Hay
una gran necesidad de recibir una visitación de Dios en medio de su pueblo, sin
importar la clase de tiempos y circunstancias que estemos viviendo, la presencia
del Señor es la necesidad número uno de todas las almas y de la iglesia de
Cristo, pero es necesario poder discernir y entender la voluntad de Dios para
que de esa manera podamos dar pasos de fe y obediencia. A Israel, Dios lo visitó,
pero no entendió su tiempo.
Lucas 19: 41-44. Y
cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si
también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas
ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus
enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te
estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán
en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Anhelemos
un corazón dispuesto, entendido y sensible a la voz y la presencia de Dios y
que podamos decir y vivir como nuestro Señor Jesucristo desea para nuestras
vidas. Salmo 40:8. El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley
está en medio de mi corazón.
¿A quién no le agrada recibir la visita de un buen
amigo? Nos da la oportunidad de ponernos al
día con las noticias y los acontecimientos, refrescar la relación y recordar
experiencias memorables y valiosas. Pero no deja de ser una visita y, por lo
tanto, llega el momento cuando se acaba, obligándonos a volver a la rutina
cotidiana. Sabiendo eso, procuramos sacar el mayor provecho de la oportunidad
que se nos brinda con la visita.
Juan 14:5-21. Le dijo
Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús
le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le
conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos
basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has
conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices
tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?
Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el
Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el
Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.
De cierto, de cierto os digo: El que
en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará,
porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre,
yo lo haré. Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os
dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de
verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero
vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os
dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
Todavía un poco, y el mundo no me
verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En
aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo
en vosotros. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama;
y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
La
Biblia revela que Dios también, de tanto en tanto, visita a su pueblo de manera
especial, haciendo posible un adelanto en la relación íntima con él. Sus
visitas siempre proporcionan, salvación, refrigerio, renovación, restauración,
perdón, misericordia, pero también implican la necesidad de que nos volvamos
más sensibles a su voz, más atentos a lo que desea comunicarnos en esas
ocasiones tan especiales para caminar en obediencia y amor.
¿Quiénes recuerdan alguna de esas ocasiones
especiales de visitación divina? La vida de una persona no es una mera rutina en la cual todo
se desarrolla conforme a un esquema monótono; tiene sus cumbres y sus valles,
sus luces y sus sombras. Hay ocasiones en las que el aprendizaje es más fácil,
la incorporación de nuevas realidades en la vida más factible. Los niños, por
ejemplo, están mucho más dispuestos a aprender cosas nuevas que los adultos.
Los novios están más propensos a escuchar el uno al otro que los que llevan
varios años de vida matrimonial. Un nuevo seguidor de Cristo suele tener hambre
y sed más intensas de Dios y su palabra que una persona que lleva muchos años
de creyente.
La
palabra "visitación" ha estado en boca de muchos en estos últimos
años ¿Es bíblico
hablar de “visitación” en estos últimos tiempos? ¿Por qué asociamos
"visitación" con "volver a redescubrir nuestra relación con
Dios"? Las palabras “visitación”
y “visitar” aparecen unas 85 veces en la Biblia y más de la mitad son
“visitaciones” de Dios. Pero una cosa es segura, que desde la época de Adán
Dios acostumbró visitar al hombre, a veces para bendecir y otras para juzgar la
maldad.
Por
ejemplo, Dios visitó a Sara cuando le dijo que iba a procrear aun en su vejez, Dios
visitó a su pueblo para darles pan en el tiempo de Noemí, la suegra de Rut,
Dios visitó a Ana la madre de Samuel para contestar a la oración de esta mujer,
Dios visitó a su pueblo en los tiempos de la cautividad en Babilonia para
darles libertad y en los días de Jesús nuevamente visitó a su pueblo en
Jerusalén. Después de aquellos días Dios quiere venir a habitar con su iglesia,
con sus hijos a través de la presencia del Espíritu Santo.
En
Éxodo 20:5 nos enseña la Biblia que Dios visita la maldad
de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación. Y Jesús
refiriéndose a la toma de Jerusalén dijo: "...por cuanto no conociste el tiempo
de tu visitación (Lucas 19:41-44) 70 años
después el juicio profetizado se hizo realidad.
Tiempos de refrigerio y restauración. Hechos 3:18-21.
Pero Dios ha cumplido así lo que había antes
anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así
que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para
que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a
Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el
cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que
habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
Tiempos de refrigerio (verso 19) El primer sermón de Pedro en Hechos 2 fue para el comienzo de la era de
la iglesia. Eran tiempos en que se necesitaba un sermón fuerte, palabras que
llevaran al pueblo al arrepentimiento, y la iglesia comenzó a crecer con aquel
primer sermón. Eran tiempos de volver a Dios. Pero el segundo sermón de Pedro
en Hechos 3 es principalmente para la iglesia, no sólo habla de la
necesidad de una conversión sino de la promesa de la segunda venida de
Jesucristo.
Tiempos de refrigerio que servirán para que la iglesia sea renovada, no sólo en su forma,
sino en su pensamiento con respecto a sus hermanos en la fe. Tiempos en los que
cristianos cansados, secos, desanimados estén siendo levantados, restaurados y
llenados de gozo. Tiempos en los que miles de pastores agobiados por el peso de
la obra encuentren un nuevo ánimo para continuar en el ministerio, y lo más
importante; tiempos en los que la iglesia llena de gozo se levantará para
adorar al Señor en un mismo sentir y canto de alabanza.
Tiempos de restauración (verso 20) Pedro nos enseña que justamente antes de la
segunda venida de Cristo se manifestaran tiempos no sólo de refrigerio sino de
restauración, de poder, autoridad y carácter de Cristo. Oremos a Dios pidiendo
que seamos dignos de ser visitados por su Espíritu Santo y que la presencia de
Cristo abunde en nuestros corazones para poder recibir su bendición y hacer su
voluntad para nuestras vidas. Veamos la oración de Israel en tiempos de
angustia, en tiempos difíciles y que nos anime a clamar por la presencia de
Dios en medio de nuestro corazón, en medio de nuestros hogares, en medio de
nuestras congregaciones, en la ciudad y el país en dónde el Señor nos ha
permitido vivir.
Salmo 80. Pastor de
Israel, tú que guías a José como a un rebaño, tú que reinas entre los querubines,
¡escúchanos!¡Resplandece delante de Efraín, Benjamín y Manasés!¡Muestra tu
poder, y ven a salvarnos! Restáuranos, oh Dios; haz resplandecer tu rostro
sobre nosotros, y sálvanos.
¿Hasta cuándo Señor Dios
Todopoderoso, arderá tu ira contra las oraciones de tu pueblo? Por comida, le
has dado pan de lágrimas; por bebida, lágrimas en abundancia. Nos has hecho
motivo de contienda para nuestros vecinos; nuestros enemigos se burlan de
nosotros.
Restáuranos, oh Dios Todopoderoso; haz
resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos. De Egipto trajiste una vid; expulsaste
a los pueblos paganos, y la plantaste. Le limpiaste el terreno, y ella echó
raíces y llenó la tierra. Su sombra se extendía hasta las montañas, su follaje
cubría los más altos cedros. Sus ramas se extendieron hasta el Mediterráneo y sus
renuevos hasta el Éufrates. ¿Por qué has derribado sus muros?¡Todos los que
pasan le arrancan uvas! Los jabalíes del bosque la destruyen, los animales
salvajes la devoran.
¡Vuélvete a nosotros, oh Dios
Todopoderoso!¡Asómate a vernos desde el cielo y brinda tus cuidados a esta vid!
¡Es la raíz que plantaste con tu diestra!¡Es el vástago que has criado para ti!
Tu vid está derribada, quemada por el fuego; a tu reprensión perece tu pueblo. Bríndale
tu apoyo al hombre de tu diestra, al ser humano que para ti has criado. Nosotros
no nos apartaremos de ti; reavívanos, e invocaremos tu nombre. Restáuranos,
Señor, Dios Todopoderoso; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y
sálvanos.
El
plan de Dios para el tiempo del fin incluye un tiempo de Su Gloria, poder
presencia, dones y ministerios de la iglesia. Serán tiempos en que se
restaurarán las vidas de las personas, matrimonios, relaciones familiares, relaciones
entre las iglesias, el liderazgo espiritual de la iglesia, la autoridad
espiritual de la iglesia y muchas otras cosas preparando al mundo para su
venida.
Tiempos de liberación. El Señor dijo en Lucas 4:16-19, que vino a dar libertad a
los cautivos... y a poner en libertad a los oprimidos. El rey David clama a Dios por su perdón (Salmo 32:7) y
está seguro que le librará de su angustia. No todos experimentarán quizás una
manifestación externa, pero sí toda persona sincera y sedienta que aproveche la
visitación del Señor experimentará un volver a dios profundo que dará fruto a
su vida.
Tiempos de receptividad espiritual (Hechos 4:4). Aquí vemos la primera persecución de la iglesia primitiva.
Hay oposición, como siempre en todo mover de Dios, pero la visitación trae una
receptividad espiritual para aquellas personas dispuestas que los lleva a un
volver a Dios, como dice el Señor en Proverbios 1:23. Volveos a mi reprensión;
He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros y os haré saber mis
palabras", cuando hay un volver a Dios
se revela, como consecuencia, un obedecer cada día más al Espíritu Santo. Al
fin de cuentas, un avivamiento no es más que un obedecer al Espíritu Santo. Esta receptividad espiritual nos lleva a
poner en práctica lo que hemos aprendido para ver que hay poder infinito en
Dios y que está a nuestro alcance cuando nos vaciamos de nosotros mismos y
permitimos que el Espíritu Santo tenga el dominio de todo nuestro ser.
De manera que "volver a redescubrir nuestra
relación con Dios" podría significar un avivamiento en nuestra vida y en
la vida de nuestra congregación, nuestra ciudad y aún nuestro país pues un
avivamiento trae: tiempos de refrigerio y restauración, tiempos de liberación,
tiempos de receptividad espiritual.
Con
la llegada de Jesús el Mesías y con el anuncio de que «el reino de los
cielos se ha acercado», Dios determinó un
cambio profundo y maravilloso en la suerte del pueblo de Israel. Quiso cambiar
su lamento en baile, su lloro en cantar. Quiso cambiar las tablas de la ley por
una maravillosa experiencia de la gracia de Dios en el corazón. Quiso acercar
los padres a los hijos y los hijos a los padres, como también tornar más
amorosa y considerada la relación entre maridos y esposas. Quiso aliviar la
carga sobre los apesadumbrados, abrir los ojos de los ciegos y los oídos de los
sordos, a la vez que devolvía la esperanza y felicidad a los desalentados y
descarriados.
Dios es el único que puede determinar cuándo nos
visitará de esa manera especial, a fin de revelar la abundancia de su gracia,
su cuidado y su protección. Nos
toca estar atentos a esas ocasiones cuando Dios obra de una manera que no
habíamos anticipado y nos involucra en su propósito soberano. Esta actitud dispuesta
y receptiva ante el Señor debe caracterizar siempre nuestra relación con él.
Debemos entender que esa visitación divina implica una «puerta» maravillosa,
que no siempre estará abierta, esta también implica un compromiso de apartarnos
para Dios y hacer su voluntad en nuestras vidas y a través de nuestras vidas.
Cuando
Dios visita a su pueblo podemos experimentar un gran avance, un crecimiento
significativo. O la podemos perder y sufrir las consecuencias de una vida
ofuscada y rutinaria en el plano espiritual. Dios ha determinado visitar a su
pueblo. ¿Estaremos listos y dispuestos? Bendiciones.
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