2 Corintios 5:17. De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas.
Dios
para cada problema humano tiene una solución y están su Hijo Jesucristo y obra
redentora y salvadora.
Juan 13:15. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho,
vosotros también hagáis.
En
todo su proceder con nosotros, Él obra desplazándonos a nosotros y colocando a
Cristo en nuestro lugar. El Hijo de Dios murió por nosotros para nuestro
perdón. Él vive por nosotros para nuestra liberación. Así que tenemos dos
sustituciones: un Sustituto en la Cruz que asegura nuestro perdón, y un
Sustituto en nosotros que asegura nuestra victoria.
¿Te
has encontrado alguna vez tratando de vivir la vida cristiana y sintiéndote
como un fracaso por causa de las pruebas, las dificultades, los tropiezos, las
persecuciones, las enfermedades, la escasez y otras circunstancias abrumadoras?
Tu vida puede latir con la vida maravillosa del Hijo de Dios, viviendo Su vida
en ti cuando te apropias de esta por fe.
La
razón es que sólo puede ser vivida en completa dependencia a Cristo. La vida
cristiana es una vida de intercambio. Esta es
vivida en dependencia de Cristo. Tú
intercambias tu vida por la vida de Cristo. De esta forma Él vive Su
vida en y a través de ti. El apóstol Pablo explica: ¨Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no
vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora lo vivo en la carne, lo vivo en
la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20.
1 Pedro
4:18. Y si el justo con dificultad se
salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?
1 Pedro 1:9. Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de
vuestras almas.
Miqueas
6:6-8. Dios Habla Hoy (DHH). ¿Con qué me
presentaré a adorar al Señor, Dios de las alturas? ¿Me presentaré ante él con
becerros de un año, para ofrecérselos en holocausto? ¿Se alegrará el
Señor, si le ofrezco mil carneros o diez mil ríos de aceite? ¿O si le ofrezco a
mi hijo mayor en pago de mi rebelión y mi pecado?
El
señor ya te ha dicho, oh hombre, en qué consiste lo bueno y qué es lo que él
espera de ti: que hagas justicia, que seas fiel y leal y que obedezcas
humildemente a tu Dios.
Tu
vida puede latir con la vida maravillosa del Hijo de Dios, viviendo Su vida en
ti cuando te apropias de esta por fe. ¿Hay alguna demanda en Cristo que Él no
puede cumplir? ¿Eres incapaz para satisfacer alguna necesidad apremiante o
demanda? La demanda no esta en usted, sino en Cristo. Por lo tanto, deja que tu
vida sea un ejercicio interminable de fe, tomando de Cristo todo lo que Él
desea de ti. ¿Tú necesitas paciencia, sabiduría, amor incondicional y fuerza? Tú
puedes tomar sin límites de aquel que vive y permanece en ti. Este es el
secreto para vivir una vida que vence la tentación, el pecado, las
circunstancias adversas y a la muerte.
El
apóstol Pablo nos dice que cuanto más obtiene de Él por la fe, menos tú vives
en la carne. "Digo, pues: Andad en el
Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne" (Gálatas 5:16). Cuando
caminas en el Espíritu, la vida de Cristo fluye a través de ti.
Romanos
1:17. Porque en el evangelio la justicia de
Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe
vivirá. Gálatas 3:11. Y que por la
ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe
vivirá. Hebreos 10:38. Mas el
justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma.
Hebreos
12:1-3. Por tanto, nosotros también, teniendo
en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y
del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por
el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal
contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse
hasta desmayar.
Existe
la necesidad constante para el creyente de permanecer en Cristo. ¿Se ha
convertido Cristo en su lugar de refugio? ¿Regresas a Él en repetidas
ocasiones? ¿Has hecho un hábito de morar en Su presencia a través de
la fe en Él, la lectura de Su Palabra, a través del arrepentimiento y la
llenura de Su Espíritu, a través del amor y la obediencia a Su Palabra como un
testimonio vital de su gracia salvadora? ¿Cómo has llegado a conocer a Cristo
en una experiencia íntima de amor?
Nosotros
debemos aprender a vivir cada momento en Su santa presencia. Tú permaneces en
Él cuando usted caminas por la fe en Él, creyendo en Él para todo lo que Él
quiere hacer en y a través de ti, para alcanzar este mundo con Su mensaje de
amor. ¿Está esperando Él que tu confíes en Él para que Él pueda compartir más
de sí mismo con contigo?
Hebreos
12.1-3. Por tanto, nosotros también, teniendo
en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y
del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante, PUESTOS LOS OJOS EN JESÚS, EL AUTOR Y CONSUMADOR DE LA
FE, el cual por el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí
mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.
Permaneces
en Cristo cuando Él se comunica contigo por medio de Su Palabra y
respondes en oración. Haga de esto un hábito, caer de rodillas cuando Él le
habla por medio de las Escrituras. El Espíritu Santo toma la Palabra de Dios,
la interpreta, y la aplica a tu vida. Has de esto un hábito diario. Solo
entonces Él te revela a Jesús. Permaneces en Cristo al confesar inmediatamente
todos los pecados que el Espíritu Santo te hace ser consciente, y la
apropiación por la fe la limpieza de la sangre de Jesús.
Mantienes
esta relación íntima de amor por la confesión, la limpieza y cediendo Su
señorío en tu vida. Permaneces en Cristo, por ser un testigo obediente a Aquel
que vive en ti. Ora diariamente, que Él te llevará a donde Él está trabajando
en la vida de las personas a tu alrededor. Has todo lo que Cristo te pide hacer
en Su fuerza y sabiduría. Al hacerlo, el intercambia tu vida por Su vida,
entonces Él puede dar expresión de Su vida incomparable a través de ti.
Romanos
10:3-13. Porque ignorando la justicia de Dios,
y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de
Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel
que cree. Porque de la justicia que es por la
ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Pero
la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al
cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al
abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).
Mas
¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la
palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el
Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere,
no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues
el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque
todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
“Hay un aspecto fundamental en la vida del cristiano y que sólo logramos
tener la vida de Cristo en nosotros por la obra y ayuda del Espíritu Santo; sin
él es imposible agradar a Dios o entender las cosas celestiales”
El
Espíritu nos bautiza en el cuerpo de Cristo. 1 Corintios 12:13. Porque
por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o
griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo
Espíritu.
Nos
adopta en la familia de Dios. Romanos
8:15-16. Pues no habéis
recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que
habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !!Abba, Padre!
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
En
otras palabras, el Espíritu nos da una nueva naturaleza. Esta nueva naturaleza
es nada más que el Espíritu de Cristo en nosotros. Romanos 8:9. Mas vosotros
no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios
mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Colosenses 1:27. A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la
gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la
esperanza de gloria.
Tenemos
la mente de Cristo. 1 Corintios 2:16. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le
instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo. Filipenses 2:5. Haya, pues, en vosotros este
sentir que hubo también en Cristo Jesús.
Cristo
ha sido formado en nosotros. Gálatas
4:19. Hijitos míos,
por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en
vosotros.
El
Espíritu de Dios nos hace conformes a la imagen de Cristo. Romanos 8:29. Porque a los que antes
conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de
su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Podemos vivir vidas santas si dejamos que la mente,
la personalidad, y la voluntad de Jesucristo tomen el lugar de nuestras propias
mentes, personalidades y voluntades.
Jesús
moró en la tierra por treinta y tres años con el propósito de darnos un ejemplo
que seguir. 1 Pedro 2:21-24. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo
padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual
no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no
respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la
causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su
cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos
a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
Él
murió y resucitó nuevamente para vencer sobre el pecado y la muerte y para
darnos el poder de seguir su ejemplo. Romanos
8:3-4. Porque lo que era imposible para la
ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza
de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para
que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a
la carne, sino conforme al Espíritu.
Esto
es lo que la santidad realmente significa: dejar que el Espíritu y la
personalidad de Cristo brillen a través de nosotros. Queremos manifestar a Su
Espíritu. Queremos agradarle y ser como Él. Queremos vivir como Él vivía y
hacer lo que Él haría. Queremos manifestar las características de Jesucristo.
De esta manera llegamos a ser ejemplos vivos del cristianismo. Llegamos a ser
cartas abiertas de Cristo al mundo, escritas por el Espíritu.
2 Corintios
3:2-3. Nuestras
cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por
todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por
nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en
tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón. Las obras buenas que Él produce en nosotros atraerán a
los hombres a Dios y ellos le glorificarán. Mateo 5:16. Así alumbre
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
¿Cuáles son
las características que los cristianos muestran? Gálatas 5:22-23 nos da una lista
excelente que se llama el fruto del Espíritu. Si tenemos al Espíritu en
nosotros, produciremos aquel fruto. Pablo enumera nueve elementos del fruto
Espiritual: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y
templanza. Pedro enumera ocho características que nos harán fructíferos en
Cristo: fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal,
y amor.
2 Pedro
1:5-10. Vosotros
también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a
la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio,
paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto
fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os
dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es
ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual,
hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque
haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
La fe y la
templanza (dominio propio) se
encuentran en ambas listas. La virtud y la piedad son aspectos de la bondad y
el afecto fraternal es un aspecto del amor. También, 1 Pedro
2:21-24 registra algunas características de
Cristo que debemos imitar. En este pasaje, Pedro nos dice que en Cristo no
había ningún pecado o engaño, y describe Su amor, Su paciencia, Su templanza, y
Su fe mientras sufría por nuestros pecados.
Amor. El amor es el elemento más básico de
nuestra vida cristiana. Es la única motivación aceptable para servir a Dios.
Tenemos el mandamiento de amar a nuestros hermanos cristianos, de amar a
nuestros prójimos, y aún de amar a nuestros enemigos. Si no amamos a nuestros
prójimos, no amamos a Dios. Si amamos al mundo, no amamos a Dios. El amor es la
mejor prueba del cristianismo verdadero.
Si
comprendemos lo que el amor realmente significa, podemos cumplir la enseñanza
bíblica acerca de la santidad. Por ejemplo, el amor hacia los otros eliminará
los celos, la disensión, el chisme, la murmuración, y la amargura. El amor
hacia Dios eliminará la mundanalidad y la rebelión. Por otra parte, si no
amamos tanto a Dios como al hombre, nada nos justificará en los ojos de Dios.
Las doctrinas correctas y las obras buenas no pueden tomar el lugar del amor.
Lo más que nos acerquemos a Dios, más amor tendremos. “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).
Gozo. Tal como con los otros aspectos del fruto Espiritual, recibimos el gozo
del Espíritu Santo (Romanos 14:17). Nuestra experiencia con Dios es “gozo inefable y llena de gloria” (1 Pedro 1:8). Podemos tener el gozo de Dios no
obstante lo que nos pueda suceder. Este tipo de gozo no es el gozo que el mundo
da; porque no depende de las circunstancias. Sin considerar las condiciones
externas, podemos regocijarnos siempre en nuestra salvación y en el Dios de
nuestra salvación (Lucas 10:20, Habacuc 3:17-18).
El
gozo es un arma que podemos usar y es una fuente de fuerza en tiempos de
prueba. “El gozo de Jehová es vuestra
fuerza” (Nehemías 8:10). Cuando el desánimo viene, podemos disponernos del gozo del Espíritu y
recibir fortaleza.
Paz. Podemos
también gozarnos de la paz en el Espíritu Santo, la paz que sobrepasa todo
entendimiento y la paz acerca de la cual el mundo no sabe nada (Romanos 14:17, Filipenses 4:7). No importa lo que nos pueda suceder, podemos tener la paz
dentro de nosotros. Jesús dijo, “La
paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en
ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías
26:3). También, debemos aprender a
regocijarnos en el Señor, a ser templados, a no afanarnos, y a hacer conocer
nuestras peticiones conocidas a Dios mediante la oración y la súplica con
acción de gracias. Si hacemos esto, entonces tendremos la paz de Dios (Filipenses
4:4-7).
Paciencia. La paciencia es muy importante en nuestra
experiencia cristiana. Jesús dijo, “Con
vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (Lucas
21:19). Producimos fruto con la paciencia (Lucas
8:15), corremos
nuestra carrera con paciencia (Hebreos 12:1), y obtenemos
las promesas por la fe y la paciencia (Hebreos 6:12). “Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo
hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (Hebreos
10:36).
Benignidad. Ser benigno significa ser cortés, de buenos modales, bondadoso,
paciente, sereno, y no duro, violento, o áspero. Jesús era cortés en su trato
con la gente, pero a la vez era firme y decisivo cuando era necesario. El Señor
quiere que seamos benignos hacia todos los hombres (2 Timoteo 2:24). Su
benignidad nos engrandecerá (Salmo 18:35).
Bondad. Esta palabra incluye la justicia, la moralidad, la virtud, y la
excelencia. Debemos recordar que “Ninguno
hay bueno, sino sólo uno, Dios” (Marcos 10:18). Cualquier cosa buena
que tenemos proviene de Él (Santiago
1:17). Nuestras justicias
propias son como trapo de inmundicia en Sus ojos (Isaías 64:6), y
solo la justicia de Cristo nos salva.
Cuando tenemos fe en Él, Dios nos imputa la justicia de Jesús a nosotros (Romanos
4:5-6). Seremos salvos solamente si
perseveramos en la bondad de Dios (Romanos 11:22).
Fe. No solamente tenemos necesidad de la fe
para ser salvos, sino que necesitamos la fe para seguir en nuestra vida
cristiana. Sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). La fe hace que nos demos cuenta que todas las cosas les
ayudan a bien a los que aman a Dios (Romanos 8:28). La fe nos asegura que Dios nunca permitirá que seamos
tentados más de lo que podamos resistir y que Él siempre proveerá una salida (1
Corintios 10:13).
La
fe producirá oraciones contestadas, necesidades abastecidas, y promesas
cumplidas. “Y todo lo que pidiereis en oración,
creyendo, lo recibiréis” Todos
tenemos un poco de fe. Ciertamente tenemos tanta fe como un grano de mostaza, y
si ejercitamos aquella cantidad de fe, nada nos será imposible (Mateo 17:20). La Biblia dice, “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de
Dios”. (Romanos 10:17). Reforzamos la
fe principalmente por medio de oír la predicación de la palabra de Dios y por
leer las promesas en la Palabra de Dios. También podemos aumentar nuestra fe
por oír los testimonios de otros y por recordar nuestras propias experiencias
pasadas con Dios.
Mansedumbre. Ser manso significa ser paciente, apacible, y no dispuesto a la ira o al
resentimiento. Otra vez, esto no significa la debilidad o la falta de la
valentía. La mansedumbre incluye la humildad: una realización de que somos nada
sin Dios y que tenemos que tener su ayuda. La mansedumbre es una cualidad
importante que los líderes deben tener. Moisés era el hombre más manso de su
día (Números 12:3), y Jesús se describió a Sí mismo como manso y humilde (Mateo
11:29). Jesús
dijo que los mansos heredarían la tierra (Mateo 5:5).
El
Señor quiere que exhibamos la mansedumbre a todos los hombres (Tito 3:2). Aquí hay algunas cosas
que la Biblia dice que se deben hacer con mansedumbre: predicar la Palabra (2
Corintios 10:1), recibir la Palabra (Santiago
1:21), ayudar y restaurar a un hermano errante (Gálatas
6:1), mostrar la sabiduría (Santiago
3:13), y adornar nuestras vidas (1
Pedro 3:4). La mansedumbre es una actitud que
debemos conscientemente esforzarnos en desarrollar en nosotros mismos.
Templanza. Esto
abarca el dominio propio y la moderación. Cualquier placer puede llegar a ser
dañino si es llevado a un exceso, y cualquier cosa buena puede ser arruinada si
se lleva a un extremo. En 1 Corintios
9:24-27 Pablo ilustra el
concepto de la templanza por medio del ejemplo de un corredor en una carrera.
Para poder ganar su carrera, un corredor debe ser “templado en todas las cosas.” Debe tener
disciplina y dominio propio. Debe
tener un programa de entrenamiento bien equilibrado y debe ser moderado en sus
actividades.
Asimismo,
Pablo practicaba la disciplina y el control. Él dijo que sabía lo que era su
meta y que él mantenía su cuerpo en servidumbre. La templanza es un atributo
que debemos exhibir en todo momento. “Vuestra
gentileza sea conocida de todos los hombres” (Filipenses 4:5). Muchas
cosas son necesarias para vivir en esta tierra y cumplir con nuestro proyecto
de vida, además de necesitar recursos para los propósitos de Dios en nosotros y
a través de nosotros
Recordemos
ahora las palabras de nuestro Señor Jesucristo en el siguiente versículo. Juan
13:15. Porque ejemplo os he dado, para que
como yo os he hecho, vosotros también hagáis. Bendiciones.
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