El Libro de Esdras narra los
eventos ocurridos en la tierra de Israel durante el tiempo del regreso de la
cautividad babilónica y los años subsecuentes, cubriendo un período de
aproximadamente un siglo, comenzando en el 538 a.C. El énfasis en Esdras está en
la reconstrucción del Templo. El libro contiene extensos registros
genealógicos, principalmente con el propósito de establecer las reclamaciones
al sacerdocio por parte de los descendientes de Aarón.
Esdras 3:11. Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y
diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre
Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se
echaban los cimientos de la casa de Jehová.
El Libro de Esdras es una
crónica de esperanza y restauración para los cristianos cuya vida está
cicatrizada por el pecado y la rebelión contra Dios, hay una gran esperanza en
que nuestro Dios es un Dios de perdón, un Dios que no nos dará la espalda
cuando lo busquemos quebrantados y arrepentidos. 1 Juan 1:9. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel
y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
El regreso de los
israelitas a Jerusalén y la reconstrucción del Templo se repiten en la vida de
cada cristiano que regresa de la cautividad del pecado y la rebelión contra
Dios, y lo encuentra, dándole una amorosa bienvenida a casa. Sin importar
cuánto hayamos estado ausentes, Él está listo para perdonarnos y recibirnos de
nuevo dentro de Su familia. Él está dispuesto a mostrarnos cómo reconstruir
nuestras vidas y resucitar nuestros corazones, donde está el templo del
Espíritu Santo. Al igual que en la reconstrucción del Templo en Jerusalén, Dios
supervisa el trabajo de renovación y re-dedica nuestras vidas a Su servicio.
La oposición de los
adversarios de Dios para la reconstrucción del templo, despliega un patrón que
es típico de aquel que es el enemigo de nuestras almas. Satanás usa a aquellos
que parecen estar en sincronización con los propósitos de Dios para retarnos e
intentar frustrar los planes de Dios. Esdras 4:2. Vinieron a Zorobabel y a los jefes de casas paternas, y
les dijeron: edificaremos con vosotros, porque como vosotros buscamos a vuestro
Dios, y a él ofrecemos sacrificios desde los días de Esar-hadón rey de Asiria, que
nos hizo venir aquí. Describe el discurso
engañoso de aquellos que dicen adorar a Cristo, pero cuya intención real es
destruir, no construir. Debemos estar en guardia contra tales engañadores,
responderles como lo hicieron los israelitas, y rehusar ser engañados por sus
suaves palabras y falsas profesiones de fe.
Es indiscutible que Dios,
el Dios de la Biblia, tiene trazado desde el comienzo de su creación, y que se
encuentra delineado en cada página de la Biblia, un plan maestro para este
planeta. Una muestra de este plan se halla en las palabras de Juan en Apocalipsis 13:8 que dicen: "Y la adoraron todos los moradores de la tierra
cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del cordero que fue
inmolado desde el principio del mundo." Todos sabemos que el Cordero de
Dios es Jesucristo y que fue inmolado hace casi dos mil años, y aun mucho antes
de la caída de los primeros padres. Así, en los planes de Dios, el Cordero
había de ser sacrificado, y todo lo preconoció de antemano Dios, planeándolo
cuidadosamente y desde la misma creación del mundo!
Nada escapa al
conocimiento de Dios, por lo que el futuro no le es desconocido para Él. Dios supo
que el hombre caería en pecado, pero simultáneamente planeó la redención del
hombre con muchísima anticipación. Cristo, su Hijo Unigénito, sería quien
cumpliría con este propósito y por eso permitió que naciera como hombre para
enseñarnos, en suma, el camino para la salvación (Hebreos 5:8,9; 2:10).
Desde el principio el
hombre ha desobedecido a Dios para seguir su propio camino, y ¿cuál ha sido el
resultado? ¡La muerte! Dios no ha creado al hombre para que muera, sino para
que viva para siempre en este planeta. La muerte, trágicamente, es nuestro peor
enemigo que produce mucha tristeza a los vivos. Sin embargo, el sendero andado
por la humanidad ha sido el errado, y el que le ha conducido hacia ese fin.
Adán, el representante de la raza humana, transmitió el germen del pecado y la
muerte a todos sus descendientes, y todos pecaron (Romanos 3:23).
El plan de Dios para el
hombre era que este se multiplicara y llenara la tierra y la hiciera un
verdadero paraíso, en donde el ser humano, hecho a la misma imagen y semejanza
de Dios, disfrutara de toda cosa buena hecha para él y su descendencia (Génesis 1:28).
La Biblia comienza
diciendo: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Génesis 1:1). Luego nos sigue diciendo que la tierra fue
creada para que fuese habitada (Isaías 45:18). La palabra principio no nos dice cuando fue aquel
principio, pero sin duda se refiere a un pasado sin fecha, cuando todo fue
creado por Dios.
La palabra hebrea para
crear es "bara", y en su propio y primario sentido significa aquel acto divino de la
creación absoluta sin el uso de material preexistente. En otras palabras, Dios
creó la materia "en el principio". Creó lo material de la nada con sólo ordenarlo. Lo
visible de la creación fue hecho de lo que no se ve (Hebreos
11:3). El hombre fue creado en
el "sexto día" después de los animales. Sin duda
que la obra maestra de Dios en su creación fue el ser humano, pues fue hecho a
la imagen y semejanza de Su Creador. A éste el Eterno Dios lo puso en la tierra
no para que se quedara ocioso sino para que la "guardase", junto con
la mujer a quien el Eterno llamó "ayuda idónea", Eva. La
orden de Dios era la de procrear y llenar la tierra con hijos y tuvieran
dominio sobre las bestias del campo y labraran la tierra.
La Primera Ley Divina: de manera clara Dios le prohibió a la primera pareja humana que comieran
de cierto árbol de "la ciencia del bien y del mal". Su violación sería la muerte. ¡Muerte física y espiritual! La primera
pareja humana recibió una orden expresa de Dios: "De
todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del
mal no comerás; porque el día de que él comiereis ciertamente morirás." Esta fue la primera ley divina que debía ser obedecida, porque de eso
dependía la vida. La obediencia de esa ley divina traería felicidad y paz con
el Creador, y su violación, la ruptura con Él.
El Primer Pecado. Habiendo dado una ley
suprema, su violación constituiría el pecado. La Biblia dice claramente
que "Todo
el que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de
la ley" (1 Juan 3:4). La Biblia nos dice
que Adán y su mujer desobedecieron a Dios y a Su ley, lo que significó su
pecado y muerte. De este modo, por la necedad del hombre mismo, la muerte ha
seguido reinando. El salario o pago del pecado no es otra cosa que la misma
muerte (Romanos 6:23), y por eso todos moriremos algún día (Hebreos 9:27).
Se puede decir que aquí
finaliza el período de la inocencia a la vista de Dios.
La Repoblación de la Tierra después del diluvio a causa de la maldad de
la humanidad de ese tiempo: Dios hace un pacto con Noé que ningún otro diluvio destruiría la tierra,
y que todas las cosas serían sujetas a Noé y a sus hijos, y les instruyó para
que "llenasen la
tierra". Por vez primera la carne de
animales fue permitido como alimento, y el concepto sagrado de la vida se hizo
notar por la institución de la pena capital. Aquellos que derramaran sangre de
hombre su sangre sería derramada. Como señal de las promesas del pacto Dios
colocó en el cielo el arco Iris, una señal de su pacto con toda carne "por
siglos perpetuos".
El mundo así tuvo un
nuevo inicio, con la institución del gobierno humano, siendo el hombre el
responsable de gobernar al mundo para Dios. Los hijos de Noé empezaron a
multiplicarse y llenar la tierra. Pero no pasó mucho tiempo antes que ellos
vieran abundar la maldad, y a los hombres y naciones en abierta enemistad con
Dios. Los 3 hijos de Noé fueron: Sem, Cam, y Jafet. Con estos 3 hombres se
volvió s llenar la tierra, la cual, poco después se corrompió, y renació el
antagonismo entre las simientes opuestas. Para no ser esparcidos construyeron
una torre en el llano de Sinar.
Ante este desafío
constante, Dios decidió confundir las lenguas de los edificadores de la torre.
Hasta ese momento la tierra sólo habla un idioma, pero ahora los hombres
empezaron a hablar muchos idiomas y dialectos lo que les obligó a esparcirse
por toda la tierra. Actualmente es un hecho establecido que los varios idiomas
existentes pertenecen a 3 grandes grupos: Los Arios, los semitas, y los
Turianos, correspondientes a los 3 hijos de Noé: Jafet, Sem, y Cam.
El Tiempo de la Promesa: la idolatría, ésta se esparció rápidamente sobre la tierra, deshonrando
a Dios y degradando al hombre. En consecuencia Dios dispuso separar una familia
de todas las familias de la tierra, para que por medio de ella, Él pudiera
preservar la religión pura y sin mácula. El elegido fue Abraham, que nació en Ur de Caldea, de donde fue
llamado por Dios. Las gentes de su época y lugar eran idólatras, aún su propio
padre Taré,
estaba manchado con la maldición. Dios
mandó a Abraham que dejase su país y su parentela y fuese al lugar que le sería
mostrado. El mandato fue acompañado con una promesa y un pacto. El
llegaría a ser una gran nación, un gran nombre, la tierra de Canaán sería la
posesión eterna de su descendencia.
Esto indicó un nuevo
comienzo para el Reino de Dios, porque el llamado de
Abram, Dios comenzó a preparar el mundo para el redentor prometido, "la
simiente de la mujer". De entre un mundo corrompido para que mantuviese la
pureza de la fe, y de la profesión de fe verdadera, y que a través de él
nacería "La Simiente Prometida" que aplastaría a Satanás y sus huestes. La promesa que
Dios hace con Abraham tenía que ver con la posesión de una tierra y en ella
hacer crecer una gran nación. Génesis 12;2,3 podemos leer de esa estupenda
promesa de esperanza para la humanidad. De allí se lee: "Y haré de ti una gran nación, y te bendeciré, y
engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y
a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de
la tierra" En Génesis 13:15 le sigue diciendo: "Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu
descendencia para siempre".
En Génesis 15:18 Dios hace un pacto con Abraham, un
pacto que nadie lo invalidaría y que dice: "En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram
diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el
río grande, el río Eúfrates". Así, Dios hizo a Abraham una
promesa y un pacto que pocos hoy han llegado a comprender en su profunda
dimensión espiritual como material. Aquí se ve como Dios quiso y quiere la
bendición para la humanidad, y de hecho que se cristalizará por la línea de
Sem, uno de los tres hijos de Noé, de quien se trazaría la venida de "La Simiente Prometida" para la redención de la humanidad
y su posterior bendición perpetua.
Habíamos visto en Génesis 15:18 que Dios hizo un pacto con
Abraham, en el sentido que su descendencia heredaría la tierra prometida. Ahora
bien, ¿Quién es la simiente o descendencia de Abraham? Más tarde, el apóstol
Pablo revelará que la descendencia de Abraham es Cristo mismo. Veamos lo que nos
dice Pablo en Gálatas 3:16,29: "Ahora
bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las
simientes como si fueran muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es
Cristo". Pero ahora nos preguntamos, y los
cristianos verdaderos, ¿qué heredarán? El verso 29 tiene la respuesta final: "Y
si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos
según la promesa".
El Reino de Dios: se inauguró cuando los israelitas sustituyeron a los Jueces por los
reyes semitas, siendo el primero, Saúl. La primera vez que encontramos la frase "Reino de Dios" es en 1 Crónicas 28:5 y que dice: "Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha
dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del
reino de Jehová sobre Israel". Por intermedio de los reyes semitas, Dios gobernaba al pueblo, pero por
sus rebeliones, Él decidió suspender la monarquía Davídica HASTA LOS TIEMPOS DE LA
RESTAURACIÓN DE TODAS LAS COSAS, pronunciadas por los
profetas antiguos (Hechos 3:19-21).
El Evangelio de Jesucristo. Muchísimos cristianos no han llegado a saber exactamente para qué Cristo
vino hace dos milenios. En primer lugar, San Pablo nos dice: "Pues
os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la
verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres." Sí, Jesús vino a decirnos que Su Padre cumplirá todas las promesas tarde
o temprano (Romanos 15:8).
El Señor Jesucristo nos
dice para qué Dios Padre le envió a este mundo malo y perverso. En Lucas 4:43 encontramos una clara confesión de
Jesús que debemos grabar todos los creyentes en nuestra mente: "Pero él
les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del
reino de Dios, porque para esto he sido enviado." Sí, Jesús vino a cumplir con una
ordenanza del Padre, y ésta era, la
de proclamar las Buenas Nuevas del Reino de Dios. Por cierto que para poder
participar de ese reino, el hombre tenía que convertirse, y para ello debería
de aceptar el sacrificio de Cristo por él. Por tanto, Jesús también vino a
morir por los hombres para abrirles el camino al reino de Dios (Marcos
1:1,15,16).
¿Cuál es la importancia
del evangelio del reino? La respuesta es que
trae SALVACIÓN a los hombres. En Romanos 1:16 Pablo dice que el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel
que lo cree, sea Judío o no Judío.
No sólo fue Jesús quien
se dedicó a la evangelización, enseñando el reino de Dios, sino también
todos sus discípulos. Uno podrá leer por los diferentes libros del Nuevo Testamento, que el reino de Dios fue el mensaje
central de Cristo y sus seguidores. El Evangelista Marcos habla que Cristo empezó su
ministerio anunciando el evangelio del reino de Dios. Igual lo hicieron sus
apóstoles (Lucas 8:1; 9:1,2). Posteriormente Pablo hará lo mismo en su evangelización
internacional (Hechos 19:7; 20:25; 28:23,30,31). Y Jesús afirma que ese mismo evangelio del reino será
predicado por su iglesia hasta su regreso en gloria (Mateo
24:14).
Teniendo en cuenta el
estudio que hemos hecho es muy importante para cada uno de nosotros como
cristianos o discípulos del Señor Jesucristo que entendamos nuestro papel
dentro de los planes de Dios para la humanidad, que no estamos en la tierra por
casualidad, que no estamos en la nación y ciudad dónde estemos viviendo por las
cosas de la inercia de la naturaleza. Estamos para cumplir propósitos y planes
divinos de parte del Padre Celestial.
Jeremías 29:11-14. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de
vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que
esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me
buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré
hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os
reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice
Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.
La invitación de nuestro
Padre Celestial es que seamos parte importante para que el Reino de los cielos
se establezca en nuestras vidas y las de la humanidad a través del Señor
Jesucristo y el Espíritu Santo. Romanos 8: 19-23. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar
la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a
vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción,
a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la
creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo
ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu,
nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la
redención de nuestro cuerpo.
El Espíritu Santo, quien
es nuestro ayudador, nuestro consolador, nuestro maestro y nuestro guía, nos impulsa a no quedarnos en las sombras del evangelio sino a buscar la luz de Dios para de esa
manera crecer espiritualmente y poder brillar para que otros vean la luz de
Cristo a través de nuestras vidas. La intención de Dios siempre ha sido darnos
crecimiento, y acercarnos más a su reino, sin embargo, esto será difícil y
tardado si nosotros nos ocupamos más en servir a la carne que a su espíritu.
El colaborador
debe caminar al paso de Dios: El colaborador de Dios debe aprender a
sincronizarse con el paso de Dios. Debe estar atento a su voz y trabajar a la
velocidad y al tiempo que Dios determine. 1 Corintios 3:6-9. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado
Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el
crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno
recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores
de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.
Desde que inició su ministerio, el Señor
Jesucristo, busco personas que continuaran predicando el evangelio después que
él regresara a los cielos.
Marcos 16:14-18. Finalmente se apareció a los
once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y
dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto
resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere,
será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán
fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si
bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus
manos, y sanarán.
Pablo fue llamado a predicar el evangelio por
todas partes, fue así como fundo la iglesia en Corinto. Uno es el que planta la
semilla del evangelio en el corazón de las personas y otro es el que riega o
alimenta aquella semilla, pero muchas veces nos olvidamos que quien da el
crecimiento es Dios y solo Dios. Dice la palabra que constituyo a unos apóstoles, a otros
profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros; y dice que lo hizo
para perfeccionar a los santos, para la edificación del cuerpo de Cristo. (Efesios 4:11-12).
Debemos ser conscientes
de cuán importante es el llamado a la santidad dentro de nuestra relación con
Dios, así como para servir dentro de algún ministerio en la iglesia del Señor,
un concepto que muchos piensan que es algo limitado a algunas personas, pero se
trata, más bien, de una cualidad que da Dios a todo el que llama hijo, un don
del Espíritu, la fuerza de voluntad que procede de Dios para la vida espiritual
que va de la mano del Dios vivo, la cual se convierte en plataforma de otra
vida, la vida exterior del cristiano, la que produce los frutos del Espíritu.
La primera vida es para uno mismo con Dios, la segunda vida es para el prójimo
con Dios. Bendiciones.
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