Aquel
que conoce a Dios en la intimidad y en su vivencia diaria será un excelente
candidato para ser un verdadero adorador. Es verdad que nos debemos congregar
para glorificar a Dios, pues esto es agradable a Él, pero solo cuando
aprendemos a adorarlo en todo momento y en todo lugar, vamos en camino para
convertirnos en verdaderos adoradores.
Juan 4:19-26. (RVR1960). Le
dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron
en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe
adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte
ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros
adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora
viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le
adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es
necesario que adoren. Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado
el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo
soy, el que habla contigo.
Ciertamente
no somos efectivos en nuestros tiempos en la presencia de Dios debido a que no
nos enfocamos en lo que Él define como adorador. Podríamos definir a un
adorador, como aquel que se entrega en una íntima y profunda manifestación de
gratitud y alabanza a Dios. No importando las circunstancias por las que está
pasando eleva adoración que sale de su corazón, de su espíritu. Adora en lo
secreto como en público, no depende de otro para expresar lo que el creador de
su alma le inspira, no se rige por ideas humanas sino por la Palabra y está
siempre dispuesto a rendir todo su ser a Él.
El
verdadero adorador se hace en un proceso. No se hace un adorador de un día para
otro. Ser adorador es un estilo de vida que se caracteriza más por la actitud
del corazón que por las cosas que podemos hacer como las expresiones o formas
de adoración. Dios está más interesado en lo que somos que en lo que hacemos.
Dios está más interesado en que seamos verdaderos adoradores que en la
adoración que le ofrecemos. ¿Cómo podemos caminar en esa dimensión? Las
siguientes son algunas pautas que nos ayudarán a ser un verdadero adorador:
Ofreciendo a Dios una rendición total. La palabra adorar también significa
ofrendar, y a través de las escrituras encontramos la palabra adoración como
sinónimo de la palabra "sacrificio" u ofrenda. El apóstol Pablo nos
presenta esta verdad en el siguiente versículo: Romanos 12:1. “…Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de
Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que es vuestro culto racional…”
La
palabra “cuerpos” se define como un todo, no contemplando únicamente la
dimensión física de nuestro ser, sino las 3 dimensiones con las que Dios nos
creó. Espíritu, alma y cuerpo. 1 Corintios 15:44. Se siembra cuerpo animal,
resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. el apóstol Pablo
hace distinción entre dos de los cuerpos de que habla en Romanos 12:1. Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de
Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que es vuestro culto racional;
el cuerpo espiritual y el cuerpo animal o nuestra alma. Con lo anterior queda
establecido que se requiere que nuestra adoración involucre todos nuestros
cuerpos, el espiritual, el animal (alma) y el físico.
Mateo 22:34-40. Entonces
los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro,
¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el
primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
El
“sacrificio vivo” mencionado por el Apóstol determina la acción de ofrecer o
rendir continuamente nuestra vida (sacrificio vivo) en adoración a Dios. Dios
no quiere una parte de nuestra vida. Pide todo
nuestro corazón, toda nuestra alma, toda nuestra mente, y todas nuestras
fuerzas. Marcos 12:30. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este
es el principal mandamiento. Para los judíos el corazón es el verdadero hombre que
nosotros somos y que a veces ni nosotros mismos conocemos. Lo adoramos de corazón
cuando lo adoramos como realmente somos al interior de nuestra habitación; lo
adoramos de corazón, cuando lo adoramos tal y como somos. Debemos adorarlo
con nuestra alma, esto es, rendir a Él nuestra voluntad de tal manera que
siempre tengamos la disposición de adorarlo; que utilicemos nuestras emociones
en una forma balanceada para adorarlo, no podemos llorar o reír siempre que le
adoremos, nuestras emociones deben ser acorde a lo que queremos expresar.
Al
adorarlo con toda nuestra mente, lo adoramos con el entendimiento de lo que
estamos haciendo, con profundidad, tomando el control de nuestros pensamientos,
no permitir que éstos divaguen mientras le adoramos. Pero también
debemos adorarlo con todas nuestras fuerzas, con intensidad, desde lo profundo
de nuestras entrañas. Si no lo hacemos así podemos terminar ofreciendo una
adoración superficial, seca, indiferente y sin propósito. A Dios no le
interesan los compromisos a medias, la obediencia parcial y las sobras de
nuestro tiempo. Quiere nuestra entrega total a Él, no pedacitos de nuestra
vida.
Andando en el Espíritu. Gálatas 5:16,22-25. Digo,
pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Mas el
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han
crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu,
andemos también por el Espíritu. Todos
quisiéramos satisfacer los deseos de la carne, el que diga que no es un
mentiroso, ya que mientras estemos en la tierra y con este cuerpo corruptible
seguiremos teniendo los deseos provocados por la carne, esa que nos impulsa a
hacer cosas que van en contra del Espíritu de Dios.
Cuando
venimos a Cristo, nuestro espíritu fue renovado, nuestra alma encontró
salvación, pero nuestra carne siguió siendo la misma, con la única diferencia
que ahora ya no vivimos para satisfacerla, sino para contradecirla y agradar a
los deseos del Espíritu Santo. Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos
tenido que enfrentar al hecho de: ¿Satisfacer a la carne o satisfacer al Espíritu?,
lo más fácil es lo primero, ya que por naturaleza somos orientados a ello, pero
lo segundo es lo que estamos aprendiendo, ese proceso diario de negarnos a
nosotros mismos, tratando de hacer vivas esas palabras de Jesús al decirnos que
el que quisiera ir en pos de Él tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y
seguirlo.
Este
proceso de Andar en el Espíritu no es fácil y solamente lo lograremos cuando
comencemos a llenarnos de la presencia de Dios en nuestra vida y eso solo se
logra con una vida de devocional diario y de comunión intensa con el Señor.
Andar en el Espíritu es evitar satisfacer los deseos de la carne llámense
estos: envidia, rencor, odio, enemistades, pleitos, celos, contiendas,
disensiones, etc. Pero esto solo se logrará a través de una relación personal
verdadera con el Señor. Andar en el Espíritu es analizar cada cosa que haré en
el día para evaluar si es o no agradable a Dios, es negarse a lo que realmente
quisiera hacer, pero que se que va en contra de su voluntad y por ello prefiero
aguantarme las ganas y no fallar, todo por amor a Dios y no por imposición.
Guiados por el Espíritu Santo. Juan 16:13. Pero
cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará
saber las cosas que habrán de venir. La importancia de ser guiados por el Espíritu Santo es la
clave y la garantía de tener victoria y cumplir con la voluntad de Dios en
nuestra vida y ministerio. ¿Habrá algo más grandioso que saber que Dios mismo
nos está guiando? Puede que nos diga: "Ve por aquí" o "Haz esto
y aquello" y cuando entendemos el valor de tener detrás a Dios como guía
no podemos menos que buscar siempre su dirección. Nadie jamás podría guiarnos
mejor que Él. Para ser guiados por el Espíritu Santo debemos tener una vida
rendida a Dios, amándolo, temiéndole y obedeciéndole.
Nosotros
por nuestra cuenta podremos hacer cosas buenas en nuestro ministerio y vida en
general, pero el Espíritu Santo siempre nos guiará a hacer lo mejor en todo. En
cuanto a nuestra ofrenda a Dios nos guiará a dar la mejor adoración. Debemos
pedirle siempre al Espíritu Santo que nos guie a adorar a Dios como Él quiere
que le adoremos.
Teniendo tiempo a solas con Dios. Marcos 6:45-46. En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca
e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a
la multitud. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar. La adoración pública generalmente carece de
intimidad. La adoración pública debe ser un reflejo de la adoración en lo
secreto. La adoración intima se da en la intimidad de mi corazón y de mi
habitación. Que pensarías de un hombre que en la intimidad nunca le dice a su
esposa que la ama, nunca le muestra afecto, pero en público la trata
maravillosamente. Todo tipo de halagos y cariños salen de sus labios cuando la
gente los ve. ¿Pensarías que este hombre es un hipócrita verdad? Pensarías que
solo pretende para ser visto por los demás. Así suena la adoración pública que
no está respaldada por una adoración privada. Cuando en la adoración no hay
intimidad, esta carece de deleite y se torna una carga o una obligación.
Ofreciendo
la adoración desde nuestro espíritu. 1 Corintios 14:15. ¿Qué,
pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré
con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. El espíritu del hombre tiene tres funciones
principales que son la conciencia, la intuición y la comunión. La conciencia es
el área del espíritu donde Dios nos hace distinguir lo bueno y lo malo. La
comunión es el área de nuestro espíritu que adora a Dios y en la cual Él se
comunica con nosotros. La intuición es el área donde recibimos revelaciones de
Dios. Par ser verdaderos adoradores las funciones de comunión e intuición de
nuestro espíritu deben activarse y desarrollarse, para que podamos vivir una
vida espiritual, como seres espirituales que somos, y así aprender a conocer
como Dios quiere que le adoremos en cada momento. La única forma de ser guiados
por el Espíritu Santo es desarrollando la habilidad de oírlo.
Desarrollamos
o activamos nuestro espíritu cuando oramos en lenguas. 1 Corintios 14:2. El que habla en lenguas no habla a los hombres sino a
Dios. Cuando oramos en lenguas, nuestro
espíritu ora. 1 Corintios 14:14. Porque si yo oro en
lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. Cuando oramos en lenguas nuestro espíritu se
edifica. 1 Corintios
14:4. El que habla en lengua extraña, a sí mismo se
edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia.
Conociendo a Dios y su Palabra. Juan 17:3. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único
Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Colosenses 3:16. La palabra de
Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros
en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con
salmos e himnos y cánticos espirituales.
¿Cómo puedo adorar a alguien que no conozco? ¿Cómo puedo adorar a alguien cuyos
atributos ignoro? ¿Cómo puedo adorar a un Dios con el que no me he relacionado
lo suficiente para conocerle? Mucha gente "adora" a Dios sin
conocerle. Muchos cristianos han entregado sus vidas al Señor, tienen vida
eterna y el cielo les espera. Pero no han conocido a Dios de una manera íntima y
personal. Aquel que conoce a Dios en la intimidad y en su vivencia diaria será
un excelente candidato para ser un verdadero adorador.
Como
adoradores debemos saber lo que la Palabra nos enseña acerca de la verdadera
adoración: las expresiones de adoración, la revelación de la restauración de la
adoración desde el tabernáculo de David, la verdadera adoración
neotestamentaria, la adoración en los salmos, el carácter de Dios y en fin,
todo lo que podamos aprender para vivir como verdaderos adoradores.
Adorando en todo momento y lugar. Un adorador real, ama y sirve a Jesús, no
importa el lugar donde se encuentre. Este ejemplo lo podemos tomar de David que
lo mismo adoraba al Señor mientras cuidaba y pastoreaba sus ovejas, sirviendo
de soldado en el ejército y ante el trono y un palacio siendo rey. Muchas
personas, equivocadamente piensan que adorar a Dios en espíritu y en verdad es
algo que se hace en los días de servicio solamente cuando todos están congregados.
Adorar
a Dios en espíritu y en verdad implica mucho más que simplemente atender a los
servicios regulares, cantar, orar, leer la Biblia y aparentar ser un buen
cristiano, estar en el grupo de alabanza, o en el equipo de danza. Es verdad que nos debemos congregar para glorificar a Dios, pues esto es
agradable a Él, pero solo cuando aprendemos a adorarlo en todo momento y en
todo lugar, vamos en camino para convertirnos en verdaderos adoradores.
Los
verdaderos adoradores, los que adoran en espíritu y en verdad ofrecen una
adoración que brota de lo profundo del corazón, la cual es el resultado del
ejercicio diario. Como un médico, ingeniero o maestro, que estudiaron e
hicieron prácticas antes de desempeñarse en su profesión. Ellos son
profesionales en su área así no estén trabajando. Lo mismo debe suceder con los
verdaderos adoradores, que lo son así no estén manifestando expresiones físicas
de adoración. De lo anterior podemos concluir que los verdaderos adoradores lo son por
la práctica, y con ello no se hace referencia a los ensayos de danza o
alabanza, o a los seminarios o escuelas de adoración, sino al hecho de
practicar el adorar a Dios en nuestro tiempo a solas con Él.
Esto
significa que adorarle en espíritu y en verdad se convierte en una manera de
vivir, en un estilo de vida, lo cual significa que adoramos a Jesús en todo
momento, y en donde quiera que estamos: en nuestra casa, en nuestro trabajo, en
la escuela, en el mercado, en el carro, con nuestros amigos, con nuestros
familiares, en todo momento y en todo lugar. ¿Cómo podemos adorar en todo
momento?, entendiendo que somos adoradores y con nuestro modo de vida, con
nuestro testimonio de vida, estamos glorificando a Dios en todo lo que hagamos:
siendo persistentes.
Hay
muchas más cualidades que envuelven a un adorador auténtico, pero una muy
importantes es que los verdaderos adoradores son insistentes y persistentes
cuando quieren adorar y ofrecer sus presentes al Señor. Un ejemplo hermoso lo
encontramos en los Magos de Oriente que adoraron a Jesús con sus regalos. (Mateo 2:1-11) Ellos se dejaron guiar por la estrella hasta que
llegaron a la casa donde se encontraba Jesús. Les tomó mucho tiempo encontrar
el lugar exacto donde se encontraba Jesús, pero no desistieron de su búsqueda.
Quisieron adorar a Dios y no se devolvieron a su lugar de origen hasta que lograron
su propósito. Habrá ocasiones en que los adoradores sentirán que su adoración
no es efectiva, pero a pesar de ello se debe ser persistente y seguir adorando
a Dios, sin importar la situación por la que se esté atravesando.
El
mandamiento de Jesús de «amar a Dios con toda tu mente» se repite cuatro veces en el Nuevo Testamento. A Dios no
le agrada que cantemos himnos, oremos con apatía y exclamemos con indiferencia
¡Gloria a Dios!, sin pensar en lo que hacemos. Si no pensamos en lo que hacemos
cuando adoramos, la adoración no sirve. Si alguien se te acerca y repite diez
veces: «¡Te aprecio!», es probable que pienses «¿Por qué?». Tú preferirías dos
cumplidos específicos a veinte generalidades vagas. A Dios también.
Ordenando
las prioridades en nuestra vida. Mateo 22: 3-40. Maestro,
¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el
primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. 1
Timoteo 5:8. Porque si alguno no provee para los
suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un
incrédulo. Hay un
orden de prioridades que debemos guardar si queremos ser verdaderos adoradores:
Primero Dios, segundo nuestra familia (cónyuge, hijos y el resto de la
familia); tercero nuestro trabajo secular, ministerio, estudios, diversiones,
etc.
Hemos
visto que Dios nos indica claramente que Él debe ocupar el primer lugar en
nuestras vidas porque de Él mana la vida. Si estamos en constante comunión con
Dios, él nos mostrará cómo relacionarnos con nuestra familia, pondrá de su
sabiduría en nuestro corazón y estaremos dispuestos a dedicar nuestro tiempo y
nuestras capacidades al bienestar familiar. Siendo familias que funcionen
debidamente, podremos trasmitir el evangelio de manera efectiva, con nuestro
testimonio y anunciando que: Jesús es la respuesta. Manteniendo nuestro trabajo
secular, haremos provisión para nuestra familia primeramente y también podremos
bendecir a otros, dando ayuda al necesitado. Como podemos notar, si queremos
ser verdaderos adoradores, Dios debe ser el primero en todo.
Ojalá
podamos estar diciendo lo siguiente con nuestra manera de vivir: que hoy hemos
decidido ser adoradores en todo lo que hacemos, en todos nuestros caminos y en
todo nuestra forma de ser. Bendiciones.
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