La enseñanza cristiana acerca de la santidad ha sido olvidada en gran
parte. Y eso es una lástima, porque es central para la gloria de DIOS y el bien
de las almas. Hubo un tiempo en que todos los cristianos ponían gran énfasis en
la realidad del llamado de DIOS a la santidad y hablaban con profundo
conocimiento acerca de cómo ÉL nos capacita para ello. Santo en los idiomas
bíblicos, hebreo y griego, quiere decir “separado y apartado para DIOS,
consagrado y hecho para ÉL. La Palabra implica tanto devoción como asimilación:
devoción en el sentido de vivir una vida al servicio de DIOS; asimilación en el
sentido de imitar, conformarse a, y parecerse al DIOS al que uno sirve. La
santidad es siempre la respuesta agradecida del pecador por la gracia recibida.
Pero si tratamos con ligereza o ignoramos la importancia de la santidad
estamos absoluta y completamente equivocados. De hecho, se nos ordena la
santidad. En realidad, la santidad es el objetivo de nuestra redención. La
santidad es el objetivo de nuestra nueva creación. Nacemos de nuevo para que
podamos crecer en nuestra semejanza a CRISTO. La santidad empequeñece con
efectividad a Satanás en sus planes en nuestras vidas.
Algunos creen que la santidad es algo de otra dimensión y le colocan
mucho misticismo y religiosidad desenfocando el verdadero concepto que Dios nos
revela en su Palabra. El camino de la santidad es una experiencia de victoria
sobre el pecado y la muerte espiritual, es una vida práctica basada en los
principios revelados a través de la Palabra de Dios por el Espíritu Santo, es
una vida que vence las adversidades en el nombre de Jesucristo, es una vida que
se vive paso a paso. Esta vida práctica de santidad es necesaria para estar
preparado para la venida de Jesús y para aquel día que le vamos a dar cuentas
1 Pedro 1:13-2:3. Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed
sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo
sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes
teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo,
sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito
está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin
acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo
el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra
vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas
corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de
un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la
fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de
vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y
le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
Habiendo purificado
vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el
amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la
palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque: Toda carne es como
hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca,
y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre.
Y esta es la
palabra que por el evangelio os ha sido anunciada. Desechando, pues, toda
malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead,
como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella
crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.
Veamos la siguiente anécdota: Juan Wesley dijo que Juan Fletcher era el
hombre más santo que había conocido en Europa y en América; y que lo era porque
diariamente se examinaba para saber si su proceder estaba de acuerdo con los planes de Dios, para lo cual se hacía
las siguientes preguntas:
¿Desperté espiritualmente y tuve cuidado de guardar mi mente de
pensamientos errantes, cuando me levanté esta mañana? ¿Me he acercado a Dios en
oración o he dado lugar a la pereza y a la desidia espiritual? ¿Se ha
debilitado mi fe por no haber velado, o ha sido avivada por haberla puesto en
actividad hoy? ¿He andado hoy por fe, y he procurado ver a Dios en todas las
cosas? ¿Me he negado a mí mismo al usar palabras y al expresar pensamientos
poco bondadosos? ¿Me he debilitado espiritualmente al ver que prefieren a otros
en mi lugar? ¿He aprovechado mi tiempo precioso, mis fuerzas y mis
oportunidades según la luz que Dios me ha dado? ¿He guardado mi corazón en un
ambiente de gracia, de modo que haya sacado provecho? ¿Qué he hecho hoy por los
cuerpos y por las almas de los santos? ¿He derrochado cualquier cosa por
agradarme a mí mismo, cuando podía hacer guardado el dinero para la casa de
Dios? ¿He gobernado bien mi lengua, recordando que en la multitud de palabras
no falta pecado? ¿En cuántas ocasiones me he negado a mí mismo hoy? ¿Mi vida y
mis palabras han honrado el evangelio de Cristo?
1 Pedro 1:15-16. Así como AQUÉL que os llamó es santo, así también sed
vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: “Sed
santos porque Yo soy santo”. Hebreos 12:14. “Buscad
la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al SEÑOR”.
La santidad comienza dentro de la persona, con un propósito recto que
busca expresarse en una conducta recta.
Estoy seguro de que habrás oído muchos, muchísimos sermones acerca de la
fe. Me pregunto ¿cuán a menudo habrás escuchado una sucesión o incluso un solo
sermón acerca del arrepentimiento? Tienes libros en tu hogar que dicen cómo
vivir la vida cristiana victoriosa. ¿Mencionan ellos el arrepentimiento, o
dicen que es vital para una larga vida disciplinada? La conducta santa
destacará nuestro testimonio, mientras que la conducta mundana lo minará. “Vosotros sois la
luz del mundo… Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean
vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro PADRE que está en los cielos…
” Mateo 5:14-16.
Muchas personas, hoy en día, se creen perfectas y que no hay ningún
error o deficiencia en ellas. Creen ser los más puros, saberlo todo y tener el
poder para lograr lo que quieren. Otros recurren a una serie de artificios para
lograr este fin, por ejemplo, unos recurren a la cirugía estética para corregir
cualquier defecto en su físico. Otros se esfuerzan en los gimnasios por
conseguir un cuerpo musculoso y aparentar un buen físico. Hoy más que nunca hay
tantas otras formas de embellecer el físico. Para lograr ello se puede gastar
cualquier cantidad de dinero y tiempo. No hay límite para querer ser perfecto
físicamente.
Pero cuando uno les pregunta a estas personas, que se consideran
perfectas, acerca de temas existenciales o trascendentales, muchas veces no hay
respuestas. Físicamente son "perfectas", pero con respecto al
conocimiento no lo son. La belleza física no es señal de perfección, es sólo un
aspecto. La belleza integral es tanto física como espiritual. Hay muchas
personas que sin ser bellas físicamente tienen en su interior una belleza
espiritual. Desde sus defectos han sabido luchar para salir adelante. De ellos
tenemos que aprender mucho. Debemos siempre tener en cuenta que en todo proceso
de perfección hay un margen de error, de ahí que nadie es tan perfecto en esta
vida para ser libre de toda ignorancia.
Si en el caminar caemos, Él nos levantará y seguiremos hacia la meta.
Salomón decía que no hay hombre que no peque (1 Reyes 8:46; 2 Crónicas 6:36); Un predicador del antiguo testamento nos dice
que no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque (Eclesiastés 7:20); Finalmente el apóstol Pablo se gloriaba en sus debilidades
para poder descansar en el poder de Dios (2 Corintios 12:7-10).
Todos tenemos una carrera por recorrer, pelear muchas batallas, ganar
muchas victorias y crecer mucho más para recibir el premio que el Señor nos ha
prometido. Sólo aquél que está fortalecido en el Señor y que ha vencido el mal
con el bien, puede afirmar que es perfecto. No se es perfecto en la vida
cristiana sólo porque ya hemos sido bautizados en la fe cristiana, porque
asistimos todos los domingos al culto o porque hacemos alguna obra de bien.
Pensar así es un grave error. Tenemos que vivir una vida en santidad, tanto
personal como social, para poder, de esa manera, agradar a Dios y a los
hombres.
El apóstol Pablo nos aconseja tener una actitud en la vida: "olvidándonos
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndonos a lo que está delante,
prosigamos a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús" (Filipenses 3:13-14).
Deuteronomio 6:4-9. Oye, Israel: Jehová, nuestro Dios, Jehová uno es. Amarás
a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Se las repetirás
a tus hijos, y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el
camino, al acostarte y cuando te levantes. Las atarás como una señal en tu
mano, y estarán como frontales entre tus ojos; las escribirás en los postes de
tu casa y en tus puertas.
La santidad es el deseo y el deber de todo cristiano. Debe estar en
todos los asuntos, en cada condición, y para toda la gente. Debemos velar y
orar especialmente en contra de los pecados a que nos inclinamos. La palabra
escrita de Dios es la regla más segura de la vida del cristiano y por esta
regla se nos manda ser santos en todo. Dios hace santos a quienes salva. Porque
dice la palabra, cuando alguno de vosotros peca no diga que fue Dios que lo
tentó, porque Dios no tienta a nadie, sino que sois tentados cuando de vuestra
propia concupiscencia sois tentado. La Santidad es una base de vida para el
creyente. La santidad nos identifica. Ser santo es apartarse del mal. La
santidad hace la diferencia. La santidad da poder en la obra de Dios.
El precio pagado por la redención
del hombre fue la preciosa sangre de Cristo.
El hombre natural odia la vida santa. Él es capaz de respetar a las
personas de buena moralidad, pero a un santo le será contado como loco. El
porqué de ello es que la santidad toca lo más profundo del ego. Está bien—según
el hombre natural—ser fiel a tu esposa, pero entregarse a la oración es
demasiado. Dejar de embriagarse es aceptado como un buen paso adelante, pero
¿dejar tus camisas lucientes y tu traje de lujo por ropa más humilde? La mente
carnal halla una tontería en el caminar en santidad. Debido a ello, se ha
cesado la persecución al cristianismo actual. Al mundo, le es locura y reproche
una iglesia santa, pero recibe con gusto a una iglesia moral. Así, el mensaje
de la cruz viene a ser una realidad al hombre santo. Sus ojos, su carne y su
ego claman a diario por ser agradecidos, pero el hombre santo mata sus
clamores. A la comodidad y los deseos de la carne les hacen morir.
El hombre santo camina para
agradar a Dios y a su prójimo, no a sí mismo.
Todo el porqué de la santidad se resume en la última frase de cuatro
palabras: “para que seáis míos. ”Dios
ama a la raza humana. Y nos ama cada uno en particular. Él anhela relacionarse
con nosotros particularmente, corazón a corazón. Es más, desea relacionarse con
nosotros como unidos en un cuerpo cristiano. Pero... Hemos nacido corruptos,
con una naturaleza contraria a la suya. Las dos naturalezas no se pueden
mezclar. Es imposible, como tratar de mezclar el agua y el fuego. No, Dios y el
hombre natural no pueden morar unidos. Y a Dios, no le es posible que se
cambie. La santidad en los cristianos debe ser integral y práctica.
Mateo 25:31-46. El juicio de las naciones. Cuando el Hijo del Hombre
venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en
su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y
apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los
cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad
el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre,
y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me
recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la
cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O
cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey,
les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis
hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la
izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y
sus ángeles.
Porque tuve hambre,
y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y
no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel,
y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la
cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo
que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo
hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
Pues es una problemática gigantesca nuestra situación como seres
humanos. No obstante, ¡hay remedio! Por la muerte y la resurrección de
Jesucristo, al hombre le es posible una transformación radical. Nuestro
Redentor dio su sangre para vivificarnos, conquistando el poder del pecado que
hay en el hombre natural. Sí, ¡el reino de Dios está aquí! Lo que hace falta en
muchas personas es reconocer que el corazón tiene que ser santificado,
consagrado a Dios, para poder caminar con Dios. Se ha de arrepentir de la vida
egoísta. Se ha de rendir a Dios, permitiéndole que realice una limpieza de lo
profano que hay en el corazón. ¿Por qué hemos de ser santos? Porque Dios es
santo, y si deseamos ser unidos a él, es imprescindible ser santificado por el
Espíritu Santo. Es el anhelo de Dios apartarnos de lo pecaminoso que nos rodea
por todos lados.
Romanos 1:16-32. El poder del evangelio. Porque no me avergüenzo del
evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al
judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de
Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
La culpabilidad del hombre. Porque la ira de Dios se revela desde el
cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con
injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues
Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y
deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo
entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues
habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias,
sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue
entenebrecido.
Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del
Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de
cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la
inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron
entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual
es bendito por los siglos. Amén.
Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres
cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo
también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su
lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y
recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no
aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para
hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia,
fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de
Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los
padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;
quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas
son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los
que las practican.
Que el Señor nos de fuerzas para seguir avanzando en nuestro camino
hacia la perfección y que su Espíritu Santo nos acompañe por siempre. Bendiciones.
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