Para
aquéllos llamados por Dios, la cruz de repente tiene sentido. Lo que parecía
una locura cuando estábamos afuera mirando hacia dentro, de repente se aclara
al mirarlo desde dentro. Podemos ver que la cruz no es una tontería, sino la fuerza
y la sabiduría de Dios. Es fuerte porque tiene el poder de salvar. Es sabia
porque la muerte de Cristo en la cruz dice más claro que nada que el amor de
Dios para nosotros no tiene límites.
1 Corintios
1:18-31. RVR10960. Porque la
palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan,
esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la
sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde
está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo?
¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de
Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a
los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales,
y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado,
para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para
los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de
Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de
Dios es más fuerte que los hombres. Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que
no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino
que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil
del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de
que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús,
el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y
redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el
Señor.
Vamos
el contexto de esta porción de las Escrituras: Corintio era una ciudad
importante y abundante en el istmo (una franja estrecha de tierra) que separa
el norte del sur de Grecia. El Apóstol Pablo pasó allí 18 meses durante su Segundo
Viaje de Misionero y fundó allí una iglesia. Hechos 18 relata
la obra de Pablo en Corintio durante ese tiempo en bastante detalle. Al
terminar su visita a Corintio, Pablo se marchó para visitar Éfeso, Jerusalén,
Antioquía, y Galacia (Hechos 18:18-23). Después de salir de
Corintio, Pablo escribió una carta a los cristianos en Corintio avisándoles, “no os envolváis
con los fornicarios” (5:9),
pero esa carta se ha perdido.
Pablo
escribe esta carta para responder a un informe de la gente de Cloé sobre los
problemas existentes en la iglesia de Corintio (1:11).
En esta carta, Pablo se dirige a estos problemas por medio de enseñanza
apostólica. El primer problema se trata de las divisiones en la iglesia, al
cual se dirige en versículos 10-17 y del que hablará en más
detalle en capítulo 3.
Ahora
Pablo vuelve su atención a la cruz de Cristo. Con la cruz surgen preguntas para
ambos judíos y griegos (gentiles). Corintio es una ciudad griega, pero tiene
una población judía bastante grande. Mientras vivía en Corintio, Pablo trabajó
con judíos y griegos, y ambos estaban representados en la iglesia corintia. La
cruz de Cristo parecía una tontería para los judíos, que esperaban un Mesías
fuerte y poderoso – y para los griegos, que ponían mucho valor en la sabiduría
humana (griego: sophia). Para los judíos, la cruz reflejaba debilidad, no
fortaleza. Para los griegos, la cruz parecía un sinsentido, algo que no
representaba sabiduría. En estos versículos Pablo responde a estas dos maneras
que ellos tienen de ver la cruz.
“Porque la palabra de la cruz es
locura á los que se pierden” (v. 18a). Este versículo introduce
el resto del capítulo, donde Pablo contrasta la sabiduría del mundo (sabiduría
humana) con la sabiduría de Dios, cuya máxima expresión se encuentra en la
aparente tontería de la cruz de Cristo. Para los que se enorgullecen de su
sabiduría, la cruz parece una tontería – un sinsentido. ¿Por qué mandaría Dios a su Hijo a morir en
una cruz? Según los estándares de sabiduría
humana, esto no tiene sentido. Pero sabiduría humana, por atractiva que parezca
en la superficie, no tiene el poder de salvar. No importa cuán importante sea, la
gente que solo depende de sabiduría humana perece. Son como personas cuyo barco
se ha hundido en medio de un gran océano. Aunque sean nadadores olímpicos,
ninguno de ellos podría llegar a la orilla por sí mismo. Necesitan un bote
salvavidas o, mejor aún, un barco para salvarles. La mayor tontería para ellos
sería rehusar la ayuda de un barco que acude a ayudarles.
“Mas a los que se salvan, es a saber,
a nosotros, es potencia de Dios” (v. 18b). Los que han sido salvados han reconocido su propia
impotencia y la potencia de Dios. Aceptan que no pueden vencer el pecado que
amenaza con dominar sus vidas, y han aprendido a confiar en la gracia de Dios.
Esta gracia se manifestó plenamente en la cruz de Cristo, cuando Cristo no solo
oró para que Dios perdonase a los que le crucificaron, pero también abrió las
puertas del perdón para todos que creyeran en él. La cruz, entonces, que puede
parecer una tontería para aquéllos que se hunden en sabiduría humana, es
realmente el instrumento que salva a los a los que creen en su nombre.
“Porque está escrito: Destruiré la
sabiduría (sophia) de los sabios, y desecharé (atheteo) la inteligencia
(synesis) de los entendidos” (synetos) (v. 19). Corintio es griego, y
los griegos de la antigüedad estaban muy orgullosos de su sabiduría y de sus
grandes filósofos, Sócrates, Platón, y Aristóteles. La palabra filosofía viene
de dos palabras griegas, phileo, que significa “amar” y sophia, que significa
“sabiduría.” Los griegos aman la sabiduría y se enorgullecen de su sabiduría y
entendimiento.
Pero
Pablo cita al profeta Isaías para decirle a la iglesia corintia que Dios, “hará
perecer la sabiduría de los sabios” y hará desvanecer el discernimiento de los
que disciernen. La cita viene de Isaías 29:14b, donde dice: “porque perecerá la
sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la prudencia de sus prudentes.” La sabiduría humana
(sophia) y el discernimiento (synesis – entendimiento) tienen raíces en
disciplinas como la historia y las ciencias. Estas disciplinas prometen
iluminarnos para que nuestro futuro brille más que el pasado.
Este
tipo de sabiduría nos trae verdadera esperanza. Disfrutamos de una buena
calidad de vida, con fontanería y calefacción y automóviles. Estas cosas
hubieran sido la envidia de príncipes y reyes de las generaciones anteriores.
Nuevas técnicas de perforación nos permiten extraer petróleo de lugares que
hasta hace solo una década, hubieran sido inaccesibles. Tecnología moderna hace
posible que encontremos terroristas antes de que puedan atacar. Medicina
moderna hace posible que vivamos más tiempo y libres de dolor.
No
obstante, lo que que hemos aprendido de la historia y las ciencias no nos ha
traído verdadera seguridad. Nuevas soluciones a menudo crean problemas que
antes no teníamos. No nos hemos acercado más a la solución del problema del mal
de lo que estaban nuestros antepasados hace mil años. Destapar los secretos del
átomo nos ha dado energía barata pero, al mismo tiempo, ha creado montañas
enormes de desperdicio nuclear – y nos ha dado razones para temer la aniquilación.
Todavía hay guerras y comienzos de guerras.
Tiranos
siguen dominando naciones grandes y pequeñas alrededor del mundo. Nuestras
armas sofisticadas nos dan una ventaja temporánea sobre nuestros enemigos, pero
a menudo son obstruidas por tecnologías primitivas y de bajo coste. Comodidades
como la calefacción, el aire acondicionado, y los automóviles han salido
gracias a los recursos preciosos de la tierra y han contaminado el aire. Hasta
la medicina moderna nos ha traído problemas.
Entonces
Dios (por medio de Isaías y Pablo) dice, “Destruiré la sabiduría de los
sabios, y desecharé la inteligencia de los entendidos.” ¿Podemos dudar que
Dios haya hecho exactamente eso? No es que venga para destituirnos cada vez que
avanzamos un paso. En cambio, parece que ha ideado una ley de la naturaleza tan
real como la gravedad – que la sabiduría humana es siempre finita y que a
menudo crea más problemas de los que resuelve.
“¿Qué es del sabio (sophos)? ¿qué del
escriba (grammateus)? ¿qué del escudriñador (suzetetes) de este siglo (houtos
ho aion)? (v. 20a). Pablo continúa su argumento con algunos ejemplos de gente
conocida por su sabiduría:
En
el libro de Romanos, Pablo dice que Dios se ha revelado para que hasta los
malvados le puedan ver claramente. No obstante, muchos prefieren ignorar esta
revelación. No honran a Dios, “Diciéndose ser sabios, se hicieron fatuos, y
trocaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre
corruptible, y de aves, y de animales de cuatro pies, y de serpientes” (Romanos 1:22-23). ¿Cómo puede una persona que adora ídolos de
madera o de piedra presumir de ser sabio?
“Agradó a Dios salvar á los creyentes por la locura
de la predicación” (kerygma) (v. 21b). Dios, en su sabiduría, decidió revelarse
a sí mismo, no por medio de sabiduría humana, sino por la aparente tontería de
la predicación (kerygma). La kerygma del Nuevo Testamento se puede resumir en
“la proclamación de la muerte, la resurrección, y la exaltación de Jesús que
elevó Su persona como ambos Señor y Cristo (confrontando) al hombre con la
necesidad del arrepentimiento y (prometiendo) el perdón de los pecados”. Por lo
tanto, el kerygma se centra en la muerte, resurrección, y ascensión de Jesús.
Es por medio de estas acciones que Dios redime al mundo.
La cruz de Cristo no tiene sentido para aquéllos
que rehúsan creer. ¿Por qué mandaría Dios a su Hijo a morir
en una cruz? ¿Por qué no enviarle encabezando un ejército? ¿Por qué no enviarle
con poderes mágicos para resolver todo? La respuesta, claro, es que aunque Dios
quiere salvar el mundo, lo quiere hacer ganándose a la gente en lugar de
coaccionándola. Quiere que seamos libres para escoger.
“Porque los Judíos piden señales” (v. 22a). Exigir señales es un tipo de idolatría. Exigir
una señal es insistirle a Dios que se demuestre. Es insistir que Dios calme
nuestras dudas y que lo haga de nuestra manera. Jesús obró milagros, pero no
necesitaba de aquéllos que pedían señales (Mateo 16:1-4; Juan 2:23-25; 4:48).
Pablo
dice que los judíos piden señales, pero personas de todo tipo piden señales y
milagros. Algunos exigen milagros médicos. Otros esperan que Dios les encuentre
un lugar donde estacionar el coche en una ciudad llena de gente o un nuevo
trabajo o cualquier cosa que necesiten en ese momento. Quieren que Dios sea su
botones, un sirviente que haga lo que quieran.
“Y los Griegos buscan sabiduría” (v. 22b). Como se anota arriba, los griegos premiaban su
sophia – su sabiduría – sus filósofos – su sofisticación. Esta es la tentación a
la que los griegos son más susceptibles – pero su sabiduría no tiene el poder
de salvar.
De
nuevo, debemos anotar que hoy nosotros estamos tentados de la misma manera. A
menudo nos dejamos convencer por gente que parece sabia pero que solo resulta
ser gente charlatana. Muchas veces somos convencidos por diferentes expresiones
de sabiduría humana. Nos impresionan mucho los títulos académicos.
Desmantelamos demasiado pronto nuestras defensas al oír, “estudios científicos
revelan…”
La
crucifixión era una manera de morir cruel y vergonzosa. Los romanos guardaban
la crucifixión para los peores ofensores. Una crucifixión pública estaba
diseñada para inspirar miedo y odio. Entonces, no es sorprendente que los
judíos vieran la crucifixión de Cristo como un tropiezo y que los gentiles la
vieran como una tontería un error llevado al nivel más alto. Pero Cristo
crucificado es lo que Dios nos dio.
Para aquéllos llamados por Dios, la cruz de repente
tiene sentido. Lo que parecía una locura cuando estábamos afuera mirando hacia
dentro, de repente se aclara al mirarlo desde dentro. Podemos ver que la cruz
no es una tontería, sino la fuerza y la sabiduría de Dios. Es fuerte porque
tiene el poder de salvar. Es sabia porque la muerte de Cristo en la cruz dice
más claro que nada que el amor de Dios para nosotros no tiene límites.
“Porque lo loco de Dios es más sabio
que los hombres; y lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres” (v. 25). La cruz es sabia y fuerte por ser iniciativa
de Dios. Dios es sabio y fuerte, entonces, cualquier iniciativa que viene de la
voluntad de Dios viene de su sabiduría y tiene un gran efecto. Esto no se puede
decir de las confabulaciones humanas que proceden de nuestro entendimiento
limitado y que a menudo no logran su propósito. Pero para muchos es difícil ver
esto. Han invertido en su sabiduría o fuerza personal y no encuentran una razón
en su corazón para fiarse del plan de salvación de Dios.
Pablo,
como hombre sumamente educado y como apóstol, claramente es superior a ellos en
todo sentido, pero se dirige a los cristianos corintios como hermanos y
hermanas. La tierra al pie de la cruz es plana. Aunque los cristianos corintios
reconocen la autoridad de Pablo como apóstol y aprecian su papel como fundador
de la iglesia en Corintio, también necesitan entender que son sus hermanos y
hermanas cristianos, no sus súbditos.
Pablo
dice que Dios llamó a estos cristianos corintios por su origen y estatus
humilde. Dios no les llamó porque eran sabios o fuertes o de noble linaje. Dios
no necesitaba que fueran sabios y poderosos porque Dios es sabio y poderoso (v. 24b). Dios les ha pedido que se unan a él, y de esa
manera hacerse sabios, poderosos, y nobles por medio de su relación con él.
“Antes lo necio del mundo escogió
Dios, para avergonzar a los sabios; y lo flaco del mundo escogió Dios, para
avergonzar lo fuerte” (v. 27). Dios no necesitaba que
estos cristianos corintios fueran sabios, poderosos, o miembros de la nobleza.
Les escogió a propósito porque no eran ninguna de esas cosas. Si hubieran
estado entre “los bellos” del mundo, gente les hubiera dado crédito a ellos y
no hubiera reconocido la mano de Dios obrando en sus vidas.
Pero
ya que los cristianos corintios son gente común y corriente, nadie sería
distraído por su inteligencia o talentos excepcionales. Cuando Dios les hizo
personas de sustancia y profundidad espiritual, es probable que nadie pudiera
ignorar la mano de Dios obrando en ellos. Entonces Dios, en su sabiduría,
escogió los insensatos y débiles para avergonzar a los sabios y fuertes. Nadie
será distraído por la presencia importante de los corintios, porque no son
importantes. Si algo bueno ocurre en sus vidas, gente asignará a Dios la gloria
y será atraída al Dios que hace cosas maravillosas para gente tan marginada.
“Y lo vil del mundo y lo menos
preciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es” (v. 28). Dentro de nosotros hay algo que disfruta ver
desinflarse el ego de alguien que se cree mucho. No nos gusta la gente
arrogante que piensa muy bien de sí misma y muy mal de los demás.
En
varias ocasiones, Jesús nos dijo que los primeros serán los últimos y los últimos
serán los primeros (Mateo 19:30; 20:16; Marcos 10:31; Lucas 13:30) y “cualquiera de
vosotros que quisiere hacerse el primero, será siervo de todos” (Marcos
10:44). “Para
que ninguna carne se jacte en su presencia” (v. 29). Al seguir leyendo esta carta, queda claro que estos
cristianos corintios tienen poco de que jactarse. Su iglesia está plagada de
divisiones (capítulo 3). Son culpables de ignorar la inmoralidad sexual a su
alrededor (capítulo 5). Se demandan unos a otros con pleitos (capítulo 6). Se
han comportado mal durante la Última Cena del Señor (capítulo 11).
Dios
pide que pongamos nuestros cimientos en él para poder andar con confianza, no
gracias a nuestras propias habilidades, pero gracias a su poder y a nuestra
relación con él. De la misma manera, encontramos fuerza en la presencia de
Dios. Al hacerlo, no tenemos nada de que jactarnos, porque es la fuerza de Dios
y no la nuestra la que provee una fundación sólida en nuestras vidas.
“Mas de él sois vosotros en Cristo
Jesús” (v. 30a). El griego dice de ex
autou humeis este en Christos. Una traducción literal sería “Pero es por Él
(Dios) que estáis en Cristo Jesús.” Fue la iniciativa de Dios que impulsó a estos cristianos
corintios a tener una relación con Cristo Jesús. Estar “en Cristo” significa
una relación con Cristo Jesús que abarca todo – una relación que tiene el poder
de salvar. Esta relación incluye justificación como don de Dios en lugar de ser
un logro personal. Esto nos iguala al pie de la cruz, por eso “no hay siervo,
ni libre; no hay varón, ni hembra.” Cuando
estamos “en Cristo,” no hay lugar para jactarse ya que todos hemos recibido el
mismo don.
“El cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría” (v. 30b). El Evangelio de Juan empieza con estas
palabras: “En
el principio era el Verbo (griego: logos), y el Verbo era con Dios, y el Verbo
era Dios” (Juan 1:1). Nos hacemos sabios en espíritu al
absorber las verdades que Jesús vino a revelarnos. Ahora, en esta carta a la
iglesia en Corintio, Pablo dice que Jesús “ha sido hecho por Dios sabiduría.”
Era la encarnación de Dios y su sabiduría.
“Y justificación (dikaiosyne), y
santificación (hagiasmos), y redención” (apolytrosis) (v. 30c). Cada una de estas palabras tiene un significado importante:
Justificación (dikaiosyne): Esta palabra tiene raíces en el Antiguo
Testamento, y aparece frecuentemente en el LXX (versión griega del Antiguo
Testamento) tanto como en el Nuevo Testamento. En ambos, significa el encuentro
entre altos estándares éticos y el ser encontrado inocente. Su uso bíblico, sin
embargo, va más allá de eso, porque justificación es posible solo por medio de
un de pacto con Dios. Esta relación de un pacto (y la justificación que se
deriva de esa relación) es don de Dios.
Santificación (hagiasmos): Esta palabra tiene que ver con hacer santa a
una persona. Se relaciona estrechamente con la palabra hagios, que generalmente
se traduce como “santo” en el Nuevo Testamento. La santificación también es don
de Dios. Nosotros mismos no somos capaces de hacernos santos.
Redención” (apolytrosis): La redención incluye la liberación de un
cautivo, generalmente por medio del pago de un rescate. Ley levítica requería
que los israelitas pagaran (redimieran) por un miembro de la familia que se
había visto forzado a vencerse a la esclavitud (Levítico 25:47-49). También requería que
compraran (redimieran) tierra familiar que había caído en manos de otros a
causa de la pobreza (Levítico 25:25,33).
El Nuevo Testamento presenta la muerte de Jesús en la
cruz como una obra que redime la humanidad para “dar su vida en rescate por muchos” (Marcos
10:45). Pablo habla de “la redención que es en
Cristo Jesús” (Romanos 3:24).
Nos dice que “tenemos redención por su sangre, la remisión
de pecados por las riquezas de su gracia”
(Efesios 1:14) y que Jesucristo es “en el cual tenemos redención por su
sangre, la remisión de pecados” (Colosenses 1:14).
Entonces, Pablo dice que además de ser sabiduría de
Dios en nuestro propio entorno, Jesucristo también encarna justificación,
santificación, y redención a nuestro alrededor. Hace posible que nosotros
seamos justos, santos, y redimidos.
Somos
culpables, destinados al justo castigo; pero, es hecho justicia, nuestra gran
expiación y sacrificio. Somos depravados y corruptos; Él es hecho
santificación, la fuente de nuestra vida espiritual: de Él, la Cabeza, es dada
a su cuerpo por su Espíritu Santo. Estamos esclavizados, y nos es hecho
redención, nuestro Salvador y Libertador. Donde Cristo sea hecho justicia para
un alma, también es hecho santificación. Nunca absuelve de la culpa del pecado
sin liberar de su poder; es hecho justicia y santificación, para que, al final,
sea hecho redención completa; pueda liberar al alma del ser de pecado, y librar
el cuerpo de las cadenas del sepulcro. Esto es para que toda carne, conforme a
la profecía de Jeremías 9:23-24. Así dijo Jehová: No se
alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el
rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar:
en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y
justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová., pueda gloriarse
en el favor especial, en la gracia absolutamente suficiente, y la preciosa
salvación de Jehová.
Para
aquéllos llamados por Dios, la cruz de repente tiene sentido. Lo que parecía
una locura cuando estábamos afuera mirando hacia dentro, de repente se aclara
al mirarlo desde dentro. Podemos ver que la cruz no es una tontería, sino la
fuerza y la sabiduría de Dios. Es fuerte porque tiene el poder de
salvar. Es sabia porque la muerte de Cristo en la cruz dice más claro que
nada que el amor de Dios para nosotros no tiene límites. “Para que, como está escrito: El que se gloría,
gloríese en el Señor” (v. 31). Si todas las
cosas mencionadas en versículo 30 son obra de Cristo y no resultado de nuestros
logros personales, ¿de qué nos
jactamos? Nuestra sabiduría, justificación,
santificación, y redención son obra de Cristo, no nuestra. Solo podemos
recibirlas como don de Dios. Entonces, ¿qué motivos tenemos para jactarnos? Ninguno.
Solo podemos jactarnos de que Dios ha sido bueno con nosotros, que no tenemos
nada en nuestras propias manos que nos encomiende a Dios. Bendiciones.
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