Efesios 4:11-16. Nueva
Versión Internacional (NVI). Él mismo constituyó a
unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores
y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para
edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la
fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se
conforme a la plena estatura de Cristo.
Así ya no
seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo
viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean
artimañas engañosas. Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta
ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo
el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los
ligamentos, según la actividad propia de cada miembro.
Como hijos e hijas de Dios, sabemos que
necesitamos y dependemos de la gracia del Padre Celestial en todo tiempo y
circunstancias; pero partamos del hecho de que nuestros peores días no son tan
malos que en esos momentos lleguemos a estar fuera de la gracia de Dios o que
lleguen a ser tan buenos que no la necesitamos.
Lo primero que debemos tomar en cuenta es que esa
gracia inicialmente fue necesaria para llegar a entregar nuestro corazón y
nuestra vida al Señor Jesucristo, pero eso es sólo el comienzo de nuestra nueva
vida porque gracias a ese amor desbordado hemos renacido para Dios por medio de
la obra regeneradora del Señor el Espíritu Santo en nuestras vidas.
Juan 17:3. Reina-Valera
1960 (RVR1960). Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
El inicio de nuestro camino que es Cristo va
tomando el rumbo hacia nuestro destino eterno que es nuestro Padre Celestial,
que por la gracia que nos ha sido otorgada se nos ha concedido el don de
recibir en nuestras vidas a la tercera persona de la Deidad Divina: el Señor el
Espíritu Santo, esa misma gracia nos concede el que seamos vivificados, el que
seamos investidos por Él, el que seamos regenerados, el que seamos guiados, el
que seamos vivificados, el que seamos apacentados y pastoreados en los caminos
que se nos presentan mientras estemos en este mundo como peregrinos y
extranjeros que somos porque nuestra ciudadanía está en los cielos,
pertenecemos a la Ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios: la Nueva
Jerusalén.
Gálatas 4:19. Nueva
Versión Internacional (NVI). Queridos hijos, por
quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en
ustedes.
La gracia nos abre el corazón del Padre Celestial,
nos permite conocerlo y entenderlo como el Creador de todo lo que existe, nos
permite conocerlo en su naturaleza de amor y santidad, pero también nos ayuda a
que nos acerquemos a Él por la santificación del Espíritu Santo y el poder
liberador y limpiador de la Palabra de Dios.
Jeremías 9:23-26. Nueva
Biblia Viva (NBV). El Señor dice: No se
enorgullezca el sabio en su sabiduría, ni el poderoso en su poder, ni el rico
en su riqueza. Sientan orgullo sólo de esto: de conocerme bien y comprender que
yo soy el Señor que exige vivir de manera justa y actuar siempre con rectitud,
de saber que mi amor es firme, y que así me gusta ser.
Dentro de
algún tiempo, dice el Señor, castigaré a cuantos han realizado la circuncisión
en su cuerpo, pero no en su espíritu: egipcios, edomitas, amonitas, moabitas,
árabes y también tú, pueblo de Judá. Porque todas esas naciones paganas también
se circuncidan. Pero a menos que la circuncisión que realizan en su cuerpo se
corresponda con su dedicación de toda su vida a mí, su circuncisión no pasa de
ser un rito pagano como el de esas naciones.
Todos queremos el favor de Dios a favor en todos
nuestros asuntos, todos queremos recibir las bendiciones y prosperidad
económica, sin embargo lo que más necesitamos entender de la gracia es que nos
fue dada una nueva vida, la vida del Hijo de Dios en nosotros, que debemos crecer,
madurar y desarrollarnos en esa gracia, que los planes del Padre Celestial al
proveernos la salvación es la de que lleguemos a la estatura y a la medida de
nuestro Señor Jesucristo, a que nos asemejemos en su carácter y en su forma de
actuar, que nos asemejemos en tomar decisiones en cada situación y
circunstancia que se nos presente de la manera correcta, por eso es necesario
que seamos formados en la disciplina de la gracia.
Juan 17:20-23. Dios
Habla Hoy (DHH). No te ruego solamente por éstos,
sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido
que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti,
también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les
he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como
tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser
perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste,
y que los amas como me amas a mí.
Juan 17:25-26. Dios
Habla Hoy (DHH). Oh Padre justo, los que son del
mundo no te conocen; pero yo te conozco, y éstos también saben que tú me
enviaste. Les he dado a conocer quién eres, y aún seguiré haciéndolo, para
que el amor que me tienes esté en ellos, y para que yo mismo esté en ellos.
Los cambios que experimentamos en la vida son
influenciados por muchas cosas, tales como la herencia, nuestro ambiente, las
decisiones que hacemos, y los diversos tipos de educación. Pero la influencia
más poderosa en la vida de un creyente es la gracia transformadora de Dios, que
es Su bondad para con nosotros, sin tener en cuenta nuestra indignidad, y a
pesar de todo lo que merecemos.
La voluntad suprema de Dios es que cada creyente
sea conformado a la semejanza de Su Hijo. Su Gracia es la responsable de
nuestro nuevo nacimiento, y es la que nos dirige, mueve e influencia para que
seamos cada vez más semejantes a Él. Así, podemos decir con el apóstol Pablo: "Por
la gracia de Dios soy lo que soy" (1 Corintios 15:10).
1 Corintios 15:10. Nueva
Biblia Viva (NBV). Pero lo que soy, lo soy por la
gracia de Dios. Y su gracia no ha sido en vano, porque he trabajado más que
todos ellos, si bien es cierto que no he sido yo, sino la gracia de Dios que ha
obrado por medio de mí.
La vida del apóstol Pablo es un ejemplo impresionante
de la gracia transformadora de Dios. En Filipenses 3,
Pablo habla de cómo una vez dependía de sus buenas obras, y conducta para ganar
la aceptación de Dios. Él no entendía al principio que hay sólo una manera ser
aceptados ante los ojos de Dios: por Su gracia.
Si las buenas obras pudieran ganarnos la
aprobación divina, Pablo nunca habría escrito acerca de sus vanos esfuerzos anteriores
por ganar el favor de Dios, y de sus numerosas razones equivocadas en cuanto a
esa confianza: había sido un judío practicante que pertenecía a una familia de antepasados
meritorios (Filipenses 3:5);
había guardado celosamente la ley (Filipenses 3:6);
y había perseguido sin descanso a la iglesia, a la que veía como enemiga de su
fe (Filipenses
3:6).
Su encuentro con el Cristo vivo transformó
totalmente a Pablo, por lo que dijo: "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia,
las he estimado como pérdida por amor de Cristo" (Filipenses 3:7). Reconoció que todos sus títulos y logros humanos
no tenían ningún valor espiritual. Nosotros, igualmente, debemos entender que
jamás ganaremos la vida eterna si dependemos de lo que somos o de lo que
hagamos; la salvación no tiene nada que ver con el mucho dinero que demos, ni
con los excelentes ciudadanos que seamos, ni con lo bien que tratemos a nuestra
familia. Es por gracia, y sólo por gracia, que somos salvos (Efesios 2:8-9).
Recordemos que es por Su tierno amor, no por
condena ni por castigo, que nuestro Padre celestial nos crea circunstancias y
dificultades. Lo que Él nos pide que hagamos es para nuestro beneficio, y será
parte del proceso que nos conforma a la imagen de Cristo. Si usted reconoce que
puede desobedecer una y otra vez, necesita hacerse algunas preguntas en cuanto
a su relación con Él: Cuando todo se reduce a una decisión final, ya sea a
favor o en contra de Dios, ¿cómo puedo decirle no a un Cristo que me amó tanto hasta
sufrir una muerte humillante y dolorosísima en mi lugar?
Esta gracia que salva y transforma hoy, es la
misma gracia que convirtió a Saulo, el pecador, en Pablo, el santo. El apóstol
reconoce que la gracia de Dios es la responsable del cambio producido en él (1 Corintios 15:10), y es por eso que se gloría en la Cruz, él no tenía
ninguna intención de ser salvo, pero Dios, por Su amor misericordioso, tenía
planes maravillosos para su vida.
Pablo fue un ejemplo para aquellos que lo
rodeaban, y también para las generaciones futuras. Dios quiso que todos
nosotros supiéramos que, si Él pudo derribar a Pablo, ponerlo ciego y
transformarlo, también puede salvar a cualquiera.
Hechos 14:22. La Biblia
de las Américas (LBLA). Fortaleciendo los ánimos de
los discípulos, exhortándolos a que perseveraran en la fe, y diciendo: Es
necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
1 Juan 2:6. Reina-Valera
1960 (RVR1960). El que dice que permanece en él,
debe andar como él anduvo.
Salmos 40:8. Nueva
Biblia Viva (NBV). Me deleito en hacer tu voluntad,
Dios mío, tu ley la llevo dentro de mí.
Ahora bien habiendo estudiado todo lo anterior nos
damos cuenta de que una vida agradecida y llena de la gracia de Dios se
desborda en amor hacia el Padre Celestial. Es en esa experiencia que realmente
somos transformados a la semejanza de nuestro Señor Jesucristo por medio de la
obra regeneradora y vivificadora del Señor el Espíritu Santo.
Cuando decidimos
entregar nuestra vida y nuestro corazón a nuestro Creador, empieza el camino de
la santidad que nos lleva a nuestra transformación; la realidad de la
santificación comienza en el momento de la conversión cuando por el nuevo
nacimiento o la regeneración del Espíritu Santo, el principio de vida es
implantado dentro de nosotros. La regeneración es el principio de nuestra
santificación y de nuestra transformación, ambas tienen su origen en el amor
desbordado de Dios y la gracia gratuita de Dios, ambas cosas las recibimos por
la fe.
La verdadera meta para nuestras vidas es llegar a
ser semejantes a nuestro Señor Jesucristo, que es lo que realmente nos puede
acercar al Padre Celestial, es a través de una vida que agrade a Dios en la que
seremos transformados y eso se llama la justificación que aun siendo pecadores
fuimos perdonados y adoptados por Dios, que se nos abre el entendimiento
espiritual para comprender que estamos en el camino de Dios y que todo es un
proceso fundamentado en decisiones frente a cada decisión, circunstancia y
situación que debemos enfrentar mientras estemos en esta tierra como peregrinos
y extranjeros.
La unión con Cristo nos capacita y nos ayuda a
vivir una vida que agrada a Dios en todos los sentidos, es la única manera de
vencer la muerte y el pecado que nos asedia todo el tiempo, es la única manera
de doblegar nuestra carne y nuestra naturaleza pecaminosa o como se refiere en
algunos textos de la Biblia: la concupiscencia de la carne.
Tito 2:11-12. Nueva
Versión Internacional (Castilian) (CST). En verdad,
Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos
enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en
este mundo con justicia, piedad y dominio propio.
Necesitamos ser formados en Cristo, pero eso
requiere que seamos disciplinados, pero esta palabra para muchos sugiere
restricción, legalismo y órdenes, una vida sin libertad y aburrida. Para otros
la gracia parece significar libertad de cualquier regla, una vida espontanea y
no estructurada en otras palabras una vida desordenada. Si vemos estos dos
conceptos no están ajustados a la realidad y verdad espiritual que nos revela
la Biblia.
La disciplina y la gracia que nos imparte Dios son
lo mejor que nos puede pasar y poder entender en nuestro corazón que es cada
una del modo en que el Padre Celestial las diseño, todo esto esta para nuestro
bien y nuestro beneficio.
Necesitamos de ambas, para ser enseñados, para ser
instruidos, para recibir sabiduría, para recibir amonestación, reprensión y
corrección pero en el perfecto amor del Padre Celestial para que podamos crecer
espiritualmente conforme a la imagen de nuestro Señor Jesucristo.
Vemos entonces que la gracia que trae salvación a
nuestras vidas es la misma que también nos ejercita para vivir vidas que le
agraden a Dios por medio de la santidad que viene por la Palabra de Dios y la
obra regeneradora del Señor el Espíritu Santo.
La Disciplina de Dios para
nuestras vidas viene para el cuidado de nuestras alma, es firme, pero amorosa.
Necesitamos ser llenos del Espíritu Santo, que nos conceda domino propio para
ser formados en la disciplina y la gracia de Dios.
El comentarista Matthew Henry nos dejó el
siguiente comentario que creo que viene al estudio del tema de hoy:
"Las obligaciones personales y relativas deben
hacerse en obediencia a sus mandamientos, con el debido propósito de agradarlo
y honrarlo a partir de los principios de un amor santo y el temor de Dios, pero
también hay una obligación explícita que le debemos a Él. Específicamente la
creencia y el reconocimiento de su ser y perfecciones, rindiéndole adoración y
reverencia tanto interior como exteriormente; amándole, temiéndole y confiando
en Él; dependiendo de Él y consagrándonos a vivir de acuerdo a todas las
ordenanzas y responsabilidades que ha establecido, buscando su presencia,
orando en todo tiempo, alabándolo y adorándolo por todo lo que es: Santo,
Santo, Santo, Dios Todopoderoso, el Creador de todo lo que existe. Con la ayuda
del Señor el Espíritu Santo, con su guía y su obrar en nosotros podemos llevar
una vida que agrade a Dios, una vida que someta la vida carnal y pecaminosa al
señorío de Jesucristo".
Hebreos
12:1-14. Dios Habla Hoy (DHH). Por eso, nosotros, teniendo a nuestro alrededor
tantas personas que han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos
estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que
tenemos por delante. Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede
nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso
de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento
tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del trono de Dios.
Por lo
tanto, mediten en el ejemplo de Jesús, que sufrió tanta contradicción de parte
de los pecadores; por eso, no se cansen ni se desanimen. Pues ustedes aún no
han tenido que llegar hasta la muerte en su lucha contra el pecado, y han
olvidado ya lo que Dios les aconseja como a hijos suyos. Dice en la Escritura: «No
desprecies, hijo mío, la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te
reprenda. Porque el Señor corrige a quien él ama, y castiga a aquel a quien
recibe como hijo.»
Ustedes
están sufriendo para su corrección: Dios los trata como a hijos. ¿Acaso hay
algún hijo a quien su padre no corrija? Pero si Dios no los corrige a ustedes
como corrige a todos sus hijos, entonces ustedes no son hijos legítimos.
Además, cuando éramos niños, nuestros padres aquí en la tierra nos corregían, y
los respetábamos. ¿Por qué no hemos de someternos, con mayor razón, a nuestro
Padre celestial, para obtener la vida?
Nuestros padres aquí en la tierra nos
corregían durante esta corta vida, según lo que les parecía más conveniente;
pero Dios nos corrige para nuestro verdadero provecho, para hacernos santos
como él. Ciertamente, ningún castigo es agradable en el momento de recibirlo,
sino que duele; pero si uno aprende la lección, el resultado es una vida de paz
y rectitud.
Así pues,
renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas, y
busquen el camino derecho, para que sane el pie que está cojo y no se tuerza
más. Procuren estar en paz con todos y llevar una vida santa; pues sin la
santidad, nadie podrá ver al Señor.
Bendiciones.
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