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Es tiempo de sumergirnos en Dios y su Palabra
buscando el amor, la gracia, la misericordia y la fortaleza que vienen del
Padre Celestial en estos tiempos; es por eso que empezamos con el estudio de
los módulos del Seminario Bíblico Reina
Valera: TEOLOGÍA SISTEMÁTICA
1 y TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 2.
Juan 5:39. Escudriñad las
Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 1. Es el estudio de
las doctrinas acerca de la Biblia: su revelación, inspiración, iluminación e
infalibilidad; las doctrinas de Dios: la Trinidad, los atributos y los nombres
de Dios; las doctrinas de Cristo: Su persona, deidad, humanidad y carácter; las
doctrinas del Espíritu Santo: Su deidad, persona, obra en la elección, la
regeneración y la Santificación, más el fruto, los dones, el bautismo y la
plenitud del Espíritu; y las doctrinas acerca del hombre: su creación original
y su caída en pecado.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA 2. Es el estudio de
las doctrinas bíblicas de la salvación: expiación, sustitución, redención,
reconciliación, propiciación, justificación, elección, predestinación,
regeneración, conversión, arrepentimiento, la adopción y la unión mística del
creyente con Cristo. Incluye el estudio de las doctrinas acerca de la
iglesia: sus miembros, propósito, comisión, culto, organización y
ordenanzas. Incluye el estudio de las profecías de la Biblia:
principalmente las no cumplidas todavía como el arrebatamiento de la iglesia,
la Tribulación, la segunda venida de Jesucristo, el reino milenial, los juicios
finales y el estado eterno.
Clase 52. El Cielo Nuevo y
La Tierra Nueva por Lewis Sperry Chafer.
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A. El cielo nuevo y la tierra nueva.
Después del juicio
del gran trono blanco y de la destrucción del primer cielo y la primera tierra,
Juan escribe en Apocalipsis 21:1: «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el
primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.» El
cielo nuevo no se describe, y todo lo que se dice acerca de la nueva tierra es:
«el
mar no existía ya más» (Ap. 21:1). El extraño silencio de las Escrituras sobre la
apariencia de la tierra nueva y del cielo nuevo no se explica en ninguna parte.
En cambio nuestra atención es dirigida hacia la ciudad santa, la nueva
Jerusalén.
B. La descripción general de la nueva
Jerusalén.
Juan escribió su
visión en estas palabras: «Yo Juan vi la santa
ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una
esposa ataviada para su marido» (Ap. 21:2). El problema inmediato que enfrentan todos los intérpretes es el
significado de lo que Juan vio. Si uno acepta la declaración tal como la
expresa, Juan vio una ciudad santa llamada nueva Jerusalén, en contraste con la
vieja Jerusalén terrenal que había sido destruida cuando la tierra fue
arrasada. Se dice que la ciudad desciende del «cielo, de Dios».
Es significativo que no se diga que la ciudad fue creada, y aparentemente existía durante el período previo del reino milenial, posiblemente como una ciudad satélite sobre la tierra; como tal, pudiera haber sido el hogar milenial de los santos resucitados y arrebatados. Por la descripción de la tierra milenial se ve claramente que no había sobre la tierra ninguna ciudad como la nueva Jerusalén durante el milenio. Algunos creen que Cristo se refería a la nueva Jerusalén cuando dijo en Juan 14:2: «voy, pues, a preparar lugar para vosotros». Aquí en Apocalipsis se ve a la nueva Jerusalén descendiendo del cielo y ciertamente con el destino de posarse sobre la nueva tierra.
Es significativo que no se diga que la ciudad fue creada, y aparentemente existía durante el período previo del reino milenial, posiblemente como una ciudad satélite sobre la tierra; como tal, pudiera haber sido el hogar milenial de los santos resucitados y arrebatados. Por la descripción de la tierra milenial se ve claramente que no había sobre la tierra ninguna ciudad como la nueva Jerusalén durante el milenio. Algunos creen que Cristo se refería a la nueva Jerusalén cuando dijo en Juan 14:2: «voy, pues, a preparar lugar para vosotros». Aquí en Apocalipsis se ve a la nueva Jerusalén descendiendo del cielo y ciertamente con el destino de posarse sobre la nueva tierra.
Juan, además,
describe la ciudad como «una esposa
ataviada para su marido». Sin embargo, como lo muestran revelaciones
posteriores, la nueva Jerusalén incluye santos de todas las dispensaciones, y
es, por lo tanto, preferible considerar ésta como una frase descriptiva y no
como una referencia típica. La nueva Jerusalén es hermosa, como la novia
ataviada para su marido es hermosa. Consecuentemente, aunque la ciudad es
literal, su hermosura es la de una novia.
Aun cuando
comparativamente pocos pasajes de la Biblia tratan el tema del nuevo cielo y la
nueva tierra, no es en Apocalipsis donde esta verdad aparece por primera vez.
En Isaías 65:17 Dios anunció: «Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva
tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento.» Este
versículo ocurre en el contexto de la tierra milenial y algunos piensan que se
está refiriendo a una Jerusalén renovada que habrá durante el milenio. Sin
embargo, sería preferible considerarla como una referencia a la nueva Jerusalén
que estará en la tierra nueva que se ve en el trasfondo, mientras la Jerusalén
renovada en el milenio se ve en el primer plano.
Is. 65:18. Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre
en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén
alegría, y a su pueblo gozo.
Otra referencia se
encuentra en Isaías 66:22,
donde afirma: «Porque como los
cielos nuevos y la tierra nueva que yo hago permanecerán delante de mí, dice
Jehová, así permanecerá vuestra simiente y vuestro nombre.» Mientras
la Jerusalén terrenal será destruida al final del milenio, la nueva Jerusalén
permanecerá para siempre así como la simiente de Israel permanecerá para
siempre.
En 2 Pedro 3:13 se hace otra predicción de nuevos cielos y nueva tierra,
caracterizados como lugares donde morará la justicia. En consecuencia, se puede
concluir que a través de las Escrituras se consideran el cielo nuevo y la
tierra nueva como la meta final de la historia y como el lugar final de reposo
de los santos.
Habiendo introducido
el nuevo cielo y la tierra nueva y la nueva Jerusalén, Juan procede a describir
sus características principales.
Ap. 21:3-8 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios
con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo
estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas
las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y
me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que
tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El
que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero
los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicario y
hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago
que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
Allí Dios habitará
con los hombres y será su Dios. El llanto, la muerte y el dolor serán abolidos,
como Juan afirma, «porque las primeras
cosas pasaron» (y. 4). Esto es confirmado en el versículo
5 por la afirmación: «He aquí yo
hago nuevas todas las cosas.»
En la nueva
Jerusalén, Cristo, como el Alfa y la Omega, promete: «Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente
de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y
yo seré su Dios, y él será mi hijo» (vv.
6-7). Por contraste, los inconversos descritos por
sus obras y por la falta de fe «tendrán su parte en
el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda» (y. 8). En
contraste con la primera muerte, que es física y espiritual, la muerte segunda
es separación eterna de Dios.
C. Visión de la nueva Jerusalén.
Juan es invitado a
mirar a «la desposada, la
esposa del Cordero» y lo llevan «en el Espíritu a un monte grande y alto» (Ap. 21:9-10). Aquí Juan ve la nueva Jerusalén descendiendo del cielo, de Dios.
Ap. 21:9-14 Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas
llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te
mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me
llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa
de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo
la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima,
como piedra de jaspe, diáfana como el cristal. Tenía un
muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres
inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al
oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente
tres puertas. Y el muro de la ciudad tenía doce
cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
En la descripción que
sigue en Apocalipsis 21 se declara que la nueva Jerusalén tiene «la gloria de Dios»; la ciudad
es brillante con un «fulgor semejante al de una piedra preciosísima como
piedra de jaspe, diáfana como el cristal» (y. 11). Aunque el jaspe suele ser el
nombre de piedras de diversos colores, y son opacos, la piedra con la que se
compara es preciosa y clara como el cristal. Debe de haber dado una impresión
de increíble belleza y brillantez.
Los versículos que
siguen describen la ciudad misma como que está rodeada por un muro de unos 70
metros de alto, con doce puertas en el muro guardadas por doce ángeles. En las
puertas están los nombres de las doce tribus de Israel. La ciudad es de forma
cuadrada y mira hacia el norte, el sur, el este y el oeste, indicando
aparentemente que en la nueva tierra hay puntos cardinales como en la tierra
actual. El muro está sobre doce cimientos que, según el versículo 14,
llevan los nombres de los doce apóstoles.
La ciudad es medida y
se ve que tiene 12.000 estadios, o aproximadamente 2.400 kilómetros por lado,
con una altura igual. Esto ha hecho surgir la pregunta acerca de la forma de la
ciudad, si es un cubo o una pirámide. Probablemente sea mejor considerarla una
pirámide, puesto que esto explica cómo podría el río fluir por sus costados,
según se presenta en Apocalipsis 22:1-2.
Ap. 22:1-2 Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como
cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En
medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de
la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del
árbol eran para la sanidad de las naciones.
En general, todos los
materiales de la ciudad son diáfanos y permiten el paso de la luz sin
impedimentos. Aun el oro es como el vidrio limpio.
Ap. 21:18-20 El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro,
semejante al vidrio limpio y los cimientos del muro de
la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era
jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; el
quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo;
el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo,
amatista. Las doce puertas eran doce perlas; cada una
de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro,
transparente como vidrio. Y no vi en ella templo;
porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La
ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la
gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las
naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la
tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas
nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
Los cimientos del
muro llevan los nombres de los doce apóstoles, y representan la iglesia, y
están adornados con doce piedras preciosas que dan todos los colores del arco
iris, y a la luz brillante de la ciudad proveen una visión hermosamente
sobrecogedora (vv.19, 20).
Las puertas de la
ciudad son de una sola perla grande, y la calle de la ciudad es de oro puro y
cristalino (y. 21). La ciudad no tiene templo porque Dios está en ella (y. 22), y no tiene necesidad de la luz del sol, de la luna o
de las estrellas, porque la gloria de Dios y del Cordero proveen la luz (v 23). Los salvados entre los gentiles (las naciones) caminan
en la luz de la ciudad y entran libremente por sus puertas, que no se cierran
porque allí no hay noche (y. 25).
Según esta
descripción los habitantes de la ciudad son santos de todas las dispensaciones.
No solamente Israel y los gentiles se mencionan, sino también los doce
apóstoles que representan la iglesia. Esto está en conformidad con la
descripción de Hebreos 12:22-24, que enumera a los habitantes de la nueva Jerusalén como que incluye a «la compañía de
muchos millares de ángeles, la congregación de los primogénitos que están
inscritos en los cielos, Dios el juez de todos, a los espíritus de los justos
hechos perfectos, a Jesús el mediador del nuevo pacto». De esto se puede deducir que la
iglesia estará en la nueva Jerusalén, al igual que los «espíritus de los justos
hechos perfectos» —refiriéndose a todos los santos no incluidos en la iglesia,
judíos y gentiles—, y los ángeles, y a Jesús como el mediador del nuevo pacto.
Continuando la
descripción de la nueva Jerusalén, Juan habla de un «río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía
del trono de Dios y del Cordero» (Ap.
22:1). El árbol de la vida, que da doce
tipos de frutos, está en medio de la calle de la ciudad y cada lado del río
proveyendo sanidad para las naciones (Ap. 22:2).
Ap. 22:1-2 Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como
cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En
medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de
la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del
árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá
más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos
le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus
frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad
de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y
reinarán por los siglos de los siglos.
Se pregunta por qué
es necesaria la sanidad de las naciones si ésta es una descripción del estado
eterno. La dificultad se resuelve si se acepta la traducción «para la salud de
las naciones». Puede ser que el fruto del árbol de la vida y el agua de la vida
sean la explicación de la existencia sin fin que los cuerpos de los santos
tendrán en la eternidad.
Continuando la descripción
de la ciudad, Juan dice: «Y no habrá más
maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le
servirán» (y. 3). El estado bendito de ellos consistirá en que
podrán ver a Dios cara a cara y llevarán su nombre en sus frentes (y. 4). Juan
repite el hecho de que la nueva ciudad será resplandeciente y no necesitará luz
artificial, y concluye con la palabra de Dios: «¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el
que guarda las palabras de la profecía de este libro» (y. 7).
Considerado el hecho
de que los nuevos cielos y la nueva tierra serán la morada eterna de los
santos, es notable que haya pocas descripciones de ellos en la Escritura. Es
cierto que la Biblia tiene el propósito principal de darnos luz para nuestro
actual sendero diario. Al mismo tiempo se nos da un vistazo suficiente de la
gloria venidera, a fin de animarnos a avanzar en nuestra vida de fe. Sin lugar
a dudas, hay mucho más que se nos puede revelar que el breve vistazo que se nos
ha concedido en estos capítulos finales del libro de Apocalipsis.
Aunque Dios ha
revelado a su pueblo una cierta medida de lo que «ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre» (1 Co. 2:9), indudablemente hay mucho más que Dios revelará al hombre en la
eternidad. No se ha dicho aún la mitad, y nuestro gran Dios se complacerá hasta
la eternidad sin fin en manifestar su amor y gracia a quienes han recibido a
Cristo como Salvador y Señor.
La Biblia, que es lo
único que revela las maravillas del cielo, es igualmente explícita en sus declaraciones
acerca de las condiciones según las cuales los pecadores de esta raza caída
pueden entrar allí. Sin embargo, hay multitudes que acarician la idea de poder
entrar en el cielo y que al mismo tiempo no prestan atención a los consejos de
Dios en que expone el único camino dado a los hombres en que puedan ser salvos.
No toda persona entrará en el cielo; aquella gloria y bienaventuranza es para
los redimidos. La redención depende en forma absoluta de la aceptación del
Redentor. Esa aceptación es una transacción de lo más sencilla y, sin embargo,
tan vital y conclusiva que el alma que confía recibirá la seguridad por sobre
todas las cosas de que está dependiendo solamente de Cristo para su salvación.
PREGUNTAS
1. ¿Qué se ha
revelado acerca del nuevo cielo y la nueva tierra?
2. ¿Por qué se
describe a la nueva Jerusalén como a una esposa ataviada para su marido?
3. ¿Cuál es la
importancia del hecho de que la nueva Jerusalén no haya sido creada en ese
tiempo?
4. ¿Qué luz arroja
esto sobre la posibilidad de que la nueva Jerusalén pueda ser la morada,
durante el milenio, de los santos resucitados y arrebatados?
5. ¿Qué revelan
Isaías 65:17 y 66:22 acerca de los nuevos cielos y la nueva tierra?
6. ¿Cómo caracteriza
al nuevo cielo y la nueva tierra 2 Pedro 3:13?
7. Según Apocalipsis
21:3-8, ¿cuáles son algunas características principales del nuevo cielo y la
nueva tierra en lo espiritual?
8. ¿Cuál es la
descripción general de la nueva Jerusalén, según Juan la ve en Apocalipsis
21:11?
9. Describir la
forma, muros y puertas de la nueva Jerusalén.
10. ¿Qué evidencia
hay de que Israel y los ángeles estarán en la nueva Jerusalén?
11. ¿Cuáles son las
dimensiones, largo, ancho y alto, de la ciudad?
12. ¿Qué explicación
es posible en cuanto a la forma de la ciudad?
13. ¿Qué caracteriza
a todos los materiales de la ciudad, y cómo se relaciona esto con su fulgor?
14. Describir la
belleza sobrecogedora de las piedras preciosas del fundamento de la ciudad.
15. ¿Cuál es el
significado del hecho de que los nombres de los doce apóstoles estén en los
cimientos de la ciudad?
16. ¿Por qué la
ciudad no tiene templo y no necesita luz del sol, de la luna ni de las
estrellas?
17. ¿Están también en
la ciudad los gentiles salvados?
18. ¿Qué evidencia
puede presentarse para demostrar que todos los santos de todas las edades
estarán en la nueva Jerusalén?
19. ¿Qué contribución
hace Hebreos 12:22-24 para la identificación de los habitantes de la nueva
Jerusalén?
20. ¿Cuál es la forma
en que posiblemente se relaciona a la existencia sin fin de los cuerpos de los
santos en la nueva Jerusalén el agua de la vida y el árbol de la vida?
21. ¿Qué harán los
santos en la nueva Jerusalén?
22. ¿Cómo explica
usted el hecho de que fuera de estos capítulos finales del libro de Apocalipsis
haya poca revelación del estado eterno en la Biblia?
23. A la luz de las
Escrituras, ¿por qué es tan importante estar seguro de que uno ha sido salvado
por la fe en Cristo?
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