Salmo 78:7. A fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos.
Dios es el que nos ha buscado para salvación y vida eterna, pero también para revelarnos su voluntad para nuestras vidas ¿En quién realmente estamos colocando nuestra confianza? Como cristianos nuestra mirada y nuestra confianza deben estar puestas en Dios y en su Palabra (la Biblia), que contiene el evangelio eterno de nuestro Señor Jesucristo.
Debemos
tener muy claro que en nuestra condición espiritual nuestra fe es probada en
todo momento a través de muchas situaciones y circunstancias. Sabemos por la
revelación de la Palabra de Dios a través del Señor el Espíritu Santo que nuestra
naturaleza pecaminosa y terrenal ha cambiado, pues hemos sido comprados por la
preciosa sangre de nuestro Señor Jesucristo para hacernos parte de la familia
de Dios. Dios tiene planes y propósitos para nuestras vidas y nuestro trabajo es
realizarlos con la ayuda y la guía del Espíritu Santo.
Jeremías 29:11-14. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.
Jeremías 29:11-14. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.
Marcos 10:49. Entonces Jesús,
deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: TEN
CONFIANZA; levántate,
te llama.
Juan 15:16. No me
elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para
que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que
pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis
unos a otros.
Juan 17. Estas cosas
habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado;
glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has
dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le
diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero,
y a Jesucristo, a quien has enviado.
Yo te he glorificado en la tierra; he
acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al
lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. He
manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me
los diste, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas
que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado;
y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han
creído que tú me enviaste.
Yo ruego por ellos; no ruego por el
mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo
tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos
están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos
en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en
el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y
ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se
cumpliese.
Pero ahora voy a ti; y hablo esto en
el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado tu
palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No
son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu
palabra es verdad.
Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
La gloria que me diste, yo les he
dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí,
para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me
enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.
Padre, aquellos que me has dado,
quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria
que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre
justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido
que tú me enviaste. Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún,
para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.
Isaías 30:15. Porque
así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis
salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.
Salmos 94:22. Mas Jehová me
ha sido por refugio, y mi Dios por roca de mi confianza.
Salmo 78:7. A fin de que pongan en Dios
su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus
mandamientos.
Algunos
años atrás, una revista para damas publicó los resultados de una encuesta. Ante
la pregunta, ¿En quién confías?, las suscriptoras habían respondido de la
siguiente forma. El cuarenta por ciento respondió que confiaba en un conocido
presentador de noticias televisivas. El veintiséis por ciento respondió que
confiaba en el papa. El seis por ciento respondió que confiaba en Billy Graham,
el conocido evangelista. Solamente el tres por ciento respondió que confiaba en
Dios. Interesantes los resultados de esta encuesta, ¿cierto? Y yo me pregunto: ¿en
quién confiamos tú y yo? Hoy te quiero decir que el Señor es un refugio seguro
en toda situación. Puedes confiar en el Señor siempre.
Para empezar, vamos a ver que:
El Señor es
un refugio seguro ante la oposición.
La
oposición es algo que todos experimentamos en algún momento. Alguien ha dicho
que, si nadie se te opone, es porque no estás haciendo nada. Esto es aun más
cierto cuando estamos en alguna posición de liderazgo, sea en el trabajo, en
la sociedad o en la Iglesia.
El
rey David conocía muy bien la oposición. Cuando aún era joven, fue escogido por
Dios como sucesor a Saúl, quien se había rebelado contra Dios. David tuvo que
esperar varios años para asumir el trono después de ser ungido. Durante este
tiempo, el sirvió dentro del palacio, tocando música para calmar a Saúl.
También se hizo amigo de Jonatán, hijo de Saúl. Con el tiempo, sin embargo,
Saúl se volvió celoso de David, al ver que éste se hacía más popular que Saúl.
Intentó matarlo en varias ocasiones, y David tuvo que huir. Imagina, por un
momento, lo que pensaría David; sabía que Dios lo había escogido como rey, y
sin embargo, tuvo que esconderse en el desierto para no morir. ¿Dudaría David
de la protección de Dios en aquel momento? Veamos lo que él mismo escribió
acerca de Dios.
Salmo
27:1-6. El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a
quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme?
Cuando los malvados avanzan contra mí para devorar mis carnes, cuando mis
enemigos y adversarios me atacan, son ellos los que tropiezan y caen. Aun
cuando un ejército me asedie, no temerá mi corazón; aun cuando una guerra
estalle contra mí, yo mantendré la confianza. Una sola cosa le pido al Señor, y
es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi
vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo. Porque
en el día de la aflicción él me resguardará en su morada; al amparo de su
tabernáculo me protegerá y me pondrá en alto, sobre una roca. Me hará
prevalecer frente a los enemigos que me rodean; en su templo ofreceré
sacrificios de alabanza y cantaré salmos al Señor.
David
nos presenta un gran ejemplo de confianza en el Señor. Para él, Dios era un
baluarte. Era un refugio, un escondite frente a los ataques. Aunque lo
atacaran, aunque hicieran guerra contra él, David estaría confiado en el Señor.
Es
muy importante notar de dónde nacía la confianza de David. Nacía de su
experiencia de la presencia de Dios. Su más profundo deseo era estar en la
presencia de Dios. Su protección estaba en el tabernáculo de Dios, no de una
forma literal, pues el tabernáculo era una tienda de campaña que no ofrecía
ninguna protección física. Era la presencia de Dios que allí estaba. Como
creyentes que vivimos de este lado de la cruz, tenemos una gran seguridad. La Biblia
nos dice que cada uno de nosotros es templo del Espíritu Santo.
La misma presencia de Dios en la que confiaba David está en cada uno de nosotros. Por eso, cuando enfrentamos la oposición, podemos estar seguros de que Dios está con nosotros.
La misma presencia de Dios en la que confiaba David está en cada uno de nosotros. Por eso, cuando enfrentamos la oposición, podemos estar seguros de que Dios está con nosotros.
Quizás
tú te sientas atacado y rodeado de enemigos. Quizás enfrentes la oposición de
algún compañero o familiar con quien antes contabas. La tentación que enfrentas
es de arreglar la situación por tus propias cuentas. Quizás hayan chismeado de
ti, y tú quieras también levantar chismes contra quienes te hicieron mal.
Quizás te hayan maltratado, y la tentación que enfrentas es la de hacer que
sufran como te han hecho sufrir. Quizás no sepas cómo saldrás de la situación
en la que te encuentras. Puedes tener la seguridad de que el Señor es un
refugio seguro ante la oposición.
Busca
su presencia. No dejes de orar, no dejes de leer su Palabra, no dejes de buscar
de El. En el templo del Señor encontrarás tu refugio. El te amparará, y a su
debido momento, traerá tu liberación. El Señor es un refugio seguro ante la
oposición. Podemos experimentar la protección de Dios también frente a la
calamidad.
El Señor es
un refugio seguro en el desastre.
Salmo
46:1-7. Dios es nuestro amparo y nuestra
fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia. Por eso, no temeremos
aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar;
aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante su furia retiemblen los montes.
Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, la santa habitación del
Altísimo. Dios está en ella, la ciudad no caerá; al rayar el alba Dios le
brindará su ayuda. Se agitan las naciones, se tambalean los reinos; Dios deja
oír su voz, y la tierra se derrumba. El Señor Todopoderoso está con nosotros;
nuestro refugio es el Dios de Jacob.
En
este mundo, aun la naturaleza misma es rebelde. La tierra tiembla, el mar se
eleva contra los poblados y la lluvia, que nutre la tierra, también trae
inundaciones y tempestad. Con todos los avances científicos de los últimos
siglos, aún no hemos llegado a controlar la naturaleza. Frente a la posibilidad de enfrentar un desastre en
cualquier momento, la mayor parte de las personas prefiere vivir su vida,
tratando de ignorar la posibilidad de que algo les suceda. Los que creemos en
el Señor, sin embargo, tenemos buena razón para vivir confiados.
Este
salmo nos muestra que, más allá de este mundo de peligro, existe un lugar de
seguridad y de perfección. Está en la presencia de Dios. En la Biblia, se
conoce por diferentes nombres. A veces se le llama Sión, la montaña de Dios. El
libro de Apocalipsis lo presenta como la nueva Jerusalén, la ciudad celestial.
Aquí se llama "la ciudad de Dios". Si hemos llegado a creer en
Cristo, somos ciudadanos de aquella ciudad celestial. Pase lo que pase aquí en
esta tierra, podemos tener la seguridad de que todo está bien en nuestra patria
celestial, y que un día iremos a morar allí.
Tenemos
también la seguridad de que Dios guiará nuestros pasos aquí en la tierra. El
Señor cuida de los suyos de muchas maneras. Dios es capaz de cuidar de los suyos en cualquier situación. Aun en
medio del desastre, de la catástrofe, del terremoto o la tormenta, Dios es fiel
y poderoso para proteger a los suyos.
¿Vives
atemorizado por lo que puede suceder? El Señor es un refugio seguro en el
desastre. Confía en El. Estás en sus manos. El pondrá sus ángeles para
protegerte. Nada te puede tocar que El no permita. Estás en las manos de un
Dios amoroso y poderoso. Aun con esta seguridad, sabemos que algún día, de
alguna manera, a todos nos tocará la muerte, a menos que Jesús regrese
primero. Hay una realidad que debemos siempre de tener presente.
El Señor es
un refugio seguro contra la muerte.
La
muerte es el gran temor de la raza humana. Muchos consideran que la raza humana
es única entre el reino animal, pues está consciente de su propia muerte. Los
animales tratan de evitar la muerte por instinto, pero el ser humano sabe que
un día morirá - y se preocupa por esta realidad. El temor a la muerte, sin
embargo, no es algo que nos tiene que aprisionar. Podemos vivir confiados,
sabiendo que la muerte ya ha sido derrotada, y que ya no tenemos qué temer.
Hebreos
2:14-15. Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también
compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene
el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, y librar a todos los que por
temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida.
Gracias
a la encarnación de Cristo Jesús, la muerte ha sido vencida. Cuando Cristo se
ofreció inocente en la cruz del Calvario, quebró el poder del diablo. Su poder
es el poder de la muerte; al sufrirla voluntariamente, sin merecerla, Jesús
invadió el territorio del enemigo para rescatarnos a nosotros. La muerte es un
enemigo derrotado por Jesús. Podemos ser libres del temor a la muerte. Podemos
tener la seguridad de que la muerte de nuestro cuerpo físico no será el final,
sino que será la entrada a una vida mejor. Podemos saber que la muerte será la
puerta a la presencia de Dios y una vida eterna con El.
Podemos
tener la misma seguridad en el Señor. Él es un refugio seguro contra la muerte.
Déjame preguntarte ahora: ¿te estás refugiando en el Señor? ¿Disfrutas de la
seguridad y confianza que puedes tener en El? No permitas que el enemigo te
robe la confianza y el gozo. Pon al Señor en primer lugar en tu corazón, y
depende de El.
Salmo 78:7. A fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos.
Salmo 78:7. A fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos.
Bendiciones.
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