Es tiempo de
sumergirnos en Dios y su Palabra buscando el amor, la gracia, la misericordia y
la fortaleza que vienen del Padre Celestial en estos tiempos; es por eso que
empezamos con el estudio de los módulos del Seminario Bíblico Reina
Valera: TEOLOGÍA
SISTEMÁTICA 1 y TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 2.
Juan 5:39. Escudriñad las
Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 1. Es el estudio de las
doctrinas acerca de la Biblia: su revelación, inspiración, iluminación e
infalibilidad; las doctrinas de Dios: la Trinidad, los atributos y los nombres
de Dios; las doctrinas de Cristo: Su persona, deidad, humanidad y carácter; las
doctrinas del Espíritu Santo: Su deidad, persona, obra en la elección, la
regeneración y la Santificación, más el fruto, los dones, el bautismo y la
plenitud del Espíritu; y las doctrinas acerca del hombre: su creación original
y su caída en pecado.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA
2. Es el
estudio de las doctrinas bíblicas de la salvación: expiación, sustitución,
redención, reconciliación, propiciación, justificación, elección,
predestinación, regeneración, conversión, arrepentimiento, la adopción y la
unión mística del creyente con Cristo. Incluye el estudio de las
doctrinas acerca de la iglesia: sus miembros, propósito, comisión, culto,
organización y ordenanzas. Incluye el estudio de las profecías de la
Biblia: principalmente las no cumplidas todavía como el arrebatamiento de la
iglesia, la Tribulación, la segunda venida de Jesucristo, el reino milenial,
los juicios finales y el estado eterno.
Clase 17. Dios el Espíritu
Santo: Su Morada y Sellamiento por Lewis Sperry Chafer
A. Una nueva característica
de la edad presente.
Aunque el Espíritu de Dios estaba con los hombres
en el Antiguo Testamento y era la fuente de sus nuevas vidas y los significados
de la victoria espiritual, no hay evidencia de que todos los creyentes en el
Antiguo Testamento tenían al Espíritu morando en ellos.
Esto se explica por el silencio en el Antiguo
Testamento sobre esta doctrina y por la enseñanza expresa de Jesucristo, cuando
contrasta la situación del Antiguo Testamento con la edad presente en las
palabras «porque mora con vosotros,
y estará en vosotros» (Jn. 14:17). El creyente como
morada del Espíritu es una característica de la edad presente que se repetirá
en el reino milenial, pero que no se encuentra en otro período.
B. La morada universal del
Espíritu Santo en los creyentes.
Aunque los cristianos pueden variar grandemente en
poder espiritual y en la manifestación de frutos del Espíritu, la Escritura
enseña plenamente que cada cristiano tiene al Espíritu de Dios morando en él
desde el día de Pentecostés. Algunas demoras temporales de esta experiencia que
se ven en algunas ocasiones en Hechos fueron circunstancias excepcionales, no
normales, y debidas al carácter transitorio del libro de los Hechos.
Hch. 8:14-17. 14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron
que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan;
15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el
Espíritu Santo; 16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino
que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17 Entonces les
imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.
Hch. 19:1-6. 1 Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto,
Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a
ciertos discípulos, 2 les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando
creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. 3
Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el
bautismo de Juan. 4 Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento,
diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en
Jesús el Cristo. 5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor
Jesús. 6 Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu
Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
El hecho de su morada está mencionado en tantos
pasajes en la Biblia que no debería ser cuestionado por nadie que reconozca la
autoridad de la Escritura.
Jn. 7:37-39. 37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en
pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que
cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues
aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún
glorificado.
Hch. 11:17. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a
nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese
estorbar a Dios? Ro. 5:5. Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios
ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
Ro. 8:9,11. 9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el
Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, no es de él. 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de
los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo
Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en
vosotros.
1 Co. 2:12. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino
el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha
concedido, 1 Co. 6:19-20. 19 ¿O ignoráis que
vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual
tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por
precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los
cuales son de Dios. 1 Co. 12:13. Porque por
un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos,
sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. (El
último pasaje, 1 Co. 12.13 no habla sobre la
morada del Espíritu en nuestra vida, sino la morada de nuestra vida en la
Iglesia)
2 Co. 5:5. Mas el que nos
hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Ga.
3:2. Esto solo quiero saber de vosotros:
¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? Ga.
4:6. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros
corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 1 Jn.
3:24. Y el que guarda sus mandamientos, permanece
en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el
Espíritu que nos ha dado. 1 Jn. 4:13. En
esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de
su Espíritu.
Estos pasajes dejan en claro que antes del día de Pentecostés
la dispensación del Antiguo Testamento, en la cual solamente algunos tenían ese
privilegio, estaba en vigencia. Pero, después de Pentecostés la obra normal del
Espíritu ha sido el morar en cada cristiano. Romanos 8:9 sostiene la
morada universal del Espíritu declarando que, en la era presente, «si alguno no tiene el Espíritu de Cristo,
no es de El». De igual manera, en Judas 19 a
los no creyentes se les describe como «no teniendo el Espíritu». Jud. 19.
Estos son los que causan divisiones; los sensuales,
que no tienen al Espíritu.
Aun los cristianos que están viviendo fuera de la
voluntad de Dios y están sujetos al castigo de Dios, sin embargo tienen
cuerpos, los cuales son los templos del Espíritu Santo. Pablo usa este
argumento en 1 Corintios para exhortar a
los corintios carnales a que eviten los pecados contra Dios, porque sus cuerpos
son hechos santos por la presencia del Espíritu Santo. 1 Co. 6:19. ¿O
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Se declara repetidamente que el Espíritu Santo es
un don de Dios, y un don, por su naturaleza, es algo sin mérito de parte del
que lo recibe. Jn. 7:37-39. 37
En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz,
diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como
dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39 Esto dijo del
Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido
el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. Hch.
11:17. Si Dios, pues, les concedió también el mismo
don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que
pudiese estorbar a Dios?
Ro. 5:5. Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. 1
Co. 2:12. Y nosotros no hemos recibido el espíritu
del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios
nos ha concedido. 2 Co. 5:5. Más el que nos
hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.
De igual manera, el alto nivel de vida que se
requiere de los cristianos que quieren caminar con el Señor presupone la
presencia interna del Espíritu Santo para proveer la capacitación divina
necesaria. Así como los reyes y sacerdotes eran ungidos y puestos aparte para
sus tareas sagradas, de igual forma el cristiano es ungido por el Espíritu
Santo en el momento de la salvación, y por la presencia interna del Espíritu
Santo es puesto aparte para su nueva vida en Cristo.
2 Co. 1:21. Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que
nos ungió, es Dios, 1 Jn. 2:20,27. 20 Pero
vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. 27 Pero la
unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis
necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las
cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced
en él.
El ungimiento es universal, ocurre en el momento de
la salvación, y doctrinalmente es lo mismo que el morar del Espíritu. La
enseñanza de que uno es ungido en forma subsiguiente a la salvación y que es
una segunda obra de gracia, o que sólo es posible cuando se está lleno del Espíritu
Santo, no es la enseñanza de la Escritura.
C. Problemas en la doctrina
del morar del Espíritu.
El hecho de que cada creyente es morada del
Espíritu ha sido a veces desafiado sobre la base de pasajes problemáticos. De
acuerdo a tres pasajes en el Antiguo Testamento y los evangelios, algunos han
creído que uno que posea el Espíritu puede perderlo. 1 S. 16:14. El Espíritu de Jehová se apartó
de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová. Sal.
51:11. No me eches de delante de ti, y no quites de
mí tu santo Espíritu. Lc. 11:13. Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
La oración de David (Sal. 51:11) para que no le
fuera quitado el Espíritu de Dios, como fue la experiencia de Saúl (1 S. 16:14),
está basada en la vigencia del Antiguo Testamento. Entonces no era normal que
todos le tuvieran consigo morando, y, de acuerdo a ello, lo que les había sido
dado en forma soberana, de la misma manera podría serle quitado.
Tres pasajes en los Hechos parecen también implicar un
problema en la morada universal del Espíritu. En Hechos 5:32 se describe al
Espíritu Santo como Uno «el cual ha dado Dios a los que le obedecen». Sin embargo, la obediencia, aquí, es la obediencia al
Evangelio, puesto que la Escritura indica claramente que algunos quienes son
parcialmente desobedientes aún poseen el Espíritu. La demora en administrar el
Espíritu a aquellos quienes oyeron el evangelio a través de Felipe en Samaria
fue ocasionada por la necesidad de conectar esta nueva obra del Espíritu con la
de los apóstoles en Jerusalén. De acuerdo a esto, el dar el Espíritu fue
demorado hasta que les impusieron las manos pero ésta no era la situación
normal, como se ilustra en la conversión de Cornelio, quien recibió el Espíritu
sin la imposición de manos.
Hch. 8:17. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu
Santo. La situación en Hechos 19:1-6 parece referirse
a aquellos quienes habían creído en Juan el Bautista, pero que nunca habían
creído en Cristo. Ellos recibieron
el Espíritu cuando Pablo impuso sus manos sobre ellos, pero otra vez ésta es
más bien una situación anormal que normal y no se ha vuelto a repetir. El
ungimiento en 1 Jn. 2:20 (referido como «unción») y en 1 Jn. 2:27,
si se interpreta correctamente, se relaciona al acto inicial de morar, más que
a una obra subsiguiente del Espíritu. 1 Jn. 2:20. 1 Jn. 2:27. En cada ocasión de ungimiento en el Nuevo Testamento, ya
sea que se refiera al período antes o después de Pentecostés, el ungimiento del
Espíritu es un acto inicial.
Lc. 4:18-19. El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha
ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los
quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los
ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del
Señor.
Hch. 4:27. Hch. 10:38. 2 Co.
1:21. 1 Jn. 2:20,27. Así las dificultades en esta doctrina
desaparecen con un estudio cuidadoso de los pasajes en los cuales se plantean
los problemas.
D. El morar del Espíritu en
contraste con otros ministerios.
Dado que algunas obras del Espíritu acontecen
simultáneamente en el creyente en el momento de su nuevo nacimiento, debe
hacerse una cuidadosa distinción entre estas obras del Espíritu. Por
consiguiente, el morar del Espíritu no es lo mismo que la regeneración del
Espíritu, aunque acontecen al mismo tiempo. De igual manera, la regeneración y
el morar del Espíritu Santo no son lo mismo que el bautismo del Espíritu, el
cual será tratado próximamente.
El morar del Espíritu no es lo mismo que la
plenitud del Espíritu, puesto que todos los cristianos son morada del Espíritu
pero no todos están llenos del Espíritu. Además, el morar del Espíritu sucede
una vez y para siempre, mientras que la plenitud del Espíritu puede ocurrir
muchas veces en la experiencia cristiana. El morar del Espíritu es, sin
embargo, lo mismo que la unción del Espíritu y el sellamiento del Espíritu.
El hecho del morar del Espíritu o de su unción es
un rasgo característico de esta era. Jn. 14:17. Ro. 7:6. Ro. 8:9.
1 Co. 6:19-20. 2 Co. 1:21. 2 Co. 3:6. 1 Jn. 2:20,27. Por medio del
morar del Espíritu el individuo es santificado o apartado para Dios. En el
Antiguo Testamento el aceite de la unción tipifica a la unción presente por
medio del Espíritu, siendo el aceite uno de los siete símbolos del Espíritu.
1. Cualquier cosa tocada con el aceite de la unción era, por lo tanto,
santificada. Ex. 40:9-15. De
igual manera, el Espíritu ahora santifica. Ro. 15:16. 1Co. 6:11. 2 Ts. 2:13. 1 P. 1:2.
2. El profeta era
santificado con aceite, de igual forma Cristo era un profeta por el Espíritu, y
el creyente es un testigo por el Espíritu. 1 R. 9:16. Is. 61:1. Lc. 4:18. Hch. 1:8. Pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de
la tierra.
3. El sacerdote era
santificado con aceite. Ex. 40:15. Igualmente lo fue Cristo en su sacrificio
por medio del Espíritu. He. 9:14.
Y el creyente por medio del Espíritu. Ro. 8:26. Ro. 12:1. Ef. 5:18-20.
4. El rey era santificado
con aceite. 1 S. 16:12-13. De la misma manera lo fue Cristo por medio
del Espíritu, y el creyente está llamado a reinar por medio del Espíritu. Sal. 45:7.
5. El aceite de la unción
era para sanidades, sugiriendo la sanidad del alma en la salvación
por el Espíritu. Lc. 10:34.
6. El aceite hace que el
rostro brille, lo cual era el aceite del gozo. Sal. 45:7. Y se requería el
aceite fresco. Sal. 92:10. Ga.
5:22-23.
7. En el mobiliario para el
tabernáculo se especifica el aceite para las lámparas. Ex. 25:6. El aceite sugiere el Espíritu, el pabilo al creyente como un canal, y
la luz el brillo visible de Cristo. El pabilo debe descansar en el aceite; así
el creyente debe caminar en el Espíritu. Ga. 5:16. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne. El pabilo debe estar
libre de obstrucción: así el creyente no debe resistir el Espíritu. 1 Ts.
5:19. No apaguéis al Espíritu. El pabilo debe estar arreglado; así el creyente debe ser
limpiado por la confesión del pecado. 1 Jn. 1:9. Si confesamos nuestros pecados,
él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
El aceite de la santa unción estaba compuesto por
cuatro especias añadidas al aceite como base. Ex. 30:22-25. Estas especias representan
virtudes peculiares que se encuentran en Cristo. Así, este compuesto simboliza
al Espíritu tomando la misma vida y carácter de Cristo y aplicándola al
creyente. Este aceite en ninguna manera podía ser aplicado a la carne humana. Jn. 3:6. Ga. 5:17. No podía ser imitado, lo cual indica que
Dios no puede aceptar nada sino la manifestación de la vida, la cual es Cristo.
Fil. 1:21. Cada artículo del mobiliario en el tabernáculo debía de
ser ungido y, por consiguiente, apartado para Dios, lo que sugiere que la
dedicación del creyente debe ser completa. Ro. 12:1-2.
E. El sellamiento del
Espíritu.
El morar del Espíritu Santo se representa como el
sello de Dios en tres pasajes en el Nuevo Testamento. 2 Co. 1:22. Ef. 1:13. Ef. 4:30. En cada
consideración importante el sellamiento del Espíritu es enteramente una obra de
Dios. A los cristianos nunca se les exhorta a buscar el sellamiento del
Espíritu, puesto que cada cristiano ya ha sido sellado.
El sellamiento del Espíritu Santo, por lo tanto, es
tan universal como la morada del Espíritu Santo y ocurre en el momento de la
salvación. Efesios 1:13 dice: «Habiendo
creído en El, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa.» En otras palabras, el
creer y el recibir ocurren al mismo tiempo. No es, por lo tanto, ni un trabajo
subsiguiente de la gracia ni una recompensa por la espiritualidad. Los
cristianos efesios fueron exhortados: «Y no contristéis al Espíritu Santo de
Dios, con el cual estáis sellados para el día de la redención» (Ef.
4:30). Aun cuando ellos pecaran y contristaran
al Espíritu, sin embargo estaban sellados para el día de la redención, esto es,
hasta el día de la resurrección o transformación, cuando recibieran nuevos
cuerpos y ya no pecaran más.
Como el morar del Espíritu, el sellamiento del
Espíritu no es una experiencia, sino un hecho para ser aceptado por la fe. El
sellamiento del Espíritu es una parte tremendamente significativa de la
salvación del cristiano e indica su seguridad, y que es propiedad de Dios. En
adición a lo anterior, es el símbolo de una transacción terminada. El cristiano
está sellado hasta el día de la redención de su cuerpo y su presentación en
gloria. Tomado como un todo, la doctrina de la presencia moradora del Espíritu
Santo como nuestro sello trae gran seguridad y confortamiento al corazón de
cada creyente que entienda esta gran verdad.
PREGUNTAS.
1. ¿Qué evidencias sostienen la conclusión de que
el morar del Espíritu en cada creyente es una característica distintiva de la
edad presente?
2. ¿Qué pasajes importantes en el Nuevo Testamento
enseñan en forma incuestionable la morada universal del Espíritu Santo en los
creyentes?
3. ¿Por qué la morada del Espíritu Santo es
necesaria para el alto nivel de vida espiritual del creyente?
4. ¿Cómo puede definirse la unción del Espíritu?
5. ¿Qué problemas en la doctrina del morar del
Espíritu se levantan por medio de tales pasajes como 1 Samuel 16:14; Salmo
51:11; Lucas 11:13?
6. ¿Cuál es la explicación de Hechos 5:32 en
relación a la morada universal del Espíritu?
7. ¿Por qué el dar del Espíritu Santo fue demorado
de acuerdo a Hechos 8:17?
8. ¿Cómo puede ser explicado el problema de Hechos
19:1-6 en relación a la morada universal del Espíritu?
9. ¿Cómo puede contrastarse el morar del Espíritu
Santo con la regeneración?
10. ¿Cómo puede contrastarse el morar del Espíritu
Santo con el bautismo del Espíritu?
11. ¿Cómo puede contrastarse el morar del Espíritu
con la plenitud del Espíritu Santo?
12. ¿Cómo el aceite de la unción usado en el
Antiguo Testamento tipifica la obra del Espíritu Santo?
13. ¿Cuál es el significado de las cuatro especias
añadidas al aceite santo de la unción en el Antiguo Testamento?
14. ¿Cuál es la relación entre el morar y el sellar
del Espíritu?
15. Explicar el verdadero significado de Efesios
1:13.
16. ¿Cómo se relaciona el sellamiento del Espíritu
con la experiencia espiritual?
17. ¿Cómo se relaciona el sellamiento del Espíritu
con la seguridad eterna
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