grande esperanza.
Estos hombres
sabían que la tumba estaba vacía, pero seguían sin advertir la resurrección de
Jesús porque estaban muy tristes. A pesar de las evidencias, del testimonio de
las mujeres y de las profecías bíblicas que se ocupaban de este hecho, no
creían. Hoy la resurrección sigue sorprendiendo a muchas personas. A pesar de
dos mil años de evidencia y testimonio, mucha gente aún se resiste a creer.
¿Qué más hacía falta? Para estos discípulos fue necesario que el Cristo
viviente se pusiera en medio de ellos. Para muchas personas hoy se requiere la
presencia viva de los cristianos.
¿Por qué llamó
Jesús insensatos a estos hombres? A pesar de que conocían muy bien las
profecías bíblicas, fallaron en entender que el Cristo sufriente era la senda a
la gloria. No podían entender por qué Dios no intervino para salvar a Jesús de
la cruz. Estaban tan atados a la idea de la admiración de un mundo de poder
político y militar, que no estaban preparados para los valores antagónicos del
Reino de Dios, donde el último será primero y donde la vida emana de la muerte.
El mundo no ha cambiado sus valores: el concepto de un siervo sufriente es tan
impopular hoy como lo fue hace dos mil años. Pero no tenemos solamente el
testimonio del Antiguo Testamento que los profetas dieron, tenemos además el de
los apóstoles en el Nuevo Testamento y el de la historia de la Iglesia
cristiana que señalan la victoria de Cristo sobre la muerte. ¿Podemos pasar por
alto los valores de nuestra cultura y depositar nuestra fe en Jesús? ¿O
seguiremos insensatos y confundidos ante sus buenas nuevas?
Después que los
dos discípulos dijeron a Jesús que estaban tristes y confundidos, El les
contestó abriendo las Escrituras y las aplicó a su ministerio. Cuando estamos
confundidos con preguntas o problemas, podemos también recurrir a las
Escrituras y hallar la ayuda oportuna. Si como estos dos discípulos no entendemos
lo que la Biblia dice, podemos buscar a otros creyentes que la conocen y tienen
sabiduría para aplicarla a nuestra situación.
Desde la simiente prometida en el Génesis
3:15, a través del siervo sufriente en Isaías
capítulo 53, al que traspasaron en Zacarías 12:10 y
el
ángel del pacto en Malaquías 3:1,
Jesús vuelve a referir a estos discípulos al Antiguo Testamento. Cristo es el
hilo que atraviesa todas las Escrituras, el tema central que las enlaza.
El Señor pacientemente habló con ellos y no se les reveló sino
hasta cuando llegaran a casa y allí sentado con ellos en la mesa, tomó el pan y
cuando lo partió sus ojos se abrieron. Debemos permanecer en completa rendición
a nuestro Señor Jesucristo y aprender a confiar en sus planes y propósitos para
nuestras vidas. Su amor todo lo llena y todo lo transforma. Este es el
día para ver brillar la gloria de Dios en medio de nuestras vidas, por encima
de nuestras dudas y de nuestros temores, colocando nuestra mirado en nuestro
Señor y Salvador, dando gracias al Señor porque es todo lo bueno y excelente
para nuestras vidas.
Josué 1:5-9. Nadie te
podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré
contigo; no te dejaré, ni te desampararé. Esfuérzate y sé
valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual
juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y
sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo
Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que
seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará
de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él,
para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque
entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira
que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque
Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
Es llamativo descubrir
que podemos llegar a sentirnos solos aunque estemos en medio de muchas personas,
sentirnos abandonados a pesar de estar rodeados por el amor y la atención de
nuestras familias y nuestros amigos, experimentar el sentido de vacío, de
inutilidad, de insensatez, de una vida sin rumbo ni propósito, a pesar de tener
éxito en lo que emprendamos. Hay personas que viven pensando que son
insignificantes, que sus vidas no son importantes. Incluso hay quienes se
sienten como si estuvieran viviendo en un desierto.
También las malas
noticias o una serie de fracasos consecutivos, el ritmo de la vida actual, los
requisitos sociales y económicos cada vez más rígidos, hacen que para muchos
aun los momentos de descanso estén llenos de tensiones y preocupaciones.
Además, el decaimiento de ciertos valores y la propagación de la de
desesperación dejan a muchos en un estado de vulnerabilidad y desorientación.
La explicación para la
mayoría de las situaciones se encuentra en el plano espiritual. Pero es el
espíritu el que nos da la estabilidad, la voluntad y la fuerza para seguir
adelante y vencer, aun cuando las cosas vayan mal o cuando aparezcan problemas
especiales. Si la reserva espiritual está agotada, es decir, si uno ha
descuidado la alimentación del ser interior a través de la Palabra de Dios, dando
más atención al trabajo y otros asuntos cotidianos que a la meditación y la
oración, será muy vulnerable a las enfermedades del espíritu. La separación de
la realidad es la separación de Dios y de nuestra naturaleza espiritual. No ha
de sorprendernos, entonces, que tengamos la sensación de separación del resto
de las personas y experimentemos la soledad interior.
Pero no estamos solos, aunque en este momento nos sintamos así. La medicina viene de parte de Dios, debemos entender que el Señor nos ama, que tiene un propósito bien definido para cada uno, y nos promete su presencia permanente. Pablo dijo que estaba seguro de que nadie ni nada nos puede, ni podrá separar del amor de Dios en Jesucristo. Hebreos 13.5. Nunca te dejaré ni te abandonaré.
Isaías 41:8-13. Pero tú,
Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham
mi amigo. Porque te tomé de los confines de la tierra, y de
tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te
deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque
yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con
la diestra de mi justicia. He aquí que todos los que se enojan
contra ti serán avergonzados y confundidos; serán como nada y perecerán los que
contienden contigo. Buscarás a los que tienen contienda
contigo, y no los hallarás; serán como nada, y como cosa que no es, aquellos
que te hacen la guerra. Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te
sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo.
El miedo ha
formado parte de nuestra historia desde el principio. Para muchos pensadores,
el miedo es la causa principal para que el hombre no desarrolle sus
habilidades. Se le atribuye al miedo la derrota humana en todo aspecto. Sin
embargo el miedo no es una causa, más bien es una consecuencia originada por la
verdadera causa de todos los problemas humanos: el miedo es una consecuencia
del pecado. Génesis 3: 8-10. Luego oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba por el
huerto, al aire del día; y el hombre y la mujer se escondieron de la presencia de
Jehová Dios entre los árboles del huerto. Pero Jehová Dios llamó al hombre y le
preguntó: ¿Dónde estás? El respondió: Oí tu voz en el huerto y tuve miedo,
porque estaba desnudo; por eso me escondí.
El miedo es el resultado de
nuestro desconocimiento de Dios, por lo tanto, en la medida en que
desarrollamos comunión con el Padre Celestial, el temor huirá de nosotros. 1 Juan 4:18. En
el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el
temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el
amor.
Cuando Dios
nos dice “NO TEMAS” más que
simplemente pedirme que no sienta miedo, nos está invitando a conocerlo más, a
pasar más tiempo a solas con él, a compartir con él, pues su promesa es “YO ESTOY CONTIGO”. La mayor de las
promesas de la Biblia inicia con una invitación a no tener temor: Juan 14:1-6. No
se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi
Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a
preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y
sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a
dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
La consecuencia
natural del miedo es a desfallecer, a desmayar, dejar de intentar, a ver los
obstáculos más grandes de lo que son. El Señor nos invita a recordar quién es
él: el Dios que todo lo puede, que está presente, que todo lo sabe, el Dios que
está al control, que nos llena de fortaleza. El mundo es un campo de batalla,
hay luchas externas que oprimen, enfermedades que nos debilitan, dolor físico y
emocional, necesidades materiales, espirituales y sociales. Pero la verdadera
guerra está dentro, con nuestra falta de fe.
Dios desea restaurar
nuestra vida, pero para realizar esa restauración nuestro carácter debe
cambiar, ese proceso es doloroso. Muchas veces, cuando Dios está obrando de
esta manera en nuestra vida, no lo percibimos. Creemos que él está lejos, y
entonces viene el desánimo, dejamos de leer la palabra, no queremos ir a la
iglesia sentimos que Dios no está más con nosotros. Sin embargo, en medio de
esta lucha es cuando Dios está más cerca.
Es por esto que
debemos aferrarnos a Dios y su Palabra. Dios quiere que reposemos y confiemos
en Él en todos nuestros caminos y decisiones. Dios nos acompaña a cada uno de
nosotros, nos da el valor y el auxilio que necesitamos ante las situaciones
adversas de la vida. Él nos defenderá y sostendrá con su justicia frente a
quienes nos quieran hacer daño.
Cuando estamos en
medio de las dificultades es difícil ceder el control a Dios. Entonces es cuando
dudamos, no comprendemos lo que ocurre, si estamos haciendo las cosas de la
mejor manera. Decimos “Señor pero que pasa”. Eso es lo que viene a nuestra
mente.
Es bueno que sepamos
que cuando Dios permite que nuestro mundo se derrumbe, es porque se está
preparando para hacer algo nuevo en nosotros. Cuando permite que se destruyan
las cosas a nuestro alrededor, Él quiere que reconozcamos nuestra dependencia
al Señor.
Debemos aprender a
creer y tener fe en que Dios es nuestro sustento, que dependemos de Él para
todo; si necesitamos alimento, Él es el Pan del cielo; si estamos enfermos, Él
tiene poder sanador; si nos hace falta dinero y cosas materiales, Él nos dice
en su Palabra “Mía es la plata y Mío es el oro” dice el Señor; si necesitamos
compañía, Él me dice “Yo estoy contigo”. Dios el creador de todas las cosas que
existen en los cielos y en el universo nos recuerda que Él tiene cuidado de
nosotros. Bendiciones.
Filipenses 4:19. Mi Dios,
pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo
Jesús.
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