La
tarea de los ministros está específicamente orientada a plantar la semilla del
evangelio y regarla o nutrirla con el agua de la palabra. Esta palabra a su vez
funciona como abono o vitamina que nutre y fortalece la semilla.
¿Qué, pues, es Pablo, y que es
Apólos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a
cada uno concedió el Señor. Yo plante, Apólos regó; Pero el crecimiento lo ha
dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da
el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; Aunque cada
uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos
colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de
Dios. 1 Corintios 3:5-9.
Desde
que inició su ministerio, Jesús, busco personas que continuaran predicando el
evangelio después que él regresara a los cielos. Pablo
fue llamado a predicar el evangelio por todas partes, fue así como fundo la
iglesia en Corinto. Uno es el que planta la semilla del evangelio en el corazón
de las personas y otro es el que riega o alimenta aquella semilla, pero muchas
veces nos olvidamos que quien da el crecimiento es Dios y solo Dios.
La historia de Pablo no es una
más, pues brilla por la gracia de Dios, pero, al igual que la de cada uno de
nosotros, podemos establecer un punto de partida personal. Es más, es Dios
mismo quien llama a cada uno en un punto de su vida para servirle con un
objetivo específico, y es también Dios quien nos capacita y nos da el don o los
dones que vamos a necesitar. Pero antes es necesario que comprendamos cómo
funcionamos y cómo repercute lo que hacemos en cada una de nuestras partes del
ser, y en el orden que aparecen: el espíritu, el alma y el cuerpo.
No importa cuánto nos
esforcemos por hacer crecer espiritualmente a los hermanos, el que da el
crecimiento es Dios y nosotros somos sus trabajadores. "Así
que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el
crecimiento." (1 Corintios 3:7) "Después
subió al monte, y llamo así a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a
doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,"(Marcos
3:13-14)
Cuando Jesús eligió a los doce
apóstoles, escogió un grupo con diferentes oficios, con diferentes pasados y
diferentes cualidades, pero con un solo propósito, el de predicar el evangelio.
El Señor nos llama a trabajar en su obra él nos usa de acuerdo al don que él
nos dio; dice la palabra que constituyo a unos
apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros;
y dice que lo hizo para perfeccionar a los santos, para la edificación del
cuerpo de Cristo. (Efesios 4:11-12). Entonces
quiere decir que uno siembra la semilla y otro será el que dé el cuidado y el
seguimiento, o sea que Dios nos tiene con un propósito definido en su obra.
Debemos estar seguros que
estas personas que son discípuladas, reciban la leche espiritual no adulterada,
deben recibir una doctrina sana en donde el fundamento es Cristo. "Conforme
a la gracia de Dios, queme ha sido dad, yo como perito arquitecto puse el
fundamento y otro edifica encima; pero cada uno mira cómo sobreedifica. Porque
nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo." (1 Corintios 3:10-11)
El crecimiento de la obra del
Señor depende específicamente de Dios y no de la estatura espiritual de
sus siervos. La iglesia de Corinto hubiera crecido igual si Dios hubiera
llamado a otros siervos. Sus siervos somos compañeros al servicio de Dios. Dios
provee los medios: materia prima, equipo y herramientas, capacitación y
enseñanza son provistos por El. Dios es el que indica los tiempos de cada fase
en la edificación de la iglesia y los transmite a sus siervos a través de Su
Espíritu Santo.
Los miembros somos los únicos
que pueden estancar y atrasar el crecimiento: nadie más ni aun el enemigo lo
puede frenar. Sin embargo, el comportamiento carnal de los miembros si lo puede
frenar. Este comportamiento carnal puede evitar que las nuevas fases de la
edificación se tengan que posponer.
Pablo venia listo para la
siguiente fase: Él estaba ya listo y preparado para el nuevo paso que Dios le
había marcado, sin embargo, el mal comportamiento de la iglesia se lo
impidió. 1 Corintios 3:1. Así
que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales,
como a niños en Cristo. Os di a beber leche, no alimento sólido, porque todavía
no podíais recibirlo. En verdad, ni aun ahora podéis, porque todavía sois
carnales. Pues habiendo celos y contiendas entre vosotros, ¿no sois carnales y
andáis como hombres?
Los grandes ministros no hacen
diferencia, sino es el pueblo quien determina su edificación. Vea que siervos
de la talla de Pablo y Apolos no pudieron hacer crecer a la iglesia en ese
determinado momento pues el pueblo no los dejó. Para evitar el atraso es
necesario que todo el pueblo crezca. No solo unos cuantos, o no solo el
liderazgo. Si nota los líderes de esa congragación estaban más que crecidos sin
embargo la obra se había frenado.
La
tarea de los ministros está específicamente orientada a plantar la semilla del
evangelio y regarla o nutrirla con el agua de la palabra. Esta palabra a su vez
funciona como abono o vitamina que nutre y fortalece la semilla.
Cuando Dios decide enviar su
luz a nuestra tierra, (nuestro corazón) esta se calienta y enciende la llama de
fuego del Espíritu Santo. El Espíritu santo a su vez funciona como una estufa
que procesa y cuece todo el alimento espiritual depositado en nosotros que nos
llevara a crecer y germinar para Dios. Convierte todo el alimento espiritual en
fuente de energía que nos impulsa a crecer para Dios. Podemos notar por la
parábola del sembrador en Mateo 13:5, en
donde la semilla cae en lugares pedregosos y germina más rápidamente, ya que la
tierra es poco profunda y absorbe más el calor del sol; sin embargo, esa misma
falta de profundidad le impide echar raíces firmes.
Veamos ahora este ejemplo árboles
sequoia: El alto crecimiento de estos árboles hace que los nuevos árboles busquen
crecer de igual manera. La manera como lo logran es que su guía los impulsa a
buscar la luz del sol que les está dando a los más altos. Cuando la luz irradia
en ellos, la energía que tienen dentro es encendida provocando con esto que el
alimento interno sea procesado y ese inicie así el crecimiento automático de
los nuevos árboles.
El Espíritu Santo, quien es nuestro ayudador, nuestro consolador,
nuestro maestro y nuestro guía, nos impulsa a no quedarnos en las sombras del
evangelio sino a buscar la luz de Dios para de esa manera crecer
espiritualmente y poder brillar para que otros vean la luz de Cristo a través
de nuestras vidas. La intención de Dios siempre ha sido darnos crecimiento, y
acercarnos más a su reino, sin embargo, esto será difícil y tardado si nosotros
nos ocupamos más en servir a la carne que a su espíritu.
Dios es el que recompensa: Él
tiene apuntado en el libro de las obras nuestra labor en la tierra y pagará
acorde a nuestro trabajo. Esa recompensa no está determinada por nadie acá en
la tierra sino únicamente por Dios. Él es remunerador de los que se acercan y
trabajan con El. Y sabe dar a cada quien el salario justo. Nadie puede venir a
reclamarle por qué le estás pagando tanto a este si acaba de empezar, y le
estas dando lo mismo a aquel otro que tiene años de estar trabajando. La
recompensa del trabajo de sus ministros descansa únicamente en sus manos.
Colaboramos únicamente cargando la semilla, poniéndola donde Dios indica y
luego de plantada nos ocupamos de regarla.
El colaborador debe
caminar al paso de Dios: El
colaborador de Dios debe aprender a sincronizarse con el paso de Dios.
Debe estar atento a su voz y trabajar a la velocidad y al tiempo que Dios
determine.
El error del ministro: En la
siembra y en la edificación de Dios, el ministro no puede quedarse estancado en
una sola fase de la obra. No solo se trata de plantar todo el tiempo, sino también
debe dedicarse a regar. Tampoco puede dedicarse a sacar fruto todo el tiempo,
pues la tierra necesita descanso. Isaías
28:11-12. En verdad, con tartamudez de labios y en lengua
extranjera, El hablará a este pueblo, al cual había dicho: Aquí hay reposo, dad
reposo al cansado; y aquí hay descanso. Pero no quisieron escuchar.
La consecuencia de esto trajo
desequilibrio, tropiezo, trastorno, confusión de ideas y alucinaciones al
pueblo de Israel y su sacerdocio. También trajo confusión y vacilación a la
hora de recibir la visión. La prueba de esto está en Isaías
28:7-8. También estos se tambalean por el vino y dan traspiés por el licor: el
sacerdote y el profeta por el licor se tambalean, están ofuscados por el vino,
por el licor dan traspiés; vacilan en sus visiones, titubean al pronunciar
juicio. Porque todas las mesas están llenas de vómito asqueroso, sin un solo
lugar limpio. Tanto el pueblo como el ministro debemos estar dispuestos a
movernos a la siguiente fase que Dios haya determinado para nosotros.
Recordemos que Las aguas estancadas provocan malos olores.
Dios es el máximo conocedor de
su plantío: Sabe exactamente dónde y cuándo plantó su semilla. También tiene los
nombres de quienes le están colaborando en ese lugar, y sabe la cantidad de
fruto que va a cosechar. Dios no es un inversionista cualquiera que ni siquiera
conoce el lugar donde está invirtiendo sus riquezas y que solo espera que le
llegue su cheque de ganancias. Tan cuidadoso y correcto es Dios que visita a
aun los lugares más lejanos donde ha plantado su semilla. Nos visitó a nosotros
aquí en la tierra, que éramos lo vil y despreciado del universo.
Dios tiene buen cuidado de su
inversión y del proceso de su producto Isaías
28:23-26. Escuchad y oíd mi voz, prestad atención y oíd mis palabras ¿Acaso
para sembrar se pasa arando el labrador todo el día, abriendo y rastrillando su
tierra? ¿No allana su superficie y siembra eneldo y esparce comino, y siembra
trigo en hileras, cebada en su debido lugar, y centeno dentro de sus límites?
Porque su Dios le instruye y le enseña cómo hacerlo.
Si notamos en la siembra no
solo incluye sembrar y regar, también incluye labranza. 1
Corintios 3:9. Que ustedes (el pueblo) son la
labranza de Dios. Y la labranza es el Cultivo de los campos, la tierra sembrada,
la hacienda de campo o las tierras de labor.
Trabajamos en conjunto y bajo
sus órdenes y guía para poderle presentar a usted como un fruto santo de su
semilla. Dios se encarga de arar, abrir y rastrillar el corazón del hombre para
luego allanarlo y así sembrar su semilla.
El allana nuestro corazón: Derriba
toda previa construcción o edificación de pecado y la pone plana. Rellenar
nuestro corazón vacío (terreno) hasta
que este quedo al nivel del suelo, para luego poder edificar. El venció y
supero todas las dificultades e inconvenientes que se nos presentaron en la
vida e hizo transitable nuestro camino al cielo ya su reino.
Avena (o centeno): Este
grano, lo mismo que la cebada, era menos estimado que el trigo; a veces se
sembraba en los bordes de los campos para evitar que la gente, al pasar,
arrancara el trigo. Así Dios nos siembra en determinados lugares o
congregaciones donde tendrán especial lugar de nosotros (trigo) y donde cuidaran
que crezcamos adecuadamente. Estamos en este plantío no por casualidad del
destino sino por designio de Dios: Él sabe exactamente donde está usted
congregándose, que alimento necesita su alma, a qué horas hay que darle su
alimento y como hay que dárselo.
Los métodos de enseñanza y
predicación son asignados por Dios a sus colaboradores: Él sabe cómo va a
hacerlo crecer a usted. De qué manera hay que darle su alimento. Hay gente que
dice o por lo menos piensa ¿Por qué este pastor no predica como el otro? o ¿por
qué ese otro no enseña como este? No en todos los hogares se come de la misma
manera: En unos lugares se sirve la ensalada primero y luego el platillo
fuerte, en otros lugares es al revés. En unos lugares la gente está
acostumbrada a comer postre en otros no se acostumbra.
¿Cómo está usted acostumbrado
a comer de la palabra de Dios? ¿Le gusta la comida de casa? ¿Le llena, le
sustenta? Si lo hace entonces esta es su casa y si no lo hace entonces usted
necesita pedirle al Señor que lo lleve al lugar necesario donde habrá
otro colaborador que le dará el alimento que lo satisfaga y que lo hará crecer
sanamente para Dios. Lo importante es que usted crezca y de fruto para Dios
Pero los que estamos acá,
dejemos que Dios nos haga crecer, no nos dejemos dominar por la carne sino más
bien obedezcamos a su Espíritu Santo y seamos flexibles y dóciles para poner
por obra su palabra.
En pos de Jehová vuestro Dios
andaréis; a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escuchareis su voz, a él
serviréis, y a él seguiréis. Deuteronomio 13:4.
Ninguno puede servir a dos
señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Mateo
6:24.
Entonces Jesús le dijo: Vete
Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo
servirás. Mateo 4:10.
Solamente que con diligencia
cuidéis de cumplir el mandamiento y la ley que Moisés siervo de Jehová os
ordenó; que améis a Jehová vuestro Dios, y andéis en todos sus caminos; que guardéis
sus mandamientos, y le sigáis a él, y le sirváis de todo vuestro corazón y de
toda vuestra alma. Josué 22:5.
Así que, hermanos, os ruego
por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis
a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta. Romanos 12:1-2.
Amaos los unos a los otros,
con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En
lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en el espíritu, sirviendo
al Señor. Romanos 12:10-11.
Compartiendo para las
necesidades, de los santos; practicando la hospitalidad. Romanos
12:13.
Mas a Jehová vuestro Dios
serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de
en medio de ti. No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo
completaré el número de tus días. Éxodo
23:25-26.
Ahora, pues, Israel, ¿Que pide
Jehová tu dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus
caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma. Deuteronomio 10:12.
Si obedeciereis cuidadosamente
a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová vuestro Dios, y
sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma, Yo daré la
lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu
grano, tu vino y tu aceite. Daré también hierba en tu campo para tus ganados; y
comerás, y te saciarás. Deuteronomio 11:13-15.
Guardaos, pues que vuestro
corazón no se infatúe, y os apartéis y sirváis a dioses ajenos, y os inclinéis
a ellos. Deuteronomio 11:16.
Y si mal os parece servir a
Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron
vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los
amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. Josué
24:15.
No os apartéis en pos de vanidades
que no aprovechan ni libran, porque son vanidades. Pues Jehová no desamparará a
su pueblo, por su grande nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo
suyo. 1 Samuel 12:21-22.
Y tú, Salomón, hijo mío,
reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo
voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo
intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallaras; mas si lo dejares,
él te desechará para siempre. 1
Crónicas 28:9.
Sea, pues, perfecto vuestro
corazón para con Jehová nuestro Dios, andando en sus estatutos, y guardando sus
mandamientos, como en el día de hoy. 1
Reyes 8:61.
Pero ahora estamos libres de
la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que
sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el del régimen viejo de
la letra. Romanos 7:6.
Preparándonos para el servicio...Y
el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor
Jesucristo. 1Tesalonicenses 5:23.
Sabemos que
nuestro objetivo como cristianos es la Gran Comisión encomendada por
nuestro Señor Jesucristo, para que vayamos y hagamos discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que nos manda el Señor, porque
he aquí que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Confiados, pues, en que Él tiene toda potestad en el Cielo como en la tierra,
vayamos con ánimo pronto y urgente porque a nuestro alrededor muchos no conocen
al Señor, quien está con nosotros, pues ésta es la mejor causa, la mayor misión
contenida en la Biblia en Mateo 28:16-20.
Sabiendo que nuestro objetivo
como Iglesia es ir al mundo a ganar almas para el Reino de Dios mediante la
predicación del Evangelio, salgamos pues a evangelizar y conquistar
vidas para Dios, siguiendo las estrategias, las revelaciones y las señales de
Dios. Usemos los medios de comunicación, la oración, el ayuno y todos los
proyectos que cada iglesia Bíblica y evangelizadora proyecte para la
participación de sus miembros, lo cual se ve reflejado en la conquista de la
tierra prometida cuando Josué lideró al pueblo de Dios.
Para ello, primero tenemos que
conquistar nuestra propia vida, o mejor dicho, dejarnos conquistar por Dios.
Nuestra vida tiene tres campos de batalla: el espíritu, el alma y el cuerpo; y
estos tres pueden convertirse en nuestras herramientas y vehículos de
transporte para la conquista espiritual de la mano del Espíritu Santo. Para que
estos tres componentes no sean un obstáculo, podemos aprender a comprendernos
en cuanto a la estructura con la que nuestro Padre y Creador nos ha diseñado y
compuesto de modo que no sean otros los que nos dominen, física, sentimental y
espiritualmente, y estemos libres para servir a Dios eficazmente. Solo de esta
forma podremos comprender a los demás y servirles con paciencia y esperanza en
el Evangelio del Reino de Dios.
Nuestro espíritu ha de nacer de nuevo del
Espíritu de Dios, el alma es el objetivo de la salvación de Dios y centro de
nuestros sentimientos, emociones y pensamientos de la mente, y el cuerpo ha de
ser Templo del Espíritu Santo.
Con este breve planteamiento
de funcionamiento de la vida interior del cristiano, allí donde se produce la
salvación de Dios, somos conscientes de cuán importante es el llamado a la
santidad, un concepto que muchos piensan que es algo limitado a algunas
personas, pero se trata, más bien, de una cualidad que da Dios a todo el que
llama hijo, un don del Espíritu, la fuerza de voluntad que procede de Dios para
la vida espiritual que va de la mano del Dios vivo, la cual se convierte en
plataforma de otra vida, la vida exterior del cristiano, la que produce los
frutos del Espíritu. La primera vida es para uno mismo con Dios, la segunda
vida es para el prójimo con Dios.
Una vez hemos comprendido cómo
funcionamos, es fácil entender que bajo el Espíritu de Dios podremos colaborar
con Dios en trabajarnos a nosotros mismos. Sólo de esta forma podremos tener
una relación personal con Dios más profunda y espiritual, y también podremos
acometer nuestra misión personal, el llamamiento individual de nuestra vida, en
el servicio a Dios y a la Iglesia de Jesucristo por medio de un cambio de
carácter que solo Dios puede realizar en nosotros y que revelará a nuestro
espíritu, lo que la Escritura llama la unción y el bautismo de fuego. Bendiciones.
Dios los bendiga.. fue de edificacion ..gracias
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