¿Tú conoces realmente a Dios? ¿Conoces realmente
a Jesucristo?
Jesús dice: Yo Soy el Buen Pastor y
conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Este conocimiento bíblico no se
refiere a un conocimiento del intelecto, no es un conocimiento que se obtiene
por el resultado de esfuerzos sistemáticos y metódicos de investigación. Sino
un conocimiento que tiene como punto de partida la experiencia, un conocimiento
basado no en el intelecto sino en la realidad, conocer es tener experiencia
concreta de algo.
Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3 (RVR60)
Las Escrituras nos enseñan que la vida
eterna es el conocer a Jesucristo. La vida eterna solo se logra por medio de
conocer a la persona de Jesucristo. Este conocimiento no solo se limita a la
salvación, pero va más allá en lograr tener una relación continua, permanente y
duradera. Después que uno conoce a Jesús como su Salvador personal debemos
comprender que esto solo el primer paso. Jesús desea revelarse de una manera
personal y real a nuestras vidas diariamente. En una relación personal con Él
es que encontraremos el verdadero significado de la vida eterna.
¡Al conocerlo a Él hallaremos la vida
eterna! Esta vida
eterna no es tan solo algo que se obtiene en un futuro, sino es algo que uno ya
posee en el presente tiempo. La vida eterna que poseemos hoy día en Jesucristo
tiene más que ver con la calidad de vida que tan solo de su duración en la
eternidad. Hoy día nosotros no solo tenemos una vida eterna prometida después
de la muerte, pero somos bendecidos con esta vida hoy. La vida que tenemos en
Jesucristo es suprema, involucra una experiencia íntima y continua con Jesús
diariamente.
Juan 17 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
17 Estas cosas habló Jesús, y
levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu
Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; 2 como le has dado potestad
sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. 3 Y esta es
la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo,
a quien has enviado. 4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra
que me diste que hiciese. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con
aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. 6 He manifestado tu nombre
a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han
guardado tu palabra.
7 Ahora han conocido que todas las
cosas que me has dado, proceden de ti; 8 porque las palabras que me diste, les
he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti,
y han creído que tú me enviaste. 9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo,
sino por los que me diste; porque tuyos son, 10 y todo lo mío es tuyo, y lo
tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. 11 Y ya no estoy en el mundo; mas
éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado,
guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
12 Cuando estaba con ellos en el
mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y
ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se
cumpliese. 13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi
gozo cumplido en sí mismos. 14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los
aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No ruego
que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. 16 No son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es
verdad.
18 Como tú me enviaste al mundo, así
yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que
también ellos sean santificados en la verdad. 20 Mas no ruego solamente por
éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21
para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también
ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La
gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos
uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el
mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí
me has amado.
24 Padre, aquellos que me has dado,
quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria
que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. 25
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han
conocido que tú me enviaste. 26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a
conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en
ellos.
Un conocimiento en donde Dios y el
hombre se hacen uno "como tú en mí y yo en ti que ellos sean uno en
nosotros. Yo en ellos y Tú en mí para que sean perfectamente uno.
Jesucristo quiere que le conozcan, un
conocimiento real, porque él es el único capaz de revelar al Padre, nadie
conoce quien es el hijo sino el Padre; y quien es el Padre sino el hijo. El
apóstol Juan tuvo esta experiencia, este conocimiento profundo dirá lo que
hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos. No
es un conocimiento meramente racional sino íntimo y concreto.
Solamente tendrá vida eterna aquel que
cree en él y para que crean en Cristo la Palabra del Padre, la Palabra que
existía en el principio, la Palabra que estaba con Dios, la Palabra que era
Dios. Es necesario que él se haga carne y que ponga su morada entre nosotros,
todos aquellos que creen contemplan su gloria, él manifiesta su gloria y así
como Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto así tiene que fuertes y
la Palabra de Dios habita en vosotros, y si alguno guarda su Palabra no verá la
muerte jamás, Jesús insiste en esto si alguno guarda mi Palabra no probará la
muerte jamás. Es importante lo que dice Jesús refiriéndose al Padre "Yo le conozco, yo sí que le conozco, si dijera que no le conozco
sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco y guardo su Palabra.
Por eso, dice Jesús si mis Palabras
permanecen en vosotros, porque las palabras que escucháis no son mías sino del
Padre que me ha enviado, este es el alimento que permanece para la vida eterna.
Dirá Jesucristo, es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo, porque el
pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo. Jesús declarará Yo
Soy el Pan de la Vida el que venga a mí no tendrá hambre y el que crea en mí no
tendrá nunca sed.
Porque todo el que ve al Hijo y cree en
el tiene vida eterna. Pero nadie puede ir a Jesús sino el Padre no lo atrae.
Jesús dice os lo he dicho me habéis visto y no creéis, sin embargo la voluntad
de Dios es que todo el que vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna. Por eso,
Jesús le dirá a Felipe: ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros Felipe y no
me conoces? El que me ha visto a mí ha visto al Padre, en otro lugar Jesús dice
cada vez que lo hicisteis con estos hermanos míos más pequeños conmigo lo
hicisteis.
Por tanto el hombre de hoy puede así
como Felipe estar cerca de Dios y no conocerlo, estar en el templo, y no
conocerlo, ¿hace tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces? Sin
embargo, "Esta es la Vida Eterna, que te conozcan a ti único Dios
verdadero y al que tú has enviado Jesucristo" porque esta es la voluntad
del Padre que todo el que vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna. Jesús
también advierte que todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en
práctica será como el hombre insensato. Por eso, Jesucristo dice que es
estrecha la entrada y angosto el camino que lleva a la vida y pocos son los que
lo encuentran.
Mateo dice que junto al camino hay dos
ciegos en Jericó que le piden a Jesús Señor que se abran nuestros ojos; es
decir, que vea ¿ver qué? ¿Qué quieren ver los ciegos? Quieren ver la luz,
quieren ver aquella luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
Jesucristo es la luz del mundo, él es el resplandor de la gloria del Padre, él
es la Palabra que estaba con Dios que se ha hecho carne y puso su morada entre
nosotros. Los suyos han contemplado y experimentado su gloria, porque Cristo se
ha transfigurado a los suyos.
Pero hay otro tipo de hombre que son los
que murmuran de él, lo desprecian y dicen ¿no es este Jesús, hijo de José cuyos
padre y madre conocemos? Por eso, dirá Jesucristo hay alguno entre vosotros que
no creen. Sin embargo, sus discípulos los que verdaderamente creen en Cristo,
les dirá nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios y en otro
lugar nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Pero otros aún viendo a
Jesús, viendo sus obras, los milagros que realiza, viéndolo vivo le dicen:
¿acaso va a venir de Galilea el Cristo? tú das testimonio de ti mismo tú
testimonio no vale.
Por eso, Jesús les dirá no me conocéis
ni a mí ni a mi Padre, si me conocieras a mí, conocerías también a mi Padre.
Por tanto, si no creéis que Yo Soy moriréis en vuestros pecados, el que comete
pecado es aún esclavo, vosotros sois de vuestro Padre el diablo, el que es de
Dios escucha las Palabras de Dios.
Vemos en el evangelio de Juan que hay un
hombre ciego de nacimiento, Jesús encontrándose con él le dijo: ¿tú crees en el
hijo del hombre? Él respondió quién es Señor para que crea en él? Jesús le
responde lo has visto el que está hablando contigo. Entonces le dijo creo Señor
y se postró ante él. Por eso, Jesús dice Yo he venido para que los que no ven
vean, pero bien dice el profeta Ezequiel, tienen ojos y no ven, tienen oídos
para oír y no oyen, otros en cambio dicen, lo hemos visto con nuestros ojos lo
que contemplamos y tocaron nuestras manos. Pues la vida se manifestó y nosotros
la hemos visto y os anunciamos esta vida eterna.
Por eso, Jesucristo dirá que solo sus
ovejas escuchan su voz, Cristo ha venido para que sus ovejas tengan vida, la
vida eterna la da Jesús. Porque tanto amo Dios al mundo para que todo el que
crea en él tenga vida eterna, el que cree en el hijo tiene vida eterna, el que
rehúsa creer en el hijo, no verá la vida. Por eso, dirá Jesucristo vosotros no
queréis venir a mí para tener vida. Porque Cristo es el Pan de Dios que ha
bajado del cielo y da la vida al mundo, dice Jesús Yo Soy el pan de la vida, Yo
Soy el pan vivo bajado del cielo el que coma de este pan vivirá para siempre.
San Juan dice en su evangelio que estas cosas fueron escritas para que creáis
que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios y creyendo tengáis vida en su Nombre.
Él es el buen pastor que da su vida por
sus amigos, conoce a sus ovejas y sus discípulos también le conocen, es decir,
comprende que Jesús está en el Padre vosotros en mí y Yo en vosotros, para que
todos sean uno, como tú en mí y yo en vosotros. Pero uno puede estar cerca de
Jesús verlo, escuchar sus palabra, estar en el templo, leer las Sagradas
Escrituras sin embargo, decir refiriéndose a Jesús, tiene un demonio y en otro
lugar encontramos que dicen de él está loco. Por eso, Jesucristo les dirá, ya
os lo he dicho y no me creéis porque no son de mis ovejas, no creen en él, no
han tenido una experiencia, no han tenido un encuentro profundo con el Hijo de
Dios. Por eso, no tienen vida, porque Jesús dice. Yo a mis ovejas les doy vida
eterna.
Pidamos que nuestro conocimiento de Dios
sea más que solo información de Él y que lleguemos a conocerlo de una manera
personal. Hay personas que hoy conocen de Dios, pero no conocen a Dios. El
conocer a Dios se compone de una experiencia continua y diaria. ¡Esto es el
todo de la vida! El conocerlo a Él. No hay otro plan, ni otro camino. Él es el
“único Dios verdadero.” ¿Deseamos la vida eterna? Entonces la encontraremos en
una relación íntima y personal con Jesucristo.
¡Realmente no conozco a Dios! Eso es que
no le conozco de la manera que él quiere que le conozca.
En el Antiguo Testamento, Dios tomó a un
pueblo para él - No un pueblo ni más rico o más inteligente que el resto - sólo
para que él pudiera ser Dios para ellos: "Y os
tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios" Éxodo 6:7. Dios estaba
diciendo, en otras palabras, "¡Voy a enseñarles a ser mi pueblo - para que
pueda ser Dios para ustedes!"
De hecho, Dios se reveló y manifestó a
sí mismo a su pueblo una y otra vez. Envió ángeles. Les habló audiblemente.
Cumplió cada promesa con grande liberación. Pero después de cuarenta años de
milagros, señales y maravillas, la estimación de Dios de su pueblo fue:
"¡Ustedes no me conocen - ustedes no conocen mis caminos!"
¡Esta tiene que ser una de las cosas más
impactantes en toda la Biblia! Dios había buscado un pueblo que le permitiera
ser Dios para ellos y verdaderamente consiguiera conocerle en todo su poder y
gloria.
Entonces los llevó a Canaán para poseer
casas que ellos no construyeron, viñas que ellos no plantaron, industrias que
ellos no desarrollaron. Les dio colmenas llenas de miel, rebaños que daban
leche, y todo tipo de riqueza. El pueblo tomó posesión de todo esto. Todas las
cosas fueron suyas por la mano poderosa de Dios. Pero el testimonio de las
Escrituras fue que, incluso después de todos los milagros increíbles y las
bendiciones que Dios les había dado, ¡aún no conocían a Dios!
"Cuarenta años estuve disgustado
con la nación, y dije: Pueblo es que divaga de corazón, y no han conocido mis caminos" Salmo 95:10. Dios dijo
"¡En todo esto ustedes nunca me han permitido realmente ser Dios! ¡En mis
cuarenta años de querer enseñarles, ustedes todavía no me conocieron - todavía
no saben cómo trabajo!" Hebreos
3:9-10. "Donde me tentaron vuestros
padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me
disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y
no han conocido mis caminos."
Dios todavía está buscando un pueblo que
le permita ser Dios para ellos - ¡al punto que le conozcan de verdad y aprendan
sus caminos! Aun así pocos en la iglesia hoy le conocen de esta manera. Somos
como Israel: Todos hemos sido testigos de milagros. Hemos experimentado
manifestaciones de su presencia. Hemos tenido oraciones contestadas, pecados
perdonados. Hemos enseñado sobre Dios y le amamos lo mejor de nuestro
conocimiento. Pero, al final, Dios puede decir de sólo unos cuantos: "Ellos
me conocen como Dios. ¡Ellos realmente saben y caminan en la revelación de mis
caminos!"
La Escritura dice de Israel "Y
volvían, y tentaban a Dios, y provocaban al Santo de Israel." (Salmo
78:41). Israel se volvió de Dios en incredulidad. E igualmente, ¡creo que
limitamos a Dios hoy con nuestra duda e incredulidad!
Confiamos en Dios en la mayoría de las
áreas de nuestras vidas – pero nuestra fe siempre tiene linderos y límites.
Tenemos por lo menos una pequeña área que bloqueamos, donde realmente no
creemos que Dios va a encargarse de nosotros.
Israel murmuró continuamente,
"¿Puede Dios?… Seguro, él hizo un camino para nosotros a través del Mar
Rojo. Pero - ¿puede darnos pan?" Dios les dio pan - de hecho, extendió una
mesa para ellos en el desierto. "Pero ¿puede darnos agua?",
preguntaron. Les dio agua de una Roca. "Pero ¿puede darnos carne?"
Les dio carne del cielo. "Pero ¿puede librarnos de nuestros
enemigos?" Vez tras vez, Dios proveyó y liberó en cada área. Todavía el
pueblo pasó cuarenta años diciendo, "¿Puede Dios? ¿Puede Dios?" Dios puede y hará todo lo que pidamos y creamos que puede hacer.
¡Es tiempo de que descanses
confiadamente en el amor de Dios! Debes ponerte de pie y decir, "No
aceptaré las acusaciones del diablo - porque de todos modos, nunca seré digno.
¡Todo mi valor viene a través de Jesús! Él me ha limpiado por su sangre." Bendiciones.
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