Nehemías 6:3. Y
les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir, porque
cesaría a obra, dejándola yo para ir a vosotros."
Cuando los cristianos se enorgullecen de su "gran
avivamiento," éste va a terminar. Quiero decir que los cristianos se
enorgullecen de que han sido instrumentos para promoverlo. Es casi siempre el
caso de que una parte de la Iglesia es demasiado orgullosa o mundana para
participar en modo alguno en la obra. Están decididos a mantenerse aparte y
esperar, para ver qué pasa. El orgullo de esta parte de la Iglesia no puede
parar el avivamiento, pues el avivamiento nunca se apoyó en ellos. Empezó y
terminará sin ellos. Pueden cruzarse de brazos y no hacer nada sino mirar y
criticar; y con todo la obra seguirá.
Pero cuando la parte de la Iglesia que hace la obra empieza a
pensar en lo grande que es el avivamiento que tienen, cuánto trabajan y oran,
lo denodados que son y llenos de celo que están y el bien que ya han hecho,
entonces la obra está a punto de declinar. Quizá se han hecho comentarios en
los periódicos de que hay un avivamiento en esta o aquella iglesia, y los
miembros piensan en el prestigio que adquirirán ante otras iglesias, o en todo
el país, por tener un avivamiento tan grande. Con ello se engríen, se
envanecen, y ya no pueden disfrutar de la presencia de Dios. EL Espíritu Santo se
retira y el avivamiento cesa.
Cuando los cristianos empiezan a hacer prosélitos. Quizás un
avivamiento seguirá durante cierto tiempo, y todas las dificultades sectarias o
denominacionales serán mantenidas al margen, hasta que empieza a circular un
libro o folletos, de modo privado, para conseguir prosélitos. Quizás algún diácono
superceloso, o algún ministro, o alguien que intenta poner embrollos, y empieza
la obra del diablo, para ganar prosélitos y causar resentimientos; va dando
lugar al espíritu de pugna, se agravia el Espíritu y se hacen comidillas y
partidos. íEl avivamiento ha terminado alli!
El espíritu puede agraviarse como resultado de jactarse del
avivamiento. A veces, tan pronto como comienza el avivamiento, se ponen grandes
titulares en los periódicos. Muchas veces esto da por resultado el final del
avivamiento. Hubo un caso en que comenzó un avivamiento e instantáneamente
llegaron a nosotros cartas del pastor diciendo que tenía un avivamiento. Al ver
la carta me dije: "Esto me temo que sea lo último que oiga de este
avivamiento." Y así fue. A los pocos días había cesado la obra por
completo. Podría mencionar casos y lugares en que se han publicado estas cosas
para halagar a la iglesia y que todo el mundo se sienta orgulloso. EL
avivamiento no puede progresar en medio de este ambiente.
Algunos, con la excusa de publicar cosas para el honor y
gloria de Dios, han publicado artículos en que, en realidad, no hacen más que
ensalzarse a sí mismos --al destacar la parte que ellos juegan de modo
conspicuo-- y que no podía evitarse el ver que tenían este objetivo. En una
"reunión prolongada" celebrada en esta nuestra iglesia, hace un año,
en el otoño, hubo quinientas personas que profesaron conversión, cuyos nombres
y domicilios conocemos. Muchos de ellos se unieron a nuestra iglesia; otros a
otras iglesias. No se dijo nada en los periódicos. Se me ha preguntado varias
veces por qué no se mencionó esto en ninguna parte. Mi respuesta siempre es que
hay tal tendencia a la autoexaltación en las iglesias, que temía que se
publicara algo sobre ello. Quizá me haya equivocado. Pero he visto tantas veces
el daño que ha causado esta clase de propaganda, que prefiero no decir nada.
Hay que esperar que cese el avivamiento cuando disminuye el
espíritu de amor fraternal. Jesucristo no continuará con la gente en un
avivamiento cuando disminuya o cese el ejercicio del amor fraternal. Cuando los
cristianos están en el espíritu de un avivamiento, sienten ese amor y se les
oye decir el uno al otro: "Hermano" y "hermana", con
afecto. Pero tan pronto como se enfrían y termina el calor del afecto mutuo y
este decir "hermano y hermana" parece tonto, todo termina. En algunas
iglesias nunca se llaman así; pero cuando hay un avivamiento, sí lo hacen. No
he visto nunca un avivamiento, y probablemente no lo vea nunca, en que no lo
hagan. EL caso es que cuando cesan, es que el Espíritu de Dios se está
apartando de ellos.
Los cristianos, cualquiera que sea su denominación, deberían
poner aparte los prejuicios denominacionales. Hay vasta multitudes de personas,
que profesan religión, que se dejan llevar por los prejuicios hasta el punto
que se niegan a leer y escuchar y llegar a comprender este tema. Pero los
creyentes no pueden orar en este estado mental. Yo reto a cualquiera que sea
demasiado parcial para negarse a examinar esta y otras cuestiones de deber, a
que posea el espíritu de oración. Si no brillara la luz, los cristianos podrían
permanecer en la oscuridad sobre este punto y, con todo, poseer el espíritu de
oración. Pero, si se niegan a acercarse a la luz, no pueden orar. Donde los
ministros, los cristianos individuales o la Iglesia entera, resiste la verdad
en este punto, cuando se ha hecho tan extenso su conocimiento y dado a conocer
al público, no creo que disfruten de un avivamiento religioso.
Generalmente, es mejor que sea el mismo ministro el que
dirija una "reunión prolongada". Algunas veces, por cortesía, algunos
ministros visitantes son requeridos para hablar y no ha habido bendición. La
razón es evidente. No vienen con el estado mental apropiado para entrar en esta
obra; y no conocían el estado mental de la gente, para saber lo que tenían que
predicar. Supongamos que un enfermo llama a un médico diferente cada día. Este
nuevo médico no conocería los síntomas anteriores, el curso de la enfermedad o
del tratamiento, los remedios que se han probado y lo que puede tolerar el
paciente. Este método, es probable que terminara con el enfermo. Lo mismo
ocurre en una "reunión prolongada", cuando es dirigida por una serie
de ministros. Ninguno entra en el espíritu de la cosa y, en general, hacen más
daño que beneficio.
No se debería convocar una "campaña prolongada" a
menos que se pueda disponer de la ayuda apropiada, y conseguir un ministro o
dos que estén dispuestos a quedarse en ella hasta el fin de la misma. Entonces,
probablemente habrá una rica bendición. Ocurre con el pecador despertado que si se le predica con
pasión, al momento cree que está dispuesto a hacerlo todo; cree que está
decidido a servir al Señor, pero si se le pone a prueba, se le pide que haga
cierta cosa, dar cierto paso, que se identifique con el pueblo de Dios o
contraríe su orgullo, este orgullo se yergue y se resiste; con ello se ha
mostrado su propio engaño y se ve que es un pecador perdido todavía; mientras
que si no se le hubiera dicho nada, podría haberse ido halagando con la idea de
que es un cristiano.
Si se le dice: "Allí hay el "asiento de los
penitentes", ven y confiesa tu decisión de ponerte del lado del
Señor", y él no está dispuesto a hacer una cosa tan pequeña, entonces no
está dispuesto a hacer nada, y esto está a la vista de su propia conciencia.
Descubre el engaño del corazón humano y evita muchas conversiones espurías,
mostrando que algunos que parece o se imaginan que quieren hacer algo para
Cristo, en realidad no están dispuestos a hacer nada.
La Iglesia siempre ha sentido que era necesario tener algo
así como respuesta a este objetivo. En los días de los apóstoles el bautismo
servía este propósito. El Evangelio era predicado al pueblo, y los que estaban
dispuestos a pasarse al lado de Cristo, eran llamados a ser bautizados. Esto
tenía el mismo objetivo exacto que tiene el "asiento de los
penitentes" ahora, como una pública manifestación de su decisión de ser
cristianos.
En los tiempos modernos, incluso los que se han opuesto
rotundamente al "asiento de los penitentes", se han visto obligados a
adoptar algún sustituto del mismo, o no han podido progresar en el avivamiento.
Algunos han adoptado el expediente de invitar a los que están ansiosos por sus
almas, a quedarse, para una conversación, cuando el resto de la congregación se
ha retirado. ¿Qué diferencia hay? Esto es una prueba, lo mismo que lo otro. Los
ha habido que han desdeñado el emplear el "asiento de los
penitentes", y han pedido a los que se sienten conmovidos a que se queden
en sus asientos cuando los demás se retiran. Otros llaman a los penitentes y
los llevan a otra sala. EL objetivo en todos los casos es el mismo, el sacar a
la gente de su refugio de vergüenza falsa.
Es evidente que es necesario que haya una predicación más
movida y estimulante, si hemos de hacer frente al carácter y necesidades de la
época. Los ministros se van dando cuenta de ello. Y algunos se quejan y suponen
que esto son "nuevas medidas", como las llaman. Dicen que hay
ministros a quienes nuestros padres habrían escuchado con gusto, que hoy no
podrían conseguir un pastorado o llenar un auditorio. Creen que estas
"nuevas medidas" han pervertido el gusto del público. Pero la
dificultad no es ésta. Lo que pasa es que ha cambiado el carácter de la época
y, con todo, estos hombres continúan en el mismo estilo de predicación prosaico
de hace cincuenta años.
Miremos a los metodistas primitivos. Gran parte de sus
ministro no tenían estudios formales, en el buen sentido de la palabra, muchos
habían sido sacados directamente de la tienda o la granja, y con todo reunían
congregaciones, progresaban y ganaban almas por todas partes. Doquiera han ido
los metodistas su estilo simple, claro y directo de predicar, aunque cálido y
animado, ha reunido congregaciones. Hay pocos ministros presbiterianos que
hayan juntado tan grandes congregaciones y hayan ganado tantas almas. Ahora se
nos dice que hemos de proseguir los mismos estilos antiguos y formales de hacer
las cosas, en medio de todos estos cambios.
Es lo mismo que pedir a un río que
se vuelva corriente arriba, cuando se quiere convertir al mundo con esta
predicación. Necesitamos predicación vigorosa, con poder, o el diablo se
llevará a la gente... con excepción de los que salven los metodistas. En otras
palabras, podemos ver que un ministro con el espíritu que hemos descrito
reunirá a su alrededor congregaciones mucho mayores que otros, con muchos más
estudios, diez veces más si se quiere, pero que no tiene el fervor del otro, ni
vierten fuego sobre los que le están escuchando.
Otras cosas que pueden parar un
avivamiento.
Algunos han hablado tontamente sobre este tema, como si no
hubiera nada que pudiera estorbar un avivamiento genuino. Dicen: "Si
nuestro avivamiento es obra de Dios, no es posible pararlo; ¿puede estorbar a
Dios una de sus criaturas?" ¿Es esto, en realidad, sentido común?
Antiguamente se acostumbraba decir que un avivamiento no podía ser parado,
porque era la obra de Dios. Y así se suponía que iba a seguir, se hiciera lo
que se hiciera para estorbarlo, en la iglesia o fuera de ella. Pero, si fuera
así, con este mismo razonamiento, el labrador podría cortar los tallos del
trigo esperando que no dañaría la cosecha, porque es Dios el que da el
crecimiento del grano. Un avivamiento es la obra de Dios, y lo mismo una cosecha
de trigo; Dios depende del uso de los medios lo mismo en un caso que en el
otro. Y por tanto, un avivamiento sufrirá como sufre un campo de trigo.
Un
avivamiento cesará cuando los cristianos se vuelvan mecánicos y rutinarios en
lo que hagan para fomentarlo. Cuando la fe es fuerte, y los corazones cálidos y
blandos, y las oraciones llenas de santa emoción, y las palabras tienen poder,
la obra seguirá. Pero cuando las oraciones se enfríen y carezcan de emoción, y
la labor se haga mecánicamente, y las palabras no tengan sentimiento, el
avivamiento cesará.
El avivamiento cesará cuando la iglesia se agote por el
trabajo. Muchos cristianos hacen un gran error aquí en épocas de avivamiento.
Son descuidados y usan poco juicio, en el hecho que interrumpen sus hábitos de
vida, no duermen ni comen a las horas, y dejan que la emoción gobierne sus
vidas, de modo que agotan su cuerpo y son tan imprudentes que pronto quedan
exhaustos y les es imposible continuar trabajando. Los avivamientos cesan por
negligencia e imprudencia, a menudo por estas causas.
Cuando los cristianos no se sienten dependientes del
Espíritu. Siempre que se creen fuertes en su propia fuerza, Dios se niega a
bendecirlos. En muchos casos, pecan porque se engríen con sus éxitos y se creen
hacerlo ellos, y no dan la gloria a Dios. Como Dios dice: "Si no escucháis, ni
decidís de corazón dar gloria a mi nombre, dice Jehová de los ejércitos,
enviaré maldición sobre vosotros y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he
maldecido ya, porque no lo habéis decidido de corazón" (Malaquías 2:2).
Ha habido mucho de esto, sin duda. He visto comentarios en
los periódicos que sugerían una actitud, en los hombres, como si asumieran que
el éxito en el avivamiento se debía a su labor. Hay la tentación de hacerlo, y
se requiere mucha vigilancia, por parte de los ministros e iglesias, para
evitarlo y no agraviar al Espíritu con la vanagloria de los hombres.
Un avivamiento va a declinar y cesar, a menos que los
cristianos sean avivados ellos mismos con frecuencia. Con esto quiero decir,
que los cristianos, para mantener el espíritu de avivamiento, comúnmente,
necesitan ser redargüidos y humillados y quebrantados delante de Dios con
frecuencia. Esto es algo que muchos no entienden, cuando hablamos de que un
cristiano ha de ser avivado. Pero el hecho es que, en un avivamiento, el
corazón del cristiano tiene tendencia a adquirir una costra, a perder su
exquisito deleite por lo divino; su unción y poder en la oración se abate, y
entonces ha de ser renovado otra vez.
Es imposible mantenerse en este estado
sin dañar la obra, a menos que se pase por este proceso con cierta frecuencia,
una vez cada pocos días. Nunca he trabajado en avivamientos en compañía con
alguno que quiera seguir en la obra y crea, está apto para el avivamiento de
modo continuo, que no pasara por este proceso de quebrantamiento, por lo menos,
cada dos o tres semanas.
Los avivamientos pueden ser abatidos por la continua
oposición de la Vieja Escuela, combinados con un espíritu pobre por parte de la
Nueva Escuela. Si los que no hacen nada para fomentar el avivamiento continúan
en su oposición, y los que laboran para prosperarlo se impacientan y entran en
un espíritu deficiente, el avivamiento cesará. Cuando la Vieja Escuela escribe
cartas en los periódicos contra los avivamientos y los que trabajan en ellos, y
los de la Nueva Escuela escriben cartas contestándoles con espíritu pugnaz, los
avivamientos cesan. QUE SIGAN EN SU LABOR, y nadie haga caso de la oposición,
ni prediquen sobre ella ni se apresuren a publicar cosas. La calumnia no hará
cesar el avivamiento en tanto que los que lo fomentan se ocupen de la obra y
nada más.
Otro punto que estorba los avivamientos es el descuidar las
misiones. Si los cristianos limitan su atención a la propia iglesia, si no leen
las revistas misioneras o usan otros medios de información sobre este tema,
sino que rechazan la luz, y no quieren hacer lo que Dios les requiere en esta
causa, el Espíritu de Dios se apartará de ellos.
Si la Iglesia quiere fomentar avivamientos, debe santificar
el Día de Reposo. Hay muy poco respeto al mismo en el país. Por parte de todo
el mundo. La Iglesia tiene que adoptar una actitud firme respecto a esto. A
menos que se haga algo para fomentar la santificación del Día de Reposo por
parte de la Iglesia, y se haga pronto, cada día se respetará menos. Pronto
veremos las tiendas abiertas, las oficinas de correos y los tribunales abiertos
en domingo. Y ¿qué hará la Iglesia, qué hará la nación sin el Día de Reposo? EL GANAR ALMAS REQUIERE SABIDURIA. "El que gana almas es sabio." (Proverbios
11:30.)
Tomado del libro EL AVIVAMIENTO Por
Charles G. Finney. Bendiciones.
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