Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

Compasión°



Mateo 9:35-38. Traducción en lenguaje actual (TLA). Jesús tiene compasión de la gente. Jesús recorría todos los pueblos y las ciudades. Enseñaba en las sinagogas, anunciaba las buenas noticias del reino de Dios, y sanaba a la gente que sufría de dolores y de enfermedades. Y al ver la gran cantidad de gente que lo seguía, Jesús sintió mucha compasión, porque vio que era gente confundida, que no tenía quien la defendiera. ¡Parecían un rebaño de ovejas sin pastor! Jesús les dijo a sus discípulos: «Son muchos los que necesitan entrar al reino de Dios, pero son muy pocos los discípulos para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más

Veamos la definición de compasión, misericordia: - verbo rajam (µj'r;, 7355) -, «tener compasión, ser misericordioso, sentir lástima». Las palabras que se derivan de esta raíz se encuentran 125 veces en todas partes del Antiguo Testamento. El radical también se halla en asirio, acádico, etiópico y arameo. Una vez el verbo se traduce «amor»: «Te amo, oh Jehová» (Salmos 18:1. Traducción en lenguaje actual (TLA). ¡Dios mío, yo te amo porque tú me das fuerzas!).

Rajam también se encuentra en la promesa que Dios hace a Moisés de declararle su nombre: «Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente» (Éxodo 33:19. RVR60). Por eso oramos: «Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias, que son perpetuas» (Salmo 25:6. RVR60); y también Isaías profetiza la restauración mesiánica: «Con gran compasión te recogeré, pero con misericordia eterna me compadeceré de ti, dice tu Redentor Jehovah» (Isaías 54:7-8. RVA).

En la Biblia es una cualidad divina y a la vez humana y este vocablo es traducción de los vocablos hebreo hµmal y rahméÆm, que también se traducen “piedad”, “perdonar”, “apiadar”, “misericordia”, etc., de manera que compasión, piedad, y misericordia pueden considerarse como sinónimos. En el Nuevo Testamento los vocablos más frecuentes en griego son eleeoµ (y cognados), traducido “tener compasión”, “tener misericordia”, y eleos, que siempre se traduce “misericordia”. oikteiroµ aparece dos veces y se traduce “tener misericordia”, y oiktirmoµn tres veces con el significado “misericordioso” y “compasivo”.

Los profetas y otros hombres de Dios eran profundamente conscientes de la maravilla de la misericordia de Dios para con los hombres pecadores. Enseñaban que cualquiera que hubiese experimentado esto se sentiría obligado a tener compasión de sus semejantes, en especial del “huérfano, la viuda, y el extranjero” (frecuentemente mencionados juntos, como en Deuteronomio 10:18; 14:29; 16:11; 24:19; Jeremías 22:3, etc.), y también de aquellos que se encuentran en la pobreza o sufriendo aflicción (Salmo 146:9; Job 6:14; Proverbios 19:17; Zacarías 7:9–10; Miqueas 6:8). No cabe duda, según las frecuentes referencias en Deuteronomio, que Dios esperaba que su pueblo mostrase compasión no solamente el uno para con el otro, sino también a los extranjeros que vivían entre ellos. En las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, especialmente en la parábola del buen samaritano (Lucas 10), se ve claramente que la compasión han de demostrarla sus discípulos hacia cualquiera que necesite de su ayuda. Ha de ser semejante a la de él, no solamente al no hacer diferencias entre personas, sino también en que se expresará en acciones (1 Juan 3:17) que incluso pueden representar un sacrificio personal.

El hombre no fue creado para el dolor, la enfermedad y la muerte, sino para ser feliz y vivir una vida radiante y no hay felicidad plena sin libertad, de manera que para que el hombre fuera el ser libre y dichoso que Dios había previsto, puso en marcha un proceso de recuperación de la criatura caída, el plan del salvación a través del obra expiatoria del Señor Jesucristo, el eterno Hijo de Dios hecho hombre, fue precisamente la respuesta a la necesidad del ser humano para lograr la plenitud hacia el que apuntaba el propósito del Creador y que es ser semejantes a su Hijo Jesucristo.

Nuestro Señor Jesucristo vino para redimir al hombre del pecado y de la muerte, vino para asumir su dolor, su extravío, y su condenación, pero cuando marchaba hacia la cruz en la que realizaría la obra de la redención, no pudo sustraerse de sufrir con los hombres todo el dolor que la miserable condición de su humanidad les infligía; nuestro Salvador tomó todos nuestros sufrimientos, nuestros dolores y nuestros pecados en sí mismo entregando su vida por amor en aquella cruz y comprándonos a precio su poderosa y santa sangre para que podamos tener vida eterna y estar cón el Padre Celestial por la eternidad.

Isaías 61:1-3. Traducción en lenguaje actual (TLA). Anuncio de la salvación a Israel. El fiel servidor de Dios dijo: «El espíritu de Dios está sobre mí, porque Dios me eligió y me envió para dar buenas noticias a los pobres, para consolar a los afligidos, y para anunciarles a los prisioneros que pronto van a quedar en libertad» Dios también me envió para anunciar: “Éste es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación, y para vengarse de nuestros enemigos”» Dios también me envió para consolar a los tristes, para cambiar su derrota en victoria, y su tristeza en un canto de alabanza» Entonces los llamarán: “Robles victoriosos, plantados por Dios para manifestar su poder”.

El capítulo 9 llega a su fin con esta conmemorable escena donde se deja ver la gran compasión de nuestro Señor y Dios Jesucristo. El versículo 35 de este capítulo nos presenta un resumen de lo que nuestro Señor ha venido haciendo desde que inició su ministerio así como describe su triple función: predicar, enseñar y sanar: Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Mateo nos recalca lo incansable que era su misión al recorrer todas las ciudades y aldeas.

Lucas 4:1-21. Traducción en lenguaje actual (TLA). Jesús vence al diablo. El Espíritu de Dios llenó a Jesús con su poder. Y cuando Jesús se alejó del río Jordán, el Espíritu lo guió al desierto. Allí, durante cuarenta días, el diablo trató de hacerlo caer en sus trampas, y en todo ese tiempo Jesús no comió nada. Cuando pasaron los cuarenta días, Jesús sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: —Si en verdad eres el Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan. Jesús le contestó: —La Biblia dice: “No sólo de pan vive la gente”.

Después el diablo llevó a Jesús a un lugar alto. Desde allí, en un momento, le mostró todos los países más ricos y poderosos del mundo, y le dijo: —Todos estos países me los dieron a mí, y puedo dárselos a quien yo quiera. Yo te haré dueño de todos ellos, si te arrodillas delante de mí y me adoras.

Jesús le respondió: —La Biblia dice: “Adoren a Dios, y obedézcanlo sólo a él.” Finalmente, el diablo llevó a Jesús a la ciudad de Jerusalén, hasta la parte más alta del templo, y allí le dijo: —Si en verdad eres el Hijo de Dios, tírate desde aquí, pues la Biblia dice: “Dios mandará a sus ángeles para que te cuiden. Ellos te sostendrán, para que no te lastimes los pies contra ninguna piedra.”

Jesús le contestó: —La Biblia también dice: “Nunca trates de hacer caer a Dios en una trampa.” El diablo le puso a Jesús todas las trampas posibles, y como ya no encontró más qué decir, se alejó de él por algún tiempo.

Jesús comienza su trabajo. Jesús regresó a la región de Galilea lleno del poder del Espíritu de Dios. Iba de lugar en lugar enseñando en las sinagogas, y toda la gente hablaba bien de él. Y así Jesús pronto llegó a ser muy conocido en toda la región. Después volvió a Nazaret, el pueblo donde había crecido.

Un sábado, como era su costumbre, fue a la sinagoga. Cuando se levantó a leer, le dieron el libro del profeta Isaías. Jesús lo abrió y leyó: «El Espíritu de Dios está sobre mí, porque me eligió y me envió para dar buenas noticias a los pobres, para anunciar libertad a los prisioneros, para devolverles la vista a los ciegos, para rescatar a los que son maltratados y para anunciar a todos que: “¡Éste es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación!”»

Jesús cerró el libro, lo devolvió al encargado y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga se quedaron mirándolo. Entonces Jesús les dijo: «Hoy se ha cumplido ante ustedes esto que he leído.»

De repente la ardua tarea de liberación de Jesucristo se interrumpe cuando visualiza a una gran multitud que poseía diferentes necesidades. Podemos imaginarnos las incontables personas que recibieron alivio de sus azotes, cuántos de ellos habían sido sanados de diferentes enfermedades, otros habían sido liberados de espíritus malignos y muchos otras habían recibido la palabra de Dios directamente de los labios del Gran Maestro recibiendo alivio para sus cansadas y sedientas almas. Pero ahora aquí lo vemos contemplando a una gran cantidad de personas que venían a Él esperando un toque divino.

La palabra griega que la RVR60 traduce como multitudes es ójlos (χλος) y se utilizaba para denotar un gran numero incontable de personas. Posiblemente Jesús se encontraba en una colina donde podía visualiza a esta gran multitud. Mateo dice que cuando los vio sintió compasión por ellas. En este texto la palabra griega de donde se traduce compasión es splanjnídsomai (σπλαγχνίζομαι) la cual literalmente significa “se le movieron las entrañas”. Así de grande es la compasión de Jesús que incluso sus entrañas se movieron al ver la condición terrible de aquellas personas. En muchas ocasiones leemos como Jesús tuvo una y otra vez compasión de las personas (Mateo 9:36; 14:14; 15:32; 20:34; Marcos1:41; Lucas 7:13) y hasta el momento lo sigue teniendo por cada uno de nosotros. Su enorme misericordia es una característica que identifica el ministerio de nuestro Señor.

Jesús tuvo compasión de ellas porque las vio desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Por un lado estas palabras denotan la gran necesidad física y espiritual que distinguían a estas personas. Además de esto también se ve la necesidad que estas tenían de un pastor que las guiara y protegiera. No es la primera vez que aparece la figura de la oveja sin pastor en la Biblia.

En el Antiguo Testamento se presenta en varias partes la figura de las ovejas sin pastor (Números 27:17; 1 Reyes 22:17; Zacarías 10:2) y en Ezequiel 34 Dios reprende al liderazgo judío por descuidar al pueblo al cual los compara como ovejas sin pastor. Se esperaba que los líderes religiosos llevaran al descanso a las almas abatidas por el pecado en Israel por medio de mostrarles el camino de Dios; sin embargo, no fue así, antes eran vistos como sucios pecadores a los cuales ni siquiera se les querían acercar, y en lugar de practicar la justicia y misericordia, las cargaban con una serie de tradiciones y cargas religiosas que los arrastraban más al infierno, por ello Jesús tuvo compasión de ellas.

La gran necesidad de obreros


Mateo 9:37-38. Traducción en lenguaje actual (TLA). Jesús les dijo a sus discípulos: «Son muchos los que necesitan entrar al reino de Dios, pero son muy pocos los discípulos para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más discípulos, para que compartan las buenas noticias con toda esa gente.»

Estos versículos reflejan una gran necesidad que hasta el día de hoy continúa permaneciendo: La necesidad de obreros calificados para la obra de Dios. La necesidad mostrada por las almas agobiadas y la falta de líderes que les dirigiesen a los caminos de salvación hizo que se dirigiera a sus discípulos y les dijera: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos. Desde siempre la necesidad de hombres y mujeres dispuestos a guiar a su pueblo ha sido un factor común. Desde que el Señor libero a su pueblo Israel de Egipto y lo introdujo en la tierra que les había prometido la necesidad de un guía espiritual ha sido clave.

Durante el ministerio de Moisés y Josué, Israel tuvo un líder que los pastoreo de acuerdo a su voluntad; pero muertos estos, la nación tuvo muy pocos que se interesaron en mostrarles el camino de vida. Basta ver la historia de este pueblo a través del Antiguo Testamento para corroborar este hecho. Por ejemplo, después de la muerte de Josué el pueblo rápidamente se perdió y se volvió a los ídolos por lo que Dios constantemente los disciplinaba levantando una nación que los escarmentara. En este periodo encontramos a los jueces que ayudaron a Israel en este tiempo difícil, pero muerto el juez, la nación volvía a perderse. En el tiempo de los reyes podemos encontrar muy pocos que guiaron a Israel por el buen camino, generalmente la moral se fue degradando hasta terminar en la deportación a Babilonia.

Hoy en día la necesidad de obreros es grande, la necesidad de predicar a Cristo es inmensa pero muy pocas personas están dispuestas a esforzarse por llevar este mensaje hasta las almas necesitadas. A lo mejor estamos rodeados por religiosos o mercenarios del evangelio que lo único que buscan es su propio provecho, otros quizás permanecen indiferentes ante la necesidad, solo les importa sus propios intereses y no quieren complicarse la vida. Pero, ¿qué decisión tomaremos ante este desafío? Nuestro Señor les dijo a sus discípulos lo que tenían que hacer: Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.

El surgimiento de nuevos obreros requiere oración. Generalmente, cuando en el Nuevo Testamento se habla de orar a Dios, se utiliza la palabra proseújomai (προσεύχομαι); pero en este caso, la palabra rogad se traduce de la palabra déomai (δέομαι) la cual denota una oración que expresa un ruego de una alma en gran angustia. Nuestras oraciones nunca serán iguales, todo depende de lo que estemos pidiendo y la necesidad que tengamos. No es lo mismo orar por los alimentos que orar por un familiar que está agonizando. No es lo mismo orar por algún proyecto que hacerlo cuando nuestra vida depende de ello. Muchas oraciones tal vez no denotan gran angustia en nuestra vida, pero otras nos impulsan a que derramemos lágrimas y grandes ruegos por recibir nuestra petición. Jesús les decía a sus discípulos que era necesario rogar, clamar con lágrimas y gran fervor a Dios el milagro que levante obreros comprometidos, dispuestos a pagar el precio del servicio y que sepan guiar a su pueblo por el camino de santidad. Esto debe ser una prioridad en nuestra vida, ya que hasta el momento sigue siendo una realidad en nuestro tiempo: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos.

Nuestro Señor Jesucristo mostró su compasión cuando estuvo aquí en la tierra hacia muchas personas y lo sigue haciendo todavía, al ser nuestro sumo sacerdote. Nosotros como hijos y seguidores de Dios, debemos mostrar esta misma compasión hacia los que están perdido en sus pecados, al predicarles el evangelio, también por aquellos que tienen necesidades materiales, al ayudarles en sus necesidades, lo mismo por aquellos que nos ofenden, al perdonar sus pecados. Demostremos que tan compasivos somos con nuestro prójimo.

Lucas 10:25-31. Traducción en lenguaje actual (TLA). El buen samaritano: un extranjero compasivo. Un maestro de la Ley se acercó para ver si Jesús podía responder a una pregunta difícil, y le dijo: — Maestro, ¿qué debo hacer para tener la vida eterna? Jesús le respondió: — ¿Sabes lo que dicen los libros de la Ley? El maestro de la Ley respondió: — “Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que vales y con todo lo que eres, y cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo.” ¡Muy bien! — respondió Jesús —. Haz todo eso y tendrás la vida eterna.

Pero el maestro de la Ley no quedó satisfecho con la respuesta de Jesús, así que insistió: — ¿Y quién es mi prójimo? Entonces Jesús le puso este ejemplo: «Un día, un hombre iba de Jerusalén a Jericó. En el camino lo asaltaron unos ladrones y, después de golpearlo, le robaron todo lo que llevaba y lo dejaron medio muerto» Por casualidad, por el mismo camino pasaba un sacerdote judío. Al ver a aquel hombre, el sacerdote se hizo a un lado y siguió su camino. Luego pasó por ese lugar otro judío, que ayudaba en el culto del templo; cuando este otro vio al hombre, se hizo a un lado y siguió su camino» Pero también pasó por allí un extranjero, de la región de Samaria, y al ver a aquel hombre tirado en el suelo, le tuvo compasión. 34 Se acercó, sanó sus heridas con vino y aceite, y le puso vendas. Lo subió sobre su burro, lo llevó a un pequeño hotel y allí lo cuidó»

Al día siguiente, el extranjero le dio dinero al encargado de la posada y le dijo: “Cuídeme bien a este hombre. Si el dinero que le dejo no alcanza para todos los gastos, a mi regreso yo le pagaré lo que falte.”» Jesús terminó el relato y le dijo al maestro de la Ley: — A ver, dime. De los tres hombres que pasaron por el camino, ¿cuál fue el prójimo del que fue maltratado por los ladrones? — El que se preocupó por él y lo cuidó — contestó el maestro de la Ley. Jesús entonces le dijo: — Anda y haz tú lo mismo.

La compasión es el principio fundamental ético de las relaciones de uno con otras personas y con todos los seres vivientes. Éste es el principal aspecto del amor en la Tierra y el primer criterio según el cual Dios decide: permitir a una persona acercarse a Él o no. El causar daño injustificado a las personas o a otros seres nunca puede tener justificación ante los ojos de Dios. Pero ¿qué es causar daño justificado entonces? La venganza no puede ser justificada: es una reacción egocéntrica de mi «yo» ofendido, que no debe existir.

Por lo general, la capacidad de conmovernos ante las circunstancias que afectan a los demás se pierde progresivamente, parecería ser que la compasión sólo se tiene por momentos aleatorios. En este sentido, recuperar esa sensibilidad requiere acciones inmediatas para lograr una mejor calidad de vida en nuestra sociedad.

La compasión supone una manera de sentir y compartir, participando de los tropiezos materiales, personales y espirituales que atraviesan los demás, con el interés y la decisión de emprender acciones que les faciliten y los ayuden a superar estos problemas. Los problemas y las desgracias suceden a diario: las fuerzas naturales, la violencia entre los hombres y los accidentes. La compasión, en estos casos tan lamentables, nos lleva a realizar campañas, colectas o prestar servicios para ayudar en las labores humanitarias.

Sin embargo, no debemos confundir compasión con lástima, ya que no son lo mismo. En este sentido, podemos observar las desgracias muchas veces como algo sin remedio y sentimos escalofrío al pensar que sería de nosotros en esa situación, sin hacer nada, en todo caso, pronunciamos unas cuantas palabras para aparentar condolencia. Por otra parte, la indiferencia envuelve paulatinamente a los seres humanos, los contratiempos ajenos parecen distantes, y mientras no seamos los afectados, todo parece marchar bien. Este desinterés por los demás, se solidifica y nos hace indolentes, egoístas y centrados en nuestro propio bienestar.

No obstante, aquellas personas que nos rodean necesitan de esa compasión que comprende, se identifica y se transforma en actitud de servicio. Podemos descubrir este valor en diversos momentos y circunstancias de nuestra vida, quizás resulten pequeños, pero cada uno contribuye a elevar de forma significativa nuestra calidad humana: realizar una visita a un amigo o familiar que ha sufrido un accidente o padece una grave enfermedad: más que lamentar su estado, debemos estar pendientes de su recuperación, visitarlo a diario, llevando alegría y generando un clima agradable.

Si somos padres, debemos tener una reacción comprensiva ante las faltas de nuestros hijos, ya sean por inmadurez, descuido o una travesura deliberada. Reprender, animar y confiar en la promesa de ser la última vez que ocurre. Si somos profesores, debemos ser conscientes de la edad y las circunstancias particulares de nuestros alumnos, corrigiendo sin enojo pero con firmeza la indisciplina, y a su vez, poniendo todos los recursos que se encuentran a nuestro alcance para ayudar a ese joven con las dificultades en el estudio.

Viviendo a través de la compasión reafirmamos otros valores: como la generosidad y el servicio por poner a disposición de los demás el tiempo y recursos personales; la sencillez porque no se hace distinción entre las personas por su condición; solidaridad por tomar en sus manos los problemas ajenos haciéndolos propios; comprensión porque al ponerse en el lugar de otros, descubrimos el valor de la ayuda desinteresada. Aunque la compasión nace como una profunda convicción de procurar el bien de nuestros semejantes, debemos crear conciencia y encaminar nuestros esfuerzos a cultivar este valor tan lleno de oportunidades para nuestra mejora personal:

Evita criticar y juzgar las faltas y errores ajenos. Procura comprender que muchas veces las circunstancias, la falta de formación o de experiencia hacen que las personas actúen equivocadamente. En consecuencia, no permitas que los demás "se las arreglen como puedan" y haz lo necesario para ayudarles. Observa quienes a tu alrededor padecen una necesidad o sufren contratiempos, determina cómo puedes ayudar y ejecuta tus propósitos.

Centra tu atención en las personas, en sus necesidades y carencias, sin discriminarlas por su posición o el grado de efecto que les tengas. Rechaza la tentación de hacer notar tu participación o esperar cualquier forma de retribución, lo cual sería soberbia e interés. Visita centros para la atención de enfermos, ancianos o discapacitados con el firme propósito de llevar medicamentos, alegría, conversación, y de vez en cuando una golosina. Aprenderás que la compasión te llevará a ser útil de verdad, lleva siempre en tu corazón una palabra de parte de Dios.

La compasión enriquece porque va más allá de los acontecimientos y las circunstancias, centrándose en descubrir a las personas, sus necesidades y padecimientos, con una actitud permanente de servicio, ayuda y asistencia, haciendo a un lado el inútil sentimiento de lástima, la indolencia y el egoísmo, pon en uso los dones, los talentos y el llamamiento que te ha hecho el Padre Celestial.

El juicio de las naciones. Mateo 25:31-46. Traducción en lenguaje actual (TLA). Cuando yo, el Hijo del hombre, regrese, vendré como un rey poderoso, rodeado de mis ángeles, y me sentaré en mi trono. Gente de todos los países se presentará delante de mí, y apartaré a los malos de los buenos, como el pastor que aparta las cabras de las ovejas. A los buenos los pondré a mi derecha, y a los malos a mi izquierda. Entonces yo, el Rey, les diré a los buenos: “¡Mi Padre los ha bendecido! ¡Vengan, participen del reino que mi Padre preparó desde antes de la creación del mundo! Porque cuando tuve hambre, ustedes me dieron de comer; cuando tuve sed, me dieron de beber; cuando tuve que salir de mi país, ustedes me recibieron en su casa; cuando no tuve ropa, ustedes me la dieron; cuando estuve enfermo, me visitaron; cuando estuve en la cárcel, ustedes fueron a verme.”

Y los buenos me preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer? ¿Cuándo tuviste sed y te dimos de beber? ¿Alguna vez tuviste que salir de tu país y te recibimos en nuestra casa, o te vimos sin ropa y te dimos qué ponerte? No recordamos que hayas estado enfermo, o en la cárcel, y que te hayamos visitado.”

Yo, el Rey, les diré: “Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo, a quienes yo considero como hermanos, es como si lo hubieran hecho para mí.”

Luego les diré a los malvados: “¡Aléjense de mí! Lo único que pueden esperar de Dios es castigo. Váyanse al fuego que nunca se apaga, al fuego que Dios preparó para el diablo y sus ayudantes. Porque cuando tuve hambre, ustedes no me dieron de comer; cuando tuve sed, no me dieron de beber; cuando tuve que salir de mi país, ustedes no me recibieron en sus casas; cuando no tuve ropa, ustedes tampoco me dieron qué ponerme; cuando estuve enfermo y en la cárcel, no fueron a verme.”

Ellos me responderán: “Señor, nunca te vimos con hambre o con sed. Nunca supimos que tuviste que salir de tu país, ni te vimos sin ropa. Tampoco supimos que estuviste enfermo o en la cárcel. Por eso no te ayudamos.”

Entonces les contestaré: “Como ustedes no ayudaron ni a una de las personas menos importantes de este mundo, yo considero que tampoco me ayudaron a mí.” Esta gente malvada recibirá un castigo interminable, pero los que obedecen a Dios recibirán la vida eterna.


Bendiciones.

Honestidad o rectitud del creyenteª

1 Crónicas 29:17a. Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada.

Una persona de integridad vive correctamente, no está dividida, ni es una persona diferente en circunstancias diferentes. Una persona de integridad es la misma persona en privado que lo que es en público. El término Rectitud significa ¨Carácter de aquello que es recto y justo en el sentido ético o mora, esto hace referencia a la transparencia que cada creyente debe tener en todos sus actos.
La persona de corazón recto excluye de sí la hipocresía, el engaño y todo acto de mal procedencia, lamentablemente muchos han caído en el engaño de cuidarse de los hombres, olvidándose que Dios es quien conoce lo que hay dentro del corazón.

En el Sermón del Monte, Jesús habló de los que eran "de limpio corazón" (Mateo 5:8), lo que sugiere una actitud clara de seguimiento de los mandatos de Dios. La integridad, por lo tanto, no solo implica una actitud clara, sino una pureza moral también.

La Biblia está llena de referencias a la integridad, el carácter y la pureza moral. Considere solo unas pocas referencias del Antiguo Testamentos a la integridad. En 1 Reyes 9:4, Dios instruye a Salomón que ande "en integridad de corazón y en equidad", como hizo su padre. David dice, en 1 Crónicas 29:17: "Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada". Y en el  Salmos 78:70-72 leemos que David "los apacentó conforme a la integridad de su corazón, los pastoreó con la pericia de sus manos".

La rectitud de corazón forma parte de aquellas cualidades más gratas que puede poseer una persona, ella garantiza confianza, seguridad, respaldo, confidencia, integridad. Si alguna vez debemos hacer un listado de las cualidades que nos gustaría encontrar en las personas o mejor aún, que nos gustaría poseer, seguramente enunciaremos la rectitud.

En este sentido, la rectitud es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y la conducta que se observa hacia el prójimo, que junto a la justicia, exige en dar a cada quien lo que le es debido. En nuestra vida encontramos a diario actitudes deshonestas como la hipocresía, alguien que aparenta una personalidad que no tiene para ganarse la estimación de los demás; o la mentira; el simular trabajar o estudiar para no recibir una llamada de atención de los padres o del jefe inmediato; el no guardar en confidencia algún asunto del que hemos hecho la promesa de no revelarlo; no cumpliendo con la palabra dada, los compromisos hechos y la infidelidad.

Ser deshonestos nos lleva a romper los lazos de amistad establecidos, en el trabajo, la familia y en el ambiente social en el que nos desenvolvemos. Incluso, la convivencia bajo estos parámetros se torna imposible, pues ésta no se da, si las personas somos incapaces de confiar unos en otros.

Ser de corazón recto significa ser sinceros en todo lo que decimos y hacemos: fieles a las promesas hechas en el matrimonio, en la empresa o negocio en el que trabajamos y con las personas que participan de la misma labor; actuando justamente en el comercio y en las opiniones que damos respecto a los demás. Los que nos rodean esperan que nos comportemos de forma seria, correcta, justa, desinteresada, con espíritu de servicio, pues saben que siempre damos un poco más de lo esperado.

Dios espera y merece honestidad. Salmo 51:6, "He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría". El ser deshonesto con alguien es tan dañino y duradero como las heridas físicas. Proverbios 25:18, "Martillo y cuchillo y saeta aguda es el hombre que habla contra su prójimo falso testimonio". El Señor no aprueba la deshonestidad en los negocios. Proverbios 20:23, "Abominación son a Jehová las pesas falsas, y la balanza falsa no es buena".

Sea honesto y franco. 1 Tesalonicenses 2:3, "Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño". 2 Corintios 8:21, "Procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres".

La honestidad está involucrada en dos de los mandamientos. Está en la Biblia, Éxodo 20:15-16, "No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio". Los líderes valoran a aquellos que dicen la verdad. Proverbios 16:13, "Los labios justos son el contentamiento de los reyes, y éstos aman al que habla lo recto".

La verdad es de más valor que la adulación. Proverbios 28:23, "El que reprende al hombre, hallará después mayor gracia que el que lisonjea con la lengua". Los hijos de padres honestos son felices. Proverbios 20:7, "Camina en su integridad el justo; sus hijos son dichosos después de él".

Diga la verdad siempre. Proverbios 12:13-14, "El impío es enredado en la prevaricación de sus labios; más el justo saldrá de la tribulación. El hombre será saciado de bien del fruto de su boca; y le será pagado según la obra de sus manos".

Las ganancias fraudulentas son agradables sólo por poco tiempo. Proverbios 20:17, "Sabroso es al hombre el pan de mentira; pero después su boca será llena de cascajo". Las riquezas obtenidas deshonestamente no duran mucho tiempo. Proverbios 21:6, "Amontonar tesoros con lengua mentirosa es aliento fugaz de aquellos que buscan la muerte".

Haga las cosas como Dios quiere. Proverbios 11:1, "El peso falso es abominación a Jehová; más la pesa cabal le agrada". Dios valora al máximo la honestidad. Proverbios 21:3, "Hacer justicia y juicio es a Jehová más agradable que sacrificio".

Si realmente pretendemos ser honestos y rectos en toda nuestra manera de vivir, debemos empezar por enfrentar y asumir con valor nuestros defectos, buscando aquella manera que resulte más eficaz para superarlos, llevando a cabo acciones que mejoren todo aquello que afecta a nuestra persona y como consecuencia, a nuestros semejantes. Ello supone aprender a rectificarnos ante un error y cumplir con nuestras labores grandes y pequeñas sin hacer distinción.

Si podemos gestar un ambiente cálido y confiable, sostenido por relaciones basadas en la honestidad, nos llevará a crecer como personas, espiritualmente, constituyéndonos en verdaderos hombres y mujeres de bien.

La sociedad actual en la que vivimos, se rige en un mundo alejado del temor a Dios, olvidándose de la rectitud, en consecuencia de ello, podemos notar cómo las personas de ahora forjan un futuro en base de engaños y traiciones, no les importa hacer lo que sea necesario con tal de obtener lo que quieren. Esta actitud egocéntrica produce insensibilidad ante el prójimo, en lugar de adoptar un sentimiento de culpa por sus malos actos, se mofan y burlan de las personas que mantienen altos valores cristianos, dándose cumplimiento a la palabra que dice:     ¨En lugar de hacerse sabio se hicieron necios¨

La Iglesia de hoy también está siendo atacada por la falta de rectitud, temor a Dios; Ya que multitud de líderes religiosos, buscan obtener más miembros para sus congregaciones en base de sermones que no exhortan el pecado, conociendo que están atacando la verdadera naturaleza del evangelio que confronta a los pecadores con su pecado.

Por ello el cristianismo no es religiosidad, es marcar la diferencia entre lo recto y lo que no es recto y para aprender RECTITUD es necesario recordar el evangelio de Salmos 119:7 ¨Te alabaré con Rectitud de corazón cuando aprendiere tu justo juicio¨

En los capítulos 28, 29 de 1 Crónicas observamos los consejos finales que da el rey David a su hijo Salomón quien será el próximo rey de Israel. Son los últimos consejos antes de morir, David tiene buena vejez, lleno de días, de riquezas y glorias (29:28). Entre todos los consejos que este padre, que por experiencia ha aprendido es que lo que agrada a Dios es que sobre todo, las cosas deben hacerse con rectitud de corazón.

En el 28:20 el rey David recuerda a Salomón la promesa que Dios dio a José, a Moisés, a Josué y que nos ha sido dada a nosotros, “Yo estaré contigo” pero hay algo que Salomón debe hacer, esforzarse, ser valiente, no temer, no desmayar, y hacer lo que Dios le ha mandado hacer, pero hacerlo con un corazón recto. Si lo haces con corazón recto (29:17), yo siempre te apoyare, defenderé y te bendeciré. Aquí está el elemento que determina la validez de lo que hacemos, “corazón recto”.

Este es otro elemento que se une al amor sin el cual nada de lo que hacemos tiene valor delante de Dios (1 Corintios 13:1-3) y a la fe sin la cual todo lo que hacemos tiene valor (Hebreos 11:6). Este aspecto del corazón recto, íntegro, perfecto, santo y puro es más abarcador, porque en el corazón se anidan los pensamientos, los sentimientos y se toman las decisiones, el amor, la fe, y estos dos últimos son expresiones de lo que hay en el corazón. En fin, podemos unir los tres aspectos, porque hay un cuarto elemento que viene a ser como sinónimo, y es la santidad, “sin santidad nadie vera al Señor”.

David le dice a su hijo Salomón, una cosa debes cuidar, una cosa debes guardar, una cosa debes mantener apartada de lo que no agrada a Dios, el corazón, porque de él mana la vida. Pero ese corazón debe ser recto, temeroso de Dios, apartado para las cosas sagradas, obedientes a la voz de Dios y dedicado solo para hacer la voluntad de aquel que lo eligió como rey. David expresa gratitud a Dios por haber escogido a su hijo Salomón para dar posteridad al reino (28:4-7). Ante tan soberana elección, Salomón debe cumplir uno de los requisitos de un rey, regirse a la voluntad del que lo eligió, teniendo una copia de su ley, leyéndola cada día, y sometiéndose y viviéndola cada día ante el pueblo (Deuteronomio 17:14-20): reconociendo a Dios como su único Dios y sirviéndole con corazón recto.

Quiere decir que Dios no está empeñado en ver todo lo que hacemos para él, las grandes cosas que hacemos para él, las muchas actividades en que estuvimos involucrados, los muchos ministerios que realizamos, la gran cantidad de personas que dirigimos, y todas las hazañas que hicimos con tal de ganar la batalla. Dios no se impresiona por las muchas mañanas que te levantaste para orar, ni por las veces que leíste la Biblia, ni por los muchos evangelismos que hiciste, ni por las veces que predicaste o enseñaste o cantaste.

Él no puede ser engañado, pues si tú hiciste todo lo anterior mientras tu corazón no era recto, de nada te sirve, nada se te reconocerá porque en nada agradaste a Dios. La Biblia dice que Salomón llego a ser el rey más sabio y más grande de todos los tiempos, con todo, no todo será recompensado y reconocido como cosas buenas y agradables a Dios, solo aquello que hizo con corazón recto, santo, temeroso, y apartado del mal.

Cuan equivocados estamos al creer que por estar en los mejores puestos de liderazgo o por participar en todos los ministerios, o por ser la persona número uno de la iglesia o de quien depende muchas personas, o por ser la persona más admirada, Dios te aplaudirá, te premiará y te felicitará. Estoy seguro que cuando estemos frente a nuestro Señor Jesucristo, en el tribunal de Cristo, donde cada cristiano será examinado para ser recompensado por las cosas buenas que hizo en la tierra mientras tenía un corazón recto y santo, nos llevaremos tremendas sorpresas.

Es probable que aquellas personas más sencillas, humildes, que aparentemente, casi nada hacían en la iglesia, pero lo poco que hacían, lo hacían con un corazón santo, limpio, recto, temeroso, apartado, integro; serán recomenzadas con más galardones que aquellos que se consideraban los número uno en todo.

No es la cantidad lo que sorprende a Dios sino la calidad con se hacen las cosas. Aunque, no debemos descartar que haya personas escogidas y dotadas por Dios que no solo tuvieron o tienen un corazón puro, recto, sincero, íntegro, y honesto con que hacen las cosas, sino que Dios los ha puesto en lugares de influencia, impacto, liderazgo, y no se apartan de ser fieles y leales a Dios hasta la misma muerte. Cuando tu veas a una persona que ama, respeta, y es fiel a Dios en todo, y que cada cosa que hace lo hace con corazón recto, perfecto, temeroso y apartado del mal, a esa persona imitad, porque esta persona está imitando a Jesucristo.

Pablo, es la única persona que se atrevió a decir que podía ser imitado porque él imitaba a Jesús. Es más, el mismo apóstol dijo, e “imitad a los que se conducen” de buena manera, o sea con corazón recto. ¿Cómo está tu corazón? ¿Es recto tu corazón delante de Dios al punto que cada cosa que haces agradas a Dios?

La rectitud es lo que agrada a Dios, porque cuando se ama a Dios con un corazón recto se da voluntariamente todo a Dios (29:16). ¿Qué de tu vida no le has dado a Dios todavía? ¿Qué esperas para entregárselo con voluntad y espontaneidad? Si es tu corazón, es lo mejor que puedes entregar, si es tu familia, es lo más grande que puedes entregar.

Si tu corazón no está recto delante de Dios, recuerda, todo lo que haces por muy grande e importante que sea, carece de valor y no agrada a Dios. Así que, pide perdón a Dios y dile que renueve, limpie y purifique tu corazón hoy mismo.

Lo que debe ser recto delante de Dios son los pensamientos, los sentimientos y las decisiones (mente, alma y voluntad) y si no lo está, Pablo dice, “despojémonos del hombre viejo” “revistámonos del hombre nuevo, el hombre interior”. Tú tomas la decisión sobre la clase de corazón que deseas tener. Bendiciones.