Dentro de
cada ser humano que ha nacido de nuevo y que ha aceptado a Jesucristo como
Señor y Salvador, encontramos una vieja naturaleza carnal y pecaminosa que se
opone a los designios divinos para nosotros, es una lucha espiritual de la
carne contra el Espíritu de Dios.
Isaías 64:6. Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas
nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la
hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.
Es un
diario batallar, en el que vamos desarrollando el carácter de Cristo necesario para
cumplir los planes de Dios para nuestras vidas y llevar a cabo la comisión que
Dios nos ha encargado a cada uno de nosotros, desde antes de la fundación del
mundo. El deseo de Dios es que se manifieste a través de cada uno de nosotros
el reino de Jesucristo para que muchas más almas sean iluminadas por el
evangelio glorioso de nuestro Señor Jesucristo y la obra poderosa del Espíritu
Santo.
Gènesis 6:3. Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu
con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días
ciento veinte años.
Salmo 78:39. Se acordó de que
eran carne, soplo que va y no vuelve.
Romanos 7:14. Porque sabemos
que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.
Por toda
la tierra hay personas que desean seguir al Señor en sus propias fuerzas y
andando en la ley, pero esto siempre lleva a un cansancio físico y espiritual
en el camino de la vida eterna, nos lleva a andar en religiosidad y fuera del
verdadero propósito de Dios, en otras palabras lleva a una vida infructuosa,
nos lleva a una vida de fracaso espiritual.
Lucas 18:9-14. A unos que
confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también
esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el
otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera:
Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos,
adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos
de todo lo que gano.
Mas el publicano, estando lejos, no quería
ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios,
sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado
antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que
se humilla será enaltecido.
Para
lograr la victoria en cada una de nuestras circunstancias, es necesario recibir
de parte de Dios entendimiento y sabiduría para vivir la vida cristiana en
dependencia y sumisión en amor al Espíritu Santo, dando pasos de fe en el
camino eterno que es nuestro Señor Jesucristo, quien nos llevará al destino
eterno, nuestro Padre Celestial, quien nos creó, quien nos formó, quien nos
redimió, quien nos salvó, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual
y nos ha sentado en los lugares celestiales por la eternidad, quien envío su Espíritu
Santo para no dejarnos huérfanos y ayudarnos en el camino de la vida eterna.
Jeremías 29:11-14. Porque yo
sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de
paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y
vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me
buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y
haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos
los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde
os hice llevar.
Cada uno
de nosotros, como hijos de Dios, necesitamos ser llenos del Espíritu Santo,
necesitamos ser llenos del perfecto amor del Padre Celestial, necesitamos vivir
una vida rendida a Dios en nuestro ser interior, necesitamos ser genuinos y
sinceros en nuestro corazón buscando el rostro del Señor en el lugar secreto y
en cada asunto que manejamos en nuestro diario vivir.
Romanos 7:14-25 (PDT).
Así que todos sabemos que la ley es
espiritual, pero yo no soy espiritual porque el pecado tiene poder sobre mí. Soy
como un esclavo del pecado. No sé qué está pasando conmigo: lo que quisiera
hacer no lo hago y resulto haciendo lo que odio.
Como no me gusta hacer el mal que hago, eso
significa que reconozco que la ley es buena. Pero en realidad no soy yo el que
hace esas maldades, sino el pecado que vive en mí. Yo sé que el bien no vive en
mí, es decir, no vive en mi naturaleza humana. Hay en mí el deseo de hacer el
bien, pero no puedo llevarlo a cabo.
En efecto, no hago el bien que quiero
hacer, sino que hago el mal que no quiero hacer. Entonces si hago lo que no
quiero hacer, no soy en realidad yo el que hace el mal, sino el pecado que vive
en mí. Así que he aprendido esta regla: aunque quiero hacer el bien, el mal
está ahí conmigo. En mi interior yo estoy de acuerdo con la ley de Dios.
Pero veo que aunque mi mente la acepta, en
mi cuerpo hay otra ley que lucha contra la ley de Dios. Esa otra ley es la ley
del pecado. Esa ley vive en mi cuerpo y me hace prisionero del pecado. ¡Eso es
terrible! ¿Quién me salvará de este cuerpo que me causa muerte? ¡Dios me
salvará! Le doy gracias a él por medio de nuestro Señor Jesucristo. Así que en
mi mente soy esclavo de la ley de Dios, pero en mi naturaleza humana soy
esclavo del pecado."
El Apóstol Pablo nos dejó esa revelación de parte de Dios
con la que podemos entender nuestra naturaleza y como avanzar en el mundo
espiritual para alcanzar los planes y propósitos divinos para nuestras vidas y
nuestras familias, necesitamos ser dependientes y obedientes al Señor
Jesucristo.
Cristo es quien nos libera del pecado y rompe las ataduras de maldición, es quien nos lleva a vivir una vida de libertad y de bendición para vida eterna, a través del poder y la llenura del Espíritu Santo, a una vida en el Espíritu.
Cristo es quien nos libera del pecado y rompe las ataduras de maldición, es quien nos lleva a vivir una vida de libertad y de bendición para vida eterna, a través del poder y la llenura del Espíritu Santo, a una vida en el Espíritu.
Es la obra y la vida del Espíritu Santo quien nos imparte
la verdadera vida espiritual que necesitamos.
Pablo usa
con frecuencia los términos carne, carnal a la naturaleza humana que se opone a
todo lo espiritual que viene de parte de Dios, designa a toda persona desde el
punto de vista de su debilidad física o moral. El pecado es personificado como
un amo respecto de sus esclavos; aquí se describe como una fuerza maligna que
vive dentro del hombre que está en constante lucha contra el espíritu del mismo,
para que no hagamos lo que Dios tiene destinado para nosotros.
Gálatas 5:19. Y manifiestas son las obras de la carne, que son:
adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las
cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios.
La
depravación de la raza humana se revela contra las leyes de Dios, y se
manifiesta como un conflicto entre la nueva naturaleza y la vieja naturaleza.
Esto se ve reflejado como las obras de la carne. Pero existe un camino hacia la
victoria, Cristo nos libera para que vivamos bajo el poder y la vida del
Espíritu Santo: Él es quien nos asegura la victoria y hace posible la santidad
en nuestras vidas.
Isaías 55:6. Buscad a Jehová
mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío
su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual
tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque
mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos,
dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos
más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.
Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá,
sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que
siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá
a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para
que la envié.
En la
carta a los romanos, en el capítulo 8 se nos revela una nueva y victoriosa
manera de enfrentar el pecado: vivir libres de pecado se hace ahora posible porque
ya no somos esclavos del pecado, sino siervos de Dios, hijos de Dios por la
adopción que es en Jesucristo y que ahora somos capaces de escoger vivir y practicar
la justicia de Dios, en lugar de seguir atados a la vieja naturaleza pecaminosa
y carnal, que nos puede llevar a la condenación eterna en el infierno.
El
obedecer la Palabra de Dios nos proporciona una naturaleza nueva de santidad y
decir no al pecado nos acerca a la presencia de Dios. Obedecer a Cristo,
nuestro nuevo maestro de manera genuina y trasparente, nos hace vivir la
verdadera vida espiritual. Es la vieja naturaleza la que se manifiesta en
acciones pecaminosas. Gracias la presencia del Espíritu Santo en nosotros, la
verdadera vida de Cristo se manifiesta en nuestros cuerpos mortales.
2 Corintios 5:13-20. Porque
si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros. Porque el
amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego
todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí,
sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de aquí
en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según
la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo
esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio
el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando
consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos
encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores
en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en
nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
En las fuerzas
naturales del ser humano no es posible agradar a Dios y andar en santidad, todo
es por gracia divina, es por la misericordia y el perfecto amor del Padre
Celestial, es por la obra del Espíritu Santo y depende del querer como el hacer
colocados por Dios en cada uno de nosotros. Pretender hacer las cosas para Dios
desde el espíritu humano, por más bueno que parezca es un rotundo fracaso.
En la
medida que nos entregamos al Señor, el mismo Jesús, se convierte en el cabal
cumplimiento de la ley y la Palabra de Dios en nuestras vidas. Una vida de
oración, de estudio de la Palabra de Dios y de dependencia al Espíritu Santo,
nos dan una vida victoriosa, es por eso que debemos morir a las actitudes y
conductas procedentes de la carne.
Juan 14:15-21. Si me amáis,
guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para
que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no
puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque
mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a
vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis;
porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que
yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis
mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado
por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Después de
haber mostrado las limitaciones de una ley religiosa, o más bien, de cualquier
religión que valorice la observancia de las prácticas, Pablo nos habla de la
vida en el Espíritu. Pues la vida cristiana es eso para él en primer lugar.
Pablo sabe
lo que es una vida conducida en forma permanente por el Espíritu, pues ha
escapado a la situación del pecador dividido entre su conciencia y sus malas
costumbres, y se ha unificado, quedando disponible para Dios. La vida humana de
Cristo preparó la comunicación del Espíritu para los que debían ser
adoptados, y luego santificados. Primero vino Cristo, y después el Espíritu Santo.
Espíritu
de Dios trabaja incluso allí donde no se lo nombra. Para agradar a Dios habrá
que estar siempre, lo mismo que Abrahán, al margen del mundo, es decir, en
batalla contra la carne y sus malos deseos. El Espíritu Santo asegura a nuestro
espíritu que somos hijos de Dios. El que vive según el espíritu vive en la luz,
y es consciente de ello. Mientras guardamos la enseñanza de Cristo y
participamos de la vida de la Iglesia, el Espíritu nos da un conocimiento, nos
da seguridad, nos da confianza y un gran gozo de la salvación y de las cosas de
Dios.
Cada día,
el Espíritu Santo nos guía y nos inspira en la manera correcta de agradar a
Dios y vivir para Él.
Romanos 8:3-19. Porque lo que
era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a
su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado
en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no
andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Porque los que son de la carne piensan en
las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del
Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del
Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad
contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los
que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Mas vosotros no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno
no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el
cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa
de la justicia.
Y si el Espíritu de aquel que levantó de
los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo
Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en
vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos
conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por
el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que
son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido el espíritu de
esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu
de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da
testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Y si hijos, también herederos; herederos de
Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que
juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en
nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el
aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
Dios hace
posible que "todas las
cosas", no solo incidentes aislados, redunden en nuestro bien. Esto no
significa que todo lo que nos pasa es bueno. Lo malo sigue prevaleciendo en
nuestro mundo caído, pero Dios es capaz de cambiar todas las circunstancias a
nuestro favor. Tengamos presente que Dios no está ocupado en hacernos felices,
sino en cumplir sus propósitos.
Esta
promesa no es para todos, es solo para los que aman a Dios y forman parte de
los planes divinos. Los "llamados" son todas los que el Espíritu Santo convence y permite que
reciban a Cristo. Estas personas tienen una nueva perspectiva, una nueva
mentalidad en la vida. Confían en Dios, no en los tesoros de la vida; buscan su
seguridad en el cielo, no en la tierra; aprenden a aceptar el dolor y la
persecución, no a lamentarsen, porque Dios está con ellos.
Romanos 8:24-39. Porque en
esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque
lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con
paciencia lo aguardamos. Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Mas el que escudriña los corazones sabe
cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios
intercede por los santos. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque
a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos.
Y a los que predestinó, a éstos también
llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a
éstos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros,
¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién
acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que
condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que
además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién
nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o
hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito: Por causa de ti somos
muertos todo el tiempo; Somos contados
como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la
vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Es el
Espíritu el que redarguye nuestro corazón de pecador y nos convence de todo
juicio, justicia y pecado para llevarnos al arrepentimiento y es también, por
medio del oír de la Palabra que el pecador comienza a tener fe en Dios y las
puertas de los cielos se abren ante el recibiendo gracia y perdón de sus
pecados.
Así que
vemos que necesitamos que el Espíritu sople sobre cada palabra de Dios que
hemos oído para que nuestras vidas sean transformadas. Sin el agua de la
palabra (evangelio) no puede haber salvación y es el poder del Espíritu que lo
hace una realidad en nosotros. Por eso Cristo dijo que es necesario nacer de
agua (Palabra de Dios) y del espíritu (Espíritu
Santo).
Dios ha
venido a nuestras vidas para sacarnos de la oscuridad espiritual y rescatarnos
de las tinieblas que han segado nuestro entendimiento y nuestro corazón. Ha
venido a liberarnos de la religiosidad, del temor al qué dirán, de los
razonamientos carnales, de querer controlar todo a nuestro alrededor de acuerdo
a nuestros criterios amoldados al mundo y a sus malos deseos.
Zacarías 4:6. Entonces
respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice:
No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los
ejércitos.
Dios ha
venido para hacernos entrar en el Reino del Espíritu donde podamos tener un
encuentro con Cristo experimentando la gloria de su presencia. Dios quiere que
hacernos renacer del Espíritu para que vivamos la plenitud del Reino de los
Cielos.
El
Espíritu Santo nos quiere introducir en la vida del reino de Dios de una manera
continua y progresiva. El Espíritu Santo quiere formar la vida y el carácter de
Cristo en nuestro corazón y para ello es necesario que nazcamos de nuevo en el
Espíritu no solo para conversión, sino para una vida abundante diaria. Bendiciones.
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