Comienza a darle tu mejor alabanza y tu mejor adoración a
Dios y veras el poder que fluirá en ti y muchas cosas ocurrirán en tu vida y en
los demás.
Este pueblo he creado para Mí, mis
alabanzas publicará. Isaías 43:21. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de
Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. 1 Pedro 2:9.
En
estos últimos tiempos en todas las iglesias cristianas del mundo es muy normal
hablar de la alabanza y de la adoración, pero es muy conveniente poder meditar
de una manera más profunda sobre este tema, ya que al parecer, en el medio
cristiano se habla mucho de ella, pero el sentido en que se usa se ha vuelto
ligero y principalmente enfocado hacia el aspecto musical; ante esta situación
es necesario estudiar y considerar su significado, su importancia en la vida
del creyente, sus prácticas y sobre todo el impacto que debe producir en
nuestras vidas.
La
alabanza y la adoración a Dios es producto del trabajo del espíritu Santo en
nuestra vida. Por eso la Palabra nos enseña a adorar a Dios en espíritu y en
verdad. Juan 4:23-24. Mas
la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre
en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le
adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es
necesario que adoren.
Alabar
a Dios significa para el cristiano el reconocer y proclamar su grandeza Is. 12:4-6; Sal. 29:1; Sal. 96:1; Sal. 104:1; Sal. 145:1;
Lc. 2:13-14,
su bondad inagotable 1 Sam. 2:1-10; Sal 30:34, su fuerza
salvadora y liberadora Éx.
15:1-21; Is. 25:15; Sal. 71; Sal. 146; Lc. 1:46-55, su amor y su fidelidad Sal.
89:1; Sal. 106:1; Sal. 107:1; Sal. 117:1.
De ahí
que alabanza, adoración y acción de gracias sean conceptos profundamente
afines. Lo específico de la alabanza es que se centra en Dios mismo más que en
sus dones. Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios se hace visiblemente
presente en Cristo; y a partir de este momento la alabanza a Dios se realiza en
Cristo, con Cristo y por Cristo Lc. 2:13. Lc. 2:20;
Lc. 18:36; Lc 19:37-38. Incluso Cristo en persona es objeto directo
de esta alabanza Mt. 21:9; He. 19:17;
Ap. 5:9.
La biblia
enseña en el Salmo 22:3. Dios habita en la alabanza de su pueblo. La alabanza es la
manera como nosotros expresamos a Dios nuestro agradecimiento por su
misericordia a nuestro favor, en todo momento no importa las circunstancias que
estemos pasando, si estamos en medio de pruebas, aflicciones, o de la
bendición, debemos alabarle y ofrecer sacrificio de alabanza que broten de
nuestros corazones y de nuestros labios ya que el gozo del señor es nuestra
fortaleza. La biblia enseña que cuando lo alabamos obtenemos fortaleza para
continuar.
Nehemías 8:10 b. No os
entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza. Hechos 16:22-28. Y se agolpó
el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron
azotarles con varas. Después de haberles azotado mucho, los echaron en la
cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido
este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies
en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y
los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal
manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron
todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Despertando el
carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba
a matar, pensando que los presos habían huido. Mas Pablo clamó a gran voz,
diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí.
Este es
uno de los pasajes poderosos que nos habla la Biblia, acerca del adorar y
alabar a Dios no importando la situación en que nos encontremos. Pablo y Silas
habían sido puestos en la cárcel por cumplir con el ministerio del Señor. Dice la Palabra de Dios que fueron golpeados,
torturados y encarcelados en una prisión, atados de manos y pies con cadenas y
grilletes como criminales peligrosos, sin ninguna posibilidad de poderse mover
ni mucho menos escapar.
Pero lo
impresionante de esta historia era la libertad de espíritu que poseían estos
siervos de Dios, que no importando el dolor de su cuerpo y todos los maltratos
que recibieron, tenían un canto para Dios en medio de la oscuridad. Esto nos
lleva a aprender cuales son esos principios que Dios nos enseña en su Palabra
para poder superar una situación terrible a través de la alabanza a Él.
La
Biblia toda está llena de explosiones de alabanza. Surgen espontáneamente del
“sentimiento básico” de gozo que señala la vida del pueblo de Dios. Dios se
complace y se deleita en las obras de su creación (Gn. 1;
Sal. 104:31; Pr. 8:30–31), y toda la creación, incluyendo los
ángeles, expresa su gozo en alabanza (Job
38:4–7; Ap. 4.6–11). También el hombre fue creado para regocijarse en las obras de
Dios (Sal. 90:14–16) y
cumple este propósito cuando acepta las dádivas de Dios (Ec. 8:15; 9:7; 11:9; Fil. 4:4,8.
La
llegada del reino de Dios en medio de la humanidad está enmarcada por la
restauración del gozo y la alabanza en el pueblo de Dios y en toda la creación (Is. 9.2; Sal. 96.11–13; Ap. 5.9–14; Lc. 2.13–14),
anticipo de lo cual ya se tiene en el ritual y el culto del templo, en el que
la alabanza surge del puro gozo que despierta la presencia redentora de Dios (Dt. 27.7; Nm. 10.10; Lv. 23.40).
La
alabanza a Dios se rinde en la tierra por sus obras de creación y redención (Sal. 24; 136), siendo ella un eco en la
tierra de alabanza en el cielo (Ap. 4.11; 5.9–10). En
consecuencia, la alabanza es una marca del pueblo de Dios (1 P. 2.9; Ef. 1.3–14; Fil. 1.11). El
rehusarse a darla es la marca de los impíos (Ro.
1.21; Ap. 16.9).
Pero
con frecuencia también se ordena a los hombres alabar a Dios como un deber, y
evidentemente en este caso la alabanza no puede depender del estado de ánimo,
de los sentimientos o las circunstancias (Job
1.21). El “alegrarse delante de
Dios”
es parte del ritual ordenado para la vida cotidiana
de su pueblo (Dt. 12.7; 16.11–12), en que los hombres se estimulan y se exhortan
mutuamente a la alabanza. Aunque hay
salmos que expresan la alabanza del individuo, siempre se ha considerado que la
alabanza se expresa mejor en el seno de la congregación (Sal. 22.25; 34.3; 35.18), donde la alabanza no sólo da honor y placer a Dios (Sal. 50.23), sino
que también obra como testimonio de y ante el pueblo de Dios (Sal. 51.12–15).
Los
levitas eran los encargados de elaborar los complejos preparativos para la
expresión de la alabanza en el templo. Se utilizaban salmos en la liturgia y en
las procesiones sagradas con “voces
de alegría y de alabanza” (Sal. 42.4). Probablemente el
canto era antifonal y comprendía dos coros, o solista y coro. El baile, desde
los tiempos más antiguos medio de expresión de alabanza (Ex. 15.20; 2 S. 6.14), también se utilizaba para este fin en el templo (Sal. 149.3; 150.4). El Sal. 150 proporciona una lista de instrumentos
musicales que se utilizaban en la alabanza.
Los
cristianos primitivos continuaron concurriendo al culto en el templo para
expresar su alabanza (Lc. 24.53; Hch. 3.1). Pero
al haber experimentado nueva vida en Cristo, era inevitable que dicha
experiencia se expresase en nuevas formas de alabanza (Mr. 2.22). El gozo era el estado de
ánimo dominante de la vida cristiana, y aunque no se describe o prescribe
explícitamente la adoración y la alabanza formales que el mismo inspiraba, la
razón es que en buena medida su práctica se daba por sentado.
Así
como aquellos que experimentaron o fueron testigos del poder sanador y
purificador de Cristo estallaban en alabanza espontáneamente (Lc. 18.43; Mr. 2.12), también en la iglesia
apostólica hay frecuentes ejemplos de tales testimonios espontáneos, que se
iban manifestando a medida que los hombres comenzaban a ver y comprender el
poder y la bondad de Dios en Cristo (Hch. 2.46; 3.8;
11.18; 16.25; Ef. 1.1–14).
Muchas
veces pensamos que solo debemos alabar a Dios cuando estemos bien y que Dios no
nos debe exigir alabanzas a Él cuando estamos en medio de problemas,
enfermedades, peligros, etc. Cuando amamos al Señor, nuestra vida gira toda en
torno a Él. La alabanza a Dios no tiene que ver sólo con música, la alabanza a
Dios es aquella gratitud que sale de lo más profundo de tu corazón por lo que
Dios ha hecho en tu vida; que en todo tiempo quieres decirle a Dios cuanto le
amas. Es entonces que las circunstancias de tu medio ambiente no interfieren en
esa devoción hacia Dios.
El mundo tiene que escuchar nuestra alabanza a Dios. Muchas
veces el mundo no se da cuenta de nuestra relación con Dios porque no la damos
a conocer. Alabar y adorar a Dios en todo tiempo es una buena forma de testificarles
a los demás quien es Dios y que es lo que hace Dios en nuestra vida.
Hay
muchas personas a nuestro alrededor que están encadenadas, frustradas, tristes
y lo que necesitan es conocer a ese Dios que puede transformar su ambiente y
dar paz y gozo a sus vidas; con nuestra alabanza podremos comunicar el amor de
Dios a esas personas. Cuando alabamos a Dios salimos de los límites naturales y
entramos en el mundo espiritual, porque es la forma de comunicarnos libremente
con Dios. Debemos entender muy bien este principio. Cuando alabamos y adoramos
a Dios en espíritu y en verdad, entramos inmediatamente al mundo espiritual y
removemos todas las fuerzas del diablo que atan la vida de las personas.
Es
entonces que sucede lo sobrenatural, las vidas son liberadas y transformadas.
Eso sucedió en aquella noche oscura, cuando Pablo y Silas comenzaron a alabar a
Dios, su canto traspaso el mundo físico y sucedió un hecho sobrenatural; vino
un terremoto que sacudió los cimientos de aquella prisión y rompió las cadenas
de Pablo y Silas y de los demás presos.
Colosenses 3:16-17. La palabra
de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a
otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con
salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o
de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre
por medio de él.
La
alabanza ha sido por generaciones una de las experiencias más maravillosas a
través de la cual los creyentes de todas las generaciones, y los ángeles de los
cielos también, han podido expresarle a Dios cuanto le aman y le exaltan. Toda
la historia de la Biblia contiene episodios preciosos de alabanza y exaltación
al Dios Todopoderoso; por ejemplo, Miriam y Moisés alabaron a Dios cuando Él
abrió el Mar Rojo delante de ellos para librarlos de los egipcios: Éxodo 15:1-2. Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado
grandemente; Ha echado en el mar al caballo y al jinete. Jehová es mi fortaleza
y mi cántico, Y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi
padre, y lo enalteceré.
Quizá
uno de los pasajes más hermosos e impactantes del Antiguo Testamento que nos
revelan el poder extraordinario de la alabanza se encuentra en 2 Crónicas 5,
cuando Salomón ordenó que el arca fuera trasladada al templo. Después de haber
construido el templo por siete años y seis meses, quedó terminado en el año
undécimo de Salomón (959 a.C.). La dedicación se llevó a cabo durante la fiesta
de los tabernáculos para estrenar el Templo.
Para un
judío de la época, el templo de Jerusalén era muy importante por lo siguiente: El
templo era el centro del culto en donde se convocaba a los hombres a adorar al
único Dios vivo y verdadero a través de las generaciones. El templo era el
símbolo de la presencia de Dios con su pueblo. El templo era el símbolo del
perdón y de la gracia y recordaba la gravedad del pecado junto con la disponibilidad
de la misericordia. El templo preparó al pueblo para el verdadero Cordero de
Dios, Jesucristo que iba a quitar el pecado del mundo. El templo era el lugar de
oración y exaltación a Dios por excelencia.
Durante
esta dedicación del Templo, los levitas y sacerdotes se prepararon para alabar
al Señor, avanzaron hacia la presencia de Dios con gran deseo de encontrarse
con Él y esto produjo que la Gloria de Dios cayera sobre ellos en el templo.
2 Crónicas 5. Acabada toda la
obra que hizo Salomón para la casa de Jehová, metió Salomón las cosas que David
su padre había dedicado; y puso la plata, y el oro, y todos los utensilios, en
los tesoros de la casa de Dios. Entonces Salomón reunió en Jerusalem a los
ancianos de Israel, y todos los príncipes de las tribus, los jefes de las
familias de los hijos de Israel, para que trajesen el arca del pacto de Jehová
de la ciudad de David, que es Sión. Y se congregaron con el rey todos los
varones de Israel, para la fiesta solemne del mes séptimo.
Vinieron, pues, todos los ancianos de
Israel, y los Levitas tomaron el arca: Y llevaron el arca, y el tabernáculo de
reunión, y todos los utensilios del santuario que estaban en el tabernáculo:
los sacerdotes y los Levitas los llevaron. Y el rey Salomón, y toda la
congregación de Israel que se había reunido con él delante del arca,
sacrificaron ovejas y bueyes, que por ser tantos no se pudieron contar ni
numerar.
Y los sacerdotes metieron el arca del pacto
de Jehová en su lugar, en el santuario de la casa, en el lugar santísimo, bajo
las alas de los querubines: Pues los querubines extendían las alas sobre el
lugar del arca, y los querubines cubrían por encima así el arca como sus barras. E hicieron salir las barras, de modo que se
viesen las cabezas de las barras del arca delante del lugar santísimo, mas no
se veían desde fuera: y allí están hasta hoy.
En el arca no había más que las dos tablas
que Moisés había puesto en Horeb, con las cuales Jehová había hecho pacto con
los hijos de Israel, cuando salieron de Egipto. Y cuando los sacerdotes
salieron del santuario, (porque todos los sacerdotes que se hallaron habían
sido santificados, y no guardaban sus turnos; y los levitas cantores, todos los
de Asaf, los de Hemán, y los de Jedutún, juntamente con sus hijos y sus
hermanos, vestidos de lino fino, estaban con címbalos y salterios y arpas al
oriente del altar; y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban trompetas:) Cuando sonaban, pues, las trompetas, y
cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová: y a medida que
alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y
alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para
siempre: entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían
los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la
gloria de Jehová había llenado la casa de Dios.
Para
desarrollar una vida de alabanza es importante en primer lugar prepararse para
la alabanza. Dios demanda santidad, unidad, disciplina y orden en la vida de
sus hijos. En segundo lugar debemos alabar a Dios sonando trompetas, cantando a
una sola voz, dándole gracias, y declarando la Palabra de Dios. Como resultado,
la Gloria de Dios cae sobre nuestras vidas para sanarnos, para liberarnos, para
guiar nuestras vidas.
La
alabanza trae consolación en los momentos difíciles. La alabanza tiene un poder
unificador capaz de llenar toda nuestra vida. El poder de la alabanza es algo
que como cristianos tenemos que conocer, alimentar nuestra fe y nunca dejar de
creer en Dios. En la adoración y la fe viva hay mucho poder, más del que
podemos imaginar, pero debemos venir ante Dios creyendo de todo corazón, pues
hasta la duda es pecado porque implica falta de confianza en nuestro Señor.
Conocer
el poder que hay en glorificar a Dios, es sumamente importante para cada cristiano,
por lo que sin importar la situación del momento, nunca dejes de alabar y
adorar a tu creador, pues él es merecedor de eso y mucho más.
Bendiciones.
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