Éxodo 33:14. Y él dijo: Mi
presencia irá contigo, y te daré descanso. Vivir en la presencia
de Dios es uno de los propósitos más santos y sublimes a los que cualquier
persona puede aspirar en esta tierra, porque nos hace conscientes de una
importantísima y profunda realidad para nuestras vidas. Nos hace conscientes de
la necesidad apremiante de la presencia de Dios para nuestras almas. Éxodo 33:15. Y
Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. 1
Juan 3:8. El que practica el pecado es del diablo;
porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios,
para deshacer las obras del diablo. 2 Corintios 3:17-18. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu
del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara
descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
Vivir como Elías o
como Eliseo, es la más bella meta que el cristiano puede proponerse, porque nos
mantiene en comunión constante con Dios. Es algo que debemos y podemos alcanzar
como seres humanos. ¿Y cómo lograrlo?
Lo primero es que le hayamos entregado nuestro corazón y nuestra vida al Señor
Jesucristo, que realmente estemos viviendo en su palabra y en le perfecto amor.
Salmos 16:11. Me mostrarás la
senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra
para siempre. Salmos 100:2. Servid a Jehová
con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Salmos 119:58. Tu presencia supliqué de todo corazón; ten misericordia
de mí según tu palabra. 2 Crónicas 33:12. Mas
luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente
en la presencia del Dios de sus padres.
Lo segundo es la
oración y comunión con Dios. Si nosotros nos presentamos delante de Dios, lo
alabamos y lo adoramos es entonces que nos llenamos de su amor y le decimos que
le amamos con toda nuestra alma y con todo nuestro ser, estamos haciendo
provisión para todo el día de su presencia.
Daniel 6:11. Entonces se
juntaron aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de
su Dios. Daniel 6:26. De parte mía es puesta
esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen ante
la presencia del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y permanece por
todos los siglos, y su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará
hasta el fin. Daniel 10:12. Entonces me
dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a
entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras;
y a causa de tus palabras yo he venido. Hechos 3:19. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados
vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de
refrigerio.
Pero una vez que
comienzan las tareas del día, que absorben toda su nuestra atención, es muy
difícil pensar en un Dios al que no vemos ni oímos. Unos y otros tenemos
ocupaciones exigentes en las que debemos concentrarnos para hacerlas bien,
dedicándoles todas nuestras energías. ¿Cómo podremos en medio de esa actividad
mantenernos conscientes de la presencia de Dios? Pues bien, podemos aprovechar
para recordarlo precisamente aquellas cosas que apartan nuestra mente de Él.
¿De qué manera? Haciéndolas todas en el nombre de Jesús y para su gloria. Colosenses 3:17. Y
todo lo que hagáis, hacedlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios
Padre por medio de Él. Juan14:15.
Si me amáis,
guardad mis mandamientos.
Solo a través de
nuestro Salvador y Señor Jesucristo, el Hijo del Dios Todopoderoso, podemos
encontrar esa comunión con el Padre, gracias a la ayuda y revelación del Señor
el Espíritu Santo. Solo hay una manera de acercarnos a Dios y es a través de su
Hijo, es a la manera que está revelada en la Palabra de Dios. 1 Timoteo 2:3-5. Porque
esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que
todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque
hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
hombre. La única manera de estar y vivir en la presencia de Dios
es estar unidos con Cristo, amar su Palabra y obedecerla en todos nuestros
asuntos.
Juan 15:1-17. Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva.
Si una de mis ramas no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia,
para que dé más. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho.
Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de
sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar
fruto, si no permanecen unidos a mí. Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El
que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no
pueden ustedes hacer nada. El que no permanece unido a mí, será echado fuera y
se secará como las ramas que se recogen y se queman en el fuego.
Si ustedes permanecen unidos a mí, y si
permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará. En esto
se muestra la gloria de mi Padre, en que den mucho fruto y lleguen así a ser
verdaderos discípulos míos. Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí;
permanezcan, pues, en el amor que les tengo. Si obedecen mis mandamientos,
permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y
permanezco en su amor.
Les hablo así para que se alegren conmigo y
su alegría sea completa. Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como
yo los he amado a ustedes. El amor más grande que uno puede tener es dar su
vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya
no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo
mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho.
Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he
encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre
les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Esto, pues, es lo que les mando:
Que se amen unos a otros.
Cristo, que es la plenitud de Dios y la
cabeza de la iglesia. Los creyentes estamos llenos de su Espíritu y hemos sido
hechos completos en Él. Encontramos todo lo que necesitamos para nuestra vida
en Cristo, y ya que hemos resucitado espiritualmente con Cristo, tenemos que
buscar las cosas de arriba, las cosas celestiales, donde se encuentra Cristo, a
la derecha de Dios. Hemos visto que esta realidad nos conducirá a la santidad
personal, nos conducirá la santidad en nuestra relación con otros. La vida
cristiana consiste en vivir en la presencia de Dios, llenos de la plenitud de
Cristo en nuestra conducta diaria, en el hogar, en nuestros empleos, en
nuestras profesiones y en nuestras relaciones familiares e interpersonales.
El profeta Elías vivía
y estaba en la presencia de su Dios todo el tiempo y es por eso que podía
asegurar. 1 Reyes 17:1 RV1995. Entonces Elías, el tisbita, que era uno de los habitantes
de Galaad, dijo a Acab: ¡Vive Jehová, Dios de Israel, en cuya presencia estoy,
que no habrá lluvia ni rocío en estos años, hasta que mi boca lo diga! Esa
expresión no solamente nos habla de cercanía con Dios sino que también nos
habla de una relación directa, de una posición de confianza y seguridad
espiritual. Buscar el rostro de Dios en el lugar secreto y andar con un corazón
conforme al del Señor en rectitud nos dan esa seguridad y confianza. La llenura
que nos imparte el Espíritu Santo nos mantiene en esa presencia divina. Pero
debemos tener muy claro y entender que esto hace parte de la voluntad de Dios
para nuestras vidas, para poder cumplir con el llamado y la gran comisión como
se le ha denominado en los evangelios: llevar las buenas nuevas de salvación a
las a las almas que aún no le han entregado su corazón a Cristo.
Para el creyente
genuino la presencia de Dios es real en todo momento y este conocimiento
produce tanto gozo y seguridad que da ánimo al cristiano para vivir una vida
limpia y apartada del pecado. Creer y entender que la presencia de Dios es real
y que nos acompaña siempre nos libra de vivir vidas dobles, nos libra de la
hipocresía y de la falta de honestidad, porque dejamos de vivir de apariencias
y procurando que los demás tengan una buena opinión de nosotros, y por el
contrario aprendemos a vivir para Dios, procurando agradarle, sea en público o
en privado, rodeados de gente o en la soledad.
La inefectividad del
testimonio cristiano radica muchísimas veces en que aquellos que profesan la
fe, no viven en la presencia de Dios, tienen cierto conocimiento acerca de
Cristo, pero no parece que caminen con Él diariamente. Examinémonos en este
momento ¿La presencia de Dios está en
nuestras vidas en este momento? ¿Vivimos conscientes de su presencia? ¿Estamos
llevando vidas religiosas enmarcadas en formatos de algunas congregaciones y
denominaciones, cumpliendo con muchas actividades pero sin contar con lo que
realmente desea para nosotros y su iglesia? ¿Estamos haciendo la obra del
ministerio por intereses personales o por emociones sin contar con la presencia
de Dios, su dirección a través del Espíritu Santo y la Palabra de Dios?
Santiago 4:8. Acercaos a
Dios, y él se acercará a vosotros. Isaías 55:6. Buscad
a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Jeremías
29:11-13. Porque yo sé los pensamientos que tengo
acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros
el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os
oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro
corazón
Para vivir conscientes
de la presencia de Dios, nuestros sentidos espirituales deben haber sido
despertados por el Espíritu Santo y Él lo hace por medio de la Palabra de Dios.
Cuando eso sucede se despierta una gran necesidad de amar y agradar a Dios por
sobre todas las cosas, se despierta también un deseo de servir en la obra del
ministerio compartiendo las buenas nuevas de salvación.
Qué bueno es saber
que como personas que hemos aceptado al Señor Jesucristo como Señor y Salvador “moramos bajo
la sombra del Omnipotente”, como da cuenta el Salmo 91:1. Hablamos del hecho de ser hijos de Dios, de ser
bendecidos por Dios, de ser protegidos por Dios, y podemos decir muchas cosas
más sobre el privilegio de “habitar al abrigo del Altísimo”.
Pero si sólo vemos
desde este punto de vista es tener una visión corta de lo que es andar en la
presencia de Dios. Elías habitaba en la presencia del Dios Todopoderoso y
hablaba de parte de él, ejerciendo el ministerio profético que no era nada
sencillo dadas las circunstancias de la época: anunciar palabra de juicio
frente al mismísimo impío rey de Israel.
De nada vale decir
que vivimos en la presencia de Dios si no servimos de testimonio vivo a los
demás, si no servimos al Señor y las personas con nuestros dones espirituales,
con nuestros dones ministeriales y el llamado de parte de Dios a nuestras vidas.
Romanos 11:29. Porque
irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. Servir a Dios
es sinónimo de vivir en su presencia. A manera de ejemplo podemos ver el caso
del oficial romano llamado Cornelio, en el libro de Hechos 10:2, de quien se dice que era “piadoso y temeroso de Dios con toda su
casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre”. Más adelante cuando llegó Pedro estaba dispuesto
a escuchar el mensaje de Dios: Hechos
10:33. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en
la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado. Cornelio entendía acerca de estar junto con los
suyos en la presencia de Dios: significa llevar una vida limpia.
Estar en la presencia
de Dios nos asegura que nuestros sentidos espirituales se despierten y se
desarrollen para escuchar la voz de Dios y recibir la revelación de su voluntad
para nuestras vidas, nuestras familias y nuestros ministerios siendo de esa
manera más efectivos en las manos de Dios para llevar a cabo sus planes y
propósitos. Hebreos 4:16. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la
gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Podemos
salir con la convicción de Elías de que hemos escuchado la voz de Dios, su
consejo y su revelación. 1 Reyes 18:36. Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se
acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel,
sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que
por mandato tuyo he hecho todas estas cosas.
Efectivamente, Dios
manifestó que Él era el único y soberano Dios y que Elías era siervo suyo. Es
obvio que Elías llevaba una vida intachable delante del Señor a pesar de ser “un hombre con
pasiones semejantes a las nuestras”, como dice la epístola de Santiago 5:17. El mandato de llevar una
vida intachable viene de tiempos antiguos, como podemos ver en Génesis 17:1. Yo
soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto.
Este mandato de
llevar una vida en santidad no era solamente para Abraham, sino que se extiende
a todos los cristianos de todas las épocas. Pero ¿cómo es una vida perfecta? En el Salmo 15 encontramos algunas respuestas: Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién
morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla
verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su
prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. Aquel a cuyos ojos el vil
es menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en
daño suyo, no por eso cambia; quien su dinero no dio a usura, ni contra el
inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará jamás.
El Salmo 2: 3-4 nos dice “al de manos
limpias y puro de corazón; al que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni ha
jurado con engaño”.
Estemos preparados y dispuestos para lo que el Señor
quiera hacer con nosotros de aquí en adelante. Vivir en la presencia
de Dios es estar preparados para el llamado a la obra del ministerio de parte
de Dios. El Señor le había asignado a Elías la tarea de hacer volver el corazón
de Israel hacia su Dios; tenía que advertirles del juicio del Señor si no se
arrepentían de sus pecados.
Cuando Acab vio a
Elías, le dijo: 1 Reyes 18: 17-18. ¿Eres tú el que
turbas a Israel? Y él respondió: Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa
de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová, y siguiendo a los baales. Elías tuvo que encarar a Acab, el más cruel y
perverso rey de Israel hasta entonces. Lo que consiguió fue desatar el odio y
la furia del rey y su malvada esposa Jezabel, debiendo por ello vivir huyendo y
escondiéndose para que no lo maten.
Vivir en la presencia
de Dios es descansar que él será nuestro proveedor en todas las cosas que
necesitemos bien sean espirituales o materiales. Filipenses 4:19. Mi Dios, pues, suplirá
todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. 1
Reyes 17: 2-4. Y vino a él palabra de Jehová, diciendo: Apártate de
aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está
frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den
allí de comer. Dios nunca abandonó a Elías a su suerte, sino que lo
alimentó allí donde no había qué comer.
Dios también puede
hacer lo mismo con nosotros en estos tiempos. Él sabe bien de qué cosas tenemos
necesidad y quiere suplirlas. Mateo 6:
25-34. Por
tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis
de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que
el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no
siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las
alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá,
por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por
qué os afanáis?
Considerad los lirios del campo, cómo
crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su
gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y
mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros,
hombres de poca fe?
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué
comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas
estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas
estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas.
Así que, no os afanéis por el día de
mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
Nada se puede
comparar al privilegio de ser hijos de Dios con todas las bendiciones que
podemos disfrutar y la herencia eterna que nos espera según su promesa. Pero no
olvidemos que hemos sido salvados para servir a Dios en medio de un mundo que
no lo conoce y peor aún, que lo rechaza. Todo discípulo de Cristo tiene una
misión que cumplir y debe saber cómo llevarla a cabo. Que la vida de Elías nos
inspire a vivir en la presencia de Dios, sirviéndole conforme a su voluntad.
En todo tiempo nuestros
pensamientos y nuestros hechos deben ser para Dios: Hechos 17:28. Él está presente, “porque en
él vivimos, y nos movemos, y somos. Es una experiencia que todo
cristiano debe procurar tener y alcanzar en su vida personal. Ello debería
constituir el principal objetivo de todo creyente, antes que cualquier otra
meta. El Padre Celestial y el Señor Jesucristo nos han enviado al Espíritu
Santo para ayudarnos porque sin Dios nada podemos hacer. Juan 15:5. Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque
separados de mí nada podéis hacer.
Juan 14:15-20. Si me amáis,
guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para
que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no
puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque
mora con vosotros, y estará en vosotros.
No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo
vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy
en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.
Es necesario que
procuremos y busquemos ésta experiencia espiritual de estar continuamente en la
presencia de Dios. Romanos 8:26-27. Y de igual
manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como
conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la
intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los
santos. Él nos quiere dar mucho más de lo que pedimos o entendemos.
El Padre nos ha dado a su Hijo Jesucristo y juntamente con Él nos ha entregado
todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad. Bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario