Eclesiastés
12:13-14. El fin de todo el discurso oído es
este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del
hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa
encubierta, sea buena o sea mala.
¿Cuál es el propósito de la vida? La respuesta correcta no es un “cuál”, sino un “quien”;
porque hallarle sentido a la vida no siempre es fácil. En un momento de lucidez
y emoción el autor del libro de Eclesiastés, “El Predicador”, se da cuenta de que en realidad es Dios quien
determina los tiempos y propósitos de la vida. Si
este mundo, en su estado presente, lo fuera todo, no sería digno de vivir por
él; y la riqueza y placer de este mundo, si tuviésemos mucha, no son
suficientes para hacernos felices.
1 Juan 2:15-17.
No améis al mundo ni lo que hay en el mundo.
Quien ama al mundo no ama al Padre, porque nada de lo que el mundo ofrece viene
del Padre, sino del mundo mismo. Y esto es lo que el mundo ofrece: los malos
deseos de la naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos y
el orgullo de las riquezas. Pero el mundo se va acabando, con todos sus malos
deseos; en cambio, el que hace la voluntad de Dios vive para siempre.
¿De qué le aprovecha al hombre todo su esfuerzo? Todo lo que consigue no satisfará las
necesidades del alma, ni satisfará sus deseos; no expiará los pecados del alma,
ni impedirá su pérdida ¿de qué provecho será la riqueza del mundo para el alma
en la muerte, el juicio o en el estado eterno? Los corazones de los hombres y
sus corrupciones son las mismas ahora que en épocas anteriores; sus deseos y
búsquedas, y quejas, aún las mismas. Esto debe apartarnos de tener expectativa
de felicidad en la criatura, y vivificarnos para buscar las bendiciones
eternas. ¡Cuántas cosas y personas de la época de Salomón fueron consideradas
como muy grandes, pero ahora no hay recuerdo de ellas!
Colosenses
1:9-14. Por lo cual
también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y
de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e
inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole
en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de
Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para
toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo
aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha
librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado
Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
El
autor se define a sí mismo con el nombre de Qo·hé·leth (que significa “Congregador; Agrupador; Juntador; Convocador”) que
quiere decir “El Predicador”. Quiero que entremos a estudiar y a escudriñar un poco este libro de la
Biblia, que con la ayuda del Espíritu Santo podamos tener más claridad y
entendimiento sobre nuestras vidas, las circunstancias que nos rodena y los
propósitos por los cuales nos encontramos viviendo en la tierra y en estos
tiempos.
Una
de las cosas claves que transmite este libro es que aunque el hombre no pueda
resolver todos sus problemas de esta vida, si puede reposar confiadamente en la
seguridad de que discierne todas las cosas y que en Jesucristo sus caminos serán justificados al final de los tiempos. El hombre está hecho de tal modo que siempre tiene que encontrarle
sentido al universo ya que Dios ha puesto eternidad en su corazón, mas Dios es
el único que tiene la visión completa de todas las cosas, por lo tanto el plan
para el hombre consiste en recibir su vida cada día de las manos de Dios y
disfrutarla en la medida de sus posibilidades.
La vanidad
de la sabiduría humana. Eclesiastés 1:1-11. Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es
vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana
debajo del sol? Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre
permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de
donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de
continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y
el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para
correr de nuevo.
Todas
las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia
el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué
es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos
que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que
sucederá habrá memoria en los que serán después.
Este
libro da la oportunidad a los cristianos de ver al mundo a través de los ojos
de una persona que, aunque muy sabia, está tratando de encontrar el sentido de
la vida en las cosas humanas y temporales. La mayor parte de los placeres mundanos
son explorados por el Predicador, y ninguno le proporciona un sentido
significativo a la vida.
El siguiente
es un panorama muy general del este libro, pero que nos da una visión del
contenido y su objetivo. Dos
frases son repetidas a menudo en Eclesiastés. La palabra traducida como
“vanidad” en la RV, y como “absurdo” en la NVI aparece con frecuencia, y es
usada para enfatizar la naturaleza temporal de las cosas del mundo. Al final,
aún los logros humanos más impresionantes, serán dejados atrás. La frase “bajo
el sol” ocurre 28 veces, y se refiere al mundo mortal. Cuando el Predicador se
refiere a “todas las cosas debajo del sol,” está hablando de las cosas humanas,
terrenales y temporales.
Los
primeros siete capítulos del Libro de Eclesiastés, describen todas las cosas
mundanas “bajo el sol” en las que el Predicador trata de hallar contentamiento.
El prueba el descubrimiento científico (1:10-11), la sabiduría y la filosofía (1:13-18), la alegría (2:1), el alcohol (2:3), la arquitectura (2:4), las posesiones (2:7-8), y los lujos (2:8). El Predicador dirigió su mente hacia diferentes filosofías, tales como
el materialismo, para encontrar el significado (2:19-20), y aún los códigos morales (capítulos 8-9). Él encontró que todo
era vanidad, una diversión temporal, que sin Dios, no tenía propósito o
permanencia.
Los capítulos 8-12 de Eclesiastés
describen las sugerencias y comentarios del Predicador sobre cómo debe vivirse
la vida. Él llega a la conclusión de que sin Dios, no hay verdad ni significado
para la vida. Él ha visto muchos males y se ha dado cuenta de que aún los
mejores logros del hombre, no valen nada a la larga. Así que él aconseja al
lector conocer a Dios desde la juventud (12:1) y seguir Su
voluntad (12:13-14).
También
es bueno que veamos algunas referencias proféticas en este libro. Para todas
las vanidades descritas en el Libro de Eclesiastés, la respuesta es Cristo. De acuerdo a Eclesiastés 3:17. Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará
Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que
se hace. Dios juzga al justo y al impío, y
los justos son solo aquellos que están en CRISTO (2 Corintios 5:21. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado,
para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él).
Dios
ha colocado el deseo por la eternidad en nuestros corazones (Eclesiastés 3:11), y ha provisto el Camino a la vida eterna a través de Cristo (Juan 3:16. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado
a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna). Se nos recuerda que
luchar por alcanzar las riquezas del mundo, no solo es vanidad porque no
satisface (Eclesiastés 5:10. El que ama el dinero,
no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También
esto es vanidad), sino que aún si
pudiéramos alcanzarlas, sin Cristo, perderíamos nuestras almas y ¿qué provecho
habría en ello? (Marcos 8:36. Porque ¿qué aprovechará al
hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?).
A
última instancia, cada desilusión y vanidad descrita en Eclesiastés tiene su
remedio en Cristo, quien es la sabiduría de Dios y el único significado
verdadero que encontramos en la vida.
Salmo 39:5. He
aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti;
Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Ciertamente como una
sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe
quién las recogerá. Salmo 144:4. El
hombre es semejante a la vanidad; Sus días son como la sombra que pasa. Proverbios
27:20. El Seol y el Abadón nunca se sacian;
Así los ojos del hombre nunca están
satisfechos.
Cerciórate
de vivir para algo por lo cual valga la pena morir. El Apóstol Pablo nos dejó una gran enseñanza de su propia vivencia de su
relación con Cristo y en lo referente al mundo y a las cosas que están en el
mundo.
Filipenses
1:12-21. Quiero que sepáis, hermanos, que las
cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del
evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en
todo el pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando
ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra
sin temor. Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda;
pero otros de buena voluntad.
Los
unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir
aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto
para la defensa del evangelio. ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o
por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré
aún. Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de
Jesucristo, esto resultará en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza
de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre,
ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque
para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
Filipenses
3:1-14. Por lo demás, hermanos, gozaos en el
Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es
seguro. Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los
mutiladores del cuerpo. Porque nosotros somos la circuncisión, los que en
espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza
en la carne. Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa
que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del
linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la
ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la
justicia que es en la ley, irreprensible.
Pero
cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de
Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he
perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él,
no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de
Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de
su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser
semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de
entre los muertos.
No
que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si
logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos,
yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo
a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Veamos
ahora la definición de vanidad desde el punto de vista bíblico: su uso aquí a
la inutilidad y vanidad de la vida que no se vive en comunión con Dios, ni
conforme a la voluntad divina. Eclesiastés muestra el peregrinaje espiritual de
un hombre preocupado por el sentido de la vida y que ha abrigado muchas ideas a
menudo contradictorias en busca del supremo bien. El hombre no puede resolver
el enigma de la vida mediante algo que pudiera ser descubierto u observado
debajo del sol.
El
fin de su búsqueda no proporciona una respuesta filosófica a los interrogantes
que lo atormentaban, pero si una breve reseña de las incomprensibles facetas
que constituyen la vida natural. El temer a Dios es decir el caminar
reverentemente delante del Señor y guardar sus mandamientos que es realmente
someter la totalidad de nuestra vida a su voluntad la cual es que Jesucristo
sea reinando nuestro corazón; esta es sencillamente la demanda que Dios hace a
su pueblo.
Juan 14:15. Si me amáis, guardad mis
mandamientos.
Juan
15:1-17. Yo soy la vid
verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo
quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en
mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la
vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
El
que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los
recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En
esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis
discípulos.
Como
el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si
guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado
los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he
hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este
es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene
mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois
mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya
no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os
he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a
conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros,
y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca;
para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os
mando: Que os améis unos a otros.
Al final, el Predicador llega a aceptar que la fe en
Dios es la única manera de encontrar el significado personal. Él decide aceptar
el hecho de que la vida es breve y a última instancia inútil sin Dios. El
Predicador aconseja al lector enfocarse en un Dios eterno, en vez de en el
placer temporal. Eclesiastés ofrece al cristiano una oportunidad de entender el
vacío y la desesperación con la que luchan aquellos que no conocen a Dios.
Aquellos que no tienen una fe salvadora en Cristo, se enfrentan con una vida
que a última instancia terminará y se volverá irrelevante.
Si no hay salvación, y no hay Dios, entonces no solo
la vida no tiene caso, sino que tampoco hay un propósito o dirección para ella.
El mundo “bajo el sol,” aparte de Dios, es frustrante, cruel, injusto, breve, y
“carente de sentido.”
Pero con
Cristo, la vida no es sino una sombra de las glorias por venir en un cielo que
solo es accesible a través de Él.
Eclesiastés
3. Todo tiene su tiempo, y todo lo que se
quiere debajo del cielo tiene su hora: Tiempo de nacer y tiempo de morir;
tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de
sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir; tiempo de llorar y tiempo de
reír; tiempo de estar de duelo y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras y
tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar y tiempo de dejar de abrazar;
tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de arrojar;
tiempo de romper y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo
de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz. ¿Qué provecho
saca el que hace algo, de aquello en que se afana?
He
considerado la tarea que Dios ha dado a los hijos del hombre, para que se
ocupen en ella. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; también ha puesto eternidad
en el corazón de ellos, de modo que el hombre no alcanza a comprender la obra
que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin. Yo sé que no hay cosa mejor
para el hombre que alegrarse y pasarlo bien en su vida. Y también, que es un
don de Dios que todo hombre coma y beba y goce del fruto de todo su duro
trabajo. Sé que todo lo que Dios hace permanecerá para siempre. Sobre ello no
hay que añadir, ni de ello hay que disminuir. Así lo ha hecho Dios, para que
los hombres teman delante de él. Aquello que fue ya es, y lo que ha de ser ya
fue. Dios recupera lo que ya pasó.
Mateo 24:13. Mas el que persevere hasta
el fin, éste será salvo.
Apocalipsis 2:7. El que tiene oído,
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer
del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.
Apocalipsis 2:11. El que tiene oído,
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño
de la segunda muerte.
Apocalipsis 2:17. El que tiene oído,
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del
maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un
nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
Apocalipsis 2:26-29. Al que venciere y
guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las
regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo
también la he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana. El que
tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Apocalipsis 3:5-6. El que venciere será
vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Apocalipsis 3:12-13. Al que venciere,
yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y
escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios,
la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Apocalipsis 3:21-22. Al que venciere,
le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he
sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu
dice a las iglesias.
Bendiciones.
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