Juan 3:16-21. Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios
a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido
condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Y esta es la condenación: que la luz
vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus
obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no
viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la
verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en
Dios. El amor es sacrificado. El mundo sabe
muy poco acerca de esta dimensión.
El
amor comienza y termina con Dios. Él es su Autor; lo creó como expresión de su
misma naturaleza y desea que compartamos y experimentemos ese don maravilloso
con toda la humanidad. 1 Juan 4:19. Nosotros le amamos a Él, porque
Él nos amó primero.
Al
pensar en esto descubrimos que como humanos tenemos poco en común con Dios. No
somos omniscientes ni omnipotentes ni omnipresentes; pero Dios es amor y El
desea que participemos de ese atributo con El y con los demás. ¡Qué privilegio tan hermoso!
Cuando amamos a otros es cuando más nos parecemos a Dios.
Si
yo le preguntara por qué es que Dios lo creó a usted, ¿qué contestaría? ¿Por
qué nació usted? Usted y yo fuimos creados con el fin de que Dios pudiera
expresar su amor hacia nosotros y que nosotros, a la vez, pudiéramos
corresponder a ese amor. Debido a que Él es amor y a que esa es su naturaleza
en sí, El deseó tener un objeto para su amor. Por eso creo al ser humano, a
usted y a mí. ¿Cómo expresa Dios su amor? De muchas maneras, pero veamos sólo
unas cuantas.
Dios
expresa su amor por medio de la creación. Los árboles, las flores hermosas y
fragantes, las montañas majestuosas, las estrellas fulgurantes, la luna en
todas sus fases, todo eso es expresión de su amor. Dios ha creado para nuestro deleite.
Dios
expresa su amor dotándonos de libre albedrío, dándonos libertad de escoger. Eso
nos parece algo raro, ¿no es así? Acaso sería mejor pensar que su amor es mayor
si hubiera establecido límites más estrechos. No obstante, su amor es tan
grande que nos ha dado libertad para decir que no.
La
maravilla del amor es cuando una persona decide amarnos. Dios se deleita cuando
nosotros decidimos amarlo gracias al libre albedrío con el cual El mismo nos
dotó por su amor. El ama a todos los pecadores.
Dios expresa su amor al permitirnos formar parte de
una familia. Somos parte de una gran familia: Dios es nuestro Padre, Jesucristo
es nuestro Hermano mayor y el Espíritu Santo es el Consolador que mora en
nosotros. El cuerpo de Cristo abarca a muchos hermanos
y hermanas.
Dios
expresó su amor al enviar al Espíritu Santo a morar en nosotros. Cristo dijo
que enviaría a una persona que fuera como El para tomar su lugar y habitar
dentro de nosotros. ¡El no sólo nos amó sino que nos invistió de poder para
amarlo y amar a los demás!
Dios
expresa su amor controlando las circunstancias para nuestro bien y para su
gloria. Romanos 8:28.
Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es,
a los que conforme a su propósito son llamados. Pero pocos captamos en
realidad el significado de que Él nos ama tanto como para hacer que todas las
cosas obren para nuestro bien. Él está vivamente interesado e involucrado en
todo lo que nos interesa y se relaciona con nosotros.
Dios
expresa su amor hacia nosotros al estar involucrado a profundidad en todos los
detalles de nuestra vida.
Dios
expresa su amor hacia nosotros abriéndonos la puerta del cielo. Nosotros nada
tuvimos que ver en el asunto, pero su Hijo continúa ocupado preparándonos un
lugar en la casa de su Padre y nosotros podemos obtenerlo por la gracia de
Dios.
Dios
expresa su amor hacia nosotros por su presencia ininterrumpida en nuestra vida.
Uno de los escritores sagrados lo expresa de esta manera: . . . porque Él dijo:
No
te desampararé ni te dejaré. Hebreos 13:5. Esa Presencia nos
acompaña durante la muerte de nuestros seres queridos, durante las noches de
insomnio por un hijo descarriado, durante los momentos después de recibir malas
noticias de parte del médico, durante las épocas de necesidad económica. Con
mucha frecuencia el dolor tan intenso nos impide estar conscientes de la
realidad, pero eso no impide que Él esté presente.
Necesitamos
ver cómo es ese amor ya que El anhela que nosotros expresemos esa misma calidad
de amor hacia Él y hacia los demás. ¿Cómo es el amor de Dios? su amor es
perfecto, es todo lo que puede ser. Su amor perfecto es un regalo, un obsequio.
Nosotros no podemos ganárnoslo por nuestros méritos. El amor perfecto que Él
nos obsequia es eterno. Necesitamos memorizar este versículo: Jeremías 31:3. Con
amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. El amor de
Dios jamás se extingue.
Pero
va más allá. El amor perfecto y eterno que Dios nos obsequia incondicionalmente
es sacrificado. Allí es donde interviene la cruz: De tal manera amó Dios al mundo que
dio . . . El
desea que nosotros tengamos ese mismo amor sacrificado hacia los demás. No
importa si nos desprecian o no, debemos expresarles nuestro amor. Por supuesto
que el origen sobrenatural de ese tipo de amor es el Espíritu Santo.
Si
eso no fuera suficiente, el amor perfecto, eterno, sacrificado e incondicional
que Dios nos obsequia es inconmensurable. El apóstol Pablo nos asegura que estamos
arraigados y cimentados en amor, y que necesitamos ser plenamente capaces de
comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la
profundidad y la altura de ese amor (Efesios 3:17-18).
Más
adelante añade que ese amor excede a todo conocimiento (v. 19). Estoy convencido de que Pablo indica que
aunque sea necesario captar todas las ramificaciones de ese amor perfecto en
todos los órdenes, es inconmensurable; jamás podremos asimilar todas sus implicaciones.
Su amor es inconmensurable. Pensemos en los adjetivos que describen su amor:
perfecto, gratuito, eterno, incondicional, sacrificado, inconmensurable.
Hemos sido llamados a amar a Dios. Los varones judíos recitaban todas las mañanas
y todas las noches el siguiente versículo: Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón,
y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas (Deuteronomio 6:5). Hemos de amarlo de todo corazón, (con todas nuestras
emociones); de toda nuestra alma, (con toda nuestra personalidad); con todas
nuestras fuerzas consumiéndonos en amor por El.
Y, ¿cómo logramos esas metas en la vida cotidiana? Por la obediencia. En Juan 14 el Señor nos recuerda en
tres ocasiones que el amor significa obediencia. En esencia dice: "No me digan que me aman si deciden
tolerar el pecado". Nuestro amor debe ser
evidente por medio de una confesión instantánea cuando alguien nos señale
nuestro pecado o nosotros lo descubramos. Es entonces cuando Él se convierte en
el centro de mi atención y cuando toda mi energía emocional se dirige hacia Él.
Pero
hay más. No sólo debo amar a Dios, sino que debo amarme a mí mismo: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo (Marcos 12:31). Algunos
dicen: "Eso refleja un espíritu altivo y egoísta", pero el mundo ha
corrompido el concepto del amor propio y lo ha convertido en un lema: "Si
yo no me preocupo por mí mismo, ¿quién lo hará?" La Biblia no enseña eso,
sino un amor sano y limpio debido a que somos la obra maestra del Creador y
dignos de ser amados. Eso se llama autoestima bien enfocada.
¿Sabe usted cómo puede decir alguien si en verdad se
ama como Dios lo prescribe? Por
la forma en que se trata a sí mismo. Si abusa de su cuerpo con el alcohol, el
tabaco u otras drogas, o comiendo demasiado, no se ama tanto como para cuidar
de su cuerpo. Satanás le dice: "No vale la pena que nadie te ame".
Pero Dios ha dicho: "Tú eres mi obra maestra. Te he hecho merecedor de que
mi Hijo muriera por ti; eres increíblemente valioso".
Necesitamos
vernos tal y como Dios nos ve. Nuestro concepto de cuánto valemos no debe
proceder de lo que otros piensen de nosotros sino de lo que Dios dice. Y según
El somos la niña de sus ojos. No sólo hemos sido llamados a amar a Dios y
amarnos a nosotros mismos, sino también a nuestro prójimo.
Quizá
este sea el más difícil de los tres mandatos. En Juan 14, 15, 16 y 17 el Señor Jesús enfatizó que debemos amar a los demás pues así el mundo
se convencerá de que somos cristianos. Cierto que algunos parecen ser más dignos de ser
amados que otros, pero el amor no es una emoción, es una decisión.
Gracias
a un acto de nuestra voluntad y con la ayuda del Espíritu Santo que mora en
nosotros y nos capacita para decidirlo, podemos amar. Debemos preguntar a
aquellos que no parecen muy dignos de nuestro amor. Algunos no pueden aceptar
ser amados; se sienten incómodos con todo tipo de afecto.
A
veces están tan heridos emocionalmente que tienen temor de ser amados; temen
que demandemos amor de parte de ellos y están imposibilitados para amar debido
a los daños emocionales que han sufrido. Pero el amor genuino no espera ser
amado como respuesta, así que de todas maneras debemos amarlos.
El
Señor no se limita a demandar que amemos a nuestros prójimos, sino también a
nuestros enemigos. Este es un llamado sobrenatural y debemos depender de que el
Espíritu Santo nos dé la capacidad para amarlos. Si creemos que el amor es un sentimiento, tenemos
problemas ya que nuestros sentimientos son volubles y fluctúan.
Pero la decisión de hacer algo por los demás puede
ser firme, a pesar de nuestros sentimientos. Cuando suena el despertador en una mañana fría y lluviosa,
nos alistamos para ir a trabajar, nos guste o no nos guste. Por medio de un
acto de nuestra voluntad hacemos a un lado las cobijas y ponemos los pies en el
suelo. Con frecuencia, amar a
otros demanda el mismo tipo de disciplina y determinación.
El
amor es superior a las lenguas de los hombres tan estimadas por algunos
corintios, y aun a las lenguas del cielo mismo. El lenguaje humano o angélico,
por importante o exaltado que sea, es "como metal que resuena, o címbalo
que retiñe" (un ruido sin
significado) si no hay amor. Lo que edifica el cuerpo de
Cristo no es la lengua elocuente, sino el amor sincero. La voz del amor es música dulce para los oídos
de Dios.
Sin
duda alguna los dones espirituales eran importantes, porque por medio de ellos
se revelaba, se confirmaba y se enseñaba la voluntad de Dios. Los que poseyeron
la fe milagrosa (la que podía mover montañas, Mateo 17:20)
sanaron enfermos e hicieron otras maravillas para confirmar la palabra y
avanzar la obra, pero estos dones no valían nada si no había amor. Si no había
amor ¿con qué propósito se utilizaban? Los hermanos que fueron motivados por el
amor usaron los dones para la gloria de Dios, para salvar almas y para edificar
la iglesia.
Es
muy posible hacer sacrificios personales y practicar toda clase de benevolencia
con propósito malo (Mateo 6:1-18). Si
ofreciéramos el cuerpo para ser quemado como hicieron los jóvenes hebreos (Daniel 3),
sería completamente inútil si no fuéramos motivados por el amor bíblico. No hay
nada que pueda sustituir el amor. Es indispensable. Dice Pedro, "Y ante
todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrir multitud de pecados" (1 Pedro
4:8).
En
el Nuevo Testamento hay varias palabras que se usan y que en nuestro idioma se
traducen "amor". Una de ellas es la palabra griega "filos" que se traduce amor, pero se refiere al amor filial, es
decir, el amor entre familiares, amigos; la otra palabra que se usa es "eros" que también se traduce "amor", pero aquí se refiere al
amor sensual, carnal; sin embargo, el término que usa el apóstol Pablo en 1 Corintios 13
es "ágape" que también se traduce "amor", pero aquí se refiere al
amor incondicional, al amor que se entrega sin esperar recompensa, el amor que
hace que la persona ponga sus recursos para bendición del prójimo y no esperar
sacarle ventajas a la otra persona.
Cuando
la Biblia dice que Dios nos amó, está diciendo que Dios puso todos los recursos
del cielo para que los pecadores fuéramos beneficiados no sólo en esta vida,
sino también en la eternidad. La Biblia dice en Juan 3:16: "Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo
aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna"
Las Cualidades y la Conducta del Amor de acuerdo a
lo que nos enseña la primera carta a los Corintios en capítulo 13.
Como persona. 1 Corintios 13:4-7 describe la "conducta" del
amor verdadero. Pablo presenta el amor como si fuera una "persona". Al leer este texto nos conviene sustituir la palabra "amor" con el nombre nuestro. ¿Cómo es el amor verdadero? ¿Cómo es
usted, cómo soy yo? Obsérvese también que cuando Pablo describe el amor, todas
las características o cualidades nombradas tienen que ver con nuestra relación
unos con otros.
Es sufrido. "Todo
lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta", ser paciente, sufrido, soportar, tener largura de ánimo, la
longanimidad es aquella cualidad de dominio propio frente a la provocación que
no toma apresuradas represalias ni castiga con celeridad; es lo opuesto a la
ira, y está asociada con la misericordia". Proverbios 16:32. "Mejor
es el que tarda en airarse que el fuerte; Y el que se enseñorea de su espíritu,
que el que toma una ciudad".
La persona sufrida tiene mucha paciencia
con personas que no son razonables. 2 Pedro 3:15, "Tened entendido que la
paciencia (longanimidad) de nuestro Señor es
para salvación". Por lo tanto, "con toda humildad y mansedumbre
soportándoos con paciencia (longanimidad) los unos a los
otros en amor".
Es benigno,
el amor activo, una disposición benigna de corazón, o de bondad en los hechos,
no meramente bondad como una cualidad, sino la bondad en acción, una benignidad
que se expresa en actuaciones concretas". Jesús dedicó su vida a los actos
de bondad. Hechos 10:38. "Este anduvo haciendo
bienes". Lucas 6:35. "Amad, pues,
a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y
ser vuestro galardón grande, y seréis
hijos del Altísimo; porque ‚él es benigno para con los ingratos y malos" El buen samaritano es un buen ejemplo de la benignidad (Lucas 10).
No tiene envidia. 1 Corintios 13:4. Hay otra palabra que se traduce
"envidia": "Phthonos, envidia, es el sentimiento de disgusto
producido al ser testigo u oír de la prosperidad de otros". Esta segunda
palabra significa "la envidia que desea privar al otro de lo que tiene, en
tanto que el celo desea poseer lo mismo". Es obra de la carne (Gálatas 5:20),
y evidencia de la carnalidad (1
Corintios 3:3). "Porque donde hay celos y contención, allí hay
perturbación (confusión) y toda obra perversa" (Santiago
3:16). ¿Cuántos se sienten descontentos y aun
mortificados por la prosperidad y otras ventajas de sus propios hermanos en
Cristo? No quieren obedecer Romanos
12:15.
Recuérdense
los ejemplos de envidia: los hermanos de José, el hermano mayor del hijo
pródigo, los judíos que crucificaron a Jesús y persiguieron a los apóstoles (Mateo 27:18; Hechos 5:17,18;
13:45; 17:5). El amor verdadero (el cristiano
verdadero) no tiene envidia.
No es jactancioso, no se envanece. Aunque pudiera hablar en lenguas no se
jactaba, no se envanecía. “Phusioo”, hinchar, se usa de hincharse de orgullo, 1 Corintios 4:6, 18,19; 5:2; 8:1; 13:4; en Colosenses
2:18 se traduce 'hinchado. Había problema serio de
esto en la iglesia en Corintio. No obedecieron la enseñanza de Romanos 12:3, "que
no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí
con cordura".
Les
preguntó Pablo, "Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que
no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo
hubieras recibido?" (1 Corintios 4:7). Aun los apóstoles
cayeron en la tentación de querer elevarse unos sobre otros (Mateo 18:1-4; 20:20-25; Lucas
22:24-27). Uno de los requisitos para ser anciano
tiene que ver con esto (1 Timoteo 3:6). Recordemos
siempre que "Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes
de la caída la altivez de espíritu" (Proverbios 16:18). Por estar envanecidos algunos hermanos no quieren
confesar sus faltas unos a otros (Santiago 5:16). "Estimando cada uno a los demás como superiores a él
mismo" (Filipenses 2:3).
No
hace nada indebido. "No se porta indecorosamente" (La Biblia de las Américas). Nunca es vergonzosa su conducta. "He aquí,
yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que
no ande desnudo, y vean su vergüenza" (Apocalipsis. 16:15). Romanos
13:13, "Andemos como de día,
honestamente" decentemente, "no en contiendas y envidia". 1
Tesalonicenses 2:12, "y os encargábamos que
anduvieseis como es digno de Dios", "a fin de que os conduzcáis
honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada". Efesios
5:3,4, ".como conviene a santos". Los que tienen verdadero
amor no practican cosas indecentes o indecorosas, que no convienen, que no son
apropiadas para el cristiano. El amor no se porta indecorosamente.
No busca lo suyo. No es egoísta. El
egoísmo es la causa de muchos pecados. Es el pecado que podemos ver fácilmente
en otros pero difícilmente lo vemos en nosotros mismos. Romanos 15:1-3, "los
que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no
agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo
que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí
mismo". 1 Corintios 10:24, "Ninguno
busque su propio bien, sino el del otro". Filipenses 2:4, "no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada
cual también por lo de los otros";
"porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo
Jesús". Jesús enseña la abnegación de sí (Mateo 10:39; 16:24). El que tiene verdadero amor dedica su vida
(su tiempo, su energía, sus recursos) a la causa de Cristo. 2 Corintios 8:5, "a sí mismos se dieron primeramente al Señor". 2 Timoteo 3:1,2, "vendrán tiempos peligrosos. Porque
habrá hombres amadores de sí mismos".
No se irrita, no guarda rencor ("no toma en cuenta el mal
recibido"). No "lleva las cuentas" de las ofensas para poder
recordarlas (para vengarse, o para vivir con amargura y resentimiento).
Practica el dominio propio. "Mejor es el que tarda en airarse que el
fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad" (Proverbios
16:32). Si
algún hermano quiere ser anciano de la iglesia no puede ser iracundo (Tito
1:7). No siempre se toma en serio el temperamento
(genio) fuerte - aún se bromea acerca del hermano o hermana que se enoja
fácilmente -- pero es asunto serio.
No se goza de la injusticia, más se goza de la
verdad. No se regocija cuando alguien peca, no
halla placer en el pecado de nadie, porque "toda injusticia es pecado"
(1 Juan
5:17). Cristo murió para limpiarnos de toda
injusticia (1 Juan 1:9). Los que poseen el
verdadero amor saben que los que practican la injusticia no pueden heredar el
reino de Dios (1 Corintios 6:10). "La ira de Dios se revela desde el
cielo contra toda impiedad e injusticia" (Romanos 1:18).
¿Cómo,
pues, puede el cristiano gozarse de la injusticia? Al contrario, se abstiene de
toda forma de iniquidad (1 Tesalonicenses 5:22). La actitud del cristiano se expresa en Sal. 45:7; 119:104. Se goza de la verdad. La compra y no la vende (Proverbios 23:23). Ama la verdad (2
Tesalonicenses 2:10). Sabe que la verdad nos hace
libres (Juan 8:32).
Todo
lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. "Y ante todo,
tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrir multitud de pecados" (1 Pedro 4:8). El que tiene verdadero amor enseña, exhorta,
amonesta y corrige el mal. Practica la disciplina. No "pasa por alto"
el pecado en la iglesia como si no existiera. No cierra los ojos al pecado.
Pero es paciente, tolerante (2
Timoteo 2:24,25).
Como
Jesús soportó a los apóstoles; como Pablo soportó a las iglesias; como nosotros
mismos queremos que otros nos soporten. El amor cree y confía en sus hermanos.
Cree lo mejor y no lo peor acerca de ellos. No es sospechoso. También espera lo
mejor, espera que crezcan para hacer los cambios que deben hacer.
Que
nuestro deseo y nuestro accionar sean conforme al perfecto amor del Padre Celestial, que es en
Jesucristo y que ha sido revelado a nuestros corazones por medio del Espíritu
Santo a través de la Palabra de Dios. Bendiciones.
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