La práctica de la oración es algo de
suma importancia para el cristiano. Dios desea que su pueblo se comunique con
él por medio de la oración, “Clama a mí y yo te responderé.” Jeremías 33:3. También el
escritor a los Hebreos escribe: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono
de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el
oportuno socorro.” Hebreos 4:16. Por lo tanto, el cristiano debe hacer la
práctica de la oración algo especial en su vida diaria, ¿por qué? Porque Dios
así lo desea.
¿Qué es la oración? El término “Oración y Orar” vienen de la palabra Griega (proseuchomai) y significa: Comunicación con Dios,
orar a Dios, hacer una petición a Dios. Y este es el término que se usa con más
frecuencia en el Nuevo Testamento. También existen otras palabras Griegas que
connotan la idea de orar, sin embargo, todas ellas dan la idea de comunicarse
con Dios y hacer una petición. La oración puede ser definida como: Una
comunicación de un Hijo de Dios con su Padre celestial. Oración también significa
en el sentido de la palabra “Dependencia” ya que cuando
oramos mostramos que dependemos de Dios, pero los que no oran, son aquellos que
viven sus vidas sin depender de Dios.
Cuando hablamos de oración, hablamos de
tener una comunicación con Dios. Sin embargo, debemos de tener en cuenta que
Dios no nos habla en ese momento cuando nosotros estamos llevando a cabo la
oración. Existen varios grupos religiosos que profesan escuchar la voz de Dios
cuando están hablando. Otros argumentan el poder platicar con Dios por medio de
la oración. Por lo regular, una plática se compone de dos personas
intercambiando pensamientos en ese momento que se lleva acabo la plática. Este
no es el caso en la oración, dado a que la oración no es una plática, sino más
bien, es un medio que usamos para comunicarnos con Dios y hacerle saber
nuestras peticiones. No podemos decir que Dios nos habla en ese instante dado a
que la respuesta a nuestra petición se llevará a cabo cuando sea la voluntad de
nuestro Dios.
¿Es la oración parte de la adoración? La palabra de Dios nos revela un factor
muy importante, “Dios es Espíritu y los que le adoran
en espíritu y en verdad es necesario que le adoren.” Juan 4:24. Por lo tanto,
la oración es parte de la adoración ya que por medio de la oración adoramos a
nuestro Dios como él se lo merece. Mateo 6:9. “Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre.” Esto
comprueba que Dios es adorado por medio de la oración. Por esta causa es muy
importante que practiquemos la oración de una manera digna y no como nosotros
queramos. Cuando oramos, no sólo traemos nuestras peticiones a Dios, sino que
también le adoramos.
Pablo dice en 1 Timoteo 2:8. “Quiero,
pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni
contienda.”
Este texto nos enseña que los hombres
que viven vidas consagradas a Dios son los que elevarán estas oraciones,
hombres que tienen manos santas, sin ira ni contienda, lo cual indica que ellos
deben de estar cerca de Dios y no estar contaminados de la práctica del pecado.
La frase “Levantando manos santas” es una frase que en otras ocasiones hemos explicado, y aquí el apóstol
Pablo hace uso de la Metonimia para dar a conocer una cosa en lugar de la otra,
o sea que Pablo está diciendo que los que van a orar, deben de ser personas que
vivan vidas santas, lo cual indica vidas apartadas del pecado.
Sería un error muy grande el permitir
que una persona que está en pecado tenga la oportunidad de dirigirnos en
oración. ¿Por qué? Porque Pablo nos enseña claramente quienes son los que están
a cargo de llevar acabo las oraciones. Un cristiano inconstante en sus caminos
no puede dirigirnos en una oración. La Iglesia tiene una responsabilidad muy
grande de asegurarse que la Escritura no sea ignorada, sino más bien, debemos
de asegurarnos que los que participan en la adoración sean personas dignas de
este muy importante privilegio. Con esto no queremos decir que sólo los
perfectos estarán a cargo de dirigir las oraciones, pero, aquellos que están
cerca de Dios lo harán. La Biblia dice que nuestras oraciones, para que sean
contestadas, debemos de hacer la voluntad de Dios.
Si un hermano pide algo en la oración
que no es bíblico y que contradice la enseñanza bíblica, la congregación no
debe decir amén al final, ya que si dice amén, estará de acuerdo con tal
oración que ha sido hecha. Al acompañar a tal persona que ha hecho la oración,
la Iglesia tiene la responsabilidad de analizar cuidadosamente lo que se está
diciendo. Por ello, es importante que la congregación ponga atención a lo que
se está diciendo, y por esto es importante que todos estén en un mismo parecer
cuando la oración se está elevando.
Si cada uno hace oraciones diferentes,
no podrán estar en un mismo parecer, y si el que dirige dijo cosas no bíblicas,
no podremos darnos cuenta y al final estaremos todos diciendo amén a la oración
que hizo el que la dirigió. Por lo tanto, sigamos el patrón que Pablo nos dejó
en 1 Corintios 14:15. donde dice: “Oraré con el espíritu, pero también oraré con el
entendimiento.” ¡Oremos con
entendimiento!
¿A quién se debe de dirigir la
oración? La Escritura está llena de pasajes que
nos muestran a quien debemos de orar. Observemos algunos de estos pasajes y
analicémoslos ya que existe un concepto erróneo de que las oraciones se pueden
dirigir a Jesús. En este punto, observaremos los pasajes que nos enseñan a
quien debemos de orar, y también, observaremos aquellos pasajes que son usados
como argumento para justificar el dirigir nuestras oraciones a Jesús también.
Orando al padre. La Biblia nos enseña que las oraciones deben de ser dirigidas
específicamente al Padre. En pasajes como Mateo 6:9-15 encontramos a
nuestro Señor Jesucristo enseñando a sus discípulos a orar. Y en esta oración
modelo les enfatiza diciendo a quien deben de orar “Vosotros, pues, oraréis así: Padre
nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.” Jesús en este ejemplo nos enseña que la
oración es dirigida al Padre y no a él mismo.
Otro pasaje que podemos observar
es Juan 14:13-14 donde Jesús dice: “Y todo lo que pidiereis al Padre en
mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo
pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” En estos dos pasajes, Jesús nos enseña que nuestras peticiones deben de
ser hechas al Padre por medio de él, o sea en el nombre de Jesús, ¿por qué?
Porque Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres como lo enseña 1 Timoteo 2:5. “Hay un
solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.”
La frase clave que nos indica que
nuestras oraciones deben de ser dirigidas al Padre es “Lo que pidiereis en mi nombre” lo cual indica que las peticiones deben
de ser hechas en el nombre de Jesús. Jesús no dice, “Si algo me pidiereis” sino más bien dice, “Si algo pidiereis” como indicando, si algo pidiereis al Padre, luego dice, “En mi nombre” indicando que la petición se hará al
Padre en el nombre de Jesús. Otro pasaje a considerar lo encontramos en Juan 15:16 donde Jesús
dice: “Para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo de.” Para que todo lo que pidiereis ¿A quién?
El texto dice: “Al Padre” no dice al Hijo.
Un pasaje muy importante a considerar
es el que encontramos en Juan 16:23 donde Jesús dice: “En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que
todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.” ¿A qué se refiere “en aquel día?” Lo más
lógico a concluir es que se está refiriendo a aquel día cuando él esté con el
Padre en el cielo. ¿Por qué no le preguntarán nada? Porque Jesús ya no estará
con ellos físicamente, sino que estará en el cielo mismo, con el Padre.
El ejemplo de Jesús es el mejor a
seguir. Siempre que Jesús oraba se dirigía al Padre y en Juan capítulo
diecisiete encontramos la oración de Jesús, donde Jesús se refiere siempre al
Padre, dejándonos ese ejemplo a seguir. Nuevamente, usamos el ejemplo de Mateo 6:9-15 donde Jesús les enseña a sus discípulos
a dirigir sus oraciones al Padre y no a él mismo. Añadimos a este ejemplo lo
que Jesús dijo a sus discípulos en el Sermón del Monte en Mateo 6:6 “Más tú, cuando ores, entra en tu
aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre
que está en secreto te recompensará en público.” Si Jesús hubiera autorizado el
dirigir oraciones a él mismo, él les hubiera enseñado cuando estuvo en la
tierra, pero no lo hizo, ¿por qué? Por la simple y sencilla razón de que Jesús
deseaba que nuestras oraciones fueran dirigidas al Padre y no a él mismo. Otros pasajes que pueden ser
considerados y que comprueban que las oraciones deben de ser dirigidas al Padre
son: Mateo 7:11; Lucas 11:1-13.
Estos pasajes son suficientes para
mostrar que las oraciones deben de ser dirigidas al Padre y no al Hijo. Jesús intercede por nosotros ya que él
es el mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo
2:5). Cristo nos ha
dejado la enseñanza y el ejemplo y, como Cristianos, tenemos la responsabilidad
de imitar ese ejemplo y seguir esa enseñanza (1 Pedro 2:21).
Pasajes usados de manera errónea para
justificar la oración siendo dirigida a Jesús.
En este párrafo, observaremos algunos de
esos textos, y a la misma vez, los analizaremos para ver si en realidad estos
textos son válidos para justificar tal práctica. Uno de los pasajes que son
usados es Juan 14:14 donde Jesús dice: “Si algo
pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” Muchos usan
este texto para justificar el orar a Jesús. Al leer este texto, muchos asumen y
concluyen que Jesús está diciendo: “Todo lo que me pidan lo haré” El texto no está diciendo esto, sino más
bien, Jesús dice que todo lo que pidamos en su nombre, él lo hará, lo cual
indica que intercederá por nosotros con el Padre para que podamos obtener
nuestra petición conforme a la voluntad de nuestro Dios.
Ahora, regresando a Hechos 1:24-25 y teniendo en
cuenta lo que Jesús enseñó a sus apóstoles acerca de a quien debían de orar;
podemos observar y concluir claramente que los apóstoles se estaban dirigiendo
a Dios Padre. En cierta ocasión cuando Jesús iba a seleccionar a sus apóstoles,
él pidió la ayuda de Dios para poder seleccionarlos y esto lo podemos encontrar
en Lucas 6:12-16. También recordemos que Ananías dijo que
Dios Padre escogió a Pablo (Hechos 22:14) “Y él
dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad,
y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.” Ahora, algo que debemos de aclarar es que, no queremos decir que Jesús
no tiene parte en la selección de las personas, sino más bien, lo que queremos
decir y aclarar es que Jesús autorizó las oraciones para ser dirigidas al Padre
y no a él, como ya lo hemos observado anteriormente.
El texto de Hechos 1:24-25 es usado
también para decir que las oraciones se dirigen a Jesús, por el simple hecho de
que el texto dice que el Señor es el que conoce los corazones de las personas.
Es cierto que Jesús cuando estuvo en la tierra conocía los corazones de las
personas (Lucas 6:8; Juan 2:24-25; Juan 6:64) Por lo tanto, el factor más importante
que debemos de tener en cuenta es que Jesús instruyó a sus discípulos a orar al
Padre y no a él mismo. Así que, no hay nada en este pasaje que indique o
justifique una oración dirigida a Jesús.
Otro pasaje a considerar; pasaje que es
usado para justificar oraciones siendo dirigidas a Jesús es Hechos 9:13-17 donde Ananías
habla con El Señor acerca de Saulo. Muchos piensan y concluyen que esta era una
oración, pero están equivocados, ¿por qué? Porque Ananías no estaba orando,
sino más bien, el Señor se le apareció en “visión” (Hechos 9:10) y luego
comenzó a hablar con Ananías. Si tan solamente pusieran atención al “contexto”
muchos evitarían mal interpretar las Escrituras. Las letras en rojo indican que
Ananías estaba hablando con Jesús, pero también el texto nos revela esto (Hechos 9:17) Pero, nuevamente, recordemos que esta no
es una oración, sino una visión (Hechos 9:10)
Este fue el mismo caso con Esteban en Hechos 7 donde la Escritura dice que mientras le
apedreaban, Esteban invocaba al Señor Jesús, diciendo, recibe mi espíritu. Este
pasaje no comprueba que podemos orar a Jesús dado a que Esteban, lleno del
Espíritu Santo, y puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a
Jesús que estaba a la diestra de Dios y él mismo dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la
diestra de Dios (Hechos 7:55-60). Ninguno de nosotros hemos visto lo que
Esteban vio o experimentó, por lo tanto, no podemos decir que esto se aplica a
nosotros hoy en día. La reacción de Esteban fue causada por la visión que él
vio en ese momento y no por una oración que él hizo en ese instante.
Otro pasaje usado para justificar esta
práctica es Hechos 22:17-21 donde la Escritura nos muestra que Pablo, mientras que estaba orando, se
le aparece Jesús y habla con él directamente. Algo que no sucede hoy en día. Un
punto muy importante que debemos de observar y analizar es lo que dice el verso
17 donde leemos las siguientes palabras: “Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me
sobrevino un éxtasis.” Aquí el texto nos muestra que Pablo, cuando esto sucedió, se encontraba
en un éxtasis. ¿Qué significa esta palabra? “Éxtasis” viene de la palabra
Griega (éxtasis) y significa: Asombrar, denota estar en un trance, condición en
la cual se desvanecía la conciencia ordinaria y la percepción de las
circunstancias naturales, y el alma quedaba sólo sensible a la visión impartida
por Dios.
Debemos de recordar que Jesús siempre
que oraba, oraba al Padre y no al Espíritu Santo. En el Nuevo Testamento tenemos
aproximadamente 26 ocasiones registradas acerca de las oraciones que Jesús
hacía. En estas oraciones tenemos el ejemplo de que Jesús dirigió todas sus
oraciones al Padre y a nadie más. Algunos de esos ejemplos son mencionados
en esta lección para su estudio personal (Mateo
26:39-44; Lucas 23:34; Mateo 27:46; Juan 11:41; Mateo 11:25-26; Lucas 10:21;
Juan 12:28; Juan 17; Lucas 23:46; Mateo 6:6; Mateo 7:11; Lucas 11:1-2; Juan
14:16; Lucas 11:5-8; Lucas 18:7, Lucas 13; Mateo 9:38).
Pablo mismo dijo en Efesios 5:20 acerca de la oración: “Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro
Señor Jesucristo.” ¿A quién
daremos gracias? Al Padre, ¿Por medio de quién? Por medio de Jesucristo, ¿por
qué? Porque él es nuestro mediador (1 Timoteo 2:5) y porque él así nos lo enseñó (Juan 14:13-14; Juan 16:23-26).
Importancia de mantener oraciones en
contexto.
La mayoría de las veces como cristianos
descuidamos la oración y dado a que no le damos tiempo a esta muy importante
práctica, no hemos aprendido a mantener las oraciones dentro de su contexto.
Ahora, ¿A qué me refiero cuando hablo de mantener oraciones dentro de su
contexto? Bueno, me refiero a orar específicamente por lo que se me está
pidiendo que ore. Por ejemplo, existen ocasiones cuando se nos pide que oremos
por el pan de la Santa Cena. La mayoría de las veces no se ora por el pan, sino
más bien por otras cosas que no tienen nada que ver con el pan. Lo mismo sucede
cuando se nos pide que oremos por el fruto de la vid.
En cierta ocasión le tocó a su servidor
visitar una congregación donde se le pidió a un hermano que orara por la
ofrenda. Este hermano, (no lo decimos por criticar, sino más bien, lo decimos
para que aprendamos) comenzó a orar por la ofrenda, y luego comenzó a orar por
muchas otras cosas y llegó hasta el punto de orar por las pirámides de Egipto.
Ahora, seamos realistas, ¿qué tienen que ver las pirámides de Egipto con la
ofrenda? La respuesta es lógica, ¡Nada! Por lo tanto, fue innecesario salirse
del contexto de la ofrenda para orar por otras cosas.
Esto nos ha sucedido a todos nosotros
(podemos decir), y por lo tanto, necesitamos considerar más seguido como
estamos elevando nuestras oraciones a Dios, para que no estemos orando por
otras cosas cuando se nos pide que oremos por alguna petición específica.
Ahora, no queremos decir que es pecado el no mantener las oraciones en su
contexto, pero, creo que hay una necesidad de dar más pensamiento a nuestras
oraciones para poder hacerlo de una manera más ordenada.
En conclusión, debemos orar al Padre Celestial en el nombre del Señor Jesucristo con la ayuda y dirección del Espíritu Santo. Debemos orar conforme a la Palabra de Dios con entendimiento y en santidad, llevando una vida que agrade a Dios. Sólo el Señor conoce el corazón de cada ser humano, a él no se le puede engañar. La rectitud, un corazón sincero, contrito y humillado, verdaderos adoradores en espíritu y en verdad es lo que el Padre Celestial está buscando en estos tiempos. Bendiciones.
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