“Someteos,
pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se
acercará a vosotros”. Santiago
4:7-8.
La
palabra sometimiento en griego, tiene dos connotaciones: una pasiva, que
significa someterse a, obedecer, sujetarse a, estar bajo la autoridad de, estar
sumiso; y una connotación activa, que significa someter bajo fuerza, hostigar a
que se someta. Someterse
significa renunciar voluntariamente al control de nuestra vida. Esta palabra se
resume en Filipenses
2:6-8, donde dice: “el cual, siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Aquí se nos muestra que Cristo rindió sus derechos
y prerrogativas como la segunda persona de la Trinidad a la voluntad y
propósito del Padre. De esta sumisión nace el deseo de sacrificarse por el plan
de Dios sin importar lo que esto significaba.
Someterse
al plan de Dios requiere visión clara de los planes o metas que hemos hecho
para nosotros mismos, tales como: paz, felicidad, prosperidad, seguridad,
amistades, familia, buena salud, experiencias agradables y lograr el máximo de
nuestro potencial. Esta lista haría que nuestra necesidad de sometimiento sea
opcional, pues estos planes a menudo están en conflicto con el plan de Dios
para nosotros. Cuando nuestra sumisión al plan de Dios es total, afirmamos que
no vivimos por estas cosas ni éstas nos dirigen, sino que simplemente son
beneficios adicionales que vienen a través de la voluntad soberana de Dios.
Sometimiento
es una de las cosas que más nos cuesta cumplir ya que, por naturaleza, los
seres humanos no nos gusta someternos a nadie. Pero en la vida cristiana y en
el ámbito espiritual, es la llave que abre la puerta a las bendiciones de Dios.
¿Cómo
podemos resistir al diablo? Nuestro Señor tuvo que resistir al diablo
repetidamente. ¿Recuerda usted? Él dijo en más de una ocasión: “¡Apártate de mí,
Satanás!”. Sus seguidores aprendieron eso de
Él. Pablo trató de enseñar a sus compañeros a estar firmes en contra de las
artimañas del diablo. Pedro los exhorta: “resistidlo firmes en la fe”. Y Santiago, el hermano del Señor, dio a la
iglesia este mandamiento con una promesa: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros”.
La
revelación de Dios en Cristo, abrió un mundo nuevo de conciencia en todos los
que la recibieron. Cuando los cristianos creyeron la Palabra acerca del
majestuoso gobierno de Dios por medio de Jesucristo, ellos descubrieron también
que otro reino se le oponía. El reino de las tinieblas fue tan real para ellos,
como el reino de la luz. La Palabra de Dios les abrió los ojos a una guerra que
para las mentes incrédulas era invisible. Es posible que el escepticismo de hoy
no provenga de nuevos aprendizajes, sino de la pérdida de vitalidad espiritual.
Tratemos
de mirar la realidad del mal a través de las Palabras de Jesús y sus apóstoles.
Satanás, el tentador, el diablo está en contra Dios. Aunque es una criatura, él
ha desafiado la autoridad de Dios y ha establecido un reino sin ley. Su único
propósito es impedir los propósitos de Dios, abolir Su autoridad y si fuera
posible, tomar su lugar. Se opone a los seres humanos y busca destruirlos
porque ellos fueron hechos a la imagen de Dios. Su maldad es dirigida
especialmente contra los cristianos porque ellos pertenecen a Dios y sirven a
sus propósitos. Ellos amenazan su reino. Su intento es apartarlos de Dios, ya
sea por medio de asustarlos o de atraerlos a unírsele en rebelión. Y cuanto más un hombre o una mujer, un grupo o un
ministerio, se identifique con Jesucristo y se comprometa con sus propósitos,
más se les opondrá el diablo y sus emisarios.
Resistir
al diablo significa resistir sus ataques; es rehusar sus propuestas. ¿Cómo
pueden los creyentes hacer eso? Primero y fundamentalmente, escribe Santiago,
Ellos tienen que acercarse a Dios. ¿No es una frase preciosa? Los hijos de Dios
deben acercarse a Él, moverse hacia Él y vivir en comunión con El. Cuando
Santiago habla de resistir al diablo y acercarse a Dios, él se refiere al orgullo
y a la humildad. “Dios resiste a los soberbios y da
gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de
vosotros”. Santiago 4:6-7.
El
negarse orgullosamente a rendirse a Dios, hace al diablo lo que es. Orgullo
significa pretender vivir independientemente y no querer nada en absoluto con
el que nos hizo. Esto significa pensar y querer actuar como si Dios no
existiera, como si nosotros fuéramos Señores de nuestros propios derechos.
Humildad
es exactamente lo opuesto. Es un sentido de gratitud por depender de Dios, un
gozo por pertenecerle y la confianza de entregarse a su voluntad. Cada
insinuación de humildad es un paso en dirección a Dios. Esto significa
acercarnos a Él y abrirle nuestras vidas.
En
nuestra relación con Dios a través de Cristo, confiando en El, entregándonos a
Él, aceptando Su gracia, encontramos la fortaleza que necesitamos en contra de
los poderes del mal. Por esa razón el apóstol Pablo exhorta a sus compañeros a “fortalecerse en el Señor y en el poder de Su
fuerza” y a “revestirse con toda la armadura de Dios para la
batalla cristiana”. Entonces, aquí está la
respuesta: cada vez que sea tentado a apartarse de Dios y vanidosamente seguir
su propio camino; diríjase hacia El, llámelo en su ayuda y asegúrese con Su
fortaleza. Esa es su primera línea de defensa. ¡Hágase fuerte en el Señor!
Uno
de los principales objetivos de Satanás es intimidar a los hijos de Dios y
asustarlos para que no sean sus discípulos ni testifiquen. Algunas veces lo
hace promoviendo la persecución. Así lo hizo con Jesús, con los cristianos del
primer siglo y con los mártires de cada generación. El diablo nos amenaza con
horrendas consecuencias si seguimos a Cristo. Pedro lo describe como “un león rugiente buscando a quien devorar”. Él
sabe a qué le tenemos más miedo y sabe cómo manejar nuestros temores. Pedro
escribe: “resistidlo firmes en la fe”. Y
Pablo nos exhorta a tomar el escudo de la fe para apagar los dardos de fuego
del maligno. La fe es el antídoto para el temor.
El
diablo es un alardeador y un engañador. El trata de hacernos creer que es más
peligroso de lo que realmente es. Es como uno de esos peces de las
profundidades marinas que se inflan para atemorizar al enemigo engañándoles con
su apariencia. Ellos lucen como destructores, pero en realidad son globos de
aire. Satanás puede ser un león rugiente; pero por causa de Cristo, es un
encadenado. Nosotros somos más que vencedores por medio de Aquél que nos amó.
Cuando
los israelitas vagaron por el desierto, enviaron doce espías para examinar la
tierra prometida. Diez de ellos
volvieron totalmente espantados. Ellos habían visto montañas de dificultades,
ciudades amuralladas y gigantes en la tierra, delante de los cuales ellos
parecían langostas. Josué y Caleb, los otros dos, por el contrario, volvieron
contando cuan buena y fructífera era la tierra y cómo los habitantes podían ser
fácilmente vencidos. “Ellos serán como
pan para nosotros”, fue su reporte. Josué y Caleb
vieron las mismas ciudades y los mismos gigantes; pero ellos lo vieron todo a
través del Señor.
Cuando
mantenemos los ojos en El, cuando lo tenemos en nuestros pensamientos, es
cuando no nos acobardamos ante los rugidos del diablo. No nos desviamos para
correr y decimos: “Si Dios es por
nosotros. ¿Quién contra nosotros? . . . Más poderoso es El, que está con
nosotros, que el que está en el mundo”.
Si
la fe es nuestra fuerte defensa, el arma con la que peleamos la batalla es la
Palabra de Dios. Como siempre, Jesucristo mismo es nuestro Señor y Líder. Él
sabía cómo resistir al diablo. Él lo hizo citando las Escrituras. El venció al
maligno con la Palabra de su testimonio. Cuando fue tentado a transformar las
piedras en pan después de su largo ayuno, rehusó diciendo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, mas
de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Cuando fue tentado a lanzarse desde el pináculo del
templo para que Dios cumpliera su promesa de enviar ángeles para que no se
dañara, Él contestó con otro texto: “Escrito
está, no tentarás al Señor tu Dios”. Y cuando Satanás le ofreció todos los reinos de la
tierra y la gloria de ellos a cambio de que Él le adorara, Él contestó otra vez
con las Escrituras: “Escrito está, al Señor sólo adorarás y a Él sólo
servirás”.
La
trampa era ésta: las metas debían de ser alcanzadas sin
tener en cuenta la voluntad de Dios. Realmente no importaba el camino a tomar
con tal de que no fuera el camino de Dios. ¿Cómo
Jesús se dio cuenta de qué era lo que se tramaba en esas tentaciones? ¿Cómo
pudo detectar y resistir las lisonjas del diablo? Porque El conocía cuál era la
voluntad de Dios. Él sabía qué era lo que agradaba al Señor del universo y lo
que no le agradaba. Su mente y su conciencia estaban de acuerdo con la Palabra
de Dios. Algunas veces fallamos u olvidamos cómo esto puede ser. ¿Cómo Cristo
aprendió las Escrituras? ¿Las conoció automáticamente desde la infancia porque
Él era el Dios Encarnado? Él se transformó en un recién nacido y aprendió las
enseñanzas de las Escrituras en las Sinagogas y en el Templo. El leyó la
Palabra por sí mismo, la consideró y la memorizó. Esa fue su arma contra el
tentador. Pablo la llama “la
espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”.
La
Palabra de Dios primero necesita ser escuchada, creída y guardada si es que
queremos que sea un arma en nuestras manos. Pero Dios sólo sabe de qué males
somos guardados y cuántas victorias ganamos porque apreciamos su Palabra y la
guardamos en nuestro corazón.
Cuando
Satanás lo tiente a través de los atractivos del mundo para hacerle creer que
la felicidad se encuentra en lo que puede comprar, contéstele con las palabras
de Jesús: “La vida del hombre no consiste en
la abundancia de las cosas que posee”. Cuando
lo tiente a sentir que los votos del matrimonio son insignificantes y que
importa poco si usted juega con ellos, láncele de vuelta este mandamiento del
Señor: “No permitas que la fidelidad y la
lealtad te abandonen. Átalas a tu cuello. Escríbelas en la tabla de tu
corazón”. Y
cuando el tentador quiera hacerle creer que Dios le ha abandonado, vuélvase a
él con esta gran promesa: “Yo
estaré con vosotros hasta el fin del mundo”.
Así
es como se resiste al diablo. Acérquese a Dios con humildad. Mantenga sus ojos
en El con fe; llene su mente y su corazón diariamente con su verdad, ¿podrá esa
resistencia ser efectiva? Escuche a Santiago: “resistid al diablo y de vosotros
huirá”. El gobernador del reino de las tinieblas, el dios de este mundo, el
dragón, el león rugiente, el gran destructor huirá de delante de usted. ¿Por
qué? ¿Porque usted es formidable? No,
porque usted se sostiene en Cristo, porque invoca Su Poderoso Nombre, porque es
más que vencedor por medio de Aquél que nos amó.
Efesios
4:1-3. Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la
vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre,
soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu
en el vínculo de la paz.
Efesios
4:17-32. Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que
ya no andéis como los otros gentiles,
que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento
entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay,
por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda
sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de
impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis
oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir,
despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y
vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad. Por lo cual,
desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque
somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro
enojo, ni deis lugar al
diablo. El que
hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno,
para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra
corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria
edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
Y
no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el
día de la redención. Quítense
de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,
como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
En realidad no tiene que
ver con el diablo tener lugar "en o dentro" de nuestro cuerpo sino
"con o por medio" de nuestra vida. El contexto nos declara que es
principalmente por medio de las palabras corrompidas, la falta de unidad entre
los hermanos en la congregación, conducta inapropiada e inconsecuente con el
cristiano, la ira, la mentira, las falsas doctrinas, robos, etc. Los
cristianos están llamados a vivir vidas santas y piadosas llenas del fruto del
espíritu. El no hacerlo "dará lugar al diablo" para levantar acusación
en contra de la iglesia, la doctrina y nuestras vidas.
Pedro nos dice que el
diablo anda como león rugiente buscando a quién devorar, pero devorará
solamente aquellos que le dan lugar, que abren puertas en su vida y que no
están preparados para la batalla. Por eso es que el apóstol nos insta a
revestirnos del nuevo hombre y despojarnos del viejo hombre que está viciado
conforme a deseos engañosos y a ser renovados en el espíritu de nuestra mente. (Efesios 4:22-23) Estos pasajes hablan de
nuestra responsabilidad y deber Cristiano y hacemos bien en tomarlos en serio.
Nuestra lucha es contra el
enemigo de la cruz de Cristo. En Efesios se nos dice que "no le
demos lugar" La BLA dice que no le demos "oportunidad".
Santiago insiste en que "resistamos al diablo". Pablo repite la
idea de no dejar que el Satanás tome ventaja: 2 Corintios 2:10-11. Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado,
si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna
sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones. El dar lugar al diablo ocurre cuando no damos el
lugar a Dios. Cuando nos dejamos llevar por la conducta carnal y pecaminosa y
nos hacemos disponibles para hacer la obra del diablo y en torno dañamos la
doctrina de Cristo y la iglesia.
Vea la lista que nos trae
la Escritura acerca de las maneras en que se le puede dar lugar al diablo:
codicia, envidia, pleitos, mundanalidad (amistad con el mundo), soberbia, ira
pecaminosa y extendida, orgullo, autosuficiencia, falta de humildad, falta de
perdón, murmuración, juicio indebido a otros, jactancia, falta de hacer lo
bueno (robar, mentir, etc.)Cualquier otra cosa
que pretenda apartarnos de Cristo se considera enemigo del cristiano.
¿CUÁLES
“ARMAS” TIENE EL CRISTIANO? En primer lugar, contamos con la protección de
aquel que nos puede dar la victoria a diario en nuestra vida: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la
victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. 1 Corintios 15:57. El Señor Jesús es nuestro mejor y principal aliado,
ya que a través de él, es como nos mantenemos de pie cada día bajo el ataque
del diablo. Aparte
de tener a Cristo en nuestra vida, contamos con su Palabra, la Biblia: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán”. Lucas 21:33. “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y mas
cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el
espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón”. Hebreos
4:12. La
obediencia a Dios es algo ampliamente necesario en la vida del creyente, ya que
es la manera de alejar al diablo de nosotros: “Someteos
pues a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”.Santiago 4:7.
La
oración, es un arma muy poderosa para mantenernos de victoria en victoria, ya
que a través de ella, recibimos dirección, revelación y poder de Dios: “Velad y orad para que no entréis en tentación…” Mateo 26:41.
Finalmente, tenemos la descripción de
las armas que describe el apóstol Pablo en Efesios 6:10. “Por lo demás hermanos míos,
fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza”.
Todo
lo anterior nos ayuda a mantenernos firmes cuando los enemigos del cristiano
atacan, y nos ayuda a vencerlos en todo tiempo.
¿QUÉ
SON LAS PRUEBAS Y LAS LUCHAS?
El Señor Jesús nos advierte en Juan 16:33 sobre la aflicción que tendríamos en el mundo, pero
también nos dice que confiemos en él, ya que Jesús venció al mundo. Las pruebas
que a veces padecemos, son enviadas por Dios a manera de “examen”, y esto con
el fin de hacernos ver dónde nos falta reforzar la comunión con Dios para no
apartarnos de él. Aun cuando padecemos mucho en algunas ocasiones debido al
periodo de prueba, esta nos ayuda a acercarnos más a Dios cada día: “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho mas
preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada
en alabanza, gloria y honra, cuando sea manifestado Jesucristo…” 1 Pedro 1:7.
Las
luchas, por otro lado, vienen de parte del diablo con el único fin de destruir
la obra de Dios: “Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda
la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo
acabado todo, estar firmes”. Efesios
6:12-13.
La
única forma de hacer huir al diablo es a través de una vida de santidad y
fidelidad a Dios, no hay cosa más terrible para el enemigo que un cristiana
verdadero, el jamás podrá hacer nada en contra de aquel que busca y anhela y
cumple la voluntad de Dios. ¿Será que nos estamos sometiendo a Dios?, ¿Será que
el enemigo huye de nuestra presencia? ¿Será que cada día tenemos que batallar
con el mismo pecado por causa de no someternos a Dios llevando una vida “media”
cristiana?
Es
importante someternos a Dios, es cierto que nuestra personalidad carnal jamás
querrá hacer tal cosa, pero ahora ya no vivimos nosotros, mas Cristo vive en
usted y en mí, es por esa razón que tenemos que renunciar a todo acomodo carnal
que este evitando que podamos someternos completamente a Dios, es momento de
examinar que cosas están evitando mi sometimiento y de actuar de una vez por
todas. Bendiciones.
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