Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

Colaboradores de Dios en su obra°



La tarea de los ministros está específicamente orientada a plantar la semilla del evangelio y regarla o nutrirla con el agua de la palabra. Esta palabra a su vez funciona como abono o vitamina que nutre y fortalece la semilla.
¿Qué, pues, es Pablo, y que es Apólos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo plante, Apólos regó; Pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; Aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. 1 Corintios 3:5-9.    
Desde que inició su ministerio, Jesús, busco personas que continuaran predicando el evangelio después que él regresara a los cielos. Pablo fue llamado a predicar el evangelio por todas partes, fue así como fundo la iglesia en Corinto. Uno es el que planta la semilla del evangelio en el corazón de las personas y otro es el que riega o alimenta aquella semilla, pero muchas veces nos olvidamos que quien da el crecimiento es Dios y solo Dios.


                            
 
La historia de Pablo no es una más, pues brilla por la gracia de Dios, pero, al igual que la de cada uno de nosotros, podemos establecer un punto de partida personal. Es más, es Dios mismo quien llama a cada uno en un punto de su vida para servirle con un objetivo específico, y es también Dios quien nos capacita y nos da el don o los dones que vamos a necesitar. Pero antes es necesario que comprendamos cómo funcionamos y cómo repercute lo que hacemos en cada una de nuestras partes del ser, y en el orden que aparecen: el espíritu, el alma y el cuerpo.
No importa cuánto nos esforcemos por hacer crecer espiritualmente a los hermanos, el que da el crecimiento es Dios y nosotros somos sus trabajadores. "Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento." (1 Corintios 3:7) "Después subió al monte, y llamo así a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,"(Marcos 3:13-14)
Cuando Jesús eligió a los doce apóstoles, escogió un grupo con diferentes oficios, con diferentes pasados y diferentes cualidades, pero con un solo propósito, el de predicar el evangelio. El Señor nos llama a trabajar en su obra él nos usa de acuerdo al don que él nos dio; dice la palabra que constituyo a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros; y dice que lo hizo para perfeccionar a los santos, para la edificación del cuerpo de Cristo. (Efesios 4:11-12). Entonces quiere decir que uno siembra la semilla y otro será el que dé el cuidado y el seguimiento, o sea que Dios nos tiene con un propósito definido en su obra.
Debemos estar seguros que estas personas que son discípuladas, reciban la leche espiritual no adulterada, deben recibir una doctrina sana en donde el fundamento es Cristo. "Conforme a la gracia de Dios, queme ha sido dad, yo como perito arquitecto puse el fundamento y otro edifica encima; pero cada uno mira cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo." (1 Corintios 3:10-11)
El crecimiento de la obra del Señor depende específicamente de Dios y no de la estatura espiritual de sus siervos. La iglesia de Corinto hubiera crecido igual si Dios hubiera llamado a otros siervos. Sus siervos somos compañeros al servicio de Dios. Dios provee los medios: materia prima, equipo y herramientas, capacitación y enseñanza son provistos por El. Dios es el que indica los tiempos de cada fase en la edificación de la iglesia y los transmite a sus siervos a través de Su Espíritu Santo.
Los miembros somos los únicos que pueden estancar y atrasar el crecimiento: nadie más ni aun el enemigo lo puede frenar. Sin embargo, el comportamiento carnal de los miembros si lo puede frenar. Este comportamiento carnal puede evitar que las nuevas fases de la edificación se tengan que posponer.
Pablo venia listo para la siguiente fase: Él estaba ya listo y preparado para el nuevo paso que Dios le había marcado, sin embargo, el mal comportamiento de la iglesia se lo impidió.  1 Corintios 3:1. Así que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo. En verdad, ni aun ahora podéis, porque todavía sois carnales. Pues habiendo celos y contiendas entre vosotros, ¿no sois carnales y andáis como hombres?
Los grandes ministros no hacen diferencia, sino es el pueblo quien determina su edificación. Vea que siervos de la talla de Pablo y Apolos no pudieron hacer crecer a la iglesia en ese determinado momento pues el pueblo no los dejó. Para evitar el atraso es necesario que todo el pueblo crezca. No solo unos cuantos, o no solo el liderazgo. Si nota los líderes de esa congragación estaban más que crecidos sin embargo la obra se había frenado.
La tarea de los ministros está específicamente orientada a plantar la semilla del evangelio y regarla o nutrirla con el agua de la palabra. Esta palabra a su vez funciona como abono o vitamina que nutre y fortalece la semilla.
Cuando Dios decide enviar su luz a nuestra tierra, (nuestro corazón) esta se calienta y enciende la llama de fuego del Espíritu Santo. El Espíritu santo a su vez funciona como una estufa que procesa y cuece todo el alimento espiritual depositado en nosotros que nos llevara a crecer y germinar para Dios. Convierte todo el alimento espiritual en fuente de energía que nos impulsa a crecer para Dios. Podemos notar por la parábola del sembrador en Mateo 13:5, en donde la semilla cae en lugares pedregosos y germina más rápidamente, ya que la tierra es poco profunda y absorbe más el calor del sol; sin embargo, esa misma falta de profundidad le impide echar raíces firmes.
Veamos ahora este ejemplo árboles sequoia: El alto crecimiento de estos árboles hace que los nuevos árboles busquen crecer de igual manera. La manera como lo logran es que su guía los impulsa a buscar la luz del sol que les está dando a los más altos. Cuando la luz irradia en ellos, la energía que tienen dentro es encendida provocando con esto que el alimento interno sea procesado y ese inicie así el crecimiento automático de los nuevos árboles.
El Espíritu Santo, quien es nuestro ayudador, nuestro consolador, nuestro maestro y nuestro guía, nos impulsa a no quedarnos en las sombras del evangelio sino a buscar la luz de Dios para de esa manera crecer espiritualmente y poder brillar para que otros vean la luz de Cristo a través de nuestras vidas. La intención de Dios siempre ha sido darnos crecimiento, y acercarnos más a su reino, sin embargo, esto será difícil y tardado si nosotros nos ocupamos más en servir a la carne que a su espíritu.

Ministros colaboradores de Dios: Como ve, Dios nos da a sus ministros, la semilla para plantar. Esa semilla es la palabra de Dios, y el agua que riega es la enseñanza de la doctrina. Todos tenemos semilla y todos vamos al campo a regarla y sembrarla. Todos somos una misma cosa delante de sus ojos. No tiene nada que ver que tantos años tengamos de plantarla y regarla, como para considerarnos mejores o peores que otros. Todos somos la misma cosa.
Dios es el que recompensa: Él tiene apuntado en el libro de las obras nuestra labor en la tierra y pagará acorde a nuestro trabajo. Esa recompensa no está determinada por nadie acá en la tierra sino únicamente por Dios. Él es remunerador de los que se acercan y trabajan con El. Y sabe dar a cada quien el salario justo. Nadie puede venir a reclamarle por qué le estás pagando tanto a este si acaba de empezar, y le estas dando lo mismo a aquel otro que tiene años de estar trabajando. La recompensa del trabajo de sus ministros descansa únicamente en sus manos. Colaboramos únicamente cargando la semilla, poniéndola donde Dios indica y luego de plantada nos ocupamos de regarla.
El colaborador debe caminar al paso de Dios: El colaborador de Dios debe aprender a sincronizarse con el paso de Dios. Debe estar atento a su voz y trabajar a la velocidad y al tiempo que Dios determine.
El error del ministro: En la siembra y en la edificación de Dios, el ministro no puede quedarse estancado en una sola fase de la obra. No solo se trata de plantar todo el tiempo, sino también debe dedicarse a regar. Tampoco puede dedicarse a sacar fruto todo el tiempo, pues la tierra necesita descanso. Isaías 28:11-12. En verdad, con tartamudez de labios y en lengua extranjera, El hablará a este pueblo, al cual había dicho: Aquí hay reposo, dad reposo al cansado; y aquí hay descanso. Pero no quisieron escuchar.
La consecuencia de esto trajo desequilibrio, tropiezo, trastorno, confusión de ideas y alucinaciones al pueblo de Israel y su sacerdocio. También trajo confusión y vacilación a la hora de recibir la visión. La prueba de esto está en Isaías 28:7-8. También estos se tambalean por el vino y dan traspiés por el licor: el sacerdote y el profeta por el licor se tambalean, están ofuscados por el vino, por el licor dan traspiés; vacilan en sus visiones, titubean al pronunciar juicio. Porque todas las mesas están llenas de vómito asqueroso, sin un solo lugar limpio. Tanto el pueblo como el ministro debemos estar dispuestos a movernos a la siguiente fase que Dios haya determinado para nosotros. Recordemos que Las aguas estancadas provocan malos olores.
Dios es el máximo conocedor de su plantío: Sabe exactamente dónde y cuándo plantó su semilla. También tiene los nombres de quienes le están colaborando en ese lugar, y sabe la cantidad de fruto que va a cosechar. Dios no es un inversionista cualquiera que ni siquiera conoce el lugar donde está invirtiendo sus riquezas y que solo espera que le llegue su cheque de ganancias. Tan cuidadoso y correcto es Dios que visita a aun los lugares más lejanos donde ha plantado su semilla. Nos visitó a nosotros aquí en la tierra, que éramos lo vil y despreciado del universo.
Dios tiene buen cuidado de su inversión y del proceso de su producto Isaías 28:23-26.  Escuchad y oíd mi voz, prestad atención y oíd mis palabras ¿Acaso para sembrar se pasa arando el labrador todo el día, abriendo y rastrillando su tierra? ¿No allana su superficie y siembra eneldo y esparce comino, y siembra trigo en hileras, cebada en su debido lugar, y centeno dentro de sus límites? Porque su Dios le instruye y le enseña cómo hacerlo.
Si notamos en la siembra no solo incluye sembrar y regar, también incluye labranza. 1 Corintios 3:9. Que ustedes (el pueblo) son la labranza de Dios. Y la labranza es el Cultivo de los campos, la tierra sembrada,  la hacienda de campo o las tierras de labor.
Trabajamos en conjunto y bajo sus órdenes y guía para poderle presentar a usted como un fruto santo de su semilla. Dios se encarga de arar, abrir y rastrillar el corazón del hombre para luego allanarlo y así sembrar su semilla.
El allana nuestro corazón: Derriba toda previa construcción o edificación de pecado y la pone plana. Rellenar nuestro corazón vacío (terreno) hasta que este quedo al nivel del suelo, para luego poder edificar. El venció y supero todas las dificultades e inconvenientes que se nos presentaron en la vida e hizo transitable nuestro camino al cielo ya su reino.
Avena (o centeno): Este grano, lo mismo que la cebada, era menos estimado que el trigo; a veces se sembraba en los bordes de los campos para evitar que la gente, al pasar, arrancara el trigo. Así Dios nos siembra en determinados lugares o congregaciones donde tendrán especial lugar de nosotros (trigo) y donde cuidaran que crezcamos adecuadamente. Estamos en este plantío no por casualidad del destino sino por designio de Dios: Él sabe exactamente donde está usted congregándose, que alimento necesita su alma, a qué horas hay que darle su alimento y como hay que dárselo.
Los métodos de enseñanza y predicación son asignados por Dios a sus colaboradores: Él sabe cómo va a hacerlo crecer a usted. De qué manera hay que darle su alimento. Hay gente que dice o por lo menos piensa ¿Por qué este pastor no predica como el otro? o ¿por qué ese otro no enseña como este? No en todos los hogares se come de la misma manera: En unos lugares se sirve la ensalada primero y luego el platillo fuerte, en otros lugares es al revés. En unos lugares la gente está acostumbrada a comer postre en otros no se acostumbra.
¿Cómo está usted acostumbrado a comer de la palabra de Dios? ¿Le gusta la comida de casa? ¿Le llena, le sustenta? Si lo hace entonces esta es su casa y si no lo hace entonces usted necesita pedirle al Señor que lo lleve al  lugar necesario donde habrá otro colaborador que le dará el alimento que lo satisfaga y que lo hará crecer sanamente para Dios. Lo importante es que usted crezca y de fruto para Dios
Pero los que estamos acá, dejemos que Dios nos haga crecer, no nos dejemos dominar por la carne sino más bien obedezcamos a su Espíritu Santo y seamos flexibles y dóciles para poner por obra su palabra.
En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escuchareis su voz, a él serviréis, y a él seguiréis. Deuteronomio 13:4.
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Mateo 6:24.
Entonces Jesús le dijo: Vete Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. Mateo 4:10.
Solamente que con diligencia cuidéis de cumplir el mandamiento y la ley que Moisés siervo de Jehová os ordenó; que améis a Jehová vuestro Dios, y andéis en todos sus caminos; que guardéis sus mandamientos, y le sigáis a él, y le sirváis de todo vuestro corazón y de toda vuestra alma. Josué 22:5.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:1-2.
Amaos los unos a los otros, con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en el espíritu, sirviendo al Señor. Romanos 12:10-11.
Compartiendo para las necesidades, de los santos; practicando la hospitalidad. Romanos 12:13.
Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti. No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número de tus días. Éxodo 23:25-26.
Ahora, pues, Israel, ¿Que pide Jehová tu dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma. Deuteronomio 10:12.
Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma, Yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite. Daré también hierba en tu campo para tus ganados; y comerás, y te saciarás. Deuteronomio 11:13-15.
Guardaos, pues que vuestro corazón no se infatúe, y os apartéis y sirváis a dioses ajenos, y os inclinéis a ellos. Deuteronomio 11:16.
Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. Josué 24:15.
No os apartéis en pos de vanidades que no aprovechan ni libran, porque son vanidades. Pues Jehová no desamparará a su pueblo, por su grande nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo suyo. 1 Samuel 12:21-22.
Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallaras; mas si lo dejares, él te desechará para siempre. 1 Crónicas 28:9.
Sea, pues, perfecto vuestro corazón para con Jehová nuestro Dios, andando en sus estatutos, y guardando sus mandamientos, como en el día de hoy. 1 Reyes 8:61.
Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el del régimen viejo de la letra. Romanos 7:6.
Preparándonos para el servicio...Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1Tesalonicenses 5:23.
Sabemos que nuestro objetivo como cristianos es la Gran Comisión encomendada por nuestro Señor Jesucristo, para que vayamos y hagamos discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que nos manda el Señor, porque he aquí que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Confiados, pues, en que Él tiene toda potestad en el Cielo como en la tierra, vayamos con ánimo pronto y urgente porque a nuestro alrededor muchos no conocen al Señor, quien está con nosotros, pues ésta es la mejor causa, la mayor misión contenida en la Biblia en Mateo 28:16-20.
Sabiendo que nuestro objetivo como Iglesia es ir al mundo a ganar almas para el Reino de Dios mediante la predicación del Evangelio, salgamos pues a evangelizar y conquistar vidas para Dios, siguiendo las estrategias, las revelaciones y las señales de Dios. Usemos los medios de comunicación, la oración, el ayuno y todos los proyectos que cada iglesia Bíblica y evangelizadora proyecte para la participación de sus miembros, lo cual se ve reflejado en la conquista de la tierra prometida cuando Josué lideró al pueblo de Dios.
Para ello, primero tenemos que conquistar nuestra propia vida, o mejor dicho, dejarnos conquistar por Dios. Nuestra vida tiene tres campos de batalla: el espíritu, el alma y el cuerpo; y estos tres pueden convertirse en nuestras herramientas y vehículos de transporte para la conquista espiritual de la mano del Espíritu Santo. Para que estos tres componentes no sean un obstáculo, podemos aprender a comprendernos en cuanto a la estructura con la que nuestro Padre y Creador nos ha diseñado y compuesto de modo que no sean otros los que nos dominen, física, sentimental y espiritualmente, y estemos libres para servir a Dios eficazmente. Solo de esta forma podremos comprender a los demás y servirles con paciencia y esperanza en el Evangelio del Reino de Dios.
Nuestro espíritu ha de nacer de nuevo del Espíritu de Dios, el alma es el objetivo de la salvación de Dios y centro de nuestros sentimientos, emociones y pensamientos de la mente, y el cuerpo ha de ser Templo del Espíritu Santo.
Con este breve planteamiento de funcionamiento de la vida interior del cristiano, allí donde se produce la salvación de Dios, somos conscientes de cuán importante es el llamado a la santidad, un concepto que muchos piensan que es algo limitado a algunas personas, pero se trata, más bien, de una cualidad que da Dios a todo el que llama hijo, un don del Espíritu, la fuerza de voluntad que procede de Dios para la vida espiritual que va de la mano del Dios vivo, la cual se convierte en plataforma de otra vida, la vida exterior del cristiano, la que produce los frutos del Espíritu. La primera vida es para uno mismo con Dios, la segunda vida es para el prójimo con Dios. 
Una vez hemos comprendido cómo funcionamos, es fácil entender que bajo el Espíritu de Dios podremos colaborar con Dios en trabajarnos a nosotros mismos. Sólo de esta forma podremos tener una relación personal con Dios más profunda y espiritual, y también podremos acometer nuestra misión personal, el llamamiento individual de nuestra vida, en el servicio a Dios y a la Iglesia de Jesucristo por medio de un cambio de carácter que solo Dios puede realizar en nosotros y que revelará a nuestro espíritu, lo que la Escritura llama la unción y el bautismo de fuego. Bendiciones.

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