Dios nos ha dado su reino, el cual brilla poderosamente en medio de la oscuridad de nuestro mundo, arrasando con la enfermedad, el pecado, los demonios, la carencia, y la muerte. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 1 Juan 3:8.
El Padre Celestial nos ha hecho partícipes de su reino a través de la salvación que es en Cristo Jesús; Él nos busca, nos perdona, nos sana, nos restaura, nos bendice para que seamos instrumentos para todas las personas que nos rodean. Nos ha hecho parte de la iglesia de Jesucristo, nos ha hecho un llamado, nos ha dado dones y siempre está con nosotros a través del Espíritu Santo, quien nos llena de su presencia, quien nos da la revelación de su palabra, quien nos llena de sabiduría y de entendimiento para vivir la vida que agrada a Dios, la vida que nos conviene; es el Espíritu Santo quien nos consuela, quien nos redarguye, quien nos da los dones espirituales y los dones ministeriales e imparte vida espiritual.
Apocalipsis 1:4-6. Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.
No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Lucas 12:32.
Sin importar las situaciones que estemos enfrentando, sean buenas o malas en cualquier área de nuestras vidas, tenemos unos propósitos y unos planes de parte de Dios, estamos llamados a brillar en el reino de Dios cumpliendo su voluntad para nuestras vidas. Está escrito en la Biblia: Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.… Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Mateo 5:14-16.
Daniel 12:2-3. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.
Podemos decir que el reino de Dios es la atmósfera producida por nuestra relación de obediencia y sumisión al Él. Si tenemos una relación correcta con nuestro Padre celestial, experimentaremos la atmósfera espiritual del cielo en la tierra y podremos transmitir esa atmósfera a quienes están a nuestro alrededor.
Romanos 14:17. Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
El reino de Dios primero debe entrar y gobernar a través del Señor Jesucristo en nosotros, en nuestros corazones, en toda nuestra manera de pensar y actuar, para que luego pueda manifestarse externamente y así podamos cumplir la gran comisión, ganar almas para Dios. Es de esa manera que brillamos para salvación a otros a través del evangelio. Mateo 28:18-20 / Marcos 16:15-20.
Daniel 12:10. Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán. Mateo 6:33. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
¿Qué es el reino de Dios? Es su gobierno soberano en la tierra. En el Nuevo Testamento, el vocablo griego para “reino” es basileía, que significa “realeza”, “gobierno”, “un reino” o “soberanía”, “poder real”. Veamos lo que es un reino terrenal para seguir comprendiendo nuestra posición delante de Dios y de todo lo creado: es influencia, dominio, voluntad y gobierno de un rey o príncipe sobre cierto territorio, con el propósito de gobernar a sus habitantes. No puede haber un rey sin dominio, ni súbditos.
El reino de Dios, es su ámbito y su cimiento de poder en la tierra. Es su dominio o señorío, en el cual Él establece su voluntad en las vidas de su pueblo, aquí y ahora, por medio de la obra redentora de su hijo Jesucristo. Dios gobierna sobre territorios, entidades, y seres humanos. Él gobierna sobre la enfermedad, la pobreza y la opresión. Él es soberano sobre su enemigo espiritual, Satanás (el diablo), quien busca expandir su propio reino de oscuridad en el mundo, para oponerse al reino de la luz de Dios. 1 Pedro 2:9-10. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.
Muchas personas confunden la iglesia que es el cuerpo de Cristo con el reino de Dios. La iglesia está formada por las personas que Dios ha salvado y a quienes le ha revelado un llamamiento y el plan o voluntad divina para sus vidas; es la iglesia la que está llamada a proclamar el mensaje del reino de Dios, es llamada a extender el reino de Dios en medio de las naciones a través de los dones y de los llamamientos. Romanos 11:29. Porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.
Veamos otros textos bíblicos que nos darán más luz.
1 Corintios 12:27. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él. 1 Corintios 12:12,14-20. Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo.… Romanos 12:5. Así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros. Efesios 1:23. La cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo. Efesios 4:12. A fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. Efesios 5:23,30. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo.… Colosenses 1:24. Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros, y en mi carne, completando lo que falta de las aflicciones de Cristo, hago mi parte por su cuerpo, que es la iglesia.
El Señor Jesucristo habló del reino más de cien veces, mientras que a la iglesia se refirió sólo dos veces. Después de su crucifixión y resurrección se quedó en la tierra por cuarenta días antes de ascender al cielo. ¿Qué hizo en este tiempo? Instruyó a sus discípulos acerca del reino. Hechos 1:3. A éstos también, después de su padecimiento, se presentó vivo con muchas pruebas convincentes, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles de lo concerniente al reino de Dios.
Los valores del Reino están expresados con mucha claridad en el Sermón del Monte. Mateo capítulos 5,6 y 7. Este reino Dios lo ofrece a todos los hombres para que lo puedan disfrutar eternamente, porque el deseo de Dios es tener comunión eterna con cada ser humano que ÉL creó.
El reino de Dios se manifiesta a través de quienes hemos aceptado a Jesucristo como Señor y Salvador. El reino se manifiesta a través del perfecto amor que brota de los corazones regenerados por la obra del Espíritu Santo. Se manifiesta a través de la presencia de Dios en medio de nuestras vidas, se manifiesta a través de la fe en la palabra de Dios y de la obra redentora del Señor.
Lucas 17:20–21. Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros. Romanos 8:19. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
Para ver en operación el reino de Dios en nuestras vidas debemos tener un arrepentimiento genuino y una vida consagrada a Dios en obediencia. Sin la experiencia del arrepentimiento y el lavamiento de nuestros pecados por la sangre que se derramó en la cruz, las buenas obras no valen nada delante de Dios. Proverbios 15:8. El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; mas la oración de los rectos es su gozo. Isaías 64:6. Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia.
El Señor Jesucristo llamó a sus doce discípulos y les dio poder y autoridad para sanar toda enfermedad, para sacar fuera todo demonio y para anunciar el reino de Dios.
Lucas 9:1-6. Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y LOS ENVIÓ A PREDICAR EL REINO DE DIOS, Y A SANAR A LOS ENFERMOS. Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas. Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid. Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.
Son las vidas santas, limpiadas por la sangre de Jesucristo quienes pueden ser instrumentos para ser llenadas de la presencia y unción de Dios; es la presencia de Dios que destruye toda obra del diablo, destruye toda obra de pecado y maldad que ataba las vidas. Cuando aparece Dios en una vida, en una congregación todo cambia. Él es nuestro Creador, el Dios Santo, Poderoso, Amoroso y lleno de misericordia. Mateo 18:20. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
La promesa del Espíritu Santo. Juan 14:15-27. Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.
El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
2 Corintios 3:17. Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Isaías 10:27. Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción.
Es necesario que el Señor nos abra nuestros ojos espirituales, hemos sido diseñados como pueblo de Dios a ser el canal de bendición, la sal de la tierra y la luz del mundo a fin de extender el Reino de Dios. Esto significa hacer que cada persona reciba a Cristo como su Salvador personal y aprenda a vivir de acuerdo a los principios de la Palabra de Dios para tenerlo también como El Señor. Esta es la manera bíblica de extender el reino de los cielos en la tierra.
El Espíritu Santo nos está haciendo un nuevo llamado como iglesia para ponernos en la brecha espiritual y trabajar en la extensión del reino de los cielos en la tierra. Que sea el mismo Dios hablándonos a través del siguiente texto bíblico.
Efesios capítulo 1. La obra salvadora de Dios. Versión de la Biblia Dios Habla Hoy (DHH).
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, saluda a quienes en la ciudad de Éfeso pertenecen al pueblo santo y como creyentes están unidos a Cristo Jesús. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen su gracia y su paz sobre ustedes. Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales. Dios nos escogió en Cristo desde antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos y sin defecto en su presencia. Por su amor, nos había destinado a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, hacia el cual nos ordenó, según la determinación bondadosa de su voluntad. Esto lo hizo para que alabemos siempre a Dios por su gloriosa bondad, con la cual nos bendijo mediante su amado Hijo.
En Cristo, gracias a la sangre que derramó, tenemos la liberación y el perdón de los pecados. Pues Dios ha hecho desbordar sobre nosotros las riquezas de su generosidad, dándonos toda sabiduría y entendimiento, y nos ha hecho conocer el designio secreto de su voluntad. Él en su bondad se había propuesto realizar en Cristo este designio, e hizo que se cumpliera el término que había señalado. Y este designio consiste en que Dios ha querido unir bajo el mando de Cristo todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra.
En Cristo, Dios nos había escogido de antemano para que tuviéramos parte en su herencia, de acuerdo con el propósito de Dios mismo, que todo lo hace según la determinación de su voluntad. Y él ha querido que nosotros seamos los primeros en poner nuestra esperanza en Cristo, para que todos alabemos su glorioso poder. Gracias a Cristo, también ustedes que oyeron el mensaje de la verdad, la buena noticia de su salvación, y abrazaron la fe, fueron sellados como propiedad de Dios con el Espíritu Santo que él había prometido. Este Espíritu es el anticipo que nos garantiza la herencia que Dios nos ha de dar, cuando haya completado nuestra liberación y haya hecho de nosotros el pueblo de su posesión, para que todos alabemos su glorioso poder.
Oración por los creyentes
Por esto, como sé que ustedes tienen fe en el Señor Jesús y amor para con todo el pueblo santo, no dejo de dar gracias a Dios por ustedes, recordándolos en mis oraciones. Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, al glorioso Padre, que les conceda el don espiritual de la sabiduría y se manifieste a ustedes, para que puedan conocerlo verdaderamente. Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, poniéndolo por encima de todo poder, autoridad, dominio y señorío, y por encima de todo lo que existe, tanto en este tiempo como en el venidero. Sometió todas las cosas bajo los pies de Cristo, y a Cristo mismo lo dio a la iglesia como cabeza de todo. Pues la iglesia es el cuerpo de Cristo, de quien ella recibe su plenitud, ya que Cristo es quien lleva todas las cosas a su plenitud.
Los principios del Reino de Dios deben ser implantados y vividos por nosotros, para nuestra libertad, para nuestro crecimiento espiritual y para que podamos ser instrumentos en las manos de Dios para la extensión de su reino en las naciones. La Palabra de Dios proporciona los fundamentos de la fe; la sangre del pacto proporciona la salvación del alma; el reino de Dios se concentra en los propósitos originales de la vida; la oración y el desarrollo espiritual sirven para mantener nuestra amistad con Dios; la comisión a la evangelización mundial nos hace mirar más allá de lo que nos rodea, no hace ver las cosas como Dios quiere que las veamos.
Es necesario comprender que el reino de Dios sólo se puede hacer palpable en nuestras vidas cuando nos rendimos al Señor el Espíritu Santo y dejamos que nos guie y nos pastoree. En la Biblia encontramos revelaciones acerca de la presencia y la unción del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo está con nosotros y sobre nosotros. Juan 14:16-17. Entonces Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Consolador (Intercesor) para que esté con ustedes para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni Lo ve ni Lo conoce, pero ustedes sí Lo conocen porque mora con ustedes y estará en ustedes. Nos reviste de poder y autoridad. Hechos 1:8. Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.
El Espíritu Santo nos llena de su vida produciendo en nosotros el fruto de la vida de Dios, que nos hace aptos para vivir en el reino de Dios y así mismo para extenderlo.
Gálatas 5:22-24. El fruto del Espíritu en la conducta cristiana. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
Pero si uno de estos falta es que por que el Espíritu Santo no mora en el creyente. Ningún árbol bueno puede producir malos frutos, todos son buenos. Mateo 7:17. Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos. Bendiciones.
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