Un avivamiento no es nada más que un
nuevo comienzo de obediencia a Dios. Como en el caso de la conversión de los
pecadores, el primer paso es un arrepentimiento profundo, que parta del corazón,
y nos postre en el polvo delante de Dios, con verdadera humildad, y un abandono
del pecado.
Habacuc 3. Oh
Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los
tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la
misericordia.
El avivamiento es volvernos al Señor de
todo corazón en obediencia a su Palabra y hacer la obra de Dios: “Salvar almas para Cristo”. La palabra avivamiento causa diferentes reacciones en los
miembros de la iglesia, se vincula con hablar en lenguas, con éxtasis
espiritual de unción celestial, con gritos de júbilo, saltos, risas sin ningún
control, música estridente cual címbalo que retiñe…. Todos estos conceptos solo
hacen que la iglesia no hable, ni crea en un real avivamiento. Somos todos
llamados a avivar la obra de Dios en medio de los tiempos.
Salmo 85:6. ¿No
volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti? ¿Cuándo hay que esperar un avivamiento
en medio del pueblo de Dios: La iglesia de Jesucristo?
Cuando hay falta de amor fraternal y confianza cristiana
entre los que profesan ser religiosos, entonces es necesario un avivamiento.
Entonces hay una clara llamada de Dios para avivar su obra. Cuando hay disensiones, celos, murmuraciones entre los que profesan
ser religiosos, entonces hay gran necesidad de un avivamiento. Estas cosas
muestran que los cristianos se han alejado de Dios, y es hora de pensar
seriamente en un avivamiento.
Cuando hay un espíritu mundano en la Iglesia. Es evidente que
la Iglesia se ha hundido en un estado bajo y resbaladizo, cuando se ve a los
cristianos que se ajustan al mundo en cuanto a vestido, comportamiento y
fiestas, buscando diversiones mundanas, leyendo novelas y otros libros que el
mundo lee. Cuando la Iglesia encuentra que sus miembros caen en pecados
graves y escandalosos, es el momento de despertar y clamar a Dios por un
avivamiento de la religión.
Cuando los pecadores son descuidados e indiferentes, es hora
de que los cristianos se muevan. Es su deber, no menos que lo es el de los
bomberos cuando suena la campana de incendios, en una gran ciudad, el ir a
apagarlo. La Iglesia tendría que apagar los fuegos del infierno que alcanzan a
los malvados. ¡Dormir! ¿Puede dormir el bombero y dejar que arda toda la ciudad?
¿Qué pensaríamos de un bombero así? Y con todo, su culpa no puede compararse
con la de los cristianos que duermen mientras los pecadores que les rodean se
van hundiendo en los fuegos del infierno.
Si un ministro encuentra que ha perdido en algún grado la
confianza de su grey, tendría que trabajar para un avivamiento, como el único
medio de ganar la confianza de los suyos otra vez. Y no ya para ganar su
confianza, sino que un avivamiento conseguido por medio de él como instrumento
restaurará la confianza de los suyos que oran. De modo que si un anciano o un
miembro particular de la Iglesia encuentran a sus hermanos fríos hacia él, sólo
hay un modo de restaurarlos. Es siendo avivado él mismo, vertiendo desde sus
ojos e irradiando de su vida el esplendor de la imagen de Cristo.
El hecho es, que los cristianos tienen
más culpa de no ser reavivados que los pecadores de no ser convertidos.
Una Iglesia que declina de esta manera no puede continuar
existiendo sin un avivamiento. Si recibe nuevos miembros, estos, en general,
serán personas poco o nada piadosas. Sin un avivamiento no habrá,
probablemente, tantas personas nuevas convertidas como las que morirán en un
año. Ha habido iglesias en este país cuyos miembros se han ido muriendo, y como
no había avivamientos para convertir a otros en su lugar, la Iglesia ha ido
muriendo y la organización se ha disuelto.
Sin un avivamiento los pecadores se irán endureciendo bajo la
predicación y experimentarán una condenación más horrible que si no hubieran
oído el Evangelio. Vuestros hijos y amigos irán a una condenación más horrible
en el infierno, como consecuencia de no hacer caso de los medios de gracia, si
no hay avivamientos para convertirlos a Dios. Mejor sería para ellos que no
hubiera medios de gracia, ni santuario, ni Biblia, ni predicación, que el vivir
y morir donde no hay avivamiento. El Evangelio es un cauce para llevar la
muerte o lo muerto, si no es hecho un cauce de vida para vida.
No hay otro medio por el cual la Iglesia pueda santificarse,
crecer en la gracia y ser preparada para el cielo. ¿Qué es crecer en la gracia?
¿Es oír sermones y oír nuevas nociones sobre religión? No; de ninguna manera.
El cristiano que hace esto, y nada más, está empeorando cada día, se endurece y
cada semana será más difícil ponerle a la altura de su deber.
Puede esperarse un avivamiento cuando los cristianos tienen
un espíritu de oración para el avivamiento. Esto es, cuando oran como si sus
corazones estuvieran dedicados a ello. A veces los cristianos no se dedican de
modo definido a orar por un avivamiento, ni cuando son fervientes en la
oración. Su mente está en otras cosas; oran por otras cosas --la salvación de
los paganos y cosas así-- y no por un avivamiento entre ellos mismos. Pero
cuando sienten la necesidad de un avivamiento, entonces oran pidiéndolo;
sienten que lo necesitan para sus propias familias y la vecindad; piden por
ellos como si no se les pudiera negar aquello que piden.
Zacarías 12:10. Y
derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu
de gracia y de oración; ¿Qué es lo que constituye un espíritu de oración? ¿Son muchas oraciones y palabras fervientes? ¡No! La oración es un estado del corazón. El espíritu de
oración es un estado de deseo continuo y ansia de la mente para la salvación de
los pecadores. Es algo que pesa sobre uno. Es lo mismo, en cuanto se refiere a
la mente, que cuando un hombre está ansioso por algún interés mundano. Un cristiano que tenga este espíritu de
oración siente angustia por las almas.
Este es el tema de sus pensamientos en todo momento, y hace
que parezca y que obre como si tuviera una carga en su mente. Piensa en ello de
día, sueña en ello de noche. Esto es propiamente el "orar sin cesar". Sus oraciones parecen fluir del corazón como fluiría un
líquido: "Oh,
Señor, aviva tu obra." Algunas veces este sentimiento es muy profundo; hay personas
que se han inclinado tanto orando que su espalda ha quedado doblada.
Este espíritu no es en modo alguno entusiasmo. Es exactamente
lo que sentía Pablo cuando dice: "Hijitos míos, por quienes sufrí dolores
de parto." El sufrimiento de esta alma es una profunda agonía, que las
personas sienten cuando han echado mano de Dios para esta bendición, y no le
dejan ir hasta que la reciben. No quiero decir que es esencial para un espíritu
de oración que su tensión tenga que ser asi. Pero un deseo ferviente,
persistente, profundo, para la salvación de los pecadores es lo que constituye
el espíritu de oración para un avivamiento.
Cuando este sentimiento existe en una iglesia, a menos que
este espíritu sea agraviado por el pecado, habrá infaliblemente un avivamiento
de cristianos, generalmente, el cual implicará la conversión de pecadores a
Dios. Un pastor me contó una vez de un avivamiento entre su grey, que había
comenzado con una mujer celosa en la fe y de gran piedad de la Iglesia. Esta
mujer sentía ansia por los pecadores, y se entregó a orar por ellos; oró y su
aflicción aumentó; y finalmente fue a su pastor y habló con él, pidiéndole que
convocara una reunión para personas interesadas, porque sentía que era
necesario. El pastor no compartió su opinión, porque él no sentía que hubiera
esta necesidad.
La semana siguiente ella fue a verle otra vez y le rogó que
convocara esta reunión. Ella sabía que alguien acudiría, porque sentía que Dios
iba a derramar su Espíritu. El pastor se negó otra vez.
Finalmente ella le dijo: "Si usted no convoca la
reunión, yo voy a morir, porque no me cabe la menor duda que va a haber un
avivamiento." El domingo siguiente el pastor convocó la reunión, y dijo
que si algunos deseaban conversar con él sobre la salvación de su alma, podrían
reunirse con él una noche de la semana, que indicó. No sabía que hubiera nadie
interesado, pero cuando se dirigió al lugar de la reunión se quedó aturdido al
ver una gran cantidad de personas ansiosas de inquirir. ¿Ahora bien, no creéis
que esta mujer sabía que iba a haber un avivamiento? Llámese esto como se
quiera, una nueva revelación, o una vieja revelación, o lo que sea. Yo digo que
fue el Espíritu de Dios el que enseñó a esta mujer, que oraba, que iba a haber
un avivamiento. "El secreto del Señor" estaba con ella, y ella lo sabía. Sabía que
Dios había estado en su corazón, y lo había llenado a rebosar.
Puede esperarse un avivamiento religioso cuando los
cristianos empiezan a confesar sus pecados unos a otros. En otras ocasiones
confiesan sus pecados de un modo general, como si no lo hicieran del todo en
serio. Pueden hacerlo en lenguaje elocuente, pero esto no significa nada. Pero
cuando hay un sincero quebrantamiento, y un derramamiento del corazón en la
confesión del pecado, las compuertas están a punto de estallar y la salvación
lo inundará todo.
Puede esperarse un avivamiento cuando los cristianos están
dispuestos a hacer los sacrificios necesarios para que tenga lugar. Tienen que
estar dispuesto a sacrificar sus sentimientos, sus negocios, su tiempo y ayudar
en la obra. Los pastores deben estar dispuestos a exponer su fuerza y arriesgar
su salud y su vida. Tienen que estar dispuestos a ofender al impenitente con
sus palabras fieles y claras, y quizás a ofender a muchos miembros de la la
Iglesia que no querrán acudir para trabajar. Pero deben adoptar una actitud
decidida ante el avivamiento, pase lo que pase. Deben de estar preparados a
seguir trabajando aunque pierdan el afecto de los no penitentes y de la parte
fría de la iglesia. El ministro debe estar preparado, si es la voluntad de Dios
a perder su posición como pastor en aquella iglesia. Debe estar decidido a
seguir adelante con rectitud y dejarlo todo a la mano de Dios.
Conozco a un pastor que tenía a un joven que trabajaba con él
en un avivamiento. El joven predicaba la pura verdad y esto a los pecadores no
les gusta. Estos dijeron: "Nos gusta el pastor y que predique él"
Finalmente, le presionaron tanto que el pastor dijo al joven: "Fulano de
tal, que da tanto para la obra, dice esto; Mengano dice aquello y Zutano lo
mismo. Estas personas creen que se romperá la unidad de la iglesia si continúas
predicando y, por tanto, creo que sería mejor que no predicaras más." El
joven se marchó, pero el Espíritu de Dios se retiró inmediatamente del lugar y
el avivamiento terminó.
El ministro, al ceder ante los deseos malvados de los
inicuos, alejó a Dios, por miedo de que el diablo le expulsara de allí. De modo
que para satisfacer al diablo ofendió a Dios. Y Dios ordenó de tal modo el
curso de las cosas, que al poco tiempo el pastor tuvo que dejar aquella
iglesia, después de todo. El intentó pasar por entre el diablo y Dios, y Dios
lo echó.
Oseas 10:12. Sembrad
para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; roturad el
barbecho, porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe
justicia.
Los judíos eran un pueblo de labradores y pastores y, por
tanto, es común en la Biblia hallar ilustraciones que se refieren a la vida del
campo y sus labores, la labranza y el pastoreo. Aquí el profeta Oseas se dirige
a ellos como una nación que se ha vuelto atrás; los reprende por su idolatría y
los amenaza con el juicio de Dios.
Un avivamiento consiste en dos partes; por lo que respecta a
la Iglesia y lo que respecta a los no salvos. Hablaré en esta ocasión de un
avivamiento en la Iglesia. Barbecho es el terreno que ha sido arado pero que se
deja sin sembrar, y la próxima temporada de siembra necesita volver a ser
ablandado y roturado, para poder recibir el grano.
Si se quiere roturar el barbecho del corazón, hay que empezar
examinándolo: examinándolo y notando el estado de la mente y ver dónde estamos.
Muchos nunca parecen pensar en esto. No prestan atención a su propio corazón, y
nunca saben si están prosperando religiosamente o no; si están ganando terreno
y yendo hacia atrás; si son fructíferos o son un yermo. Ahora habéis de quitar
vuestra atención de otras cosas y atender a esto. Ocupaos de ello. No os
apresuréis. Examinad a conciencia el estado de vuestro corazón y ved dónde os
halláis; si estáis andando con Dios, cada día, o si vais con el diablo.
El auto examen consiste en contemplar vuestra vida,
considerar vuestras acciones, buscar en el pasado y ver cuál es vuestro
verdadero carácter. Regresad a vuestra historia pasada. Considerad vuestros
pecados uno a uno. No quiero decir dar un vistazo, simplemente, sino
considerarlos uno a uno. Si es necesario coged pluma y papel, y tomad nota de
ellos.
Hay que repasarlos como el mercader repasa sus libros. La
confesión general no basta. Los pecados fueron cometidos uno a uno. El
arrepentimiento de ellos ha de ser hecho uno a uno. Consideremos primero lo que comúnmente se llama pecados de
omisión. La ingratitud, falta de amor a Dios, descuido
de la Biblia, incredulidad, descuido de la oración, descuido de los medios de
gracia, falta de amor a las almas de tus prójimos, falta de interés por los
paganos, descuido de tus deberes familiares, descuido en vigilar tu propia
vida, descuido en la vigilancia de tus hermanos, descuido de la abnegación, o
sea, negarse a uno mismo.
Vamos ahora a ocuparnos de los pecados
de comisión: Mundanalidad, orgullo, envidia, críticas y
censuras, calumnia, ligereza y frivolidad, mentir, engaños y trampas,
hipocresía, robar a Dios, mal humor, impedir a otros que sean útiles. No sería
de ningún valor el predicarte si tu corazón está endurecido, en barbecho. El
labrador no echa su semilla sobre la roca. No produciría nada. Por ello entre
los que profesan religión hay tan poco fruto; mucho exterior, pero poco
sentimiento. Hay mucha actividad y poca piedad. Si sigues así en los caminos de
Dios, seguirás endureciéndote, las cosas empeorarán, como la lluvia y la nieve
hacen más espesa la costra de un campo en barbecho y vuelven los terrones más
duros.
Los que profesan religión no deberían estar nunca satisfechos
o esperar un avivamiento, por el mero hecho de despertar de su sueño, jactarse
y hablar mucho, aunque sea a los pecadores. Tienen que empezar roturando su
campo. Una vez hecho esto, para conseguir un modo de sentir más profundo, lo
que hay que hacer es salir y ver a los pecadores camino al infierno y hablar
con ellos y guiar sus almas desorientadas. Entonces recibirás más sentimiento.
Te puedes entusiasmar sin esta roturación; puedes mostrar mucho celo, pero no
durará, y no vas a hacer mella en los pecadores, ni los retendrás. La razón es
que lo harás de modo mecánico sin la debida preparación.
Y finalmente, ¿estás dispuesto a roturar tu campo en
barbecho? ¿Quieres seguir este curso que se te indica y perseverar en él hasta
que estés del todo despierto? Si dejas de hacerlo, de prepararte, no puedes
seguir conmigo mucho trecho. He ido contigo tan lejos como pude para serte
útil, pero ahora has de roturar el campo. De lo contrario todo lo que me queda
por decir no te será de ninguna utilidad. Más aún, te hará peor, te endurecen.
Si no te pones a trabajar en esto inmediatamente puedes estar seguro que no
tienes interés en un avivamiento, que has abandonado a tu pastor y le dejas
para que luche solo. Si no lo haces, puedo decirte que has olvidado a Cristo, porque
rehúsas arrepentirte y volver a tus obras del principio, como hacía la iglesia
del Apocalipsis.
EL ESPÍRITU DE ORACIÓN. Romanos 8:26-27.
Y de igual manera, también el Espíritu nos ayuda en
nuestra debilidad, pues, qué es lo que hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y
el que escudriña los corazones sabe cuál es la mentalidad del Espíritu, porque
conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos."
Santiago 5:16. "La oración eficaz del justo tiene mucha fuerza."
Nuestra ignorancia respecto a la voluntad de Dios, tanto la
que se revela en la Biblia, como la que no nos es revelada, es tan grande, que
tenemos que saber por medio de sus providencias. La humanidad está
prácticamente en ignorancia tanto de las promesas y profecías de la Biblia,
como ciega a la providencia de Dios. Y aún están más a oscuras sobre aquellos
puntos en que Dios no ha dicho nada excepto por medio de la dirección de su
Espíritu. He mencionado estas cuatro fuentes de evidencia en las cuales se
funda la fe en la oración: promesas, profecías, providencias y el Santo
Espíritu. Cuando fallan todos los otros medios para guiarnos al conocimiento de
qué es ó que hemos de pedir al orar, el Espíritu nos guía.
Sé de un hombre que estaba en gran oscuridad espiritual. Se retiró para orar, resuelto a no
desistir hasta haber hallado al Señor. Se arrodilló y trató de orar. Todo era
oscuro y no podía orar. Se levantó un rato; pero no quería ceder, porque había
prometido que no dejaría que se pusiera el sol aquel día, sin haberse entregado
al Señor. Se arrodilló de nuevo; pero todo era oscuro, y su corazón era tan
duro como antes. Estaba casi desesperado y dijo en agonía: "He agraviado
el Espíritu de Dios y no hay promesa para mi. Estoy apartado de la presencia de
Dios."
Pero, estaba resuelto a no rendirse y se volvió a arrodillar.
Había dicho unos pocas palabras solamente cuando este pasaje apareció en su
mente, como si acabara de leerlo: Jeremías
29:13. Y me buscaréis y me hallaréis, cuando me
buscareis de todo corazón". Vio que
aunque esta promesa estaba en el Antiguo Testamento y estaba dirigida a los
judíos todavía era aplicable a él, como a ellos. Y esto quebrantó su corazón,
como el martillo del Señor, en un momento. Y oró, y se levantó feliz en Dios. Según
su palabra: Salmo
25:14. El secreto de Jehová es para los que le
temen y a ellos hará conocer su pacto.
Mateo 6:5-15. Y
cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en
las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres;
de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu
aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre
que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas
repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.
No os hagáis, pues,
semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad,
antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que
estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada
día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos
a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque
tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Porque
si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro
Padre os perdonará vuestras ofensas.
Tomado del libro EL AVIVAMIENTO Por Charles
G. Finney. Bendiciones.
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