Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

"Hay recursos suficientes en tu corazón". Por el pastor Watchman Nee.



Filipenses 4:10-13. En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

¿Sabes tú que hay recursos suficientes dentro de tu corazón para enfrentar la demanda de toda circunstancia en que te podrías encontrar? ¿Sabéis amigos, que el Espíritu dentro de vosotros es Dios mismo? ¡Que nuestros ojos se abran para ver la grandeza del don de Dios! ¡Que podamos descubrir la vastedad de los recursos escondidos en nuestro propio corazón! Yo podría gritar de júbilo al pensar que el Espíritu que mora en mí no es una mera influencia sino una persona viva; ¡que es el mismísimo Dios! ¡El Dios infinito dentro de mi corazón! No se cómo comunicarles la dicha de este conocimiento, de que el Espíritu Santo que mora en mi corazón es una persona. Solo puedo repetir: es una persona. Oh amigos, me gustaría repetíroslo cien veces: ¡El Espíritu de Dios que mora en mí es una persona! Yo soy solo un vaso de barro, pero dentro de este vaso de barro llevo un tesoro inefable: el mismo Señor de gloria.

Romanos capítulo 8. Viviendo en el Espíritu. Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.

Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.

Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !!Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.

Más que vencedores. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

Todo afán y la preocupación de los hijos de Dios cesarían si sus ojos se abrieran para ver la grandeza del tesoro escondido en su corazón. ¿Sabes tú que hay recursos suficientes dentro de tu corazón para enfrentar la demanda de toda circunstancia en que te podrías encontrar? ¿Sabes que hay poder suficiente allí para hacer temblar el universo? Permíteme decírtelo otra vez – Y lo digo con la mayor reverencia – tú que has nacido de nuevo, del Espíritu de Dios, ¡tú llevas a Dios en tu corazón!

Mateo 6:25-34. El afán y la ansiedad. Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

Toda la liviandad de los hijos de Dios acabaría también si repararan en la grandeza del tesoro depositado en ellos. Si tienes poco dinero en el bolsillo, puedes andar contento por la calle, conversando libremente en el camino, sin cuidar especialmente tu manera de andar. Importa poco si pierdes tu dinero, porque hay poco en juego. Pero si llevas muchísimo dinero, muy distinta sería la situación y muy distinta toda tu manera de conducirte. Habría gran alegría en tu corazón, pero no caminarías descuidadamente; y, de vez en cuando, irías más lentamente para poner la mano en el bolsillo, palpar de nuevo tu tesoro y proseguir tu marcha con gozosa seriedad.

En los días del Antiguo Testamento había centenares de carpas en el campamento de Israel, pero había una muy distinta de todas las demás. En las carpas comunes podía uno hacer lo que quería: comer, o ayunar, trabajar o descansar, estar gozoso o sobrio, ruidoso o silencioso. Pero aquella otra carpa imponía reverencia y respeto. Uno podía entrar y salir de las demás carpas conversando en voz alta y riendo libremente, pero al acercarse a aquella carpa especial se caminaba con más seriedad., y al encontrarse frente a ella, el israelita inclinaba la cabeza en solemne silencio. Nadie podía tocar aquella carpa impunemente. Si cualquier hombre o bestia se atrevía a tocarla, la muerte era su pena segura. ¿Qué ocurría con aquella carpa? Era el templo del Dios vivo. En cuanto a la carpa en sí, no tenía nada en particular, pues exteriormente era de material común, pero el grande Dios la había elegido para hacerla su morada.

¿Te das cuenta ahora de lo que sucedió en tu conversión? Dios entró en tu corazón. Y lo hizo su templo. En los días antiguos Dios moraba en un templo hecho de piedras; hoy El mora en un templo compuesto de creyentes vivos. Cuando de veras entendamos que Dios ha hecho de nuestros corazones su morada, ¡Que profunda reverencia inundará nuestras vidas! Toda liviandad, toda frivolidad, y aun todo deseo de agradarnos a nosotros mismos cesará al saber que nosotros somos el templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en nosotros. ¿Te has dado cuenta cabal de que, dondequiera que vayas llevas contigo al Espíritu Santo de Dios? No llevas simplemente tu Biblia contigo, ni siquiera buenas enseñanzas acerca de Dios, sino a Dios mismo.

La razón porque muchos cristianos no experimentan el poder del Espíritu, aunque El more verdaderamente en su corazón, es la falta de reverencia. Y les falta la reverencia porque sus ojos no se han abierto  al hecho de aquella presencia. Es un hecho real, pero no lo han visto. ¿Por qué algunos cristianos viven vidas victoriosas mientras otros viven en constante derrota? La diferencia no se explica por la presencia o ausencia del Espíritu (porque El mora en el corazón de cada hijo de Dios) sino en esto: en que algunos se han dado cuenta de su presencia y otros no. La verdadera revelación de la presencia del Espíritu  revolucionará la vida de cualquier cristiano.

SALMO 91. Morando bajo la sombra del Omnipotente. El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; Mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada.  Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisarás; Hollarás al cachorro del león y al dragón. Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación.

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