En el
siguiente texto bíblico nos enseña que es la responsabilidad de cada cristiano
poder discernir. 1 Tesalonicenses
5:21-22. Biblia de las Américas (LBLA). Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente,
retened lo bueno; absteneos de toda forma de mal. 1 de Juan
4:1 dice, “Amados,
no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque
muchos falsos profetas han salido por el mundo”. De acuerdo con el
Nuevo Testamento, el discernimiento no es una opción para el creyente, es un
requisito.
En su
definición más simple, el discernimiento es la habilidad de poder decidir entre
la verdad y el error, lo bueno y lo malo. El discernimiento es el proceso de
hacer distinciones cuidadosas en nuestra mente sobre la verdad. En otras
palabras, la habilidad de pensar con discernimiento es sinónimo a la habilidad
de pensar bíblicamente.
La falta de
discernimiento hace que las personas vivan abrumadas por las deudas, los
problemas, los conflictos interpersonales, y además les resulte difícil
diferenciar lo bueno de lo malo. Cada vez vivimos más como en la época de los
jueces de Israel, cuando “cada uno hacía lo que bien le parecía” Jueces
21:25.
Es por eso
que los creyentes necesitamos discernimiento para conocer la verdad y la
dirección de Dios en cada circunstancia. El discernimiento consiste en evaluar
la información o las situaciones, distinguir las diferencias, pensar en las
consecuencias y, por consiguiente, juzgar correctamente. Por nuestra condición
humana, carecemos de esta clase de sabiduría, pero el Señor está deseoso de
darnos el discernimiento que necesitamos.
El fallar a
distinguir entre la verdad y el error deja al cristiano sujeto a la manera de
pensar de un falso maestro. La enseñanza falsa nos lleva a un pensar
anti-bíblico, que resulta en una vida sin fruto y desobediente.
Desafortunadamente, la falta de discernimiento es un área en donde muchos
cristianos caen. Muchos no le dan la importancia de probar lo que le están
enseñando contra el infalible estándar de la Palabra de Dios. No están armados
para tomar una postura bíblica contra el pensamiento y las actitudes anti-bíblicas
que enfrentan durante el día.
El
discernimiento cruza la vida Cristiana en cada área. La Palabra de Dios nos
provee con el discernimiento necesario para toda cosa en la vida. De acuerdo
con Pedro, “como
todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por
su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria
y excelencia”. 2 Pedro 1:3.
El
discernimiento, que es la habilidad de pensar bíblicamente en todas las áreas
en nuestra vida, es indispensable para una vida que realmente agrade a Dios.
¡Es importante que el cristiano desee el discernimiento que Dios le ha provisto
por medio de Su verdad preciosa! Sin él, cristianos están en peligro de ser “llevados por
doquiera de todo viento de doctrina” Efesios 4:14.
Tomado en un
sentido llano, el discernimiento es la acción por la que se busca distinguir,
diferenciar, entre dos cosas que por lo general se nos aparecen como
buenas. En el lenguaje coloquial podemos decir que una persona “sin
discernimiento” es aquella que toma las cosas a la ligera, que no es capaz de
hacer un juicio cabal sobre la realidad ni de actuar consecuentemente. La
falta de discernimiento puede llevar, en este sentido, a actuar sin sopesar
bien lo que se hace.
Sin embargo,
aquí hablamos de un discernimiento “espiritual”. ¿Qué significa
esto? Las Sagradas Escrituras nos ofrecen luces valiosísimas para
comprender qué significa discernir espiritualmente. Veamos: En una ocasión se
acercaron al Señor Jesús unos fariseos y saduceos y, con la intención de
ponerlo a prueba, le piden que les muestre una señal del cielo. Jesús les
responde evidenciándoles su capacidad de “leer” el clima observando los signos
de la naturaleza: “Ustedes saben discernir el aspecto del cielo”,
les dice. Sin embargo, continúa, “no pueden discernir las señales de los tiempos”. En buena cuenta lo que Jesús les dice es: son ustedes muy hábiles para discernir
el clima, para pronosticar si habrá tormenta a partir de las nubes que hay en
el cielo, pero no se han dado cuenta de que están rodeados de signos
espirituales (los signos de los tiempos) que hablan de la llegada del Mesías.
También Pablo
en distintas ocasiones exhorta a los cristianos de diversas comunidades a vivir
el discernimiento. Por ejemplo, ante experiencias variadas que se
presentaron en la comunidad de Tesalónica, les dice: “Examinen todo y quédense con lo
bueno”. El término “examinar” se traduce también como
“discernir” y alude a la misma acción. Otro pasaje está en la carta a los
Romanos, donde Pablo dice: “No conformen su mentalidad a la de este mundo, sino
transfórmense mediante la renovación de su mente, para poder discernir cuál es
la voluntad de Dios; lo bueno, lo que le es agradable, lo perfecto”.
Para poder
discernir cuál es la voluntad de Dios, cuál es su Plan de amor para nosotros; Pablo
nos dice que es fundamental que nos transformemos interiormente según el “hombre
nuevo” que es Cristo. La renovación de la mente a la que alude el Apóstol
Pablo no se produce tanto por la acción de una ley externa sino que comienza en
el interior del hombre, por la íntima iluminación del Espíritu Santo que nos
hace capaces de distinguir el bien del mal y de seguir el camino del
bien. A eso nos referimos cuando hablamos de un discernimiento
espiritual. Se trata de una acción que no sólo se realiza desde nuestro
interior sino que además debe hacerse siempre en presencia y bajo la acción del
Espíritu de Dios.
A la luz de
lo dicho, el discernimiento espiritual podríamos definirlo como un ejercicio
interior que nos lleva a examinar y distinguir qué situaciones, personas o
cosas nos ayudan a seguir el Plan de Dios y cuáles por el contrario nos apartan
de él. De esta forma, abiertos a la acción del Espíritu Santo que nos
ilumina y nos impulsa, podremos darle a nuestra vida una orientación que nos
lleve a la felicidad verdadera.
El
discernimiento espiritual nos ayudará entonces a ir ganando esa sabiduría, esa
“ciencia” de la que habla Pedro. Al discernir espiritualmente buscamos
iluminar una situación concreta de nuestra vida con la luz de la fe, de manera
que la elección que hagamos vaya por el camino del amoroso designio de Dios que
busca el mayor bien para nosotros.
¿Qué cosas nos dificultan el discernimiento
espiritual? Todo aquello que nos aleje de la
vida en el Espíritu se convierte en obstáculo para un buen discernimiento
espiritual. Es responsabilidad de cada quien identificar en su interior
los propios obstáculos para un recto pensar y un recto obrar: Terquedad,
impaciencia, soberbia, autosuficiencia, pereza mental, o cualquier otro.
Vamos a
detenernos aquí en tres obstáculos que nos parecen relevantes: El subjetivismo,
la soberbia y los escrúpulos.
El subjetivismo: Este vicio
de aproximación a nosotros mismos y a la realidad nos dificulta examinar y
discernir a la luz del Plan de Dios el mundo que nos rodea, los acontecimientos
de nuestra vida y las opciones que debemos tomar. Mientras más se acentúa
mayor será la tendencia a considerar que uno es el centro de todo y a juzgar
desde esa premisa. Para evitar el subjetivismo es también particularmente
importante al discernir, no dejarnos llevar por emociones o por aquello que nos
genera una mayor resonancia sentimental. Ciertamente no se trata de
obviarlos, pero sí de reconocer con humildad su justo lugar y que en algunos
casos pueden afectar nuestra objetividad.
La soberbia.
Cuando la soberbia se afirma en la mente y en el corazón resulta muy difícil
dar cabida a las mociones e iluminaciones del Espíritu Santo que podrían estar
indicándonos el camino a seguir. Si estamos “llenos de nosotros mismos”
difícilmente podremos discernir a la luz del Espíritu. Seremos, al igual
que los fariseos y saduceos del Evangelio, ciegos a los “signos” con los que
Dios nos manifiesta su designio.
Los escrúpulos impiden
vivir ese espíritu de libertad que el Espíritu Santo regala a los que viven
bajo su impulso. De lo que se trata es, pues, de discernir a la luz del
Plan de Dios las realidades de nuestra vida que lo ameriten y caminar en la dirección
que él nos señala, cooperando así desde nuestra opción fundamental con la
acción de Dios que nos llama, nos sostiene y nos impulsa. ¿Cómo hacerlo? Veamos algunas cosas que nos pueden ayudar a discernir mejor.
¿Qué cosas nos ayudan a vivir mejor el
discernimiento? Ante todo, el empeño por ser
personas espirituales, es decir, que buscan vivir en el Espíritu y según el
Espíritu. De esa sintonía espiritual brota una cierta con naturalidad que
nos permite discernir el Plan de Dios en situaciones concretas desde la
iluminación de la fe y seguirlo con docilidad. Como dice Pablo, “si vivimos por
el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu”. En ese sentido la
oración es un medio privilegiado para ser hombres y mujeres espirituales.
En la oración el Señor nos encuentra más receptivos y dispuestos a escuchar su
voz y las mociones del Espíritu Santo que nos guían hacia la verdad. En
la oración encontraremos el espacio propicio para un recto discernimiento.
¿Por qué necesitamos discernimiento? Para reconocer la voz de Dios. Con el fin de descubrir y cumplir el plan
que Él tiene para nuestras vidas, tenemos que ser capaces de escuchar su voz.
Supongamos que usted le pide que le guíe a tomar una decisión. Cuando le llega
una sensación de dirección, ¿puede saber si viene de Dios o de su propia mente?
Si usted busca el consejo de un hermano en la fe, ¿es capaz de determinar si el
Señor le está hablando por medio de él? Sin discernimiento, usted no sabrá nada
a ciencia cierta y, como resultado, podría seguir malos caminos en la vida.
Para
comprender la voluntad de Dios. Aunque la Biblia habla claramente de cómo
vivir, no se refiere específicamente a cada situación. Por ejemplo, usted no
puede encontrar un versículo que le diga con quién casarse o si debe cambiar de
empleo. Pero esto no significa que los principios bíblicos no estén
relacionados con todas las decisiones que tendrá que tomar. El Espíritu Santo
que habita en nuestro interior, está allí para guiarnos de modo que sepamos
bien cómo poner en práctica la Palabra de Dios.
Para tomar
decisiones sabias. Cada día está lleno de decisiones, algunas intrascendentes,
y otras capaces de cambiar una vida. La persona necesitada de
discernimiento, a menudo hace las cosas mecánicamente, sin reconsiderar sus
decisiones y pensar en el resultado futuro de sus acciones. Por ejemplo, cuando
usted está comprando, ¿se detiene a considerar la carga económica de una compra
impulsiva?
Para
distinguir lo bueno de lo mejor. No todas las decisiones son una elección entre
lo que está bien y lo que está mal. A veces, lo único que necesitamos saber es
cuál es el camino a seguir. El Señor no quiere que, como cristianos, vayamos
cojeando por la vida; desea que florezcamos en la plenitud de su voluntad. Cada
día nos enfrentamos a decisiones que marcan nuestro rumbo de una manera u otra.
La única manera de tomar decisiones alineadas con la voluntad de Dios, es
buscar la mente de Cristo en cuanto a nuestros asuntos.
Para
distinguir la verdad del error. Otra razón por la que necesitamos un espíritu
de discernimiento es para reconocer los engaños. Mucho de lo que vemos y
escuchamos se basa en una perspectiva influenciada por el mundo y por Satanás,
el padre de mentira. Hasta nuestros sistemas educativos están plagados de errores.
En la escuela primaria se enseña que somos producto de la evolución, y en las
universidades adoctrinan con ideas ateas.
Para evitar
ser engañados por el pecado. Gálatas 6.7
dice: “No os
engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso
también segará”. El pecado es
engañoso, y al final solo produce una amarga cosecha. Los placeres de la vida
nos son dados por Dios, pero somos tentados a ir más allá de los límites que Él
ha fijado. Por tanto, debemos considerar las consecuencias que nos esperan, y
recordar las bendiciones de la obediencia.
Para
distinguir entre el legalismo y la libertad. Las convicciones personales no
siempre son mandatos para todos los creyentes. La Biblia es clara en cuanto a
las normas de Dios, pero el Señor también pone en el corazón de cada persona
normas que la protejan de acuerdo a sus fortalezas y debilidades. Por eso, cada
vez que alguien le presione para adoptar una norma, debe saber distinguir si se
trata de un mandamiento bíblico, o de una preferencia personal.
Para
comunicarnos con otros. Quizás el área en que más necesitamos discernimiento es
en la esfera de las relaciones. Es más fácil leer entre líneas en un libro, que
entender realmente a otra persona. Recordemos que discernimiento es ver la
realidad que está debajo de la superficie o apariencia exterior. Esto significa
que escuchamos no solamente lo que alguien dice, sino también lo que no dice.
El discernimiento es vital para determinar si alguien está diciendo la verdad,
pero es también importante en nuestros esfuerzos por ayudar a otros cuando
están necesitados de palabras de aliento.
¿Cómo adquirir discernimiento? El discernimiento espiritual es un don de Dios. No
es algo que podemos fabricar nosotros mismos, sino una cualidad que
desarrollamos cuando nos mantenemos firmes en la oración y en la lectura de la
Biblia. Cuando más tiempo pasemos comunicándonos con el Señor, y llenando
nuestra mente con sus pensamientos, más discernimiento tendremos. El objetivo
es dejar que su Espíritu nos guíe en todo momento. Para que sea así, tenemos
que vigilar lo que permitimos que entre a nuestra mente. La manera de pensar
del mundo doblegará al discernimiento espiritual si pasamos dos o tres horas
viendo la televisión, y apenas diez minutos leyendo la Biblia.
Por la
presencia continua del Espíritu Santo en nosotros, nunca tenemos que tomar una
decisión solos, o confiar en nuestros limitados recursos. Él está siempre con
nosotros para guiarnos a toda verdad, y para recordarnos las palabras de Cristo
(Juan 14:26; Juan 16:13). Pero
tenemos la responsabilidad de poner la palabra de Dios en nuestra mente, para
que Él pueda hacer que la recordemos.
El momento
para comenzar a desarrollar discernimiento es ahora mismo. Usted no puede
permitirse esperar hasta que enfrente una decisión crítica. El buen juicio se
produce en la medida que nuestros sentidos son ejercitados en el discernimiento
del bien y el mal. Hebreos 5.14. La
Biblia de las Américas (LBLA). Pero el alimento
sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos
ejercitados para discernir el bien y el mal.
Comience
hoy, dedicando tiempo a la oración y llenando su mente con la Palabra de Dios.
Pídale al Señor que le guíe, y hasta donde pueda, haga lo que crea que Él le
está diciendo. El Espíritu nos hablara en
sueños, visiones y palabras proféticas, pero mucho de lo que será revelado
realmente pasara por medio de nuestra capacidad de percibir correctamente. Las
escrituras nos dicen que El Señor Jesús percibía los pensamientos de los
hombres “en Su Espíritu”. Lo mismo es con nosotros, si nos movemos en el
discernimiento divino, nuestra percepción de la vida debe ser filtrada de todo
pensamiento humano y sus respectivas reacciones. Para discernir, no podemos
juzgar.
El comienzo
o raíz de un verdadero discernimiento no será establecida hasta que no
crucifiquemos nuestros instintos de juzgar. Esto nos toma muchos meses,
usualmente años de desenraizar todo el sistema de pensamiento que no ha sido
plantado en el suelo fértil y divino de la Fe y el Amor por el prójimo. Para
apropiarnos del discernimiento que está en la “mente de Cristo”, 1 Corintios 2:16. “Porque
¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la
mente de Cristo.”, nosotros debemos primero encontrar el corazón de
Cristo. Podemos ver que el corazón y amor del Señor Jesús esta resumido en sus
propias palabras en Juan 12:47. “Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le
juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.”
El
discernimiento espiritual es ver donde no se puede ver. Este es un don del
Espíritu para percibir lo que está en el espíritu. Su propósito es mirar dentro
de la naturaleza de lo que es velado o tiene velo. Pero tengamos en cuenta que
para que podamos discernir, el primer velo que hay que remover es el de
nuestros corazones. Primero, debemos mirarnos a nosotros y medir nuestras necesidades
de develar o quitar el velo. La capacidad que tenemos de ver lo que es externo
viene de la revelación que Cristo nos da de ver lo que está al interior. El
Señor Jesús necesita que entendamos nuestras propias necesidades de su
misericordia, para que de la gracia que hemos recibido, nosotros compasivamente
podamos ministrar a otros. En este proceso nos daremos cuenta del egoísmo y
depravación de nuestra naturaleza carnal. Además, nos daremos cuenta que el don
de discernimiento no es una facultad de nuestras mentes.
Debemos
andar con el poder del perdón que solo Dios nos da, si no tendremos mucha
decepción y presumiremos que tenemos discernimiento, cuando en verdad estamos
viendo por medio de un “espíritu de crítica”. Debemos conocer nuestras
debilidades, porque si estamos ciegos a nuestros pecados, para cuando asumamos
que hemos discernido algo de alguien no sea el reflejo de nosotros mismos.
Además, claramente si no nos manejamos en amor seremos una amenaza para el
cuerpo de Cristo, miremos lo que El Señor nos enseñó.
Mateo 7:1-5. “No
juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis,
seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué
miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que
está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu
ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu
propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.”
Hemos podido
leer como El Señor Jesús paralelamente cuando hablaba con las personas sobre
sus pecados les quitaba la paja de sus ojos. Los ojos son la parte más suave y
sensitiva del cuerpo humano, pregunta: ¿Cómo quitaremos la paja de los ojos de
alguien? Respuesta ¡CON MUCHO CUIDADO!
Primero debemos ganar su confianza. Esto quiere decir demostrando una actitud
que no juzga y que no condenara instintivamente. Para ayudar a las personas
debemos ver claramente. Debemos ver claramente cuando la visión de una persona
está siendo obstruida, para desarrollar confianza y luego sacarle la paja del
ojo con cuidado, sin juzgar o condenarla.
Si estamos
buscando un corazón que no condena y si verdaderamente crucificamos el instinto
a juzgar, hemos puesto un verdadero cimiento para el don del discernimiento y
así hemos preparado el corazón para recibir sueños, visiones y las revelaciones
de Dios. Además, empezaremos a caminar sin corrupción y sin mancha de las mañas
del mundo y de esa manera ser unos instrumentos más efectivos en las manos de
Dios para llevar el amor y el perdón de Dios a través de la predicación del
evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Bendiciones.
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