Nuestro deseo es que cada uno de los mensajes, así como cada uno de los ministerios y recursos enlazados, pueda ayudar como una herramienta al crecimiento, edificación y fortaleza de cada creyente dentro de la iglesia de Jesucristo en las naciones y ser un práctico instrumento dentro de los planes y propósitos de Dios para la humanidad. Cada mensaje tiene el propósito de dejar una enseñanza basada en la doctrina bíblica, de dar una voz de aliento, de edificar las vidas; además de que pueda ser adaptado por quien desee para enseñanzas en células o grupos de enseñanza evangelísticos, escuela dominical, en evangelismo personal, en consejería o en reuniones y servicios de iglesias.

Las nuevas misericordias de Dios°


Que el Espíritu Santo y la revelación de la Palabra de Dios, sean en estos tiempos, guiándonos, mostrándonos el camino por el cual debemos andar: nuestro Señor Jesucristo. Juan 14:5-7. Tomás le dijo: Señor, si no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me hubierais conocido, también hubierais conocido a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto

Que el Espíritu Santo sea dándonos aliento, fortaleza y sosteniéndonos en el resto de nuestro caminar por esta tierra para que seamos hallados dignos de estar en su presencia por la eternidad y de esa manera poder tener al comunión con el Padre Celestial por la eternidad.  

Isaías 43:18-19. No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad. Salmos 100:4. Entrad por Sus puertas con acción de gracias, y a Sus atrios con alabanza. Dadle gracias, bendecid Su nombre. Lamentaciones 3:21-23. Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza: Que las misericordias del SEÑOR jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡grande es tu fidelidad!


La vida cristiana normal, bajo el punto de vista de la Palabra de Dios, es una vida de victoria, no de acuerdo a los parámetros humanos sino a los de Dios. La vida de victoria sobrenatural es aquella que triunfa en medio de las dificultades y luchas de la vida. A los ojos de Dios la victoria no es necesariamente resultadista sino cuestión de carácter.


Cualquier persona cuando todo le sale bien está contenta y se siente un "gigante triunfador", pero Dios se agrada más de aquél que aún en medio de su problema o dolor mantiene una actitud victoriosa. Esa actitud de victoria es la que necesitamos aprender, independientemente de las circunstancias que nos rodean. VICTORIA es firmeza para no caer; constancia para no detenerse; crecimiento para no debilitarse.

Veamos la definición de “Victoria”: “Es la actitud interior de fe que nos impulsa a vivir independientemente de las circunstancias que nos rodean, creyendo en el cumplimiento de las promesas fieles de Dios”

Quiero compartir la siguiente ilustración: 

Un campesino, que luchaba con muchas dificultades, poseía algunos caballos para que lo ayudasen en los trabajos de su pequeña hacienda. Un día, su capataz le trajo la noticia de que uno de los caballos había caído en un viejo pozo abandonado. El pozo era muy profundo y seria extremadamente difícil sacar el caballo de allí. El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y revisó la situación, asegurándose que el animal no se había lastimado. Pero, por la dificultad y el alto precio para sacarlo del fondo del pozo, creyó que no valía la pena invertir en la operación de rescate. Tomó, entonces, la difícil decisión: Determinó que el capataz sacrificase al animal tirando tierra en el pozo hasta enterrarlo, allí mismo. Y así se hizo. Los empleados, comandados por el capataz, comenzaron a lanzar tierra adentro del pozo de forma de cubrir al caballo. 

Pero, a medida que la tierra caía en el animal, éste la sacudía y se iba acumulando en el fondo, posibilitando al caballo para ir subiendo. Los hombres se dieron cuenta que el caballo no se dejaba enterrar, sino al contrario, estaba subiendo hasta que finalmente, consiguió salir! 

Si estas "allá abajo", sintiéndote poco valorado, y los otros lanzan sobre ti la tierra de la incomprensión, la falta de oportunidad y de apoyo, recuerda el caballo de esta historia. No aceptes la tierra que tiraron sobre ti, sacúdela y sube sobre ella. Y cuanto más tiraren, más iras subiendo, subiendo, subiendo... alabando, adorando, confiando en el que todo lo puede por nosotros: nuestro Hacedor y Dios, Padre, Hijo (Jesucristo) y Espíritu Santo.

Muchos creen que estar atribulados, en apuros, perseguidos y derribados significa estar derrotados, pero no, podemos evitar la derrota si nos levantamos con el Espíritu de victoria en Cristo Jesús. Una cosa es perder un round de una pelea, y otra muy distinta es perder toda la pelea. No nos dejemos asustar e intimar por las tribulaciones, apuros, persecuciones y todo lo que nos quiere derribar, sino resistamos en el Nombre del Señor sabiendo que nuestra actitud de victoria nos guiará a la puerta de la victoria final.

Proverbios 24:16. Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse. Salmo 37:23-24. Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado porque Jehová sostiene su mano. 

No importa cuales sean las situaciones que hoy nos quieren derrotar y abatir, en el Nombre del Señor Jesucristo, y por obediencia a la Palabra de Dios, cambiemos la actitud de derrota, negativa por una nueva y bendecida: El Espíritu de victoria de nuestro Dios. No importa lo que estés atravesando, por más difícil que parezca. Decide ahora mismo levantarte en el Nombre del Señor y adoptar una actitud victoriosa en medio de los tiempos difíciles. Esa es la actitud que el Señor espera de aquellos que anhelan llegar a disfrutar la bendición final.

Demos una mirada a la vida de un personaje de la Biblia al que en algún momento de la vida tuvo en contra todas las circunstancias. La Biblia nos dice que Josafat amaba mucho a Dios. Josafat seguía a Dios con todo su corazón. Un día cuando Josafat era rey de Israel, tuvo la oportunidad de verdaderamente confiar en Dios. El rey Josafat recibió unas noticias que causaron temor. Un día el guardia que estaba como atalaya de la ciudad trajo una nuevas muy terribles. Un enemigo venía. Estaban muy cerca de la ciudad los soldados de ese enemigo. El ejército era grande y poderoso. La situación aparentaba ser temerosa. Lo primero que hizo Josafat fue orar y pedir la ayuda de Dios. Josafat le pidió a toda la gente que no comiera por un día entero. En lugar de comer iban a orar y pedir la ayuda de Dios. Después Josafat se paró ante el pueblo y oró a Dios. Josafat alabó a Dios porque es poderoso y maravilloso. Pidió a Dios que le ayudara a derrotar a su enemigo. Josafat le dijo a Dios que no haría nada sin la ayuda de Dios.

Dios escuchó la oración de Josafat. Dios envió un mensajero llamado Jahaziel para hablar con toda la gente. Les dijo que escucharan el mensaje de Dios. Dijo: No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes sino mía. Dios les dijo que esperaran hasta al día siguiente para pelear. Dios les dijo que cuando marcharan a la pelea iban a ver como Dios iba a ganar la batalla por ellos. Cuando Josafat escuchó las nuevas, se arrodilló y adoró a Dios.

Estaba muy agradecido por la ayuda de Dios y por la benignidad de Dios para con él y con el pueblo. Le dio gracias a Dios por ser maravilloso. Temprano la siguiente mañana, Josafat y su ejército fueron a la pelea como les había dicho Dios. El rey Josafat le dijo al pueblo que tuvieran confianza en Dios y que le obedecieran. La gente salió a cantar cantos a Dios y empezaron a tocar música muy hermosa. Cantaron ante el ejército de enemigos. Los músicos dijeron: “Den gracias al Señor; su gran amor perdura para siempre.”

Mientras cantaban Dios puso emboscadas contra los enemigos. Esto quiere decir que vino otro enemigo y peleó en contra de ellos. Estaban sorprendidos. Los dos enemigos pelearon hasta que habían sido derrotados los dos. Cuando Josafat y su ejército llegaron a la orilla donde podían ver, quedaron atónitos con lo que Dios hizo. Dios había ganado la batalla. Cuando el ejército regresó a la ciudad, alabaron a Dios y le dieron gracias por haber ganado la batalla por ellos. Tocaron flautas, panderos y arpas en el templo como alabanza a Dios y para darle las gracias por haber liberado al pueblo de sus enemigos.

Porque Josafat amaba a Dios, tuvo paz durante su vida y su reinado. Como Josafat, hay veces que tenemos miedo. Cuando estamos en esta situación, debemos orar y pedir la ayuda de Dios como lo hizo Josafat. Josafat no solo pidió la ayuda de Dios sino que también alabó a Dios diciéndole que era bueno y maravilloso por todas las cosas que había hecho. También cuando Dios les dijo que hicieran, obedecieron. Cuando Dios les dijo que esperaran hasta al día siguiente para marchar a la pelea en contra de sus enemigos, confiaron en Dios y obedecieron sus mandamientos. Ellos siguieron a Dios y vieron a Dios obrar un milagro. Josafat amaba a Dios con todo su corazón. Josafat sabía que Dios es el único que podía salvar al pueblo de su enemigo. Dios ha proveído la manera de salvarnos a nosotros también. 

Nosotros no tenemos un enemigo como Josafat. Nuestro pecado nos separa de Dios y nos trae consecuencias. Para salvarnos y quitar la pared que nos separa de Él envió a Cristo a morir en la cruz por nuestros pecados. Si creemos en Cristo y que Dios lo resucitó, Él vendrá a nuestras vidas y nos perdonara. Un día nos llevará al cielo.

Ayer ya es pasado, ¿Llorar por lo pasado, traerá resultados positivos?, no lo creo, y es que somos número uno para recordarnos del pasado y permitir que eso nos afecte para mal. Tu mejor que nadie sabes que no te fue bien, que hubieras querido que las cosas fueran de otra manera, que nunca te imaginaste el resultado que daría todo lo que se veía venir, pero ya está, se dio, sucedió, las cosas se dieron no como pensaste, pero ahora el panorama es otro.

Quizá en algún momento te preguntes: ¿Por qué Dios permitió?, pero yo te invito a que puedas hacerte otra pregunta: ¿Qué decisiones o acciones tuyas propiciaron esto?, y es que a veces pareciera que le queremos echar la culpa a Dios por lo que nosotros mismos hemos decidido, como que Dios tuviera la culpa de que me haya equivocado o que las cosas me hubieran salido totalmente contrarias a como hubiera querido. Y es que Dios no tiene la culpa de tus decisiones, tu eres libre de decidir qué es lo que quieres hacer o no, y eso también implica que cada decisión que tomes traerá consecuencias; buenas, si son decisiones buenas; malas, si son decisiones malas, lo más recomendable es ir delante del Señor y pedirle que nos guie y esperar a que pueda responder. Lastimosamente la mayoría de veces tomamos nuestras propias decisiones basados en lo que creemos que es lo correcto, olvidándonos de consultar a Dios y esperar una respuesta de Él.

Algunos otros se enojan con Dios porque dicen que le consultaron, y es que hay una gran diferencia entre consultar a Dios y esperar a que El responda a la consulta. La mayoría quizá pueda consultarle al Señor sobre algo en específico, pero son pocos los que esperan la respuesta de Dios para esa decisión y se dejan llevar por lo que creen que es lo mejor. Por todo eso quizá últimamente te sientes un poco derrotado, como que al no salir las cosas como quisieras te has sentido defraudado y con un sentimiento de impotencia frente a todo, mas Dios en este día en especial a través de los versos que leímos al inicio te dice lo siguiente:

Primero, “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas”, en pocas palabras, olvida de una vez por todas esos malos episodios, su voluntad no es que estés lamentándote todo el tiempo sobre “lo que hubiera sido”.

Segundo, “He aquí que yo hago cosa nueva…”, que difícil asimilar lo que Dios puede y quiere hacer, más cuando nuestra mente esta nublada por recuerdos del pasado, por eso el Señor en primera lugar nos insta a olvidar lo pasado, y ahora nos promete que “hará cosa nueva”. Y es que así es el Señor, mi Dios es un Dios de nuevas oportunidades, que a pesar de nuestros constantes errores está dispuesto a hacer nuevamente algo precioso en nuestra vida.

Tercero, “Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad”, además de prometernos que hará algo nuevo, también nos recuerda su poder sobrenatural, en pocas palabras para El no hay nada imposible, lo que para nosotros puede ser algo que jamás podrá volver a ser, para Dios es de lo más fácil y lo puede volver a hacer y aun mejor que lo primero. Hoy Dios quiere que olvides el pasado, te promete que hará algo nuevo y te confirma que su poder es un Poder Sobrenatural, frente a todo esto, ¿Por qué temer?, ¿Por qué dudar?, ¿Por qué desfallecer?, lo que Dios dice, lo cumple.

Es hora de levantarnos y comenzar a creer en lo que Dios puede hacer en nuestra vida, no limitemos el Poder de Dios, no pensemos que todo está perdido pues El hace de lo perdido algo NUEVOSonríe, sécate las lágrimas, date cuenta que tu Dios es un Dios Poderosos, Omnipotente y Soberano. La Palabra que Dios quiere que tu mente y corazón guarden en este día es: “He aquí que yo hago cosa nueva”.

La Biblia dice que el cristiano puede vivir en victoria constante: 2 Corintios 2:14. Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. 1 Corintios 15:57. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria. Dios nos impregna de victoria para que manifestemos en todo lugar olor a victoria. El olor “espiritual” es la fragancia percibida por los demás, y no depende de lo que uno haga sino de lo que fluye de su ser.

Esto es lo que diferencia al cristiano que vive sobre sus dificultades de aquél que se rinde vencido debajo de sus dificultades. Deuteronomio 28:1 y 13 dicen: Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltara sobre todas las naciones de la tierra. Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedeciereis los mandamientos.

Como creyentes podemos caracterizarnos por tener una actitud diferente ante las adversidades de la vida. Esta es una actitud que puede ser aprendida. La vida del Apóstol Pablo también es un ejemplo de aquellos que vivieron una vida de victoria. Este hombre de Dios tuvo todo para ser un derrotado y miserable en su vida, pero vamos a ver en los siguientes pasajes, que de su vida fluía un espíritu de victoria (no exitista o resultadista, que es otra cosa). El pasaje de 2 Corintios 4:7-10 revela varias actitudes victoriosas que podemos aprender:

2 Corintios 4:8-10. Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos; llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Entonces, según la Biblia podemos como creyentes estar: Atribulados mas NO ANGUSTIADOS; En apuros, mas NO DESESPERADOS; Perseguidos, mas NO DESAMPARADOS; Derribados, mas NO DESTRUIDOS.

Recordemos lo que Dios nos habla en la carta a los Romanos en el capítulo 8.

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz, por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne, porque si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.

Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios, pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!» El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse, porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. La creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza. Por tanto, también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora. Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo, porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; ya que lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.

De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.

Más que vencedores.

Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? 36 Como está escrito: «Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero.»

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.


Que la Palabra de Dios y el Espíritu Santo sean en estos tiempos, guiándonos, mostrándonos el camino por el cual debemos andar, dándonos aliento y sosteniéndonos en el resto de nuestro caminar por esta tierra para que seamos hallados dignos de estar en su presencia por la eternidad.  Bendiciones.

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